Partida Rol por web

- Yo soy mago también, Consejero...- Casi mejor que el Consejero no hubiera visto la magia de Onfale pues no creía que le hiciera mucha gracia lo que había hecho para obligar a los guardias a cooperar. Entonces se oyeron unos cascos de caballo y pudo ver a Alice.-¡Alice! Aquí.- Levantó la mano para que la maga pudiera verlo. Cuando llegó el Consejero le ofreció el libro de Vaek a lo cual Onfale no rechistó, pues sabía perfectamente que la pelirroja era mucho más poderosa que él.- ¿Cómo están los demás? ¿Vienen hacia aquí?- Hizo caso omiso a las funestas palabras del Consejero. Salvarían a más gente aunque sólo fuera a Fosco, Nikeras y los demás.

Leiath, agradecida por la protección de su diosa, pone pies en polvorosa.

Sin volver la vista atrás, el despavorido enano prosigue la huida a pijo sacao, como alma que lleva el diablo, por las desiertas calles de Lechberg.

Fosco parecía que se había quedado pasmado, ahora era cuando había asimilado todo para salir corriendo...

Flame continuaba corriendo, aunque podía ver como aquellos hombres lobos le perseguían sin cuartel. No iba a permitir que acabaran con ella, por eso se resistía con todas sus fuerzas a dejarse vencer.

La gente seguía llegando a aquel almacén de piedra en la falda de la montaña. Primero uno de los guardias que habían participado en la defensa de la puerta. Luego Klasius, corriendo con sus cortas patitas. También Flame, en parte recuperada de sus heridas. La humana, con las dos únicas armas de plata de todo Lechberg, fue perseguida por dos lobos durante un rato. Lo único que le salvó fueron los cebos humanos... Personas recién salidas de sus casas en plena noche, avariciosas y materialistas, que cargaban durante su evacuación por las calles con sus bártulos, haciéndoles más lentos que la propia Flame. Eran presas fáciles para los perseguidores de la espadachina.

Los últimos en llegar fueron Leiath, protegida de los ataques milagrosamente por Hala, y Fosco. El mediano estaba agotado de tanto correr, y Leiath le tuvo que llevar en colo como a un bebé durante gran parte de la escapada.

Cuando entraron en el almacén, unas amplias escaleras de piedra les llevaron hasta un ancho túnel. La gente seguía avanzando a tientas por la oscuridad del pasadizo, salvo alguna excepción... A un lado, el consejero Hodvic y dos guardias, uno de los cuales sujetaba de las riendas a Trompicón. Allí también estaban Alice y Onfale, discutiendo por un libro.

Por última vez, Onfale... Me ocupo yo de este tema. En el grimorio hay páginas y páginas de conjuros, y con tu comprensión lectora tardaríamos días en encontrar la magia para hacer un muro de piedra.

Alice lanza un conjuro, y las hojas del libro pasan vertiginosamente, como movidas por el viento. La cara de Alice resplandece ante tanto conocimiento expuesto delante de sus ojos.

Aquí...-dice señalando un pasaje del libro-Es... extenso. Cinco páginas enteras de fórmulas y anotaciones. Costará lo suyo, pero creo que podré tapiar el túnel para que los licántropos no nos sigan, consejero Hodvic.

Levantó la mano para que la maga pudiera verlo. Cuando llegó el Consejero le ofreció el libro de Vaek a lo cual Onfale no rechistó, pues sabía perfectamente que la pelirroja era mucho más poderosa que él.

El perfumista respiró aliviado al ver aparecer a los demás. Pero no estaban todos.

- ¿Y Nikeras?- No se podía creer que después de aparecer sorprendentemente delante de sus ojos volviera a...a  separarse. Tampoco Azaron ni el enano estaban allí. La última vez que los había visto estaban muy alejados de la vía de escape y, por desgracia, enzarzados en un cruento combate con los licántropos. Miró a Leiath que portaba a Fosco.- ¿Dónde están los otros?

También llegaba Flame, como resurgida del mismo infierno con la daga de plata de Nikeras.

- ¡Estás viva! Me alegro de verte. - Le tendió la mano para que depositara en ella la daga de Nikeras. Al parecer había recuperado a Ayash.- Yo la guardaré hasta que volvamos a ver al druida. Le daré mejor uso que tú. Mi magia más poderosa está agotada.- Si es que la magia de Onfale podía considerarse poderosa. El caso es que había sido bastante útil, más que la de otros. Miró a Alice con desdén. ¿A qué venían aquellas palabras? Él no había hecho ademán de quedarse el libro, todo lo contrario, se lo había entregado sin rechistar a ella, conocedor de sus limitaciones. Era peligroso cuando a un mago se le subía el poder a la cabeza y el ejemplo más claro de ello era el del mismo Vaek, muerto en pocos segundos a manos del enano.

Flame agachó el rostro compungida. Era la primera vez que se podía ver lástima en su cara. Sabía que estaba viva gracias a la ayuda que le tendió el druida, pero lo que no tenía ahora claro era si él había escapado con vida de allí. Todo había sido muy confuso y no había visto nada más allá después de haber perdido su espadón.

No sabía lo que había pasado, cuando subió por el muro, salió corriendo a toda prisa sin mirar tras ella. No se preocupó de nada, ni de nadie, la situación era un caos, y los licántropos asediaban la ciudad sin ton ni son. No pudo ver a nadie de los que faltaban pues la marabunta de hombres lobo era enorme.

Al ver que allí no se encontraba ni Azaron, ni tampoco Nikeras, hizo comprender que no la habían escuchado cuando gritó "Retirada". El enano tampoco estaba, pero quizá ahora se hubiera convertido en un hombre lobo y eso le garantizaria unos mejores modales. Él debía estar orgulloso por haberse convertido en uno de ellos. Pero los demás no.

No lo sé. Dijo tendiendo la daga a Onfale. No sé que ha sido de ellos, pensaba que venían detrás de mi. Les dije que no se separaran y que salieran corriendo, era absurdo seguir luchando. Aunque, si no están aquí... dijo encogiéndose de hombros y lamentándose por lo que podría haber sucedido.

Luego se sentó en el suelo, agotada sin hacer mucho caso a lo que estaban haciendo en aquel momento. Debía recuperarse lo más rápido posible, su brillo blanquecino hacía que se curasen las heridas de todos los presentes.

Leiath, ¿tú cómo estás? Espera a que mi brillo, dijo señalando su escama, nos cure a todos y después, si aún te queda algún don de Hala, cúranos lo que puedas.

Leiath depositó con cuidado al travieso Fosco cerca de Flame para que pudiese recibir la curación de ésta. Ella también se quedó bien cerca de la guerrera.

He visto caer a Azaron - dijo secándose la lágrimas que poblaban sus ojos- dónde están los demás? Ví a Babras emprender la huída, pero todavía no ha llegado? Debemos esperar lo que podamos para darle un poco de tiempo, tiene que estar cerca.

-Si me permitis Alice, podría echar un vistazo a ese hechizo, pero ruego esperemos un momento a ver si llega nuestro compañero.

¿Azaron ha caído?

La situación cada vez era peor. El perfumista apenas podía tragar, acongojado como estaba. Cada caída de uno de los guerreros lo acercaba más a la primera línea de batalla. Guardó la daga de plata de Nikeras a buen recaudo.

- Esperaremos, pero por Nikeras.- Contestó a la Bruja de Hala. Su bondad no tenía límites, eso estaba claro. Onfale no mostraba una animadversión por el enano como la que mostraba Flame, pero ahora mismo era al que menos le apetecía ver llegar corriendo.  Había matado al mago pero había provocado con ello el caos y la caída de toda la ciudad Se acercó a Fosco que parecía derrotado del esfuerzo.- ¿Cómo estas? Al menos tu perro se ha salvado. Vi a entrar a Rufus por el almacén, eso sí, perseguido por ese endemoniado gato de Vaek.- Se acuclilló junto al mediano, pensativo, peinando su larga caballera lisa y negra con las manos de dedos largos y delicados.- Yo dejé a Nikeras con un único licántropo encerrado en mi quimera. Sin embargo, creo que se deshizo el hechizo. Después...después había más lobos en el camino. Quizá se haya topado con ellos...- El perfumista echaba miradas furtivas a Fosco y Flame. Buscaba en el apoyo de los compañeros el valor que a él le faltaba como consecuencia del cruel corte de su virilidad.

Sin apenas aliento me dejo caer en el suelo para recomponerme tras el combate. Mi rostro expresa la tristeza y el horror de las imágenes que he tenido que presenciar. Los compañeros cayendo, los pueblerinos siendo cazados por los licántropos, la ciudad sumida en el caos.

- Nikeras y Azaron han caído.

Fueron mis escuetas palabras. Lo que no entendía era donde se había metido el enano, que pensaba que sí que había tenido tiempo de huir. Me quedé esperando que apareciese por el tunel por donde habíamos llegado el resto.

Fosco se sentía tan cansado...  Su furia había amainado y el bajón fruto del sobreesfuerzo le estaba pasando factura. La buena bruja de Hala tuvo que llevarle y bueno... siempre es bueno ir en los pechos de una mujer joven. Aunque esta vez el mediano no aprovechó para meter mano. Estaba demasiado alicaído, necesitaba descansar. Todo parecían malas noticias. Azaron y Nikeras cayeron en combate y el enano estaba desaparecido. Aque enano cada vez resultaba ser más gracioso para el mediano. Su increíble fuerza había derrotado a Vaek.
Unos finos dedos comenzaron a adentrarse en la cabeza de Fosco dando cierta satisfacción. Era Onfale el que le sacaba de su ensimismamiento a lo que respondió débilmente  Rufus... Creo que tengo hambre o sueño.  Sentenció finalmente ya que ese agotamiento no era normal, pero la situación era más tensa... Alguien debería ir a por Nikeras y Klasius. No estaba bien abandonar a sus compañeros aunque difícilmente sería Fosco quien fuese. No tenía fuerzas para ir.
 

Creo que debería de empezar con el hechizo cuanto antes. Dijo la maga mientras leía con emoción las páginas del libro, tenía que reconocer que Derinlus Vaek era un mago muy poderoso  puede que mucho más que su maestro.   Alice se estaba empezando a poner nerviosa mientras saltaba de una línea a otra de la fórmula del hechizo,  era muy complicado nunca se había enfrentado con algo tan difícil. Creo que debería de empezar cuanto antes, aunque quede gente fuera. Dijo apesadumbrada, no había levantado los ojos del libro desde que este había caído en su poder por lo que no sabía si el grupo estaba completo o no, solo pensaba en lanzar el hechizo que podía salvar a la ciudad. Ni siquiera había prestado atención a la noticia de que Nikeras y Azaron habían caído. Entonces reparo en que Leiath le estaba hablando y le paso el libro. La bruja había demostrado una actitud sublime en el manejo de objetos mágicos, mientras que Alice recordó la vez que había estropeado varios pergaminos sin poder lanzar el conjuro. ¡Inténtalo ya!  Si no eres capaza de lanzar el hechizo pásame el libro de nuevo y yo lo intentare lanzarlo.

¡Mujeres!- Podían pasarse todo el día parloteando sin parar haciendo que el más paciente de los hombres acabara por arrancarse las orejas para no escuchar más sus estridentes voces. ¡Oh, cuántas peroratas sin sentido había tenido que aguantar cuando mandaba sobre las mujeres del harén de su amo!

- ¡Por Hala!¡Lee el puto libro de una vez, no tenemos todo el día!- No quería hablar en ese tono a Leiath, no era una hetaira como las del harén,  pero las palabras de Klasius sobre el destino de Nikeras habían hecho mella en él. La maga roja había usado un conjuro para leerlo a toda velocidad pero, mientras esperaban a algún posible superviviente, bien podría ir leyendo Leiath el conjuro. Suavizó el tono de voz.- Si no lo haces tú lo haré yo. Date prisa.

Leiath intentó aprender las complicadas palabras que aparecían en las páginas, pero eran demasiado enrebuscadas para ella, se le escapaba la mitad del significado. Frustrada le pasó el libro a Onfale, quizás el delgado hechicero tuviese más experiencia con la magia arcana y por tanto más facilidad en sacarlo adelante.