Partida Rol por web

En la flor de la vida

La casa del bosque

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23/02/2021, 06:25
Alberich de Narok

Tal y como Alberich había previsto, la ocupante de la cabaña no era más que una anciana, y una bastante amable considerando que apenas fue necesario convencerla para que les dejara pasar la noche en su hogar. Por desgracia, el abandono que habían sufrido el huerto y los animales también se extendía al interior de la casa y se reflejaba en los amplios manchones de suciedad, el descuido generalizado y un penetrante hedor que parecía incomodar a varios de sus compañeros. A pesar de que el mago estaba acostumbrado al olor de la carne putrefacta, el orín y las heces, “fragancias” habituales en el cambo de batalla, la peste que se concentraba en el lugar le hizo recordar con cariño los tiempos donde no tenía que caerse muerto y debía pasar la noche en algún establo…
Una vez que la mayoría de los miembros del grupo se presentaron, el kovirano se adelantó un par de pasos para que así la mujer pudiera verlo mejor y tomó la palabra, aunque procurando respirar por la boca para así minimizar los efectos del nauseabundo hedor.

-Yo soy Alberich, noble señora -saludó respetuosamente a la anciana mientras realizaba una rápida reverencia ante ella- Y por desgracia, debo deciros que no podremos cumplir con la oferta que os hizo el bard… Rion ya que no solo mis compañeros desconocen como tratar animales o cuidar un huerto si no que nuestra intención es marcharnos lo más pronto posible, con las primeras luces de la mañana. Sin embargo, si os parece bien, podemos compensar vuestra hospitalidad ocupándonos de las tareas cotidianas del hogar. Así, usted podrá descansar de esas tediosas obligaciones y mis voluntariosos compañeros estarán satisfechos de haberla ayudado -agregó con una sonrisa.

Inmediatamente, el mago se giró hacia los demás.

-¿O acaso me equivoco? -le preguntó alegremente a sus compañeros- ¿No creéis que es mejor que ayudemos a nuestra amable anfitriona y que hagamos su hogar más acogedor?

A pesar de que sus palabras eran sinceras, Alberich esperaba que la inteligencia de los demás estuviera a la altura y que, junto a los sutiles gestos que les dedicó a espaldas de la anciana, lograran captar de inmediato su intención oculta: Trabajar en el huerto o con los animales era una buena manera de compensar la amabilidad de la viejecita, pero en esta situación lo mejor era ayudar en la limpieza ya que así se beneficiarían por partida doble, tanto del calor del fuego como de un ambiente libre del reinante hedor. Además, aunque la tarea no fuera muy agradable, si colaboraban todos juntos podían limpiar el lugar poco tiempo y tener un lugar aceptable donde dormir era algo todos disfrutarían después de tantas noches frías y a la intemperie.
Mientras esperaba la respuesta de sus compañeros, el kovirano se volvió a dirigir a la anciana.

-Perdone mi curiosidad, pero no pude evitar notar la decepción en su mirada cuando ingresamos a su hogar -dijo respetuosamente el mago- ¿Estaba esperando a alguien? ¿Tal vez un familiar o algún conocido?

Notas de juego

Después de este turno, sois libres de odiar a Alberich todo lo que queráis xDD. Sin embargo, haced lo posible para entender al mago, que el pobre os está dando una alternativa para así no dormir entre mierdas y meados xDD.

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23/02/2021, 17:25
Ysentrud

La anciana, que se había dicho llamarse Ysentrud, fue asintiendo con leves movimientos de cabeza a las presentaciones que hizo cada miembro del grupo, como si de algún modo ratificara el nombre que estos le decían, y aunque no todos se presentaron, la anciana no pareció tenerlo en cuenta, y tampoco reaccionó mal a la presencia de la bruja, el enano y, ni tan siquiera, del nilfgaardiano. Al contrario, con mucha amabilidad les invitó a pasar y a ponerse cómodos e incluso respondió a las preguntas de los más curiosos, empezando por la cuestión que le lanzaba Martem, que se preguntaba si la anciana no temía estar allí sola.

— ¿Y de qué voy a tener miedo? Tiempo ha que nadie asoma el hocico por estos lares. — La anciana mostró una sonrisa amarillenta a la que le faltaban varios dientes.

Tanto Martem como después Rion se cuestionaron sobre la soledad de Ysentrud en aquella cabaña abandonada del bosque, y plantearon preguntas al respecto. También Alberich, que incluso fue más allá, intrigado por la reacción de Ysentrud a su llegada, quien parecía haberse decepcionado tras comprobar quienes eran los que llamaban a su puerta. Pero antes de todo eso, la reverencia con la que el bardo agasajó a la anfitriona le causó tanta gracia que incluso la mujer soltó una carcajada y acercó una mano callosa al rostro de Rion para pellizcar un moflete en un simpático gesto.

— Miraílo, nos ha salido cortesano el mozo, je. — Dijo soltando una risita.

La anciana agradeció la amable oferta que Alberich había lanzado, proponiendo limpiar la estancia. Era más que evidente que aquel lugar necesitaba mucho trabajo, más del que ellos podían brindar en unas pocas horas. Pero al menos mejorarían ligeramente la calidad de vida de la que disfrutaba Ysentrud. Más que encargarse del huerto y los animales, el kovirano propuso arreglar el interior, algo que en buena medida les beneficiaba si pensaban pasar allí la noche. Lo primero era librarse de aquel hedor, abriendo las ventanas y permitiendo que el aire fresco del bosque renovara el viciado ambiente de la cabaña. Después podrían barrer, limpiar las peores partes de la estancia y preparar algo digno para cenar. Pronto el lugar sería un lugar mucho más agradable para pasar la noche. Era evidente que el camastro sería para la anciana, teniendo que dormir ellos sobre el suelo. Tenderse sobre los listones de madera podrida, rodeados de paredes y bajo un techo era, en todo caso, mejor que dormir al raso, con la amenaza que suponían los animales salvajes o las patrullas de exploradores.

— Ay, hijo, muy amable. Antes podía yo hacer estas cosas. — Reconoció Ysentrud volviendo a sentarse en su mecedora y dando un sorbo a un vasito de aguardiente. — Vivo sola, pero mi nieta suele pasarse por aquí a visitarme. ¿No la habréis visto por algún casual? Debería haberse pasado hoy, como cada martes, a pasar el día conmigo y traerme cosas del pueblo, pero no ha venido.

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23/02/2021, 18:23
Morkam

Cuando la mujer del parche se marchó con pasos veloces y se unió al resto, Morkam miró un tanto confundido al nifgaardiano. Este por el contrario no pareció extrañado y sin más siguió los pasos de su compañera. Finalmente el artesano no tuvo otra opción que reunirse con sus compañeros y ver qué ocurría por sus propios ojos. 

Lo que vio no le agradó en absoluto, no porque fuera peligroso o sintiera un odio irracional por aquella mujer, más bien era por la inmundicia que allí anidaba. La tristeza inundó su corazón al ver el trágico final que esperaba a todo aquel que no creaba una familia o la perdía por causas del destino. La soledad y la vejez en la mayoría de casos eran compañeras de viaje, algo que no hacía sino atraer la muerte con mayor premura. 

Poco después de que el enano llega a la casa, Alberich tomó la palabra y ofreció la ayuda del grupo como pago por su hospitalidad. Morkam no podía estar mas de acuerdo, no solo pagarían con un trabajo honrado del que se beneficiaria la anciana, sino que además dormirían en mejores condiciones.  De modo que asintió de manera enérgica. 

Yo soy Morkam— Se presentó con voz grave mientras miraba a su anfitriona. Instantes después al comprender que la mujer de vidriosa mirada, quizás no sería capaz de percibir su movimiento de cabeza añadió un escueto—: Ayudaremos 

Mientras el joven humano de mirada acerada continuaba hablando con la propietaria del lugar, el enano observó la casa. A pesar de que eran un grupo numeroso, realizar una limpieza a fondo les llevaría algunas horas. No le importaba. Aunque aquella no era su casa, agradecía algo con lo que ocupar su tiempo y además sentirse útil.

La reacción de la venerable anciana ante la reverencia de su compañero, fue entrañable, típica de los labriegos de buen corazón. Siempre pensó que la gente humilde que se dedica de manera diligente a realizar su oficio, eran personas de otra pasta. No eran rígidos ni maleables, simplemente flexibles, como el corazón de una buena espada. 

Por otra parte, la mención de una nieta calmó parcialmente la tristeza que le aquejaba. Siempre era bueno tener a alguien que se preocupara por ti y más cuando uno se encontraba en unas condiciones así; sin embargo pronto aquel sentimiento fue sustituido por preocupación. Caminar por el bosque y las zonas circundantes era algo peligroso en aquel momento, pues no solo los animales salvajes acechaban, sino que los ladrones y los soldados hacían mas peligrosos los caminos.

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23/02/2021, 21:09
Martem de Bremervoord

Uno a uno, los integrantes de aquel grupo tan dispar fueron entrando en la casa de la anciana. La mayoría se limitaron a presentarse (alguna ni siquiera eso), haciendo a su vez preguntas que eran un eco de las que Martem ya había expresado. El bardo continuó camelándose a la señora con su gracejo natural, poniéndole una sonrisa en el rostro; Martem pudo imaginar otros tiempos, ya muy lejanos, en los que Ysentrud era una zagala joven y tímida. Sin duda aquella muchacha se habría ruborizado ante las carantoñas de un hombre guapo como Rion, pero los años no solo habían puesto nieve en sus cabellos, y la Ysentrud de aquella tarde respondió a las zalamerías con una gracia casi maternal. Alberich, por su parte, sorprendió gratamente al cidario con su ofrecimiento de ayudar a la mujer a adecentar la cabaña, formulándolo de un modo que casi obligaba a los demás a aceptar si no querían quedar en evidencia. Pero, ¿qué menos? ¿Quién se negaría a echar una mano a una mujer tan amable como para acoger a un grupo de completos desconocidos en su hogar, y más teniendo en cuenta los tiempos tan peligrosos que corrían?

Ahora que otros compañeros habían acaparado la atención de Ysentrud, Martem se hizo a un lado, dirigiéndose al camastro de la mujer y despojándolo de un tirón de las sábanas marcadas por extensos cercos amarillos. Rebuscó silenciosamente en el mobiliario cercano hasta que encontró sábanas limpias. Mientras cambiaba la ropa, escuchó cómo la dueña les hablaba del motivo de su aparente desengaño al verlos: como cada martes, Ysentrud esperaba la visita de su nieta, que no había aparecido. Por eso les había abierto la puerta tan rápidamente, con la esperanza de que se tratase de la chica. Martem torció la boca. Feo asunto. Habida cuenta de lo que habían visto de camino allí, no le hizo falta pensar demasiado para llegar a la conclusión de que la nieta de aquella mujer se habría dado de bruces con algún grupo de indeseables, que la habrían violado, abierto en canal y tirado en alguna zanja para que las alimañas diesen buena cuenta de su cadáver. Porque eso era lo que los hombres hacían. Sin embargo, tenía el suficiente juicio como para no decir aquello en voz alta.

No nos hemos encontrado con nadie, señora —respondió, agachándose para recoger el orinal por el asa, con cuidado de no mancharse—. Y mejor que haya sido así. Es más fácil toparse con enemigos que con amigos. —Y, después de una breve pausa—: Pero espero que su nieta esté bien.

Saliendo a grandes zancadas por la puerta, Martem arrojó el contenido del orinal a un lado. Sería buen abono para las plantas.

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26/02/2021, 16:46
Ysentrud

— Bueno, no sus preocupéis. De seguro habrá tenido quehaceres que le hayan mantenido ocupada. — Dijo la anciana con la esperanza de que su nieta estuviera bien y señalando con un cabeceo hacia una de las ventanas abiertas. — Parece que las sombras ya se estiran, probablemente le haya cogido la tarde y decidiera quedarse en casa.

Aunque Ysentrud esperaba con ilusión la llegada de su nieta como cada martes, no parecía extraño que ésta se ausentara algún que otro día de visita si tenía tareas que ocuparan su día, y al parecer, la niña era lo suficientemente precavida como para no andar caminando por los bosques si cabía la posibilidad de que se le hiciera de noche. Lo cual les podía indicar que el siguiente pueblo debía estar bastante alejado de la casa de la anciana. Aunque a algunos, como Martem, no se le haría extraño que al día siguiente cuando reemprendieran su marcha se encontraran el cadáver de la muchacha yaciendo en cualquier recodo del camino. Después de lo que habían visto en los días previos aquella posibilidad no era tan disparatada, y de ser así poco ganarían preocupando a la señora más de la cuenta. Terminaría enterándose tarde o temprano, y no les convenía a ellos ser portadores de malas noticias, pues ya se sabía lo que decían sobre los pájaros de mal agüero.

Mientras los recién llegados se encargaban de airear la casa, cambiar las sabanas del camastro de la anciana y adecentar ligeramente la casa, Ysentrud se puso a relatar anécdotas de tiempos ya pasados y a charlar de cosas cotidianas, de las pocas que podía encontrar en su retirada vida y que limitaban los temas de conversación al tiempo y las labores del campo.

— Se aventura un verano tormentoso. Cuando una es vieja eso lo nota, ¿sabéis? En las atriculaciones y eso. Aunque la lluvia es buena para el campo, no me cabe duda de eso, pero los veranos asín suelen traer granizadas, y eso no es bueno para nada. Cuando era joven podía hacer más cosas, pero el tiempo no perdona a nadie. ¿Decís que hay guerra? Los hombres siempre andan con guerras, así perdí yo a mí marido. En una guerra. Se enfrentaban nosequé bando contra otro que ya nadie recuerda. Un conde contra otro, bah, ¿a quién le importa ya? Las guerras solo dejan miserias y ansias de más guerra. Por cualquier tontuna cogen las armas. No sus preocupéis que hasta aquí nunca llegaron, el bosque es profundo y tiene mala fama. Antaño vivía aquí un wyverno o un bicho de esos. Ha unos años vino un brujo a darle matarile y asunto resuelto. Y asín quedó todo tranquilo como siempre ha sido. Ahora nada más que perdidos como vuesotros vienen. Ya ni de Belmonte se acercan, pero yo con el huerto y lo que trae mi nieta me apaño. Tendría que plantar más hortalizas en el huerto, pero una ya no puede estar con la azada todo el tiempo, además este verano va a tener muchas granizadas... 

Ysentrud continuó hablando mientras ellos trabajaban, poco le importaba que le siguieran la conversación o no. Parecía contenta de tener invitados que pudieran escuchar todas sus anécdotas y sus preocupaciones con el huerto. Les contó historias de su juventud, algún viaje que hizo en el pasado, de cómo decidió irse a vivir de aquellos modos porque alguien tenía que cuidar aquellas tierras en el bosque que el padre de su marido había dejado en herencia, de su hijo Ender que era carpintero, de su nuera Anna que era una buena mujer, y de su querida y amada nieta Pyrrha, a la que adoraba. Pudieron notar que Ysentrud era una señora muy amable y cariñosa, pero se derretía en buenas palabras cuando hablaba de su nieta, llegando al punto en que se le iluminaban los ojos con un brillo especial cada vez que recordaba alguna historia de ella.

Notas de juego

Haced una tirada de Percepción humana (Empatía)

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26/02/2021, 20:03
Martem de Bremervoord

La tarde se fue yendo mientras el grupo de viajeros ayudaba a su inesperada benefactora con las tareas de limpieza. Aunque pudiese parecer extraño, aquel rato de laboriosa normalidad resultaba reconfortante; Martem ni siquiera recordaba la última vez que hubo algo en su vida a lo que pudiese llamar normal. De vez en cuando detenía su trabajo para escuchar a su anfitriona, la amable Ysentrud. La anciana le parecía fascinante. Era tan mayor, tan sabia en un sentido humilde y sencillo, y tenía tan poco miedo de nada, que parecía una persona capaz de aguantar casi cualquier cosa que la vida le echase, y de aceptar estoicamente aquello que no pudiese resistir. Solo por haber llegado a su edad ya merecía respeto y consideración, con independencia de lo que sus compañeros de viaje pudiesen pensar.

No se sintió especialmente reconfortado cuando Ysentrud dijo que las guerras nunca llegaban hasta allí, pero no porque no creyese sus palabras, sino porque no le gustaron los motivos que dio la mujer para que aquello fuese así. Nunca se había encontrado con ningún monstruo (al menos, con ninguno que no fuese un ser humano en el sentido más laxo imaginable), pero era lo bastante listo como para saber que, si existían los brujos, tenía que haber buenas razones para ello.

Martem continuó escuchando a la señora mientras esta hablaba de su familia. No se le escapó el matiz que adquirían sus ojos cada vez que mencionaba a su nieta Pyrrha, una pátina brillante con que solo el amor lustraba la mirada.

¿Y viven cerca de aquí? ¿Su familia? —preguntó, levantándose después de dar la última pasada al suelo con un trapo húmedo que había acabado más oscuro que los pañales de un bebé. Tras unos segundos añadió, esperanzado—: Si su nieta viene a verla todas las semanas, su pueblo no estará tan lejos.

Martem trató de mantener su emoción a raya, pero lo cierto es que lo ilusionaba la perspectiva de que al fin estuviesen cerca de algún asentamiento mínimamente reseñable. A esas alturas, hasta una triste aldea le parecería el lugar más acogedor del mundo.

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27/02/2021, 22:57
Dannar

La idea de poner fin a la miseria de la anciana se fue, lentamente, evaporando, como una neblina empujada por un viento débil pero constante. Seguía ahí, rondando, pero el pensamiento carecía de la fuerza necesaria. Podía ver más allá de ese primer impulso, calcular las consecuencias. Si, ella puede que lo viera como un acto de compasión, ¿pero qué opinaría el resto? Y no es que le importara la opinión que tuvieran sobre su persona, pero le parecía sensato no tener problemas innecesarios con sus compañeros, de los que no sabía lo suficiente como para poder predecir como responderían ni, llegado el caso, lo peligrosos que podían llegar a ser en su respuesta. Además, ocurría que, aunque a veces tenía esa sensación de ser quien debía de solucionar los problemas de la gente —defecto de profesión, tal vez—, ni era una justiciera ni una heroína, sino una simple especialista en algo muy concreto. No le correspondía a ella poner fin a lo que consideraba injusto. Y tampoco sus soluciones, normalmente involucrando una de sus espadas, eran las más adecuadas para zanjar todas las cuestiones. Dannar decidió que, a pesar de que lo habría considerado un favor de ser la situación al contrario y ser ella la anciana abandonada, no haría nada por su propia cuenta. Era mejor así, se convenció a sí misma.

Llegada a esa conclusión, se dio la vuelta sin decir nada y se alejó de la casa, de vuelta a la linde del bosque, allí dónde el claro comenzaba a volverse profundo. Cogió de las riendas a su caballo y, tirando de él, acompañó a Jezal hasta la entrada del lugar, dónde ató al animal junto al del nilfgaardiano. Fue un nudo débil, lo justo para que el equino no escapara por simple capricho, pero no tanto como para que, si se daba un brusco tirón, en el caso de que algún peligro surgiera de entre los árboles, no se soltara; el penco no tenía la culpa de nada, y no merecía ser la primera víctima en caso de que aparecieran animales salvajes, o algo peor. Como no tenía sillas ni alforjas, no necesitó quitarle nada, y se limitó a acariciarle un poco la grupa antes de dejarle a su aire. Para cuando regresó a la entrada del hogar, los demás ya habían pasado, e incluso entre las más que razonables preguntas, se habían ofrecido a ayudar. Nadie la había consultado, pero en verdad la parecía justo; acostumbrada a pagar y que la pagaran, sabía que la generosidad no era más que otro trato, y que debía gratificarse con la misma moneda. Tampoco la pasó desapercibida que la sugerencia de Alberich, en cierto modo, resultaba amable a la par que interesada, y todo sin haber parecido descortés ni egoísta lo más mínimo, más bien al contrario. Un hombre de mente rápida entonces, afilado y acostumbrado a los tratos. De esa clase de personas a las que era mejor tener vigilada durante una conversación. Tanto como uno vigilaba la bolsa cuando un pilluelo pasaba al lado, solo que de forma más sutil. Era mucho más difícil detectar el engaño entre palabras bondadosas que una mano metida en el bolsillo que no debía.

En cualquier caso, satisfecha la curiosidad de porque estaba sola y a quien esperaba —una noticia que la hizo torcer el gesto, augurando un mal final para esa historia—, la conversación se fue tornando distendida mientras unos y otros se ponían a recoger, limpiar y adecentar el interior de ese sitio. De tal suerte, la corriente comenzó a expulsar el viciado hedor propio de la vejez, el orín y otras cosas peores, una escoba de ramas barría el polvo y los paños húmedos iban restregando manchas de las que prefería no pensar su origen. Ella no era una ama de casa, nunca lo había sido o, al menos, hacía tantísimos años que no lo recordaba. No se unió a esas labores, no por asco ni por orgullo, sino porque no era lo suyo y no lo habría hecho bien, no habría puesto atención ni interés en una tarea tan mundana. Pensándolo bien, tal vez si había una pizca de orgullo. En su lugar se llevó los cubos de agua sucia, tan negra que ni forzando la vista se lograba ver el fondo, y los vació fuera, contra los árboles; cada vez que se llevaba uno, volvía a los pocos minutos con otro lleno de agua limpia, fría, sacada de un pozo que había fuera, cerca del huerto, como siempre solía ocurrir. Entre cada salida y entrada, escuchaba fragmentos del monólogo de Ysentrud, observaba, e incluso asentía de vez en cuando. Y si se quedaba más de la cuenta atendiendo a la abuela, limitándose a estar apoyada en la puerta, ociosa con el balde en las manos, nadie la dijo nada. Ella misma, en cuanto se percataba, volvía afuera a seguir con el lento y mecánico trabajo, y repetía la operación una y otra vez.

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28/02/2021, 14:19
Alberich de Narok

Tras ver como Ysentrud aceptaba con agradecimiento su oferta, Alberich le respondió con una rápida sonrisa y se apresuró a localizar la escoba con la mirada y a reclamarla para si mismo ya que no le apetecía lidiar con la bacinilla, las sábanas manchadas de orín o las otras fuentes de hedor que había en la cabaña. Además, el mago estaba más que habituado a blandir tal herramienta ya que varias veces se ocupó de la limpieza de la casa familiar cuando su madre se dedicaba a cuidar de sus hermanas menores y su padre y su hermano mayor se encargaban de los cultivos y los animales, por no mencionar también su primer año en la Academia de Ban Ard, cuando a los iniciados les tocaba realizar algunas de las tareas de los siervos como forma de doblegar su espíritu y hace que fueran más obedientes a las órdenes de sus maestros.
Mientras el kovirano movía casi rítmicamente la escoba, desplazando con prolijidad la suciedad desde el lugar en el que se encontraba la anciana hacia la puerta de la cabaña, el mago permanecía atento a las palabras de Ysentrud y ocasionalmente respondía a ellas o hacía alguna pregunta.

-Como ha dicho mi compañero, no nos hemos encontrado con nadie -respondió Alberich- Pero no hace falta que se preocupe, después de todo llevamos días vagando por el bosque y es lógico que no nos hayamos topado con más que animales -agregó para calmar a la viejecita.

Tras barrer en silencio otro buen tramo y escuchar una nueva retahíla de anécdotas, el mago volvió a hablar.

-¿Belmonte? ¿Es algún poblado cercano? -preguntó el kovirano sin dejar de mover la escoba.

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Notas de juego

Ups, con el apuro me olvidé de poner la tirada en modo oculto

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28/02/2021, 18:48
Rion Aedryn

Aceptando la carantoña de la anciana, Rion sonrió divertido por la situación. Que se produjera tal escena allí, sabiendo que unos kilómetros más allá la muerte se cernía sobre la gente sin preguntar si quiera, era cuanto menos un contraste curioso. La naturaleza humana nunca dejaría de sorprender a propios y a extraños.

Es usted como la abuela que nunca tuve —dijo esgrimiendo una parva sonrisa. Realmente lo era. El bardo no tuvo la oportunidad de conocerla.

El plan de limpiar la casa que propuso Alberich no es que le hiciera especial ilusión. De hecho, no le gustaba ensuciarse y mancharse las manos haciendo una labor que creía haber dejado atrás hace ya unos cuantos años cuando abandonó su hogar. Pensó en mantenerse al margen, tocando con su laúd, mientras los demás se encargaban de adecentar la morada. Pero eso sería un gesto muy mal visto por sus compañeros. Y tampoco perderían tanto tiempo si colaboraban entre todos. Suspiró, accediendo de mala gana.

Eso está hecho —aceptó finalmente, encogiéndose de hombros.

Encargándose cada uno de una tarea para aligerar el trabajo, Rion cogió uno de los cubos llenos de agua que trajo Dannar en uno de sus viajes y sacó su pastilla de jabón para que así fuera más eficiente a la hora de limpiar el suelo de madera que resultaba pegajoso al tacto. Si al menos conseguían evitar esa sensación ya se podían dar por satisfechos; era evidente que sin herramientas y más horas de empeño, no podrían dejar la cabaña inmaculada. "Además, no vamos a quedarnos aquí eternamente" —pensó, restregando un paño que encontró en la habitación sobre la madera podrida, para luego enjuagarlo con el cubo. Puagh.

Mientras tanto, la anciana le daba a la sin hueso sin parar, como no podía ser de otra manera en una señora solitaria que no solía recibir muchas visitas. Si él era de hablar, aquella mujer no se quedaba ni mucho menos atrás. Lo que contó referente a su nieta provocó que el bardo se reactivara de inmediato, imaginándose que en cualquier instante entraría por la puerta una chica joven a la que cortejar y piropear como era perentorio en un hombre de su condición y profesión.

¿Vive muy lejos su nieta? Quizá se haya retrasado porque ha tenido que ocuparse de algún asunto en la aldea. No se preocupe —intentó tranquilizarla, pues, al igual que pensarían los demás, recelaba de cual podría ser realmente su destino si se había encontrado algún escollo en el trayecto.

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28/02/2021, 22:18
Jezal

Si no fuera porque también podía ver el espanto en las caras de sus compañeros, habría empezado a pensar que algunas de las cosas que había escuchado sobre los norteños eran ciertas. Que eran barbaros que vivían como animales y olían también como ellos. De no ser así, habría empezado a pensar en dar media vuelta.

Lo cierto es que al nilfgardiaano no le apetecía ni un comino ponerse a limpiar, pero tampoco le apetecía tumbarse a dormir en mitad de un montón de mierda y con un charco que olía a orines justo junto a la cabeza, así que —una vez más— hizo de tripas corazón y ayudó a sus compañeros de viaje a apañar la casa de la señora. Le parecía a él que la nieta no tenía que tenerle mucho aprecio, si cuando la visitaba la dejaba vivir así, o que directamente a la vieja se le había ido la cabeza y hacía ya bastante más de una semana que no se pasaba la cría, pero no dio voz a esos pensamientos.

Y de su monólogo, lo que más se le quedó fue el momento en el que aseguró que hasta ahí no llegaría la guerra. Eso no era una guerra entre dos condes por ver quién de los dos puede aprovechar el agua de un rio, era una guerra entre el norte y el sur, entre un imperio y reinos enteros, entre no-humanos que creían en la coexistencia y aquellos que no. ¿Puede existir siquiera algo así como una guerra para terminar todas las guerras? Si podía, tenía que ser una como esa, y no habían estado tan lejos cuando habían presenciado los últimos rastros de la carnicería. Parte de él hasta envidiaba que hubiera podido mantenerse al margen, y deseaba que la muerte la llegara de forma natural antes de que tuviera que presenciarlo.

Pero, tal y como estaban las cosas, no guardaba muchas esperanzas.

En cualquier caso, Jezal no rompió su silencio mientras se dedicaba, prácticamente, a imitar a sus compañeros. Era dolorosamente obvio para cualquiera que lo observara que simplemente no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de labores, o incluso quizá que no las había tenido que hacer nunca en su vida. Hacía lo que podía por arrimar el hombro, pero desde luego su desempeño iba a estar bastante lejos de ser perfecto. Al menos, eso sí, le dio la excusa para ojear un poco qué había y no había en la casa: La solitaria vida de la anciana había despertado su curiosidad.

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02/03/2021, 13:17
Morkam

Acostumbrado a la suciedad creada después de sus labores como juguetero, no tomo con desagrado la tarea de ayudar a Markem a limpiar el suelo. Con sus gruesas manos tomó un paño deshilachado y comenzó a frotar con fuerza hasta arrancar parte del musgo que carcomia la madera. 

Mientras trabajaba escuchó con atención las historias contadas por la anciana. No se atrevió a interrumpir, no solo por su reducido conocimiento de la lengua norteña, sino porque habría sido un pecado cortar las ensoñaciones de una anciana. 

Cuando Ysentrud comentó la cercanía de cierta aldea no pudo evitar alegrarse, a pesar de que la caricia de la guerra se cernía próxima y cruel. Un lugar así siempre necesitaba un artesano que bien creará juguetes, reparara rejas de hierro, herrara los caballos y muchos trabajos más. Además, en secreto, una parte de sí mismo añoraba poder beber una espumosa cerveza recién servida. Bien era cierto que todavía le quedaba una botella del ambarino licor, pero este no sabía de la misma manera. Ni por asomo. 

Podríamos preparar algo caliente de comer— dijo al humano pelirrojo cuando ambos terminaron su labor—. Podría salir a buscar fruta o intentar cazar un conejo. Si hay un huerto, hay conejo. 

» También, necesitamos lena, leñia, si eso, leñia— añadió poco después mientras arrojaba el trapo a las aguas negras del cubo. 

El gesto de ligera extrañeza en el rostro de Marten le indico que de nuevo había utilizado mal el lenguaje. Aquello le frustraba, sino aprendía pronto el idioma, perdería clientes y regatearía peor el coste de sus servicios. Ser enano en aquella zona era difícil. Ser enano que además no sabe hablar bien el idioma, era una putada.

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02/03/2021, 17:13
Ysentrud

Todos asumieron la labor de adecentar la casa de la anciana arrimando el hombro de una manera u otra, lo cual ayudaría a que aquella pobre mujer tuviera un lugar más digno donde vivir por un tiempo al menos, y también les beneficiaría a ellos de cara a aquella noche. A excepción del enano, más acostumbrado a tratar con la mugre, tuvieron que hacer de tripas corazón y luchar contra lo sentimientos de repugnancia y desgana que les producía la tarea. Y es que nunca es agradable limpiar la mierda de otra persona. Algo que además fue especialmente duro para algunos de pieles más delicadas como Rion o Jezal, pero que igualmente cumplieron para no resultar descorteses con el resto del grupo y con la hospitalidad de la anciana.

— Mi nieta y mi familia viven en Belmonte. — Dijo respondiendo tanto a las preguntas de Martem como a la del Bardo. — Belmonte está bastante cerca, pero el camino es pedregoso y culebrea como un diablo. Además está bastante abandonado. Cuando yo era moza se tardaban cuatro horas con un buen caballo y una carreta decente, ahora puede que sean cinco o seis, pues es más probable que tengas tú que llevar al penco que pretender que él te lleve.

La anciana les habló un poco de Belmonte, era un pueblo pequeño pero con una economía afianzada, a juzgar por las palabras de Ysentrud, y basada principalmente en la madera. Al grupo no le extraño, llevaban tiempo atravesando largas millas de bosque, por lo que era de esperarse que existiera algún pueblo maderero por la zona. Pero además, según la anciana, la madera de los bosques de Belmonte era de muy buena calidad. Belmonte estaba situado entre dos montañas, lo cual le daba nombre al pueblo, y la anciana les habló de la belleza sin parangón de los valles y montes que lo rodeaban.

Los relatos de Ysentrud hicieron más amena la tarea, que fue dada por zanjada cuando el enano habló de comida y a todos les rugieron las tripas y recordaron de golpe el hambre que tenían. La cabaña de la anciana no estaba perfecta, ni mucho menos, pero había quedado muy adecentada y la mejora era más que patente. Además, entre todos lograron avanzar rápido y terminar antes de lo que hubieran esperado en un principio. Ysentrud se echó una manta sobre los hombros y acercó su mecedora al fuego comentando que empezaba a levantarse el fresco, lo cual les llevó a cerrar las ventanas. Afortunadamente la cabaña era pequeña y se ventiló rápidamente, dejando el hedor tan sólo en su memoria olfativa, donde permaneció hasta ser sustituido por el perfumado jabón del bardo. Morkam salió a ver si lograba cazar algo y regresó pronto con un conejo que daría para, junto a las pocas hortalizas que tenia la anciana, hacer un puchero que alimentara al grupo. Pudieron encontrar una olla entre las pertenencias de la anciana y, tras llenarla con el agua del pozo que tantas veces había ido Dannar a visitar, pudieron ponerla en un fuego alimentado con la madera del leñero que habían visto al llegar junto a la cabaña. Comieron mientras se calentaban con el calor de las mismas llamas que habían servido para hervir el agua del caldo y cuando hubieron terminado de comer los parpados de la anciana empezaron a pesar como gruesas losas y no tardó mucho en irse a dormir. 

— Lamento decirles que no soy muy buena conversadora cuando llega la noche, pues el sueño me invade presto en cuanto el sol cae. Pasen buena noche. — La anciana decía la verdad, pues apenas un par de minutos después de haberse tumbado en su cama empezó a roncar suavemente.

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02/03/2021, 17:57
Director

Saltó a la vista que Ysentrud estaba muy agradecida tanto por la ayuda que el grupo de recién llegados le brindaba para adecentar su casa, como por el simple hecho de que estuvieran allí, para poder darle conversación. El mal que más afectaba a la vejez era la soledad, que aunque no se cobraba directamente la vida de nadie sí que contribuía al deterioro de quienes la sufrían. Y así debía de estar empezando a suceder con la anciana, pues algunos de ellos pudieron darse cuenta de algunas repeticiones en sus relatos, alguna que otra incoherencia y otras muestras claras de senilidad.

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02/03/2021, 20:20
Martem de Bremervoord

Ysentrud explicó al grupo que su familia vivía en Belmonte, un pueblo que, teniendo en cuenta todo lo que ya llevaban andado desde que se encontraron en la frontera, estaba a un tiro de piedra. Por la descripción que hizo la mujer del camino que llevaba allí, daba la impresión de que no sería el más fácil o seguro de los paseos, pero cualquier cosa sería mejor que ser atrapados en mitad de la nada por una banda de desalmados sin nada que perder.

Al cabo de un rato, cuando los viajeros dieron la sesión de limpieza por terminada y decidieron ponerse con la cena, Martem fue a buscar leña al cobertizo donde antes había visto los troncos mientras Morkam iba a cazar algún bicho que llevarse al estómago. Pronto la chimenea chisporroteaba alegremente, y el grupo de fugitivos degustaba una cena que, aunque sobria, era lo mejor que habían comido en muchos días. A pesar de las reticencias que siempre acostumbraba a arrastrar como una fastidiosa carga, Martem se permitió sentirse bien. No podía evitarlo; aunque estaba cansado por la jornada de caminata, su humor había mejorado, e incluso compartió algún comentario de camaradería con los demás durante la cena.

Muchas gracias por todo, señora —se despidió de Ysentrud cuando esta se disponía a acostarse en la ahora limpia cama—. Es usted un amor. Buenas noches.

Cuando por fin la dueña de la casa se hubo dormido, Martem se levantó de la mesa para echar unas ramitas a la chimenea, dejando que sus ojos se perdieran entre las crepitantes llamas. Era lo más en casa que se había sentido desde que puso los pies en el camino. Casi le daba pena irse de allí. Una parte de su mente deseaba agarrarse a aquella fantasía, a aquella ilusión de seguridad, aunque en el fondo sabía que era justamente eso: una ilusión.

Entonces, ¿mañana vamos a Belmonte? —preguntó, algo abstraído. Su voz sonaba relajada, plácida—. Parece un buen sitio desde el que empezar a pensar qué hacer, creo.

Y de paso, podrían enterarse de qué le había pasado a Pyrrha, la nieta de la amable Ysentrud, aunque solo fuera para asegurarse de que al menos algo, en ese pequeño rincón olvidado del mundo, seguía yendo bien.

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03/03/2021, 08:41
Alberich de Narok

A pesar de que no era un trabajo agradable, la limpieza de la casa resultó ser bastante rápida debido a que todos los miembros del grupo, incluso los más reticentes, colaboraron con ella. Por eso, Alberich agradeció en silencio la ayuda y el buen criterio de sus compañeros, lo último que quería era ponerse firme con ellos y tener que castigarlos con el molesto maleficio que conocía de memoria…
Con la cabaña mucho más limpia, y también mucho menos pestilente, que cuando la encontraron, el grupo pasó a dedicarse a la tarea que seguía en orden de importancia: la cena. En esta ocasión, el mago decidió quedarse en un segundo plano ya que sus conocimientos sobre la cocina eran bastante limitados, aunque no tuvo ningún inconveniente en ayudar si era necesario, principalmente con la tarea más básica que era cortar verduras y echarlas a la olla. Además, no pudo evitar sorprenderse cuando Morkam regresó con un conejo, quien hubiera dicho que a un enano se le podría dar tan bien la caza.

Después de disfrutar del puchero, el cual fue bastante humilde pero que luego de tantas jornadas sin comer algo caliente les parecía un exquisito manjar, Ysentrud se despidió del grupo y se marchó a su cama.

-Buenas noches, señora -le dijo respetuosamente a la simpática viejecita- Y nuevamente le agradezco su amable hospitalidad.

Tras escuchar como la anciana comenzaba a roncar y Marten abría el debate sobre el siguiente paso del grupo, el kovirano intervino.

-Así es, nuestro próximo destino debería ser Belmonte. La aldea supondrá un excelente lugar para descansar en condiciones y conseguir provisiones para continuar con el viaje -respondió con seriedad el mago- Sin embargo, deberíamos aproximarnos con cautela. Que la tal Pyrrha haya dejado que su abuela viva en este estado de abandono solo puede significar dos cosas: que no le interesa demasiado el bienestar de Ysentrud o que Belmonte ha sido saqueada y sus habitantes fueron masacrados. Además, os aviso que no debéis tener a la anciana como una fuente fiable, he estado atento a todo lo que ha dicho y creo que está empezando a sufrir los problemas habituales de su avanzada edad, puede que incluso esté confundiendo hechos recientes con recuerdos de hace semanas o meses… Lo mejor sería que mañana intentáramos comprobar sutilmente hasta qué punto está senil -comentó Alberich manteniendo el inexpresivo tono de voz que siempre tuvo con sus compañeros- Por último, aunque en esta ocasión dormiremos bajo techo, no podemos descuidarnos y por eso deberíamos seguir manteniendo la vigilancia durante la noche. Yo me encargaré de la última guardia y para variar un poco, tal vez Jezal podría encargarse de la penúltima.

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05/03/2021, 13:10
Rion Aedryn

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una cena. El plato cocinado por el enano resultó ser exquisito. O eso le parecía, aunque jamás había sido un comensal demasiado avispado ni exigente. Quizá la situación le hacía apreciar más la compañía, la cena y una charla distendida. Como si no hubiese pasado nada, como si una parte del mundo no se hubiese ido lentamente al carajo...

Por fin pudo relajarse y ser tal como era, contando algunas anécdotas de sus viajes adornadas con su buen humor y picaresca que añadieron algo de diversión y alejaron al grupo por unos instantes de la guerra, de las regiones devastadas, de la tensión por sobrevivir... Es como si las cosas fuesen normales de nuevo, igual que una charla de viejos amigos en una taberna disfrutando de un rico venado. Ojalá esos momentos volviesen y no fueran únicamente recuerdos fugaces de otras épocas.

En cualquier caso, al día siguiente volverían al mundo real. Por desgracia.

Descanse, señora. Ha sido usted muy amable acogiéndonos hoy —dijo mirando a la anciana, al ver cómo el sueño podía ella.

Aprovechó para quitarse las botas, arrojándolas cerca y se sentó sobre el suelo, estirando las piernas y fijándose en las rozaduras y heridas de sus pies. Era obvio que dedicar su vida a viajar de pueblo en pueblo castigara en especial sus dos extremidades, pero habían sido tantos días de caminata sin demasiado descanso, por no decir nada... Que a Rion se le estaba agotando la paciencia y quería cuanto antes dormir un día entero, si es que aquello era posible. La respuesta era clara: no. Al menos aprovecharía para descansar estando bajo techo, con el calor extra que proporcionaba la chimenea. "Solo me faltaría un buen vino y una señorita a mi lado..."

Coincido con Alberich —comentó de repente, tras haber escuchado discutir a sus compañeros de viaje sobre qué hacer—. La pobre repetía algunas partes de sus relatos varias veces. Puede ser también que el no estar acostumbrada a visitas haga que se le nuble el pensamiento y no recuerde bien lo que ha dicho y lo que no. O tal vez sea simplemente una cuestión de edad —se encogió de hombros—. De todos modos, visitar ese pueblo es lo más conveniente si queremos disfrutar de un reposo más digno y de una buena cantidad de comida —constató con un ligero asentimiento. De paso podrían aprovechar para enterarse de alguna pista sobre el paradero de la nieta de Ysentrud si les apetecía—. Ah, yo me quedo con la primera guardia. Y así duermo más tiempo seguido luego —añadió con una sonrisa.

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05/03/2021, 13:56
Dannar

La conversación duró durante las horas en que se afanaron en limpiar todo lo posible la casa. Cuando acabaron el sol se había ocultado, pero habían hecho un buen trabajo, y la casa olía más fresca y limpia. Aún persistía cierto hedor subyacente, pero el jabón lo había apagado casi por completo, y el aroma de la leña crepitando en el fuego terminaba por inundar el ambiente con un aroma rústico y agradable. El conejo en la olla, haciéndose junto a unas pocas verduras, fue la guinda que hizo que que Dannar finalmente se recostara en el suelo y se relajara visiblemente.

La anciana continuó hablando un poco más, pero el sueño la venció inevitablemente y pronto solo se escuchaban sus suaves ronquidos, un contrapunto al silencio que se hizo entre ellos mientras dejaban a la mujer dormir plácidamente. Martem fue el primero en romperlo, unos minutos después, tras haber estado contemplando las llamas, perdido en sus pensamientos, como imaginaba que le pasaría a cada uno de ellos.

El próximo paso, todos iban coincidiendo, era ir a Belmonte. Lo harían con cautela y sin albergar excesivas esperanzas, pero en cualquier caso, Ysentrud estuviera confundiendo los hechos o no, parecía la mejor opción. Ella asintió, conforme con la decisión. También estuvo de acuerdo con mantener las guardias, pues no habría sido aconsejable que estar a cubierto les diera una falsa sensación de seguridad; Dannar se ofreció a hacer la de mitad de la noche. Dormiría menos de seguido, pero no la importaba mucho. Además, creía que era de las horas más peligrosas, y gustaba de estar atenta.

Haré la tercera guardia, si os parece bien.

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08/03/2021, 08:33
Jezal

Jezal escuchó al grupo, pero no se pronunció en lo relacionado con su próxima parada, lo cual viniendo de él podía entenderse como estar de acuerdo con ese curso de acción. No conocía el norte, y Belmonte era para él simplemente un lugar como cualquier otro. No había esperado ir a pasarse el resto de su vida recorriendo bosques y durmiendo bajo las estrellas de todas formas, y aunque la idea de rodearse de más personas le ponía algo nervioso, iba a tener que vivir con ello. No esperaba que todas fueran tan comprensivas como Ysentrud, pero rezaba porque al menos fueran un poco más limpias.

Sorprendentemente, sí que habló cuando el grupo habló sobre la hija. Quizá después de tanto escuchar le había parecido dar su propia opinión, por mucho que no dijera nada nuevo.

Una casa... no termina así en una semana —habló con cierta torpeza el nilfgardiaano, mostrándose de acuerdo con que, para toda su amabilidad, Ysentrud no tenía todas las luces encendidas en ese momento—. Pyrrah ha de llevar más sin venir, o... quizá eso —señaló con la cabeza al mago, refiriéndose a la posibilidad de que a la nieta su abuela no le importara un pimiento.

Si se paraba a pensarlo, la anciana se las había apañado para comer, y tampoco tenía pinta de estar en condiciones de procurarse eso a sí misma, así que quizá sí que había pasado para allí algo antes de lo que él se estaba imaginando. Fuera como fuera, había poco que pudieran hacer, más allá de lo que ya habían hecho, por muy trágica que le pudiera resultar la escena de una anciana que volvería a vivir en la miseria a los tres días de que se marcharan.

—Bien, haré segunda guardia —asintió, sin ganas de discutir, mirando después a Rion, que haría la primera, y a Dannar, que haría la tercera. Habría preferido dormir del tirón el día que por fin tenía un tejado por su cabeza, pero tampoco iba a ser el fin del mundo.

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09/03/2021, 13:34
Morkam

Morkam despellejó, limpio, deshueso y troceo el consejo con asombrosa rapidez, mientras sus compañeros lavaban y cortaban las hortalizas. Cuando terminaron el fuerte fuego de la chimenea se había convertido en unas tímidas llamas, idóneas para cocinar con comodidad. Primero frieron la carne y la verdura en manteca de cerdo, para posteriormente cubrirlo con abundante agua y condimentarlo con tomillo, romero y sal. 

Un par de horas después el variopinto grupo, junto a su anfitriona, degustaban un plato simple que desprendía una amalgama de olores campestres.  En silencio disfrutaron de la calidez del brebaje, así como de las cálidas brasas de la chimenea. Pronto el cansancio se hizo patente en los ojos entornados y los esporádicos bostezos que el enano comenzó a emitir. 

Descanse—. Se limitó a decir el enano mientras añadía leña al fuego. 

Sabía que sus escuetas palabras podían malinterpretarse. No es que no estuviera agradecido con aquella anciana por su hospitalidad, más bien todo lo contrario. El problema era su conocimiento de la lengua, algo que esperaba que sus compañeros comprendieran sin tener que decirlo en voz alta. 

Esto me huele a barba quemada— dijo el artesano con tono lúgubre—. Pienso como maese Alberich. Aunque pienso malamente, el poblado seguro foire atacado. 

Después de aquel intercambio breves de opiniones al respecto, se repartieron los turnos de guardia. Aunque odiaba no dormir de seguido desde hacía varias semanas, no podía negar la continua caricia del peligro de la guerra. Con aquellos pensamientos en mente desempacó su saco de dormir, lo extendió y se introdujo en el dispuesto a dormir. Bien era cierto que su cuerpo le gritaba un descanso; sin embargo su mente no estaba dispuesta a descansar todavía. Pensó en Ysentrud, en su nieta y en Belmonte. ¿Habrían sido masacrados realmente? Si estaban equivocados, quizás tendrían trabajo y una manera de salir de su situación precaria. Si estaban en lo cierto, les dejaría en una situación algo comprometida, pues dejar a una anciana senil a su suerte sin duda no seria de agrado para ninguno.

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09/03/2021, 18:42
Ysentrud

Las respectivas guardias se desarrollaron con tranquilidad, sin que nada amenazara la tranquilidad que reinaba allí, en el corazón del bosque. Lo único que se escuchaba en el exterior era el silencio de la noche, los pájaros nocturnos que ululaban y el movimiento natural de las ramas de los árboles mecidas por el viento. Dentro, los ronquidos de lo compañeros y de la anciana eran la sinfonía reinante desde que el bardo había dejado su laúd para abrazarse a la manta de su saco de dormir. Dormían en el suelo de madera podrida de la cabaña de la anciana, pero aquello era una mejor perspectiva que otra noche a la intemperie. Las paredes de la cabaña les libraban del frío de la noche, herido mortalmente por el plácido calor que emanaba del fuego de la chimenea.

Cuando los primeros rayos del sol alcanzaron el claro del bosque el grupo se fue desvelando y dejando atrás el engañoso mundo de los sueños. Alberich les pudo informar de que el último tramo de noche había sido igual de tranquilo. El grupo empezó a levantarse y a preparar algo de desayuno que echarse al cuerpo antes de partir como tenían previsto. La anciana, que había dormido de un tirón sin importarle los peligros de los que el grupo se prevenía con las guardias, aligeró su sueño debido al movimiento de las mochilas, los pasos por el suelo de madera y las roncas voces que se daban los buenos días.

¡AAAH! — Gritó de súbito la anciana.  — ¿Quién sois? ¿Que hacéis aquí? — Preguntó alarmada.

Sus ojos los miraban con terror y desesperación, sin reconocer a sus huéspedes de la noche anterior. Como algunos se temían, era evidente que Ysentrud padecía la enfermedad del olvido.