Partida Rol por web

Aquél acto de control le había jugado una mala pasada, y ahora una fea herida le hacía retorcerse de dolor. Sabía que estaba perdiendo mucha sangre y que, si no acababa pronto, moriría, si es que aquellos dos matones no aprovechaban su debilidad para darle el golpe de gracia. 

El sonido de la voz de su compañero le dio fuerzas para reponerse y permanecer, al menos, consciente, y de repente sintió como todo a su alrededor parecía ralentizarse. Su mente, agonizante, trabajaba a toda máquina, convirtiéndole en un bestia acorralada y peligrosa.

Cargó con la espada contra el matón con el que había estado jugando y que le había devuelto todo el daño con creces, y cuando sintió como penetraba la hoja en su cuerpo giró sobre sí mismo intentando apuñalar al otro adversario, aunque recibiendo en el camino una punzada de dolor que le hizo perder la fuerza y a punto estuvo de hacerle quedar sin sentido...

Cuando Black ordenó el matón solo lo miró con el rabillo del ojo, su actitud no cambió, pero sus pasos no se dirigieron contra él, parecía que su objetivo era otro.

Por su parte Le Noir fue capaz de rematar a uno de sus oponentes atravesándole el corazón en un casi acrobático y estiloso movimiento que pretendía finalizar con un giro de cintura que no solo liberaría la espada alojada en el moribundo cuerpo del asaltante, sino que también encajaría la daga en el plexo solar del otro luchador. Pero en ese movimiento algo se quebró dentro del Casaca convirtiendo le coreográfico y estiloso golpe en una patosa maniobra que aprovecharía su enemigo para con el codo golpear y noquear al inspector dejando a éste inconsciente en un mar de barro y sangre

Una vez Le Noir había caído, su agresor lanzó un terrible golpe a fondo de espada que cortó carne y músculo de la pantorrilla de Black causando una fea herida. Pero cuando ya se veía triunfador, la daga del único compañero que le quedaba en pie se alojó a traición cerca de sus riñones.

El callejón se había convertido en una carnicería de acero teñido de rojo.

Ver caer el cuerpo de Le Noir sobre el ensangrentado fango que se había formado en el suelo del callejón dió al traste con las esperanzas de salir con vida de aquel encuentro. Era verdad que se encontraba en una ventaja de dos a uno, pero su "aliado" era ficticio, no debía confiarse.
 

Cargó de nuevo su arma que había recogido del suelo. Suerte que siempre llevaba todas sus cosas ordenadas, incluida la pólvora y la munición, lo que le hizo tardar relativamente poco. Aún así, la ventaja con la que contaba se vió seriamente mermada.

Con el arma preparada, apuntó al malnacido que había dejado inconsciente, o algo peor, a su compañero y disparó.

Con la frialdad y la precisión de un relojero el inspector cargó su pistola y disparó sin pensar a quemarropa destrozando el hombro izquierdo del asaltante que hacía unos segundos había sido capaz de hacerle un feo corte en la pantorrilla. Antes de empezar a tambalearse fue capaz de sacarse un golpe oblicuo que sajó profundamente el pecho del aliado que le había infringido una traicionera herida por la espalda si un motivo claro. Éste último hendió la hoja de su espada en el cuello de su compañero haciendo que emitiera unos sonidos gorgoteantes mientras se ahogaba en su propia sangre.

Tras el grotesco espectáculo el matón hechizado por Black quedó frente a éste sujetando sus armas con las puntas hacia abajo a la espera de una nueva orden... sin enemigos a los que batir y con la mente cada vez más lúcida, el inspector sabía que no tardaría en tenerse que enfrentar a esa bestia de persona con las armas o con la mente.

Ya no había más enemigos, o al menos enemigos que pudieran atacarle en este momento. El primer impulso de Black fue volver a cargar su arma y descerrajar un tiro en el feo rostro de su atacante.

Rápidamente, su mente analítica tomó el control de la situación. Sacó de su bolsillo el Amuleto de Horus y, sujetándolo entre el índice y el pulgar lo puso justo delante de la vista del rufián superviviente. Calmó su pulso acelerado y respiró lentamente. Luego mirando con una intensidad que derretiría el hierro concentró su poder.

-Escucha mi voz- dijo en un susurro lo suficientemente alto para que el hombre le escuchara -Vas a hacer todo lo que te diga- El amuleto de Horus giraba y giraba entra las caras de ambos hombres.

Cuando Antoine tuvo claro que el rufián se encontraba bajo su control guardó su amuleto en el bolsillo.

-Lo primero de todo. Cuando acabemos con esto no recordarás nada, ni haber hablado conmigo, ni de lo que ha pasado aquí, ni de habernos visto jamás. Ahora, vamos a ser rápidos- dijo mirando de reojo a Le Noir -No creo que a mi amigo le guste estar tirado entre el barro a punto de morir. Aunque por otro lado, así está más callado...-.

-¿Quienes sois? ¿Quién os manda?- preguntó el inspector -Sin rodeos, por favor-.

Con un marcadisimo acento francés el hombre confesó como si lo hiciese ante su propia madre

Somos la guardia personal de Messie du Plessis. Nuestro señor teme por su vida, sabe que le buscáis para matarlo también a él. Simplemente nos adelantamos a vuestro ataque.

Con la mirada atónita esperó alguna pregunta más.

Tras su identificación Black se fijó en la insignia que las capas de los asaltantes tapaban... pertenecían a algún tipo de heráldica de nobleza francesa, pero le fue imposible saber a que casa pertenecía.

Aquella nueva información descolocó aún más a Black.

-¿Du Plessis? ¿François du Plessis? ¿Por qué cree que los Casacas Negras quieren matarle? Eso no tiene ningún sentido-.

-¿Que sabes de la muerte de Von Fray? Y más importante aún, ¿Dónde demonios está tu señor?- tantas preguntas. Cada interrogante que salía de su boca daba lugar a otro y otro más.

-¡Contesta rápido maldito!- increpó a su asaltante.

El soldado contestaba sin pensar de forma directa y clara a las preguntas del inspector.

Vosotros matasteis a Messie Capitán... mi señor está escondido a la espera de huir de aquí en el próximo barco, no conozco su escondite, pero si se que el barco con el que espera zarpar es el "Dei Gloria"

Hurgó de forma rápida entre sus ropajes y sacó un pequeño vial y lo ofreció a su titiritero.

Con esto no verá morir a su amigo en el fango.

De repente un jaleo en forma de pesados pasos en carrera retumbó por el callejón por donde habían venido los inspectores. A no tardar se vieron rodeados por una docena de guardias portuarios. Que se cuadraron al ver al inspector y apuntaron sus alabardas contra el asaltante vivo en forma de arresto.

¿Señor que ha sucedido? hemos escuchado disparos y se nos ha avisado de una trifulca grave. ¿está usted bien?

Justo en ese momento el brillo de los ojos del soldado que estaba sido francés cambió. Miró a su alrededor con sorpresa viendo la carnicería a sus pies y viéndose rodeado por guardias mon die, que es que se!? si más dejó caer sus armas ensangrentadas al suelo y alzó sus brazos en señal de rendición... en su rostro se observaba un total desconocimiento de lo que había sucedido en aquel lugar.

Mientras oía los pasos de las pesadas botas que se acercaban por detrás, Antoine cogió el vial que le tendía aquel hombre y se lo escondió hábilmente bajo la manga.

-Estoy mejor que esos de ahí- dijo mientras pasaba junto a los cadáveres tirados en el suelo, agachándose junto a cada uno y cerrándoles los ojos, mientras se acercaba a su compañero. -Estos idiotas nos atacaron, supongo que con la intención de quitarnos nuestras pertenencias- se arrodilló junto a Le Noir -Como podéis observar no nos han quitado nada-.

-Tómate esto- susurró al oído de su compañero mientras vertía el líquido del vial en su boca.

-Ese no sabe nada- dijo señalando con la barbilla al único de los asaltantes que quedaba en pie -solamente pasaba por aquí y quiso ayudarnos. Parece que pertenece a algún tipo de escolta o algo así, preguntadle lo que preciséis y dejad que regrese con su señor- añadió mientras introducía disimuladamente las insignias de sus compinches, que había recogido en su camino hasta su compañero, en el bolsillo de su casaca.

Si aquel asesinato había sido perpetrado por alguien de su cuerpo era preferible que nadie más estuviese al tanto y aquel tipo no sabía ni por que estaba allí, no representaba una amenaza.