Partida Rol por web

—¿A mi hermano ya a mí? —adoptó una postura chulesca—. ¿Qué tiene que preguntarme a mi hermano y a mí? Dispare vaquero, que no tengo mucho tiempo.

Brat Pickett salió al porche de la casa pasando muy cerca del agente Bennet, en una actitud claramente desafiante. Se apoyó en una de las columnas, sacó un cigarro y lo encendió. Soltó una vaharada de humo y miró hacia el horizonte. El tipo era todo un personaje sacado de alguna revista para machos alfa. Se veía ridículo a la misma vez que muy seguro de sí mismo y de sus capacidades. Vestía bien y con buen gusto. El traje debía costar por lo menos tres veces el precio de la ropa que llevaba puesta el sargento de la policía estatal tejana. Lucía un buen reloj, discreto y funcional, pero también caro. El calzado conjuntaba con el resto: mocasines cómodos y de buena piel, de algún diseñador italiano. No lucía muchos complementos aparte de una cadena de oro al cuello y una pulsera en la muñeca derecha del mismo material.

McKnight debía pagar muy bien a los gemelos, pero a Scott Bennet no se le escapaba que el atuendo de Brat Pickett no podría costearlo el sueldo corriente de un guardaespaldas y mucho menos el de un empresario paleto de un rincón de Texas. Definitivamente había algo más oculto tras aquella fachada tan llamativa. El narcisismo y la soberbia solían ser la tumba de muchos delincuentes, como la experiencia en el cuerpo le había demostrado con creces.

Lo sabe.

Por supuesto que lo sabía. No le pasó desapercibido que el sheriff soltara aquella información tan reveladora, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba del vehículo que se había llevado al pequeño Ben. Loreen McKnight era la dueña y, por tanto, esta búsqueda no era más que una farsa para ganar tiempo o condecorar el trabajo de sus peones. La cuestión era saber cuánto iban a tardar hasta encontrarlo.

Caminó un par de pasos por el embarcadero mientras escuchaba sus anécdotas, soltando alguna sonrisa o asintiendo para que creyera que estaba atendiendo aunque en realidad sus pensamientos se hundían en las aguas del bayou. Es imposible encontrar pistas aquí.- Sin embargo hubo algo que captó su interés, una imposibilidad para ellos pero una oportunidad para el asesino. ¿Imposible?

¿Tienen un mapa a mano? – Sentía que habían abierto una ventana y todas sus anotaciones, pensamientos e ideas sobre el caso ahora estuvieran sobrevolando la habitación por culpa del aire. ¿Y si no habían visto lo más evidente? ¿Y si estaban más cerca de lo que pensaban? ¿Y si los hemos tenido delante todo este tiempo?

Recordó una de las últimas visitas al dentista con Kurt, una caries que tenía que tratar al tener una muela picada. Por desgracia a sus padres le gustaban colmar al niño de dulces y azúcar, teniendo que esconder las bolsas de gominolas en más de una ocasión. Tras numerosos intentos donde su madre abría un cajón alto y le tendía “en secreto” la bolsa, optó por coger un bote donde guardaba el café y que estaba sobre la encimera, a simple vista, para esconderlo. Nadie miraría en el bote de café, ¿por qué iba nadie a esconder ahí las chuches?

Recibió el mapa sin saber quién se lo tendía mientras lo extendía, buscando una superficie lisa o seca para ponerla sobre el suelo. Los asesinos siempre atacan por primera vez cerca de sus hogares. Se sienten más seguros.- Miró el mapa con detenimiento cerciorándose de que fue cerca del bayou. ¿Coincidencia? Tal vez, pero el segundo estaba por la zona del Lago Caddo, en un centro comercial, donde terminaban desembocando el bayou. Encontraron a Theresa también en el lago. Está aquí.- Miró a su alrededor sintiéndose ligeramente observada, aunque posiblemente fuera producto de la paranoia que ahora mismo tenía encima.

Por desgracia le doy la razón, aunque este lugar parece bonito de visitar.- No podía decirlo, no en voz alta delante de ellos, pero al igual que estaba segura de que el vehículo de la parroquia pertenecía al secuestrador también lo estaba de que se escondía en el bayou. Sin embargo soltó una idea al aire de visitarlo en un futuro, aunque más en vena excursión que para investigar, esperando saber si había algún tipo de reacción por estar cerca del bayou sola.- ¿Vuestra comisaría dispone de lanchas o algún vehículo acuático? Si ha estado por aquí y quería deshacerse de algo, lo más rápido era tirarlo al agua. Iremos más rápido con una lancha.- Señaló con el dedo sobre el mapa la zona en la que estaban y todo el afluente del bayou, como si quisiera abarcarlo todo.

-... y esto es lo que sabemos hasta el momento.- Adele había sido concisa en toda la exposición de los datos, muchos de ellos ya los debía conocer el agente DeFuss al ser lo que había en el expediente entregado. -El agente Jordan... esto es, Max Jordan, se iba a encargar de llevar las pruebas al laboratorio antes de su... accidente.- Hubo resquemor en la última palabra, sin embargo la agente Lewis parecía estarse pensando si era conveniente aclarar lo que ella sabía que había pasado, pero que no podría probar jamás. -Vamos a tener que ir con ojos y oídos abiertos, agente. No sólo no somos bien recibidos en general, pero sé que la muerte de mi compañero fue el resultado de un acto malicioso. No sé si se relaciona totalmente a las desapariciones o no, pero algo muy turbio se esconde en este lugar, y creo que este "accidente" fue un intento de asustarnos para que no sigamos investigando. Quizás es que estamos muy cerca.-

Terminó su café. -Creo que es mejor que le presente a los Rangers con los que estaremos trabajando. Nuestra relación no empezó con buen pie, pero en este momento son los únicos en quienes siento que puedo confiar. ¿Tiene alguna pregunta sobre todo esto?-

-Este vehículo fue visto en las cercanías Cypress Chapel la tarde en que Benjamin McKnight fue secuestrado -explicó Bennet, mostrándole la fotografía del vehículo que Frank Pickett había comprado para McKnight o más bien para su esposa-. El tamaño de los neumáticos coincide exactamente con el modelo de este coche, y además tenemos la confirmación de que fue vendido a nombre de Eliah McKnight III, por medio de su hermano Frank, que es quien se encargaba de efectuar todas las compras de vehículo para los McKnight. Va a explicarme qué hacía este vehículo junto a la iglesia de Cypress Chapel la tarde en que desapareció el crío -le espetó el ranger a Bart Pickett, con frialdad.

No imaginaba muchas posibilidades para que el coche que oficialmente pertenecía a McKnight estuviera allí, teniendo en cuenta que Ben había estado montado en otro vehículo antes de su secuestro. Aunque todas las que imaginaba ponían a la esposa de McKnight o a los Pickett en mal lugar.

-O si lo prefiere, puedo reservar cita para hablar con el señor McKnight sobre esto -declaró Bennet, con una sonrisa maliciosa, adoptando un tono provocador para dirigirse al guardaespaldas de McKnight-. Aunque estoy seguro de que preferirá aclararme esto por sí mismo.

—¿Movernos por el agua hacia dónde, agente Greenwrim? —preguntó el sheriff—. ¿Qué le ronda por esa cabeza pelirroja? Si seguimos el bayou hasta el lago Caddo tenemos que peinar ambos brazos, este y el Little Cypress Bayou. Luego pasar por el condado de esa vieja cagueta de Taylor, aunque eso no me preocupa lo más mínimo, ya que voy con usted —le guiñó un ojo cómplice—. Luego tendríamos también que buscar por los lagos... ¿Ha estado usted alguna vez en ellos? No, creo que no, por eso habla con tanta ligereza.

—Lo que el sheriff quiere decir —interrumpió el alguacil Bush, que había permanecido en atento silencio—, es que necesitaríamos un operativo a lo grande para cubrir todo ese terreno en el menor tiempo posible. Y aún así, nos llevaría toda la semana, mínimo.

—¿Puede conseguir eso, agente Greenwrim? —sonrió maliciosamente—. Quizás podría pedirselo a papá...

Isiah Bush también sonrió como una serpiente taimada.

—¿Qué demonios está insinuando? —se enderezó y puso los brazos en jarras—. Todos estábamos en la iglesia: el señor y la señora McKinght, mi hermano y yo. ¿Cómo cojones íbamos a utilizar el Mercedes para secuestrar a Ben...? —se calló de repente—. ¡Oh, joder! Ese cabrón de Corman y el sheriff Smith tienen razón. Son ustedes unos malditos patanes. ¿Creen que mi jefe ha secuestrado a su propio hijo?

Bart Pickett dio dos pasos hacia el sargento Bennet. Tenía una mueca de odio en el rostro y los puños muy apretados.

—Debería partirle la cara aquí mismo solamente por insinuar lo que acabo de oír... Quizás un par de hostias le arreglarían la cabeza.

Vigiló sus reacciones esperando leer más allá de sus palabras. Nerviosismo, esquiva, tal vez un intento de disuasión… pero era cierto lo que decían. El lugar era grande, demasiado, sobre todo si añadían el lado Caddo en su plenitud con su limítrofe en los distintos condados y lagos. Incluso aunque fueran en un helicóptero del FBI sobrevolando la zona, la búsqueda sería complicada y larga.

Aun así intentó tirar esa piedra, escuchando también el breve resumen de un dócil Bush para cerrar la conversación. Han encontrado un buen lugar para esconderse. Sin acortar el terreno no hay forma de averiguar dónde se esconde exactamente.- No creía en la suerte y teniendo en cuenta lo meticuloso que había sido hasta dudaba bastante que dejara escapar alguna pista que pudiera llevarles aunque fuera a una zona específica. Necesitarían seguir investigando y avanzando, teniendo que provocar que saliera de su cueva por obligación.

Tal vez estaban cansados de escucharla o había dado con alguna tecla, pero estaba claro que la tregua muda que habían formado se acabó con la última intervención de Smith.

Mencionar la eterna diatriba de su apellido y el posterior llamamiento a su “papaíto” era una treta fácil para desestabilizarla y humillarla. Sin embargo en ese momento estaba eufórica por la certeza de haber encontrado la zona dónde se encontraba el asesino y ni siquiera el ataque emponzoñado de esos hombres podrían hundirla. No ahora.

Puede que lo haga.- Sonrió con evidente malicia, saboreando en sus propios labios el veneno que intentaban darle. Convivir continuamente con cabrones de la peor calaña la había transformado lentamente en un reflejo de ellos, adaptándose e incluso disfrutando. Sí, aquellos enfrentamientos le ponían cachonda.

Si él estuviera aquí le aseguro que no habría tanto problema de presupuesto ni de organización.- Cruzó los brazos en torno a su pecho mientras alzaba el mentón sin quitarle la mirada al sheriff.- Es difícil que el secuestrador se llevara a Ben en un sitio público, a plena luz día y en la hora punta sin que nadie viera nada. También lo es que sus hombres no encontraran ni una pista hasta que llegué yo, tiempo después.- Scott y ella llegaron mucho más tarde, cuando los hombres de Smith ya habían registrado la zona e interrogado a los posibles testigos.- Pero podemos irnos mucho más atrás.- Esta vez giró lentamente el rostro hacia Bush, teniendo también “metralla” para él.- ¿El sheriff os obligó a archivar los casos de las anteriores desapariciones sin investigar o fue cosa del Juez Corman? – Recordaba perfectamente la conversación con Peggy. Había estado guardando esa información hasta el momento indicado, donde tal vez pudiera acorralarlos. Cierto o no, estaba demasiado excitada como para detener su lengua.- Si no ignorabais a los padres, amenazábais a todos los que pudieran decir algo. Eso está muy mal.

Moira estaba disfrutando del momento, mucho más que cuando supo que iba a volver al trabajo, tomándose aquello incluso como una pequeña venganza personal. Estaba claro que aquí no había amistades ni buenas formas.

Entonces sheriff, ¿le llamo? – Amplió su ladeada sonrisa mientras miraba por último a Smith, haciendo el amago de coger el teléfono si así lo quería.

Bennet sonrió para sus adentros, aunque su expresión en esos momentos permanecía totalmente fría y hierática. El gemelo Pickett se había enervado fácil. Notaba que se trataba de un individuo al que era fácil sacar de quicio, por lo que quizá pudiera ser una fácil fuente de información.

-Ignoro cuál ha sido el papel de su jefe en los secuestros, pero los datos objetivos son que ese coche de importación estuvo en los alrededores de Cypress Chapel durante esa tarde, y que no fue precisamente el coche en el que se encontraba Benjamin en el momento de ser secuestrado. Dígame, señor Pickett, ¿por que hubo un segundo vehículo de McKnight en Cypress Chapel esa tarde?

El ranger empezaba a pensar que al menos aquel Pickett no tenía nada que ver con los secuestros, aunque ocultaba mucho más de lo que hubiera pensado.

-Si le preocupa lo que le pueda suceder al chico de McKnight, no está precisamente ayudándole al ocultarnos información. ¿Quién conducía ese coche, señor Pickett?

 Adele y Jordan fueron a tomar un café para hablar sobre el caso y conocerse mejor como compañeros, aunque Jordan no dijo nada sobre él mismo que no le fuese preguntado. Se limitó principalmente a escuchar a la mujer, que era la que tenía toda la investigación en la mente y la que le refrescó toda la información que tenía en las innumerables carpetas que le había dado el FBI. El veterano detective, con la mirada seria y dirigida hacia Lewis, no pudo evitar preguntar por su antiguo compañero. Su tono, aunque sereno, era de irritación.

- Lewis, es importante para mi saber si mi vida esta en peligro aquí. Pocos casos manejados por el FBI terminan con un agente muerto por un "accidente" según me informaron y con su compañero asegurando que no lo fue... ¿había algo en particular que estuviese haciendo el otro Jordan para que lo quisieran matar?

 Casi parecía una conspiración, y Jordan no se quería insmiscuir es teorías locas. Sus superiores le habían hablado de un accidente, nada más. Pero Adele tenía otra idea sobre lo sucedido, e incluso sospechaba de que podía estar relacionado con la investigación. Luego de respondida esa pregunta, el detective acompañaría a Lewis a conocer a los rangers.

- No tengo problema en ir a conocerlos. Pero no espere que yo les caiga mejor de lo que usted les cayó a ellos.

—¡Está claro que no se trata del mismo coche! ¿No se da cuenta? —los gritos de Bart Pickett debían estar escuchándose por toda la casa, pues la puerta de entrada permanecía abierta—. Con lo inútiles que son ustedes se habrán confundido con las putas huellas. O, lo que es peor, están intentando implicar a mi jefe en este turbio asunto. ¿Es eso lo que buscan? —dio un paso atrás, aún muy cabreado—. ¿Qué pasa que al alcalde Fallon, a su señoría y a ese mandril del sheriff ya no les gusta la comida que les sirve Eliah W. McKnight? Bueno, del sheriff y de Corman era de esperar semejante traición: son dos víboras peligrosas que no entienden de amigos ni de enemigos. Pero Ralph Fallon ha debido encontrar una nueva fuente de financiación para su campaña como gobernador —de repente se echó a reír—. Ese beato meapilas debe creerse de verdad que Dios tiene más mano en este asunto que mi jefe.

Bart Pickett se echó la mano a la boca, en un gesto mezcla de taparla y de limpiar algo de ella. Aquello era un signo bien conocido en criminalística. Indicaba que el sospechoso todavía guardaba algo en el buche.

Isaih Bush dio un par de pasos hacia delante, dispuesto quizás a cruzarle la cara a Moria, pero la gran mano del sheriff Smith le agarró por el hombro y lo detuvo como a un pelele.

—Maldita zorra testaruda —insultó con vehemencia Zack Smith—. Podría pegarle un tiro ahora mismo, tirarla al bayou con un par de piedras al cuello y nadie encontraría jamás su cuerpo —Moira estaba convencida de que no la estaba amenazando en vano—. Pero entonces no me quitaría el hedor de su asqueroso apellido irlandés en la vida, tendría aquí al bastardo de su padre y a toda su ralea endogámica hasta el día de mi jubilación o peor, jodiendo a mi viuda durante mi funeral —apretaba los dientes con fuerza, pero era igual que un león sin fuerzas dando los últimos zarpazos—. Llame a quien quiera. Cuanto antes resolvamos este puto caso antes podré librarme de usted, del católico maricón que la acompaña y de la maruja negra que juega a ser policía... Por lo menos el otro federal de mierda ha tenido la decencia de matarse... —llegado a este punto el sheriff decidió recomponerse un poco, pues incluso el alguacil Bush le miraba atónito—. Sí, yo le di carpetazo a todos esos expedientes. ¿Sabe por qué? En primer lugar porque conozco muy bien cuál es mi lugar en la jerarquía de este condado y cuándo hay que cumplir órdenes sin cuestionarlas. Y en segundo lugar porque ¿a quién coño le importan los niños de un montón de drogadictos, putas, borrachos y marginados? —poco a poco comenzó a calmarse, pero de su boca seguía brotando veneno puro, sin destilar, mientras su ayudante se movía nervioso de un lado a otro—. A mí no, al juez Corman tampoco y a la comadreja ambiciosa del alcalde Fallon muchísimo menos: toda esta mierda es mala prensa para su "meteórica carrera como gobernador".

»Pero no crea que al sheriff Taylor le preocupan ni una pizca más; ese viejo se está muriendo y le ha entrado miedo al muy cobarde. Cree que el Todopoderoso le va a dar un tirón de orejas cuando llegue a las puertas del cielo. Ja, como si no estuviese claro que va a ir al infierno de cabeza —se quitó el sombrero, se secó el sudor y contempló el bayou, intentando evitar la mirada de la ranger—. Yo estaba convencido de que todo era obra de algún sucio pervertido de la zona y de que algún día cometería un error y le pillaríamos; ¡coño, hasta confiaba en que ese calzonazos de Taylor tuviera más suerte que yo y diera con él! Llegué a sospechar hasta de McKnight, porque sé que tiene el alma podrida como todos los millonarios y está metido en más chanchullos de los que su preciosa cabecita pelirroja podría imaginar. Pero joder..., ahora han secuestrado al pequeño Ben y por lo poco que conozco a ese bastardo y a Loreen me niego a creer que hayan podido siquiera fingir su desaparición.

»Llame a todo aquel que pueda echar una mano agente Greenwrim, porque que Dios me confunda si no estamos buscando al mismísimo Diablo...

La agente Lewis miró a los ojos a su nuevo compañero. Parecía un buen profesional, quizás demasiado. En cualquier caso no podía confiar del todo en él. No todavía. No cuando era consciente que podía ser un topo de los jefes para hurgar hasta qué punto tenía ella que ver con el terrible error que había cometido Max.

—Es cierto que este caso no se parece a ninguno de los que haya llevado antes; pero no hay nada que indique que sea más o menos peligroso que el resto. El sheriff Taylor me dijo que este asunto se te agarraba al cuello como la soga en el patíbulo, pero también es cierto que él no ha tenido que trabajar tantos años con temas de menores. Max..., simplemente tuvo mala suerte. Demasiadas horas de trabajo, demasiada presión tal vez —sacó de la cartera unos billetes y los puso encima de la mesa—. Venga, salgamos de aquí antes de que arrastre por el suelo a esa rubia flacucha que nos mira como si estuviéramos en 1960 o algo así.

Aunque había conseguido lo que quería con su provocación, reconocía que se sentía un tanto decepcionada. Al final la comisaría y los hombres que habitaban en ella no eran los “malos de la película”, más bien unos secundarios obedientes y de malos modales que los molestaban de vez en cuando, tachando así su implicación directo con el caso. Mierda, no saben nada. Estaba deseando pillarles pero por desgracia creía que decía la verdad en esta ocasión, confirmando algunas sospechas que ya tenían y otras que barajaban. Además, le habían bajado el calentón de un plumazo.

Relajó los hombros mientras miraba las aguas del bayou, tintineando sus dedos sobre sus brazos cruzados, pensativa. ¿Y si estaba disparando en la dirección equivocada? No, identificamos el coche del secuestrador. No hay dudas.- Sentía que había juntado algunas piezas del puzzle, pero todavía le quedaba mucho por unir para descifrar la figura que representaba.

Tampoco me explico cómo unos padres pudieran fingir el secuestro de su hijo, pero ambos sabemos mejor que nadie de quién era el vehículo de la huella que encontré.- De nada servía ya negarlo, no cuando parecía que podría sacar un poco más de sus conocimientos.- ¿Conoce a los hermanos Pickett? Si descartamos a los padres, son los únicos que parezcan tener acceso directo con el vehículo, además, según los datos que tenemos, no hubo gritos por parte de Ben, sino que se marchó tranquilamente para no llamar la atención. Debía conocer a su secuestrador.- La lista de sospechosos no debía ser muy grande, al menos la que ella conocía, aunque le resultaba raro que los guardaespaldas secuestraran al niño. ¿Tal vez alguna rencilla personal?

-Usted puede decir que no es el mismo coche, pero cuando un juez compruebe que los neumáticos coinciden, que Marcus Dupreé lo vendió al señor McKnight usando a Frank como intermediario, y que el coche fue visto en los alrededores de Cypress Chapel... ¿A quién cree que creerán? -le espetó Bennet al gemelo Pickett, sabiendo que no iba a aguantar mucho más la presión.

No obstante, al escuchar que Bart parecía creer que ellos querían implicar a McKnight en los secuestros porque colaboraban con el alcalde Fallon, el juez Corman o el sheriff Smith, Bennet supo que aquella era una información que no podía pasar por alto.

-Espera... Así que después de todo, Smith y Corman no son tan amiguitos de McKnight como parecía, ¿no? -Bennet sonrió con malicia, pensando en que quizá fuese más fácil obtener información si conseguía sembrar semillas de desconfianza en el grupo de McKnight-. Escuche de una maldita vez. Estoy aquí para poner fin a las desapariciones de los críos y encontrar al responsable. Así que, si no quiere que ahonde más en los chanchullos de su querido jefe, va a decirme ahora mismo quién conducía el vehículo que estuvo en Cypress Chapel por la tarde y cómo fue posible que alguien se llevara a Benjamin McKnight si, como dice, en la iglesia estaban ustedes dos y toda su familia para vigilarlo.

El sheriff Smith decidió guardar silencio, tratando de calmar aquel ataque de ira que le había hecho vomitar toda aquella mierda delante de la sargento de los Rangers. Isiah Bush, calibrando la situación cuidadosamente, decidió intervenir.

—Los Pickett estaban en la iglesia con sus jefes y si hubieran planeado algo así no creo que le hubieran facilitado a sus cómplices el coche de la señora McKnight, ¿no cree? ¿No es posible que haya otro coche así por los alrededores? No sé, ahora en verano viene mucha gente de fuera, forasteros de otros estados, muchos yanquis, ya me entiende. Esos pijos blandengues se pirran por los coches de importación.

Había tantísimas posibilidades que resultaba complicado ponerlas todas en orden: Podía haber ardido ambos un plan para distraer a los padres mientras el otro se encargaba de sacar al niño; Tal vez hubiera otro implicado cuya identidad se escapaba al que le habían dado las llaves mientras ellos tenían una cuartada perfecta… o también podría ser que Bush supiera algo y quería tirar los balones fuera. Sin registrar el coche no vamos a avanzar en este punto. No le gusta sentir que estaba en un callejón sin salida, mordiéndose el interior de la mejilla mientras seguía debatiendo entre todas y cada una de las posibilidades.

Empezaba a dolerle la cabeza, y el calor no ayudaba.

Aparte de Ben, ¿habéis tenido casos de secuestro o asesinatos de niños de familias más pudientes en los últimos años? - Si no hacían caso a las desapariciones de las familias marginadas tal vez lo hicieran del otro lado, teniendo que descartar que éste era el primero de la lista. Y mientras esperaba a que Bush o Smith respondiera se dispuso a caminar, queriendo seguir con la búsqueda. Aunque quisiera información, también tenía intención de encontrar al niño con vida.

 La mirada de Jordan mostraba sospecha, pero no dijo nada más. Parecía que Adele no estaba lista para compartir todo lo que sabía o pensaba saber sobre su compañero, por lo que no indago más en aquel asunto y prefirió dirigirse al exterior del local con su compañera. Después de todo, no podía estar tomando cafe toda el día. Esas cosas había que dejarselas a los superiores, mientras que ellos debían sudar la gota gorda bajo el calor texano.

- Has tenido algunos malos encuentros desde que llegaste a este condado, ¿no? Que agradable...

 Parecía que DeFuss quería simpatizar con Lewis, pero en realidad se lamentaba pensando que él también tendría que tolerar sus propios "momentos" con los paletos de la zona. No solo como negro, sino también como un hombre negro de gran altura; los que más intimidaban a las mentes pequeñas. Lo único que le salvaba era su actitud calma. Nadie se podría quejar de su agresividad... por lo menos nadie sensato.

 Finalmente ambos salieron del café.

- Vamos a buscar a estos famosos rangers... están por aquí, ¿no es así? ¿La comisaría?

—¿Y yo qué coño sé quién conducía, joder? —Bart Pickett abandonó un poco de su pose agresiva para adoptar cierta actitud reflexiva—. Hay más gente en la casa. Oprah no creo que haya conducido un coche en su vida, pero los Manson si que conducen y a veces hasta han usado los coches de la casa. ¿Cree que alguno de esos dos desgraciados podrían ser los secuestradores?

Bennet se vio en el borde de un precipio bastante alto y peligroso. Bart Pickett continuaba muy alterado y la nueva revelación podría volverse en contra del policía si McKnight y sus guardaespaldas decidían tomar cartas en el asunto e interrogar a esos Manson. El magnate aún no había dicho su última palabra acerca de la investigación oficial; de hecho parecía que estaba muy lejos de hacerlo y de ceder ni una pizca de terreno a las autoridades.