Partida Rol por web

 Nikeras vio como las cosas se torcían allí arriba en la empalizada, Flame tuvo un desliz y quedó desarmada ante las bestias... a parte de herida.

 No dispuesto a dejarse dominar por la locura del momento, pues ya habría tiempo para analizarlo más tarde, el barbudo druida terminó de llegar a la altura de la guerrera y orar a Madre con su voz profunda.

 - Mam rhoddwr bywyd, yn gwrando ar eich mab yn ei ble i sefyll yn gadarn yn erbyn y ffieidd-dra hyn.

  Repentinamente un halo verdoso cubrió a la joven devolviéndole el vigor perdido para poder seguir plantando cara a la adversidad. El druida también tendió a la mujer su daga argéntea para que pueda atacar a los lobos, mientras él se prepara para blandir su fiel lanza de fresno.

 - Tómala, y que tu brazo no decaiga, mujer.

¡No, no, no, serás torpe!- Es lo único que pensaba Onfale al ver cómo Flame perdía su adorado espadón en el infierno tras las murallas. Por otro lado su hechizo había conseguido al menos retrasar a uno de los licántropos. El perfumista se encontraba en una diatriba. Ir con la seguridad que le confería Septow o ayudar a Nikeras y Flame. La situación cada vez era más caótica y le olía a chamusquina. La licantropía se extendía demasiado rápido, no podía ser normal aquello. Aún podían resistir un poco, al menos para dar tiempo a la gente a llegar al pasadizo, pero le parecía que al final tendrían que retirarse. A todo esto, ¿dónde estaba la gitana? Ella no había huido por donde todos huían. Estaría tramando algo seguro.

Como si estuviera en el borde de un precipicio y tuviera que saltar le costó ponerse en movimiento. Todo hubiera sido más fácil si Septow le hubiera dado un empujón para ponerlo en movimiento. Dio un paso con dificultad para adelante. Se acercó a los lobos en el charco de aceite hasta que estuvieron al alcance de su hechizo. Iba a usar la magia ígnea de la maga pelirroja, lo cual no le entusiasmaba demasiado. Lo había aprendido de ella pero su forma de hacer magia le parecía sucia, impura, aunque no podía negar que era efectiva. La última vez que lo había usado lo había ejecutado según las indicaciones escritas de Alice. Se había sentido sucio y había tenido usar el rinocornio* varias veces para depurar su sentido más importante, el olfato, después de usar esa magia impura. Afortunadamente, había tenido tiempo para practicarlo, estudiarlo y mejorar su aprendizaje. Como anécdota curiosa, el mago había relacionado involuntariamente el conjuro con el olor de la carne humana y pelo de lobo chamuscados, vaya usted a saber el por qué. Quizás una experiencia traumática como la que había vivido Alice con aquella pobre chiquilla.

-Rammmmm , ¡¡Manipura Kalagni!!- De las manos del mago salieron llamas de fuego ardiente que buscaban voraces alimentarse del pelo y carnes de los licántropos. Esperaba que el conjuro quedara potenciado pues ambos licántropos se habían rebozado en el aceite previamente.

Un poco más tranquila, la maga  empezo a retroceder alejándose de la puerta mientras buscaba en su bolsa de componentes  hasta encontrar los componentes del nuevo hechizo. Nunca antes había usado ese conjuro, pero parecía bastante poderoso. La maga sonrió al sacar un pañuelo que contenía el componente: un trozo de tocino, cubierto de azufre y virutas de hierro¹. Seguro que Onfale se caería de cuelo si tratara de lanzar este hechizo. Pronuncio las palabras mágicas y el trozo de sebo comenzó a arder, lo arrogo con fuerza al aire y este voló hacia la puerta donde el pequeño trozo de tocino ardiendo se convirtió en una gran esfera de fuego.

Después de salir victorioso de su personal combate con la mano arcana, el enano comprende que ahora toca achicar aguas por la otra puerta. Así pues, el bueno de Babras suelta un potente cadenazo al lobo más cercano antes de ponerse en marcha hacia el epicentro de la refriega.

Los lobos no entraban solo por el portón, y si a eso le sumabas lo rápido que se extendía la maldición, estaba claro que la ciudad estaba perdida.

Gracias a Hala, la maga parecía haberse recuperado por ella misma. Tenían que salir de ahí y cubrir la retaguarda de los refugiados, quizás bloquear la salida por donde habían escapado par que los lobos no pudiesen seguirlos.

Alzó la varita que aún conservaba en su mano y de él salió un proyectil mágico hacia el primer lobo al que la bruja echó el ojo.

Debemos salir de aquí, sigamos a los refugiados, protejamos su retaguardia!- exclamó Leiath, esperando que los exigües defensores de la ciudad y sus compañeros de desventuras la oyesen y entendiesen la situación.

Y Fosco tiene unos lagrimones increíbles, la visión de aquella espantosa criatura y su forma de actuar le hizo despistarse y morderse la lengua. Está muy enfadado con el mundo así que se acerca progresivamente a los lobos mientras lanza flechas al primer lobo que ve...

Azaron aprovecha la ventaja que le da el enano para golpear contra su rival, esperando que junto con el golpe del enano sea suficiente para tumbar a la criatura. 

Los lobos iban cayendo pero convertían cada vez a más guardias con lo que la situación lejos de mejorar se volvía más crítica. Pero las palabras del guardia pidiendo un poco de tiempo me animaban a no cejar en el empeño de tratar que la gente de la ciudad encontrara su ruta de escape.

Me moví rápidamente rodeando al lobo que tenía más cerca y lancé rápidos envites con las dagas hasta que conseguí sortear la defensa del licántropo.

Si había algo peor que haber visto como Ayash había estado a punto de quebrarse cuando se chocó con la espada de Azaron, era ver como Ayash se caía por la muralla a un mar de lobos infectados. La mujer lagarta no podía creérselo. Había perdido a su más fiel compañero, al que había sido su amigo y alguien que jamás se había separado. Ayash había cambiado de apariencia, había crecido y mejorado con ella, y habían crecido juntos. Habían viajado, se habían ayudado y habían visto cosas que muchos mortales no pensaban que existiesen ni en las peores de las pesadillas. Pero ver a Ayash precipitarse al vacío... eso era algo que Flame no estaba dispuesta a ver... Estaba claro que si había algún dios ahí arriba, o si el que había se llamaba Braderick, éste tenía muy mala leche y le hacía pasar por una serie de penurias que jamás se hubiese imaginado...

El brillo de la escama de Flame cambió de una tonalidad dorada a una de color más oxidada, un tono rojizo se extendió por su cuerpo y por el de los pocos aliados que estaban cerca de ella. Desde su posición miró a Nikeras, nadie se imaginaba, o tal vez sí, lo que iba a hacer, pero tomó la daga que le ofrecía el recién llegado druida y decidió salir corriendo de allí, para descender por la empalizada y recuperar su espada. Si tenía que morir en el intento, que así fuera...

Flame desciende la pared, pero el puñal de Nikeras es un arma difícil de manejar. Cumple su función, pero el portador de Ayash le devuelve un fuerte contragolpe mordiéndola en el brazo. La mujer siente su lado salvaje crecer por dentro. Más poder del que había soñado. Más poder que el que puede controlar.

Nikeras se queda solo, y Onfale va a ayudarle. Dirás lo que quieras de los hombres lobo kóbolds, pero tienen unos reflejos prodigiosos. Esquivan el fuego mágico y avanzan. Uno golpea a Nikeras. El otro se planta ante los dos humanos, relamiéndose indeciso entre sus dos presas: ¿mago o druida? ¡A la porra la línea! ¡Picoteará de los dos platos!

Veinte pies más abajo, en la base de la torre, Klasius se enfrenta en solitario a un oponente. No consigue acertar en todos los golpes, pero lo importante es que con la daga de plata sí. Pero nadie más le ayuda. Los guardias más cercanos están intentando rematar a un lobo que sangra profusamente. Piwy lanza su ataque y es empalado por la espada de otro guardia. Ya tienen suficientes problemas como para tener a un kóbold molestando en el medio. En ese momento, uno de los guardias cercanos a Klasius es mordido.

En el portón cerrado, Babras y Onfale no están muy acertados. Con tres infectados, es el talón de aquiles de la defensa de la ciudad. Los híbridos se empiezan a desplegar. Uno va hacia Babras. Otro sigue a los guardias. Azaron se queda en solitario con dos contrincantes: un híbrido con camisote de mallas, antiguo guardia, y otro con un hacha afilada, antiguo Barón.

Ni la flecha de Fosco ni la esfera de fuego de Alice muestran la misma puntería que los proyectiles de Leiath. En la avenida norte, Rufus y el gato se pierden de vista corriendo entre la gente. Y al mirar hacia allí, uno de los lobos que logró trepar la muralla, baja las escaleras y salta atravesando el cristal de una casa. Se escucha un grito. Ya es oficial: la epidemia licántropa se ha propagado por la población civil.

El guardia que se retiraba del combate recoge otra lanza del suelo, de uno de sus compañeros caídos, y se dirige hacia la casa. Grita un nombre. Es su familia la que está en peligro. Desde otras casas empiezan a abrirse las puertas y salir la gente, convocadas por el repicar de la campana. Los de Vor Ziyden ya estarán a salvo a estas alturas, pero los de Lechberg no se salvarán todos.

Babras termina acorralado por uno de los lobos que apenas lo deja maniobrar con la cadena armada.

-¡Maldita sea! Tengo que salir de aquí ya de ya. 

 La cosa tenía muy mala pinta.

 Los invasores no terminaban de llegar, la defensa estaba desorganizada, cada cual actuaba por sus motivos, sin aunar esfuerzos, eso sería como querer parar con las manos desnudas el oleaje del mar.

 Pero de nada servía lamentarse, tenía que luchar o morir, otra vez. Esta vez centró su atención ya sobre uno de los licántropos, el que atacaba a Onfale. Con la lanza aún húmeda con la sangre del diablo, Nikeras lanza un ataque con la idea de traspasar al Kobol con la idea de levantarlo y lanzarlo por la muralla, pero el suelo resbaladizo por la sangre, le juega una mala pasada cuando impulsa el asta de la lanza, quedando desequilibrado...

Visto que sus amigos no tenian ni pizca de intención de retroceder y ponerse a salvo, lleno de aire sus pulmones y se preparó para luchar hasta acabar con todos los lobos o terminar en el regazo de su diosa.

Buscó una posición más estratégica y lanzó su conjuro más potente.

Su hechizo de fuego elevaba en el aire el olor a pelo y carne quemada pero, al contrario de lo que había pensado que sucedería, los licántropos lo habían resistido bastante bien. No solo eso. El delicado perfumista miró hacia arriba al ver al enorme licántropo delante suyo. Tragó con dificultad al mirarlo con sus ojos azabache. Se agachó, rodó hacia atrás dando una grácil voltereta y metió la mano en la bolsita de aceites. Vio al bueno de Nikeras abandonado por la extraña Flame. Aquella mujer-lagarto tenía una extraña relación con su espada pero esto era demasiado. No sólo se había puesto en peligro a sí misma con su locura, sino que se llevaba la daga de Nikeras. ¿Sería aquella imagen de Flame bajando por la muralla, cual araña, la última que viera de ella? Desechó ese pensamiento y se centró en Nikeras. No quería que el destino les hubiera reunido para luego ver como el hombre perro se convertía en un licántropo. Chasqueó los dedos para dejar que las volátiles esencias le inspiraran los mudras necesarios para el conjuro. Dejó que su enorme imaginación hiciera el resto.

-Ksham , ¡¡Ajna Kalpitah!!- Del suelo alrededor de los dos licántropos que acosaban al druida surgió un líquido plateado. Como la plata fundida. Pero a medida que surgía se iba solidificando y extendiéndose tomando la forma de barrotes. Al terminar, una jaula de barrotes de plata lo suficientemente poco espaciados para que los lobos no pudieran meter las zarpas sin tocarlos se creó delante de sus narices.- ¡Jaula de plata para los perros sarnosos!

Azaron sigue con su tarea, ajeno casi a lo que ocurre a su alrededor. Algo herido y con dos rivales a su frente no estaba como para preocuparse del resto. Lanzó de nuevo un golpe contra el guardia transformado, golpeando el pecho de la criatura y haciéndole otro feo corte. 

Fosco que tiene los lagrimones que se le van a salir de las cuencas a borbotones de un momento a otro suelta el arco y corre hacia uno de los lobos, en el camino saca su portentoso estoque "el mata-cosas" temido en el mundo entero y desde una posición privilegiada asesta un golpe a uno de los licántropos*

La maga levanto los dedos mientras pronunciaba una serie de palabras apuntando a uno de los lobos que estaban atacando a Nikeras, eran un par de proyectiles mágicos. Después de lanzar los proyectiles indico a la esfera de fuego que se moviera hasta la posición de uno de los lobos.

La situación empeora, cada vez más enemigos y los habitantes de la ciudad todavía apenas han salido de sus casas. No puedo hacer mucho más que tratar de mantener los licántropos a raya el mayor tiempo posible.

Lanzo de nuevo la daga de plata que se clava en el costado del enemigo que tengo enfrente.