Partida Rol por web

Expulsa el cargador de su rifle automático y le inserta otro de su cinturón.

Reintento volarle el otro ojo de un tiro ocn la pistola, pero de nuevo se vuelve a mover haciendo que la bala no legue ni a rozarle la sien.

-¡Maldita sea! ¡acabad con el!

Aquel maldito bastardo nos estaba retrasando en un claro intento por ganar tiempo, y si lograba llevarse a alguno de nosotros por delante sería un extra. Por ahora poco se había logrado en el intento de no matarlo, y no iba a darle oportunidad alguna de acabar con alguno de nosotros, así que le disparé directamente para...  al menos debilitarlo un poco, y que Octus pudiera terminar el trabajo dejándolo inconsciente o algo similar. Pero mi pulso temblaba como nunca antes por el miedo, y la ráfaga salió despedida por todas partes, salvo un proyectil, el primero.

Tarkov afianza el rifle en el hombro, el miedo hacia la corrupción en que se está convirtiendo el antiguo abad hace que se le ericen los pelos de la nuca. Siente el tacto caliente en la cara debido al calentamiento de las anteriores ráfagas; apunta con la mira a uno de los ojos de la bestia, unos ojos que rezuman odio y deseos de venganza. El ser está lanzando poderosos golpes a Arcturus y Octus que los evitan como pueden para ver horrorizados que cada puño abre profundos agujeros en el suelo.

El sudor cae por la frente del del superviviente de la penitencieria colonial, espera el momento oportuno porque cada vez la situación es más desesperada y el portal que flota sobre Aristarchus ocupa toda la cúpula y comienza a expandirse por el techo de la catedral. Aprieta suavemente el gatillo y una bala sale disparada del arma para impactar en el ojo de su objetivo....Tarkov ha sentido por un momento como si la mano del Dios-Emperador sujetara su arma.

Los globos oculares estallan y de ellos se derrama la energía de la disformidad en forma de niebla negra; Skae cae muerto al suelo. Entonces las cartas del tarot comienzan a girar cada vez más rápido hasta que resulta imposible identificar más que una línea de colores alrededor de Aristarchus. Las cartas explotan lanzando por los aires el cuerpo mutilado del vidente que cae a muchos metros del altar. Una corriente de llamas y tinieblas surge del estallido hacia la cúpula destruyéndola en la subida como si fuera una vidriera impactada por un cohete de colores.

La gente despierta del trance y liberada del control que la tenía sometida comienza a chillar y correr hacia las puertas de la catedral.

-¡LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES! -miré a Tarkov- Ahora no me dirás que no ha sido intervención divina el que tu hayas acertado en el ojo del enemigo -asentía muy rápido mientras lo decía- Tarkov, has de empezar a creer, mas señales es imposible. Hemos abatido al enemigo y salimos sin ninguna baja otra vez. Mis heridas son una clara prueba de que aun seguimos siendo mortales y me lo han querido recordar, y ... -doy un sonoro sello en la frente de Octus- ¡PLAS! Aunque el mal se apoderó de él ha conseguido liberarse con su pequeña batalla interior. Hemos de avisar a a la Cantamuertes cuanto antes.

Comienzo a caminar un poco apenado por no poder utilizar los cartuchos inferno.

Con un rápido movimiento me adelanto y me pongo delante de los demás, rodilla en tierra, asomado ligeramente con la cabeza por encima del último escalón. Rápido, ayudar a Zachariah que parece bien jodido. Echaros un vistazo, si alguien puede curarse, que lo haga, no tenemos mucho tiempo y vamos a necesitar toda nuestra salud para salir de este entuerto. Afiancé la culata contra el hombro y seguí la visión a través de las guías del arma. Ojalá se muevan rápido y no pierdan el tiempo. Pensé mientras desechaba la idea de intentar tocar las heridas de ninguno de mis compañeros con mi nula experiencia en medicina. No, más bien no, yo creo heridas, no las curo.

Octus vio como se desplomaba la aberración que había sido el abad y gritó de júbilo. El escudo de arbites estaba cruzado de lado a lado por las garras demoníacas y era muy consciente de que si le hubiera impactado a él porbablemente estaría al bode de la muerte como Zacharian.

Zacharian... ¡Oh! ¡Dios Emperador!

Se volvió hacia donde estaba el compañero tirado en el suelo luchando frente al umbral de la muerte y se maldijo, recordando cómo había descargado su escopeta contra el adepto del Mechanicum. Se arrodilló a su lado y buscó los estimulantes, aún le quedaban dos.

¡Joder Zacharian, lo siento!¡Por el Trono que me volví loco, no sabía lo que hacía!

Buscó algo de carne entre los componentes mecánicos y pinchó el estimulante. No curaría sus heridas, pero le permitiría aguantar hasta que consiguieran ayuda médica de verdad.

ZAchariah permanece tranquilo unos segundos hasta que los estimulantes comienzana recorrer su organismo, no abre los ojos pero empieza a tener convulsiones como si su cuerpo quiera contener el chute de acción que le ha puesto el arbite.

Dhamon observo como el Dios-Emperador les había sonreído en parte, pues la explosión subsiguiente a la caída de Skae fue la casi terminación de su líder o tal vez si hubiera acabado con este.

Mientras ayudaba a sus compañeros a apartar a Zachariah de la salida mas inmediata que iban a tomar todos aquellos feligreses desquiciados, susurro unas plegarias al Emperador para ayudarle a restablecer al Tecnosacerdote.

Tras lo cual se giro y camino hacia el cuerpo del Vidente en una semicarrera para ver como se encontraba este.

El tecnosacerdote abre los ojos tras la atenciones del psíquico.

¿Qué... ha... sido eso? - el tecnosacerdote va ganando la consciencia aunque cada movimiento es una tortura...

¿Qué ha ocurrido? - dice mientras mira alrededor.

Dhamon observa a su compañero caído.

- No te esfuerces, he logrado estabilizarte, pero tus heridas aun son muy graves. - Comento el Noble. Despues de ver que Zachariah se encontraba mejor se levanto y se aproximo al cuerpo de Aristarchus para ver como se encontraba este y si podría hacer algo por el.

Me quedo en la puerta apartándome hacia un lado mientras voy empujando a la gente para que salga mas rápido:

-¡Venga, venga, salid de aquí todos!

En unos minutos la Catedral a quedado prácticamente vacía. Dhamon se acerca al altar tras el cual el cuerpo de Aristarchus yace tirado en el suelo, medio destrozado por la explosión.