Partida Rol por web

Su mente y cuerpo estaban acostumbrado a la disciplina, por lo que Arnald se despertó, como de costumbre, al despuntar el alba. Preparó sus bártulos y comenzó su oración cotidiana:

"Soid:

Dame la fuerza para hacer que tu insondable voluntad

tome forma en esta Tierra;

dame coraje de afrontar la carga

de defender tu verdad y luz

y dame la pureza para sostenerme

entero en el camino.

Te doy gracias por mi familia y mi vida,

y pido tu intercesión para este nuevo día

ofrecido a tu voluntad.

Que así sea." 

Se dirigió a la sala y se encontró con una desagradable escena: Grind y Rarkan habían bebido más de la cuenta, y se encontraban durmiendo de manera desordenada e indecorosa.

Arnald estaba furioso, y sentía muchas ganas de actuar de manera habitual ante esas situaciones, como habría  hecho con su tío en su juventud: despertarlos con una balde de agua fría sobre la cara, o a bofetadas, o golpeando una cacerola haciendo bullicio. Pero ellos no eran su tío, y probablemente se la cargaran con él si los enfurecía. Y no quería tener problemas con un veterano de la Legión; ni menos con un hombre cuyo nombre de guerra era "el Inmortal".

Decidido a no esconder su reproche a esa actitud, abrió las ventanas, para que el sol les llegara al rostro, y los reprendió en un tono alto sin gritar:

-¡Levántense de una vez! ¡Hemos dormido más de la cuenta y debemos alistarnos pronto para partir a Nerdua con celeridad! !Levántense de su resaca y preparen sus cosas!

Terminada la escena del salón, comenzó a caminar por la taberna.

"¿Dónde estará el pelirrojo? ¿Por qué se entrometió en el combate? ¿Y qué hace por estos pagos? ¿Estará por las mismas razones que nosotros? No podemos dejar que deambule por ahí hablando de esto..."

Subió a las habitaciones y fue a su encuentro. 

-Buenos días, señor. ¿Son de aquí, de Bremie?

Arnald estaba subiendo las escaleras cuando se encontró cara a cara con la pareja de la noche anterior que a su vez estaba bajando a la sala común.

El pelirrojo iba delante de la hermosa joven, armado como la noche anterior, y ésta llevaba un bebé en brazos.

"Ahí estás... No escaparás de mí. Acabaré con las intrigas que cargas..."

Mientras bajaba por la escalera, mi mente recorría el combate que la noche anterior me vi obligado a abandonar. “Lamentablemente no pude matar varios, pero… por suerte, no pasó nada, además claro de los muertos Táedok, ¿o ya los olvidaste?” sonreía solo, como si de alguna picardía me acordase, era mi gran error, me olvide que antes habían sido personas vivas...

Deje a mis espaldas a mi amada con mi hija, e inicie la marcha hacia abajo. Mis sentidos todavía estaban un poco apagados, cuando de repente, el. ¿justo el inquisidor debe de ser?

-Ah…-

Se escuchó un suspiro, como de enfado mezclado con un poco de decepción. “Es realmente temprano para que el mas… inquisidor, claro, se me cruce.”

-Buenos días- dije en un tono bastante agrio y seco. “no me fío mucho de este”

cuando estaba por seguir bajando, casi como si hubiese saludado a una persona que nunca hubiera viso – de hecho, no la había visto tanto, solo que habíamos “compartido” un combate.- me percaté de que mi bella Lállebron se había detenido a hablar.

-Ah…- “esta vez se notó, estoy seguro.”

Me detuve y mire fijamente a mi compañero en armas.

Comenzamos a bajar por las escaleras, el olor que subía, no era de lo más agradable, pero bueno, ellos sabían bien lo que había sucedido anoche. Al comenzar a bajar por las escaleras Lállebron y Táedok se encontraron con el inquisidor, el muchacho parecía subir apurado, pero cuando los vio mermo su marcha y los saludó cortésmente.

Táedok sin mediar muchas palabras, como era su costumbre, dijo: “buenos días” y continuó. Lállebron que era más, ella, se detuvo. A lo que el pobre de Táedok, no tuvo muchas más opciones que detener su marcha.

-Buenos días. ¿Cómo esta noble caballero? ¿Ha podido descansar de anoche?
Lo veo un poco exaltado ¿ha descansado usted bien?-

“espero no me demore mucho esto, puede haber gente en problemas”

Mientras esta dulce mujer hablaba, sus bellos ojos, verdes como el océano, miraban el semblante de su hermosa beba. Cada dulce palabra en un cantico celestial, esa beba nunca llora, y es entendible. La sola presencia de esta mujer, irrumpe en las tormentas, dejando salir el sol.

Era un sueño hermoso, lleno de... ¿de que era? ¿que era lo que estaba soñando? ¿que pasaba?..........

Dolor, repentino y punzante dolor, pero además uno bien conocido. Resaca y un despertador indeseado y muy ruidoso. Una mala combinación, y además una muy molesta; y yo no me levantaba del mejor humor así. -Estúpido agente, esta me las vas a pagar.- 

Pero tenía razón, porque ahora hilaba la frase con la que nos había levantado. Era hora de partir y no había tiempo que perder. Tome la única jarra con contenido, cerveza caliente, tome la mitad y con el resto del líquido levante a Rarkan de sus profundo sopor. -Arriba muchacho que sino la corrección vendrá y nos comerá las entrañas a todos en vez de hacerlo los muertos.-

Comencé a ponerme pesadamente la cota de mallas y a preparar mi equipo al ritmo del martillo que destrozaba mi sien. Nada podía hacerse y se había convertido hace años en algo así como una rutina, algo que te recuerda que estas vivo.

Arnald vio que con el pelirrojo sería muy difícil conseguir algo de información. Sin embargo, continuó con el mayor de los decoros con la bella mujer que lo acompañaba.

-Buenos días, señora. He descansado y repuesto mis fuerzas. ¿Y ustedes? ¿Han descansado?... Anoche colaboraron con sus esfuerzos por resolver esa situación desagradable. Pero permítame preguntarle: ¿cuál es la razón por la que usted y su familia se vio invlucrada? ¿Son de Bremie? ¿de Nerdua, quizás?

El brusco despertar intensificó aun más mi mal estar, tapando mi visión con mi mano trato de levantarme. Soñaba con ese bello ángel... donde estará? Observo a mi alrededor, buscando lo que obvio no se encontraba.

-Prefería un balde de agua legionario- Continuo con una brusca sonrisa... Necesito un baño, -Una borrachera de grandes- 

Me preparo para mi aseo.

-A mi me levantaron peor, pero tienes razón- Mire a los alrededores. Tal vez el tabernero, antes de morir tuviera guardada buena cantidad de agua en algún lado cerca. -Yo también quiero lavarme la cara.-

Consegui una pequeña jarra y un cuenco del mostrador y procedí a lavarme rapidamente el rostro y el cuello, para refrescarme un poco y terminar de alejar el sueño remanente. Estaba por ir a ver que había quedado en los almacenes del lugar para masticar cuando mire alrededor... Aparte del gladiador no parecía que nadie hubiera bajado aún.

La mujer sonrió amablemente.

-No somos de por aquí, vinimos porque supimos que este pueblo estaba sufriendo, y a eso nos dedicamos, a ayudar a otros en sus momentos de mayor penuria- respondió sin dejar de ser amable, para luego señalar al hombretón que había a su lado -Él es Tádeok, es mi esposo y protector, y ella es mi hija... Luzairí-

Luego, haciendo una seña para que los acompañara Arnald, comenzó a bajar las escaleras.

-¿Y ustedes? Parecen hombres de acción... ¿no los reclutaron para la guerra? ¿Qué hacían aquí?- preguntó con el mismo tono casi etéreo con el que parecía que hablaba normalmente.

A su lado, Tádeok bajaba en silencio, pero sin dejar de observar al hombre de la Corrección.

Cuando llegaron abajo, se encontraron con el gladiador y el legionario.

Eduard había descansado bastante bien. Al menos lo suficiente, teniendo en cuenta la noche que habían tenido.

En la sala común se encontró con los demás, que parecían haber refrescado la resaca de aquella noche.

-Buenos días, ¿descansaron? ¿Hay algo para comer?

Sus manos comenzaron a rebuscar por la taberna, buscando algo para llevarse a la boca.

Por fin, el marinero al menos tenía la decencia de aparecer y saludar. El agente tenía los modales dignos de su profesión.

-Ya, como si se pudiera descansar mucho tras el día que tuvimos ayer. Aqui tienes Eduard- Dije mientras le acercaba lo que había sacado de las despensas. Dos tipos de queso, pan de ayer, un embutido empezado y tiras de carne seca... y por supuesto una botella de vino para bajar todo eso.

-¿Todos los demas se levantaron ya?- Le pregunte al recien llegado

Salí de esa posada a buscar algo de agua para asearme, no me llevé ninguna sorpresa, el lugar parecía carente de vida. Me detuve en el bebedero de la entrada del alojamiento, no parecía haber sido usada por ningún animal de hace tiempo. Es mejor este agua que en las arenas...

Mojé mi cuello para saciar la resaca, el fresco era agradable, relajaba mi cuerpo.

Al ingresar nuevamente al lugar para mordisquear algo, vi de nuevo a esa bella mujer, me perdí en ella. Esa paz, que hermosa es...  

Me senté en la mesa de Grind, y con su permiso tome algo de comer. - ¿ Tubo un buen descanso joven Eduard?-  Mientras partía un poco de pan y le daba la mitad.        

-Anton parece no haber despertado aún... pero los demás estaban...

Estaba respondiendo Eduard, cuando justo en ese momento bajaban Arnald, la joven de cabellos plateados y el hombretón de pelo colorado. Era un trío bastante peculiar. El llanto de la pequeña en brazos rompió el silencio que se había creado y la madre la acunó en sus brazos.

A los pocos segundos, también bajó Anton, que a pesar del cansancio de su rostro, los movimientos eran tan fluídos como de costumbre. Saludó en silencio y se sentó para aprovechar las provisiones.

-Bueno, entonces estamos todos... ¿ahora qué hacemos?

Dijo el joven mientras comía y bebía mesuradamente, luego de agradecerle con una sonrisa y un gesto de la cabeza al solícito legionario. Luego se dirigió al gladiador.

-Dormí bien, costó al principio, pero después fue fácil. Vaya encuentro el de anoche... ¿alguien sabe qué eran esas cosas?

- Pesadillas que solo niños imaginan - Respondí al joven, mientras llevaba algo de pan a mi boca. Mis ojos luchaban ferozmente para no incomodar a la bella dama, ni al gran sujeto de cabellos rojos. 

Al saber que mis cicatrices eran las más inquietantes para la pareja, me apresuré para invitarlos a ésta reunión, -Por favor,  tomen asiento, si así lo desean-     

-Aparentemente esas cosas son el enemigo.- El imperio acababa de entrar en guerra... si además tuviera que pelear contra estos monstruos por todo su territorio sería terrible. Había que detener el brote ahí mismo antes que se expandiera sin control.

Deje que los otros masticaran en paz por unos minutos mientras ordenaba un par de ideas en mi cabeza. Iba a ser un largo día, eso era seguro.

-Tenemos que llevar mucho aceite... todo el que podamos cargar.- dije mirándolos a los ojos durante unos segundos para que vieran que hablaba en serio. -Probablemente debamos quemar casas enteras con esos monstruos adentro.-

Todos se habían sentado en la misma mesa, pero no todos estaban en el mismo lugar. La pareja parecía estar ausente, como en otro mundo. Mientras que los jóvenes espadachines parecían estar ensimismados y pensativos. Sólo el gladiador y el legionario parecían estar pensando sobre qué hacer a continuación.

El agente se disculpó un momento para evacuar los primeros efluvios del día, por lo que tendrían que seguir la conversación los demás. Había muchas opciones para este variopinto grupo. ¿Buscarían más información en Bremie? ¿Partirían directamente a Nerdua? ¿Volverían por donde llegaron y se ocultarían en las sombras hasta que los agentes de Armind Aglazor se cansaran de buscarlos?