Partida Rol por web

Adele procuró no mirar en dirección a los Ranger cuando Alan Rumsfeld lanzó aquellos dardos venenosos hacia ellos, aunque lo relacionado a Bennet le provocó una incomodidad en el estómago que esperaba fuera solo por el estrés. Cambió de nuevo el audio, reproduciendo esta vez a Peggy. -No asegure cosas tan a la ligera, reverendo. Delacroix es claramente la putita de la congregación, y quien más recibía la "Gracia Divina". ¿Con qué frecuencia se la follaba? Estoy segura que como buen hombre de fe que no quiere traer niños a sufrir al mundo, usaba preservativos.-

Se tomó unos momentos y siguió. -Un grupo de fanáticos necesita un líder, aún cuando independientemente todos ellos son personas capaces por si mismas, gente culta y preparada, gente con poder, político, educativo, legislativo, religioso. ¿Quien podría sospechar de Diana Carter, la maternal profesora? ¿O del abogado Mansfield? ¿Quien desconfiaría, acaso, del guía espiritual que brindó apoyo a las pobres familias que recibieron aquella desgracia? A menos, claro, que haya sido un peón más. ¿De Mortimer, su viejo amigo?- Lewis estaba convencida de que aquel orgulloso hombre no resistiría que se le rebajara dentro del que era, sin duda alguna, su plan magistral fruto de sus propias ideas perversas.

Julian Luttwak sonrió torcidamente cuando el pastor se lanzó a la yugular de los dos Rangers; pero la interrupción de la agente Lewis le puso de nuevo en alerta. Quiso prevenir a su cliente para que no entrara al trapo de la provocación; pero el acoso de los cuatro policías había hecho demasiada mella en la voluntad férrea del líder religioso y por el tamaño grietas de sus murallas se podía apreciar la magnitud de los daños.

—¡Jamás, jamás fornicaría con una pervertida como Delacroix! ¡Esa ramera enferma hace años que debería haber muerto y servir de concubina a Satanás! —estalló Rumsfeld con voz estentórea—. ¡He tratado de enmendar a esa perra en celo desde que llegó a mí, zalamera y falsamente arrepentida! ¡Le he dado cobijo, un trabajo digno y un camino recto que recorrer! ¿Y tú —comenzó a tutear a Adele— me acusas de mantener relaciones pecaminosas con ella? ¿Eso ha dicho, eso ha confesado? ¡Pues es mentira, una vil y vulgar mentira! ¡Y si se trata de algún sucio truco de polizonte, créeme que no va a servirte de nada!

»Mi congregación está formada por un rebaño desigual —prosiguió en tono un poco más calmado después de que Luttwak le apretara el antebrazo—, como el de cualquier pastor de almas. Pero, ¿acaso tengo yo la potestad de juzgarles en su comportamiento? ¡No! Esa autoridad únicamente reside en el Espíritu Santo. Mi único cometido es guiarles por el buen camino, sin importar su origen ni condición.

Al terminar elevó los brazos y la vista teatralmente, para dejarlos caer agotado.

Scott intentó sobreponerse al percatarse de que el reverendo Rumsfeld se había informado sobre ellos en gran medida, ya que incluso sabía que había sido y era el chivato de Frank Riley. Aunque a la vista de que Riley parecía tener interés en el grimorio y que Luttwak estaba relacionado con él, no le sorprendía en gran medida.

-Su amigo, el señor Mortimer, dejó caer también que la señora Heldal era su amante -añadió Bennet, queriendo provocar de nuevo al reverendo-. Imagino que entonces la señora Delacroix no era la única... Tim Mortimer dio a entender que usted prefería a las mujeres de ciudad. ¿En qué parte de la Biblia mantener relaciones pecaminosas con sus feligresas era el camino correcto a seguir? ¿O tal vez lo leyó en el manuscrito de Weather?

Apretó los puños al ver que ni siquiera le daba el título de ranger, el mismo que había estado peleando desde el comienzo de su extravagante aventura. Ni siquiera fijó especial interés en el insulto hacia su compañero. En la ciudad del pecado, todos debemos ser demonios.

- ¿También intentó enmendar a Nora Smith de la misma forma que lo hizo con su madre, Laura? – Mencionó el nombre de la madre desaparecida junto a su hija, recordando en su informe que la familia tenía antecedentes.- Esa familia era un caramelo para usted. Un historial de prostitución y drogadicción que venía de generaciones atrás. Seguro que intentó enmendar a Laura cuando ingresó en su clínica, pero al ver que no podía decidió actuar con su hija y nieta.

La agente Lewis miró de reojo a los Rangers, aliviada de que a pesar del ataque realizado por el reverendo estaban dispuestos a seguir adelante. Hizo un breve asentimiento a lo que ellos decían, antes de tomar nuevamente la palabra.

-Repasemos. Delacroix llegó hasta usted, buscando ¿salvación? ¿O fue usted quién llegó hasta ella? Para entonces ya tenía a Peggy Slater trabajando para el Sheriff Smith, y ella le mantenía al tanto de lo que ocurría en comisaría. Pero eso no era suficiente, ¿no? Necesitaba saber por completo que el Sheriff no llegaría a interferir en vuestros "planes de Dios". Así que, imagino que cuando dice haber dado un trabajo dignl a Delacroix se refería a su inestimable aporte follándose al sheriff Smith para conocer todos los secretitos y tenerlo amarrado, ¿no es cierto?- Adele hablaba con tranquilidad, mirando hacia los papeles que habían preparado minuciosamente para ese momento. -Sin duda, le dio un camino y una guía, y ella se vio grandemente beneficiada por la Gracia Divina, ¿cierto?-

Pasó a lo siguiente. -Quiero creer que no sólo es usted inteligente, sino que muy en el fondo se ha sentido culpable, al punto de intentar ayudar a las familias a las cuales les arrebató a sus hijos. Su nombre aparece más de una vez en nuestros informes, Reverendo. ¿O quizás no es culpa, sino guardarse bien las espaldas? Pero resulta curioso que se movilizara hasta Marion para "ayudar" en la búsqueda del niño Mcknight. O tal vez no es eso, sino que se regodea en ver cómo todos parecen desconcertados en lo ocurrido, mientras que usted si sabe lo que pasó. Le llena de gozo, ¿no? Ver a esas pobres familias, que para usted están apartados del camino del Señor, pasar por una tragedia tan terrible. Usted les ayuda a dejar ese camino, ¿no? Rescatando a los niños de unos padres que se dan al pecado. ¿Cual es el pecado de los padres de Benjamín Mcknight? Dígame, a sus ojos, ¿en qué fallaban?-

 Jordan veía con satisfacción el avance de la interrogación, pareciendo cada vez más evidente que el punto de quiebre de Rumsfeld estaba a solo unas palabras más. No quedaba más que ver cómo se la llama interior del perverso hombre explotará y comenzará a despotricar contra todos los presentes. Soltando, quizá y solo quizá, la última pieza que necesitaban los agentes para condenarlo de una vez por todas.

 Agachándose un poco y esperando a que sus compañeros terminen, el agnete intercede. Con increíble sorna en su voz.

- ¿Y bien, reverendo? ¿Cuál es la versión que quiere dar? Piense que esté puede ser su último sermón...

—¡Basta, basta! —intervino airado Julian Luttwak—. Tienen que detener este acoso sin sentido. Están dirigiendo el interrogatorio, provocando a mi cliente, una persona religiosa, con palabras obscenas y acusaciones terribles. ¡Pruebas, agentes, presenten pruebas o dejen en paz a mi cliente! No voy a repetirlo más. 

Sin embargo, a pesar de su rotundidad, se le notaba descolocado ante la estrategia de los agentes de la Ley y la quiebra de la moral de su defendido. Finalmente se giró hacia el reverendo Rumsfeld, que estaba rojo de ira.

—Alan, no responda más a ninguna pregunta. Tiene derecho a guardar silencio, ¿recuerda? Nada de lo que digan estos agentes se sostendría ante un tribunal. Le repito, guarde silencio y deje que la Justicia haga su trabajo.

Adele le hizo una señal a DeFuss para moverse ambos un poco apartados de la mesa de interrogación, bajando la voz. -Está por romperse, pero necesitamos algo más contundente. Sal un momento y avisa a nuestros chicos para que vayan a su casa y registren lo que hay, ver si encuentran imágenes parecidas a los colgantes de Redbear y los encontrados en los embarcaderos, imágenes de cera aplastada, posiblemente con algún objeto perteneciente al agente Max Jordan. Ve con ellos si quieres, pero antes de irte vuelve a entrar acá y hazme una seña para que salga a hablar contigo.-

La estrategia era simple: hacer creer a Rumsfeld que ya la revisión en su casa había sido completada y que había evidencia física. Esperó a que DeFuss le indicara que había entendido, y se volvió de nuevo a la mesa. -No esté tan seguro, Luttwak. Nuestros argumentos tienen pruebas con los cuales sostenerse...-

—¡Cállate, cállate ya de una vez, joder! Eres un maldito inútil —le gritó el pastor a su abogado y, por unos momentos, el sheriff Taylor y sus hombres, que seguían el interrogatorio en la sala tras el espejo, reconocieron al viejo Rumsfeld, violento y pendenciero.

El reverendo señaló con un dedo a Scott Bennet, casi como si le apuntara con un arma.

—No tienes ni puta idea de lo que hablas, yanqui. Y espero que cuando toda esta farsa termine, me devuelvas mi libro —a continuación, con los ojos inyectados en sangre se dirigió a la agente especial Lewis—. ¿Quieres saber qué faltas ha cometido Eliah W McKnight III? ¿Quieres saber por qué su hijo estaría mucho mejor sin sus padres? Pues pregúntale a Matt Dempsey, de 15 años, aprendiz de mecánico de Smithland que le confesó a unos amigos en plena borrachera que los hermanos Pickett, los dos tipos duros que trabajan para McKnight, le ofrecieron hace una semana participar en una fiesta privada donde, a cambio de sexo con hombres, recibiría 600 dólares; oferta que finalmente rechazó, ¡gracias al Cielo!, la misma noche de la fiesta, ante las puertas de la majestuosa casa McKnight en Jefferson, cuando vio la gran cantidad de vehículos aparcados y a algunos tipos armados vigilando fuera.

»Ve, ve y pregunta a sus padres, Robert y Martha, a los que convencí junto a algunos de sus vecinos de que no se dirigieran en masa hacia la casa del sodomita con intención de quemarla y de acabar con todos sus habitantes. No sé si esperarán hasta que yo salga libre de esta detención o si retomarán la justicia por su mano y esa mansión del pecado arderá hasta las cenizas; pero sí puedo asegurarte que todas y cada una de las víctimas de este posible suceso serán responsabilidad tuya, como la muerte de tu compañero, el idiota que se mató conduciendo. Aunque igual tu compañera —señaló con la mirada a la sargento de los rangers—, les avisa antes, ya que es tan amiga de McKnight y los suyos, ¿no es cierto?

»Así que ya sabes la respuesta: sí, McKnight y la furcia ignorante que tiene por esposa se merecen cualquier castigo que el Señor les tenga reservado, por corromper los cuerpos y las almas de los jóvenes de esta comunidad y el pequeño Ben —sus ojos brillaron como los de un maníaco al pronunciar su nombre— estaría mucho mejor en presencia de Dios Padre que en la miserable vida que le espera junto a sus progenitores. Y no —miró a Moira Greenwrim con desprecio—, no siento nada por una zorra lujuriosa como Laura Smith, que vendía su cuerpo a cambio de droga sin importarle si estaba matando a su propia hija; ni por su madre, que consintió y disfrutó de las rentas del pecado. Sin duda la pequeña Elenore está en el Cielo junto a otros angelitos como ella, mientras su madre arde en algún rincón olvidado del Infierno, al que espero que llegue pronto la vieja y no tenga ni el consuelo de ser atormentada junto a su hija…

Alan Rumsfeld se derrumbó en la silla, agotado, pálido el rostro y la frente perlada de sudor. Se desabrochó la corbata, respiró hondo y volvió a encarar los rostros de los investigadores con una mirada dura y combativa, muy distinta a la del educado reverendo que todo el mundo conocía.

Scott arqueó una ceja al escuchar cómo el padre Rumsfeld estallaba, revelando que en la mansión de los McKnight se llevaban a cabo fiestas nocturnas en las que los Pickett aparentemente llevaban a adolescentes menores de edad. ¿Estaría el alcalde Fallon al tanto de ello o sería algo que solo involucraba a McKnight entre los poderosos del condado a quienes conocían y, quizá, al juez Corman? Considerando que McKnight había tenido trabajando a su servicio al padrastro de Rose Bamford, que había resultado ser un abusador sexual, las palabras del reverendo Rumsfeld no sonaban tan descabelladas.

-Le seré franco, Rumsfeld. No hay forma de que salga indemne de sus acciones -le aseguró Bennet, convencido-. Cualquier tribunal le condenará por lo que hizo y por cómo manipuló a esos desgraciados para que secuestrasen y matasen por usted. La cuestión es cómo de alto quiere caer. El señor Mansfield trató de negociar su ingreso en una institución mental si usted se declaraba culpable... Sigo considerando que eso sería demasiado bueno para usted, pero podríamos llegar a un acuerdo -Miró levemente a Luttwak mientras estaba hablando con Rumsfeld-. Aporte los datos pertinentes contra McKnight. Nombres, fechas... Y tal vez podríamos plantearnos algunas cosas, considerando su colaboración.

-Agente Bennett.- La voz de Adele Lewis sonó calmada pero rotunda, mientras sacaba el teléfono y pretendía mirar un "mensaje" que no había recibido. -Acompáñeme afuera, acabo de recibir una información del equipo. Agentes DeFuss y Greenwrim, continuad.-Su tono no daba opción a réplica.

Una vez afuera, lanzó una mirada furibunda al agente. -¿Que cojones crees que haces? Ya lo tenemos contra las cuerdas, ¿y le ofreces una puta salida? ¿Esa es la justicia para ti?-