Partida Rol por web

La cosa parecía tranquila hasta en el momento que dejó de serlo. Algo se me clava en el cuello y del dolor casi hinco la rodilla. Gtyk, mi querido sapo rojizo, mi familiar desde que domino las artes de la magia, se pone a croar indicándome lo muy tocado que estoy. Maldito, pagará por su ataque.

Cuando la cosa se despeja y quedan unos asaltantes y un enano, el grupo empieza a reaccionar. Aldair se lanza a la carga contra un atacante mientras Elbereth empieza a dar órdenes y le grita al bardo que me venga a apoyar, antes de encargarse de otro de los asaltantes.

¿Atacar o defender? ¿Atacar o defender? Mierda, mejor me retiro de este asaltante debajo del palanquín y me lanzo el hechizo Escudo, y una vez protegido ya veré si sigo con magia o le saco un ojo a alguien con la ballesta.

Me muevo a O 12 y lanzo proyectil magico contra el ladrón que queda en frente

La lucha tiene aspecto de que va a acabarse pronto, pero debido a la aportación de unos más que otros. Elbereth y Aldair se deshacen de dos intrusos en un abrir y cerrar de ojos. El resto es menos competente. Flame aún no ha reaccionado; Erbrahke se limita a esconderse y escurrir el bulto; el virote de Silverio se estrella con la cota del enano... Vaati hace una demostración de magia que impacta en uno de los bandidos, pero no es demasiado efectivo.

La coordinación entre el grupo de mercenarios se hace más patente cuando Silverio ignora la orden de Elbereth y permite al enano acercarse lo suficiente como para golpearle con el martillo. El pintoresco bardo cae al suelo con graves fracturas en el tórax. El martillo debió aplastar las costillas hasta partirlas, afectando a su capacidad respiratoria.

El ladrón herido por Vaati se repliega tras no alcanzar a Flame con uno de sus dardos. Toma una calle lateral y trata de escabullirse. Su compañero del callejón sale para intentar que un segundo dardo termine definitivamente con el guerrero de la espada. Afortunadamente nada de eso pasa, y la única baja que hay que lamentar es la de Silverio.

El guerrero sacude a su oponente con su golpe, haciéndolo caer al suelo en un charco de sangre. Se regocijó por un momento, solo para ver al otro delincuente intentando darle con otro dardo. Con un juego de pies logró evitar el vicioso acero y sin perder tiempo se lanzo en una nueva carga. Blandiendo la espada con ambas manos, llegó rápidamente a su objetivo. Repitió la estocada circular que había terminado con la vida del anterior bastardo, pero el truhan logro evitarla agazapandose.

Ante el ataque sufrido y en vista de a lo que nos enfrentamos me marcho en dirección norte para ayudar a Aldair. Tomo carrerilla y aprovecho la carga de mi movimiento para asestar un terrible golpe al enemigo.

Segundos después la escama que hay en mi frente comienza a emitir un tenue brillo rojizo que también rodea a mi aliado.

Maldición, ya me avisaron de que no serían muy disciplinados, pero hasta el punto de poner en peligro su propia vida, esto es demasiado...

Elbereth observó complacida cómo su virote acertaba en el cuello de su objetivo, que caía inerte. Se giró para observar cómo al hacer caso omiso de sus palabras, el enano dejaba sin sentido a su compañero. Rápidamente giró sobre sus talones y mientras cargaba un nuevo virote dijo en voz alta:

-¡Vaati, cúbreme, la cota del enano nada tiene que hacer contra tu magia! Ebranhke, retírate hacia el norte con tus compañeros para disparar desde otro flanco, yo cubro tu posición. ¡Tenemos que proteger a los porteadores!

Elbereth se coloca en el lateral del palanquín, y se agachó un poco para tener mejor vista de su objetivo, aunque por su pequeña estatura no tenía problemas en ver. Lanzó un disparo a mayor distancia de la que estaba acostumbrada, y por tanto el disparo no fue tan preciso como esperaba:

-¡Escucha, enano!-dijo al ladrón-¡Tus compañeros han caído y estás rodeado de tiradores y de combatientes! ¡Ésta es tu última oportunidad para rendirte, créeme cuando te digo que la próxima vez no fallaré!

En su cabeza Elbereth dudaba que sus palabras hicieran efecto en la terca mente de un enano, pero tenía que intentarlo.

Como ataque a los portadores y caiga el palanquín, la llevamos buena.

Las cosas iban bien... si el maldito "Doce Cuerdas" hubiera seguido las órdenes de Elbereth. Pero no, tuvo que intentar hacer frente a un enano y tiene pinta ahora de estar muerto. Su precio no afectaba que fueran más o menos los contratados, así que Erbrahke quería ser los máximos posibles... aunque tuvieramos que aguantar un bardo.

Lo siento Sra.Blackwood, ya hemos visto que pasa cuando no seguimos su clara visión de la situación y combate, pero antes de retirarme tengo que hacer algo más prioritario para todos.

Dicho esto, saco el pergamino que tendría que haberme aprendido la noche anterior... maldito Das Vracken, me alteró lo suficinete como para no concentrarme de forma adecuada. Esto me lo cobraré, y si puedo, de la parte del bardo. Empiezo a leer y el pergamino se deshace convirtíendose en una niebla que cubre todo el palanquín.

Si ese maldito enano quiere venir a joderlo, se lo tendrá que pensar 2 veces. Esperaba que pese a todo, entre el ataque de Elbereth y si el mago hace su trabajo, quedará como algo muy estético... y caro.

 Maldigo interiormente  por la poca potencia dle hechizo, aun asi no pierdo el tiempo y avanzo hasta colocarme en  frente del carromato (m9) y lanzo un  proyectil magico al ladron al que se estan enfrentando Flame y Aldair.Me concentro esta vez maz  y una bola mas potente que la ultima vez sale disparada contra el ladrón.

Las amenazas de Elbereth no surten efecto. La bruma se extiende hasta alcanzar prácticamente todo el ancho de la calle. Solo quedan fuera de la bruma Flame, Aldair y Vaati. Incluso dificulta encontrar el cuerpo de Silverio para prestarle la debida ayuda médica.

Uno de los ladrones, tras haberse replegado en una calle anexa, se envalentona y vuelve a la carga lanzando un dardo a Vaati. Hay mucho dinero en juego, el riesgo merece la pena con tal de tener a un rico mercader entre las zarpas.

Al otro, el enano, se le escucha farfullar entre la bruma. Le sigue un profundo quejido. Tal vez haya dado el golpe de gracia a Silverio. Tan solo Erbrahke ve a uno de los porteadores ser golpeado por una sombra entre las brumas. La vara que el porteador lleva sobre los hombros se le escurre y el orco se escabuye entre la niebla doliéndose de un hombro.

Sin el soporte de uno de los orcos, el palanquín se balancea y su suelo se acerca peligrosamente a la cabeza del gnomo.

Flame se da cuenta de que aparece otro ladrón por el lado norte de la calle y nuevamente se mueve con gran velocidad sobre la criatura para descargar su espadón sobre el enemigo.

¡Dejadme este a mi! Puedo yo sola perfectamente, encargaos del que ha golpeado al orco, tenemos que acabar con el enemigo, y que uno haga el favor de sujetar el palanquín.

Cundo Flame se acerca al nuevo enemigo su escama brilla con más intensidad iluminando a Vaati y a la líder, cubriendo absolutamente todo su cuerpo.

El guerrero vió el banco de niebla elevarse desde abajo del palanquin no sin cierta sorpresa, maldiciendo el giro de los acontecimientos. Envainó su espada y descolgó su arco de su espalda. La herida que le habian propinado a traición le recordaban las palabras de su contratista, imagino una sonrisa socarrona en su rostro.

Luego, en voz viva interpelo a los semiorcos - ¡No se queden ahí parados! ¡Traed al noble fuera de la niebla! - Dijo mientras tomaba una flecha de su carcaj.

NO!!! Maldita sea, el conjuro era precisamente para evitar eso, que el enano se acercara más al palanquín y atacara a uno de los semi-orcos, y eso ha sido justamente lo que ha ocurrido. Además, el bastardo del semi-orco ha dejado el palanquín, golpeándome ligeramente la cabeza. Ahora mismo, si no fuera por Gtyk estaría noqueado.

Bien, ¿quieres que pasemos a la acción? Pues así lo haremos! Erbrahke desenfunda su ballesta ligera y apunta a la cabeza del enano y le dispara, viendo como impacta en el enano, aunque no tenía claro que fuera suficiente para detenerlo. Creo que si el enano no lo mataba, lo haría la Sra.Blackwood...

Elbereth observa con horror cómo el enano, obviando sus palabras, hace lo que ella misma hubiera hecho en su situación, atacar a los porteadores, cuando iba a prepararse para disparar, las palabras del gnomo la hicieron recelar,y no sin motivo, una densa niebla ocultó a su enemigo junto a sus porteadores.

Gracias señor doble luna por imposibilitarnos disparar cuando aquí prácticamente todos combatimos a distancia, ahora tengo una muy clara visión de la situación...

La niebla la envolvió por completo, y cuando escuchó a Aldair gritarles a los semiorcos, dijo al lugar de donde provenía la voz:

-¡Si casi se cae el palanquín, si lo mueven ahora siendo sólo 3 se vendrá abajo, tú eres fuerte, cubre la posición de sujección del otro semiorco para que éste pueda volver a sujetar, que los demás te cubriremos del enano, y así podremos alejarnos de la niebla! 

A continuación, respiró tranquilamente y dijo en dirección a donde había visto por última vez al enano antes de difuminarse:

-Escuche, bandido, todos sus amigos han caído, y encima ha tenido la desfatachez no sólo de atacar al más débil de nosotros, sino también a un porteador desarmado. ¿Así es como combaten los enanos? No merece siquiera llevar barba, pero qué esperar de un enano sin honor-Elbereth buscaba alguna reacción en el bandido que delatara su posición a la vez que lo pretendía enfurecer tocándole el honor racial tan bien conocido en ellos-si crees que mereces la barba que llevas..¡Yo te reto a un duelo fuera de la niebla, al final de la calle! ¿Eres un enano o rehuirás un duelo lanzado por una mujer? En ese caso no mereces ni un hueco entre tus ancestros.

Cuando terminó de hablar, Elbereth avanzó silenciosamente apoyando su mano en el palanquín para orientarse, hasta quedar por delante del porteador, lugar en el que dijo:

-Sí, a ti te digo enano, ¿o prefieres morir como una rata entre las brumas mágicas de un trabajo sin futuro?

Por último, retrocedió hasta ponerse en el lateral del porteador, lugar donde, agachada como iba, soltó su ballesta en el suelo y desenvainaba su estoque de la manera más silenciosa que pudo, tras lo cuál susurraba al porteador:

-No temas, todos confiamos en ti, aunque no sea tu trabajo ser golpeado, si lo es resistir el palanquín, aguanta como puedas y serás recompensado.

Elbereth puso todos sus sentidos en los movimientos del enano, esperando que su provocación funcionara, o en todo caso que su estratagema de hablar más adelante de donde finalmente acababa para llevar allí al enano y poder luego atacarle diera su fruto.

Visto lo visto, me muevo hasta situarme al lado del porteador de arriba  a la izquierda y me quedo atento por si aparce alguien mas por ese lado. 

¡Vete a fregar, mujer!-grita a Elbereth-Y tú, medio orco... GRRRRR...

¡SAL DE MI VISTA SI NO QUIERES QUE TE PASE COMO A TU AMIGO!

El orco huye despavorido soltando el palanquín. Los dos porteadores de la parte de atrás no se lo piensan y también dejan el palanquín en el suelo para salir de aquella matanza. El sueldo de porteador nunca estuvo lo suficientemente bien remunerado.

El palanquín entero cae sobre el gnomo, que debió salir de allí debajo mientras tuvo oportunidad.

Ya era tarde. Habían fracasado en la misión de custodiar al mercader. El enano se mete en el interior del palanquín.

¡¡¡¿QUEEEEÉ?!!! ¡¡¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?!!! ¡¡¡NO ESTÁ!!!

¡¡¡OS MATARÉ!!! ¡¡¡OS MATARÉ A TODOS!!!

Las amenzas del enano retumban entre las brumas. Ha entrado demasiado deprisa en el palanquín recién caído como para que el mercader se escabuyese aprovechando la niebla.

Y entre grito y grito se escucha tras la cortina nubosa el zumbido de una flecha surcando el cielo y un quejido doloroso.

Se acabó...casi olvidaba por qué me gustaba trabajar en solitario...

Elbereth escuchó los improperios del enano y sus ojos se abrieron como platos en señal de sorpresa

Como suponía..este Vas Dracken nos estaba probando, y hemos fallado...

Antes de actuar dijo rápidamente:

-¡Sacad al gnomo, si nos subimos todos al palanquín lo aplastaremos!

Elbereth giró sobre sus talones para trazar un círculo entrando en el palanquín, para luego lanzar una estocada a través de la cortina, que era más tupida de lo que pensaba e hizo que se desviara de mala manera.

¡Demonios!