Partida Rol por web

La agente Lewis alzó las cejas. Habían ya logrado convencer a uno de ellos, pero el otro no iba a ser sencillo. Adele sabía que Max se sentiría identificado, él mismo había tenido que luchar contra su problema del alcohol y ella había estado para él en esos momentos. Sin embargo, eso no significaba que se iba a mostrar tan atenta y agradable con aquel hombre que les estaba poniendo las cosas difíciles.

-Señor O'Hara, es libre de decidir si ayudarnos a continuar con la investigación o no. Pero escuche lo que voy a decirle. Tal vez no ahora, pero cuando medite sobre este momento una vez que nos hayamos ido, ¿cómo se sentirá de saber que no hizo todo lo que pudo por su hija? ¿Que prefirió aferrarse a su odio y su rencor por la autoridad que a aceptar la mano que se le ofrece?- Se le quedó mirando fijamente. -Nosotros estamos aquí queriendo ayudar. Es usted quien le está cerrando la puerta a descubrir la verdad sobre Theresa.-

Tajante, pero esperaba que lo suficientemente contundente para lograr que el hombre comprendiera la importancia de permitir hacer la prueba de ADN.

Gregor O'Hara mantuvo la mirada de la agente Lewis durante un buen rato, pero fue incapaz de decir ni una sola palabra. Quitó con furia una caja de pizza de un sillón y se sentó allí, pasando su mano por el rostro y mirando de hito en hito a los tres policías.

—Espero que después de montar todo este circo sean capaces de darnos a mi mujer y a mí algunas respuestas satisfactorias.

El sheriff Taylor se relajó pero su famosa mueca de dolor cruzó su rostro por un momento.

—Juliette, ¿te importa si cojo un vaso de agua? —preguntó con amabilidad—. Estoy seco.

Max guardó silencio observando los gestos de aquella pareja. La mujer cedió gracias a la ayuda de Adele, al hombre le constó un poco más entrar en razones. Pero para eso Addi y Max eran un equipo, lo que no conseguía uno lo hacía el otro. Pero para Max aquello se tornaba cada vez más complicado por aquella niña de unos dos años que la mujer ex-drogadicta sostenía en sus manos. Debía lograr separar lo que sentía en aquel momento por la realidad que tenía delante.

La pequeña, el alcohol, la policía llamando a la puerta... todo le resultaba demasiado duro en aquel momento. Podían haber parado a tomar un refresco antes de ir a la casa de los O'Hara y centrarse un poco después del golpe con los rangers, pero el sheriff tenía demasiada prisa.

Y ahora Max también.

- Señor O'Hara. Vendremos con todas las respuestas que podamos darle en cuanto tengamos el resultado del ADN. Si el FBI nos ha enviado a mi superiora y a mí para este caso, es que se lo están tomando enserio desde un poco más arriba. Para recoger una muestra de ADN podían haber enviado a un par de agentes de campo y ante su negativa marcharse y no volver a saber más del FBI. - Dijo con voz calmada, tratando de aliviar su propio pesar.

- Pero espero que entienda que, cuando vengamos con esas respuestas, nosotros vendremos con preguntas también. Créame si le digo que ójala que hace 24 años hubiesen existido los avances de hoy en día. Quizás yo ya tendría en mis manos la respuesta de donde está mi hija. Usted quiere ayuda con el caso de su hija, ahora la tiene y quien mejor de alguien que sabe que es perder a su mujer y a su niña el mismo día y no saber que pasó con su pequeña. Si esa no es suficiente garantía de ayuda, dígame cual cree que será. - Seguía hablando al hombre lo más tranquilo que podía y que la situación le permitía. 

- No hemos venido hasta aquí para darles unas palmaditas en la espalda, señor O'Hara. El FBI no se moviliza para eso. Hemos venido porque hay algo y sea lo que sea, volveremos con las respuestas, pero sin su ADN no las tendremos... al menos no todas. Y sin su colaboración menos tendremos aún. - La mirada de Max se cruzó con la de la señora O'Hara y miró a su hija. A malas quedaba jugar la carta de presionar para que se recuperasen y le diesen todo el amor que no podían darle a Theresa a la niña que ahora, tan protectoramente, sostenía la mujer en sus manos.

Tras esto miró al sheriff, para luego mirar a Adele. Su mirada lo decía todo o casi todo. Estaba cansado mentalmente y no podía dar más de sí en ese momento o así se sentía. Pero aún podía jugar una carta más. Sería dolorosa, muy dolorosa para él, pues no sabía que pasaría si la jugaba y a su regreso se encontraba con algo que no le gustase. Addi ya le había visto dejar alguna vez una de las fotografías de su familia que siempre llevaba encima, como prenda para demostrar que volverían, pues era lo más preciado que tenía. Pero aquella familia era distinta y si la aceptaban y Max volvía y no recuperaba esa fotografía intacta...

Juliette dirigió una mirada impaciente a su marido mientras acunaba a Violetta, quizás con demasiada energía para que la pequeña puediera dormirse aunque, al menos, ya no lloraba.

—¡Está bien, está bien! —exclamó Gregor abriendo los brazos—. Hagan lo que tengan que hacer; pero les juro que si intentan tomarnos el pelo otra vez... —miró con hostilidad al sheriff que apuró su vaso de agua, dejó el vaso con cuidado en el único hueco de la mesita de té ante la señora O'Hara y le devolvió la mirada.

—¿Qué harás? ¿Vas a venir a matarme acaso? —sonrió con una dureza poco acostumbrada en el viejo servidor de la Ley.

Gregor bajó la mirada. Había perdido aquel combate contra todos.

Max no perdió de vista la escena que tenía delante y asintió a Adele para hacer él mismo el trabajo de recogida de muestras. Por su mirada no se fiaba demasiado del hombre y prefería llevarse él mismo el golpe. Abrió el maletín en una zona limpia, si es que había algo de eso en la casa y se puso los guantes de latex. Luego sacó un par de bastoncillos para coger las muestras de ADN bucales. - Es muy sencillo. - Sacó el extremo del bastoncillo el cual era similar al de limpiarse los oídos. - Introduzco esto en la boca, froto un poco en un lateral de la misma y con eso será suficiente.

Como la señora O'Hara era la que más tranquila estaba en ese momento, Max optó por empezar con ella. - Abra la boca, señora O'Hara. No tardaré. - Una vez tomada la muestra, le dio el bastoncillo correctamente cerrado a Adele para que pusiera el nombre y la fecha en su etiqueta, adherida al envase. - Señor O'Hara... su turno. - Repitió el proceso con el hombre y de nuevo le entregó a Adele la muestra para que se encargase de ello.

Max se quitó los guantes de latex y se los guardó en un bolsillo de la chaqueta, aunque si los hubiese arrojado al suelo, nadie lo hubiese notado. Luego sacó una tarjeta de su bolsillo y un bolígrafo y anotó algo en la tarjeta. - Este es mi número de móvil personal, el de mi casa... abajo están los oficiales, tanto el de mi móvil como el de mi departamento. Si llaman allí, pregunten por mí y si estoy en la oficina, les pasarán con mi mesa, sino... dejen el recado. Si en cuarenta y ocho horas no hemos vuelto, puede llamarme a cualquier número y exigirme todo lo que quiera, señor O'Hara. - Le dijo tendiéndole la tarjeta.

- Quizás usted no confíe en que regresemos, pero con esto le quiero demostrar que yo si estoy convencido que volveremos en cuanto tengamos los resultados. - Luego miró a Adele. Por él ya podían irse. Había dado su palabra a los rangers de que podrían estar presentes cuando hablasen con ellos y registrasen la casa y pensaba mantenerla, salvo que su superior optase por lo contrario. Y era más que evidente que, después de tantos años, respaldaría a Adele en la decisión que tomase, pesase a quien le pesase. - No le daría mi número personal a nadie que pudiese estar llamándome a todas horas. Y en caso de que nos quitasen el caso, que es una opción, se lo haría saber igualmente. Ya nos retiraron de uno para venir hasta aquí...

Asombrosamente, Juliette fue más rápida que su marido al agarrar la tarjeta de visita del agente Jordan y se quedó un momento mirando a sus ojos, como si pretendiera leer algo en ellos*. Pasados unos incómodos segundos la joven regresó a su lugar en el sofá. Su marido, testigo de aquella mirada, se mordía un dedo pensativo y no del todo confiado. No obstante, el tipo estaba más pendiente de la agente Lewis, de cómo guardaba el instrumental y de cómo se movía por aquel salón atestado de desperdicios y de mugre. 

El sheriff Taylor tomó su sombrero dando muestras de su intención de salir de allí, no sin antes agradecer a los O'Hara su colaboración, por lo que recibió una cálida sonrisa por parte de Juliette y un bufido de hartazgo por parte de Gregor.

—Agentes, ¿nos vamos?

Finalmente el señor O'Hara se había dispuesto a colaborar, y Adele observó como Max se encargaba de tomar las muestras pertinentes. De momento la agente federal aún no había sentido miradas prejuiciosas por parte de aquella familia hacia su persona, no más que las que pudieran lanzar a su compañero, pero de todos modos creía que les causaría menos impresión ser atendidos por él que por ella.

Una vez guardó e identificó cada una de las muestras, las guardó dentro del maletín con cuidado. El sheriff también parecía tener ciertas prisas en salir de allí, así que asintió a su pregunta. -Es todo. Muchas gracias.- Terminó por decir escuetamente la agente Lewis, preparándose para retirarse del lugar.

La parte difícil ya había pasado, sólo quedaba esperar.

Max miró asombrado la velocidad de reflejos de la mujer y sus miradas se encontraron. - Salvo el diecisiete de agosto y el día once de diciembre, que haran veinticinco años de la desaparión de mi hija y cumpliría veintiocho años más adelante, pues esos dos días desaparezco del mundo y el mundo desaparece de mi vida, llamen cuando lo necesiten. - Le dijo a la mujer con dolor en su mirada. Max no fingía y la mujer lo pudo leer con claridad en su ahora triste mirada por recordar tanto a su pequeña.

Tras estas palabras miró al hombre y luego a la mujer. - Nos veremos antes de lo que creen. Gracias por su colaboración. - Estaba deseando salir de aquella casa y respirar aire puro, sin malos olores. Cerró el maletín y se encargó de sacarlo fuera.

Una vez en el exterior, el calor era de nuevo sofocante. - Vamos, sheriff, le invito a tomar un refresco en algún sitio. Por su ayuda y las molestias. - Le dijo Max al hombre, para luego mirar a Adele. - No se los demás, pero yo estoy seco y necesito una parada antes de llevar las muestras al laboratorio. No me separaré del maletín para no romper la cadena de custodia. - Aseguró a Adele.

Habían hecho el viaje del tirón. No había sido demasiado tiempo realmente, pero sumando el transcurrido en la oficina, el calor que hacía y que era humano y tenía necesidades básicas como beber o desbeber, pues necesitaba hacer ambas cosas.

—Me lo ha prometido, recuérdelo —dijo Juliette a Max mientras cerraba la puerta de su vivienda.

Al sheriff no se le había escapado el cruce de miradas y la conversación entre el agente y la madre de Theresa. Una leve sonrisa de satisfacción iluminó brevemente su rostro.

—Cuídate y cuida a la pequeña —ordenó paternalmente antes de que Juliette cerrara del todo. El ofrecimiento del agente Jordan le pilló por sorpresa, mientras se dirigía hacia su coche—. Eh... De acuerdo, síganme, conozco un lugar cercano donde podemos tomar algo.

Con la misma velocidad de antes el sheriff les llevó de vuelta por la carretera hasta la zona turística recreativa por la que habían pasado antes y se detuvo en el aparcamiento de un típico bar de carreteras, aunque sin la decoración de aquellos locales donde se desnudaban las stripper. El edificio constaba de una única planta y estaba construído en madera pintada de un color marrón bastante vulgar. A esa hora ya eran numerosos los vehículos estacionados, algunos con placas de matrículas de otros estados, incluyendo algunos bastante al norte.

—Uncertain apenas llega a los cien habitantes en invierno, pero desde abril hasta octubre tenemos muchos visitantes que vienen a disfrutar de la belleza del bayou —informó el sheriff mientras caminaban hacia la entrada—. Son una fuente importante de ingresos para el condado, pero también problemas extras para mi oficina.

Al traspasar la entrada les dio la bienvenida un ambiente oscuro y algo cargado de humo de tabaco. Al frente se encontraba la larga barra de madera oscura, atendida por dos tipos cuarentones con pinta de camioneros. En la sala había tanto mesas como algunos reservados, todos ellos ocupados, además de la omnipresente mesa de billar. El hilo musical de la emisora local sonaba un poco demasiado fuerte en los altavoces.

Cuando el jefe Taylor llegó a la barra acompañado de los dos federales, uno de ellos una mujer negra y la única persona afroamericana en el local, algunas conversaciones se acallaron, unos cuantos pares de ojos se fijaron en el trío y los jugadores de la mesa de billar más alejada prorrumpieron en una risa mal disimulada.

—¿Qué va a ser, jefe? —preguntó uno de los camareros, con toda seguridad el dueño o encargado del local.

—Buenas tardes, "Big Jim", ponme solamente una cerveza que estoy de servicio —pidió acodándose con total confianza mientras echaba un vistazo alrededor—. ¿Qué van a querer ustedes, agentes?

El tal "Big Jim" observó a los dos federales con ojo crítico y sin saludar a ninguno de los dos.

Max miró por última vez a la mujer y asintió con la cabeza antes de alejarse de allí.

Resultó sencillo convencer al sheriff para tomar algo juntos. La verdad es que era la mejor manera de moverse por racismolandia sin tener que sacar la placa, aunque los trajes delatasen a ambos agentes. Nuevamente regresaron por donde habían venido por aquella carretera de mala muerte a una velocidad de locos.

- Espero que no tarden con el resultado de las pruebas. - Le dijo Max a Addie. - Necesitan cerrar ese capítulo y tener esas respuestas. - Lo sabía por él mismo, pero también por la mirada de la mujer. Esperaba que fuese Theresa y que eso le diese una oportunidad a la hija pequeña de los O'Hara a llevar una vida mejor que la que tenía en aquel momento. Lo único bueno que por ahora sacaba de ese lugar, es que esa niña debía ser inmune a casi cualquier enfermedad, virus y bacteria por las condiciones en las que vivía.

Una vez llegaron al lugar, Max cogió el maletín con las pruebas dentro. La cadena de custodia decía que no se debía perder de vista en ningún momento las pruebas y eso pretendía hacer. Entró en el local siguiendo al sheriff y a Adele y el ambiente que respiró le gustó incluso menos que el olor de la casa de los O'Hara. A Max no le disgustaba la música country, de hecho le gustaban varios artistas como Willie Nelson, Dolly Parton o Billy Ray Cyrus, que fue un bombazo internacional con su Achy Breaky Heart* en el 92.

El agente del FBI procuró ignorar los gestos y miradas de los demás, así como aquel silencio que hizo que la música pareciese subir de volumen. - ¿Buenas tardes? - Se preguntó Max antes de mirar la hora en su reloj. Si aún no habían comido... - Yo tomaré un refresco de cola. - Respondió al sheriff ignorando al maleducado camarero o dueño del local, que era lo más fácil que fuese. - Y necesito ir al aseo, ¿podría indicarme donde está, sheriff?

Estaba seguro de que no había tocado nada en la casa de los O'Hara, pero le venía bien lavarse las manos y refrescarse un poco la cara. Iba a dejarle el maletín a Adele, pero optó por llevárselo consigo. Y mientras sabía que las miradas continuaban pendientes de ellos, sacó los grilletes que llevaba a su espalda y se enfrilletó al maletín de pruebas, dejando ver de paso, el arma que portaba bajo la chaqueta, con la clásica funda sobaquera. - No tardaré.

Esperaba que ninguno de los presentes fuese tan estúpido como para meterse con Adele mientras estuviese el sheriff a su lado.

En el recorrido hasta el bar, Adele miró de reojo a su compañero y soltó un suspiro. -No sé si ha sido buena idea darle todas las maneras de contactarte, Max. Menos ahora con el tema de Lisa.- Alzó las cejas, puesto que estaría obligado ahora a contestar llamadas de números desconocidos sólo por si es posible que se trata de los O'Hara. Al menos no había cometido la imprudencia de entregarles la imagen de su hija, pues estaba poco segura de que cuidarían de ella del modo que él pensaba, incluso podrían dañarla a modo de venganza.

Una vez ingresaron al bar, la agente se supo observada. Respiró con profundidad y avanzó con los dos hombres hasta la barra, pretendiendo ignorar las miradas y las risas. Tomó asiento junto al sheriff, antes de que el bartender les atendiera, o mejor dicho, atendiera al hombre. -Deme lo mismo que al Sheriff Taylor.- Dijo la agente. Pidiera lo que pidiera le iban a juzgar, así que no iba a intentar aparentar ser algo que no era. Y una cerveza fría en ese momento no le vendría nada mal. Vio a Max alejarse hacia el aseo, y aprovechó en ese momento para dirigirse hacia el sheriff.

-Gracias por haber venido con nosotros. Su presencia nos hizo el trato con la familia más fácil.- Aún con la hostilidad que había mostrado el señor O'Hara hacia el oficial del condado, estaba segura que de haberse presentado ellos solos no le habrían siquiera abierto la puerta. -¿Hace cuanto que los conoce, Sheriff? ¿Hay más familia, hermanos?- Le causaba gran curiosidad el hecho de que no le hubieran quitado la custodia de la pequeña a aquella pareja, sabiéndose lo que se sabía de ellos. -¿El marido es asiduo de este bar?- Preguntó también como si fuera una pregunta trivial.

El sheriff alzó su vaso a modo de respuesta.

—Gracias a ustedes por venir y por su compromiso con el caso de los O'Hara —respondió siguiendo al agente Jordan en su camino al pestilente aseo de aquel bar con el aparatoso maletín; de nuevo aquella sonrisa boba asomó a sus labios—. Porque espero que lo de antes no haya sido una simple estratagema para lograr las muestras de ADN.

Jason Taylor estudió el rostro de la agente Lewis. En su fuero interno los prejuicios de décadas luchaban por cerrar la brecha que había abierto en ellos algo más importante. Le hizo al barman el gesto universal con los dedos para pedir dos chupitos de bourbon y cuando se los sirvieron empujó uno hacia Adele y lo chocó con el suyo a modo de brindis.

—A Gregor lo conozco de hace años —comenzó tras apurar el chupito y pedir otra cerveza—. Siempre fue un chico difícil que frecuentaba malas compañías y tomaba las decisiones equivocadas en los peores momentos. Sus padres eran dos buenos prendas también. Los dos fallecieron cuando él era todavía un veinteañero. Ajuste de cuentas fue la conclusión del caso... Gregor no es cliente de este bar o, mejor dicho, antes lo era hasta que decidieron contratarlo. Trabaja aquí cuando está lo suficientemente sereno; es decir, casi nunca.

La mueca de dolor se hizo evidente con un gesto más agudo. El sheriff gruñó quedamente y le dio un largo trago a la nueva bebida.

—Juliette no es de aquí. Nació en Lousiana, en algún pueblo pequeño. Era una chica muy dulce, pero también muy estúpida. Venía huyendo de ella misma y lo único que consiguió fue alcanzarse aquí en Uncertain. Se dejó engatusar por Gregor, un auténtico rompecorazones especialista en mujeres que mojan las bragas fácilmente; perdone la expresión. Lo pasó fatal con ese cretino y con su ex, Shondra. Esa zorra entraba y salía de casa como si fuera todavía la mujer de Gregor y no perdía ocasión de zurrar a Juliette. Hasta que la chica tuvo a Theresa. Shondra terminó en urgencias con una puñalada en las tripas y no me duele decir que ni siquiera nos molestamos en llamarle la atención a Juliette. Pero luego... —el sheriff se interrumpió para espantar algunos fantasmas de su cabeza—. No podemos quitarle a Violetta (menudo nombre de mierda para ese angelito), es lo único que evita que esa chica se mate —concluyó con la mirada de nuevo fija en la agente Lewis.

Max se encaminó al aseo de caballeros evitando las miradas de quienes permanecían en el local. Sabía que un mal gesto podía desencadenarse en una pelea en lugares como aquel y no tenía ganas de mancharse la camisa de sangre de un paleto racista. Una vez en el baño se lavó la manos, hizo el apropiado uso del váter, buscando la intimidad y la seguridad en él, soltando la maleta de su muñeca para aquello y volvió a lavarse las manos y se refrescó la cara y la cabeza. Volvió a engrilletarse al maletín y salió del baño.

De camino hacia la pareja que ya parecía servida, observó como el sheriff hacía un gesto y les servían dos chupitos de whisky. Max se detuvo en seco y dejó a Adele actuar con normalidad, sacando su móvil y mandándole a Sam el nuevo número de teléfono de Lisa, antes de que se le olvidase.

Tras la decisión de Adele de beber o no aquel chupito, Max se unió a la pareja. - El bayou será precioso en esta época del año, pero el calor aquí es un asco. - Se quejó al llegar y tomó su refresco para darle un trago. Estaba seco. - Pero sigan, por favor. Ya me pondrá al día la agente Lewis de vuelta a la oficina del FBI. - Le dijo a ambos con una sonrisa cansada por aquel calor y tener que ir con aquel traje y la corbata. En cuanto se subiese al coche, la corbata iría fuera. Ya se la pondría al llegar.

- Hablando del bayou... - Habló de nuevo Max cuando tuvo ocasión. - ¿Cómo funciona aquí el tema de las embarcaciones? ¿Uno viene con su barca, la bota y se pierde en las aguas o hay un embarcadero donde se cojan los registros de todas las embarcaciones que se mueven por la zona? ¿Sería posible llegar desde aquí hasta la isla? - Evitó decir el nombre, el sheriff debía imaginarse a cual se refería.

Adele dudó un instante cuando el sheriff pidió el par de chupitos. Chocó el vaso con el sheriff, pero lo dejó en la barra. -Le agradezco el gesto, pero me toca manejar el viaje de vuelta y prefiero evitar problemas en el camino.- Dijo. De la cerveza si bebió, agradeciendo el frescor de la bebida. -Le aseguro que las palabras del agente Jordan y mi persona a los O'Hara no fueron dichas en vano. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para resolver este caso, se trate o no de la niña.-

Notaba desde que habían conocido al hombre que tenía algún gesto de dolor, y mientras le escuchaba respecto a la pareja, se fijó en sus gestos y movimientos, intentando descifrar si el dolor se le producía al moverse de cierto modo, si se trataba de algo físico o si era más bien pensamientos tortuosos los que provocaban esos gestos. -Vaya par.- Dijo sin poder evitarlo, mientras Max se acercaba y se agregaba a la conversación con una pregunta interesante. Adele le miró desde su vaso, entendiendo por donde iba su compañero. Esperó a que el Sheriff Taylor respondiera a la pregunta de Max, pensando en la pequeña Violetta y la suerte que había tenido de nacer con tales padres. Había personas que deberían ser esterilizadas como a los animales, se evitaría que más niños infelices llegaran al mundo.