Partida Rol por web

El coche de Victor por el que se interesaba Joe y el cadaver de Gascon por el que preguntaba Victor estaban en el mismo sitio. Ducroit llegó hasta él siguiendo al doctor y al hombre que había venido a ayudarle, con paso lento pero firme, protegiendose de los rayos del sol con unas gafas oscuras con cristales redondos, que ocultaron la mirada que lanzó a Remiendo cuando intentaba disculparse con él.

Pronto estuvo ante lo que quedaba de su compañero de fatigas, de uno de los pocos amigos, puede que quizás el único, que tenía. Sin hacer caso a Joe, que le pedía abrir el maletero para salir de allí cuanto antes, destapó la lona que cubría el cuerpo en un rápido gesto hasta dejar todo el cadaver visible. Se levantó las gafas de sol, colocándoselas en su amplia y despejada frente, y se limitó a contemplar lo que esta tela había ocultado. Su cara no mostró ninguna emoción. Nunca lo hacía. Permaneció con esa cara de jugador experto de póquer, con esa máscara que impedía saber a los demás que era lo que pensaba. Siempre solía desconcertar a la gente esa cara con que se dirigía a ellos, imposible de discernir si le caían bien o mal, si hablaba en serio o no, si estaba enfadado o alegre...bueno, en realidad hacía mucho que su vida dejó de encontrar algo alegre. Ese semblante ni siquiera cambió cuando volteó él mismo los restos de Gascon, en busca de Dios sabe que cosa.

Remiendos no recibe de muy buen agrado el encargo de limpiar el tubo de escape. El era el medico, y ya había hecho su trabajo. El coche no era problema suyo. Aún así no tenía ganas de tener ninguna bronca con esos dos, así que asiente con la cabeza.

Si, si. Aquí mismito tengo algo de alcohol- Alfonso se acerca hasta un pequeño armario, y tras abrir la puerta comienza a rebuscar. Mientras está en la tarea, mira de reojo a Victor, que parece estar revisando el cadáver de su amigo. Frunce levemente el ceño, y sigue con la búsqueda.

Tras un par de segundos el doctor saca un bote de plástico, con la etiqueta completamente desgastada y un color amarillento. Desde luego no lo había comprado esta misma mañana. Al sacar el bote ve a una escurridiza cucaracha correteando dentro del armario. Remiendos la aplasta con el propio bote de alcohol - Malditos bichos-, y cierra la puerta del armario, dejando dentro el cuerpo aplastado del insecto.

Cogiendo un trapo, se pone a la tarea de limpiar el tubo de escape de manchas de sangre.

Sin perder más tiempo, Joe destapa el coche.

Bonito coche Víctor...

O´hara inspecciona detenidamente el vehículo, dando una vuelta alrededor de él, en busca de más manchas de sangre en parachoques o guardabarros. En principio nada. 

A Joe últimamente le fastidia más deshacerse de los coches buenos como éste que de los fiambres no identificados. Pero así es su trabajo, y por ello le pagan. Y por cierto, no le pagan nada mal.

Abre la puerta del vehículo y busca la llave de contacto. Está puesta. Primer cuarto de vuelta. Se encienden las luces del tablero. Tira de arranque. Funciona. El sonido del motor es bueno y constante, otro motivo más para aumentar su desgana de hacer lo que va a hacer.

Joe sale del coche dejándolo en marcha y dejando además la puerta abierta. Se dirige al maletero. Lo abre y lo inspecciona.

Vamos Víctor. Metamos a Gascon.

Te acercas a la muñeca de tu amigo muerto. Sabes después de tantos "trabajos" juntos que siempre tenía algo en la muñeca. Es curioso, era algo parecido a una pulsera con unas letras que ponían algo. Tu amigo francés siempre decía bromeando que la pulsera se la había regalado una antigua novia, aunque parecía más una pulsera sobre algo serio, algo médico.

Ahora la muñeca de tu amigo tiene un cerco blanquecino. Ese tipo de cercos que se forman en un sitio en donde llevas una pulsera y no le da el sol y después de mucho tiempo te la quitas. Y la pulsera no está.

Joe se dirige hacia la llave del coche mientras el doctor saca el frasco de alcóhol para limpiar el tubo de escape. Revisa la llave del coche y palpando la encuentra.

En ese momento el bueno doctor está empapando la gasa para limpiar el tubo de escape. Toda la suciedad que rodea a su clínica es digna de elogio. Ni con esfuerzo se consigue una situación tan insalubre.

Joe gira la llave del coche y lo pone en marcha. El rugido del motor es agradable. El depósito está a media carga, pero suficiente para largarse de ésta granja-hospital.

El doctor limpia la sangre del tubo de escape, mientras Joe abre el maletero.

Unnnnnggg.

El maletero está bien cerrado. Un profesional como Víctor no dejaría nada abierto, claro.
El sol pasa entre los maderos de la granja, hay mucho trabajo por hac ...

PAM-Disparo.

BUM-Choque. Suena fuera de la granja. El coche de Victor.

Todo es una locura. La arena salta sobre el cristal. Todo da vueltas. Es sólo una jodida rueda pinchada. El coche gira a un lado y a otro y entonces la arena se quita de delante del cristal.

Y aparece un chevrolet sedan del 52 de la nada, justo enfrente de vosotros. Qué mierda, qué mierda, qué mierda, joder.

Chocáis de frente contra el coche. Tiene un metal de los de antes como carrocería y vuestro coche parece papel frente al del sedan. Todo se vuelve acordeón.

El chico se ha dado un golpe con el respaldo del sillón de delante, y el labio le sangra un poco. Aturdido por el impacto, y asustado por lo caótico de la situación, mira hacia todos los ocupantes de el viejo coche en el que iba.

¿Qué ha pasado? pregunta, al aire, pero le sale un gallo en la última palabra.

Carajo, ¿qué pasó? repite, ahora con su voz un poco más segura, mientras saca la cabeza por la ventanilla. Andy no piensa más en que ha sido una desafortunada casualidad chocar con otro coche en un lugar tan desierto. Se supone que es un genio, pero su padre siempre le dijo que es un idiota para cosas prácticas...

Saca un poco más la cabeza por la ventanilla, buscando ver a los ocupantes del sedán, mientras espera que alguien le aclare la situación. Al menos Luisa parece estar bien.

Me cago en la puta leche! Mi Chevy! murmura cabreado O´hara.

Joe mira primero a Víctor y luego al Doctor.

A cubierto, le dice al médico.

Saca tu arma, le dice a Víctor.

Joe saca su revólver de la pistolera sobaquera y se acerca con sigilo hacia los tablones que hacen de pared del garaje, buscando mirar al exterior.

Niñatos... Joder, me han jodido el coche!

Joe mira por la puerta de la granja. Está abierta. Ya tiene el arma desenfundada antes de que sus ojos puedan decirle siquiera lo que ha pasado.
El Chevy de Joe es de la vieja guardia y su carrocería está abollada, parece que el coche ha resistido bastante bien el impacto, aunque la parte frontal del coche, justo la del motor, es la que parece que ha sufrido más daño.
Desde donde estáis, apenas podéis distinguir qué ha pasado. Sólo se ve una humareda y escucháis quejarse a un chico. Parece que un coche ha chocado contra el Chevy, pero es difícil distinguir si el amasijo de hierro con gente gritando en su interior es un coche.

PAM.. polvo,,, velocidad,, y de repente todo quietud. El silencio reina en el interior del coche, el cual, a todas luces, ha quedado casi inservible después del golpe.

Me giro hacia el asiento de detrás. - Espero que el golpe seco no haya sido el último paso para un parto rápido e inesperado En la televisión he oído muchas veces que los partos se podían acelerar por situaciones traumáticas o por golpes.. Y en la primeras etapas del embarazo lo que podían provocar era un aborto. Pero ésta no era ese tipo de situación. Parto inminente..

- Joder,, ¿estáis todos bien? - Y, ¿qué cojones hace ese tanque aquí? digo refiendome al coche contra el que hemos chocado.

O´hara sale del cobertizo pistola en mano. Avanza medio agachado, con su arma aferrada con las dos manos. Su camisa hawaiana le da de todo menos cobertura y camuflaje. Pero Joe sabe que las apariencias siempre engañan.

Se acerca veloz por uno de los flancos del vehículo. Cree haber distinguido a tres ocupantes, dos chicos y una chica. Jóvenes. Inespertos. Pero a buen seguro impulsivos. A O´hara solo le gustan dos jóvenes: sus hijos. El resto es odioso.

Le han jodido el Chevrolet Sedan. No es que le suponga demasiado hacerse con uno nuevo y con mejores prestaciones, pero los coches, al igual que sus hijas son sagrados.

En unos segundos llega hasta la ventanilla del conductor. La tierra levantada por el impacto y el caos formado siempre tras una colisión, ofrecen la mejor de las estrategias de aproximación.

Que nadie mueva un puto dedo. Las manos donde pueda verlas. ¡VAMOS! ¡TODOS!

Vuelvo la cabeza en la dirección desde la que vienen las palabras. De repente se me ha olvidado y ha pasado a un segundo plano el parto..

- Yeh, tío, calma. Que aquí ya están las cosas suficientemente complicadas como para meter más presión... le digo con las manos medio en alto y señalándole con la cabeza hacia el asiento trasero.

- ¿Sabes dónde está Alfonso? le pregunto dando por sentado que le conocerá.

¿El matasanos?

Joe mira hacia atrás echando un vistazo y evaluando la situación. Putos idiotas...

Sí, sé dónde está. ¿Por qué? Las manitas bien visibles... Nadie me jode el coche y queda impune.