Partida Rol por web

Me incorporo tras haberme abalanzado sobre el maldito orco y haberle lanzado un tajo a las piernas. "El muy cabrón siguió corriendo, y aún así, antes de ser impactado mortalmente por la flecha de Annienor, fue capaz de herir al naugrim, debemos tener más cuidado" ahora yace ante mí, miro su cadáver con asco y escupo al suelo. 

Veo venir a tres asquerosos orcos. Vienen corriendo a toda velocidad, con las armas en alto, echando espuma por la boca y soltando feroces rugidos de guerra. No pierdo un instante y me lanzo a su encuentro como un rayo. Deseo acallarlos para siempre. Corro zigzagueando, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, avanzo deprisa como una sombra, con mi espada forjada en Aman y mi escudo al frente. Puedo ver en sus rostros dudas y miedo según me acerco. Hago una finta y lanzo una poderosa y terrible estocada al primero con el que me topo — ¡¡¡Por Neldoreth!!! muere bestia inmunda.

Los orcos cargan colina arriba, la flecha arrojada por Daebeg atravesó la garganta de uno de los Orcos. El resto se detiene en seco y se arroja al suelo, escondiéndose tras las rocas. Escucháis como se gritan entre ellos en su repulsivo lenguaje gutural. Apenas veis las puntas de sus lanzas apoyadas en el suelo. Parecen haber decidido ponerse en un refugio seguro, cuando uno de ellos empieza a soplar un cuerno.

Sin embargo Ehödil carga colina abajo, golpeando con su espada a uno de ellos, hiriéndole gravemente en el hombro. 

Los yrch se habían escondido tras unas rocas... menos uno, que combatía en cuerpo a cuerpo contra Ehödil, el sindarin. Saelh se planteó la posibilidad de disparar a su enemigo, pero podía herir a su compañero. Mientras lo pensaba, escuchó un cuerno: uno de los otros orcos estaba haciendo sonar una alarma. Saehl identificó el lugar donde se escondía uno de los servidores del Enemigo... y decidió tratar de silenciarlo. Sabía que era un disparo difícil, pero aún así, lo intentó.

¡El cuerno! ¡No debía hacerlo sonar! Daebeg alcanzó otra flecha, apuntó, disparó... Apenas se había movido del sitio, y manejaba el arco con una naturalidad pasmosa, como si fuera parte de su cuerpo. Se movía un poco aquí y otro allá sin perder cobertura y sin que el tamaño del arma supusiera ninguna obstrucción.

Esos malnacidos se habían quedado escondidos. ¡Escondidos! No iban a llegar hasta mí y eso me cabreó bastante. Mis compañeros eran hábiles arqueros, pero yo no. A mí se me daba bien aplastar cabezas con mi hacha. Mientras que los elfos se entretenían en hacer blanco con las rocas, yo salí corriendo hacia donde oía ruido. Empezó a sonar un cuerno según avanzaba y vi a Ehödil enfrentándose a uno de ellos. Ahora llegaba mi turno...

La situación parecía bajo control, aunque la confianza era siemprepeligrosa en esos casos. Oteando los alrededores con cautela, Annienor enhebró otra flecha en el arco y apuntó en dirección a los orcos supervivientes, pero no disparó; ambos estaban enzarzados en combate cuerpo a cuerpo con Karel y Ehödil, que seguramente podrían superarlos. Así, en vez de tirar, rodeó lentamente y manteniendo la distancia el lugar donde se desarrollaba el combate, para tener mejor visibilidad si alguno optaba por huir o por si aparecía algún enemigo inesperado.

Vuestros ataques consiguen matar a vuestros enemigos. Los orcos caen muertos bajo los golpes de vuestras armas. Los cadáveres de los siervos de Mordor yacen en el suelo. A lo lejos los cuernos resuenan en la distancia, los orcos están alterándose poco a poco, pero por ahora no hay nada cerca.

Terminamos rápidamente con los orcos, pero ya habían dado aviso de nuestra presencia. Debíamos salir de aquí y rápido.

-"¡Maldita escoria! Han logrado avisar a los suyos, debemos partir de inmediato o pronto se nos echarán encima legiones de orcos y orientales. Nuestra misión terminará antes de haberla empezado. Debemos de buscar un camino que evite las granjas y pasemos desapercibidos. Saelh, ¿sabrías sacarnos de aquí sin ser vistos?"

Ahora primaba más actuar rápido y salir de aquí que ser sigilosos. Pero debíamos encontrar un camino seguro que nos llevara más allá de las granjas de los orientales.

Saelh... dijo Daebeg, encendido, pues esa había sido la primera vez que había matado. Todavía en caliente, la impresión no le estaba afectando en exceso, ya se vería luego.

...te propongo que busques algún lugar donde sea posible disfrazar las huellas. A partir de ahí, los que se sepan mover peor deberían ir por ese lugar, y los que nos movemos bien, deberíamos separarnos, dejando un rastro, para luego intentar despistarles y volver con los nuestros en algún lugar donde se te ocurra que podamos reencontrarnos.

¿Lo ves posible?

Miro el cuerpo de orco que yace a mis pies. Limpio el filo de mi espada frotándola contra el cadáver. Envaino y mientras el grupo decide lo que debemos hacer, la ruta a seguir y el como movernos, entre otras cosas, yo me alejo algunos metros, busco una posición elevada desde donde poder vigilar y observar por si alguien se acerca. Las continuas luchas durante años, en las fronteras de Doriath me enseñaron a siempre estar alerta, y nunca perder de vista el peligro. 

El combate había sido rápido, pero el peligro no había pasado. Sus compañeros se dirigieron a él en busca de consejo, excepto Ehödil, que se quedó vigilando.

- Podríamos hacer lo que dice Daebeg. Esperad un instante aquí mientras examino un instante el camino. Que no os vean.

-"Bien, claro que esperaremos aquí. No se dónde demonios iría en un sitio como este. ¡Grrrrrr! Malditos orcos, me han dañado la armadura. Juro que me las pagarán, todos ellos. ¡Grrrrr!"

Estaba bastante malhumorado por esta pequeña escaramuza. Me habían lanzado una jabalina sin yo enterarme de nada. Tampoco me advirtieron mis compañeros a tiempo. Para el próximo encuentro estaría más alerta, no quería que me volvieran a herir.

-"Tenemos que salir rápido de aquí. Hay que encontrar un camino que nos oculte lo antes posible."

La verdad que no me importaría encontrarme con otro rebaño de orcos, el anterior encuentro me supo a poco y mi hacha pedía sangre a raudales.

Mientras Saelh se dispone a poner en marcha la propuesta de Daebeg, Annienor arrastra los cuerpos de los orcos a cubierto. No es que las trazas del combate puedan borrarse fácilmente, pero al menos que pasen inadvertidas en un primer vistazo... Con Ehödil vigilando, pide ayuda a Karel, e intenta calmarse tras la tensión propia del momento. Salir de allí cuanto antes es lo mejor que podría pasarles.

Haz una tirada de supervivencia, dificultad 16. Sabes que hay caminos próximos, pero tienes que elegir los más adecuados y seguros.   

Saehl sabía que había caminos cerca de esta zona que podían utilizar, discretos y que les permitirían avanzar hacia el norte con menos posibilidades de ser vistos... pero cuando comenzó a buscarlos se encontró con que muchos de ellos estaban cubiertos por la maleza por no haber sido desbrozados desde hace tiempo y otros en cambio daban la impresión de ser más transitados de lo que él recordaba, lo cual solo podía significar que ahora los patrullaban los orcos o los hombres orientales.

Frustrado al no encontrar una opción óptima y viendo que el tiempo se les echaba encima, volvió sobre sus pasos hasta donde el grupo esperaba. Se había decidido por uno de los caminos, pero estaba demasiado a la vista para su gusto. - Rápido, seguidme. - dijo, al regresar junto a sus compañeros. - Me temo que los caminos han sido alterados por los nuevos habitantes de estas tierras. Algunos están impracticables y otros parecen estar patrullados. Lo mejor será que nos apresuremos a ir hacia el norte. Daebeg, no me atrevo a pedirte que crees una pista falsa, pues temo que nos separemos y no seamos capaces de volver a encontrarnos. ¡Deprisa! ¡Alejémonos de este lugar lo antes posible!

-"Si has elegido un camino, bien elegido está. Vayamos raudo detrás de Saelh."

Estaba seguro que los caminos que había dicho que estaban demasiado transitados era porque los utilizaban los orcos y orientales de la zona. Sería mejor ir por alguno que fuera poco transitado, aunque nos perdiéramos. Pero nos perderíamos juntos. Comprendía a Daebeg, pero Saelh tenía razón. Si nos separábamos seguramente no volviéramos a encontrarnos.

Dispuse mis cosas y seguí a Saelh hacia la nueva senda. Aún seguía malhumorado por la herida infligida por la jabalina....

Es natural, Saelh, en esto dependemos de la suerte: hace falta un buen lugar que facilite esa maniobra. Quizá podamos ganar tiempo corriendo, en tanto vienen sus husmeadores, y llegar a algún sitio que facilite una maniobra así. Un riachuelo bastaría, por ejemplo, que los menos hábiles pudieran remontar por dentro del agua, mientras los otros creamos la pista, porque el río es fácil de seguir luego, y reencontrar a los nuestros.

Si tú dices que no hay tal lugar por aquí, es que es así.

Pero corramos, pues el enemigo va a saber que estamos aquí. Esto será una tarea para piernas inquebrantables, y la velocidad no nos servirá de mucho, excepto por una cosa: los que tenemos las piernas más largas podemos ir y venir borrando el rastro lo mejor que podamos. Yo cubriré la retaguardia haciendo eso, pues puedo moverme sin ser visto, y quien quiera venir conmigo.

Mientras hablaba, recuperaba sus flechas y procuraba confundir los rastros, de manera que el enemigo consiguiera la peor información posible de lo que ahí había pasado.

El montaraz asintió ante las palabras del laiquendi. - Bien, Daebeg, lo haremos así, intenta ofuscar nuestro rastro. Pero no te alejes mucho de nosotros. Si encontramos un lugar propicio para intentar una estratagema más elaborada, lo haremos. Yo guiaré al resto del grupo, - dijo, haciendo una señal a sus otros compañeros - ¡seguidme!