Partida Rol por web

     Amanece en el Salón del Bosque y el día no empieza bien para muchos de sus habitantes, la noche anterior se ha celebrado el final del invierno y la música y las bebidas fermentadas han llenado cada rincón del salón central y casi todos los rincones del resto de viviendas. Más de uno y una se despiertan en brazos de alguien con quien jamás se hubieran imaginado amanecer y sólo los poco afortunados vigilantes parecen mantener la alerta en el perímetro.

     Los perros comienzan a ladrar y varios animales se unen a ellos para dar la bienvenida al nuevo día, de los hogares comienza a salir humo por las chimeneas y se ven a varios de sus habitantes corriendo tapados por gruesas pieles en busca de su propia vivienda, lo que es acompañado por las risas de los más madrugadores que ya parecen haberse quitado la pesadez del sueño acarreando leña o llevando comida a los corrales. Hoy no va a ser un día normal de trabajo pero ciertas tareas son indispensables y ni el cambio de estación ni la fiesta va a ser excusa para que la mayoría de Hombres del Salón de la Montaña despejen cuanto antes su cabeza y su cuerpo y empiecen a llenar de vida este lugar.

     La mañana pasa y se ven al cabo de las horas grupos de familiares reunidos para la comida de media mañana, el humo y el olor a carne sale de los salones y las voces llamándose empiezan a llenar el aire. Por todas partes van llegando a sus respectivos hogares hombres y mujeres mientras los niños corren persiguiéndose y gritando.

     Varios habitantes llevan comida y bebida de sus hogares a los de amigos y vecinos, se palmean las espaldas y se comentan sucesos de la pasada noche que unos y otros vieron o incluso participaron haciendo que a su alrededor estallen las carcajadas. 

      Un cuerno comienza a sonar y las notas cambian de entonación a un tono urgente que hace que se vuelquen las mesas, se recoja a los niños y los hombres y mujeres busquen sus armas y escudos y corran hacia las puertas, no hay gritos más allá de madres y ancianos llamando a los adolescentes que creen que tienen edad para acudir a la empalizada antes de pasar los ritos de mayoría de edad y tienen que volver con la cabeza gacha a los brazos de sus familiares mientras miran con envidia a los mayores.

Identificas la llamada como "grupo armado". Por la cantidad de tonos no debería ser un grupo numeroso pero si notas cierta urgencia.

   Amanece, mientras me desperezo con un gemido, me levanto pausada y arrastro los pies a la balda de piedra que contiene los tarros con las hierbas que recojo, tener ciertos conocimientos vegetales y saber preparar ciertas infusiones no sólo sirve para hacer vahos para tratar los catarros y problemas respiratorios.

   También te da los medios para hacerte un remedio que mitigue algo una jodía resaca.

   Tras beber el preparado, la resaca no se marchó, pero si se atenuó lo suficiente para ser llevadera en este punto matinal, ahora era cuestión sólo de tiempo. En dos o tres horas sólo sería un mal recuerdo, una leve molestia que poco a poco irá disipándose a lo largo del día.

   Desde luego, aprende los antiguos misterios orales y estudia con en el más grande de los magos para... tratar una resaca y curar catarros, pensé para mí. Me reí y cuando se me pasó el ataque de risa, me preparé para el día a día. El agua fría también ayudó a despejarme. Después de todo, había invitados, era cuestión de estar un poco presentable.

   Lo primero fue asegurarme de que estaban atendidos, luego me dediqué a mis quehaceres.

   El sonido del cuerno me sorprendió, tras levantar la cabeza y ver la conmoción, me dirijo a mis aposentos a recoger mis armas. Luego busco un lugar discreto, y a ser posible algo elevado, donde tenga una buena vista de la entrada para ver qué pasa.

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Cuando la fiesta derivó en otros menesteres, como beber hasta explotar o ir a fornicar con el alegre compañero, me fui al exterior. Nada más hacerlo, Caín apareció de la nada y se sentó a mi lado. Era fiel como nadie. Me dirigí a la empalizada y me quedé allí algunas horas, pensativa. ¿Dónde estaría Beran e estos momentos? ¿Estaría vivo? Desde su desaparición, el mundo se me había caído encima. Seguía en el Salón de la Montaña, esperando su regreso, aunque cada día que pasaba era doloroso para mi. Cuando tirité de frío, me fui a mi camastro a dormir. No había bebido, así que no tendría problema en quedarme dormida enseguida. Quería soñar con él, abrazarle, besarle...

Por la mañana me desperté temprano y ayudé en las tareas de la aldea. Caín no se separaba de mi ni un instante. Cuando llegó el mediodía, con él vino el sonido de los cuernos. Alguien venía y todo el mundo se preparó. Cogí mis armas y salí corriendo hacia la puerta de entrada del poblado.

A pesar de llevar todo el invierno en el salón de la montaña, Therusia no había cambiado demasiado el carácter. Seguía tensa como un una gallina vieja que escucha al granjero llamarla con zalamería y siendo tan poco comunicativa como de costumbre. Saradoc y Odo habían partido antes del cambio de estación y aunque se había planteado escoltarlo hasta donde fuera que fuese, finalmente había decidido quedarse allí. El mediano era más que capaz y además, había partido con Odo. No había razón por la que temer por ellos. Aquel pueblo en cambio... ¡Era un desastre! Sencillamente, era vergonzoso el estado de las piedras de las casas, de sus tallas, de sus paredes... Durante aquel invierno, Therusia había intentado arreglar aquello trabajando sin descanso. 

Aunque gracias a su sangre enana estaba absolutamente fresca, la noche anterior Therusia se había permitido beber y festejar, no solo porque terminaba el invierno, sino porque había conseguido terminar su labor. Por supuesto, no había conseguido devolver el esplendor de antaño a aquellas antiguas construcciones, pero si había conseguido que no diesen vergüenza a cualquier enano que pasase por allí. Sin embargo, aquel sería el último día de la enana en el pueblo y es que, por mucho que le disgustase, tenía que volver a su hogar. Aunque fuese a dar explicaciones. Sí que tenía ganas de ver a su hermano Öbi y a sus padres, pero poco el resto iba a ser como arrancarse la venda de una herida seca. Un fastidio. Tan solo esperaba que no se hubiese corrido la voz sobre su puñetazo a Gâin o los rumores sobre su locura crecerían y su familia podría verse salpicada por la vergüenza. 

Caminando con una pieza de piedra plana bajo el brazo, la enana atravesaba el pueblo para buscar al Anciano. La piedra era un grabado con el emblema local que había hecho como agradecimiento a su hospitalidad, como ya hiciese con Yedra aquella mañana antes de recoger sus armas para marchar. Tan solo tenía que entregar aquella piedra y despedirse de Ingolt y algún otro. Por el camino se cruzó con Amaltea y su perro, otra extranjera que estaba pasando el invierno en aquel lugar y les saludó con la cabeza. Justo en aquel momento, sonaron los cuernos y todo el mundo pareció volverse loco. ¿Acaso había algún ataque? Con un resoplido, se acercó a la empalizada. Un cuervo sobrevolaba la zona y acabó posándose en su hombro.

—Yo que quería irme con discreción, Yncryf, y parece que todo el mundo esté en la puerta. Veamos que pasa.

La gran fiesta hizo que Ingolt fuera más sociable que de costumbre, allí entre risas y licores conoció a dos nuevas fragancias de primavera Amaltea y Yedra que despertaron sonrisas en el soldado. Al día siguiente se despertó tarde y sin saber qué había pasado el resto de la noche. 

Los nacidos allí les traen comida... Ingolt como siempre intenta hablar con Therusia incluso presentarle a Amaltea y Yedra... Esperando que la enana se abriera hacia la población... - Tu labor aquí ha sido de gran ayuda Therusia... Comentó el soldado viendo toda aquella estructura del poblado más fortalecida ahora a causa de la ayuda de la enana, que había aportado su granito de arena al rellenar las defensas con piedras.

Cuando sonó el cuerno de alarma Ingolt habló con la enana unas breves palabras: - Cojo mis armas nos vemos fuera... comentó corriendo y armándose para después buscar a Therusia, Amaltea y Yedra para que le acompañaran.

     Ingolt buscó hablar con Therusia pero se dió cuenta de que no está ella ni tampoco sus pertenencias, todo su equipo ha desaparecido. Después recogió sus armas y fue buscando a sus compañeras con las que lleva compartiendo el salón las últimas semanas, vió a Yedra subida a uno de los totems frente al salón principal con la mirada dirigida hacia la entrada y cuando se acercó a la puerta le fueron abriendo hueco en señal de respeto.

     Yedra, con la ventaja de conocer el poblado, trepó agilmente por el totem de bienvenida que estaba firmemente anclado frente al Gran Salón, era algo que todos los niños hacían desde siempre y contaba con la ventaja de elevarse por encima de los tejados dando una amplia visión de la puerta y el camino que llevaba hasta ella.

     Therusia no pudo cumplir sus planes y empezó a refunfuñar sobre lo poco educada que era ésta situación, pero cuando vió a la gente coger sus armas no dudó un instante y se dirigió hacia la muralla donde buscó un hueco por donde ver lo que sucedía y cuando por su altura vio que era imposible encontrar un punto adecuado decidió que lo mejor era bajar y encontrar espacio entre los huecos de la empalizada. Al verla llegar varios hombres le cedieron el sitio con respeto.

     Amaltea y Caín llegaron rápidamente a la puerta y la encontraron abierta de par en par con varios hombres colocados a su alrededor gritando y maldiciendo.

     Las puertas abiertas muestran un largo camino de piedra dura cuyos laterales a veces caen a pico y otras están vigilados por altas torres que hoy están desiertas, se ha reducido la vigilancia al poblado interior tras la fiesta de la noche y la última derrota de los trasgos hace unos meses. Por ese camino veis a un grupo extraño y variopinto de hombres que parecen cargar con algo entre varios mientras corren hacia vosotros, tras ellos veis una tambaleante figura de un troll de las montañas y a sus pies una cantidad de trasgos que arrojan dardos, piedras e insultos contra los que corren buscando refugio.

     Los arqueros no se atrevena disparar por miedo a que el viento desvíe sus flechas hacia aquellos a los que intentan proteger y muchos de los hombres de la montaña llevan tanto tiempo viviendo arropados tras los muros que no son capaces de dejar la protección de los muros en un ataque para ellos suicida. Sin saber el tiempo que llevan corriendo y sin las fuerzas que les pueden quedar a perseguidores y perseguidos es difícil saber si lograrán acercarse lo suficiente como para permitir a los arqueros disparar sin riesgo, lo que no faltan son los gritos de ánimo y los insultos a los trasgos, que son devueltos seguramente en su gutural lengua.

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   Mascullando por lo bajo maldiciones y tacos del tipo que harían enrojecer a una prostituta de las grandes ciudades, bajo. Arriba no pintaba nada y ya había visto lo que había que ver. Quedarse quieta no era una opción.

   Me acerco a la salida mientras voy encordando el arco.

   - Se acerca gente, están cansados y no sé si llevan el cuerpo de alguien con ellos, si además están en la línea de visión de nuestros arqueros, si no podemos disparar lo mismo hay que hacer una salida para apoyarles, al menos mientras llegan. -

   Me acerco a la puerta.

  - Sin alejarnos mucho de la puerta, claro, pero lo suficiente para hacer una carga si les alcanzan o al menos tener un ángulo para disparar a los trasgos... en cuanto al grandote... ¿quizás el fuego le asustará? -

   Por ahora no salgo. Al menos no salgo sola, que una no es tan, tan... ¿impulsiva? Por ahora espero a ver si alguien contesta algo o se quedan paralizados en el sitio.

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Mucho correr para alcanzar la puerta pero luego nadie sale

La enana gruñía mientras se abría paso, afortunadamente sin tener que empujar a nadie solo para ver que los aldeanos se quedaban animando a aquella gente, sin avanzar para ayudarlos.  Al ver lo que ocurría realmente y sobre todo, al troll, sus ojos se dilataron. ¡Un ataque! Y un maldito troll. Aún le dolía la cabeza al recordar como pegaban aquellos bichos. La mujer buscó con la mirada a gente dispuesta a ayudar. A lo lejos vio acercarse a Ingolt. Al menos él no tendría el valor de un gusano de tierra.

—¿Qué hacéis? Los que tengáis escudo, salid a cubrirlos. Ni siquiera a luchar, maldición, procurar que no les claven una de esas cosas. Ni a vosotros — Dando ejemplo de lo que decía, Therusia avanzó sin dudar para cubrir con su escudo la retirada de aquellos hombres. Cuando otros saliesen a hacer lo propio, ya haría silbar el hacha para rebanar cabezas. Con entretenerlos los suficiente como para permitir a los arqueros disparar, sería suficiente. Y luego estaba aquel troll. Desde luego, la primavera despertaba interesante.

Ingolt encontró a Yedra en lo alto de un totem mientras tanto no encontraba a Therusia por ningún sitio. Salió entonces corriendo con sus armas en dirección que iba la muchedumbre... Y allí en la entrada vio a Therusia refunfuñar a los aldeanos y después salir para defender a los hombres que iban con alguien herido. Ingolt sacó su espada élfica y su escudo y también se dispuso a cubrir la retirada de los hombres hacia la fortaleza.

Lo que veía me dejó algo perpleja. ¿Trasgos y un troll persiguiendo a un grupo de hombres hasta su plaza fuerte? ¡Inaudito! Los perseguidos portaban algo, seguramente el cuerpo de algún herido. ¿Podría estar Beran en ese grupo o tendrían noticias de él? Sin pensármelo dos veces, salí al camino, al igual que hizo la enana, Therusia.

-"¡Arqueros, todos a vuestros puestos! Disparar con parábola, por encima del grupo de hombres que vienen; eso ralentizará algo al grupo perseguidor. Centrar los disparos sobre el troll, que es el que puede derribar la puerta. ¡Los que se atrevan a salir, con nosotras! Hay que asegurar la retirada de los perseguidos. Que un grupo se quede junto a las puertas, para cerrarlas nada más entremos." Grité órdenes a todo el mundo.

Avancé por el lateral del camino, junto a Therusia y disparé al troll, que era el más fácil de acertar, dado su voluminoso tamaño.

     Sobre el duro camino de piedra se oia el retumbar de los pasos del Troll acompañado de chillidos de rabia o excitación o ... bueno, gritos de trasgos que poco a poco se iban quedando atrás sin atreverse a avanzar más cerca del Salón ya que hasta ahora sus intentos de asalto habían sido en vano. Libre de la preocupación de pisar o empujar a sus aliados el Troll gana en velocidad y a pesar de su aspecto de pesadez lograba alcanzar un ritmo continuo que gracias a su tamaño le permitía reducir rápidamente el espacio que le separaba de los hombres que huían.

     En ese momento, los que estabáis en las puertas podíais ver que lo que transportan en un cuerpo de no mucho tamaño y que son beórnidas y hombres del bosque los que llegan, tras ellos veis a un enano de barba blanca con el escudo lleno de flechas y varias heridas en el cuerpo, se va quedando un poco rezagado y con resignación se gira para darles unos segundos más de ventaja a los hombres. No lleva ningún arma y tan solo espera con el escudo alzado la llegada del troll.

     Varias flechas salen desde la muralla pero sólo una logra clavarse en la piel del Troll, la que ha lanzado con acierto Amaltea, y alguna ha estado a punto de impactar sobre uno de los beórnidas al ir con poca fuerza lo que hace que el griterío de los trasgos aumente.

Mi flecha se clavó con fuerza en la dura piel del troll, que no frenó su avance hacia la puerta de entrada al poblado. Los trasgos, más cobardes, se habían ido quedando atrás. Vuelvo a sacar otra flecha y la pongo en el arco, apunto y disparo de nuevo al troll. Si no logro detenerle, el pobre enano puede que sucumba en breve. Caín, a mi lado, ladra con la intención de asustar a los adversarios. La flecha silba y sale rauda al encuentro del gigantesco troll.

Terry había avanzado sin pensárselo dos veces y sin importar realmente que le siguiesen o no. Ni era una líder ni pretendía serlo, pero parecía que sus palabras habían despertado a algunos de los aldeanos.

Pese a no ser experta en combate, había demostrado la anterior aventura poseer las capacidades para ello y había fijado la mirada en el troll. La última vez casí no lo contaba, pero ahora sabía que era lo que tenía que hacer con él. Y es que aunque fuese la mayor fuerza de combate del enemigo suponía que se centraría en ella, como el de las colinas. Tenía que mantenerle entretenido para que el resto pudiese actuar.

Ingolt avanzó hasta el enano poniéndose por delante de él y con el escudo alzado y la espada élfica preparada esperó a que el troll llegara hasta su distancia.

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   Una vez en la entrada, al menos veo que sí parece que va a haber una salida. Acompaño a los que van a apoyar a los que están avanzando a la entrada. No soy una guerrera y la verdad, las artes de la guerra no son lo mío, así que no hago sesudos cálculos estrátegicos y en la retaguardia del grupo que ha salido a poyar saco una flecha.

   Pero claro, soy una mujer del pueblo del bosque, creo que aprendí antes a usar el arco que a escribir. Apunto y disparo a la bestia grande, intentando que se lleve un recuerdo emplumado de Yedra.

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Al ver a un miembro de su raza, Therusia no se lo pensó dos veces y se adelantó para protegerlo. Sabía que el troll le pegaría con saña y viendo el estado de su congénere intuía que esos golpes podrían ser mortales.