Partida Rol por web

El simio miró con interés aquella "fajita" que tenía entre sus manos. Algo se movía en ella, por lo que llamaba su interés. Acercó su hocico y olisqueó ligeramente, identificando un olor que le resultaba familiar.

Hola... Bonito monito, monito bonito...  ¿A que no vas a comernos? ¿A qué no? ¿Somo amigos, verdad? A-mi-gos. Yo soy Claire...

Las palabras de Claire, incomprensible para la criatura, parecieron hacer su efecto... durante un segundo al menos, después del cual, el mono lanzó un enorme rugido que le permitió a Claire y a O'brian verle hasta las amígdalas.

Claro que tras aquel rugido, le siguió otro, diferente,más... como de reptil. El simio miró y al girar la muñeca, pudisteis ver, como si os encontraseis en un mirador, a otro animal que se había acercado a vosotros y que se parecía mucho al que habíais dejado atrás al cruzar el puente.

El simio lanzó otro rugido, peor que el anterior, incluso, y después... todo se volvió una pesadilla. Sentisteis como vuestro estómago se pegaba a las paredes mientras el animal movía su brazo hacia atrás para coger impulso, y como después, os lanzaba dentro de aquella vaina putrefacta contra la otra criatura. La velocidad hizo que perdieseis el poco equilibrio que teníais y os mezclárais todavía más con los restos que aún quedaban, y en las costillas, provocandoos nauseas y arcadas incontroladas, mientras os desplazabais a toda velocidad.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, la fajita que os contenía aterrizó en algún lugar, cayendo como si fuese una tortita, de golpe. Afortunadamente, la misma porquería que os apestaba, también os protegió y amortiguó la caída, pero en aquellos instantes, erais una desagradable mezcla de fluidos, restos de tejido muerto... y vuestros propios vómitos.

Sí. No ponerse delante -te dijo el doctor, sonriendo. Parecía evidente que no le gustabas... y que no deseaba ayudarte. Era justo lo opuesto a Bain, que te veía como una oportunidad, alguien más con quien hablar después de todo el tiempo que había transcurrido sin nadie más, aparte de los suyos.

-Oiga, doctor. Esta isla no perdona. Nosotros estamos vivos simplemente porque no la molestamos. Nos encerramos aquí con nuestra música y nuestras investigaciones y todo lo demás, nos da lo mismo. Sabemos que tarde o temprano vendrán a por nosotros.

El doctor se puso en pie y accionó un dispositivo que no habías visto nunca... y que inmediatamente se puso a emitir música, una que tampoco te sonaba... ni por asomo.

El soldado que se acercó a Carter era joven y se creyó a pies juntillas que te habías torcido el tobillo, aunque eso no significaba que no siguiese apuntándote con su arma.

Habíais recorrido bastante tramo y estabais cansados, y la lluvia tampoco ayudaba, pero un japonés nunca abandonaba. Su misión era lo más importante.

Justo en ese momento, algo pasó volando por encima de sus cabezas, que hizo que todos los japoneses empezaran a gritar entre sorprendidos y asustados. Era como el cuerpo de un dinosaurio, o parte de él, y fue a aterrizar a unos metros delante, con un "plof" ensordecedor que hizo que saltara sangre y vísceras por todas partes... y algo más.

Claire y O'Brian, hechos un asco y doloridos, saliendo del interior como si se tratase de un parto.

Fue un viaje extraño, rápido y doloroso en la caída, pero sobre todo extraño.

Si alguna vez a la hermana Claire le hubieran preguntado acerca de que le parecería si estando en medio de una selva, viera pasar volando un trozo enorme de dinosaurio en descomposición, en cuyo interior viajan una monja y un soldado, que acto seguido se estrellan a pocos metros de distancia en una explosión de vísceras y fluidos jurásicos, la respuesta hubiera sido evidente: dejaría de beber. Al menos hasta dos o tres días más tarde.

Lo cierto fue que al estrellarse sintió dolor. Estando en el suelo como estaba, deseó no tener que ponerse en pie. Se acurrucó en posición fetal y esperó con los ojos cerrados a que el dolor aminorase. Había sido una tremenda hostia, y no de las consagradas. Cuando por fin abrió los ojos vio siluetas no muy lejos y vio a O'Brian. Ese hombres no separaba de ella. Al final le cogería cariño.

- ¿Esta usted bien, Doc? - Le preguntó con un hilo de voz, aún muy dolorida.

El doctor parecía estar dolorido pero entero, claro que la Hermana Claire no tardó en darse cuenta de que ella estaba peor. La caída le había provocado algo más que un simple golpe. Su brazo estaba en una extraña posición y tenía un intenso dolor en las costillas que bien podían estar incluso rotas.

En realidad, tu estado tenía todo el aspecto de ser mucho más grave de lo que sospechabas.

Carter aprovechó la situación para moverse con rapidez e intentar arrebatarle el arma al japonés que tenía al lado. Por desgracia para ella, la juventud de su acompañante venía acompañada de más rapidez y destreza de lo que había supuesto, el soldado fue mucho más rápido, y no solo retuvo el arma sino que golpeó con su culata a Carter en la cara, haciendo que ésta cayese al suelo, dolorida y humillada, pero sobre todo, con la nariz ensangrentada y rota.

Zenji se sentía realmente dolido de que sus compatriotas ni si quiera le escuchasen y tratasen de averiguar si sus palabras eran ciertas o no. Tenía claro que aquel suboficial era un cretino y un imbécil, y que en el poco probable supuesto de que saliese con vida de esta y encontrase a otro oficial que pudiese corroborar sus palabras y demostrarse que era un teniente coronel en activo, haría ejecutar de inmediato a aquel hombre y la dotación que le acompañaba, que ni si quiera se habían preocupado por comprobar la verdad y habían avisado de traidor a Zenji, humillándolo y golpeándolo como a un perro.

No sólo él había tratado de intervenir. Cada cuál a su manera había hecho su intento, aunque con resultado incluso peores que el del japonés. Las palabras de la rubia haciéndose pasar por espía alemana habían caído en saco roto y casi tomadas a broma, pero la peor parada había sido la pelinegra, quién había simulado torcerse el tobillo e intentar robarle el arma, llevándose tal golpe que la nariz había crujido horrorosamente y sangraba profusamente. Solo restaba que estando prácticamente desnuda y marcando todo el cuerpo al estar empapado por el agua, los soldados nipones decidiesen usarla como a un mero trozo de carne y violarla allí mismo por turnos hasta dejarla más rellena que unas gyozas.

Pero no acabaría todo allí, si no que de improviso, y surcando los aires, una masa medio deforme en descomposición con apariencia de dinosaurio, fue a estamparse y salpicar en todas direcciones en el suelo, saliendo de entre aquella amalgama de vísceras, los cuerpos impregnados en olor pútrido del médico y la monja. ¿Pero qué demonios? Zenji trató de ser colaborativo con los japoneses, quizà así no les disparas en de inmediato y acabasen con sus vidas...

- Esos dos también forman parte del grupo que llegamos a la isla en el avión que visteis allá atrás. No soy ningún traidor y quiero colaborar. De verdad mis palabras son ciertas y soy un teniente coronel al servicio del Emperador, nada le impide comprobarlo... Si miento no dude en matarme, si digo la verdad, comprobará que ha cometido un lamentable error...

Fuese como fuese, Zenji se levantó pesadamente y avanzó sin oponer resistencia y entorpecer más la marcha. Solo si podía demostrar que sus palabras eran ciertas recuperaría su condición que ahora mismo era puesta en duda por sus semejantes.

Sin hacer demasiado caso de las palabras de Zenji, los soldados se acercaron a mirar lo que había caído del cielo. Claire y O'Brian estaban bastante malheridos, además apestados, aunque teniendo en cuenta el olor que desprendían tanto Zenji como Vance, eso no es que tuviera demasiada importancia.

Toda aquella isla era una auténtica pestilencia.

Me levanté entre arcadas y dolores. Sentía que me había roto algo, seguro, aunque al revisarme, no pude notar más que unos cuantos moratones y lo que seguramente sería una torcedura menor de tobillo. Nada importante.

Quien estaba mal, o al menos lo parecía, era la Hermana Claire.

-ufff, joder, qué peste. Hermana, tiene usted muy mal aspecto. Deje que la mire.

Vale. Aquello había sonado peor de lo que era en realidad, pero no tenía tiempo que perder. Un primer examen confirmó que tenía, en efecto, un brazo roto, pero también parecía haberse roto un par de costillas. Se veía como empujaban desde dentro y la piel estaba en un tono casi azulado, debido a la rotura de capilares.

-Pues hermana, creo que debería descansar un rato. Lo que necesitamos es hacerle un vendaje compresivo para contener las costillas y colocar una tabla en ese brazo para que vaya arreglándose poco a poco.

Y dicho y hecho, comencé a rebuscar entre mis ropas. Teniendo en cuenta lo asquerosos que íbamos, me costó encontrar algo de tela que fuese utilizable. Arranqué un par de tiras y se las enrollé alrededor del pecho y finalmente, coloqué una alrededor de su cuello para sostener el brazo.

Ahora, si pudiera conseguir un palo o algo así...

En ese momento, hicieron su aparición los japoneses.

-Pero qué es esto. De dónde han salido tantos amarillos, maldita sea. Esto es como una infección. ¡Están por todas partes! -protesté, mientras me agarraban sin ningún cuidado -. Eh, tengan cuidado con la monja. Está herida.

La hermana no se opuso a que el americano le ayudara. A Claire le costaba moverse, le costaba articular palabra y hasta le costaba respirar. Tampoco podría haber impedido activamente que aquel buen hombre le ayudara con sus heridas. Sin embargo, sabía que había asuntos más apremiantes para su supervivencia a largo plazo que curar sus roturas. Aquellos japoneses sin duda les habían visto. Conocía a los amarillos bien y sabía que no les iba a temblar el pulso si tenían que ejecutarlos allí mismo. 

...soy un teniente coronel al servicio del Emperador, nada le impide comprobarlo... Si miento no dude en matarme, si digo la verdad, comprobará que ha cometido un lamentable error...

Eso fue lo único que la hermana había logrado entender de lo que había dicho el maldito japonés. Sin embargo, entendió a la perfección el contexto de lo que estaba hablando. Por alguna razón, aquellos amarillos no creían que el aviador fuera un soldado japonés. Sin duda le habían tratado de espía. Cierto era que aquella plasta amarilla cubierta de mierda de dinosaurio no daba el pego de coronel y que ella, magullada, dolorida y rota por dentro como estaba, tampoco. Pero tenía que jugar sus bazas.

- ¡Heil Hitler! - Dijo la hermana poniéndose en pie, en un perfecto alemán y realizando el saludo nazi. - Ich bin mitglied der SS Spion der deutschen Spezialeinheiten. Sprecehn sie meine Sprache? - Entonces miró al amarillo que viajó con ellos en el avión. Por suerte recordaba su nombre. - Coronel Abe, me complace ver que usted también sigue vivo. 

Al intentar zarandear con el nipon una especie de... vamos no lo voy a describir por respeto cayo del cielo e hizo que me desconcentrase de tal manera que aquel nipon aprovecho para golpearpe de tal manera que me rompio la nariz; pero aquello no era todo pues de aquel dinosaurio moribundo que iba perdiendo partes de su cuerpo en la caida salieron la monja y el medico a los cuales, al parecer, se habia zampado aquella cosa.

Como resultado el piloto y el nipon ya no eran los unicos que apestaban aunque con aquella lluvia cayendonos encima esperaba que se limpiaran en algo y su olor e imagen cambiaran en sobremanera.

Al medico no le trataron muy bien pero la monja, tambien comenzo a hablar en aleman
Joder pero cuantas sois?? pense mientras intentaba volver a ponerme en pie y escupia la sangre que ahora, recorria mi rostro debido a la rotura de mi nariz. Voy a mataros a todos malditos nipones!! fue lo unico que dije antes de pensar un nuevo plan.

Sextus no conocía aquel aparato, pero era claramente un aparato de retransmisión. Una minituarización de los aparatos que tenia el ejercito para pasar las cintas.

La música no la conocía, pero no le desagradaba.

Como por el lado del hombre no tenia nada que rascar, se dirigió física y verbalmente hacia la mujer.

Bueno, doctora Bain. En qué puedo ayudarla. Nada me gustaría más que mostrar mi utilidad a mis rescatadores.

Las palabras de la hermana claire, sumadas a lo que Zenji les había dicho y también Diana, terminaron por confundir al japonés, que en aquellos instantes tenía a todos sus soldados expectantes, mirándole, a la espera de ver cuál sería su reacción. Demasiada gente estaba diciendo que era aliada del imperio japonés, aunque para él, lo único que importaba eran los suyos.

-Usted... y usted -dijo señalando a Claire y después a Diana -, ser ale-manes. No importar. Ahora ir barco. En el barco decidir.

Y así, recogieron a todos y aunque tuvieron algo más de cuidado, siguieron empujándoles para que caminaran.

El grupo avanzó de manera irregular, pero avanzó. Las lluvias cesaron al poco tiempo con la misma rapidez que habían hecho su aparición y al mirar a su alrededor, vieron que se habían metido de lleno en un cenagal.

Los pies parecían pegados al barro y sin duda, a partir de ese momento, continuar el camino iba a ser más difícil y duro que antes.

La prueba fue que en un momento determinado, todos oísteis un grito y al giraros, visteis al capitán japonés hundiéndose en arenas movedizas. El resto de soldados se pusieron nerviosos, empezaron a hablar unos con otros y a gritar, y olvidándose un momento de vosotros, buscaron entre la maleza ramas o troncos con los que salvar a su líder, entre angustiosos gritos de terror por parte de éste.