Partida Rol por web

La biblioteca pública estaba un par de calles por detrás del hotel Excelsior, tal y como le indicó la señora Watson y, como también le había asegurado, detrás del mostrador se encontraba una joven mulata, Sandra Dupré.

Según la propietaria del Excelsior se trataba de una chica muy bien educada, amable y solícita, a la que podía recurrir para que le ayudara en la búsqueda de información. Moira Greenwrim sospechaba que aquello supondría pagar cierto peaje en forma de datos que, de algún modo, irían a parar a los Watson y sus confidentes.

En cualquier caso, el fresco ambiente y la tranquilidad del lugar proporcionaron a la agente la calma y la paz necesarias para poder aparcar en un rincón de su mente lo que había sucedido en la oficina del sheriff y para poder concentrarse en la investigación*. Sandra Dupré se movía sigilosamente por la biblioteca, proporcionando a Moira todo lo que no estaba accesible en las estanterías de la sala, siempre con una sonrisa franca. La bibliotecaria y ella eran las dos únicas personas presentes en el edificio aquel sábado por la mañana.

La Ranger sentía que era la primera vez desde el comienzo de aquel caso que gozaba de la compañía de alguien normal; aunque la chica le avisó de que en unas horas el lugar se volvería algo más ruidoso, cuando algunos de los alumnos de los distintos colegios de Jefferson acudieran para hacer los deberes o preparar sus trabajos de verano. Para las familias más humildes de la localidad, aquel sitio climatizado y con todo lo necesario para trabajar resultaba ideal comparado con sus viviendas recalentadas, ruidosas y sin espacio dedicados al estudio.

En los distintos artículos de los diarios que pudo consultar se relacionaban quince casos de desapariciones de menores entre los dos condados, nueve de ellos en Marion, denunciados por el reportero del periódico local Mortimer F. McAllan y por algunos breves de la prensa local de Marshall. El sheriff Taylor había colaborado siempre para consolidar la hipótesis de que los quince guardaban relación, pero ninguna de las autoridades policiales ni judiciales del condado de Marion había iniciado ninguna investigación seria y mucho menos conjunta con el sheriff del condado vecino**.

El condado de Marion debía su principal fuente de ingresos, como el de Harrison, al turismo del bayou y a las explotaciones madereras. Ambas actividades tenían a Eliah McKnight como uno de los principales promotores. Si alguien, en última instancia, deseaba alejar la mala prensa de región, ese era él. Pero, por otro lado, ningún empresario en su sano juicio querría tener suelto a un asesino en serie por su área de actividad de negocios. ¿Estaba McKnight realmente al tanto de las desapariciones? ¿Hasta dónde llegaba el poder y la influencia del magnate?

Otro aspecto que llamó la atención a Moira era el destino de algunas de las familias de los niños desaparecidos: estaban aquellas, como la de David Blansky, que habían abandonado la región y otras, como la de Trisha Winwood (con su hermana trabajando en la tele) o Barbara Swanson (su padre había sido nombrado pastor de la iglesia en la cercana Oil City, Louisiana) que incluso habían prosperado, repentinamente, tras el suceso. ¿Qué había detrás de estos alejamientos y golpes de fortuna? ¿Existía algún patrón común a todos ellos?

Finalmente estaban los habitantes de ambos condados. La prensa se había centrado principalmente en interrogar a las autoridades y a algunas de las familias de los menores, por eso el testimonio de la comunidad y de las instituciones religiosas apenas estaba presente en los textos periodísticos. Sin embargo circulaban diversas hipótesis entre los ciudadanos de a pie de los condados: abducciones extraterrestres, secuestros por los indios Caddo que vivían en una reserva camino de Louisiana, sacrificios satánicos para obtener el poder de la sangre, secuestros por parte de alguna secta religiosa, grupo de pederastas poderosos, asesinatos del Ku Klux Klan, ajustes de cuenta de los narcos de Jefferson o la posibilidad sostenida por algunos vecinos de que realmente no tuvieran nada que ver unos con otros salvo por el hecho de que eran hijos de malos padres. ¿Se podía sacar algún dato interesante entre tanta paja y teorías de la conspiración?

*****

El tiempo pasó muy rápido, sin darse cuenta. Cuando terminó de consultar todo lo que había podido encontrar acerca del caso, los primeros niños ya se habían sentado en las mesas de su alrededor, formando alboroto. Moira agarró sus pertenencias y se dirigió a la salida. Fue entonces cuando se percató de que su móvil tenía varios mensajes y llamadas perdidas de sus compañeros.

La visita a la biblioteca, y sobre todo la relativa soledad que allí se respiraba, le ayudó a olvidar los episodios en la comisaría. Al principio se centraba únicamente en los pasos de la bibliotecaria sobre las baldosas o el sonido de los recortes de periódico al pasar de una página a otra. Sin embargo no tardó en perderse en decenas de nombres, lugares y fechas, repasando una y otra vez cada una de ellas.

Sacó de su bolso una pequeña libreta y un bolígrafo, algo que había aprendido desde la llegada en avión de Scott, para anotar todo lo que tenía y unir flechas en un pequeño esquema, queriendo sacar algo en claro.

Pasó demasiado tiempo volando entre las palabras e imaginándose los hechos mientras apoyaba el bolígrafo sobre sus labios, mordisqueando para distraerse el tapón y dejando un poco del rastro de pintalabios que llevaba. Había cosas que se le escapaban y otras que empezaban a tener sentido. ¿Por qué no había ningún testigo válido? Se percató de algunos detalles, sorprendida de la escasa lucha de algunos padres tras la desaparición de sus hijos.

Algunos habían decidido marcharse, otros tuvieron un “golpe de suerte” inesperado que los alejaba del caso, mientras que aquellos que decidieron quedarse tenían errores en sus informes o testigos desestimados de una forma u otra. Recordó entonces las palabras de Peggy sobre el archivo de casos y el intento de silencio a varias partes. Smith y Corman guardan algún tipo de relación, eso está claro.

Subrayó dos nombres en su libreto al ser lo que más le llamaron la atención, los correspondientes a “Tanya Washington” y “Will Jefferson” antes de alzar el rostro de los papeles al escuchar ruido, comprobando que la hora de clase ya había terminado.

Queriendo mirar su teléfono para comprobar la hora, se percató de que tenía un mensaje de Scott, marcando inmediatamente el número y colgándoselo a la oreja tras recoger todo lo que tenía en la mesa.

Esperando a que los tonos sonaran, y dándose prisa de salir al exterior, al parar cerca de la mesa de recepción y ver a Sandra Dupré, no pudo evitar tener un rápido recuerdo, algo que se le había olvidado buscar y que tal vez tuvieran información.

Disculpa, ¿tenéis algún recorte relacionado con la “Bruja del Árbol”?

La chica abrió mucho los ojos, sorprendida, cuando escuchó aquella pregunta. Estaba sentada delante del ordenador en el mostrador de préstamos y sus dedos se quedaron flotando sobre el teclado.

—¿Perdón? ¿La Bruja del Árbol, dice? —sin duda no era la primera vez que escuchaba ese nombre, aunque trataba de hacerse la despistada—. Verá, no creo que haya ninguna noticia escrita sobre esa mujer. Es una especie de... vidente... que vive en el bayou... Algunos dicen que es una bruja, pero nunca he oído que le hiciera daño a nadie...

La bibliotecaria volvió la vista a la pantalla de su ordenador para continuar con su trabajo; pero lo cierto es que sus dedos tardaron todavía unos segundos en ponerse en movimiento sobre las teclas. 

Moira pudo escuchar la voz de Scott al otro lado de la línea:

-¿Sí? ¿Dónde estás, Greenwrim? Jordan informó a la agente Lewis de que no lo acompañaste a la comisaría a reunirte con el sheriff Smith. ¿Va todo bien?

Que no hubiera nada escrito sobre una mujer misteriosa que hacía llamarse “Bruja” no le sorprendía demasiado, al fin y al cabo la prensa no tendía a hacerse eco de ciertas noticias, pero la actitud de la chica y los mensajes mudos que transmitía con su cuerpo le hacía entender que tal vez supiera algo más.

¿Y qué ha…? – No logró terminar la frase puesto que la voz de Scott sonó al otro lado del interfono, alzando una mano y articulando con los labios “un minuto” para poder hablar con una relativa calma.

Espera, ¿qué? – Al escucharle quedó bastante sorprendida por no decir mosqueada, ¿qué había dicho aquél tipo? Aligerando su paso, salió al exterior de la biblioteca pública y buscó la sombra de un árbol donde cobijarse del sol.- Ayer en la cena dije que iría a primera hora a la comisaría y eso es lo que hice.- Sentía que estaba justificando una acción con su padre, como si volviera a los quince años y acabara de hacer una travesura.- No sé qué te han dicho los del FBI pero lo último que sabía en la cena es que Jordan se quejó de la división que hizo su compañera.- Molesta y sin darse cuenta de que tal vez había alzado la voz más de la cuenta, negó con la cabeza varias veces mientras oteaba los alrededores, sobre todo en dirección a la comisaría por si veía a alguien de interés entrar o salir.- Llegué a la comisaría y no estaba, así que intuí que negó la colaboración conmigo y estaría con vosotros. Como comprenderás, teniendo en cuenta que tenía prisa ya que quería hablar con la secretaria antes de que llegara Smith, no iba a volver al hotel y suplicar que me acompañara.

Se obligó a respirar hondo, notando que estaba descargando parte de la frustrada mañana con Scott cuando él no tenía culpa de nada.

Lo siento.- Apretó el puente de la nariz para recuperar la calma antes de seguir respondiendo.- Estoy ahora en la biblioteca, comprobando algunos datos. Iba a llamar a Kopelson para informarle cuando vi tu llamada.- Se giró, mirando esta vez la puerta de la biblioteca.- ¿Tienes tiempo? He descubierto muchas cosas, el caso es más complicado de lo que pensábamos.

Bennet habría sonreído al escuchar las palabras de Greenwrim, de no ser porque en esos instantes una señora muy mayor y muy enfadada se encontraba en esos instantes apuntando con su escopeta a Adele.

-No voy a culparte por no acompañar al agente Jordan a la comisaría -le dijo, con sinceridad, pues al fin y al cabo el federal había hecho muchos méritos para terminar quedándose solo-. Aunque tampoco puedo defender que estés investigando sola y por tu cuenta cuando decidimos colaborar con los federales. -Puede que Greenwrim hubiera hecho precisamente lo que había dicho que haría durante la cena la noche anterior, pero el hecho de no contar con Max le había dado a este otra oportunidad de atacarlos, además de desobedecer las órdenes de Lewis, que a ojos de Scott no merecía verse ignorada de esa manera-. Jordan ha aprovechado a que fuiste sola a la comisaría para quejarse del desempeño de los rangers. Por enésima vez. Nada que debiera importarnos, pero por cortesía a Lewis, no le dés más motivos. Ella no es como Jordan -le advirtió, aunque sabía que Moira había tratado con la afroamericana más que él.

Cuando Greenwrim le preguntó acerca de si tenía tiempo para ponerle al día, Bennet respiró hondo, pues al fin y al cabo tenía a una anciana apuntando hacia Adele con una escopeta.

-Puede que no sea el mejor momento... Pero adelante. Cuéntame qué has descubierto -expresó, sin dejar entrever cuál era la situación en la que estaba.

Teniendo en cuenta que mi destino estaba claro y ellos todavía estaban discutiendo, no creo que sea la culpable de la situación. Nadie vino a confirmarme que realmente vendría conmigo después de la pataleta, tampoco estaba despierto a primera hora cuando salí del hotel hacia la comisaría que, por cierto, te recuerdo que están al lado.- Le molestaba que las culpas fueran para ella cuando había intentado en todo momento una cercanía en ambas posturas, invitándolos incluso al mismo hotel, pero lo que no iba a permitir es que retrasaran su trabajo por una discusión de colegio.- Pues tengo información para Jordan gracias a cumplir mi parte.- Se apoyó en algún árbol cercano con tal de descansar los pies mientras seguía mirando alrededor, intentando resumir todos los datos posibles que había reunido al pensar que su compañero no estaba del todo libre para hablar.

Smith obedece a un juez, Corman. Al parecer ambos ignoraron los intentos de investigación, archivaron los casos de desaparecidos, amenazaron a la prensa y alguno de los familiares de los desaparecidos para que guardaran silencio.- Tomó aire antes de continuar, prefiriendo omitir todo lo referido al encuentro con el ayudante.- No son seis casos como creíamos, sino 15. Nueve de ellos en Marion.

He leído algunos recortes que hablan de estas desapariciones y hay datos en común. Por ejemplo, las familias que no habían abandonado la región habían tenido golpes de suerte, ¿recuerdas la chica Disney? No es la única. Otros también hablan de testigos pero todos fueron desestimados, algunos por el propio Juez Corman y otros llevados a centros.

No sólo eso. El último caso fue de hace unos meses, en marzo, y uno de los principales sospechoso era Matteis aunque al final le echaron la culpa a un chico adolescente con problemas de autismo.- Había demasiadas cosas que no entendía, y más cuando intentaba formularlas en voz alta. Y eso que todavía no había contado todo, queriendo resumir lo máximo posible.

Los expedientes deberían de estar en la comisaría, pero todavía no he podido acceder a ellos todavía.

-Juez Corman... -comentó Bennet, recordando que no era la primera vez que escuchaba ese nombre. No le sorprendía que los casos hubieran pasado de seis a quince, pues al fin y al cabo Jordan y Lewis les habían hablado la noche anterior sobre como mínimo tres casos más-. Bien, buena chica. Está siendo un día productivo, Greenwrim. No me sorprende que las familias de las víctimas hayan sido "recompensadas" de alguna forma después de la desaparición de los pequeños. Quienes están detrás de las desapariciones son poderosos. Pueden silenciar a una madre prostituta o a un padre expresidiario, pero en casos como el de Windwood, así es como se aseguran de que las familias no hablarán...

Ahora solo quedaba saber quién movía los hilos, encargándose de que aquellas familias sufrieran esos golpes de suerte, como el hecho de que una de sus hijas terminara trabajando en una serie de Disney. Quienquiera que fuera debía ser bastante rico y sobre todo influyente en la región. ¿Tal vez Eliah McKnight III?

-¿Matteis implicado de nuevo? -Eso sí que era nuevo. A pesar de que habían considerado que el profesor estaba libre de sospechas, su nombre volvía a aparecer nuevamente en el caso. La cuestión era, ¿se trataba de un implicado o de un perfecto cabeza de turco?-. Espera... ¿un adolescente autista? -De nuevo Bennet estaba sorprendido. No creía que aquellas desapariciones fueran cosa de un adolescente-. Greenwrim, veo que tienes bastante información. Tal vez sea más apropiado que me la cuentes toda cuando nos reunamos. Lewis y yo estamos tratando con la señora Preston. O al menos intentándolo. No puedo hablar mucho más. Hablamos luego.

Scott no se despidió ni le dedicó alguna palabra agradable a su compañera. No era su estilo. Simplemente colgó el teléfono, sabiendo que aún tenía que hablar con la señora Preston.

“Buena chica”. Aquellas dos palabras le habían descolocado por completo aunque dudara que la intención no fuera otra mas que una felicitación con la ejecución equivocada. Sin duda ese era uno de los días en los que era mejor no levantarse de la cama o donde se ponía a prueba su infinita paciencia, sobre todo teniendo en cuenta que todo parecía ir en contracorriente a sus pasos.

Hasta luego.- Y hablando de pasos, sabía que todos le conducían por desgracia al mismo lugar. Tras colgar la llamada se quedó unos segundos mirando hacia la comisaría mientras mordisqueaba la carcasa de su móvil, una costumbre de mantenerse ocupada con un movimiento involuntario para concentrarse mejor en sus pensamientos.

Habían pasado un par de horas de su visita e intuía que el turno de Bush ya había acabado, por algo él tenía el nocturno pero, ¿qué pasaba con Peggy? Maldita mojigata. Aquella creyente iba a suponerle un problema, estando completamente segura de que ya habría cantado todo lo ocurrido a sus superiores. Un motivo más para no ser bien recibida.

Realmente estaba tentada de no ir pero ¿qué lección le estaría dando a Kurt? Podía escuchar las voces de su familia riéndose, su abuelo afirmando que no tenía los suficientes huevos como para enfrentarse a Smith.

No puedo dejar que me intimiden.- No lo pensó, simplemente se apartó del árbol y caminó en dirección a la comisaría para tal vez un nuevo enfrentamiento. Era lo que un Greenwrim tenía que hacer.

Cuando Moira regresó a la oficina del sheriff, Peggy Swanson no estaba en el mostrador de recepción, en su lugar se encontraba Marlene Jackson, otra de las secretarias, una joven afroamericana que, por el gesto de su cara, consideraba a la Ranger responsable de tener que pringar un sábado.

Antes de que pudiera darle la bienvenida, la voz del sheriff Smith atronó desde el fondo de la sala y sus pasos retumbaron conforme se acercaba a grandes zancadas.

—¡Malditos hijos de puta! ¿También han metido a los federales en esto? —el sheriff no llevaba su uniforme, sino ropa de pesca y sus cañas estaban apoyadas junto a la fotocopiadora. Estaba claro que sus planes para la mañana del sábado habían cambiado de repente. Y no sólo los suyos porque sentados en sus respectivas mesas estaban un somnoliento Bush y sus otros dos compinches, Skinner y Mommsen. En cada una de aquellas mesas se podían ver un buen montón de carpetas y papeles de expedientes.

Aunque el problema de la secretaria parecía estar resuelto, las tres cabezas pensantes, y no precisamente por la que sostenía su cuello, permanecían allí trabajando a marchas forzadas. Le alegró saber que estaban lo suficientemente ocupados como para prestarle un mínimo atención, aunque debía reconocer que los papeles que tenían sobre la mesa y el motivo de esa extraña dedicación le causaba curiosidad.

Miró de soslayo, más o menos lo que la distancia le permitía alcanzar, creyendo leer uno de los nombres de los niños desaparecidos. Premio gordo. Como si hubiera sido un golpe de suerte que quería premiarla, tenía frente a ella lo que había venido a buscar. Ahora sólo faltaba saber cuánto tenía que pagar.

Puedo ayudarle si quiere con los expedientes.- Prefirió no mencionar nada sobre los federales, aunque no sabía cómo diantres se había enterado. Pensó que tal vez los hubieran visto y el rumor correría más rápido que la pólvora.- Imagino que después de saber que hay un secuestrador suelto ha recordado que tiene varios casos en su condado.- Cruzó los brazos en torno a su pecho en una postura solemne mientras cambiaba el peso de un pie a otro, todavía mirando los papeles sobre las mesas.

Smith apretó los dientes. Detrás de él el trío de esbirros se movía inquieto, especialmente Bush que se había despabilado de golpe y trataba de encogerse todo lo posible en su silla. Skinner, por su parte, parecía deseoso de intervenir. La secretaria contemplaba la escena como si pensara que todos los blancos de aquella oficina se habían vuelto locos.

—¡Exacto, un secuestrador suelto y ustedes se dedican a jugar a la Gestapo con un maestro de escuela inocente! —se mofó el sheriff—. Les advertí que andar en tratos con Taylor solamente podía significar problemas. Problemas para nosotros y, sobre todo para ustedes —a Moira no se le escapó el tono de amenaza velada que contenían las palabras del sheriff—. ¿Para qué cojones ha venido otra vez? ¿Va a amenazar ahora también a mi otra secretaria? Le advierto de que está muy mal visto atacar a las minorías...

Marlene Jackson miró al sheriff con incredulidad. A pesar de todo el tiempo que llevaba trabajando con aquel racista hijo de perra, de cuando en cuando aún era capaz de sorprenderle con sus ocurrencias.

Está peor visto archivar casos cuando guardan relación con una investigación abierta.- Se giró para mirar de reojo cualquiera de los expedientes que hubiera en la mesa, de paso echándole un rápido vistazo al resto de ayudantes. La reacción de Bush hizo que se regocijara en su foro interno.- ¿Ese es el de Daniel Manson? ¿Barbara Sawson? – Recitó algunos nombres, asegurándose que supiera que conocía la existencia de esas desapariciones.

Si su departamento no tiene nada que ocultar, supongo que no le importará que le eche un vistazo a los nueve casos de su condado.- Tal vez queriendo calibrar el grado de importancia que tenían esos informes y su visualizado, Moira se acercó a la mesa más cercana con intención de mirar más de cerca uno de los expedientes, aunque permanecía atenta a la reacción del Sheriff.

El sheriff contempló airado cómo la Ranger Greenwrim entraba en la sala y se acercaba la mesa más cercana, la de Mommsen, donde estaban un par de expedientes del caso: "Tanya Washington, Barbara Swanson". El alguacil miraba incrédulo a su jefe y a sus compañeros y se puso en pie, haciendo que Moira pareciera aún más bajita.

—¿Qué coño se cree que está haciendo? —exclamó Smith colocándose al lado de ella—. Ni se le ocurra tocar ningún papel hasta que no me traiga un permiso expreso de su puta oficina de mierda.

En ese momento, desde un par de mesas más al fondo se escuchó un carraspeo.

—Jefe, déjela. No tenemos nada que ocultarle a esta gentuza. Usted sabe que llevamos la investigación hasta donde se pudo. Que miren lo que quieran. Ya se darán cuenta de que no hay nada que rebañar en esos expedientes.

Zack Smith se volvió para mirar a su ayudante, Isiah Bush, que le sostuvo la mirada no sin temor. Skinner y Mommsen se quedaron un instante sin decir nada, hasta que el primero secundó a su compañero.

—Sí, jefe. Deje que la pelirroja juegue a detectives con los papelitos. Yo puedo quedarme aquí con ella. Por si necesita algo.

Si no fuera por que parecía una idea disparatada, Moira podría jurar que había advertido un gesto de celos en el alguacil Bush.

—Hoy es tu día libre, Skinner. Que se quede Mommsen con ella —soltó de repente.

—¡Eh, babosa! ¿Por qué me voy a quedar yo? Quédate tú. Así tu mujer se alegrará de no ver tu cara fea en todo el sábado —remató con una risa estúpida.

—Si el jefe quiere me quedaré; no tengo ningún problema por hacer turno doble —le siguió Bush, sacando pecho y con una sonrisa torcida en el rostro.

—¡Largaos los tres! —estalló el sheriff—. Tú vuelve a tu casa, Bush; no quiero que ese vaca con la que te casaste me caliente la cabeza quejándose de que te hago trabajar demasiado. Mommsen, te toca patrulla, maldito mermado, así que coge las llaves del puto coche y echa humo de aquí. Skinner —señaló al último alguacil con algo de más calma—. Hoy libras y ya que me han jodido el sábado me encargaré yo de este asunto. ¡Jackson! —llamó con un grito a la secretaria, a pesar de que la tenía a pocos metros—. Voy a cambiarme y regreso pronto. Encárgate de que la agente... Greenwrim, tenga acceso a la documentación necesaria pero no conteste ninguna de sus preguntas, ¡es una orden!

En poco menos de un par de minutos la agente Moira Greewrim volvía a quedarse a solas con la secretaria del sheriff, aunque fuera otra distinta que, por su expresión facial, tampoco estaba nada contenta de estar allí.

Le sorprendió ver aquella predisposición por parte de los ayudantes para ceder todo lo que tenían, pudiendo ser que realmente no escondían nada o que en su momento se habían encargado de ocultar las pruebas incriminatorias. En cualquier caso se quedó pendiente del intercambio de palabras entre cada uno, pasando la mirada por todos los ayudantes y dejando un leve rastro confuso por las intervenciones de Bush, quien parecía haberse domesticado por el “golpecito”.

Esperó hasta ver la resolución, no pudiendo ocultar una leve sonrisa. Moira se sentía como un niño en una tienda de gominolas, pudiendo coger de las baldas cualquier chuche y disfrutar de un sinfín de azúcar sin la presencia del dueño.

Bordeó la mesa a la que anteriormente se había acercado y correspondía a un tal “Momsmsen”, adueñándose momentáneamente de ella para sentarse en su silla y cruzar las piernas, acercando los expedientes que tenía más a mano hasta tenerlos delante.

Empecemos con los expedientes de los nueve desaparecidos.- Sin llevar a mirarla se dirigió a la secretaria de tez oscura. Sabía que le había ordenado que no respondiera a nada pero no necesitaba sus respuestas, sino que obedeciera.- Puede ir preparando cualquier informe anterior al año 2000 sobre desaparición de menores. Ah, y si me trae un café se lo agradezco. Cargado.- Todavía no había tenido tiempo de tomarse uno y le quedaba una buena jornada de lectura, dedicándole una afilada sonrisa a Jakson antes de bajar la mirada hacia los documentos.

Moira leyó los expedientes sobre los nueve casos y confirmó todo lo que había leído en la hemeroteca sobre ellos; ese tal Mortimer McAllan había hecho muy bien su trabajo. Sin embargo, ahora también tenía a su alcance las jugosas notas de los agentes de aquella oficina. Ninguna era, a priori, incriminatoria de ningún delito. El sheriff y los suyos habían cumplido con su obligación, sobre todo al principio, en los casos más antiguos. Luego habían perdido entusiasmo o les habían hecho perderlo y las últimas carpetas eran, con diferencia, las más delgadas.

Aún así, había datos interesantes que recopilar y sumar a todos los existentes:

1. John, el padre de Tanya Washington era un camello conocido en Jefferson. Formaba parte de una banda dedicada al narcotráfico que operaba en el condado. Después de la desaparición de su hija el tipo se hundió, abandonó el negocio y logró reformarse con la ayuda del reverendo Alan Rumsfeld, pastor en Smithland, que le consiguió un trabajo en una sucursal del banco de Jefferson.
2. Los padres de Barbara Swanson, drogadictos ambos, accedieron a rehabilitarse en un centro de desintoxicación en Oil City, en Louisiana. Moira descubrió que tanto la iglesia del reverendo Rumsfeld como el alcalde Ralph Fallon o Eliah W. McKnight, eran mecenas de dicha institución.
3. El sheriff había tomado en cuenta en un principio la declaración del amigo de David Smith, Jamie, como posible testimonio de un posible secuestro. Sin embargo, más adelante, el juez estimó que el chico podía haber declarado haber visto a alguien en la carretera 727 como forma de justificar su responsabilidad por la desaparición de su amigo.
4. La familia de Daniel Mason era la que menos problemas había dado al sheriff. Aquellos marginados sociales vivían en la peor parte de Jefferson y habían asumido que la desaparición del pequeño fue culpa de la negligencia de su primo Ron. Según las notas del expediente, la familia pensaba que su hijo estaba muerto.
5. En el caso de Louie Rimbaud, el sheriff y los suyos confirmaron la denuncia por desaparición que había hecho su hermana Gina e incluso avisaron a asuntos sociales para que investigara por qué aquel niño no aparecía en ningún registro ni estaba escolarizado. También rezaba el testimonio de Gina que mencionaba que sus padres no querían a Louie porque su madre lo había tenido con otro hombre.
6. En el expediente de Loreen Eaglenest la letra torpe del alguacil Mommsen indicaba en un par de notas que su madre había acudido a la gente de su nación para que la ayudara y que, al final, se había casado y se había marchado a Louisiana.
7. La carpeta de Mark Scarrow era la más fina de todas ellas. Se mencionaba el incendio y la muerte de toda la familia incluyendo el pequeño del que no apareció el cuerpo. Remitían a la oficina del forense y a los bomberos para la explicación a este extraño hecho.
8. En el expediente de Will Jefferson destacaba una nota del sheriff Smith que advertía: Cuidado con el bastardo del padre. Lleva un AK en su vehículo.
9. El caso de Deborah Johnson había tenido como principal sospechoso a Carlos Díaz y no quedaba duda de que la actitud racista del sheriff había dado alas a la madre de Deborah para creer en la culpabilidad del pobre chico y ensañarse con él y con su madre. Constaba el arresto y los cargos contra la señora Johnson por agresión contra el menor, pero todo seguía pendiente de resolverse en los tribunales.

De las anotaciones e informes de la Oficina del Sheriff del condado de Marion cabía deducir que tenían constancia de la posible relación entre los casos, aunque también se revelaban sus dudas de que así fuera y, sobre todo, la ausencia de cualquier mención a las desapariciones del condado de Harrison. Nunca se había formado ningún grupo de trabajo especial, a pesar de que el juez Corman estaba al corriente de todos los casos.

Cuando terminó de leer, Moira se dio cuenta de que no había tocado el café que le había servido Marlene Jackson. Fue a darle un sorbo a la taza cuando se dio cuenta de que el sheriff Smith estaba sentado en la mesa de enfrente, vestido ya con su uniforme y jugueteando con un abrecartas entre sus dedos.

—¿Satisfecha? Si quiere estudiar los caso más antiguos Marlene puede llevarle el lunes a nuestro archivo judicial, aquí al lado. Hoy no está abierto. Se remonta a 1934; todo lo anterior se perdió en algún incendio, inundación o vaya usted a saber. 

El jefe Smith parecía divertido e incluso se permitió esbozar una sonrisa lobuna.

Una vez se sumergía en los expedientes, el mundo a su alrededor podría arder o el cielo caer en cientos de pedacitos que no se percataría de ello. Navegaba entre las fechas mientras susurraba los nombres de cada uno de los expedientes, teniendo todos abiertos y ordenados por año en la mesa para que pudiera ver el cuadro completo, como si esa nimia acción le ayudara a entender el puzle. Aparte, aprovechando que parecía tener carta blanca, sacó la libreta que había usado en la biblioteca para ir rellenando datos de interés en cada uno de los desaparecidos, corroborando en más de una ocasión los datos o simplemente visualizando mentalmente el momento en el que se escribió.

En su folio sólo había letras cursivas, algunas subrayadas y un par tachadas de teorías que descartaba al momento, como si estuviera haciendo una escritura automática que después su cerebro terminaba de completar.

Agarró el asa de la taza de café mientras se recostaba en el asiento, dando un semi giro en la silla en un lento movimiento impulsado por su pierna. Al dar el primer sorbo comprobó que el contenido ya estaba frío y su sabor había empeorado, algo que no pareció importarle puesto que acabó dándole un largo sorbo. Alzó la mirada de los expedientes para observar a Smith, sobre todo meditando su pregunta.

La verdad es que no.- Repiqueteó la taza con las uñas durante unos segundos antes de dejarla sobre la mesa, alejándola de los papeles.- ¿Qué ocurrió en 2003? – Extendió la mano para acercarse los cinco primeros expedientes.- En estas fechas hay anotaciones sobre declaraciones, algunos informes…- Escogió uno cualquiera para ojear entre los folios, dejándolos poco después en su sitio.- Sin embargo a partir de la desaparición de Loreen Eaglenest apenas hay nada. Creo que teníais motivos más que suficientes y un patrón claro para unir los casos, eso sin contar con los del condado de Harrison.- Tenía curiosidad por saber la versión de Smith, y sobre todo entender el porqué de tanto secretismo.

—Ahora nos tuteamos. Muy bien —mantuvo su sonrisa de lobo—. ¿Qué pasó a partir de 2003? Dímelo tú, sargento Greenwrim del Programa de investigación de crímenes no resueltos, número dos de su promoción e hija predilecta del Director Thomas Greenwrim. ¿Qué tal está Kurt? ¿Se ha quedado con los abuelos o con su padre? Imagino que con los primeros, porque el segundo ni está ni se le espera, ¿verdad? ¿Sabe papá Thomas que te dedicas a acosar y agredir a los honrados trabajadores de otras fuerzas policiales? Quizás tu jefe, el señor Kopelson, podría reñirte un poco por saltarte el reglamento, ¿no crees? Me pregunto quién llamará primero a quién, ¿el jefe Kopelson a papá para decirle lo traviesa que ha sido su niñita o la pequeña Moira a papá, llorando porque los malvados policías paletos de Jefferson se portan mal con ella? —Smith comenzó a hacer pucheros con la boca y luego soltó una carcajada—. ¿Ves, pelirroja? Este viejo sheriff sabe hacer sus deberes.

Zachariah Smith se puso de pie y clavó el abrecartas en la mesa con violencia.

—Cuando termines de estudiar déjalo todo bien recogidito. Ayuda a Marlene, anda, no vaya a ser que además pensemos que eres un poco racista —hizo una pausa dramática—. Ah, un consejo gratis de amigo; no, de amigo no, de padre. Ten mucho cuidado con tu compañero, Scott Bennet... Ese yanqui cabrón es una buena pieza...

El sheriff saludó marcialmente sin perder la sonrisa sardónica y se encaminó a las escaleras para subir a su despacho. Marlene Jackson contempló a la agente Greenwrim con una mirada enigmática, sopesando lo que acababa de suceder y esperando la reacción de la Ranger.

Podía aguantar las vejaciones, faltas de respeto o desconfianza de los que la rodeaba. Podía hacer oído sordos de las rencillas que había entre sus propios compañeros, o buscar la fortaleza para centrarse en el trabajo cuando ni siquiera los sueños por las noches le acompañaban a calmar su mente, pero Smith había disparado una única bala y dado de lleno donde más le dolía. Lo peor de todo es que ambos sabían perfectamente que el ataque había surtido efecto.

Por primera vez en lo que llevaba trabajando en el caso no sabía qué decir, y no porque no quisiera responder con el orgullo inflado sino porque su lengua había enmudecido mientras sus puños se cerraban. Incluso intentó mantenerle la mirada, un acto que resultó casi imposible cuando mencionó a Kopelson y la llamada, algo que por desgracia ella misma había tanteado horas antes.

Se mordió el interior de la mejilla para contener las ganas de montar una escena, dejando que el ambiente se enraizara mientras subía las escaleras, simplemente quieta en la mesa y con la mirada perdida en el abrecartas. Sin embargo no pudo esperar demasiado, puesto que su mano se movió sola para liberar parte de la tensión que estaba acumulando, tirando la libreta con sus anotaciones y el bolígrafo al suelo en un despegue rápido de parte de la mesa.

Se tomó unos segundos para respirar hondo antes de levantarse del asiento. Se notaba que quería salir de la comisaría, ya que ordenó los expedientes sin percatarse si algunas páginas estaban bien colocadas para cerrar las carpetas, colocándolas después una sobre otra y montar así una pequeña fila de la misma forma que lo encontró cuando llegó, obedeciendo de manera inconsciente la orden de Smith. Después recogió del suelo la libreta y dejó la taza de café en el escritorio de la recepcionista sin llegar a mirarla, no queriendo ver en sus ojos reflejados la vergüenza que estaba suponiendo aquello, al igual que tampoco salieron de sus labios una disculpa.

Quería salir de la comisaría y dirigirse al hotel, alejarse un poco de aquello y buscar la concentración que necesitaba. Eso sí, lo primero sería apagar el teléfono antes de salir de la comisaría puesto que, aunque debía informar o tener el teléfono siempre activo, lo último que quería era dar más explicaciones durante un par de horas. 

Además, así cancelaba toda opción de poder llamar a su padre.

—Ey, ¿te encuentras bien? —preguntó la secretaria con gesto preocupado—. No dejes que te afecte. Es lo que buscan, él y los otros. Les encanta lanzar mierda a todo el mundo. Son tíos, ¿ya sabes? Nosotras somos más fuertes en realidad, por eso nos atacan, por puro miedo e inseguridad. Si necesitas cualquier cosa aquí me tienes. Tenemos que apoyarnos unas a otras —finalizó guiñando un ojo de manera cómplice. El problema es que todo su supuesto discurso de sororidad a Moira le sonaba más a pura compasión vacía de auténtica empatía. Aquella mujer simplemente le estaba diciendo lo que creía que ella quería oír; pero perfectamente podría estar pensando cualquier otra cosa. Lo cierto era que encontrar a alguien sincero en aquel nido de serpientes parecía una tarea imposible.

Nada la retenía allí, por tanto y, aunque Marlene Jackson se despidió de ella con amabilidad, Moira no veía el momento de dejar atrás aquella oficina. Fuera le abofeteó de nuevo el calor pegajoso del verano. Se escuchaban algunas cigarras dándolo todo hasta alcanzar unos cuantos molestos decibelios. Del restaurante familiar de enfrente, llamado Auntie Skinner's le llegaba un exquisito olor a carne a la brasa. El local estaba en un edificio de ladrillos de estilo sureño, con la fachada cargada de banderas tejanas y de la Unión y ningún símbolo confederado a la vista. Ofrecía menús y comida para llevar y, a aquella hora, apenas había un par de coches aparcados en la puerta.