Partida Rol por web

Normalmente tenía claro el paso siguiente o formado algún plan, pero esta vez estaba muy confusa, y que Onfale le tratase ahora como si fuera una tiñosa, no ayudaba en nada. Había pensado que la adquisición del joven doctor y de la pequeña Sunny les sería de gran ayuda a la hora de manejarse por el complejo pero se había equivocado. La niña iba a ser una carga hasta que encontrasen al padre, y Heinforth parecía una versión de Rehner con unos años menos.

Flame, ten mucho cuidado- quiso advertir a su amiga antes de que se asomase por la claraboya- Recuerda el inevitable que está sobrevolando el patio. Puede verte.

Sería bastante triste que ahora que habían recuperado a al guerrera se quedasen sin ella por un descuido como aquel.

Ah, Doctor Heinforth- dijo en tono de sorna, muy impropio de ella- ahora va a ser testigo de una paranoia de grupo. Verá como una de sus pacientes trepa por las paredes. Pero no se preocupe que no tiene nada que ver con magia, está todo en su cabeza, por supuesto. A ver si va a ser usted también un paciente y no se ha dado cuenta.

Paleto- resopló.

Mientras esperaba a que Flame les dijera qué había visto, accionó su yelmo y se puso a mirar a su alrededor, por si había algo mágico que se les hubiera escapado en un primer reconocimiento.

Se detuvo a observar aquella pala que parecía tan importante y que AHORA le insinuaban con la mirada que tenía que haberla identificado.

Aquel enano entonces se acercaría a Leiath, al parecer ella era la que lo había curado de sus parálisis en las extremidades, y pese a lo agradecido que sentía, creía que ella podía ayudarle en más cosas, como por ejemplo, en su capacidad para relacionarse con otros seres, la rapidez mental y resolver problemas complejos; pues a fin de cuentas, de lo ellos hablaban eran de problemas, acertijos y pasadizos secretos, él debería de estar preparado por si separasen.

-Veo que te interesa aquella pala, ¿También te gusta la minería?... No sé, quizás podamos llegar a un acuerdo, tu me ayudas con algunas cositas y yo luego te puedo enseñar mi colección de rocas...

Las palabras de Onfale no hicieron mella en Sunny. Lo que normalmente produciría en un infante de la edad de la niña que se pusiera a llorar, tras insistirle en que su abuelito no la quería, en Sunny no producía el mismo resultado. Ella se quedó impertérrita, como un cascarón vacío y sin alma.

Sin embargo, el joven Daclaud era más provocable. Incluso viendo la asombrosa escena de Flame caminando por las paredes en dirección a la habitación con el depósito de agua (con las llaves de paso cerradas) y la claraboya.

¡Cómo se atreve a usar ese sarcasmo tan condescendiente conmigo!-exclamó a Leiath-Ya he aceptado la existencia de la magia, no hay porqué ser desagradable. Ahora sois vosotros los que debéis abrir vuestras mentes y aceptar que la ciencia psiquiátrica existe, y que vosotros podéis tener problemas mentales sin que haya magia de por medio. Magia y locura son hechos diferenciados, y se pueden dar a la vez.

No tengo porqué aguantar esto, me marcho a la torre sin ustedes...

El Doctor Heinfronth se asomó al agujero e hizo ademán de bajar, pero veía aquel desnivel de diez pies de alto demasiado peligroso. Avergonzado, volvió a plantarse ante Leiath.

Si... si sois tan amables de bajarme con la cuerda... No me dan miedo las alturas, pero sí la caída. No quiero hacerme daño, tengo algo de agliofobia.

Esa fobia casi confirmaba la teoría de que él era otro paciente, o por lo menos indicaba que la linea entre cordura y locura era muy fina, y prácticamente aleatoria. Tras ayudar al enclenque doctor a bajar, el Doctor Heinfronth les hizo una seña para indicarles que había llegado bien, y les dió el resto de la información por la que habían preguntado: sí había alguien más en la planta intermedia.

Por ese pasillo-dijo, señalando a la oscuridad-están el Doctor Rehner y sus guardias. Vino a mi habitación en plena noche, herido, y le atendí como buenamente pude. Nada de venganzas, ¿de acuerdo? No vayáis por allí. El Doctor Rehner necesita descansar y recuperar fuerzas, es una persona mayor. Vosotros miradme mientras voy a la torre. Volveré antes de que haya más malentendidos.

El doctor desapareció de la verticalidad del agujero por otro pasillo. Al cabo de un buen rato esperando, Flame regresó de la claraboya con interesantes noticias...

Primero, el Marut seguía allí fuera. Segundo, al tratar de salir al tejado y ponerse de pie, su cabeza se golpeó con una superficie horizontal invisible. Era como si hubiese un muro invisible por encima del Sanitarium. Era probable que el Marut no estuviese caminando por el aire todo este tiempo, sino solo andaba sobre el muro invisible, con lo que no podría atacarles.

En definitiva se les planteaba tres caminos a seguir:

Ir a buscar pelea con el Doctor Rehner y sus guardias enmascarados.

Seguir al Doctor Heinfronth por el interior del edificio.

Salir a la azotea por la puerta del desván o por el tejado y descolgarse por una cuerda directamente al patio.

Cada vez que Heinfronth mencionaba a Rehner a Onfale le hervía la sangre. Podía aceptar que hubiera locos en ese Sanitarium, pero los tratamientos del pseudodoctor eran inhumanos, tanto que podrían ser origen de nuevas locuras y fobias. Afortunadamente los miembros del Aquelarre parecían haber soportado bien los duros tratamientos, conservando su cordura y recuerdos.

Oh, mi Perezoso...- Ahora mismo era al único que quería besar, por muy zalamera que se pusiera Leiath.

Con un gesto de la mano despidió al bello doctor que se disponía a ir solo a la torre, confesándoles sus miedos.

Pues vas listo...- En esas Flame regresaba y les contaba algo preocupante.- Por eso parecía andar en el aire. ¿Un campo de fuerza que rodea el sanitarium? ¿Y si lo rodea por completo impidiéndonos escapar?- Sin embargo por algún lado tendría que haber entrado el maldito centauro ese, aunque puede que el Marut hubiera creado esa cárcel para que nadie escapara mientras su compañero mataba a todos y cada uno de los allí presentes.- Mientras esperamos, ¿por qué no probamos  el plan de escape del padre de Sunny?- Miró a la niña con igual indiferencia que antes.- Abramos las llaves del paso de agua y accionemos una ducha con el agua caliente.

Leiath percibió la magia en el ambiente... Onfale tenía razón, había un éter mágico en todas direcciones, el mismo que había permitido cobrar vida a los conjuros o a Fifí nacer. Concentrándose un poco más empezó a distinguir las auras. El primer chasco era que los dos cinturones que habían encontrado en el estómago del bicho tentacular en la Aldea de la Locura eran cintos normales y corrientes, sin ningún poder mágico. Los dos pares de guantes (el de cuero y el de tela) sí que eran mágicos. Los de tela despedían un aura que Leiath identificó como de abjuración débil. Los de cuero tenían un aura de transmutación débil. En cuanto a la pala, la sacerdotisa percibió la magia en la herramienta, un aura moderada, pero descifrar a qué escuela pertenecía iba más allá de sus conocimientos.

Abrieron las billas del depósito y el agua empezó a fluir. Descendieron por la cuerda con más soltura que el Doctor Enclenque, y Flame fue la última en bajar porque tenía que desatar la cuerda para no dejarla atrás. Pasaron por diversas puertas en cuyo letrero se apreciaban títulos tan ocurrentes como "Sala de Tratamiento 7" o "Sala de Tratamiento 8" y llegaron al baño de la planta intermedia.

Por la ventana del baño se veía la luz tibia de la mañana, y la torre de los pacientes peligrosos. En el patio había un pequeño huerto en la cara más cercana, y unas lápidas en la cara más alejada. Y de vez en cuando se veía al Marut caminando siempre a la misma altitud.

Por la puerta del dormitorio vacío del Doctor Rehner se veía aún el armario bajo la trampilla y el pesado cuerpo de Big Crazy durmiendo sobre la cama rota. La puerta que daba a las escaleras de las duchas de la planta baja también seguía abierta. Uno de los locos se acercó hasta la puerta en la que Aire luchó con un guardia, la que daba a las escaleras por las que los subieron para ir a la cena con el Doctor Rehner.

El Doctor Heinfronth está ahí abajo, en el rellano. Se ha debido caer por las escaleras-informó al resto, sin darle mayor importancia.

Luego el mismo loco abrió uno de los grifos y metió la mano debajo del chorro que salía.

Sale fría-dijo, volviendo a cerrar el grifo.

Ciencia psiquiátrica? Agliofobia? Todo eso le sonaba a otro idioma. Pero el hecho de que portase un yelmo mágico que le hiciese entender cualquier lenguaje, la convenció que no era cuestión de traducción, sino más bien términos nuevos o inventados. En verdad que llevaban muchos años apartados de aquel plano y por tanto era más que probable que se hubiese quedado anticuada en conceptos y palabras.

Pero, pese a no saber con certeza a qué se refería Heinforth, Leiath comprendió lo que éste quería decir. Claro que estaba de acuerdo en que no todo era magia, que había algunas cosas que ni un mago podía realizar. Por desgracia, el joven doctor carecía de la claridad mental de la sanadora. Pobre hombre, no había descubierto la verdad sobre Hala.

Por supuesto que la magia arcana no lo era todo. También estaban lo dioses, y su poder divino podía trastornar o reparar cualquier mente. Si alguien estaba loco, era porque le había caído en desgracia a algún dios o le estaba haciendo pagar por sus malos actos, y si este sanaba, era tan solo porque esa divinidad se lo permitía. Esos que decían llamarse doctores solo estaban pretendiendo ser dioses y algún día pagarían el precio de tal insulto.

Querría haberle dicho todo eso y más (cuando se trataba de hablar sobre Hala y sus virtudes, Leiath podría ponerse horas y horas sin descanso), pero el 'doctorcillo' parecía tener prisa.

Al menos tuvo la suerte de entablar una conversación aparentemente normal con el enano. Hablaron sobre piedras (la bruja no tenía ni idea, pero escuchó con atención) y Leiath le tendió la pala mágica.

- Toma, seguro que tú sabrás mejor cómo manejarla. Y no te preocupes por tu curación, si llegamos a mañana, rezaré a Hala para que esto ocurra. No te pido nada a cambio, tan solo te ruego que el milagro que la diosa te ofrece no lo emplees para hacer el mal, sino que, por el contrario, intentes ayudar a todo aquel que puedas.

Se pusieron en marcha tras las palabras del perfumista. Habría que encender la caldera si querían tener agua caliente.

Leiath caminaba como un gato en una zona de peligro; preparada para dar un salto al menor susto. Temía que le atacasen en cualquier momento - Bianca, Rehner, los guardias, los mercenarios mecánicos, cualquier otro demente...-, pero como tampoco se quería quedar quieta en un sitio concreto, siguió a la comitiva, en silencio e intentando no apartarse mucho del resto.

Ya puestos en movimiento el perfumista dejó sus reticencias iniciales a un lado para situarse a la vera de Leiath, La Bruja de Hala, a la que protegería con su vida misma, si fuese necesario. Todo el grupo se movió hacia la sala con las duchas para  activarlas y llevarse la desilusión de que el agua salía fría.

- La caldera.- Es lo único que salió de la boca del eunuco mientras se encaminaba a echar un vistazo hacia el cuerpo tendido más abajo del Doctor Heinfronth.- Mmm.- Murmuró preocupado. Sólo tenía que esperar a ver si se movía o no, o si había algún signo de respiración.¿De verdad habría sido tan torpe de caerse, o le habían atacado?

- Puedo ir a echar un vistazo en lo que encendéis la caldera.- Ahora que Leiath había identificado que la pala no era una simple pala, sino que emitía un aura mágica moderada, ya no le quedaba duda de que algo más había encerrado en aquel aparentemente simplón plan de N.L. Pero no podían confiarse. Les acechaban peligros por todas partes. Su mirada se desviaba también hacia el enorme cuerpo de Big Crazy. Ahora que Flame había vuelto con ellos al menos se sentía un poco más seguro frente aquella cosa.

El doctor se marchó para caerse por las escaleras. Uno menos del que preocuparse. Era muy probable que el viejo doctor terminara encerrándolo por alguna locura que le detectase o le pareciera ver en ese momento. Seguramente era lo mejor que le podía pasar.

Tendremos que dividirnos para ir a encender la caldera. Flame y Alice podrían ir juntos, así Alice la puede guiar. Yo me quedo aquí por si la otra loca decide atacarnos Miró a Leiath. Ellas habían discutido con Bianca, de volver a por ellos, eran su objetivo más directo. Si se quedaban juntas, estaría centradas en ellas y dejaría a los demás. Y Aire sería muy capaz de acabar con ella con un par de conjuros.

La bruja se paró en seco cuando el loco le informó sobre que había visto a Heinfroth herido. Por muy simplón que fuera el hombre, no parecía una mala persona y ella era incapaz de dejarle ahí tirado sin más.

Leiath bajó las escaleras precipitadamente para socorrer al joven doctor.

- Debemos ayudarle!

Nggg... ¿Leiath? Me desmayé cuando bajaba las escaleras. Estoy bien... solo un poco dolorido. Gracias.

El Doctor Daclaud se apoyó en la sacerdotisa para ponerse en pie. Aire propuso que Alice y Flame se encargasen de encender la caldera. La pala de Néstor Lármika estaba en poder de Thimaz y los dedos de Onfale se colaron dentro de la mochila para acariciar el pergamino que Leiath le había dado, dudando de si este era el momento que estaban esperando para usarlo...

Ignorando los gritos de Leiath, el feroz y valiente enano Thimaz se acercó hacia la puerta para ver como se encontraba Big Crazy en la habitación contigua, pese a que en sus piernas ni un solo temblor se vislumbraba, sus ojos eran de preocupación por si aquella bestia decidía levantarse una vez más. Sabía perfectamente, si aquella bestia se levantaba, iba a ser un gran problema para todos, a no ser que se pudiera controlar.

-Decís que un monstruo nos persigue, pero mi pregunta es... ¿Aquel monstruo sería capaz de derrotar al que nos persigue?. Quizás sí, quizás no. Pero no se vosotros, pero yo prefiero ver una pelea de monstruos que en el peor de los casos, tener que enfrentarme a uno directamente.

Dicho esto, y con paso precavido Thimaz se acerca lentamente al cuerpo inconsciente de Big Crazy, pensando como él se despertará. Quizás pensara que son otras personas, y como su querido doctor, tampoco lleva máscara, este no los atacará... o quizás todo lo contrario al no llevar máscaras.

-¿Lo despertamos y que nos acompañe?.

Claro que sí, si quieres que te arranque la cabeza añadió poniendo los ojos de blanco ante el comentario del enano. Me temo que desde que la loca que nos ha abandonado atacó a su amado doctor, no nos va a hacer caso. Y no quiero gastar mis energías mágicas en una criatura dormida. Si te ves con fuerzas para frenarle en caso de que nos ataque, adelante

- Dudo que Big Crazy pueda con el "monstruo que nos persigue" cuando tú mismo, impedido como estabas y con tu altura, pudiste vencerlo. Al menos según lo que contaste...- Onfale conocía bien las bravuconadas de los enanos. Desgraciadamente le había tocado vérselas con algunos, aunque eran recuerdos que prefería borrar de su memoria. Aún así, eso no quería decir que no pudiera serles útil llegado el caso. O peligroso, si no se andaban con cuidado.

El mago se paró junto al enano a reflexionar, mientras vigilaba la respiración pausada del enorme loco, perrito faldero de Rehner. Alice y Flame habían ido a encender la caldera. El enano tenía la pala y Leiath andaba con Heinfronth. ¿Qué demonios le había pasado? Desmayarse así, sin más, no era normal. Se acercó a Aire y le propuso una manera d eactuar.

- No me fío de nadie, tampoco de ese enclenque de Heinfronth. Ve con Leiath y asegúrate de que no le hace daño. Id por ese camino hasta las duchas. Yo me quedaré vigilando al gigantón y, si despierta por el ruido de las duchas, lo entretendré disfrazado de Rehner.- Era al único que parecía hacer caso. Le preocupaba la modulación de su voz, siempre tan femenina. Hacía un esfuerzo constante por hacerla más grave, pero le era difícil imitar voces tan masculinas como la del sádico Doctor. Si no colaba con el gigante tontorrón tenía algún as bajo la manga que podía utilizar.

- Maese enano, ¿va a quedarse aquí o acompaña a Leiath? Necesitarán la pala que porta.- Le trataba ahora de manera mucho más zalamera que antes.

Leiath miró a Heinfroth con cara preocupada. Desde luego que no era normal que una persona joven colapsara así sin más, por muy loco que estuviera.

- Y desde cuándo le dan esos desmayos? Alguna bruja le ha diagnosticado un mal en concreto? Eso que me ha dicho que sufre, agliofobia, es por eso?

Las preguntas le salieron naturales mientras examinaba al doctor.

- No se mueva, déjeme comprobar que no se haya roto nada antes de levantarse. Cuando alguien se marea de esa forma no es bueno incorporarse rápido. Ha comido algo en las últimas horas?

La sanadora hablaba al médico como si éste no tuviera ningún conocimiento sobre el cuerpo humano, y es que, en efecto, para la servidora de Hala los llamados 'doctores' no podían ser más que unos charlatanes que jugaban con la esperanza de los enfermos sin más capacidad curativa que un alquimista sacamuelas.

No... Bueno, sí. Me tiene pasado más veces, desde niño. Mi padre también lo tenía. Mareos ocasionales. No pasa nada.

Leiath lo veía claro: enfermedad congénita, que afecta al oído (y por tanto al equilibrio) y a la cabeza desde niño. Una reducción de la presión intracefálica podría hacer que las sinopsis se desconectaran por breves periodos de tiempo, la misma presión que empuja a los huesecillos del oído para mantenerlos en su sitio. Los síntomas remiten en cuanto el cuerpo fabrica naturalmente líquido encefalorraquídeo que restaure la presión. No es una enfermedad grave, pero sí bastante rara. Tan solo acorta unos cuantos años la esperanza de vida.

En la planta baja, Alice y Flame metieron leña en la caldera. Había un botón en el cilindro metálico que podía hacer chocar los pedernales que encendiesen el fuego, pero Flame usó su propio pedernal para prender la chispa. El fuego se avivó rápido, por el influjo de la magia ambiental. De pronto, la caldera escupió una llamarada de fuego, como si fuese un dragón. Alice vió llegar una nueva muerte, recordando aquel aliento de fuego de la mascota de Orcus en el plano del abismo. Pero sobrevivió. Ambas lo hicieron.

Volvieron a la planta intermedia para dar el aviso de que el fuego de la caldera ya estaba prendido, con sus túnicas agujereadas y teñidas de hollín.

Una vez comprobado que no se había roto ningún hueso, ayudó a Heinfroth a incorporarse.

Siento haberle hablado así antes- se disculpó la bruja, cuyo carácter le era a veces difícil de controlar-. No tenía que haberle juzgado así sin más. No creo que sea bueno que vaya solo con los peligros que andan sueltos. Qué le parece si nos acompaña y así me ayuda a mantener a Sunny a salvo?

Debemos ir a la torre, como le hemos comentado, pero antes queremos probar una cosa; dejó el padre de la pequeña unas notas en las que daba unos pasos a seguir. Seguramente no sea nada, pero en la situación en la que estamos no perdemos nada por intentarlo. Qué le parece? Nos da una oportunidad y viene con nosotros?

En ese momento un extraño olor a quemado le hizo levantar la vista. Cuando vio a sus amigas en ese lamentable estado se separó del doctor para acudir en su ayuda.

Pero qué os ha pasado? Es que teníais que entrar dentro de la caldera para encenderla o qué?!- les recriminó.

-A ver, dejadme que os haga un apaño.

Cuál sería el paso siguiente? No sabían la palabra comando de la pala, ni lo que hacía. Thimaz tendría que darse una ducha caliente herramienta en mano. Quizás golpear algún sitio con la pala?

Quien juega con fuego se quema...- Pensó maliciosamente el eunuco al ver volver a Alice, la Maga de Fuego, manchada de hollín. Por su cabeza pasó que la mujer, prepotente ella, hubiera querido encender la caldera a base de usar todo el potencial de su poderosa magia y ello le hubiera provocado aquel resultado. Sin embargo, la realidad había sido otra.

- ¿Estáis bien?- Preguntó sin demasiado entusiasmo.-No comprendo aún qué está pasando aquí. ¿Por qué la Divina Esencia se concentra de esta manera en el Sanitarium?Quizá sea esa la razón de que el constructo ese esté aquí. Reina el caos en la magia y puede que haya venido a poner las cosas en su orden.- Afortunadamente Leiath se puso manos a la obra para curar a sus compañeras.

- Yo vigilaré a Big Crazy.- Se quitó de en medio. NO quería ser quien activara el agua caliente de la ducha.

Aire asintió a las palabras de Onfale. Desde luego, él podría entretener al gigante mientras ellas iban y venían a su antojo. Y mientras Flame y Alice procedían a encender la caldera, ella era la más poderosa en esos momentos. 

Acudió rápido hasta Leiath y el doctor. Le preocupó inicialmente que su desmayo no se debiera a una caída o a una enfermedad, si no a las palabras "mágicas" del viejo loco. Se puso en guardia inmediatamente, inspeccionando el lugar con la mirada. Aún con la información de enfermedad congénita, Aire no quedó satisfecha.

No sabemos si esa magia estaba antes de ese monstruo o ha venido con él. No se qué orden quiere imponer, pero creo que lo que está claro es que viene a aniquilarnos. Tenemos que ser rápidos y cautos, cada vez tenemos más enemigos en este lugar que nos quieren ver muertos.

Enano señaló hacia una de las bañeras las notas nos decían que había que bañarse con agua caliente. La caldera ya está preparada, y no hay nadie mejor que tú que sepa usar una pala. ¿Hace los honores?

Me parece bien cuidar de Sunny. Es más, insisto. Hice un juramento hipocrático, he de ayudar a todo aquel que me lo pida.

Daclaud y Leiath regresaron a las duchas de la planta intermedia, reuniéndose todo el grupo de nuevo. Tras atender las quemaduras de Alice y Flame, la sacerdotisa de Hala volvió a coger a la niña de la mano.

¡Yo lo haré! ¡Yo me bañaré con agua caliente!-exclamó la loca con decisión.

Rachel abrió el grifo de una de las bañeras de la planta intermedia. Comprobó que salía caliente poniendo la mano debajo del chorro.

Está caliente.

Como no era parte del Aquelarre, y no confiaban del todo en ella, más de un desconfiado tocó el agua para asegurarse. Sí, efectivamente, el agua salía caliente. Con la túnica puesta, Rachel entró en el interior de la bañera mientras se iba llenando. Intentó hacer varias cosas: mojarse la cabeza, sujetar la pala, mojarse la cabeza mientras sujetaba la pala, mojar la pala... y ya cuando la bañera se llenó del todo, humeante, Rachel probó a sumergirse totalmente y luego a sumergirse totalmente con la pala también sumergida. Parecía una Dama del Lago con su ropa mojada ondulando en el agua mientras ella abrazaba una pala.

Agh-emergió, tratando de recuperar el aliento-. ¿Qué? ¿Nada? ¿No ha pasado nada?