Partida Rol por web

Alexander no salía de su asombro. Todo se había precipitado. Se les había ido de las manos y ahora había un hombre herido.

¿Pueden mantener la cordura durante un instante? Ven en qué está acabando todo esto.

Después del reproche se dirigió directamente al profesor.

¿Atarlo? Tiene un agujero en la pierna y se va a desangrar si no hacemos algo.

Se agachó al lado de la mujer que tenía agarrado a aquel pobre hombre.

Por favor, este quieto. Tiene una herida en la pierna y es mejor tratarla antes de que sea peor para usted.

- Curas ... - pienso. No valen para nada más que traducir libros del latín.

- Maldita sea Padre. - le digo. Primero átelo y luego si quiere hágale un torniquete en la pierna o lo que se salga de los huevos. ¿O es que se cree que tenemos tanto tiempo como para perderlo sujetando al tipo este porque a usted no le da la gana de hacer lo que hay que hacer? Le recuerdo que fué él el primero que se lanzó a atacarme.

- Por todos los dioses. - añado a sabiendas de que esto sin duda llamará su atención. Átelo de una puta vez.

Sybill lanzó una mirada gélida al profesor. Ese hombre no estaba en sus cabales si pretendía atar al desgraciado. Ademas de un poco simple: si querían atarlo sin duda alguna Michael llevaría un juego de esposas. De todos modos la escritora no era amiga de esa solución. La única razón por la que había saltado contra aquel pobre diablo era el miedo, seguramente la misma razón por la que aquel tipo atacó al profesor.

Quite el pie de ahi. Lo va a matar-repuso Sybill con un tajante tono de pocos amigos al profesor

¿Quién disparo primero, profesor? No fue él

Oiga-se dirigió Sybill al vagabundo con el tono más calmado que las circunstancias le permitían- ¿Que le parece si le suelto y se queda quieto mientras le tratamos la herida? Soy enfemera ¿sabe? Y se que si no se le trata pronto esa herida perderá la pierna... quizas algo más si no recibe ayuda pronto. Sybill esperaba que su pequeña mentira surtiese efecto, aunque era cierto que poseía conocimientos basicos de enfermería, jamás había estudiado la carrera, mas allá de lo aprendido como voluntaria. Si me promete no moverse le ayudaremos, incluso le daremos unos dolares para que pase la noche en un lugar tranquilo ¿De acuerdo?

- Si quisiera matarlo lo habría hecho. Bastaría con apoyar el peso de mi cuerpo sobre el pie y su cuello se partiría en un momento. - le digo a la Sra. Leefolt. Tan sólo estoy impidiendo que intente levantarse. Así que ni sueñe que levante el pie hasta que esté 100% seguro de que no atacará a ninguno de nosotros y eso sólo pasará cuando esté inmovilizado, inconsciente o las dos cosas a la vez.

- Agente Parker, por favor, ponga un poco de cordura en estos dos. - le digo al Policía señalando tanto al Cura como a la Mujer Desesperante.

- ¿Por qué deberíamos creer a este señor? - les pregunto. ¿Tienen alguna prueba que ratifique sus palabras? Bien podría estar mintiéndonos tranquilamente.

- Yo creo que oculta algo y por eso quería salir rápidamente de la casa según nos ha visto.

Se a vuelto loco de remate Rogers. Quite el pie del cuello de este hombre para que podamos atenderle. Hasta ahora, el único que ha hecho algo ilegal, que sepamos, a sido usted. Así que deje que le ayudemos antes de que desangre.

El sacerdote intenta quitar la pierna del viejo profesor para afianzar sus palabras.

Agente, por favor, ponga un poco de orden antes de que alguien más resulte herido... o muerto.

- Ya he dicho todo lo que tenía que decir. - digoo apartando al cura de mi pierna. No me moveré hasta que esté inmovilizado, inconsciente o las dos cosas a la vez. Y si usted o la Sra. Leefolt intentan siquiera acercarse a mi pierna le aseguro que apoyaré todo mi peso sobre el pie y acabaré con la vida de este hombre y recaerá sobre su conciencia.

- Ahora déjese de tonterías y ¡¡ÁTELO!!

- Por cierto, le recuerdo que este hombre ha allanado la vivienda y eso hasta donde mi memoria alcanza es ilegal así que Padre revise sus anotaciones mentales porque me parece que empieza a fallarle la cabeza.

- Le vuelvo a decir que no pienso arriesgar la vida de ninguno de nosotros por un completo desconocido. - añado. Y menos por uno que está en la casa de mi amigo de forma ilegal.

Usted es un sádico respondió con ira Sybill mirando el pie del profesor sobre el cuello del hombre Ya está desarmado, que cree que hará ¿Perseguirnos por la habitación?

Por unos segundos, la joven se planteó soltar al vagabundo de su presa, pero estaba segura que si lo hacía el profesor cumpliría su amenaza...al igual que si fingía no ser capaz de retenerlo o si conseguía escaparse de verdad (algo poco probable debido a la fragilidad y a la gravedad de la herida)

Por un breve instante, contempló la posibilidad de sacar su arma para amenazar al profesor, pero la mujer tenía un sentido común del que alguno de sus compañeros parecía carecer, además de que sabía que sería incapaz de apuntar a un compañero, aunque fuese uno tan desagradable como Rogers.

Al igual que sus dos compañeros miró al policía en busca de ayuda Michael, sabes que tenemos razón. ¡Este hombre no puede hacernos nada! ¡Está herido!

Desde la detonación, para Michael todo ocurría como a cámara lenta. No podía creerse que hubiera apretado el gatillo contra un pobre vagabundo. Estaba completamente seguro que antes de que todo aquello ocurriera, jamás lo habría hecho. Era un policía, tenía muchas más opciones antes de tener que liarse a tiros con un pobre diablo... ¿qué le estaba pasando?

Tanto el cura como la joven se dirigían a él, y después también lo hizo el profesor. Notó un sudor frío. Se dio cuenta de que estaba apuntando a la cabeza del hombre herido, y guardó inmediatamente el revólver.

- Ya es suficiente, basta -dijo alzando una mano-. Ellos tienen razón, profesor. Este hombre ya no va a ir a ninguna parte... Será mejor que nos ocupemos de él antes de que tengamos que empezar a lamentar muertes.

Se quitó la gorra y se limpió el sudor. Le temblaba todo el cuerpo, y le horrorizaba darse cuenta de que se estaba empezando a volver bastante inestable. Tenía que calmarse o todo podría acabar muy mal.

El hombre forcejeaba bajo el peso de los dos y apenas se podía mover. Sybill sentía el fuerte olor del hombre bajo ella.

-Yo me voy eh...dejadme marchar, me duele la pierna... mejor si me voy ya-insistía el hombre que pese a forcejear hablaba casi mostrandose tranquilo, desde luego no parecía estar en sus cabales.

- Ni lo sueñe amigo. - le digo al mendigo.

- ¿A ninguno de ustedes le parece normal que este hombre esté tan tranquilo? - les pregunto al resto de los integrantes del grupo mientras apoyo con fuerza el pie que no tengo sobre el mendigo para en un gesto rápido quitar el pié y patear la cara del sujeto con la suficiente Fuerza como para dejarlo inconsciente.

Luego miro al grupo.

- No sé ustedes pero si a mi me disparan en una pierna estoy seguro de que por lo menos un grito de dolor suelto y este hombre estaba inusitadamente tranquilo a pesar de tener un tiro en la pierna, a la Sra. Leefolt sujetandolo contra el suelo y mi pié apoyado en su cuello.

- No sé vosotros pero yo veo ciertas incongruencias en todo eso.

- Por cierto, ya podeis curarle las heridas. - les digo. No creo que se vaya a mover en un rato.

Tras decir esto me dirijo al punto donde estaba clavada mi navaja en el suelo y tras recogerla busco una cuerda o algo con lo que poder atar al tipo ese.

Una vez localizada la cojo y sigo grabando el pentagrama a la espera de que traten las heridas del mendigo. Momento en el que lo inmovilizaré debidamente.

Alexander se ocupó de trasladar el cuerpo del vagabundo a un lado para poder tratarle sin estar en medio.

In dubio pro reo.

Algún día se le juzgará a usted en los mismos términos en los que juzga a los demás, señor Rogers.

La estima en la que el sacerdote tenía al profesor Rogers había caído de forma brutal. Nunca había visto tratar así a nadie y eso que había asistido a exorcismos realmente duros. Pero tratar así a una persona por el hecho de tener una sospecha de que... de qué. Ni siquiera tenemos nada de lo que acusarle salvo de estar resguardándose de la intemperie.

- No temo ese día Padre. - le respondo mientras sigo con lo mío. Tengo la Conciencia bien tranquila.

Eso es porque no tiene conciencia- La joven no se dignaba a mirar al profesor y comenzó a hablar llevada por la rabía y la impotencia ante aquella injusticia -Y le voy a decir mas, Rogers, usted no ha visto una herida de bala en su vida. La gente con disparos sigue pudiendo andar si está lo suficientemente asustada. Francamente, estoy empezando a pensar que tenía que haber dejado que le atacara, quizás un golpe en la cabeza le haría recuperar la razón.

Sybill agradeció con un gesto al padre Brand que moviese al vagabundo,  pero por mas que se esforzaba no conseguía parar la hemorragia del herido. Los nervios, la ira, el olor y sobre todo el odio que estaba empezando a generar por el profesor la impedían concentrarse y hacer bien su trabajo. Con las manos cubiertas de sangre, finalmente la chica exclamó

Michael, padre...necesito ayuda...o morirá

- Se equivoca Sr.a Leefolt. - la corrijo. Mi conciencia está muy tranquila porque siempre cuido de los que tengo al lado haciendo todo lo que sea necesario para ello.

- ¿A cuanta gente ha disparado usted para saber eso? - le pregunto en toco evidentemente jocoso sin levantar la vista del trabajo que estoy llevando a cabo. ¿O es que ha visto a muchos heridos de bala seguir corriendo como si no les hubieran herido y sin emitir un solo gemido?

Alexander se alejó de la conversación intentando centrarse en el hombre que se desangraba.

No tiene buena pinta la herida. Malditas armas.

Dijo más para sí que para los demás. Acto seguido se remangó los las mangas de la sotana e intentó hacer el mejor trabajo que pudo.

Con esto debería valer por el momento. Pero será necesario que visite un hospital.

Sybill podía haber respondido muchas cosas al profesor Rogers, como que su padre era veterano de la guerra de los boers, o que sus hermanos estaban en el ejercito, o que ella había estado en un hospital atendiendo a los heridos que llegaban a Inglaterra. Sin embargo, decidió no hacerlo.

Rogers, si cuento algo de mi vida a alguien, será a gente con la que tengo intención de tratar, gente en la que confío. En ningún caso a usted. Cuando todo esto termine, espero no volverle a ver jamás-la joven hablaba con la determinación de quien no quiere tratar con un sádico -No se ni porque acepté a venir...

Si que lo sabes:porque te lo pidió Michael....si te lo llega a pedir Rogers, le das con la puerta en las narices

La mujer, agachada junto al vagabundo y con las manos ensangrentadas, comprobaba el pulso del inconsciente personaje mientras el sacerdote trataba, con mejor fortuna que ella al parecer, curar el disparo.

Michael estaba harto de discusiones. Así no llegaban a ninguna parte. Lo único en lo que debían centrarse ahora era en atender a ese tipo... eso sí, con precauciones, y después terminar cuanto antes lo que habían ido a hacer allí.

- Bien, veamos... -dijo, agachándose para ayudar al vagabundo-. Será mejor que se recueste y no se mueva. No va a poder ir a ningún sitio con la pierna en ese estado. Ya le llevaremos más tarde a un hospital para que le saquen la bala.

Iban a tener un pequeño lío explicando por qué había ocurrido aquello, pero al menos el policía seguía dentro de su jurisdicción. Eso facilitaría un poco las cosas. Sin embargo, había algo que quería preguntarle al hombre.

- ¿Por qué ese afán por salir de aquí a toda costa, dígame?

No quiso añadir "incluso teniendo un revólver apuntándole", pero sin duda lo pensó.

Parecía que la habilidad del cura había conseguido detener la hemorragia y le hizo un torniquete de tal manera que no corriese riesgo de gangrena. El hombre seguía inconsciente, probablemente debido al dolor.

La poca energía con la que estaba contando Alexander para realizar aquel trabajo se le estaba agotando. Los últimos acontecimientos estaban minando la poca vitalidad que le quedaba.

O más bien la poca fe que me queda.

Pensó amargamente.

Si nos comportamos de esta manera. Qué más da dejar libres a esas... cosas.

Se ha quedado inconsciente agente. Será mejor que acabemos cuanto antes. ¿Cuánto tiempo nos queda antes?