Partida Rol por web

El hechizo del perfumista había dado un poco más de luz a la noche cerrada, lo cual era bueno, pero a la vez se definía mejor el gorgónico rostro de la bestia de alas de fuego. Una de sus luces conjuradas seguía en movimiento por los alrededores, acabando  a su paso con la negrura reinante. Una llamarada salió despedida de un batir de las  alas del monstruo, cayendo en el campamento, aún a medio despertar.

¡Qué horror!

La imagen de las llamas lamiendo el rostro de uno de los que aún no se han levantado le heló la sangre.

¡Mi rostro no por favor!

Se movió lo más deprisa que pudo tratando de buscar algo de cobertura. Cualquier cosa, una roca grande , la esquina del saliente rocoso donde habían instalado el campamento, un árbol, un compañero, lo que fuera. Tenía que cubrirse y luego clavarle un virote en el corazón a la bestia, si es que tenía corazón.

¡CLAC!¡PFFFIIUUU!

Leiath tardó más de la cuenta en recomponerse de aquel sueño y de hacerse una situación de lugar. Pero una vez centrada su despierta mente empezó a funcionar con rapidez.

¿Qué horrenda criatura se los quería merendar ahora? En realidad era espantosa, pero los perros, ¿por qué parecían mantener la calma? Algo no estaba bien. O esa criatura no era lo que aparantaba o los sabuesos eran el colmo de la incompetencia...

Solo había una forma de cerciorarse, sacó uno de sus preciados pergaminos de misil mágico y lo convocó hacia la criatura.

Cuando el proyectil mágico dañó a la criatura y la hizo chirriar de dolor, Leiath estuvo lo suficientemente convencida de que era real.

Al ver lo cerca que cae mi daga del tal Victor, decido cambiar mi arma de ataque. No me apetece herir a nadie del grupo y además corro el riesgo de perder mis preciados cuchillos. Saco de un tirón la honda que cuelga de mi cinto y pongo una de los proyectiles que llevo en la banda de cuero mientras me muevo lateralmente sin perder de vista la criatura.

El guerrero necesitaba un descanso del combate -y ya de paso, reposar un poco sus heridas- por lo que, tras acostarse cayó rendido en un instante. Ya le despertarían cuando le tocase la guardia. O al menos eso esperaba él. 

Justo en ese instante notó un fuego le quemó la cara:

ME CAGO EN...- gritó el guerrero que saltó de un salto para ver un feo murciélago en sus narices. Cogiendo su arco cargó su arma y se dispuso a disparar a aquella criatura.

El somnoliento estado en el cual me encontraba y la oscuridad bañada por brumas reinante fueron motivos mas que suficientes para que no pudiese intuir que con mi mediano brazo y mis espadas pudiera acertar a la bestia alada.  Entendiendo esto, saco mi arco tras guardar sendas espadas y cargo una hermosa flecha de pluma de cisne sureño. Me mantengo en guardia por si vertebrado gigante decidiera atacarme.

 Despertando de su estupor, ta

 A su ritmo, el de un hombre entrado en años más acostumbrados a los paseos que a la acción, Nikeras se incorpora a la par que saca una honda de viejo cuero engrasado de su cinturón. Mientras mira sorprendido al Zicko.

 Con un ademán señala al noble y a la niña.

- Defiende Zicko, defiende.

 Obediente, el perro lobo avanza hacia el noble tumbado y a la niña inconsciente, quedando medio agazapado gruñendo a la criatura alada.

A pesar del caos que reinaba en el improvisado campamento, el enano de ojos blanquecinos se mantuvo firme a la espera de un paso en falso por parte de aquella bestia de la noche. Sin duda, la vasta experiencia como experto luchador era un grado en situaciones como aquella. Aguardar a que el murciélago gigante viniera a probar la cadena armada era lo más sensato, claro está, después de huir a todo correr como había hecho uno de los medianos.

Asustados, echan a correr. Se alejan de las luces del campamento y se internan en la oscuridad de la noche. Cuando ya no pueden más, se paran. Hollín se quedó allá, con los extraños salidos de las Brumas. A Alice le llegan las sensaciones de miedo y confusión que su cuervo padece a lo lejos. Pero Alice no puede volver. No volvería por nada. El miedo le recorre aún el cuerpo. Mira a su compañero de guardia. ¡Menudos vigilantes están hechos!

El caso de Fosco es incluso más extremo. Mira sin parar a las copas de los árboles, buscando más hombres que se vayan a convertir en murciélagos lanza fuegos. Está temblando. Accidentalmente, su vista vuelve al nivel del suelo. Sus ojos entonces se posan sobre una silueta en forma de cruz que resalta ténue en la penumbra. Dos palos, de los cuales uno se hunde en la tierra. Marca quizás una tumba. Esa es al menos la costumbre.

Movido por mimetismo con Zicko, Rufus también se pone en pie. La diferencia estriba en que en lugar de acercarse a la familia Watcher, el perro de Fosco se limita a ponerse sobre sus patas traseras en pequeños saltos. Ladra al murciélago, ¿pero porqué no lo había hecho hasta ahora?

En una de las pasadas del murciélago, la luz creada por Onfale para perseguir al monstruo ilumina una pequeña daga clavada en el costado de la criatura. Seguramente sea de Fosco. Parece que el cobarde mediano hizo por lo menos algo bien antes de salir huyendo con Alice.

El murciélago suelta otra onda de fuego que estalla en la ropa de Azaron, cada vez más malherido. Sin embargo, mantiene las distancias, y no desciende en su vuelo ni un ápice. Victor, tumbado junto a su hija, alza el estoque con el brazo tembloroso debido a la debilidad causada por el hambre y el cansancio. Será un hombre acaudalado y noble, y se podrá permitir muchas ballestas y arcos, pero viaja movido por las circunstancias, y solo con lo puesto. El señor Watcher no lleva ningún arma apropiada para abatir a una aberración voladora como la que les está atacando.

Volteo con fuerza la piedra en la honda sin perder de vista a la criatura. La daga incrustada en su piel indica que no no es inmune a los ataques físicos y redoblo mis esfuerzos por acabar con ella. La honda silva con rabia hasta conseguir la velocidad adecuada y suelto uno de los extremos para que la piedra vuele hacia el objetivo. El proyectil sale con velocidad a la criatura y me quedo un instante quieto esperando oír quejarse de dolor a la criatura, para después cargar de nuevo una piedra en el trozo de cuero.

Leiath necesito tu magia- gritó Azaron mientras volvía a disparar contra aquella criatura que le estaba quemando vivo. 

Ya descenderás, ya- piensa el guerrero, o eso esperaba.

Tras una gran carrera, los ojos de Fosco estaban llorosos, miró a Alice que sin duda ahora le parecía la mejor de las compañías. Después de ver a ese horror el bosque contenía algo maléfico y horroroso. Además el pajarraco no estaba con ella...
Ehem... carraspeó el mediano Dama pelirroja... sé que no hemos tenido tiempo de hablar. Me llamo Fosco Manosverdes... No se confunda, no soy un niño, soy un mediano... es una raza como lo son los enanos o los humanos. Perdone mi mal humor. No es momento de guardar rencores y sí de cooperar entre nosotros Fosco sin duda tenía miedo de que su única compañía le abandonase y quedarse allí sólo. Volvemos con el bueno de Nikeras? El sabrá que hacer... Incluso el malhumorado Fosco hubiese querido que la chica le hubiese tranquilizado con un abrazo o congiéndole de la mano, pues el horror que le había visto era razón suficiente para no volver, pero si no volvía dejaría allí a Rufus, a Nikeras, a Onfale...

Tras la cobertura Onfale carga la ballesta con un virote. Son movimientos realizados prácticamente de manera automática, por lo que era un momento preciado para poder pensar en lo que estaba pasando y en lo siguiente que iba a hacer. Estaba mal pensarlo, pero se sintió aliviado cuando el ardiente murciélago se ensañó de nuevo con la misma víctima.

Al menos no soy yo. 

Gracias a su luz mágica pudo ver la daga clavada en su deforme cuerpo, por lo que descartó la idea de una ilusión, lo cual no sabía si era bueno o malo. ¿Esa era l daga de Fosco? Pero , ¿Dónde estaba el mediano?

¡Astuto bastardo!

Sacó el cuerpo de la cobertura para apuntar y apretó el gatillo.

¡CLAC, PFIIIUU!

No solo no era una ilusión como le pareció en un primer instante sino que ademas se estaba ensañanando con Azaron.

No le quedaba nada de la magia de su diosa. Menos mal que aun guardaba algún pergamino curativo.

Esa maldita niebla acabaría con todos ellos rápidamente.