Partida Rol por web

-ohhh!!!! El precio del final feliz depende de lo que vos considereis como tal, no es lo mismo garantizaros una vejez tranquila con vuestro bienamado esposo, sin problemas, viendo como vuestras hijas casadas con los muy apuestos principes de muy lejado os dan nietos hasta aburrir qué... -Miro a la reina fijamente -algo mucho menos ortodoxo. La diferencia de clases es algo complicado y mucho mas laborioso hacerla creible para el público. Si el cuento no tiene sentido, nadie lo creerá y si nadie lo cree, difícilmente podrá hacerse realidad. No se me ha escapado lo amigos que son la princesa Peach y Joker, hacer real y posible eso, no os quepa duda costaría muchísimo mas

Está claro el precio. Es lo que todos ansían, lo que todos buscan en realidad y ahora está desaparecido. El Cofre. Pero no sabía lo que contenía... ¿y si eso le otorgaba demasiado poder al Bardo? No podía correr el riesgo, pero a cambio de... algo tan simple como un Cofre, puede hacer realidad sus sueños.

-Puedo intuir lo que os puede interesar.-Comienza la reina, mirando directamente al Bardo a los ojos.-Mi final feliz... bueno, puede que tenga que ver con mis hijas, con mi juventud, incluso con el amor. Pero eso puede dejar de lado a alguien que realmente debería formar parte de mi final feliz. Es difícil confiar últimamente en las personas que nos rodean, así que... ¿qué me asegura que al contarte mi historia a cambio de lo que probablemente pueda ofrecerte se quede entre nosotros dos para siempre?

-Mi señora, sabeis que no tengo ningún poder. Si hablo lo que vos no querais teneis poder suficiente como para que nadie me creyera, me tomaran de loco e incluso me metieran en un manicomio de esos horrible. En última instancia podríais incluso cortarme la cabeza ¿No?. ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA! ¿No es su frase favorita? -Suelto una carcajada despreocupada -Deberías preguntaros en vez de qué perderíais si me fuese de la lengua, qué perdería yo

El Bardo tiene razón. Puede contar lo que desee, pero aún así, si lo que cuenta es cierto y lo mando a decapitar, entonces se sospechará o, con suerte, se pensará que tan solo he salvaguardado mi honor.

-De acuerdo, Bardo.-Desiste la reina.-Mi final feliz quiero que consista en lo siguiente: mis hijas se casarán con quienes ellas aman, siempre que estos hombres no compartan la misma sangre que alguna.-Puede que incluso se cumpla el hecho de que Jóker no es realmente el hermano.-Y yo acabaré con el hombre que amo, eternamente joven y con todo el poder y riquezas que poseo en este momento, o tal vez más incluso dependiendo de la situación del rey.

¿Habrá que dar nombres concretos? 

La reina corazones había jugado sus cartas y de un plumazo lo había dispuesto todo para que, con sus hijas casadas y su odioso marido fuera de combate, pudiera disfrutar por fin de su amor secreto sin subterfugios. 

Sin embargo, cuando aquel lobo se dirigió a la puerta de salida, se dio cuenta de que debía haber sido más discreta. ¡Maldito animal! ¿Qué demonios hacía espiándonos detrás de las estanterías?

-Me encanta vuestro cuento mi reina. Sin embargo me consta que disgustará a gente muy poderosa. Necesitaría.. protección, no se si me entendeis. Vuestro "final feliz" podría costarme el pellejo ya que disgustaría a demasiada gente poderosa que hay en este castillo esta noche comenzando por vuestro propio esposo, porque... supongo no equivocarme si vuestro esposo no entra en ese tan esperado final ¿No?. ¿Y quien ocupará su lugar? No quiero ser entrometido, vos sabeis que nada ma lejos de mi intencion, pero si el cuento es ambiguo cada uno podría querer interpretar lo que quisiera y el resultado podría no ajustarse demasiado a vuestros deseos...

Maldita sea, el lobo había estado espiando. Pero a la reina no le preocupaba del todo. Solo era un lobo, y... con tan solo decirle a Elmet que tenía frío... él no tardaría en hacerle un hermoso abrigo de piel de lobo. Más aún si le cuenta que el lobo sabe algo, eso no puede permitírselo.

Dudaba de si realmente debería decirle al bardo tanta información. Decide que lo mejor será dejarlo así de momento, hasta encontrar algo que garantizara que su final feliz se realizaría sin problemas.

-De momento prefiero no decirlo.-Mantiene el enigma.-Mas... si mi final feliz se cumple y al rey no le interesa, él de todas formas acabará fuera, por lo que no serás castigado. Yo misma me encargaré de recompersarte como bien mereces. Así que... de momento tan solo piensa si quieres arriesgarte a cumplir mi final feliz, del cual puedes sacar muchos beneficios y mi protección.-Calla un momento.-No creo que haga falta decir... que todo esto que hemos hablado es confidencial.

Lo será aún más cuando tenga la cabeza del lobo en bandeja.

-Por supuesto, mi reina. -Asuranceturix hace una reverencia. -Y si me disculpa, vuelvo a la sala de baile. Por cierto, si tiene problemas para encontrar aquello que está buscando, no dude en decírmelo, le ayudaré gustósamente si está en mi hacerlo

Asurancetúrix había dado por terminada la charla sin comprometerse del todo a complacer a la reina. Todavía había otras propuestas que escuchar y quizás alguien fuera más generoso que la egoísta reina corazones que se quedó sola en la biblioteca meditando cuál sería su siguiente movimiento.

La reina pensaba y pensaba, pero las cosas se le escapaban de las manos.

Recordó lo que pensaba hacer antes de hablar con el bardo. Tan solo el mayordomo Sebastián sabía lo del Cofre... por lo que lo mejor sería buscarlo y pedirle explicaciones.

El solícito Sebastián se encontraba observando desde el pasillo los incidentes que se desarrollaban en el salón de baile. A un gesto de la reina, el mayordomo se dirigió hacia la biblioteca.

- Majestad, temo que esta reunión pueda acabar convirtiéndose en un polvorín.

Pero a la reina Corazones no le importaban ahora aquellas minucias de si el cerdo maloliente estaba traficando o no con droga en palacio. Si Elmer lo había acusado, probablemente tuviera razón. Lo más urgente en aquel momento era resolver el asunto del cofre del tesoro real.

- La princesa Zelda ha dado un nombre: el del guardia Osvaldo. Y el resto de la guardia de palacio lo está buscando en estos momentos. No tardaremos en dar con él, Majestad. 

Y entonces, una visita inesperada los sorprendió. La princesa Peach entraba en la biblioteca visiblemente sofocada.

En la biblioteca de palacio, aquel lugar repleto de papelotes aburridos, la reina Corazones y el mayordomo Sebastián hablaban en voz baja.

- No tardaremos en dar con él, Majestad -fueron las palabras que escuchó la princesa-.

Parecía que su madre estaba en aquel momento muy solicitada. Pero todos los demás asuntos debían esperar, pues aquella era la noche de compromiso de la princesa Peach y todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor parecía haberse conjurado para chafarle su gran día.

-¡Mami! ¡Mami! -Exclamaba Peach abriéndose camino entre estanterías como una brisa primaveral.- ¡Oh! ¡Mamuchi, es terrible! -Dijo al ver a la soberana al final de un pasillo junto al mayordomo.-Tos se han vuelto locos, Elmer quiere disparar a Porky, Encantador apoya a Elmer y el Lobo a Porky, Papi no hace nada y la tensión del salón de baile se puede cortar, ¿sa'es?

Tantos problemas... ¡la reina no daba a basto! Estaba a favor de que mataran al cerdo, pero no podía dar esa imagen de reina injusta, ¿qué podría hacer? ¿un juicio? Era una idea... pero la jueza no podía ser ella. Tal vez alguien imparcial. ¿Zelda? Porque Peach, aunque la quería muchísimo, no tenía demasiadas luces.

De todas formas, antes de planear nada habría que ir a ver como están las cosas.

-Está bien Peach, no te agobies.-Dice, a punto de agobiarse ella también.-Voy para allá y pondré orden en seguida.

Peach se queda a un paso detrás de su madre mientras la sigue por la biblioteca hacia la salida.

Sin perder un instante, la reina y la princesa regresaron a la sala de baile para intentar calmar todo aquel desconcierto. 

Libros de heráldica, libros de geografía, libros de lenguas antiguas, novelas de caballeros valientes y doncellas enamoradizadas... Bah, bobadas. Libros y más libros...

Al fin, sobre un olvidado estante, encuentras lo que estabas buscando: un polvoriento volumen del Tractatus Magiae escrito hace mil años por el sabio Arcabrús. ¿Qué hacía una obra tan poderosa en poder de aquellos cabezas huecas? Ya va siendo hora de que alguien le dé uso a esta antigualla.

-¡Sí! ¡Por fin! -dijo la Bruja Piruja.

Ya era hora de poner final a esa pantomima. Buscaría el hechizo y volvería a ser ella misma. Llevaba demasiado tiempo en el cuerpo de gato y tenía la impresión de que El Gato tenía un interés nulo en volver las cosas a su lugar. Si le seguía esperando puede que fuera demasiado tarde... Si es que no lo era ya. Había que arriesgarse. Tenía miedo de que al separarse el hechizo se volviera permanente, pero con la muerte de su amado Lobo... Sentía que si hubiese sido ella misma y se hubiese podido quedar a su lado, nada de eso habría ocurrido. Primero recuperar mi forma humana, después venganza.

Algo se había roto en su interior y estaba más enfadada que nunca... Pobre Encantador. Pobre realeza...

La Gata Piruja se acercó corriendo al libro. Lo olió entrecerrando los ojos (le encantaba el olor a libro antiguo) y lo abrió con cuidado...

Quién sabe, igual cuando termine la noche... puedo irme con un bonito y pesado souvenir, pensó relamiéndose los bigotes...

Cómo echar el mal de ojo, cómo dominar la voluntad de una víctima, cómo resucitar a los muertos... ¡puaj, qué asco! Aquí está... ¡cómo revertir un hechizo de transmigración de almas. ¿Cómo? La fórmula es la misma. ¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¡Es un palíndromo! Veamos los ingrdientes... "Mezclar en un vial la lágrima de una princesa con la sangre  de un animal. ¡Vaya! Si algo ha sobrado esta noche ha sido la sangre de animales inocentes, pero, ¿cómo conseguir esa lágrima ahora?