Partida Rol por web

Tras haber pasado una noche a un lado del camino, descubrieron que las cosas habían ido a mejor. La luz de Argynvost era reconfortante, y las sombras y las bestias se alejaban de las gentes que se veían obligadas a acampar. También se les habían pasado las náuseas y los estómagos revueltos. Haber reemprendido la misión de Shikiv fue la mejor decisión.

Al llegar al valle de Barovia, se dirigieron directos al castillo. Cuando llegaron al patio de armas, el mismo en el que lucharon con el dragón espectral, vieron las puertas dobles de la torre del homenaje abrirse lentamente. Dos figuras salieron a la luz de la mañana. Una era Leisl, que llevaba una espada luminosa en una mano. La otra era Sasha que, malherido, se apoyaba en Leisl para caminar.

¿Dónde estabais? Hemos matado a Strahd. ¡Ya soy libre! ¡No me acosará nunca más!

Os habéis perdido la parte en la que Katya y Rathandal se unían a nosotros, a Gabriela robando la Espada Solar a su maestro, la revelación de la pequeña Katya como licántropa espía de Strahd, la pelea con Katya, la muerte de Katya, la huida del vampiro Rafail, el rescate del viejo Uthurlan, la posesión de Fandromar por un demonio, la visita a las catacumbas y la batalla final con Strahd...

Leisl, amorcito, les estás abrumando con tanta información. Lo importante es que Barovia está a salvo. Y Leisl y yo hemos tenido uno de esos arcos de evolución de personaje de las novelas de caballería. Leisl tuvo su redención, y yo vengué a mi difunto maestro. No somos los mismos que al principio de esta gigantesca epopeya. Hemos madurado y ahora somos mejores personas. Y, con la lección aprendida, podemos establecernos en el pueblo para llevar una vida tranquila y plena.

¿Pero qué se habían fumado esos dos?

Lo primero que pensó la bruja es que la pareja compuesta por el cobarde timorato de Sasha y la huidiza Leisl habían sido secuestrados y lavados el cerebro. Porque, sinceramente, veía imposible cómo ese par, que no habían ni movido un dedo para ayudar al aquelarre en ninguno de sus enfrentamientos, habían conseguido en solo 2 días, todas esas hazañas de las que hacían gala.

¿Pero cómo sabían de Fandomar, la cual había estado con ellos hacía tan solo dos días y se encontraba en perfecto estado?

Algo no cuadraba.

- No sé quienes sois - dijo negándose a creer que fuera verdad eso que veían sus ojos y escuchaban sus oídos- ni qué son todas esas paparruchas que nos estáis contando, pero apartaos de nuestro camino que tenemos un misión que cumplir.

El enano sacó el hacha y se puso al lado de Leiath, y al contrario que la Bruja de Hala, este parecía convencido de lo que aquellos dos cobardicas huidizos decían era verdad. No porque usaran nombres tan elaborados como Rathandal, Katya, Gabriela, Rafail, Uthurlan o Fandromar, nombres que algunos levemente reconocía el enano... Sino porque no pensó que debían estarles mintiendo.

-¿Rathandal sobrevivió?. -Preguntó Thimaz creyéndose plenamente esa historia, aunque sin importarle lo más mínimo qué era lo que todo esto significaba- Si es que sí... ¿Podéis indicarme hacia donde está descansando de sus heridas?. Tengo... tengo... un asunto pendiente... Que por su culpa me caí a las alcantarillas...

Onfale ocultó la sorpresa ante lo escuchado y lo más calmado que pudo, fruto de años y años de practicar la contención de emociones se dirigió a Leisl, Pequeña Zorra.

- Dime, ¿cómo lo matasteis? Matar a un poderoso vampiro no es tarea fácil...- Aferrarse a aquel pequeño atisbo de esperanza era tentador. Si el Señor del castillo no estuviese, no hacía falta ni que estuviera muerto, podrían completar su misión relativamente fácil.

La verdad es que la mayor parte del mérito lo tuvo esta preciosidad-dijo, haciendo girar a la Espada Solar en su mano-. Los aventureros son un 20% de suerte, un 10% de habilidad y un 70% objetos mágicos. La Espada Solar cortó el cuello al vampiro Strahd de manera limpia.

A Rathandal lo encontraréis arriba. Había un salón que contaba con un cuadro de su amada Anne, o más bien de Tatyana, de la que Anne fue una de sus reencarnaciones. Va a pasarse toda la eternidad mirando en silencio ese cuadro como un puto psicópata, pero si así es feliz...

Leisl frunció el ceño ante las palabras de Leiath. La sacerdotisa era la que había enderezado el camino de la ladrona. Que hiciera como que no les reconocía era bastante hiriente.

No hay motivos para ser borde. Vamos, mi corazoncito de ángel solar.

Leisl tiró del sacerdote para apartarse a un lado de la puerta, dejando paso franco. Luego empezaron a andar para cruzar el patio de armas y volver a Barovia.

No conocía a ese tal Strahd, nunca le había visto, ni realmente había estado viviendo bajo su yugo. La Barovia que ella conocía era otra, antes de las Brumas.

Cuando llegaron las brumas mágicas tanto ella como sus nuevos amigos, los que luego formaron el Aquelarre, fueron trasladados a diferentes lugares, diferentes planos, todos ellos con enemigos formidables a los que ni si quiera habían conseguido vencer, siempre habían terminado huyendo.

Por lo tanto nuca entendió por qué odiaban tanto al vampiro Von Zarovich. La propia Hala le había reprendido por intentar acabar con un vampiro solo por ser un no-muerto, y desde ese día aceptó que todas las criaturas debían ser tratadas por igual.

Por otro lado, Sasha Petrovich, un cobarde seguidor de un diosecillo que le quería quitar el puesto a la grandiosa Hala, les había pedido ayuda en vengar la muerte de su familia. Pero una vez que supieron la historia de cómo habían muerto, las cosas no quedaban muy claras. Era la palabra de ese deleznable hombrecillo, que no le importa arriesgar la vida de cientos con tal de llevar a cabo su vendeta personal, frente a unos hechos que no probaban en absoluto que fuera el señor de las tierras quien lo había ordenado. No había más que ver a los tios de Sasha y cómo trataban a los barovianos.

Lo que parecía que tenía delante era un golpe de estado en toda regla. Nobles que querían derrocar al gobernante y quedarse con el trono. Y al parecer lo habían conseguido. Tampoco debía haber sido un enemigo muy poderoso cuando esos dos, que no se habían atrevido ni con una rata, se lo habían cargado de un tajo.

Sin olvidar sus maneras, Leiath se tragó todo lo que pensaba de ellos e hizo una reverencia al nuevo lord de Ravenloft.

- Antes de irse, mi enhorabuena  por su nuevo castillo y sus nuevas tierras. ¿Nos permitiría entrar un momento a resolver un asunto pendiente con un dragón de cobre?

Y.... ¿Podría preguntarle si bajo su mandato dejará que otras fees abran hospicios en su tierras?-

Viendo como Leiath había reaccionado de forma "tan positiva" a aquellas noticias, al enano no le importó sacar las armas grandes, es decir, aquel cetro solar que había usado antaño para molestar a toda criatura viviente -y no viviente- con la que se encontraban y querían entablar alguna relación con ellos.

-Sí, sí... bueno eso... ¿Puedo pasar para saludar a Rathandal?. -Preguntó el aguerrido guerrero enano- Solo será un momentito... y sí, aún tenemos que hacer eso otro que tampoco tardaremos nada.

Onfale lanzó una suspicaz mirada al enano cuando éste mencionó a Rathandal. Onfale también quería hablar con él, pero intuía que las razones podían ser diferentes. No quería más líos, sólo completar su misión y así poder sopesar qué hacer a continuación. Sintió una punzada en el estómago al pensar sobre su futuro. El Aquelarre sólo era una sombra comparado a lo que fue. Por otro lado, su vientre volvía a ser plano y firme como antaño. Pensar en su retoño era un sentimiento intenso y amargo. Sin embargo, a pesar de haberlo perdido, aun le quedaban esperanzas, en concreto, colgando entre sus piernas. Ahora que era un hombre completo no necesitaba a un diablo, diosecillos, o clérigos avaros para tener descendencia. Había visto cómo se usaba su nueva herramienta. El problema era encontrar al recipiente adecuado donde plantar la semilla.

Qué pereza...

- Vayamos a ver a Rathandal, pero...- Se detuvo sopesando las palabras qu eutilizar para noprovocar la ira de sus compañeros.-...seamos amables. Después vayamos a la catacumbas para dejar la baliza. Que Stradh haya sido ejecutado no quiere decir que esto vaya a ser un camino de rosas. Sus cientos de lacayos, poderosos como hemos podido comprobar, pueden jugarnos una mala pasada.

Mmmh... No había pensado en mí como sucesor del castillo. No tengo derecho ni sobre lo que hagáis aquí ni sobre ningún hospicio. Pero tened mucho cuidado: en la hora bruja los fantasmas visitan el castillo. Podéis entrar, pero abandonadlo antes de la medianoche. Suerte.

Sasha echó un último vistazo a sus excompañeros. Casi parecía un cachorrillo abandonado pidiendo que le llevaran con ellos. Pero una vez más le dejaban de lado.

El Aquelarre de Hala entró en el castillo. De inmediato la luz del broche de Leiath disminuyó su intensidad, dando lugar a sombras inquietantes en las habitaciones. Alice examinó el mapa conseguido en el Templo de Ámbar...

No sabían en cual de las habitaciones estaba Rathandal, solo que estaba arriba. En cuanto llegaron al recibidor, unas escaleras subían a la izquierda. Según subían los peldaños empezaron a escuchar lloros de bebé cada vez más cerca.

Buaaaah, buaaaaaabuaaaaah...

Llegaron a un salón del trono, casi vacío, con dos puertas a la izquierda (una de ellas doble). Tan solo había una alfombra roja que llegaba hasta dos tronos y... A la derecha había una cuna.

BUAAAAAAH, BUAAAAAAH...

Al acercarse a la cuna pudieron ver en su interior dos horribles bebés slaads.

Lo habían visto en los papeles incautados en la mansión del Burgomaestre de Barovia... Los textos mencionaban que había dos slaads en el castillo: los hermanos Croku y Croki. En aquel momento eran unos seres indefensos, pero algún día crecerían y serían dos slaads verdes usuarios de la magia. Por lo que sabían, la variedad verde no ponía los huevos, lo hacían los slaads rojos, así que Croku y Croki no podrían infectar a nadie de adultos.

¡Iiiiiii! Pensó la bruja de modo automático al ver a esos repelentes bebés.

¿El grupo de Sasha no los había visto? Lo lógico sería acabar con ellos ya que eran una especie parásito y ellos, humanoides, eran su presa. Aunque estos dos en concreto no podían infectar quizás pudieran llamar a otros, lo que dejaba una duda moral. ¿Sería eso lo que les había pasado al grupo de héroes que habían tomado el castillo? ¿Los habrían dejado ahí a su suerte porque no se decidían qué hacer con ellos?

Leiath tampoco quiso tomar partido en el asunto, Ravenloft pertenecía ahora a sus conquistadores, Petrovich y el vampiro Rathandall, que lidiasen ellos con sus habitantes.

Habían decidido ir a ver al chupasangre primero, y el castillo era muy grande para ponerse a buscar en todas las habitaciones así que Leiath se puso a pegar voces:

- ¡Rathandall, muéstrate! ¡El nuevo lord de Ravenloft debería dar la bienvenida a sus invitados!

Mientras esperaba que el vampiro acudiese a la llamada se puso a curiosear la sala.

Por su cuenta, el aguerrido guerrero Thimaz miró a aquellos dos bebés de slaads y tuvo un sentimiento enfrentado, por un lado deseaba aplastar a aquellas criaturas que tanto le aterrorizaban, pero por otro lado eran tan solo dos bebes indefensos, por lo que matarlos no daría honor a nadie.

-¿Alguien tiene una daga que le pueda dar a esos monstruos?. -Preguntó al resto del aquelarre- Así podre combatir contra ellos, dos contra uno, todos armados... Sí... creo que eso solventaría bastante bien el hecho de que parece que si los dejo caer desde un armario ropero ya se morirían...

Leiath se acercó a la puerta pequeña y la revisó hasta estar segura de que no había trampas. Después se agachó para ver por el ojo de la cerradura...

Del otro lado de la puerta había una sala cuadrada de treinta pies de lado. En el centro de la sala había un escritorio. Un hombre corpulento con la cara deforme escribía tranquilamente sentado en unos papeles de la mesa. Tenía unos algodones en las orejas, seguramente para no oír los gritos de los bebés slaads.

Del otro lado de la sala había una nueva puerta. Según el mapa, esa puerta daba a unas escaleras de caracol.

Quizá a otro la visión de los bebés, pro horrendos que fueran, le hubiera enternecido, peor no a Onfale. Su visión si le que provocó una arcada fuerte que apenas pudo contener. Aquellso monstruos- no estos pero sí sus crecidos hermanos-le habían arrebatado al hijo de su vientre. Ojo por ojo. Eso es lo que pensaba.

- Hay que deshacerse de ellos. Si no podéis vosotros lo haré yo, en un lugar más discreto.

Evidentemente lo que quería hacer Onfale era algo que chocaba frontalmente con las ideas de Thimaz, por lo que el enano dio un paso al frente, e interponiéndose entre este y la cuna de los bebés, habló con firmeza, más no así demasiado alto, a fin de cuentas no deseaba que los bebés pensaran que era su mami barbuda o algo así.

-No te voy a permitir hacer eso. Si deseas matar a algo que sea en un combate justo. Así que mientras yo esté aquí, tu no tocarás ni un pelo a esas criaturas. -Tras decir esto, Thimaz se alejó lo más que pudo de la cuna, de las criaturas dejando vía libre a Onfale y su aborto póstumo- Bueno, pues ya me voy por allá...

Leiath hizo un gesto a sus compañeros para que se acercasen a ella.

- Venid, aquí hay alguien- dijo en voz baja.

Aunque el aspecto del hombre era un poco intimidante, no lo era así su actitud así que la bruja de Hala intentó abrir la puerta.

En cuanto Leiath abrió la puerta, la luz de su medallón iluminó más la sala de lo que lo hacía la linterna sobre la mesa. El grandullón giró la cabeza hacia la puerta y se quitó los algodones de las orejas.

 ¿Sí? ¿Queréis algo?

El hombre seguía sentado, como si aquellas interrupciones fueran normales para él.

Cuando Leitah les advirtió que había alguien al otro lado de la puerta Onfale dejó para luego sus quehaceres. Tampoco quería meterse en un lío pudiendo ser el padre delas criaturas quien estuviera tan cerca.

Thimaz sacó la cabeza por la puerta, a fin de cuentas lo habían llamado y como siempre, nunca se separaba más de ocho metros de Leiath, no fuera a ser que algún cretino se le acercara a proponerle a montar auspicios por ahí sin que el aguerrido enano guerrero se enterara.

-Yo quiero preguntar por direcciones... ¿Has visto a un elfo por aquí?. Es como... más alto que yo, con orejas picudas... cara que dice "Golpéame con un hacha justo aquí". ¿Algo así lo has visto?.

-Ehm, esto...- musitó algo avergonzada por los modales de Thimaz-. Buen día señor, no queríamos interrumpir sus quehaceres, pero mi compañero tiene razón. ¿No habrá visto a dónde se dirigía el elfo de cabello dorado por casualidad?-

En realidad tenía muchas otras dudas como qué hacía ese hombre ahí tan tranquilo, qué eran esos papeles, para quién trabajaba... Pero decidió cerrar la boca para no molestar más al caballero.