Partida Rol por web

En una fosa poco profunda

Jueves, 17 de junio de 2004. En una fosa poco profunda

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29/09/2022, 21:02
Director

Notas de juego

Ok. eso os coloca en +5. ¿Alguien más? ¡Venga, animaos a machacar al reverendo!

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30/09/2022, 04:36
Jordan DeFuss

 DeFuss esta vez tomó asiento al lado de Lewis, manteniendo contacto visual con el reverendo. El abogado ya estaba fuera de la ecuación, y solo había que ver la forma correcta de empujar a Rumsfeld al borde. El veterano suspiró, escuchando las palabras de su compañera y sintiendo que faltaba una pequeña cosa. Algo que interesaría al fanático religioso.

- Es momento de responder por sus actos, reverendo... hizo lo que hizo, y debe pagarlo. Quizá usted lo consideré un "castigo terrenal" vacío, pero... sabe que va a pasar mucho tiempo tras las rejas. Porque no... ¿por qué no nos ayuda en este último momento? Ayúdenos a cerrar todo esto. Confiese y traiga paz a este asunto...

 Era raro que, de parte del agente más apático y sobrio de la investigación, viniera aquel intento de empatía. Ni siquiera se podía decir a aquella altura si había algo de genuina comprensión detrás de la voz de Jordan. Pero el hombre estaba intentando crear algún tipo de redención final para aquel agotado y fracasado ser que ya no tenía más salidas. Una última mano redentora que, a luz de todas las cosas que habían pasado, la mayoría de la gente pensaría que no se merecía.

 Y aún así, DeFuss miró con sus ojerosos y cansados ojos a Rumsfeld, frente a frente. Dejando de lado a los demás agentes, al abogado, a las pruebas... buscando algo en el hombre que se asemejara a algún sentimiento de culpa o remordimiento.

- Usted realmente cree que hizo lo correcto, ¿no? ¿Usted quería salvar a esos niños?... vamos, Alan, permítales descansar en paz...

Notas de juego

 Me sumo a la batalla agregando un +1. Y además invocó "Redención bíblica" agregando uno más y quedando en +7. Si parece medio forzado, entonces haré uso de mi último punto de destino.

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30/09/2022, 08:34
Director

Notas de juego

+8, DeFuss. Tú sumas +3 con tu apoyo y la invocación del aspecto Redención bíblica.

@Moira, Scott, ¿queréis intervenir también vosotros en este alegato final?

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30/09/2022, 12:03
Scott Bennet

La presión de los agentes había hecho que, finalmente, Luttwak terminara perdiendo los estribos, aunque el reverendo Rumsfeld se mostraba aún más alterado. Estaba rodeado, arrinconado, y no había nada que pudiera salvarle de dicha situación.

-No hay forma de que se libre de esta, Rumsfeld -indicó Bennet, sabiendo que incluso si no obtenían una confesión ese día, las pruebas materiales eran suficientes para encarcelar al anciano de por medio-. A cada segundo que lo niegue, será una línea más en nuestros informes indicando cuánto se negó a reconocer sus acciones. Usted manipuló a sus feligreses. Organizacó los secuestros. Asesinó a esos niños. Y de algún modo, consideró que mantener a algunos de sus progenitores cerca de usted, concediéndoles empleos o segundas oportunidades, serviría para purgar su alma. Pero no. Ahora le toca pagar por sus acciones, padre.

Notas de juego

Añado otro +1 al invocar el aspecto Estoy siendo honesto 

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01/10/2022, 19:22
Director

Notas de juego

Perfecto, +10 (invocar un aspecto suma +2).

@Moira, la última intervención es tuya.

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01/10/2022, 20:57
Moira Greenwrim

Moira estaba disfrutando con los gritos de Rumsfeld, incluso se le escapó una media sonrisa sarcástica a medida que el ambiente se enraizaba. El reverendo estaba pillado por los huevos y no tenía salida, sólo quedaba caer o morir huyendo.

Seguro que en algún momento pensó que era un referente, un guía.- Mantuvo su sonrisa, deleitándose con sus palabras.- Tenía a todo el condado a sus pies, muchos le admiraban y obedecían.- Pensó en la pareja con la que se cruzó, ambos cegados por el reverendo.- Dígame, ¿cómo se siente ver que ha perdido todo lo que tenía?

Cruzó los brazos, observándole.

Ha perdido a sus peones, su lugar, su palabra… Al parecer también su cordura.- Se inclinó sobre la mesa, acercándose un poco al hombre mientras bajaba disimuladamente la voz, susurrando.- Es débil y está solo. Que Dios se apiade de usted, eso si no lo ha abandonado como el resto.

Notas de juego

Quiero gastar si puedo mis 3 PD. Lo uso con "Este mundo no está hecho para los débiles", y el que encaje, que tengo un lío y no sé cual se ha gastado y cual queda.

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02/10/2022, 18:46
Alan Rumsfeld

Un largo silencio se apoderó de la sala. Todos, incluyendo al abogado, esperaban la respuesta del reverendo. Rumsfeld se hundió en la silla, bajó la cabeza, los ojos fijos en la superficie de la mesa y una lágrima le corrió por la mejilla.

Yo solamente he sido el instrumento de Dios en uno de sus planes inexplicables —comenzó con voz queda, sin rastro de la vibrante energía que le caracterizaba—. Todo estaba escrito en el libro, una especie de misal en latín escrito por Oliver Wheather, el abuelo del reverendo Francis Wheather, del que heredé su parroquia. Me llevó muchísimo tiempo entender lo que estaba escrito en él. Tuve que hacer un curso de latín a distancia. Pero cuando traduje su contenido me di cuenta de que lo que allí estaba escrito era una extraña interpretación de la Biblia, donde los beneficios materiales otorgados por Dios a los auténticos creyentes eran completamente reales. A cambio solamente era necesario llevar una vida cristiana intachable y, de este modo, se obtenían las recompensas que podían hacernos la vida más llevadera.

»Pude comprobar personalmente que el poder de los rituales propiciatorios del libro eran ciertos. Me asusté, porque aquello no comulgaba con la heterodoxia de los escritos de los Padres de la Iglesia; pero, al fin y al cabo, se trataba de hacer el bien al prójimo. Comencé a predicar con muchísimo cuidado la palabra revelada por el pastor Oliver Wheather y, para mi sorpresa, fue fácilmente acogida entre los fieles de mi parroquia. Ahora quiero creer que una comunidad empobrecida por las sucesivas crisis económicas de la industria y la ganadería local, prestó toda la atención a la promesa de recompensas materiales para la mejora de las condiciones de vida e incluso para la consecución de pequeños lujos.

»Todo parecía ir viento en popa para aquellos hombres y mujeres de Smithland, así que la buena nueva se extendió a Uncertain, Karnack, Baldwin, Marshall y Jefferson: plazos de hipoteca vencidos que eran renegociados por los bancos, pólizas de seguros que se revalorizaban, pequeños premios en las loterías, créditos concedidos sin apenas avales, deudas que se condonaban… La parroquia se vio desbordada los domingos por la mañana y hubo que elegir lugares al aire libre o locales públicos para celebrar los oficios.

»Hubo gente que, por envidia, rencor, miedo o superchería, comenzaron a dirigir invectivas y acusaciones de herejía e incluso llegaron tan lejos como denunciarme al Consejo Nacional de Iglesias Baptistas. Sin embargo, con la ayuda de Dios, el CNIB determinó que no existían pruebas de ninguna violación del dogma cristiano. Tenía al Señor y a sus siervos más respetables de mi parte; pero mi corazón todavía albergaba un temor, una voz que me hacía dudar de mis actos y de mis palabras. Entonces vi que necesitaba ocultar el secreto de nuestros dones, especialmente el ritual de Petición de Gracia y Bienes, confiárselo únicamente a un grupo reducido de personas, los más leales que me ayudaran con los rituales más complejos. Ellos me otorgaron la fuerza necesaria para llegar al final.

Alan Rumsfeld hizo una pausa. Buscaba un vaso de agua que no existía. Tragó la poca saliva que le quedaba en la boca y prosiguió con su relato.

El ritual más poderoso se llama El Sacrificio de Isaac y debía ser ejecutado inmediatamente antes de la Petición de Gracia y Bienes. El problema es que exigía la sangre de un inocente que, a cambio de su inmediata ascensión a los cielos, otorgaría más fuerza a mis plegarias. Yo tenía muchas dudas, más que nunca me preguntaba si aquel libro no se trataba de alguna ladina artimaña del Maligno para confundir mi voluntad sincera de ayudar al prójimo. Pero ellos me convencieron de que hacíamos lo correcto. Sobre todo una mujer, Jessica M. Heldal, una pequeña y ambiciosa empresaria de Washington. Ella encontró enseguida muy interesantes las pruebas del éxito de mis prédicas y, poco a poco, venciendo mi resistencia inicial, a través del acercamiento humano que yo siempre creí puro y sincero, logró colarse entre las filas de mis más fieles acólitos.

»Ella fue la primera pero no la última: libres del temor al rechazo del resto de la comunidad, algunos de los visitantes forasteros se introdujeron en mi iglesia. Gente como Ryan Hanks o Peter Mansfield, a los que yo contemplaba como una amenaza mucho menor que a mis propios vecinos. De ese modo, poco a poco, año tras año, les fui revelando el auténtico poder del libro De humana fortuna et Divina Gratiae.

»No obstante, me guardé para mí el secreto de la ejecución de los rituales, para evitar el uso indebido de los mismos o su transmisión a gente extraña a nuestra comunidad. Y sé que hice bien, pues muchas veces he contemplado la mirada de codicia en los ojos de Jessica y de Mansfield. Esos dos se habrían hecho con mi libro sin dudarlo y se habrían largado con él, privándonos del poder y de la gloria de Nuestro Señor.

»Con todo esto vi el momento de dar el paso hacia un camino sin retorno. Yo estaba totalmente convencido de la Verdad revelada de las palabras de Oliver Wheather, pero otros quizás fueron empujados por sus deseos más egoístas. Juntos tomamos la decisión de segar una vida inocente para lograr el mayor bien para nuestros hermanos.

El rostro del reverendo se endureció un poco y su voz se tornó un poco más firme.

La primera víctima fue un chico joven y negro, Amos Thompson, un retrasado de unos 20 años cuya desaparición apenas sí fue investigada. Todo el mundo aceptó que Amos había sufrido un destino aciago, fruto de la irresponsabilidad de sus tutores, unos tíos casi ancianos que malvivían en Karnack, cerca del lago. Pero el resultado no fue el que esperábamos. El auténtico despliegue de poder vino con la ofrenda del primer niño, Samuel Tillman, la víspera del equinoccio de otoño, tal y como indicaba el ritual. Por fin comprendimos cuál era la exigencia real de Dios como prueba de auténtica fe de sus creyentes. Todavía hubo algunos disidentes, un matrimonio de Austin, un vecino de Uncertain y dos jóvenes amigas de Saint Louis que pagaron con su vida la apostasía; pues no podíamos permitirnos fracasar ahora.

»De todas formas, no todos los rituales fueron ejecutados exitosamente. En esos casos me desesperaba pensando qué había hecho mal y por qué Dios había decidido no concedernos Sus dones… Solamente podíamos esperar pacientemente hasta el siguiente equinoccio o solsticio para repetir nuestras rogativas.

El reverendo se había enderezado de nuevo en la silla, como si su cuerpo se hubiera librado de una carga y se hubiera vuelto más liviano. Hablaba ahora en un tono casi didáctico.

El principal problema para llevar a cabo el ritual era encontrar a las víctimas propiciatorias. Debían ser criaturas inocentes que, con su noble sacrificio, trajeran la dicha a nuestra comunidad. Hay muchos pequeños así que sufren a manos de sus propios progenitores, retoños de una familia disfuncional, marginal o desestructurada; una familia pecadora, al fin y al cabo. Su mayor recompensa en esta vida, por tanto, es servir a Dios y engrosar las filas de sus fuerzas celestiales, antes que vivir en la miseria moral y material que les proporcionan sus hogares.

»Así pues, mis leales y yo mismo estudiábamos a la víctima potencial, sus hábitos y, sobre todo, los momentos en que sus padres les descuidaban. Cuando estaba seguro del candidato, nos reuníamos en la iglesia para pedir a Dios que nos otorgara el éxito en la misión. Enviaba a mis leales a que se aproximaran a la víctima, la persuadieran o, en último término la abdujeran por la fuerza. Todas eran trasladadas en última instancia a la cabaña de caza abandonada en los pantanos de Uncertain, propiedad del anterior reverendo Francis Wheather. Allí les cuidábamos, les alimentábamos y velábamos por su seguridad las 24 horas del día y de la noche. Nunca fallamos y nadie fue testigo directo, otra señal más de que cumplíamos con la voluntad del Señor.

»Nunca abusamos de los niños, aunque eran desnudados salvo su ropa interior y lavados concienzudamente antes de colocarlos en el divino altar de inmolación. Tras su muerte, desangrados con ese cuchillo que han descubierto, se les volvía a lavar, se les envolvía en un sudario, yo rezaba una plegaria por sus pobres almas y luego encargaba a Oggie que se deshiciera de los cuerpos por la zona, sin levantar sospechas. Oggie enterró a los primeros cerca de la zona de ceremonias, pero le advertí de que era demasiado arriesgado. A partir de David Smith, el quinto niño, el guarda tomó la decisión de llevarlos al lago, cruzando el límite estatal, donde los dejaba enterrados o sumergidos en el agua en las cercanías de la isla de Tar.

Rumsfeld se quedó callado durante un largo minuto. Los agentes pensaron que ese era el final de su confesión. Sin embargo, esbozó una triste sonrisa y levantó la vista hacia los policías.

Fue un acto de piedad —cerró los ojos y musitó algo ininteligible—. A algunos de sus padres, los que mostraron signos de arrepentimiento por su vida en pecado, los que asumieron que toda la culpa de los sucedido a sus niños era culpa de ellos…, a esos les ayudé desde la iglesia, con mi propio dinero, con el de los feligreses e incluso con las aportaciones de personas ajenas a la comunidad, a las que convencí de la importancia de cada buena obra. Para el resto, los reincidentes, los que no temen la ira de Dios a pesar del castigo divino que han sufrido, como los O’Hara, los Tillman o ese loco de AK-47 Will, solamente resta penar una vida de dolor y sufrimiento y, al final del todo, el justo castigo de las llamas del Infierno.

Se hizo de nuevo el silencio. El reverendo cruzó los brazos sobre el pecho, rezó una plegaria para sí y lloró de nuevo antes de quedarse inmóvil en su silla, esperando a que decidieran por él su destino.


Fuera, el sheriff Taylor detuvo la grabación de la cámara de vídeo de la sala de interrogatorios y estalló en un llanto desconsolado. El ayudante Reeves y el resto de alguaciles veteranos que habían ido acercándose a la oficina permanecieron a su lado, incapaces de reaccionar.

Alan Rumsfeld fue trasladado esa misma noche a la prisión del condado, protegido de la muchedumbre rabiosa y vociferante por una fuerte escolta policial del FBI, la oficina del sheriff del condado de Harrison y la policía local de Marshall. El propio McKnight se acercó junto a sus dos guardaespaldas y, al fondo de la multitud, los cuatro agentes llegaron a ver al sheriff Smith, vestido de paisano, contemplando el desenlace de aquel controvertido y truculento caso.

Todo quedaba en manos de la justicia de Texas. Los agentes especiales Lewis y DeFuss y los sargentos Greenwrim y Bennet habían hecho todo lo humanamente posible por lograr la confesión del pastor y de sus secuaces. Las pruebas de ADN de la cabaña de Rebecca Donnington señalaban a Dutch Redbear como perpetrador en solitario de su asesinato a sangre fría y los análisis forense del lugar de los sacrificios arrojaron restos de ADN de los Blackman, de Oggie Teaspoon, de Susan Delacroix, del alcalde Fallon, del Ryan Hanks y de Peter Mansfield. Del resto de implicados tenían sus confesiones, algunas más coherentes que otras. El fiscal y el juez eran los responsables de que todo aquello fuera más que suficiente para enviar a los miembros de aquel culto asesino al corredor de la muerte…

Notas de juego

@Moira, el otro aspecto podría ser El Sur tiene sus propias reglas. Con todo, le ganáis por +14 a Rumsfeld.

Esta es su confesión y mi epílogo. Mi labor narrativa termina aquí. Os dejo a vosotros poner el broche final con vuestros epílogos personales como más os guste, incluyendo a los pnjs que queráis (ya sabéis cómo hablan y se comportan casi todos ellos).

Cuando todo esté terminado, daremos el cierre oficial a la partida.

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03/10/2022, 12:49
Scott Bennet

El sargento Bennet permaneció en silencio escuchando la confesión del padre Rumsfeld. Sintió una cierta incomodidad mientras oía las justificaciones y explicaciones del reverendo acerca de lo que había hecho con aquellos niños. No obstante, a medida que lo oía hablar, también sentía una profunda sensación de paz. A partir de ese día, los padres y familiares de los niños asesinados podrían descansar en paz sabiendo que se había hecho justicia por la muerte de sus hijos. A su vez, Bennet podía suspirar con alivio de saber que el caso había sido resuelto y se había hecho justicia.

Apenas había terminado Rumsfeld la declaración y sabiendo que el reverendo ya no tenía nada más que revelar, el ranger se incorporó de su asiento y se marchó de la sala de interrogatorios. La excusa que le dio a su compañera y a los federales era que iba a salir a fumarse un cigarrillo. Sin embargo, Bennet no salió a tomar un cigarrillo, sino que llamó a su esposa para contarle que el caso que le había mantenido lejos de su hogar durante las últimas semanas había finalizado.

De alguna manera, Bennet sintió que el corazón se le encogía. La investigación había terminado. Aquel caso le había hecho mirar directamente a lo peor del ser humano, le había hecho cuestionar mucho acerca de su fe, e incluso le había costado su propia salud.

Para cuando se celebrase el juicio contra Rumsfeld y su culto, Bennet sabía que el fiscal y el juez no lo tendrían difícil para pedir que el reverendo y sus seguidores acabasen en el corredor de la muerte. Habían arrebatado la vida a niños inocentes, e incluso a más de un adulto que se había opuesto a sus intenciones. Que Dios o el destino les pagase ahora con la misma moneda era adecuado. A Bennet le parecía justo.

No obstante, el ranger sabía que su papel en aquella trama aún no había terminado. Bennet sabía que aún debía cumplir su parte con Frank Riley, por lo que aprovechando a que el grimorio de Rumsfeld aún estaba en su poder, fingió haber sufrido un robo mientras aún se encontraba en el condado, denunciando la desaparición del grimorio y el robo de su ordenador portátil. El día del juicio a Rumsfeld se ocupó de entregarle el grimorio a Luttwak, como había acordado, prefiriendo no saber qué utilidad iba a darle el fiscal Riley. La declaración de Rumsfeld acerca de cómo había guardado celosamente el secreto de los rituales para que no pudieran ser llevados a cabo por alguien como Mansfield o Heldal le pareció a Bennet el sustento suficiente como para tomar una decisión, mutilando el grimorio para que las páginas referentes al ritual del Sacrificio de Isaac resultaran ilegibles. De ese modo, haría entrever que la mutilación del grimorio había sido cosa del reverendo Rumsfeld y no suya. Ignoraba qué uso iban a darle Frank Riley y sus compañeros al libro, aunque al menos su conciencia permanecería ahora tranquila.

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05/10/2022, 16:13
Adele Lewis

Si las lágrimas de cocodrilo y la lacrimógena historia de Rumsfeld llegó a tocar alguna fibra en aquellos que le escucharon, Lewis podría asegurar en ese momento y en el futuro que solo un pensamiento cruzó su mente: aquel hombre estaba absolutamente desquiciado. Escuchó hasta el final, por respeto a la verdad finalmente siendo revelada hacia la luz. Solo una cosa le hizo mostrarse molesta o fastidiada de todo eso, y fue que el reverendo no llegó a señalar a Fallon en toda aquella confesión. La idea de que uno solo de aquellos "feligreses" que eran tan culpables como el mismo líder se libraran del castigo le amargaba el momento. Pero no insistió, sino que recogió sus cosas con parsimonia, sin prisa, antes de levantarse y retirarse de aquella sala. Una vez todos salieron, dejó escapar un suspiro, y todos los años parecieron caerle encima. Se sintió, de pronto, demasiado cansada y con ganas de alejarse de aquel maldito lugar de una buena vez.

-Pues bien, hemos terminado.- Se dirigió primeramente a los Rangers. -Scott, Moira. Empezamos con el pie izquierdo, y creo que en todos estos días he estado contando los minutos para no tener que seguir viendoos las caras. Espero, por tanto, que no debamos coincidir de nuevo. Pero si llegamos a hacerlo... No podría pedir a un equipo mejor.- Hubo el espejismo de una breve sonrisa en sus labios, antes de levantar un dedo hacia ellos. -Si vais a por Mcknight, no me llaméis. Estoy cansada de este infierno y sus paletos blancos. Os ayudaré como pueda a través de los archivos de FBI, pero no vuelvo a hacer trabajo de campo aquí.- Advirtió apuntándoles con el índice. Se giró entonces hacia DeFuss. -No creas que por ser negro te salvas de haberme llamado loca. Tu trabajo ha sido... Excepcional, y es lo que pondré en mi informe. Pero como les dije a ellos, no quiero verte en lo que me queda de vida. Así que... Bien. Adiós. Y buen trabajo, a los tres.- Sin querer extender el momento incomodo, les hizo un breve saludo con la cabeza y se fue en dirección de la oficina del Sheriff.

Al llegar ante Taylor, esperó a que estuviera más recompuesto. Pidió un momento a solas con él, aunque no sería mucho tiempo. Posó su mano en su hombro, y apretó suave. -Ya está, Jason. Ya puedes morirte en paz. Los niños y sus padres recibirán la justicia que quisiste darles por tantos años. Hazme un favor y no pases estos últimos meses torturandote por lo que no hiciste.- Tras aquella despedida, Adele Lewis se alegró de poder decir que se marchaba de aquel lugar, que le había cobrado parte de su voluntad y la vida de la persona más cercana a ella en los últimos años...

***

Llegar a la oficina significó varios días de papeleo, y una semana de descanso que se tomó de los días de vacaciones que le debían ese año. Ese tiempo lo aprovechó para llorar todo lo que no pudo llorar, y tratar de borrar de su cuerpo las marcas metafóricas de barro, sangre, y mierda, que aquel pútrido lugar le había dejado. Cuando volvió, se encontró con la noticia de que se le había asignado un nuevo compañero. Bufando con hastío, se dirigió a la mesa que habia compartido con Max Jordan durante cinco años, viendo a la figura de espaldas que estaba en una de las sillas. Cuando se dio la vuelta, la mujer miró al techo exasperada, a saber si era con Dios o con sus jefes. -¡Tiene que ser una jodida broma!- Soltó sin importarle que la escuchara la oficina completa, mientras bajaba su mirada con ojos entrecerrados. -Estás en mi silla, Jordan DeFuss...-

Notas de juego

¡Gracias a todos por el rol compartido!

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06/10/2022, 07:30
Jordan DeFuss

 La confesión fue grandilocuente, teatral y bochorsona en cuanto a datos, revelando la cantidad de atrocidades y el nivel de organización criminal éxitosa que había tenido aquella secta. Todo bajo las narices de dos condados durante años y años, con la colaboración de la más diversa lista de personalidades. La mayoría de cosas ya la sabían, pero escucharlas ser confirmadas desde la boca del líder renovaba aquel sentimiento amargo que se había sentido la primera vez que habían escuchado todo. Cada muerte, cada miembro, cada artimaña... y lo peor de todo era escuchar el componente económico de todo aquello. El horrible sacrificio de inocentes por meros beneficios materiales en la vida terrenal. Incluso dentro de una moral cristiana, era un crimen asqueroso. Y el semblante de DeFuss no lo ocultaba.

 Sin embargo, antes de levantarse junto con sus compañeros y abandonar el interrogatorio, un pequeño acto de debilidad se disparó desde el interior del agente. Como quien sabe que la persona en frente de él no se merece ni el mínimo atisbe de simpatía, y sin embargo, suelta un extraño y seco elogio:

- Es consuelo de tontos, realmente... pero acaba de hacer lo correcto, Rumsfeld.

 Confesara o no, la vida de Rumsfeld estaba acabada. Así como la de todos los implicados directos de aquella barbarie. Pero confesar y colaborar en la investigación, aunque fuera en la última hora, era algo que no iba a pasar desapercibido. No le iba a quitar ningún año de la eterna sentencia que pondrían sobre su cuello, eso era seguro. Pero quizá, alguna fuerza divina en la cual DeFuss comenzaba a creer, vería en aquel acto algo mínimamente digno de misericordia.

 Era realmente un misterio. El misterio de la fe, como muchos dirían... ese caso había abierto cuestiones existenciales en DeFuss que el agente creía que estaban completamente cerradas desde hace decadas, cuando mando la religión a la mierda y nunca más se volvió a preguntar qué había más allá.

 Al salir de la sala, llegó el momento de despedida con todo el mundo. Lewis tomó la delantera, saludó a todos y se fue. DeFuss no sintió la necesidad de decirle nada. Era una compañera del FBI, quizá en algún seminario en los próximos años se la encontraría y le recordaría que era una loca, solo para molestarla. Ahora tocaba despedirse de los jóvenes rangers, con los cuales no esperaba volverse a ver más. Si los diosses se apiadaban de él...

- Buen trabajo... Bennet, eres un buen ranger. Si esta zona llena de ineptos y corruptos tuviera más agentes como tu, todo andaría un poquito mejor. Y Greenwrim, espero que no sean muy duros contigo. En el gran esquema de la investigación, tus acciones fueron... poco ortodoxas, pero llevaron a buen puerto.

 El veterano habrá dicho una o dos cosas más, quizá obligándose a si mismo a dar un par de cumplidos o charlar un poco, y luego se despidió largándose a pasos agigantados por el pasillo de la estación. Hasta su Lincoln, su quérido Lincoln, el cual lo aguradaba ansioso con la noticia de que podían irse de aquel infierno en tierra para volver a la frescura de Shreveport, en Louisiana. Que seguía siendo un estado húmedo como el diablo, pero la humedad superaba a la aridez en la mente de aquel agente gruñón. Cuando se retirara, de todas formas, se iría a las montañas.

 Lo que no se esperaba es que al llegar a la ciudad, tuviera la noticia de que le estaba ofreciendo un nuevo puesto en el FBI. Aunque más que un ascenso, era una relocalización. El resentido de Anderson y sus lacayos seguramente habían movido los hilos para sacarse al vejestorio de encima, quien volvía con la gloria de haber resuelto el caso de los chicos en Texas pero seguía siendo una molestía su jefe. Por lo que le asignaron nueva ciudad, nueva oficina, nuevo sueldo (un poco más, lo cual iría a reparaciones de su Lincoln)... y una nueva compañera.

- Creeme que tampoco me causó gracia cuando me lo dijeron, pero... hey, puede ser interesante.

 Ante el pedido de la silla, DeFuss arqueó una ceja como si le estuviesen hablando en chino. Se giró de a poco, recostado en la silla, y con los brazos cruzados. Incluso desde esa posición casi igualaba en altura a su retacona compañera. Pero ahora era "compañera", no "jefa". Y DeFuss no podía evitar disfrutar aquello. Con una sonrisa, quizá la más amplia que le había mostrado a Lewis en todo su trabajo juntos, el veterano ofrece una opción levantando el puño.

- ¿Piedra, papel o tijera?

Notas de juego

 Un honor haberme sumado a esta historia y haberla terminado en tal alto nivel. Felicidades a todos!

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11/10/2022, 10:14
Moira Greenwrim

Rumsfeld había terminado por confesar, pero el caso nunca finalizaría.

Moira ya no pensaba en la burocracia de papeles sino en las familias que habían perdido a hijos, nietos, todo el dolor que guardarán en su interior y la impotencia de saber que la cárcel no sería lugar suficiente para expiar sus pecados. Si hubiera sido su hijo una de las víctimas tenía claro que quien estaría esposada sería ella, condenada por asesinato premeditado.

Kurtis.- Pensar en su pequeño le provocó un nudo en el estómago. Antes de que acabara el día haría su maleta y conduciría las horas que hicieran falta para llegar a casa y abrazarle tan fuerte que le pidiera que le soltara. Él era su mundo, no el trabajo ni el apellido, y había tardado demasiado en darse cuenta.

Pero por supuesto, tampoco dejaría a McKnight libre. Sería su último caso, su despedida, acabando por fin por parte de la lacra que se había encontrado. ¿Luego? Aceptaría que la suspendieran, que la multaran, le daba igual.

Ya no quería ser la Sargento Greenwrim, sino simplemente “mamá”.