Partida Rol por web

Tras las indicaciones del perro, los 4 héroes atravesaron una puerta. Tras la puerta, un pasillo húmedo y frío. Tras el frío, una rejilla de ventilación que les dió acceso a una pasarela metálica que permite observar un taller.

Un taller gigantesco, que la vista no puede abarcar al completo. Un taller lleno de ruidos metálicos, golpes, silbidos; una gran cantidad de maquinaria fabrican juguetes (el Polo Norte es aún más barato en mano de obra que China, aquí ni siquiera les pagan con arroz), operadas por miles y miles de esclavos.

Esclavos pequeños, grandes, gordos, flacos. Los "duendes", todos con mirada de esperanza perdida.

Debajo de la pasarela un grupo de duendes se esconde tras las cajas para fumarse un cigarrillo. Cerca, un pinguino guardián hace la vista gorda; evidentemente ese es el arreglo que tiene con los hombres. Aguzando la vista, detectan unos cuantos guardias, no menos de una docena. No parecen particularmente atentos pero tampoco son ajenos a sus tareas y deberes.

Al otro lado del taller, un par de puertas bajo arcos dorados* brillan. En la puerta izquierda, un cartel reza "Tualet". En la derecha, "CEO". Será posible que el Gordo esté tan cerca?

Qué harán los esforzados protagonistas de esta historia? Cuál será su plan de acción para atravesar el piso hasta la gran Puerta Dorada? 

Vuestro turno!

En lo que para Horario era un susurro comenzo a hablar hacia sus compañeros.

-: Son solo un puñado de pingüinos, nosotros podemos con ellos, que dicen, vamos por el gordo?

En sus ojos se podia observar encendida la llama de la venganza, y no estaba precisamente llamando a una ganza...ven....ganza, sino que desde lo más profundo de su ser quería acabar con el maldigo ser obeso que le dio aquella vida asquerosa.

-: vamos...vamos....son tan solo unos metros.

La anciedad se podía ver acumuladoa en la comisura de su boca, como baba reseca tal cual canino sediento sin una bandeja de agua para saciar su necesidad.

 Adalverto estaba excitado por la posibilidad de agarrar al gordo mal parido de Santa por las barbas y hacerle pagar con sangre cada una de las malas pasadas que le había jugado. Estaba tan emocionado con la aquella posibilidad que se dejo llevar por las palabras de Horacio imaginando cada uno de los movimientos que con los que iba a torturar y despellejar al gordo.

-Deberías ir por ese desgraciado, ¡si señor! – tan fácil parecía que dio un paso hacia su objetivo cuando la frialdad de un Ninja bien entrenado le llego como cachetada, y que cachetada, casi lo deja dando cabriolas. Por lo que rápidamente volvió a agacharse tironeado de sus compañeros para no ser descubierto.

- Si bien son pocos los guardias, poseen una capacidad de fuego superior a la nuestra, debemos llegar hasta las oficinas del CEO por sorpresa – El conejo comenzó a barrer el taller con su vista de lince tratando de trazar un plan – analicen como podemos llegar ocultos hasta las oficinas, esa será nuestra mejor ventaja.

Mi sensible naricilla acuso el aroma del humo del tabaco, estando a punto de estornudar, alcance a ponerme un dedo bajo la nariz...

-Si pudieramos infiltrarnos entre ellos, podriamos deambular sin problemas...
Entonces, tras estornudar levemente, me prepare para unirme al grupo de fumadores, como quien no quiere la cosa...

-Jejeje...

Mirando hacia abajo, podia verse que aquellos fumadores estaban demasiado ocupados como para prestarnos atencion... La elocuencia no era mi fuerte, pero algo habia que hacer...

-Si me sale bien, seguidme, si no, no me sigais...

Entonces empece a descolgarme sigilosamente, tratando de que no me vieran haciendo rapel...
Primero una pata... Luego la otra... Luego la otra... Y luego la otra...

Ya cerca de los duendecillos fumetas, espere la oportunidad para acercarme a ellos rapidamente, con un tono autoritario, casi amenazante...

-Que haceis aqui parados!!! Ahora mismo, al despacho del jefe!!! Deprisita!!! Y que no se os ocurra ninguna tonteria por el camino

Entonces espere a que se pusieran en marcha, y seria solo cuestion de seguirles...

Ante las extrañas -pero sospechosamente reales- palabras del monstruo azul, que además sería justo lo que Santa emplearía para despedir empleados, los duendes apagaron los cigarrillos rápidamente y comenzaron a caminar hacia el otro extremo del lugar. Sdahí los siguó, intentanto NO mirar a los demás con una sonrisa de lo he logrado, lo he logrado! que lo delatara ante los sensibles y atentos ojos de los pinguinos guardianes.

Las orejotas de conejo, blancas y suaves como un pompón de algodón, se mantenían alerta a cualquier movimiento de los guardias pingüinos. El extraterrestre azulado había hecho una buena jugada, y se dirigía alegremente hacia la puerta de Santa, era mejor no arriesgar su posición, pero tampoco pensaba dejar toda la diversión en manos de su compañero.

- Vamos a linchar al gordo de una buena vez por todas – sin mirar atrás se lanzo en picada hacia una gran cubeta que colgaba de unas enormes guías transportadoras y oportunamente repleta de cabezas de muñecas, lo que amortiguo el golpe del conejo contra el metal.

El plan era perfecto, solo debía esperar a que la cubeta pasara sobre el sector de empaquetado para luego saltar sobre aquellas enormes cajas. Luego rodar hacia la cinta transportadora de peluches y quedarse quito como una estatua mientras estos pasaban frente al sistema de seguridad y sus guardias picudos... Aletas de pingüino rebosada – pensó al darse cuenta que ya había pasado más de una hora de su última comida, por lo que tuvo que acallar su estomago recurriendo a un viejo método zen de concentración que consistía en lamerse la oreja para engañar el estomago.

Si todo salía bien y si sus cálculos habían sido acertados en pocos instantes llegaría junto a Shadí a la puerta del gordo cabrón, el momento de la venganza se estaba acercando. 

El enano refunfuño por lo bajo, no dejaria que otros se encargaran de darle la paliza al gordo cuando el estaba entre ellos, sin más salto a las cajas que estaban a escasos metros de la ventilación por la cual los demás habian comenzado a salir. corrio por ellas en sumo silencio hasta llegar a unas cadenas colgando a las cuales se lanzo como pajaro al aire tomandolas y cruzando al techo de unas oficinas intermedias, desde allí agachado y cubierto por unas cajas cuyas leyenda impresa citaba "Duendes de jardín" y mucho más abajo en letras más chicas "Made in Taiwan". Esto lo indigno aún más logrando que hechara humo por las orejas.

Bilbo había permanecido ausente durante la última media hora. Quizás pensaba en las viejas tareas esclavizantes que lo habían atado a aquella cadena de montaje ¿quién sabe? El caso es que al ver a sus compañeros moviéndose por el almacén sonrió (sí, claro, siempre sonreía) mientras pensaba en aquel viejo libro del 'arte de la guerra' que había leído una vez en un viaje con Chuck desde Laos hasta Pekin, cuando fueron a zurrarle en las barbas al viejo Fumanchú.

En lugar de ponerse en marcha se quedó en su posición diciéndole a los dos últimos compañeros:

- Avanzad hacia el Gordo. Yo cubro la retaguardia y si pasa algo empiezo a armar escándalo en este lado. Si puedo despistar a los guardias cuando vosotros alcancéis la puerta será una ventaja para que ataquéis al Gordo sin que nadie acuda por vuestra retaguardia.

Bilbo ansiaba encargarse del Gordo personalmente pero Chuck lo había entrenado para trabajar en equipo. Y su papel podía ser tan divertido como el de cercenar la barba del gordo. Después de todo ¡así le tocaban más pingüinos para él solo!

Ante la atenta mirada de Bilbo, el conejo saltó y desapareció. Tan completa y totalmente que el duende casi pega un grito (y un par de disparos!) ante semejante proeza de sigilo. Fue incluso tan maravilloso, que los boing! zoing! arriba, arriba! que iba gritando mientras saltaba de lugar en lugar parecían maravillosamente integrados a las charlas de los trabajadores y guardias, y nadie se percató de su acrobacia.

Cuando finalmente aterrizó con las orejas levantadas y una gran sonrisa detrás de una expendedora de Coca-Cola junto a la puerta de Santa, el haber pasado desapercibido le molestó un poco. Para una vez que hacía algo genialmente, tenía que ser el Sigilo y nadie lo había notado!!

Segundos más tarde algo pesado se estrelló a su lado. Se desenrolló en el suelo, protestando. Ey, protestas como un amigo! dijo el Conejo. Entonces una lata de Fanta Diet salió de la máquina, producto del golpe, dando en la pelada del gnomo. Ey, te pareces a un amigo! dijo el Conejo. 

- Pedazo de tarado, soy tu amigo! lo insultó Horacio mientras se levantaba sacudiéndose el polvo de las rodillas y el trasero. Observó la oficina intermedia, las cadenas, y dónde estaba ahora. Realmente no se explicaba como había llegado tan lejos con ese salto... pero aquí estaba.

Sdahí llegó a la puerta, ante la cual los empleados se detuvieron. Lo miraron, confundidos.

- Señor supervisor? No va a abrir la puerta? Con una de esas tarjetas secretas que solo ustedes tienen? preguntó uno tímidamente.

Desde su escondite a un costado, Adalverto y Horacio esperaron la respuesta. En todo el lugar, los guardias contuvieron la respiración, esperando la respuesta. Tras la pantalla, una niña de blondos rizos esperó la respuesta... y tras la puerta, se escuchó una risilla. Una risilla malvada, malvada...

Vuestro turno!!

Bilbo contempló (o en realidad no, porque no se le veía) como el conejo aparecía al otro lado de la fábrica. Vaya crack. Ahora el pequeño alien azul se había detenido en la puerta. ¿Qué pasaba? El pequeño duende acarició su uzi con anticipación.

Se va a liar y aquí va a haber hondanadas de hostias.- pensó recordando la frase de un mítico héroe de cine.

Mi cerebro espacial estaba falto de glucosa, pero aun asi tenia que reaccionar rapido ante los duendecillos protestones...

-Tarjeta secreta?? Y si es secreta como es que conoces su existencia??

Pensar... Pensar... Pensar... Tanto pensar me daba hambre!!

Ojala tuviera una docena de esos jamones...

Entonces, para disimular los rugidos de mi estomago, o tal vez para acabar con esto cuanto antes e ir a cenar, mi subconsciente tuvo una idea...

-No habreis... Dije mientras miraba alrededor, en busca de algun pupitre, mesa, o tabla en posicion horizontal. Poned todas vuestras cosas ahi!!

- Yo, es que-- las tarjetas, esas rojas que... los hombres no saben qué contestar, confusos ante la sagaz (je, he dicho sagaz!) respuesta del extraño azul.

Comienzan a girar hacia la mesa cercana, rebuscando en los bolsillos. Pero ya no parecen tan amedrentados como antes, sino tal vez solo confundidos. Mientras sacan llaves, carnets de biblioteca y de "Sabuesos Anónimos", uno mira a Shiwk de reojo y le pregunta: Usted es uno de esos, pitufos, verdad? 

Confundido el extraterrestre se vuelve para contestarle, una sombra se vuelca sobre él. Los hombres salen corriendo, aprovechando el momento de confusión. Horacio y Adalverto, aún escondidos tras la máquina expendedora de Coca-Cola (refrescante sabor original) comienzan viendo un par de botas blancas, y Bilbo desde lejos comienza viendo un redondo gorro blanco. 

Shiwk, en cambio, ve todo el cuerpezote y carota, directamente.

- Qué sucede aquí, azulito chulo? Tengo que llamar a Papá?

Se liará parda? Lo solucionarán hablando? Tal vez... con referencias a Bugs Bunny? Será el líquido que se ve entre la máquina de Coca-Cola una pérdida de refrigerante o alguien usa la esquina como baño de emergencia? Todo esto y MAS, en el próximo turno!

 Adalverto aguardaba oculto tras la máquina expendedora a que su compañero se librara de aquellos duendes obreros tan desagradables. Nunca se había llevado bien con aquellos obreros, sin aspiraciones ellos, no tenían sueños de ser libres ni de que se les reconociera un buen seguro social con cobertura odontológica completa, a pesar de los constantes problemas de caries que tenían de tanto beber refrescos repletos de azúcar y casas de chocolate.

En fin, eran duendes que demostraban poca iniciativa en el trabajo, se quedarían allí encadenados de por vida, a menos, una idea planeo por la mente del conejo, y al parecer se estrello contra algo muy duro porque no logro salir del callejón de pensamientos que preocupan a un orejudo ninja (las cuales no explicaremos en este capítulo porque comenzaríamos a perder rating y no es lo que buscamos para las escenas finales de nuestras emocionantes aventuras). Por lo que inteligentemente el cheff sacudió su peluda cabeza para expulsar aquellos ideales sindicalistas de su mente y se decidió a actuar. No por aquellos duendes llorones que salían corriendo o aquellos otros que no dejaban de producir regalos maléficos para el gordo; sino por todos aquellos años que había pasado enjaulado bajo una tumba de hielo, por todos aquellos huevos de delicioso chocolate que no había podido romper y por todo aquella bebida cola que le habían obligado a beber durante su periodo de esclavitud, a la cual se había vuelto adicto y no podía dejar de consumir.

El sonido de una cremallera al subir se hizo perceptible detrás de la maquina, seguido por el chistido característico, Pssssss, de una lata de refresco gasificado al abrirse junto con otro característicos Ahhhh que lo prosiguió.

Tras lo cual el conejo escalo hacia la parte superior de la vending machine, pero no sin antes dejar en su interior un preparado especial con uno de sus huevos explosivos favoritos, diseñado exclusivamente para enfrentarse al gordo cocacolero, a base de una deliciosa golosina mentolada conocida mundialmente con el nombre de - “meeeentoss” jijiji – había dicho el conejo con vos maliciosa mientras efectuaba dicho preparado. Pero ahora se encontraba sobre la maquina, a pocos segundos de que esta dejara un gran hueco la pared, piso y hasta, quizás, techo.

Echó un vistazo a su compañero azulado y al grandote musculoso que parecía intimidarlo y no pudo evitar pensar que deberían tener algún familiar en común, no era tan fácil conseguir un color de piel con tanto estilo en estos días. Por lo que volvió a mirarlos y se percato de que el grandote no parecía amistoso y que ya era hora de que todos los malditos secuaces de Santa quedasen encerrados en un calabozo de dolor.

Los músculos se tensaron, los pelos de la nuca se le erizaron y las orejas se escondieron para darle forma aerodinámica al conejo. Quien levanto la vista hacia la oscuridad de la gran planta, guiñando un ojo en pose de héroe socarrón a la misma. Momento, no fue a la oscuridad que nuestro héroe orejón miraba con complicidad, sino hacia allí, hacia el fondo donde una pequeña sombra con una amplia sonrisa se escondía en eterna vigilia de sus movimientos. Para luego, Roberta en mano, el conejo voló hacia el pitufo aullando con un grito de guerra aterrador.

-          Mentooooooooooosss!!

Bilbo observaba desde lejos. Por muy hormonado que estuviera aquel pitufo no dejaba de ser un pitufo. Vale, desde luego había un problema serio de crecimiento en aquella fábrica porque a excepción de Nieves parecía que todos los que estaban en el interior de la fortaleza se habían escapado de un capítulo de los teleñecos. En fin: el caso es que un pitufo es un pitufo y sus compañeros podían pitufárselo en un pitufar de ojos. No era un problema.

Los ojos del duende recorrieron la fábrica parándose en todo lo que tuviera pinta de ser explosivo. En una fábrica de juguetes todo resultaba mortífero, eso lo sabía hasta un chino de prácticas. Por el momento se contuvo - ¡que ganas tenía de repartir hostias como panes! - pero llegado el momento, si la cosa se complicaba, empezará a disparar sembrando el caos por todo el lugar. Ah, el caos... la sonrisa del duende se agrandó hasta tomar el tamaño de un buzón medio. ¡El caos era tan divertido!

Cuando el pitufo hablo, solo pude quedarme mirandole, durante unos segundos, ensimismado en mis pensamientos...

Que color de piel mas hortera tiene este...

-Que hay de nuevo, viejo??

Entonces mire a los pequeños duendecillos, antes de volver a dirigirme al fornido pitufo...

-Estos gandules querian escaquearse de sus obligaciones...

Y tras ver su reaccion, continue...

-Tambien estan espiandonos... Mire a ambos lados antes de acercarme un poco a el...

-Saben... Cosas... Dije como un susurro...