Partida Rol por web

Jack no podía sorprenderse más al ver entrar justo a las dos personas que estaba mencionando, acompañadas de McTaker. - ¿Habéis conseguido escapar del campamento pirata? - sonrió, aunque un poco forzado. - ¡Eso es genial, compañeros! - miró entonces a los dos pequeños con los que había hablado hasta hace un momento. - Os dejo reuniros con vuestra amiga, me alegra veros felices a los tres.

Siguió a sus compañeros ruso y americano a unos pasos de distancia para hablar con tranquilidad. Miró con cierta reticencia a McTaker, pero decidió volver su mirada a Vlad. - Zeta está bien, estamos trabajando juntos como un matrimonio y nos estamos infiltrando en las filas de Peggy, de momento con bastante éxito. - señaló entonces a McTaker. - Pero no voy a hablar de más con él aquí. Ayudó al jodido cura loco a liderar un ataque pirata en el que murió mucha gente. Tampoco voy a montar un espectáculo, pero quería dejar clara mi incomodidad.

Volvió la mirada a Vlad. - Iré al grano Vodka, mi misión es impedir que estos niños vendan más tabaco en la ciudad. Reitero el "en la ciudad". Si se van a cualquier otra parte a vender, incluso al campamento pirata, mi misión estará completa. - miró a los pequeños rápidamente y volvió la mirada a su compañero ruso. - Me había ofrecido a traerles comida todos los días a cambio de que dejaran de vender, ellos no tienen la culpa de nada en esta sociedad de mierda, pero tampoco quiero que se vuelvan a separar de Sam ahora que se han reunido, así que si tienes un plan que nos beneficie a todos los bandos, te escucho Vodka.

"Espera espera..."
"A ver, creia que los piratas de Roni solo hicieron un poco de caos, asustaron a los de Peggy, ejecutaron a un par de los capitanes de esa pava, y... poco más"

"¿Que matrioskas ha pasado, Jack?

El ruso se llevó la mano hacia la nuca con un resoplido. Se dirigió entonces al americano.

-El ataque de los piratas resultó bastante más letal de lo que al parecer viste. Dispararon contra el puerto, destruyendo y matando a inocentes que nada tenía que ver con la gente de Peggy. Uno de los sitios que hicieron explotar fue el barco en donde los chicos huérfanos se refugiaban.- Señaló con el mentón en dirección de Sam y los pequeños. -Estabas cegado por Roni, parece que tiene ese efecto, aunque pude detectar que es más efectivo en pequeños. Algo les hace, es como si los hipnotizara. Tuvo a Sam bajo su influjo por ello.-

Luego se volvió a Jack. -McTaker ha tardado un poco, pero ya ha visto de que pie cojea el Pater.- Dijo. Meditó luego sobre lo que podían hacer. -Sam tenía el trabajo de ventas de cigarrillos en el puerto, fue allí donde nos conocimos, y sin querer la arrastré a esto. Es buena chica, se preocupa por los suyos.- Miró con curiosidad al canadiense. -¿Es parte de tu misión como infiltrado de Peggy? Si puedes cumplir con lo de alimentarlos diariamente, puedo convencerlos de que no vendan cigarrillos. Ten en cuenta que es la única manera que han conseguido para sobrevivir en esta isla, y en palabras de Sam, les provee algo a los chicos, aún si es un vicio.-

Se embolsilló las manos. -Puedo averiguar si Sam y los chicos tienen algún otro lugar al que ir también.- Si podía evitar meter a la niña y a los huérfanos en ese lío, sería mejor. Pero parte de él quería ayudarlos a salir de aquel hoyo en el que estaban al no tener quien los cuidara.

Me froto el mentón

"Vereis... Hay un grupo que puede encargarse de vosotros, y vosotros de ellos tambien"
"No sería trabajar para el dia a dia, sino pata hoy y para un futuro. No tener que correr de un lado a otro, ni mirar como los cigarrillos se acaban. Es algo que está creciendo aqui"

"Es el poder de la gloria capitalista. Y necesita los ojos de unos niños, que pueden ver cosas que los adultos no. Los pies agiles de unos jovenes, que encuentran el camino rápido en lugar de unos soldados viejos que sólo saben ir a buscar el Jeep, porque eso de correr se les ha olvidado"

"Decidme ¿Os gustaría ser... LA RESISTENCIA?"

Jack miró extrañado al americano, no solo porque parecía tener los ojos bastante cerrados para ver los actos del cura, sino que decía cosas sin sentido sobre los niños. Decidió ignorarlo por el momento, sobretodo porque no entendía lo que estaba diciendo sobre el capitalismo, un grupo que parecía que se iba a encargar de ellos, probablemente de un tiro en la nuca... Al igual que ne las mafias, todo el mundo sabe que en el argot de los espías "encargarse de alguien" significa darle un final poco agradable.

Tras recomponerse del pequeño desconcierto, continuó hablando con el agente ruso. - Puedo encargarme de la comida, en el ejército de Peggy nos dan de comer y aprovechando mis aptitudes. - comentó dando unas palmadas en su panza. - Puedo conseguir más comida de lo normal para los pequeños. Yo puedo comerme cualquier otra cosa, en la selva hay insectos y frutos, aunque no te voy a engañar, prefiero un buen filete. - miró con seriedad al agente. - Pero eventualmente abandonaré la zona, por eso mismo sería una solución temporal... Y por eso mismo necesitamos mejores planes para los pequeños.

Mientras hablo mi diatriba, digo una frase en irlandés

"Hay una resistencia en la isla y daría la bienvenida a los niños"

 Los agentes dejaban atrás la alegría del reencuentro para empezar ponerse al tanto de la situación y a elaborar un plan que asegurara el bienestar de los huérfanos y los sacase de aquella situación de venta de cigarrillos. Además de dejar en claro las evidentes diferencias que había entre ellos; entre los que habían estado codo a codo con los piratas y Roni y los que habían sido perseguidos por los mismos grupos piratas. Sin embargo, McTaker traía a colación la existencia de una "resistencia", que podría ser útil en el futuro.

 Toda esa charla, sin embargo, se vio interrumpida por la aparición de dos figuras amenazantes en las puertas de aquella fábrica. Dos figuras de las que habían estado huyendo los agentes recién llegados. Dos figuras... que le eran muy conocidas al agente Jones. En realidad, tres... puesto que había un mono de inocente apariencia en el hombro de uno de los dos hombres.

 Sam amagó a esconderse detrás de los tres agentes, llevándose consigo a sus dos "hermanitos". El miedo en su mirada era palpable. Pero quizá la persona más emocional en aquella situación era...

...el sujeto más alto y de frondosa barba, armado con una guadaña. El mismo miraba con un fuerte odio al trío de agentes, pero si se fijaban bien, su vista estaba clavada en uno de ellos. Rápidamente levanta su dedo anular y señala a Jack Jones entre los tres, con tanta rabia que le temblaba todo el cuerpo.

¡TU! ¡TU ESTÁS CON ELLOS! ¡¿NO?!

 Hasta su compañero le miraba con cierta extrañeza, como si no fuera propio de aquel hombre comportarse así. Luego, el pirata procedió a tirar su guadaña al suelo. Y, luego, de un solo tirón, se arrancó todas las vestiduras que tenía en su torso. Armaduras, camisas... solo para revelar un esbelto y musculoso cuerpo listo para la pelea.

¡No voy a dejar que me hagas pasar vergüenza nuevamente! No voy a mendigar por mi vida desde el otro lado de una escopeta, como sucedió en la selva... Mi nombre es Hermann Toyami, ¡y voy a acabar contigo DE UNA BUENA VEZ! ¡Y luego mataré a TODOS AQUÍ! ¡A TODOS Y CADA UNO!

 Aunque su compañero sabía que no se refería a él, se alejó un poco. Incluso el mono se mostró nervioso. El pirata Hermann esperaba la respuesta de Jones, deseando poder batirse en duelo con el hombre que le había ensuciado su honor en el pasado.

 El otro pirata, confundido y enfadado por la actitud "honorable" pero ingenua de su compañero, y viendo que se encontraban en clara desventaja táctica frente a aquel grupo, apenas si puso un pie dentro de la fábrica que ya estaba retrocediendo. Evidentemente, la idea de aquel hombre era ver en dónde se encontraba el grupo de escapistas y llevarse esa información hacia sus compañeros piratas.

- ¡¿Pero acaso eres idiota?! ¡Tiras tu arma y le ofreces un duelo! ¡Te van a meter un tiro en la cabeza, animal! ¡Yo me voy de aquí!

 Danny, sin perder más tiempo y sin culpa de dejar a su camarada pirata atrás, se lanza a correr hacia la salida de la fábrica.

 Al intentar salir de la oficina, Aaron es atacado repentinamente por la agente Zaheera, que se abalanza sobre él y le empuja nuevamente hacia dentro de la habitación. El hombre, sin embargo, atina a tomarla del brazo y lanzarla contra una de las esquinas de la habitación, pero no puede evitar golpear su espalda contra el escritorio. De todas formas, si no hubiera desviado parcialmente el ataque de Zeta, se hubiese dado la cabeza contra el escritorio y hubiera quedando inconsciente.

- ¡Argh! ¿Quién... eres... tú?

 A pesar de hacer aquella pregunta, la posición de combate del hombre revelaba que ya estaba dispuesto a pelear contra la agente india. Aquella agresión no pasaría sin represalías. La forma en la que se posiciona, además, deja ver a Zaheera que se encontraba frente a un hombre entrenado en las artes marciales.

- No importa... no serás la primera espía a la que mando a dormir.

 Antes de entrar por la fuerza a la oficina, sin embargo, Zeta pudo ver una última imagen que le quitó algo de la tranquilidad de volver a ver a sus compañeros: los dos piratas (y el mono Balu) que se habían encontrado en la selva junto a Jack y Toby ahora se hacían presentes en la fábrica. Habían perseguido a los agentes McTaker e Ivanov hasta aquella zona, y dieron con el escondite de los niños.

 Y el pirata más alto y barbudo, que había quedado humillado en aquella ocasión en la selva, se rasgó las vestimentas de su torso y retó a un duelo a Jack Jones, el hombre que hirió su honor. Zaheera no pudo ver más de aquella situación, debido a que se metió en la oficina. Pero la agente se libró de lidiar con la ira de aquel pirata ofendido.

 La última pregunta por parte del cardenal al capitán quedó sin responder. Aunque el silencio sombrío del mismo dejaba clara cuál era la respuesta. Y más aún teniendo en cuenta que Kyle les acompañaba en aquella misión. Quizá las palabras del viejo borracho tuvieran más peso ahora que nunca.

 El trío de bucaneros comenzó a caminar por la calles de Los Bloques. Su presencia era aún más amenazante que cuando fueron a hablar con la mafia. El semblante serio de Henry y el rostro desfigurado de Kyle eran una combinación aterradora hasta para los ciudadanos más rudos de aquel lugar. Roni, por su parte, no inspiraba tanto miedo con su figura o su rostro, pero definitivamente parecía el cura menos amigable del convento. Después de caminar un poco, llegaron hasta unos departamentos altos y estrechos, que combinaban con el resto de la estética de la ciudad: apretados, densos y "ensardinados".

Es aquí.

 Con esas pocas palabras, Henry entró a uno de estos edificios, con la compañía de sus hombres de confianza. Allí adentro se definiría cuál sería su mayor hombre de confianza. O quizá se definieran muchas más cosas...

 Subieron dos pisos por las escaleras y llegaron hasta una puerta, blanca pero demacrada por la humedad. "B2", decía en el frente. El Capitán Dojo se paró en frente de ella, inhaló una gran bocanada de aire y de una sola patada la hizo caer contra el suelo. Aquella acción despertó un grito femenino desde el interior. Rápidamente, el trío de bucaneros ingresó en la residencia y se encontró con dos personas sentadas en un sillón, en una habitación modestamente amueblada y propia de una persona de bajos ingresos. O de gente que buscaba esconderse.

 Aquellas dos personas eran un hombre caucásico y una mujer claramente nativa de la isla. El hombre, nervioso pero manteniendo la calma, interponía una mano entre el trío de piratas y la mujer, casi por inercia. Mientras que la mujer miraba espantada la situación y se tapaba la boca para no gritar más, temiendo que eso pudiera hacer enojar a los piratas.

 No hizo falta que los piratas hablaran o que se diera una conversación en plan "¡¿Qué es lo que quieren?!" para que aquel hombre supiese cuál era la razón por la que aquellos hombres habían irrumpido en su departamento. Se acercó a la mesa delante del sofá, y desde abajo de ella sacó una radio. La radio, la que tanto ansiaba tener el Capitán Dojo y la que iba a ayudar a la alianza mafiosa-pirata a hacerse con el control de la isla.

- Aquí está. Esta máquina... esta bendita máquina es lo que están buscando, ¿verdad? Es una genialidad tecnológica, realmente. Entiendo que quiera ser usada por gente como... ustedes. Ya he visto lo que han hecho en Puerto Obikanui, y sé que buscan hacer cosas similares aquí. Y esto les va a hacer las cosas más fáciles. Debí suponerlo. La Resistencia no solo tiene que lidiar con el régimen, sino también con ratas que se quieren aprovechar del caos para llegar a la cima.

 La mujer, buscando recomponerse del susto inicial y comprendiendo mejor la razón por la que aquellos hombres estaban allí, intentó elevar la voz. Quizá, en la esperanza de que aquellos caballeros no fueran tan sanguinarios como parecían a primera vista, podría convencerles de que les dejen en paz.

- Tomen la radio, y déjennos en paz. Nosotros no tenemos nada que ver con ustedes; y nuestra lucha y la suya no tienen que enredarse. Nosotros buscamos liberar a aquellas personas que fueron apresadas por pensar distinto al régimen. La amiga de este hombre... mi marido... solo queremos volver a ver a nuestra gente, secuestrada por este régimen. Por favor, váyanse.

 A la mujer se le quebraba la voz, también consciente de que aquellos individuos eran los responsables de lo que había sucedido en Puerto Obikanui.

 La situación estaba completamente controlada por los piratas. Aquellas dos personas no eran una amenaza y no parecían tener apoyo por ningún lado. La radio fue ofrecida por ellos mismos y adquirida por los piratas sin esfuerzo. Parecía estar todo acabado... pero no lo estaba. Puesto que la gente que acompañaba al cardenal Roni, en particular uno de ellos, sabían que quedaba una última cosa por hacer. Y esa última cosa, debía ser llevada a cabo por el agente del Vaticano. El hombre de Dios.

 Kyle se acercó por detrás al cardenal y palpó con sus manos la pistola que Roni tenía en su cinturón, que le había dado el Capitán Dojo durante el ataque al puerto. El pirata desfigurado, con una sonrisa siniestra propia de él, se acerca a la oreja del agente y le susurra, despacio pero claramente:

Es momento, Stromboli...

Zeta maldijo en voz baja por su breve pero nefasta desconcentración, comprobando que no sólo no había podido acabar con él de un golpe aprovechando que tenía la clara ventaja, sino que le dio el tiempo de reacción suficiente como para poder apartarla a un lado.

Su hombro impactó contra la pared de una de las esquinas mientras él se golpeaba contra el escritorio, soltando un gruñido mientras apretaba los dientes de dolor antes de volver a la carga, no esperando ni un segundo para no querer darle oportunidad.

Sí, había visto a sus compañeros estar en problemas, pero ellos eran tres agentes entrenados y armados contra dos tipos y su mono. No dudaba en ellos, además de que serviría para afianzar su coartada al enfrentarse contra piratas, pero sobre todo estaba tranquila después de haber visto a Jack romper un arma de metal con sus propias manos como si fuera papel. Podrían encargarse perfectamente de ellos.

Por su lado parecía que iba a tener un encuentro divertido, algo que llevaba esperando desde que llegó al tener que estar recluida en el modesto papel de “mujer florero”, además de servir como distracción para que no llamara a sus hombres.

Inténtalo.- Sonrió tras provocarle antes de tirarse de nuevo hacia él.

Giuseppe no titubeó, aquellos dos no parecían ser una amenaza, por lo que con una amplia sonrisa, o al menos la más amplia que sus arrugas podían permitirle habló con voz pausada y calmada a aquellas dos buenas gentes mientras tomaba la radio con una mano.

-Así que vosotros buscáis "liberar a las personas que fueron apresadas por pensar distinto al régimen". Eso es un acto noble, sin lugar a dudas. Y vuestros anhelos serán cumplidos, de eso no os quepa duda alguna. -Dijo con convicción, casi compartiendo los mismos ideales que aquellos dos.-Por la libertad...

Y sin decir más, el Cardenal disparó en la cabeza a aquella mujer, una ejecución "pública" en toda regla. A fin de cuentas; eso era lo que tenía que hacerse. Si había testigos de que los Piratas tenían consigo la radio y gente que pudiera hablar en contra de ellos para el momento de la Revolución... había que acallarlos, sean quienes sean. A fin de cuentas, ¿Qué eran dos viejos en pos del bien mayor?.

El canadiense cada vez entendía menos al americano... Lo que tenía claro es que no le iba a ceder a él la tutela de los niños, todo eso de la resistencia podría ser una patraña para tener más esclavos para los piratas... Pero poco pudo pensar, pues algo inesperado sucedió.

Jack se sorprendió al ver a aquél trío nuevamente, sobretodo por las palabras que le dedicaba aquél pirata, gigante, enorme, titánico... Pero Jack no dudo, realizó la misma acción que el otro pirata, tirando todas sus armas al suelo, pero ne vez de romper su camiseta, se la desabrochó y la tiró al suelo (era una de sus camisetas hawaianas favoritas, no la iba a destrozar). Señaló al tipo enorme y profirió un grito de guerra. - ¡No sé de que diantres hablas, pero acepto el duelo! - no iba a rechazar un duelo uno contra uno, sin camiseta y encima por honor.

Jack profirió un puñetazo enorme para empezar, pero toda su fuerza se fue ahí, pues los siguientes golpes fueron tan débiles que hasta un bebé podría haberlos parado... Ganar estaba complicado para el pobre Jack ¡pero perdería con orgullo!

La conversación no llegó mucho más lejos. Antes de darse cuenta, aquellos a los que creía haber perdido de vista volvían a aparecer. Jack tenía sus propios problemas que resolver, en ese momento era el que escapaba quien le preocupaba. -¡McTaker!- Gritó al americano para indicarle que corrieran ambos hacia el pirata antes que éste se les pusiera lejos.

Pero apenas empezó a correr tropezó con algo que había en el suelo, por lo que terminó rodando y llevándose un buen golpe. Esperaba que Angus lograra plaquearlo... o le pegara un tiro, cualquiera de las opciones le valía.