Partida Rol por web

Siento como algo golpea fuértemente al señor Jackson y no puedo evitar que se me escape un grito agudo lleno de miedo - ¡Señor Daniel! ¡¿Se encuentra usted bien!? - Rodeo a Daniel intentando ver si tiene alguna herida. - ¡¡Rachel!! Ayúdeme, hay que salir de aquí.-

Joss agachó la cabeza y se aferró con fuerza al madero tratando de no ser arrastrado, notó como las astillas volaban a su alrededor, afortunadamente no se encontraban donde el impacto había lanzado los mayores trozos, pese a todo se mantuvo en aquella posición unos instantes después de que el terrible sonido del chocar del barco contra el muelle cesase. - Será mejor que dejemos que las cosas se calmen un poco.- Trató de hacerse oir el anticuario por encima del alboroto que reinaba en todo el muelle mientras levantaba la cabeza y trataba de ver cual era la situación de las autoridades y del barco. - Mejor esperar aquí, seguro que las autoridades pronto controlan la situación.

Se alegraba de que las damas se hubieran comportado tan bien y ninguna hubiera sido presa del pánico y la histeria, no le hubiera gustado estar en medio de aquella marabunta sin control.

Los trozos del Newcastel volaron alrededor de Elisabeth, quien estaba encogida sobre ella misma cubriéndose la cabeza con las manos. Por fortuna el señor Nieman había sabido escoger un buen lugar para resguardarse.

Cuando la lluvia de astillas cesó, intentó averiguar si tenía alguna herida. Sentía como el corazón le latía desbocado por l excitación. La sangre le martilleaba en las sienes. Intentó respirar despacio para recuperar el control.
Cuando se convenció de que todo lo que tenía era un montón de astillitas cubriéndole la ropa se atrevió a levantar la cabeza. Observó el caos reinante a su alrededor, y vio que algunas personas habían tenido menos suerte que ellos. Cuando el anticuario les sugirió quedarse allí asintió:

- Tiene razón, será mejor quedarse aquí. - Elisabeth miró intensamente al anticuario por unos instantes antes de decir - Muchas gracias por ponernos a salvo. -

Luego miró a sus acompañantes y preguntó : - ¿Alguien ha resultado herido?-

Mientras intentaba proteger lo máximo posible a sus acompañantes de los maderos y astillas que caían a su alrededor, Daniel sintió como algo le golpeaba en la nuca haciéndolo tambalear. La gorra se le cayó al suelo pero ni se dio cuenta aturdido como estaba por el golpe. Un gemido se le escapó de los labios.

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Su mano derecha soltó el hombro de la señorita Peakock e insegura se palpó la parte de atrás de la cabeza. Algo cálido mojó las llemas de los dedos y un dolor lacerante le bajó por la espalda.

-Sí...-contestó vacilante a voz en grito por encima del viento-Sólo ha sido un golpe-Y Dios cómo duele-Deberíamos irnos de aquí...y rápido-logró decir al tiempo que se ponía en pie trabajosamente y miraba a su alrededor parpaedando todavía algo aturdido en busca de una salida entre la multitud.

Tras limpiarse la falda de las astillas adheridas a ella Anne se incorporó de nuevo y sonrió ligeramente a Joss -Muchas gracias, si no hubiera sido por usted probablemente aquélla polea me hubiera alcanzado- dijo mientras señalaba los restos del barco que se encontraban mas próximos a ellos -Nunca pensé que algo así pudiera ocurrir en un lugar como este, me alegro que estén todos bien-

Junto a Joss, la joven Karen se apoyaba en el brazo de Arthur. Visiblemente sonrojada por haberse visto arrojada a los brazos de apuesto joven trataba de excusarse entre sonrisas y tartamudeos -¿esta usted bien señora Whittaker?- dijo separándose ligeramente de su acompañante -Por fortuna teníamos a nuestros hombres junto a nosotras para ponernos a salvo- La mirada de la joven fue de Arthur a Joss para enfatizar el gesto de ambos al interponer su cuerpo entre el peligro y la integridad de las damas -Esto casi parece una de las aventuras que me contabas Elisabeth. Creo que debería retirarme con su madre para llevarla a un sitio más seguro. Nos veremos mas tarde- dijo mientras se agarraba al brazo de la anciana y al de su hijo.

Tras la primera oleada de miedo el pánico hizo presa de la mayor parte de la gente. En poco tiempo, lo que era una zona abarrotada de personas que se empujaban unas a otras con la intención de lograr una posición más adecuada en la recepción del barco, había pasado a ser una explanada vacía en la que pocos se atrevían a mantenerse. La policía, una vez puso a salvo a las personalidades más importantes comenzó a imponer el orden en las calles, donde una oleada de protestas y quejas amenazaba con enturbiar la seguridad pública. A vuestro alrededor apenas unos cuantos hombres jóvenes se afanaban en ayudar a los que estaban tendidos en el suelo. Mientras preguntabais a vuestros acompañantes si se encontraban bien uno de ellos se acercó hasta vosotros -¿Se encuentran bien?, han tenido mucha suerte de no sufrir daño alguno- su tono de voz dejaba entrever cierta sorpresa pero sus movimientos mantenían la cortesía exacta que esperabais en aquella situación.

A Joss no le pasó por alto la mirada de la señorita Staunton pero tampoco la dio mucha importancia atribuyéndola a la tensa situación. - Señorita Shearler, señora Whittaker ha sido un placer conocerla, espero más tarde podamos compartir una velada mucho más tranquila.- Tras esto apretó la mano de Arthur mientras poco a poco iba recuperando su sonrisa. - Encantado, cuidelas y si necesita algo no dude en avisarnos.

Tras despedirse se volvió hacia las dos damas con las que se había quedado, el muelle ofrecía un aspecto desolador, le recordaba bagamente algunas de las escenas que había visto durante la Gran Guerra, sacudió un segundo la cabeza y deshecho aquellas imágenes, mientras observaba como algunos jóvenes ayudaban a los heridos. - Tienes toda la razón Anne, yo tampoco pensé que algo así fuera a suceder pero hemos salido bien parados gracias a ustedes que se han comportado notablemente. Si me permiten...- El anticuario retiró sonriente unas pocas astillas del pelo de sus dos acompañantes antes de tenderlas los brazos para retirarse de allí cuando uno de los jóvenes se les aproximó. - A parte del susto creo que todos estamos bien, muchas gracias por la preocupación, ¿ha habido muchos heridos?.

Elisabeth respiró aliviada tras comprobar que todos estaban bien, aunque miró con aprensión hacia la polea indicada por Anne, que podría haber puesto en serio peligro la vida de cualquiera de ellos.

- Creo que esta es de las aventuras más emocionantes que he vivido nunca. ¡Quién me iba a decir que viviría en Londres uno de los momentos más peligrosos de mi vida! Nos veremos más tarde Karen. - se despidió de su amiga. Luego se dirigió a Arthur y a la señora Whittaker

- Espero que pronto nos veamos en circunstancias más civilizadas. Señor Arthur, por favor cuide de Karen y de la señora Whittaker, este lugar se está calmando, pero puede que en los alrededores aun reine el caos. -

Se despidió amablemente de la anciana y ofreció la mano al caballero para que se despidiese.

Cuando se fueron los siguió unos instantes con la mirada antes de volver su atención hacia el lugar en el que estaban. Observó a la gente ayundándose unos a otros y no pudo evitar dar gracias de nuevo por la suerte que habían tenido.

Mientras que el anticuario hablaba con el hombre que se había acercado a ofrecer su ayuda, Elisabeth recordó el motivo por el cual estaban allí.

- ¡Los tesoros de Egipto! -

Rápidamente se giró para averiguar qué había ocurrido con el barco y su cargamento.

Perdona por los dos millohnes de mensajes, tenía problemas con la cobertura y creía que no los estaba enviando.

Las astillas volaron repartidas por doquier sin favoritismos de clase o religión. Por suerte para mi los caballeros se habían preocupado en colocar sus cuerpos como escudo ante los posibles proyectiles indeseados, así que solo pequeños retazos de madera y otros materiales que prefería no pensar donde habían estado llegaron hasta mi colgándose de mi ropa y mi cabello. Un fuerte sonido desvió mi mirada hacia mi derecha que es donde se encontraba el señor Petrie, el cual acababa de recibir un fuerte impacto.

Por todos los santos Petrie ¿estas bien?... en ese momento la voz de Gloria me llegó clara y audible a pesar del griterío incesante del gentío y el batir del viento que rebotaba contra mis oídos ensordeciendome. Por sus palabras pude deducir que el joven señor Jackson también había recibido uno de aquellos fragmentos mas grandes al intentar salvaguardar a mis dos acompañantes. Animo Petrie tenemos que salir de aquí... miré a mi al rededor en busca del doctor Lowell el cual me había dejado en mi posición actual, en el frío y duro suelo. ¡Doctor Lowell ayúdeme, tenemos que salir de esta marabunta o nos aplastarán!

Con las rodillas tambaleantes intente ponerme en pie, un ligero peso me tiraba de los cabellos así que comprobé que mi sombrero seguía en mi posesión pero en un estado bastante precario colgando de mis cabellos sujeto únicamente por el alfiler que lo mantenía en su lugar pero que ahora me daba un aspecto mas desvalido. Con unos movimientos conocidos por mis dedos lo desenganche y lo metí en mi bolso para evitar males mayores. Eche una mirada desde mi nuevo punto de visto mas elevado para hacerme cargo de la situación.

El eminente historiador se levantó aturdido del suelo mientras miraba a su alrededor tratando de orientarse de nuevo. Por fortuna, ninguno de los pesados maderos que habían caído a su alrededor le había alcanzado. Tras situar a todos sus compañeros miró hacia la gran extensión vacía que se habría ante ellos -Debemos salvaguardar los tesoros del Newcastle. Es ahora cuando las aves de rapiña suelen atacar- su mirada, fría y dura, se posó resolutiva sobre el dañado casco del barco.

Tras la primera oleada de miedo el pánico hizo presa de la mayor parte de la gente. En poco tiempo, lo que era una zona abarrotada de personas que se empujaban unas a otras con la intención de lograr una posición más adecuada en la recepción del barco, había pasado a ser una explanada vacía en la que pocos se atrevían a mantenerse. La policía, una vez puso a salvo a las personalidades más importantes comenzó a imponer el orden en las calles, donde una oleada de protestas y quejas amenazaba con enturbiar la seguridad pública. A vuestro alrededor apenas unos cuantos hombres jóvenes se afanaban en ayudar a los que estaban tendidos en el suelo. Mientras preguntabais a vuestros acompañantes si se encontraban bien uno de ellos se acercó hasta vosotros -¿Se encuentran bien?, han tenido mucha suerte de no sufrir daño alguno- su tono de voz dejaba entrever cierta sorpresa pero sus movimientos mantenían la cortesía exacta que esperabais en aquella situación.

Rachel se encontraba agachada junto al Doctor Lowell, que sangraba profusamente de una brecha en la cabeza -Esto ha sido horrible, horrible...- gemía la joven mientras trataba de poner en pie al científico. Con el renombrado carácter práctico de los norteamericanos la mujer se arrancó uno de los jirones de su manga e improvisó una pequeña venda -Permítame, debe de atender esa herida- dijo mientras acababa de anudarla -Debería llevarle a usted a un puesto médico, llegaran enseguida-. La joven se levantó y miró hacia sus amigos para asegurarse que todos se encontraban en buen estado.

Tras la primera oleada de miedo el pánico hizo presa de la mayor parte de la gente. En poco tiempo, lo que era una zona abarrotada de personas que se empujaban unas a otras con la intención de lograr una posición más adecuada en la recepción del barco, había pasado a ser una explanada vacía en la que pocos se atrevían a mantenerse. La policía, una vez puso a salvo a las personalidades más importantes comenzó a imponer el orden en las calles, donde una oleada de protestas y quejas amenazaba con enturbiar la seguridad pública. A vuestro alrededor apenas unos cuantos hombres jóvenes se afanaban en ayudar a los que estaban tendidos en el suelo. Mientras preguntabais a vuestros acompañantes si se encontraban bien uno de ellos se acercó hasta vosotros -¿Se encuentran bien?, han tenido mucha suerte de no sufrir daño alguno- su tono de voz dejaba entrever cierta sorpresa pero sus movimientos mantenían la cortesía exacta que esperabais en aquella situación.

Con una mirada a su alrededor Daniel comprobó que todos salvo el doctor Lowell parecían haber sido ilesos. Bueno yo tampoco...pensó haciendo una mueca ante el dolor punzante de la nuca. Aún así, sintió cierto orgullo porque, en contra de lo esperado, había sido capaz de proteger a sus acompañantes.

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Recordando de repente el valioso contenido del barco que se había estrellado contra el muelle asintió vigorosamente lamentándolo al instante por los pinchazos que le recorrieron espalda abajo.

-Quizás podríamos pedir ayuda a las autoridades...-sugirió no del todo seguro mientras se sacudía no sin mucho éxito su ajada gabardina. Varias astillas se habían clavado en la vieja tela agujeréandola y una mancha sospechosa de sangre oscurecía la solapa izquierda. Menuda faena...era mi única gabardina se lamentó interiormente. Luego alzó la mirada y observó preocupado al doctor Lowell que se tambaleaba sujeto del brazo de la joven americana. La señorita puede tener razón y quizás deberíamos de buscar un médico para él. Como haciéndose eco de su idea un agente se acercó solícito hacia ellos.

-Sí, nos encontramos más o menos bien, aunque quizás el doctor Lowell necesite cierta ayuda médica-le informó amablemente ignorando sus propias heridas. A decir verdad la simple idea de que alguna vieja reliquia Egipcia hubiese sido dañada por el golpe servía para distraerlo de cualquier otra cosa.

- Perfectamente, gracias - contestó Lord Oliver - Pero el señor Wellington ha sido golpeado por un fragmento del barco de tamaño considerable y podría estar herido. Sería conveniente que lo viese un médico.

Tras el espantoso susto, parece que aunque sigue reinando el caos en el muelle, la presencia de las autoridades ha frenado el pánico general. Compruebo con alivio que estoy ilesa y no puedo evitar sorprenderme y admirar la rápida reacción de Rachel improvisando una venda.
Las palabras de Sir Flinders me enojan enormemente - Con todos mis respetos caballero, está usted totalmente loco si piensa que vamos a abandonar a personas heridas para meternos en un barco roto a rescatar ¡vaya usted a saber el qué! - La mezcla del susto y la indignación me han hecho perder los papeles por un momento, pero respiro hondo y me tranquilizo. Agarro por el brazo al señor Jackson y me dirijo al policía - Agente, este hombre también está herido, debería atenderle un médico - Me siento muy agradecida hacia el joven, y no pienso permitir que no sea adecuadamente cuidado.

Tras despedirse de vosotros Arthur y las dos damas se alejaron hacia el perímetro que la policía iba dejando tras de sí al disolver los tumultos. El joven, tras ver que os encontrabais en perfecto estado, se encaminó hacia otro grupo de personas que parecía haber salido peor parado. Los gritos de la gente se fueron distanciando poco a poco y una extraña sensación de soledad y aprehensión se apoderó de vosotros. Casi nadie había optado por esperar a ver cual era la causa que había llevado al Newcastle a embarrancar de aquella manera. Las preguntas se empezaron a agolpar en vuestra mente. ¿Qué ha pasado con la tripulación?. ¿Y los tesoros que traía abordo?.

La lluvia, incesante, comenzó a empapar vuestras ropas, aumentando la sensación de desasosiego. El muelle se encontraba repleto de los restos del barco y casi nadie se había quedado sobre el mismo. Sobre la cubierta apenas se distinguían unas grandes cajas, ligeramente entreabiertas por el golpe, que se encontraban semiocultas bajo una gran lona blanca. En el casco, un gran agujero se abría como una enorme boca, dejando al descubierto un estrecho pasillo de la bodega. El velamen, deshecho en jirones por culpa del vendaval, se agitaba incansable sobre vosotros, entonando unos agudos silbidos. Tras unos instantes de atento escrutinio, un crujido os ayudó a descubrir a un joven que se adentraba por una escotilla del barco. ¿A donde demonios creía que iba?