Partida Rol por web

El capitán inglés cayó como un fardo delante de Matarratas con el culo sangrando y prolapsado como una coliflor. El capitán Duarte diagnosticaba al gimiente Jacques el Tuerto, que podía cambiarse el nombre por Jacques el Cegato, pues su ojo sano había recibido una cuchillada fatal. Y otra le había cortado media mano, por la que se desangraba a mares. No iba a durar ni diez minutos. Ni el Tuerno ni el Cegato. El Muerto.

— Qué hago contigo, Tuerto. Ya no sirves—dijo, negando con la cabeza. Jacques el Tuerto era carne de Margarita. Un tajo y a tomar por culo, así de fácil sería. Se fijó en el capitán inglés—. Mira lo que le has hecho al Tuerto, hijo de puta. Este noble señor, gran asesino y mejor putero, va a acabar sus días aquí por tu culpa. Tst, tst, tst.

Se levantó.

—Tuerto, cuando llegues diles que no tardaré—le comentó. Hizo un gesto y dos de sus negros y el perro Butcher* agarraron al pirata, que se puso a gritar desesperado. Matarratas agarró bien a su Margarita y de un golpe le partió el cráneo.

—Al carajo el Tuerto. Hice lo que pude por él, lo sabe Dios. ¿Y contigo qué hago, capitán Culorroto? —patada en las tripas— ¿Qué tienes para mí, cerdo? Puedes hablar o puedes morir, pero será más lento que el pobre Jacques. Sin prisa, con mucho del buen Bulbul y de todos los demás. Y cuando nos aburramos, no tendrás entierro cristiano. Tendrás un entierro en la cocina de Bulbul. De su polla a su olla. ¿Qué te parece? Tu alma vagará para siempre sin descanso, perro. Y nuestros culos te cagarán por la borda.

Se agachó y pasó el filo de Margarita por la cara del capitán inglés.

Os han vendido... Si no soy yo, otro vendrá a colgaros putos piratas...

—¿Nos han vendido? Ese puto cocinero, ¿verdad? Ya nos lo comimos. Espero que la tuya sea más tierna, maricona. ¿Y quién nos vendrá a buscar y desde dónde?

El negrazo se acerca a escuchar lo que dice el capitán. Le gusta escucharlo. Mientras escucha se mete un dedo en la nariz y rebusca con voluntad numantina hasta dar con su preciado tesoro.

Le gusta lo que dice. Ha dicho "entierro en la cocina de Bulbul". Bulbul es el puto cocinero. Claro que sí. Se acabó arrastrar cabos y fregar cubiertas. Y los cocineros reciben algo más de botín. O así lo recuerda de aquel cabrón traidor. Le emociona tener una cocina. Tiene algo propio. Que bonito.

Pero también dice algo que les han vendido.

Mira al capitán. Bulbul odia los traidores. Espera allí cerca, por si el Brujo Blanco necesita un par de manos para ayudar a que el capitán Fuckedford, Culorroto o como lo quieran llamar hable. Gruñe por lo bajo, como un buey contrariado, pero no dice nada. Tampoco hay nada que decir.

El perro Butcher no tiene problema en agarrar al Tuerto para que Matarrates le de un pase misericordioso a la otra vida. A estas alturas de su vida, estaba tan insensibilizado que esas cosas no le producían el mayor aspaviento. No se le removía nada por dentro. Además, su umbral de sorpresa había subido considerablemente tras lo de la isla. 

En otras circunstancias, quizá le cerraría el parpado del ojo sano al difunto. Pero no había ojo que cerrar. Así que simplemente se aparta. Satisfecho de haber sido buen perros.

Esperando las palabras del capitán inglés.

Una vez terminó de anotar la quincalla, el Duque puso su atención al espectáculo de Matarratas, a quien se acercó. Nos has salvado maldito loco, contra todo pronóstico y me has convertido en un converso de la magia negra. A la armada inglesa le va a hacer poca gracia y su majestad nos pondrá en orden prioritario, pero que se joda, los chicos necesitan un puerto franco y gastar esas holganzas, nos vendrá bien salir de la circulación un tiempo mientras me muevo con el Azur a buscar información sobre nuevas presas, sin duda esta gesta se sabrá y reclutaremos muchos piratas. Te recomiendo darle galones a Jacob, lo hizo muy bien en tu ausencia. Y sonrió, le gusto sentirse vivo, y libre Somos hideputas con suerte, de eso no hay duda. Vamos a pescar ingleses con el bichero, se ha ganado con sangre la oportunidad de ser hombres libres o morir fieles a su reina Asi debían ser las cosas, según su criterio.

Los marineros, que habían pasado de Alfonso, se repensaron las órdenes y fueron a hacer las tareas que había encomendado el Azur. Era un vago y peor que un grano en el culo, pero las cosas siempre se podían poner peor. Solo había que conocerle para saber que podría hacer volar unas malas palabras entre quien hiciera falta. Otra cosa no, pero el Azur era un mentiroso y un cuentista de cuidado.

El capitán inglés estaba más que asustado, seguramente se le habían encogido los huevos, porque el culo bien dilatado le había quedado. Aunque Bulbul seguramente hubiera abierto otro agujero en caso de no haber podido proceder con aquel inglesito.

Rutherford gimoteó y se lamentó de su desgracia. Prefería estar muerto o que lo pasaran por la quilla, cualquier cosa menos el puto negro salvaje. Pensó que por eso no se les debía dejar juntarse con las personas, estaban sin domesticar.

-No, no fue el cocinero… Si aseguráis mi vida, sin más daño, os diré lo que sé, Capitán…- dijo Rutherford, esperando poder negociar con lo poco que tenía.

LeDuc hizo su habitual ronda de peloteo interesado, el muy suavón.

—Así es, Duquecito. El capitán Matarratas arregla lo que otros estropean. Los ingleses no eran tan duros como muchos temían, ¿verdad, rata judía? Poca sangre veo en tus armas y ni un rasguño en tu pielecita gabacha acicalada con polvo de arroz. ¡O mucho te has guardado de matar ingleses o mucho te has escondido de ellos, Duquecito! Los ingleses no son tan duros, el culo de Fuckedford lo atestigua, bien tierno se ha quedado. ¡Mucho cobarde hay por aquí, mucho adulador e hijoputa!—dijo, mirando al Azur y al Duquecito. Se dirigió al capitán inglés—. ¡Política, siempre política, querido amigo! Vos ya sabéis cuáles son las amarguras del puesto, de la capitanía, del noble legado de los caballeros de la mar. Todo son chismorreos y puñaladas, traiciones, ¿no es cierto, perro? Así lo descubrió Azufre Jack, ese prohombre, ese portento de la piratería, galante y gentil, tan generoso con el látigo y la lengua afilada, un dulce de hombre, un encanto, vilmente traicionado por un miserable cocinero. ¡Envenenado! ¿Acaso cabe mayor insulto? Y ahora vos decís, señor Fuckedford, don Culorroto, que el cocinero no era culpable. ¡El mismo se confesó como imbécil que era! ¿Qué cojones sabéis de eso, capitán?

Le pasó el filo por la frente, midiendo, quizá, si podría sacar una taza de hueso de un golpe.

—No sé si aguantarme a levantaros la tapa de los sesos o dejaros hablar. ¿Merece la pena? ¡Haré el esfuerzo, tragapollas! Hablad ahora mientras podáis y quizá salvéis la vida y el diámetro del culo.

Hizo un gesto y uno de sus negros agarró al inglés del cuello. A los prisioneros siempre había que apretarlos un poco para que hablaran.

—Joder, Fuckedford, si el buen BUlbul os da miedo, imaginad el hambre de culo blanco que tiene toda mi tribu de monos negros.

El capitán, que hubiera esperado algo más de su negociación, tembló con las palabras del capitán.

-Quien os traicionó se hacía llamar el Duquecito, Montsac o algo así. Aunque mis hombres dicen que tenía un acento francés no se parecía a ningún acento que hubieran oído de ningún gabacho antes... Como si estuviera fingiéndolo- miró alrededor, en aquel barco había oído a algún otro hablar con acento francés, porque en esos barcos había de todo. -No tengo más datos sobre ese hombre. Vendió a Azufre Jack y a todos vosotros a cambio de limpiar su nombre.

-Ah, sí...- cayó en algo e inconscientemente apretó el culo y bajó la cabeza. -Mis hombres decían que tenían pinta de ser un maricón y no hacía por esconderlo.

A medida que el capitán inglés confesaba, a Reek la rabia se le acumulaba en la gola. Casi impidiéndole respirar. Cuando aquel inglés acaba su cántico, el perro Butcher emite un visceral grito de rabia. Volviéndose para buscar con la mirada al Duquecito.... No le hacía falta mucho mas. 

- ¡Déjadme que lo mate! ¡Déjadme que lo mate, señor! - le dice a Matarratas, casi en un alarido desgarrador. Con sendos bufidos, que hacen exhalar aire por sus fosas nasales. 

Busca al rubio con la mirada. Verdad o no, Butcher no necesita mucho para para descargar la ira con alguien. No se para pensar que quizá sea mentira. No estaba hecho para pensar. 

Bulbul paseó sus ojos porcinos por la porción de cielo que había justo encima de su cabeza, mientras se estrujaba su disminuido cerebro en las confesiones del capitán maricón. Algo en un rincón oscuro de su mente gritaba que algo no iba bien. Había un puto traidor, eso era seguro, pero sus ojillos maliciosos seguían moviéndose como buscando algo esquivo, que se le resistía.

Mejor matar todos que fingir acento gabacho. Propuso el negrazo, en un alarde de genialidad. de todas maneras lo dijo respetuoso. No se podía discutir con un puto hombre medicina. Con el puto Brujo Blanco que se mea en el ojete de la Madre Tierra.

Observaba como el buen Butcher iba a por el Duquecito de mierda. No era rival para el rabioso Butcher. Y al diablo con el Duquecito. Era ideal para un burdel de mariconas, no para un barco pirata. ¿Quién coño quería alguien que supiera contar? Seguro que se creía muy listo con su palabrería gabachina y sus modales de señorita. Le iba a sentar de puta madre un hachazo en toda su puta boca podrida.

El Duque reaccionó con aplomo, andaba dándole vueltas a su respuesta mordaz al asunto de la cobardía cuando el inglés soltó esa bomba.

El señor Rutherford miente o ha sido engañado. Obviamente el traidor se hizo pasar por mi. 

Las razones de mi inocencia son tres. La primera es que yo nunca he sido sarasa, vaya por delante, la segunda es que no usaría mi nombre si fuese a traicionaros, no soy tan idiota. La tercera es que hubiese matado a Rutherford antes de que cantase, he tenido ocasión.

Confio en que no deis crédito a esta rata antes que a un hermano.

Alfonso no daba crédito a la confesión del capitán inglés, pero le parecía de lo más divertido. El Duque era un mierda, un cobarde, un sátrapa, un cerdo ambicioso carente de moral y ética, un melindres, un ladrón y un mentiroso entre otras muchas otras bondades. Y además francés, que era agravante. Pero no lo veía capaz de traicionar a Azufre de esa forma. Mucho menos de esa forma tan tonta. Como había dicho, no era tan estúpido como para haber dado su nombre y haber dejado vivir al capitán inglés jugándosela de esa forma.

Si Matarratas quería quitárselo del medio era su oportunidad. Ya tenía a sus dos perros de la guerra dispuestos a pasar a cuchillo a Francis. Y no serían los únicos, porque era cierto que el francés no era precisamente el más popular de aquella carraca. Si se quitaba a LeDuc del medio supondría que el puesto de oficial de intendencia quedaría libre para él. El puesto y el sueldo. Era para pensarlo. 

Buscó con la mirada a Jacob. El contramaestre solía tener buen juicio. Si alguien tenía que hablar en defensa del duquecito, que fuera el oficial. Azur no se iba a meter por medio porque una palabra disonante en ese momento sería como meter los huevos directamente en una picadora de carne. Y apreciaba demasiado sus huevos para ponerlos en riesgo por nadie. Aún con todo, el francés le debía una, le había hecho una promesa que debía cumplir. 

- ¡Qué suspense! - Le comentó por lo bajo a Mojaenaguas y al Putero, que tenía más cerca - "La traición del francés o crónica del ascenso y caída de un conde pirata"... - Sonrió, satisfecho - Que no se me olvide que esto tiene magra, de aquí puedo sacar oro si le meto un amor secreto o un hermano perdido... 

Jacob se encontraba más allá del cansancio humano... pero las palabras del capitán inglés les hicieron saltar. 

—¡Maldito traidor!

No cabía en sí de furia... ¡Les había traicionado a todos los hermanos! 

—Así se explica todo, las raciones, la persecución... ¡te vamos a...! —probablemente el capitán dejaría que su esbirro hiciera el trabajo, Jacob no se oponía... pero tuvo otra idea. 

—¡Nosotros no nos ensuciaremos las manos matando a un hermano! ¡Dejémosle en algún atolón con un pistola con una sola bala! Que Neptuno decida su destino. 

Trató de evaluar la reacción de Matarratas mirándolo de hito en hito, la autoridad en el barco era el Capitán, y si dan crédito o no a las palabras del inglés era cosa suya.

El resto, si que va reaccionando, el carnicero es el primero, su instinto le hizo poner los pies en guardia y apoyar levemente la mano en su sable, aún enfundado. Si tenía que defenderse lo haría.

Bulbul acertó decir algo confuso, como sacado de lo más profundo de su cerebro. Las palabras de Azur le hicieron rechinar los dientes y procesar que, en primer lugar el español puede salir beneficiado de su desgracia, y en segundo puede ser el único con talento teatral como para fingir un acento, torpemente, y metiendo "g" : "Migadme soy un fgancés". Si caigo te haré caer conmigo azulito.

El cabronazo de Jacob propuso dejarlo tirado en un atolón, ese perro me debe dinero y le ha venido muy bien para no pagar. Sin embargo la tripulación era mucha y una decisión injusta a vista de todos afectaría al crédito de Matarratas, que ahora era mucho.

Debemos honrar el "Charlies Party", sin el Código de la piratería no somos nada, somos hombres libres que se gobiernan a si mismos. El código lo es todo. Dijo esperando suscitar adhesiones en la tripulación.Hay que ir a Tortuga.

Matarratas escuchó al inglés y pagó un manotazo en el aire.

—¡Ja! ¡Maldita perra inglesa! ¡Diríais cualquier cosa por salvar vuestro culo, ¿verdad?! Incluso malmeter contra uno de mis hombres, ¿no es cierto, sucia putita? Maldito Fuckedford, vieja cotorra, no os falta habilidad ni vergüenza, aunque carecéis de honor, está claro. Pues os diré una cosa: ¡funciona!

Se levantó del taburete.

—Así que tenemos a un capitanito inglés que sabe el nombre y las intenciones de nuestro intendente. Interesante, pardiez, ciertamente interesante. Y el intendente se defiende diciendo que para traicionar nunca usaría su nombre real. ¡Pero Culorroto dice que lo que quería el traidor es limpiar su nombre! Aquí veo fuerte contradicción, mis queridos bastardos. Si yo quisiera limpiar mi nombre ofreciendo algo al enemigo, tendría que decir quién soy. ¡Aunque solo sea para poder pedir cuartel cuando los ingleses, a los que he guiado hasta el barco, pasen a cuchillo a todos los piratas!

Escupió, sonriente. Le divertía todo aquello. El olor de la sangre le complacía. Caminó teatralmente por la cubierta, en círculos y a grandes pasos, hasta detenerse junto a Fuckedford. Se subió sobre él, pisándole el cuello con un pie y el culo desencajado con el otro. Aunque intentaba retorcerse, le servía de atril.

—Pero el traidor no sabía que el capitán Matarratas es capaz de todo. Hasta de vencer a los putos ingleses, ¿no es cierto, capitán Fuckedford? Habéis venido siguiendo la estela de nuestra nave, orgullosos y convencidos de vuestra victoria, pero me habéis comido la polla desde atrás. ¿Y el traidor? ¡El traidor ahora con los huevitos dentro del culo! Ahora bien, ¿es el Duquecito el traidor? Veamos... ¿qué beneficio podría sacar? Limpiar su nombre, dice el inglés. ¿Qué es eso, montones de mierda? Una nueva vida, intuyo. Un informe limpio como la patena, todos los crímenes perdonados. Abandonar la piratería y sentarse a contar monedas de oro en una próspera plantación. ¡Ja! Menuda mierda de vida. Pero vida, al fin y al cabo, si la comparamos con lo que hubiera sido la nuestra, en el fondo del mar. ¡Alguien os ha traicionado, mis queridos amigos! ¡Alguien quería veros muertos al acabar este día! Puto Duquecito... tantas cosas hablan contra ti. Muy suave te he visto estos días, poco aguerrido. Todo parecía jugar a favor de los ingleses: pocos víveres, pocas prisas, poco apoyo al capitán Matarratas y mucho cuchicheo en las sombras. Y poca sangre veo en ti ahora. ¡Poco has matado y poco te han atacado!

Se quitó el sombrero para abanicarse.

—¿Y qué gana el inglés? Un poco más de aliento, eso cree. Y cree bien, ya lo creo. Ha ganado un minuto. ¿Y qué gana alguien que se haga pasar por el puto Duquecito, maricona empolvada y cobarde? ¡Joder, yo ganaría tranquilidad! Pero ¿quién sale más beneficiado de acabar con el Duquecito? Buena pregunta—miró al Azur, el Alfonso de más—. Su puesto es jugoso. Todos sabemos que reparte dos y se queda cuatro. Que tiene mejores raciones y el mejor tabaco, y que lleva las cuentas como le sale del carajo para su propio beneficio. ¿Quién no querría vivir a cuerpo de rey?

—Qué difícil es ser capitán, ¿verdad Fucked? Lo que yo me pregunto es, ¿qué es más creíble? ¿Un Duquecito traidor? ¿O un Duquecito traicionado? ¿Acaso importa? Nos olvidamos que aquí la verdadera víctima no sois vos, capitán, ni lo es Montsac. No. Aquí la víctima, la pobre dama violada, es esta sagrada nave. Y los primeros en hacerle daño habéis sido los perros ingleses. Y eso, querido amigo, eso sí que no.

Levantó a Margarita y reventó la cabeza del capitán inglés, a machotazo limpio, salpicando trozos de hueso, sesos y sangre. Chop chop chop. Siguió dándole hasta cortarle el cuello. Metió la mano en el cráneo roto y se levantó con ella como un muñeco de teatrillo de corral de comedias, chorreante de sangre oscura que le escurrió por el brazo.

—¡Hola amigos, ¿cómo estáis! ¡Soy el capitán Fuckedford!—dijo con voz infantil, batiendo la mandíbula—. ¡Ja ja ja! ¡Qué hijo de puta el inglés, ¿verdad, muchachos?

Pero de inmediato el rostro quedó sombrío. Mortalmente oscuro, con una mirada penetrante e inerte como la de una esfinge. El Dios de la Muerte estaba en el barco.

—No podemos perder el foco de lo importante, caballeros. Al enemigo ni agua ni aliento—escupió a la boca de la cabeza cortada. Hizo una señal hacia LeDuc—. Prendedlo.

Cuando el capitán se dirigió a él, le devolvió una amplia sonrisa de dientes blancos como perlas salvo por uno de oro que cubriría su entierro en caso de aparecer muerto en una playa y ser encontrado por miembros de la hermandad. ¡Qué razón tenía el bastardo! Cualquiera querría el puesto del Duque. Él quería el puesto del Duque. Pero la cosa no iba con él, así que se limitó a quedarse en su sitio mientras Matarratas seguía con su espectáculo. Era bueno. Era muy bueno. Podría actuar en la corte de cualquier país de la vieja Europa y granjearse un nombre entre los actores y dramaturgos mas importantes de la historia. 

Soltó una sonora carcajada cuando imitó la voz del capitán inglés, cabeza en mano, chorreando sangre por el codo. Le fascinaba el desprecio que sentía Matarratas por la vida humana. Que corazón tan oscuro y que mente tan retorcida debía tener para llegar a tales extremos. Le fascinaba y aterraba a partes iguales su falta de moral, la ruina de su alma, si que tenía una. Entendía perfectamente por qué los hombres le seguían y por qué harían su voluntad por inhumana que esta fuera.

Siguió riendo incluso cuando un Matarratas mortalmente serio mandó prender a LeDuc. Aunque era una de esas risas nerviosas, mudas, de las que se quedan congeladas en la cara y sacuden todo el cuerpo. 

No me resistiré, si haces honor al código y me llevas ante los hermanos, Matarratas.

Dijo abriendo los brazos, como si tal cosa.