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Eones Extraños - En busca de la cordura

0. Niebla Amarilla

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29/05/2018, 22:03
Narrador

Tienes un momento de lucidez. Desaparece de tu mente esa neblina, ese cansancio sempiterno, esa agonía anhedónica en la que te encontrabas sumida desde… ¿Desde hace cuánto? Parece que ha pasado una eternidad.

Pero la situación es extraña, ajena a cualquier cosa, idea o substancia que hayas experimentado con anterioridad. Te encuentras en una especie de ciudad, si es que el concepto de ciudad alguna vez fue capaz de aprehender porciones tan retorcidas y deformadas de la realidad como en la que ahora mismo te hayas.

Y estás sola.  

A tu diestra una hilera de edificios colosales, de proporciones desmesuradas, que crean extrañas torsiones y ángulos que físicamente es imposible que estén ahí. No hay puertas, ni ventanas, ni un atisbo de civilización. A tu siniestra, una estampa similar, inhumana, inabarcable e inaprehensible para la imaginación más desquiciada del más desquiciado de los arquitectos.

Y es que entonces reparas en la niebla. Una neblina densa y amarilla que todo lo envuelve, impidiéndote ni siquiera atisbar la cima de los edificios. Pero de alguna manera sabes que esto es una ciudad. El pavimento, el adoquinado, la disposición… todo parece indicarlo. Un callejón, retorcido y deformado, sí; pero un callejón es una idea con la que tu mente, maltrecha y carcomida, puede trabajar.

Dos direcciones: al frente y atrás.

De repente lo sientes. La incómoda, pero a la vez certera, sensación de que alguien, o algo,  te acecha desde la retaguardia. Pero detrás de ti no hay nada, ni nadie. Sólo la niebla amarilla.

Notas de juego

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29/05/2018, 22:04
Narrador

Tienes un momento de lucidez. Desaparece de tu mente esa neblina, ese cansancio sempiterno, esa agonía anhedónica en la que te encontrabas sumido desde… ¿Desde hace cuánto? Parece que ha pasado una eternidad.

Pero la situación es extraña, ajena a cualquier cosa, idea o substancia que hayas experimentado con anterioridad. Te encuentras en una especie de ciudad, si es que el concepto de ciudad alguna vez fue capaz de aprehender porciones tan retorcidas y deformadas de la realidad como en la que ahora mismo te hayas.

Y estás solo.  

A tu diestra una hilera de edificios colosales, de proporciones desmesuradas, que crean extrañas torsiones y ángulos que físicamente es imposible que estén ahí. No hay puertas, ni ventanas, ni un atisbo de civilización. A tu siniestra, una estampa similar, inhumana, inabarcable e inaprehensible para la imaginación más desquiciada del más desquiciado de los arquitectos.

Y es que entonces reparas en la niebla. Una neblina densa y amarilla que todo lo envuelve, impidiéndote ni siquiera atisbar la cima de los edificios. Pero de alguna manera sabes que esto es una ciudad. El pavimento, el adoquinado, la disposición… todo parece indicarlo. Un callejón, retorcido y deformado, sí; pero un callejón es una idea con la que tu mente, maltrecha y carcomida, puede trabajar.

Dos direcciones: al frente y atrás.

De repente lo sientes. La incómoda, pero a la vez certera, sensación de que alguien, o algo,  te acecha desde la retaguardia. Pero detrás de ti no hay nada, ni nadie. Sólo la niebla amarilla.

Notas de juego

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29/05/2018, 22:05
Narrador

Tienes un momento de lucidez. Desaparece de tu mente esa neblina, ese cansancio sempiterno, esa agonía anhedónica en la que te encontrabas sumido desde… ¿Desde hace cuánto? Parece que ha pasado una eternidad.

Pero la situación es extraña, ajena a cualquier cosa, idea o substancia que hayas experimentado con anterioridad. Te encuentras en una especie de ciudad, si es que el concepto de ciudad alguna vez fue capaz de aprehender porciones tan retorcidas y deformadas de la realidad como en la que ahora mismo te hayas.

Y estás solo.  

A tu diestra una hilera de edificios colosales, de proporciones desmesuradas, que crean extrañas torsiones y ángulos que físicamente es imposible que estén ahí. No hay puertas, ni ventanas, ni un atisbo de civilización. A tu siniestra, una estampa similar, inhumana, inabarcable e inaprehensible para la imaginación más desquiciada del más desquiciado de los arquitectos.

Y es que entonces reparas en la niebla. Una neblina densa y amarilla que todo lo envuelve, impidiéndote ni siquiera atisbar la cima de los edificios. Pero de alguna manera sabes que esto es una ciudad. El pavimento, el adoquinado, la disposición… todo parece indicarlo. Un callejón, retorcido y deformado, sí; pero un callejón es una idea con la que tu mente, maltrecha y carcomida, puede trabajar.

Dos direcciones: al frente y atrás.

De repente lo sientes. La incómoda, pero a la vez certera, sensación de que alguien, o algo,  te acecha desde la retaguardia. Pero detrás de ti no hay nada, ni nadie. Sólo la niebla amarilla.

Notas de juego

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29/05/2018, 22:06
Narrador

Tienes un momento de lucidez. Desaparece de tu mente esa neblina, ese cansancio sempiterno, esa agonía anhedónica en la que te encontrabas sumido desde… ¿Desde hace cuánto? Parece que ha pasado una eternidad.

Pero la situación es extraña, ajena a cualquier cosa, idea o substancia que hayas experimentado con anterioridad. Te encuentras en una especie de ciudad, si es que el concepto de ciudad alguna vez fue capaz de aprehender porciones tan retorcidas y deformadas de la realidad como en la que ahora mismo te hayas.

Y estás solo.  

A tu diestra una hilera de edificios colosales, de proporciones desmesuradas, que crean extrañas torsiones y ángulos que físicamente es imposible que estén ahí. No hay puertas, ni ventanas, ni un atisbo de civilización. A tu siniestra, una estampa similar, inhumana, inabarcable e inaprehensible para la imaginación más desquiciada del más desquiciado de los arquitectos.

Y es que entonces reparas en la niebla. Una neblina densa y amarilla que todo lo envuelve, impidiéndote ni siquiera atisbar la cima de los edificios. Pero de alguna manera sabes que esto es una ciudad. El pavimento, el adoquinado, la disposición… todo parece indicarlo. Un callejón, retorcido y deformado, sí; pero un callejón es una idea con la que tu mente, maltrecha y carcomida, puede trabajar.

Dos direcciones: al frente y atrás.

De repente lo sientes. La incómoda, pero a la vez certera, sensación de que alguien, o algo,  te acecha desde la retaguardia. Pero detrás de ti no hay nada, ni nadie. Sólo la niebla amarilla.

Notas de juego

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29/05/2018, 22:09
Narrador

Tienes un momento de lucidez. Desaparece de tu mente esa neblina, ese cansancio sempiterno, esa agonía anhedónica en la que te encontrabas sumido desde… ¿Desde hace cuánto? Parece que ha pasado una eternidad.

Pero la situación es extraña, ajena a cualquier cosa, idea o substancia que hayas experimentado con anterioridad. Te encuentras en una especie de ciudad, si es que el concepto de ciudad alguna vez fue capaz de aprehender porciones tan retorcidas y deformadas de la realidad como en la que ahora mismo te hayas.

Y estás solo.  

A tu diestra una hilera de edificios colosales, de proporciones desmesuradas, que crean extrañas torsiones y ángulos que físicamente es imposible que estén ahí. No hay puertas, ni ventanas, ni un atisbo de civilización. A tu siniestra, una estampa similar, inabarcable e inaprehensible para la imaginación más desquiciada del más desquiciado de los arquitectos o ingenieros entre los gnomos.

Y es que entonces reparas en la niebla. Una neblina densa y amarilla que todo lo envuelve, impidiéndote ni siquiera atisbar la cima de los edificios. Pero de alguna manera sabes que esto es una ciudad. El pavimento, el adoquinado, la disposición… todo parece indicarlo. Un callejón, retorcido y deformado, sí; pero un callejón es una idea con la que tu mente, maltrecha y carcomida, puede trabajar.

Dos direcciones: al frente y atrás.

De repente lo sientes. La incómoda, pero a la vez certera, sensación de que alguien, o algo,  te acecha desde la retaguardia. Pero detrás de ti no hay nada, ni nadie. Sólo la niebla amarilla.

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29/05/2018, 22:17
Mequetrefe Salpicabirras
Sólo para el director

Mequetrefe se encontraba sumido en una profunda confusión.

Es una ciudad. Tiene que serlo. Pero... ¿que clase de ciudad es ésta? En cualquier caso tengo que buscar un sitio donde refugiarme y ordenar mis ideas. Esto no tiene ningún sentido, pero quedarme en este callejón... Algo me dice que no es la mejor idea.

De pronto, la sensación de que alguien lo vigilaba inundó su cuerpo. Echó un leve vistazo hacia atrás, sin mirar abiertamente, y empezó a caminar con paso ligero hacia delante. Su intranquilidad iba en aumento, al igual que la velocidad de sus andares.

Al poco tiempo tuvo que detenerse para recuperar el aliento. Tras pararse unos minutos hiperventilando, Mequetrefe se encontraba más tranquilo.

Vaya, no me había dado cuenta de que estaba corriendo -volvió a mirar nervioso hacia atrás, aunque esta vez entrecerrando los ojos y buscando a alguien en la niebla, sin embargo no consiguió ver a nadie- Ahí no hay nadie y sin embargo... esta sensación... no sé si hay alguien pero... aquí hay algo.

Volvió a ponerse en marcha, con paso ligero, intentando buscar un sitio donde pudiera refugiarse de la inquietante niebla.

Notas de juego

O_O ¡la música! Los pelos de punta jajajaja

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29/05/2018, 22:38
Theo DaCabe

Por primera vez en mucho tiempo, había algo que encajaba. No era conscientemente exactamente de cuánto, o de qué había pasado, o de nada, pero nada tenía tanta importancia en aquellos momentos como sentir que era cierto. Incluso cuando la razón trata de aprehender las megalíticas e inmisericordes construcciones que flanquean a los lados, y la náusea se aposenta en el estómago cuando se las mira demasiado a fondo, con demasiada concentración. Sólo hay un lugar al que seguir.

Y entonces, niebla. Niebla amarilla.

Los instintos son más rápidos, y por eso da la vuelta, en vuelto en pánico, para no encontrar nada.

PERO HAY ALGO.

El hombre necesita recurrir a todas las reservas de aplomo que mantiene para no salir corriendo, para no perderse por el camino, para tratar de buscar una salida de la niebla que está devorando toda la ciudad. La niebla en la que

duele
 

sabe que hay algo acechando. No quién, o qué, o si ninguna de estas palabras encajaba, pero era una convicción, una certeza tan profunda que no podía negarla: sólo tratar de sobreponerse a los martilleos de su corazón acusador y el zumbido del pánico en sus oídos y en la base de su garganta, llamándole al abandono, a correro cuanto más rápido posible de todo lo que tenía alrededor. Con cada paso avanzado un logro de dominio, buscó las huellas que le permitieran salir de allí cuanto antes, sin ser la presa. De algo.

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29/05/2018, 23:07
Holloc Standroc

Su pulso estaba acelerado y respiraba con dificultad. Trataba de hacerlo despacio y en total silencio, pero le era imposible. Estaba asustado como un chiquillo que ve monstruos donde solo hay sombras y ellos lo sabían. Ellos o ello, pues sabía que alguien o algo le observaba.

Aquella niebla era igualmente aterradora. Si no fuera suficiente el encontrarse a solas en un lugar desconocido que atentaba contra toda lógica conocida y sin saber cómo había llegado hasta allí, la sensación de peligro inminente era reforzada por aquella densa niebla amarilla.

No obstante, casi podía ageadecerle su presencia. De no estar allí nublando su visión, vería con mayor claridad aquellos extraños edificios que parecían haber sido construidos por seres del averno.

Daba pasos cortos. Trataba de posar sus pies con suavidad sobre el firme adoquinado de aquella ciudad demencial. Por suerte parecía abandonado eones atrás. Sin embargo, la sensación de estar siendo observado y perseguido por un ente sobrenatural, no desaparecía ante aquel razonamiento.

Pues nada de lo que estaba sucediendo se regía por las leyes dea razón. Sentía que a cada paso que daba iba perdiendo su cordura. Una cordura ya puesta en jaque, pues salvo algunas imágenes de su infancia y adolescencia, poco recordaba de su propio pasado.

Holloc meneó la cabeza. ¿Hacía frío? Él tenía, pero no sabía si era debido a la temperatura ambiental o a que ante tanto horror su propio organismo se había quedado helado.

Llevaba horas caminando. Aquella ciudad no parecía tener fin. En todo su deambular no se había cruzado con nada que albergará vida. Sólo aquellas ancestrales, retorcidas y deformes construcciones y la niebla amarilla le hacían compañía. Empezaba a estar cansado y ya llevaba un rato buscando el mejor lugar donde pararse a descansar.

No lo había encontrado y dudaba que lo hiciera. Cualquier parte era buena para detenerse. Tan buena o tan mala como podía llegar a ser en aquel lugar.

- Holloc. - Dijo en un susurro. - Holloc. - Repitió. -. Holloc Standroc. ¿Quién eres? ¿Quién soy? - Suspiró apesadumbrado.

Notas de juego

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29/05/2018, 23:47
Narrador

Avanzas aumentando el ritmo con cada paso que das y antes de que puedas darte cuenta, ya notas la respiración entrecortada, el corazón palpitando a toda velocidad, y un sudor fío que empieza a discurrir desde tus sienes. Paras a recobrar el aliento y recuperar fuerzas, pero sabes que no puedes permanecer inmóvil durante mucho tiempo. Una idea invade entonces tu mente, dando paso  a medida que avanzas por la galería de edificios inverosímiles a una certeza casi absoluta: estas siendo perseguido.

Vuelves un momento la vista atrás. La niebla amarilla todo lo envuelve, impidiéndote distinguir con nitidez nada más allá de unos pocos metros y proyectando extrañas formas e inquietantes figuras en el lugar desde el que comenzaste a moverte.   

No hay tiempo que perder. Continúas avanzando, a paso firme y tan rápido como te lo permiten tus cortas piernas, tratando de buscar una salida a esta angosta calleja de pesadilla. Sin embargo, la hilera de edificios (¿o es acaso una única pieza arquitectónica de colosal envergadura?) no hace más que sucederse, forzándote a continuar hacia adelante. Te internas cada vez más y más en los tentáculos de la niebla amarilla.

Y entonces la ciudad emerge ante ti. Dejas atrás el angosto desfiladero que te envolvía y te encuentras de improvisto en una zona mucho más amplia. La densidad de los nebulosos remolinos amarillos es ahora ligeramente más baja, permitiéndote distinguir con mayor claridad los elementos  urbanos que te rodean. El patrón del adoquinado ha cambiado ligeramente, los edificios que te flanqueaban ahora se yerguen hieráticos e imponentes desembocando en un espacio diáfano con planta en forma de elipse. Reparas que en el centro de la elipse se alza otra pieza arquitectónica extraña, de base circular y con varios niveles superpuestos, si bien de menor envergadura que el resto de la trama urbana, pues se adivina el final de su alzado entre la niebla. Algo corona el pináculo de esta obra tan excepcional e inquietante, aunque la neblina amarilla impide  distinguirlo con claridad desde tu posición.  

Parece que la zona se extiende mucho más allá de la pieza central de este espacio diáfano y elipsoide (¿una especie de plaza barroca y retorcida, quizás?), pero de nuevo la niebla amarilla impide cualquier intento de atisbar con nitidez las sombras que acechan más allá de su umbral.

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30/05/2018, 03:41
Mequetrefe Salpicabirras
Sólo para el director

Mequetrefe suspiró aliviado al salir del callejón. Sin embargo, la paz no duró mucho, aunque estaba en un espacio más abierto, la niebla seguía entorpeciendo su visión y, lo que es peor, ahora el peligro podía venir de cualquier parte. Además, la sensación de que le estaban persiguiendo seguía inundando su cuerpo.

Quizás en esa plaza pueda encontrar un sitio donde esconderme. No pierdo nada por intentarlo, difícilmente pueda ser peor que el callejón del que acabo de salir. Sí, tengo que ir allí lo más rápido posible. ¿Por qué no hay nadie en este sitio? Eso me preocupa, ¿donde estarán las personas que viven aquí? Esto es muy extraño, no tengo tiempo que perder, tengo que esconderme en un lugar seguro.

Empezó a caminar con paso rápido, mirando de reojo a cada rato, esperando ver una sombra cerniéndose sobre él en cada ojeada. En sus prisas por alcanzar el umbral de la extraña obra arquitectónica, resbaló y cayó al suelo. En ese momento cerro los ojos y se recostó haciéndose un ovillo en el suelo, esperando, ahora sí, el asalto inminente. Sin embargo, tras unos segundos nada pasó. Abrió los ojos lentamente y miró hacia atrás. Aún no veía a nadie, pero seguía esa sensación, algo o alguien le vigilaba. Se levantó de un salto y corrió con todas sus fuerzas hacia el umbral, sin mirar atrás.

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30/05/2018, 09:29
Aura Balkanion
Sólo para el director

Cuando  recuperó la consciencia la mujer dio una fuerte bocanada como si la vida estuviera escapándosele por la boca y quisiera retenerla. Acto seguido jadeó intentando llenar sus pulmones con el máximo aire posible y todavía a cuatro patas miró a todas partes. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? Y lo más importante, ¿quién era?

Aura.

Ese era su nombre, Aura Balkanion. La mujer vio que un medallón colgaba de su pueblo y lo cogió. Era el símbolo de una mano abierta. ¿Por qué tenía ella eso?

Irori.

Su dios, la divinidad e ideal a la que había decidido entregar su vida. ¿Pero cuándo? ¿Por qué apenas recordaba nada? ¿Qué es lo que había pasado en su cabeza? La mujer se levantó con el corazón desbocado e intentó recordar. Sólo algunos fogonazos sueltos iluminaron su mente. Demasiado pocos. La ansiedad comenzó a apoderarse de ella, ¿por qué tenía más lagunas que recuerdos?

Aura comenzó a respirar profundamente para calmarse. Lo hizo de forma instintiva, como si estuviera acostumbrada a hacerlo con frecuencia. Y se calmó. Era una sensación extraña, no recordaba como había aprendido a hacerlo, ni siquiera recordaba haberlo hecho alguna vez. Pero sabía hacerlo. De momento tendría que bastarle.

Miró a izquierda y a derecha. Colosales e inexplicables edificios qué provocaron más preguntsa en la sierva de Irori. ¿Quién los había construido? ¿Con qué fin? La joven mujer dudó de qué fueran humanos los responsables de su edificación. No al menos humanos normales. Y con normales se refería a en sus cabales.

Y también estaba la niebla. Amarilla, densa, desagradable, casi tangible. Aura tuvo la certeza de que se encontraba en una ciudad pero, ¿en qué clase de ciudad? Más preguntas seguían inundando la mente de la joven. ¿Y si no era real? ¿Y si esto sólo estaba en su mente? Entonces se le ocurrió una posibilidad peor aún. ¿Y si estaba muerta? ¿Y si la había abandonado Irori a su suerte en su muerte? Y si era así, ¿qué pecado había cometido?

La ansiedad iba a volver a apoderarse de la sierva de Irori cuando sintió la sensación de que alguien o algo la acechaba. Una vez más instintivamente Aura se giró y cerró los puños en posición defensiva con la guardia abierta. Pero no vio nada. La mujer se sorprendió al darse cuenta de que sabía luchar y no necesariamente armada. Una vez más no recordaba haberlo aprendido, simplemente lo sabía. De todas formas una pregunta se coló nuevamente en su cabeza, ¿sabría luchar contra lo que fuese que estuviera aquí? No lo tenía muy claro.

Una vez más, Aura comenzó a respirar profundamente para calmarse. Necesitaba mantener el control, era fundamental. En algún momento de su vida le habían dado las herramientas necesarias para afrontar una situación como ésta. Aunque no lo recordara. Y el primero de esos útiles era su capacidad de mantener el control. Si quería salir de allí, si podía salir de allí, iba a necesitar una mente fría. Si no estaría perdida.

Tenía que moverse y sólo había dos dirección hacia atrás o hacia adelante. Tenía que elegir. Y quizás por una tontería pero la sierva de Irori decidió que si tenía que avanzar lo mejor que podía hacer era caminar al frente. Y con esa convicción dio su primer paso.

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30/05/2018, 11:48
Narrador

Avanzas con mayor resolución a cada paso, decidido a salir de este lugar lo antes posible, a dejar atrás las extrañas formas que en un momento dado crees percibir entre los densos tentáculos de la niebla. Continúas por el callejón hacia adelante, y, sin embargo, pronto te sobrecoge una opresiva sensación de estancamiento. La hilera de edificios no hace más que sucederse (¿o es acaso una única pieza arquitectónica de colosal envergadura?), forzándote a avanzar hacia adelante durante lo que parece una eternidad, internándote cada vez más y más en las profundidades de la niebla amarilla.

Un escalofrío comienza a recorrer de forma recurrente tu espalda. La sensación de estar siendo observado se acrecenta y durante un momento crees percibir pasos a tu espalda, apenas a unos pocos metros de dónde te encontrabas.  

Pero sólo está la niebla, silenciosa y oscilante, envolviéndolo todo. 

No hay tiempo que perder. Prosigues con tu marcha, sintiendo las pulsaciones de tu corazón con cada paso que das, tratando de buscar una salida de estas calles de pesadilla.

Y entonces la ciudad emerge ante ti. Dejas atrás el angosto desfiladero que te envolvía y te encuentras de improvisto en una zona mucho más amplia. La densidad de los nebulosos remolinos amarillos es ahora ligeramente más baja, permitiéndote distinguir con mayor claridad los elementos  urbanos que te rodean. El patrón del adoquinado ha cambiado ligeramente, los edificios que te flanqueaban ahora se yerguen hieráticos e imponentes desembocando en un espacio diáfano con planta en forma de elipse. Reparas que en el centro de la elipse se alza otra pieza arquitectónica extraña, de base circular y con varios niveles superpuestos, si bien de menor envergadura que el resto de la trama urbana, pues se adivina el final de su alzado entre la niebla. Algo corona el pináculo de esta obra tan excepcional e inquietante, aunque la neblina amarilla impide distinguirlo con claridad desde tu posición.  

Parece que la zona se extiende mucho más allá de la pieza central de este espacio diáfano y elipsoide (¿una especie de plaza barroca y retorcida, quizás?), pero de nuevo la niebla amarilla impide cualquier intento de atisbar con nitidez nada más allá de unos pocos metros.

Y ahora sí que escuchas algo con claridad. Unos pasos, a unos treinta pies a tu derecha. De entre los vetustos muros  surge una figura humanoide.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Saber(los planos)

Tirada: 1d20

Dificultad: 25+

Resultado: 8(+11)=19 (Fracaso)

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30/05/2018, 12:14
Narrador

Avanzas con mayor resolución a cada paso, decidida a salir de este lugar lo antes posible, a dejar atrás las extrañas formas que en un momento dado crees percibir entre los densos tentáculos de la niebla. Continúas por el callejón hacia adelante, y, sin embargo, pronto te sobrecoge una opresiva sensación de estancamiento. La hilera de edificios no hace más que sucederse (¿o es acaso una única pieza arquitectónica de colosal envergadura?), forzándote a avanzar hacia adelante durante lo que parece una eternidad, internándote cada vez más y más en las profundidades de la niebla amarilla.

Un escalofrío comienza a recorrer de forma recurrente tu espalda. La sensación de estar siendo observada se acrecenta y durante un momento crees percibir pasos a tu espalda, apenas a unos pocos metros de dónde te encontrabas.  

Pero sólo está la niebla, silenciosa y oscilante, envolviéndolo todo. 

No hay tiempo que perder. Prosigues con tu marcha, sintiendo las pulsaciones de tu corazón con cada paso que das, tratando de buscar una salida de estas calles de pesadilla.

Y entonces la ciudad emerge ante ti. Dejas atrás el angosto desfiladero que te envolvía y te encuentras de improvisto en una zona mucho más amplia. La densidad de los nebulosos remolinos amarillos es ahora ligeramente más baja, permitiéndote distinguir con mayor claridad los elementos  urbanos que te rodean. El patrón del adoquinado ha cambiado ligeramente, los edificios que te flanqueaban ahora se yerguen hieráticos e imponentes desembocando en un espacio diáfano con planta en forma de elipse. Reparas que en el centro de la elipse se alza otra pieza arquitectónica extraña, de base circular y con varios niveles superpuestos, si bien de menor envergadura que el resto de la trama urbana, pues se adivina el final de su alzado entre la niebla. Algo corona el pináculo de esta obra tan excepcional e inquietante, aunque la neblina amarilla impide distinguirlo con claridad desde tu posición.  

Parece que la zona se extiende mucho más allá de la pieza central de este espacio diáfano y elipsoide (¿una especie de plaza barroca y retorcida, quizás?), pero de nuevo la niebla amarilla impide cualquier intento de atisbar con nitidez nada más allá de unos pocos metros.

Y ahora sí que escuchas algo con claridad. Unos pasos, a unos treinta pies a tu izquierda. De entre los vetustos muros  surge una figura humanoide.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Saber (los planos)

Tirada: 1d20

Dificultad: 25+

Resultado: 1(+2)=3 (Fracaso)

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30/05/2018, 12:15
Narrador

Aura distingue entonces las facciones de un semielfo adulto, ataviado con un traje de exquisita manufactura. Por algún motivo, su rostro le resulta familiar, aunque no puede determinar con claridad la identidad del desconocido.

Theo repara a su vez en una mujer humana, esbelta y bien proporcionada. Va ataviada con una resplandeciente armadura y mantiene un porte marcial. Hay algo en su figura, o en su rostro quizás, que emana cierta calidez y un aire familiar. Lo cual resulta extraño, porque Theo no es capaz de recordar haberse encontrado nunca antes con esta mujer.

Y ante ellos, una enorme plaza envuelta por la niebla amarilla.

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30/05/2018, 12:39
Narrador

Deambulas y caminas sin rumbo entre las colosales calles de esta urbe tan silenciosa, envuelta por una niebla amarilla que parece no tener ni principio ni fin. Con cada paso crece más y más tu desesperación, ¿cuánto tiempo llevas vagando por las siniestras estructuras de esta ciudad desierta de pesadilla?

Un escalofrío comienza a recorrer de forma recurrente tu espalda. La sensación de estar siendo observado se acrecenta y durante un momento crees percibir pasos a tu espalda, apenas a unos pocos metros de dónde te encontrabas.  

Pero sólo está la niebla, silenciosa y oscilante, envolviéndolo todo. 

No hay tiempo que perder. Prosigues con tu marcha, sintiendo las pulsaciones de tu corazón con cada paso que das, tratando de buscar una salida de este infierno anguloso y retorcido, sin ninguna lógica ni propósito aparente.

Te encuentras ahora vagando entre una galería de arcos colosales, flanqueado a tu derecha por los muros de un enorme edificio y a tu izquierda por una amplia avenida que no parece tener final, pues la niebla te impide distinguir con nitidez nada más allá de unos metros. Parece que la inclinación del adoquinado ha cambiado, y te hayas ahora subiendo una ligera pendiente.

Y entonces una figura emerge de entre los densos tentáculos de la niebla ante ti.

Cargando editor
30/05/2018, 12:40
Narrador

Reemprendes la marcha a toda velocidad, internándote más y más en la niebla durante lo que parece una eternidad, huyendo de las extrañas sombras que cada vez estás más seguro que te acechan desde la niebla. No sabrías decir cuánto tiempo has estado huyendo de estas quimeras, pero sin duda has salido de la plaza y reparas en un ligero cambio en la pendiente del adoquinado. Parece que estás ascendiendo una pequeña colina.

La niebla es más densa en esta parte de la ciudad, impidiéndote distinguir nada con nitidez. Parece que te encuentras en una especie de amplia avenida, flanqueada por estos torcidos edificios de proporciones colosales entre los que llevas deambulando… ¿cuánto?¿horas? ¿días quizás?

Y entonces lo escuchas. Una voz de hombre a pocos metros desde tu posición, entre lo que parece una galería de arcos, sustentados por enormes columnas con motivos que no eres capaz de reconocer.

Holloc. Holloc. Holloc. ¿Quién eres? Holloc Standroc. ¿Quién soy? Holloc. Holloc. Holloc. 

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Saber (los planos)

Tirada: 1d20

Dificultad: 25+

Resultado: 9(+2)=11 (Fracaso)

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30/05/2018, 12:41
Narrador

Un pequeño ser de aspecto humanoide surge de entre la niebla amarilla. Un gnomo de cabellos espesos y una barba poblada de color verdecino. Holoc nunca antes se había cruzado con un ser de naturaleza tan singular y… sin embargo te resulta inquietantemente familiar.

Mequetrefe, por su parte, descubre que la fuente incesante de balbuceos se trata de un hombre joven, de barba hirsuta y cabellos rubios. El hombre parece francamente desesperado, si bien mantiene una actitud alerta y un porte marcial que delatan algún tipo entrenamiento militar. El gnomo no sabría decir por qué, pero el caso es que también le resulta familiar este extraño personaje.

Y ante ellos, la avenida de la ciudad continua colina arriba, envuelta en la niebla amarilla.

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30/05/2018, 12:37
Theo DaCabe

Lo que ve Aura delante suya es un semielfo. No tiene las orejas clásicas del estereotipo, pero hay otros rasgos, como la disposición de las pupilas, la disposición del pelo o la forma un tanto exótica de la cabeza, todas señales indicativas de parentesco élfico o, como muy lejano, un abuelo.

-¡¡¡ATRÁS!!!

El hombre, al que se ha oído más que visto recorrer toda aquella zona, grita cuando ve venir a la mujer, con un tono que si trataba de sonar resolutivo se acercaba más al borde de la histeria... cosa que tampoco estaba fuera de lugar allí. Sin embargo, cuando estuvo a la vista se tranquilizó.

-Ah. Eres tú... gracias al cielo. Tenemos que salir de aquí...

Frunció el ceño, cuando reparó en lo que había dicho. "¿Tú?". Lo había dicho con naturalidad, y se sentía como tal, pero. Pero. No acababa de saber de quién se trataba cuando trataba de ubicarla. No acababa de saber muchas cosas, ahora que podía notarlo: era como la lengua de su mente tanteando una y otra vez una llaga invisible.

-Mi nombre es Theo. Theo DaCabe. Y si tiene alguna idea de cómo podemos salir de esta niebla será bienvenida.

Sintió satisfacción interna al tener un dato al que aferrarse, pero le causaba un vago malestar el no poder ubicar otras cosas. Aquello en realidad probaba las inusuales condiciones en que se encontraba: si hubiera sido un mundo normal, regido por la lógica y la razón, la sensación hubiera sido algo más que una vaga inquietud a la que había que no prestar demasiada atención.
 

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30/05/2018, 13:58
Mequetrefe Salpicabirras

Mequetrefe se quedó para un instante, mirando al humano.

No sé por que, pero me suena. Juraría que nunca lo he visto, y, aún así, es como si lo conociera. Parece bastante desorientado, no es de extrañar en este horrible lugar. Sin embargo no sé como actuará si me acerco bruscamente. No, es mejor demostrarle que no tengo malas intenciones. Quizás podamos ayudarnos mutuamente. Parece un hombre capaz en combate, si consigo ganarme su confianza, quizás podríamos protegernos el uno al otro.

Reprimiendo las ganas de correr hacia Holloc, Mequetrefe alzó las manos, en señal de que no tenía intenciones violentas hacia él. Acercándose con paso lento habló con una voz estridente.

!Eh amigo! ¿Tu nombre es Holloc? ¿Es así como te llamas? Yo soy Mequetrefe, Mequetrefe Salpicabirras, pero mis amigos me llaman Meq. Bueno algunos de mis amigos, otros me llaman Salpi, pero esa es otra historia JA JA JA -su risa chillona resultaba refrescante en un lugar tan lúgubre- Tranquilo, no quiero hacerte daño, todo lo contrario. Estoy perdido, no recuerdo nada. Ni sé como llegué aquí, ni se que diantres es este lugar. ¿Tú sabes donde estamos?

Cargando editor
30/05/2018, 15:03
Holloc Standroc

Aquel menudo individuo parecía ser simpático, no obstante, no era simpatía lo que necesitaba en eso preciso momento de su vida, sino todo lo contrario. ¿No se daba cuenta de que estaban en medio de ninguna parte y eso sin duda resultaba ser peligroso? ¿Es que acaso no presentía como él que algo oculto se encontraba al acecho?

Fuera como fuera Holloc estaba horrorizado sólo de pensar en que aquellas risotadas podían detonar el inicio de una cacería. Una cacería en la que ellos serían la presa y en la que no tenían ni la más remota idea de que ser atroz iba a ser el cazador que les daría caza. No pretendía averiguarlo, eso lo tenía claro.

Se acercó al mediano y chistó colocando un dedo frente a sus labios. Meneó la cabeza de lado a lado e hizo unos gestos con las manos para que bajara el volumen. En cuanto estuvo a la altura de aquel ser de tan pequeño tamaño se agachó junto a él y volvió a colocar el dedo frente a sus labios mirando de lado a lado en busca del ser que les estaba siguiendo.

- Holloc. – Dijo entonces en un susurro casi imperceptible. – Así me llamo. No sé cómo lo sabes, pero podría ser que me conocieras. No recuerdo gran cosa de mi pasado. – Afirmó. – Debemos mantener el silencio y caminar con sigilo. – Le recomendó al tal Mequetrefe. - Menudo nombre, por cierto. – Pensó. – Tampoco tengo ni idea de donde estamos. Pero por favor. Baja el tono. Algo lleva siguiéndome durante bastante rato.