Partida Rol por web

Encantador se dirigía hacia la puerta de salida, en busca de las princesas, cuando el cerdo comenzó a soltar toda esa verborrea por su hocico.
El príncipe se para en seco, de espaldas y se da la vuelta lentamente eliminando por completo la sonrisa que normalmente le acompaña. Camina hacia el cerdo mientras Elmer contesta.
Cuando está a su lado desenvaina su espada y la coloca en el cuello de Porky mientras susurra.
Escúchame bien, asqueroso cerdo, más vale que le hagas caso al cazador ahora mismo o dentro de poco estaremos cocinándote al horno.
El cerdo había desautorizado las palabras de la reina, el príncipe comenzaba a pensar que clavar su espada estaría justificado, pero quería estar seguro de que nadie se extrañaría cuando esto sucediera, ya que dentro de poco, encantador estaría unido a este reino para siempre.

Observa la escena, cada vez más roja de rabia. ¿Cómo osa ese cerdo a deshonrar a Elmet y al Príncipe? ¿Cómo se atreve a desobedecer mis órdenes? ¡La reina ha sido demasiado paciente y este ingrato pretende tomarse la justicia por su mano!

Corazón se pone delante del cerdo, altiva y con los puños apretados. Ella misma le proporcionaría una buena bofetada, si no fuera porque es una dama en toda regla.

-¡Ya basta!-Grita, procurando que su voz llegue a toda la sala!-¡Esto ha ido demasiado lejos! Dado que no tenemos pruebas vamos a encerrarte por el bien de los asistentes, ¡no cuestiones mis decisiones!-La reina piensa un momento una posible solución. Y llega a algo descabellado que posiblemente no agrade a todos los invitados.-Pretendemos que este sea un reino justo, por lo que se procederá a un registro de todos los invitados para asegurarnos de que ninguno o alguien posee sustancias nocivas.

Llama a algunos guardias y a Sebastián para que avise a los que están fuera de la sala. Quiere que el proceso sea rápido, por lo que empezará con Porky.

En Macedonia la presunción de inocencia no funcionaba como en otros reinos más civilizados, así que poco importaba si el cerdo Porky estaba implicado realmente en aquel escándalo de narcotráfico. Después de dormir una noche en los sombríos calabozos de palacio, probablemente algún guardia encontraría la prueba que lo incriminara en la botica de palacio, y al día siguiente los pregoneros difundirían por todo el reino la noticia de que aquel malhechor había sido descubierto in fraganti y que su cabeza colgaba ahora en una pica de los muros de palacio para tranquilidad de las gentes de bien.

A una palmada del mayordomo, los mismos guardias que custodiaban a su compañero traidor apuntaron con sus afiladas alabardas al enorme cerdo subido en el taburete. Osvaldo vio entonces su oportunidad de librarse de una muerte segura: 

- Ha llegado la hora de jugar mi última baza. Y si ese cerdo es tan rico como se rumorea, sabrá cómo devolverme el favor.

-¡Alto! ¿Qué clase de justicia es esta? Dejadme hablar, porque quizás estas sean mis últimas palabras. Majestad -dijo dirigiéndose al rey con una reverencia-. El testimonio del cazador real no tiene ningún valor. Elmer es un probado felón que lleva años engañándoos con vuestra propia esposa y no tengo la menor duda de que ha tratado de incriminarme en el robo del tesoro real ordenando a sus compinches que escondieran el cofre en el barracón de la guardia. Y si mi palabra no es digna de crédito, preguntad al príncipe Séptimus, con quien estuve conversando toda la noche.

Las acusaciones eran de una extrema gravedad, pero el pequeño de los príncipes de Muylejano ya no se encontraba entonces en la sala para refrendar aquellas palabras. Séptimus hacía un rato que se había escabullido de la sala. 

Miro a Porky ahora acorralado por las armas de los soldados, ya me disponía a llevarlo abajo cuando oigo a hablar a Osvaldo. Me recorre un escalofrío por toda la espalda. ¿Que dice de felón?¿El traidor me acusa ahora a mi? Pero al oir mi supuesto crimen no puedo evitar soltar una carcajada.

-No sabía que teníais ese sentido del humor, Osvaldo. La verdad es que no te pega nada.-Aun sonriendo indico a los guardias que se lleven a Porky a la mazmorra para luego ir yo.- Eres un perjuro, un traidor y un ladrón, ¿Ahora quieres añadir mentiroso a la lista de fechorías? Vamos, no creas que te hemos olvidado. Que tu tambien vienes a la mazmorra.

La reina se queda pálida unos momentos. Aquel hombre había incriminado a Elmer, y además la había acusado de adulterio. No sabe si realmente fue Osvaldo, pero estaba segura de que el cazador... no podía haber sido. Desde su posición, Corazón eleva el tono de voz.

-¿¡Cómo os atrevéis a decir semejante osadía!?-No se gira hacia el rey, no quiere hacer un teatro de baja calidad. Simplemente permanece indignada.

¿El Príncipe Séptimus? Puede que él también esté implicado en el robo.

-Entonces confesáis que el Príncipe Séptimus es cómplice del robo, por lo que veo...-La reina intenta dar la vuelta a lo que realmente quería decir Osvaldo, esperaba que alguien la secundara para que la acusación fuera más fuerte.  

Ya me iba a arrojar contra el cazador cuando Osvaldo da la campanada.

¡Esto está lleno de golfos!

- ¡Tíos, nadie me hace caso, pero el rey ha dicho algo y hay que hacerle caso! Y a Porky no le toca nadie un pelo. ¡Qué a las buenas bien, pero ya me estáis hinchando las pelotas y soy un lobo, exferoz, pero un lobo!

- ¡MAJESTAD, EL REY DE PICAS, HAGA PREVALECER SU JUSTICIA!

El príncipe no podía creer lo que estaba oyendo. Finalmente, los dos animales se estaban revelando. Estaban contradiciendo las palabras de la reina y aún encima, le estaban haciendo quedar como un idiota.

Había intentado por todos los medios sacar al cerdo de su vista y deshacerse de él de un modo más pacífico y sin ensuciar su bonita camisa blanca con sangre porcina, pero después de dos intentos fallidos de llevarlo al calabozo y acompañado ahora por la rebelión del lobo que amenazaba con volver a ser feroz, para el príncipe habían declarado la guerra y la lucha.

En aquel momento se encontraba con la espada en el cuello del cerdo, pero cuando el lobo habla y se muestra amenazante, se separa y se acerca rápidamente al cuerpo peludo y negro, dejando al cerdo cubierto por el cazador.

Este era su momento de heroicidad, debía demostrar al pueblo su valentía, enfrentándose al animal que se revelaba contra las ordenanzas de la reina. El cerdo sería un plato más fácil, pero el lobo era más amenazante, más peligroso, más merecedor de morir con la espada de encantador.

¡Ya es suficiente! Grita mientras da un giro empuñando su espada y recoge toda la fuerza de la que es capaz para clavarla después en el pecho del lobo.

Coloco el cañón de mi arma en el orondo pecho del cerdo, mirandole fríamente. El ataque del príncipe sería la excusa perfecta para matar al cerdo. Nadie podría decir nada sobre su muerte. Dejo escapar el aire. Recuerdo los insultos hacia mí, hacia mi esposa.El dedo se tensa sobre el gatillo... 

-Ni un movimiento cerdo. Ni un simple suspiro o te juro que esta noche te veré en mi cena.- Digo con voz calmada y sin ninguna inflexion. Mi mirada denotaba la severidad de mis intenciones. Si el cerdo hacía un simple movimiento no quedaría nada de el para reivindicar nada.

Sin quitar el ojo del cerdo alzo la voz.

-¡Guardia de palacio! Llevaos a ese traidor de Osvaldo a una celda, que luego avisaremos al verdugo.

¡No me lo puedo creer! ¿Pues no va el pijo éste de ¿Encantador? y me ataca? Pues lo siento por el karma, pero por el dinero que le debo a Porky que este se caga... ¡Pero no! Los tiempos de matar se acabaron... Aunque, con un bocado o un zarpazo, quizá sea suficiente...

Al notar el movimiento de Encantador, me aparto de la espalda y me revuelvo, arrojándome contra él.

Durante un momento me quedo anonadado por toda la información y por todos los testimonios

-Silencio todo el mundo!

Ahora, vamos a hablar claro todos.- la situación ha llegado a un momento en el que tiene que empezar a manar la informacion como la sangre manará como esto siga así.

Cerdo, decid exactamente que pasa con Encantador y Elmer, pues parece que sabeis algo que pueda interesarnos.

Elmer, parece que solo buscais una excusa para encañonar al pobre cerdo, contra el que aun no habéis expuesto nada contundente.

Pero bajo ninguna circunstancia, halla violencia en palacio- digo mirando al lobo muy serio.

Sordo a las advertencias del rey, Porky forcejeaba contra los guardias para abrirse paso hacia Su Majestad, pero sus torpes movimientos no le permitieron librarse de la presa de sus dos fornidos captores. Elmer, mientras tanto, tuvo tiempo de cargar su escopeta, y cuando el horrible chillido del cerdo sonó en la sala, no se lo pensó dos veces y la descargó con un estruendo volándole la cabeza al infeliz animal. Con toda su corpulencia, el cerdo fue a desplomarse en las baldosas de la sala que poco a poco empezaron a bañarse del rojo de su sangre. Aun así, antes de morir, el pobre cabeza de turco aún tuvo tiempo de pronunciar entre estertores sus últimas palabras que estremecerían a los pocos que se detuvieron a escucharlas.

Mientras tanto, el príncipe Encantador, ante la falta de un fiero rival contra el que probar su espada, se contentó con arremeter contra el lobo exferoz, uno de los pocos que habían tratado de conciliar la paz durante toda aquella velada. En otros tiempos sus rápidos reflejos le hubieran permitido esquivar la estocada del príncipe, pero la dieta pobre en proteínas que llevaba últimamente lo había vuelto más flemático y confiado. Casi sin tiempo para que pudiera reaccionar, la espada del príncipe atravesó su estómago y el pobre animal cayó de rodillas y con la mirada extraviada a los pies de su verdugo.

¡El baile estaba convirtiéndose en una carnicería!

Osvaldo, mientras tanto, aprovechando el caos que reinaba en la sala, se lanzó a la carrera hacia la puerta de la sala con las muñecas esposadas y los dos guardias que habían descuidado su guardia para detener a Porky, tan pronto como se hicieron conscientes de la situación salieron en persecución del fugitivo.

Cuando Mary Rose regresaró a la sala de baile, seguida de Piruja y su gato, no pudo evitar echarse las manos a la cara. En el medio de la sala yacía el cerdo Porky con la cara ensangrentada y más a su derecha, el lobo exferoz corría su misma suerte retorciéndose de dolor con el vientre perforado por un arma blanca. Un murmullo de voces comentaba a escena la escena en voz baja mientras que el rey Picas se afanaba en llamar a unos guardias que parecían no dar señales de vida.

Si hace un momento todo parecía en orden... ¿Cómo habrían llegado a aquello?

- ¡¿Qué demon...?! - pero de la boca de la bruja ya no salieron más palabras.

Con los ojos como platos observé a mi alrededor intentando buscar una explicación que no encontraba. ¿Qué habría pasado? Quitando a los ausentes y a los heridos quedaban pocos sospechosos. De pronto un movimiento involuntario se apoderó de mi cuerpo. Mi brazo se alargó hasta alcanzar a Botas. Lo agarré con todas mis fuerzas y lo atraje hacia mí hasta aprisionarlo contra mi cuerpo.

- Cuidado... - le susurré al oído.

Con la cara seria me cuelgo mi escopeta en mi espalda, despues de mirar de forma desapasionada el cadaver del cerdo. El ardor de disparar había desaparecido y una fría calma se había apoderado de mi.

-Tenias que moverte...

Luego me acerco al príncipe y le miro a los ojos. 

-Espero que no esteis herido, fué un movimiento temerario el vuestro.- Miro al lobo que aunque muerto seguía resultandome esclofriante.- Puede que nos hayais salvado la vida, Principe Encantador.

El príncipe quita su espada, poco a poco, del cuerpo moribundo del lobo, paralelamente, una sonrisa surge en su cara cuando ve yacer al cerdo, respirando las últimas bocanadas de aire que entrarían por su hocico jamás. Mira al cazador y asiente con una mirada de aprobación… En cuanto se llevasen a esos dos cuerpos de aquel lugar, todo comenzaría a estar más en orden… la ex-glamourosa sala de baile volvería a ser una glamourosa sala de baile y la seguridad de las princesas estaba por fin, asegurada, valga la redundancia.

A continuación se giró hacia el rey, tratando de dar una respuesta a sus comentarios.

Majestad, sé que no quiere ver ningún tipo de violencia en la sala, pero… estos dos animales eran peligrosos y estaban contradiciendo las palabras de su esposa. Todo estará más tranquilo y ahora si me disculpan… voy a seguir sus órdenes y buscar a las princesas. ¿Por qué tendré yo que justificarme ante algo tan obvio? Pensaba el príncipe, parecía que la única con sentido común en ese palacio era la reina.

Todo sucedió muy deprisa. Oyó gritos. Primero vio a Porky bañado en sangre. Notó como Piruja la abrazaba. ¿Cuidado? ¿Porqué? ¿Qué sucedía? Y entonces le vio... El cuerpo caído de Lobo al otro lado y el Príncipe Encantador sacando una espada manchada de carmesí.

Una tristeza como nunca antes había experimentado se apoderó de ella. Era más grande de lo que ese pequeño cuerpo podía contener... Y a la vez, ira. Sed de venganza. Esto no quedaría así. Piruja demostraría lo que es ser una auténtica bruja. ¿La muchacha simpática y graciosa que había llegado ese día? ¡Já! Ahora verían lo que era una la ira auténtica bruja. Temed...Temed...

Acercó el hocico a la oreja de la bruja.

-Ve hasta Lobo. Te necesita. Dile que le amas y que... que teníais que estar juntos. Solo tú puedes hacerlo, ¿entiendes? Susúrraselo. Antes de que sea demasiado tarde... Se nos va...

El Gato trató de sobreponerse. Había que mantener la sangre fría. Al menos hasta que las cosas volvieran a la normalidad. Y eso sería pronto.

Eso estaba siendo una masacre. ¡Habían mancillado su hermoso salón de baile! Ese lugar no era un matadero, por lo que la reina se sentía altamente molesta y asqueada al ver tanta sangre. Pero ella es fuerte y no se desmayará ante la visión de la sangre, es una mujer firme.

Cuando ve que Osvaldo se escapa, está a punto de salir corriendo para cogerla ella misma ante tanta negligencia. Pero al ver que corren los guardias se calma un poco.

No sabía muy bien como reaccionar. Escucha a Encantador excusándose y comprende la situación tras deliberarlo un momento.

-Esto ha sido demasiado, pero se han rebelado. Ellos mismos han decidido su destino.-Dice. Si hubieran hecho caso, ahora seguirían con vida.-Hay que sacarlos de la sala y limpiar este estropicio.-Añade mirando a Mary Rose, esperando a que llame al resto de las sirvientas para limpiar. Había que mantener la cabeza fría, aunque en realidad lo que le apetecía era hundir la cabeza en el hombro de su amado.

Ve como el gato cuchichea con la bruja, parece asustado o enfadado... pero a él no le iban a atacar.

Asiento ante las palabras de la reina.

-No hay problema, majestad. Yo me encargaré del lobo.-Ni corto ni perezoso agarro de las patas traseras al lobo y me lo voy llevando fuera de la sala. En cuanto dispusiera de algo más de intimidad podría hacerme cargo de el de una forma apropiada. Es lo mínimo que un rival digno merece.

- Vamos viejo. Tu viaje ya a terminado y es hora de que te vayas. Para no volver.- Digo mientras arrastro al lobo fuera. Hummm dos problemas menos. Ahora solo queda hablar con el bardo.

Pero antes de que el cazador pudiera llevarse el animal y esconderlo a la vista de todos, me acerqué hasta el lobo, que si todavía no estaba muerto poco le quedaba.

- Un momento... - dije cortándole el paso a Elmer. - Sólo será un momento... - Tenía que cumplir con la petición del gato así que no me lo pensé dos veces y me agaché para sostener a Feroz entre mis brazos. La sangre cubrió mis manos y su olor oxidado pronto me embriagó el sentido del olfato y se estableció en mi memoria, donde se quedaría por siempre. - ¿De verdad tengo que hacer esto? me preguntaba mientras veía a la bestia apagarse. Supongo que no me queda otra. Me agaché hasta que mis labios encontraron las orejas del lobo. Mi pelo largo y lacio cayó sobre su cuerpo, cada vez más inmóvil, y pronto abandonó el gris ceniza para teñirse de un rojo profundo y desagradable, que contrastaba por completo con mi tono de voz suave y gentil. Le susurré al oído tan bajito como pude para que nadie más lo oyera:

...Yo... Lo siento... Yo no pude ayudarte. Pero Piruja vengará tu muerte. Con justicia o sin ella, pues tú no la tuviste. Gracias por hacer a una solitaria bruja feliz y sobretodo por haberle querido tanto. Ella también te quiso a ti. Adiós amigo...

Me quedé unos segundos sujetando al lobo por si encontraba fuerzas para despedirse. Aún en el suelo, levanté la mirada y observé al Rey. ¿Cómo había permitido llegar a esos extremos? ¿Así era como se trataban a los animales en el reino?

- Tengo que hablar con vos Majestad. A solas. Sólo permitiré la compañía de mi gato ya que como comprenderá no me fío de dejarle aquí. Tengo que comunicarle algo que debería saber.

¿Aceptaría esta vez en Monarca hablar conmigo en privado? ¿O encontraría otra estúpida excusa para quedarse junto a esa panda de bárbaros?