Partida Rol por web

Exaltado. - Episodio Uno: Los veintidós demonios.

Reino de Wu: 6) Pueblo de Mu.

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17/11/2011, 21:38
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

A mi regreso la actitud de los que nos rodeaban seguía sin haber cambiado, seguían despreciándome. Por ello cuando vi que me había ganado el respeto del anciano marinero no pude más que despedirme de él con la misma reverencia con la que él lo había hecho conmigo.

- El honor ha sido mío, Anciano Patrón. Que los vientos te sean favorables.

De forma parecida me despedí del pirata cuando se marchó. Entonces, cuando ambos se alejaron, me giré hacia el alguacil con gesto grave.

- Y soy Maestro Garra de Halcón, no el acompañante de nadie. Adelante, guiadnos, cuanto más esperamos más fuertes se hacen.

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19/11/2011, 19:52
¿Pero dónde estamos?

Pueblo Mu.

- No es un pueblo grande.
- A lo largo de su calle principal uno puede ver que tiene cuarenta casas a lo sumo y puede que otras tantas desperdigadas por los enormes campos de arroz que rodean el pueblo.
- Aunque el pueblo cambiase de nombre hace 500 años sigue siendo un Arrozal.
- El pueblo está protegido por una empalizada y un foso con estacas.
- De vez en cuando se ve algún jinete con armadura ligera, de patrulla.
- La milicia es poco numerosa, pero parece alerta.
- Las puertas de salida hacia el Sur están reforzadas por dos torres de madera.
- Cerca de los muelles hay almacenes y un mercado. El mercado parece vacío.
- Se palpa el miedo en el ambiente.
- Fuera del pueblo, hacia el Este, habéis visto de lejos un pequeño templete junto a la orilla. Quizá un santuario dedicado a Hu, o puede que no pues no parece el típico santuario dedicado al dios del río.
- A un lado del mercado está la Casa de Té.
- En la plaza principal viven las principales familias, cada una gobernada por un Anciano con un puesto en el Consejo del pueblo, el cual está dirigido por el Alcalde.
- Enfrente de la Alcaldía, en la plaza principal, está la Casa del Alguacil, una especie de modesto cuartel con caballerizas.

Habitaciones de Emisario y Garra de Halcón en la Alcaldía.

- Cada una cuenta con una cama, una cómoda, un biombo de bambú y una bañera llena de agua limpia. También hay jabón y ropas limpias.

Salón de la Alcaldía.

- Dos puertas dobles de bambú y papel dan la entrada al salón.
- La sala es espaciosa y bien iluminada, aunque apenas hay mueles.
- Al fondo hay una especie de pequeño trono bajo de madera, sin patas.
- El Alcalde se sienta sobre unos cojines.
- A su derecha está arrodillado en posición sentada el Héroe Mu Teselas.
- A la izquierda del Alcalde están los tres terratenientes jóvenes, los enviados de Arrozal Quince.
- En un lugar de honor hay un atril con una viejísima espada. Seguramente sea una reliquia. Es evidente que la vieja espada no ha sido usada en varias generaciones. Tal vez perteneciera al fundador de la familia Wang, o puede que incluso al propio Mu, el originario.
- El Alcalde Wang es un hombre de cierta edad, aunque corpulento. Tiene un gran mostacho blanco, que lleva sin barba, y es calvo. Viste con ropas simples pero de buena calidad. En su vientre porta un disco de oro con el símbolo del Yin y el Yang. Parece un hombre iracundo y de carácter fuerte.

Callejón.

- Es un callejón lateral de la calle principal.
- El lugar sigue manchado de sangre.
- Después de realizar una breve búsqueda encontráis algunas manchas de sangre en el suelo hacia el Este por el callejón. Hay también algunas huellas extrañas que parecen hechas por seres bípedos con garras.
- Las huellas desaparecen después de unos pasos, pero iban en la dirección en que se encontraron los cuerpos lo cual parece indicar que no las mataron en el callejón, que las trajeron de otra parte. En la dirección de la que vienen las huellas no hay nada excepto unas pocas casas y luego una inmensa extensión de arrozal.
- Los arrozales están inundados. El agua llega hasta los muslos y en algunas zonas hasta la cintura.

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26/11/2011, 17:05
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

El Héroe no respondió nada a mi réplica, tan solo se limitó a invitarnos a que le siguiéramos. Realmente esperaba que esa fuera la última vez que se refería a mí de esa manera.

Tanto Emisario como yo le seguimos mientras nos guiaba hacia la casa del Alcalde. En el camino pude ver como aun a pesar de ser nombrado de forma diferente al resto de arrozales no se diferenciaba prácticamente en nada de ellos. Tan solo una cosa había diferente y no estaba en el pueblo en sí sino en sus gentes. Sentía que el miedo había anidado en sus corazones, veía cómo se miraban unos a otros con desconfianza. Y es que aquello era una de las más insidiosas armas de los Yoma, poder adoptar cualquier forma… Empalizadas, fosos de estacas y milicianos eran inútiles contra ese tipo de enemigo, y la gente tan solo podía esperar que el que siempre había sido su vecino, su hijo, hermano o marido, no fuera el asesino.

No tardamos demasiado en llegar a nuestro, la Alcaldía, que estaba situada en mitad de la plaza del pueblo, rodeada por los edificios más importantes y las casas de las familias más adineradas. Una vez dentro tal y como dictaban las costumbres nos descalzamos y guiados por las sirvientas nos encaminamos a los que serían nuestras dormitorios mientras permaneciéramos en el pueblo.

Las habitaciones tenían todo lo que un hombre podía necesitar, pero lo que más agradecí ver cuando entré fue la bañera llena de agua. Se veía que el Alcalde era agradecido y generoso, un hombre al que le importaban sus gentes pues no solo había gratificado al Anciano Patrón por buscar ayuda, sino que aquellos que habían venido a ayudar nos íbamos a hospedar en su propia casa, nos proporcionaba ropa y seguramente compartíamos la comida de su mesa.

- No gracias, me basto solo- rechacé el ofrecimiento de la sirvienta para ayudarme con el baño, tras lo que con una reverencia salió dejándome a solas en el cuarto.

Me desnudé con parsimonia disfrutando de la soledad, reflexionando sobre lo ocurrido en el viaje en barco y antes de él, pensando en los cambios y en los objetivos de mi vida. Entre mis escasas pertenencias me topé con la daga que ni para tallar madera me había servido. Con ella en la mano recordé las enseñanzas de mi Maestro, cómo me había enseñado a combatir usando tan solo mi cuerpo, el mayor regalo que los dioses me habían dado. Finalmente dejé la daga en la cómoda junto a mis ropas sucias y me metí en la bañera.

Salí limpio y con las ropas que nos habían prestado para ser testigo de la falta de respeto del monje del Templo de los Cinco dragones. Aun tenía ceñida a su cintura la espada con la que había venido, pero que se podía esperar de un extranjero que había venido con la única intención de inculcar en la mente de la gente de Wu las falsas creencias en sus dioses. ¿Acaso no podía ser aquel el primer paso, derribando las buenas costumbres mantenidas durante siglos, lo más básico de la buena educación, para introducir a la fuerza en el vacío que quedara la falsa concepción del mundo que tenían?

- Somos invitados en su casa. ¿Quieres faltarle el respeto al Alcalde?- le dije mirándolo con desaprobación-. Que un Yoma pueda adoptar cualquier forma no justifica esta falta de respeto- insistí, pero ni mis palabras ni las de la sirvienta sirvieron de nada. Nos ignoró a ambos con la soberbia propia de los Vástagos del Dragón.

Bajamos las escaleras guiados por la sirvienta hasta llegar frene a las puertas de la habitación en la que se suponía que nos esperaban. Se arrodilló y apartó la puerta con delicadeza, y tras presentarme como el acompañante el Alcalde Wang nos pidió que pasásemos.

- Soy Maestro Garra de Halcón- aclaré molesto antes de adentrarme en el salón.

Notas de juego

M1.

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27/11/2011, 00:49
[RIP] Emisario del Dragón.

Pueblo de Mu. Un nombre interesante para lo que a los ojos de todos no era más que un simple arrozal. El cambio de nombre que había recibido en honor del héroe local Mu, no había hecho cambiar nada más de aquel lugar y, aunque hacia ya más de quinientos años de la muerte de Mu, el arrozal no había hecho nada por cambiar su apariencia y convertirse en un verdadero pueblo.

Emisario del Dragón llegó a aquella misma conclusión cuando, siguiendo los pasos de Mu Teselas, se internó en el y caminó por sus calles. Pudo apreciar la empalizada y el foso con estacas que protegían al pueblo de visitas indeseadas, pero era claramente, una protección débil y escasa ante un peligro real. Observó la presencia de milicianos alerta, intentando más dar la impresión de que todo estaba controlado y aplacar así el miedo que la población sentía, ese miedo que se percibía sin problema en el ambiente. Sí, Emisario lo sentía. Flotaba en el aire, en las miradas de la gente, en cada rincón de aquellas calles.

Su breve paseo por el Pueblo de Mu terminó en la Casa del Alguacil en donde rápidamente Héroe Mu Teselas, los cuatros terratenientes, Garra de Halcón y él, fueron atendidos por unos sirvientes que les acompañaron a Garra y a él a las respectivas habitaciones que les habían asignado, después de descalzarse como los complejos modales de aquellas tierras requerían.

Cuando, después de rechazar gentilmente el ofrecimiento de una de las sirvientas para ayudarle en su aseo, la puerta de su habitación se cerró delante de él, Emisario se volvió a observarla mientras se desvestía para darse un baño en la bañera llena de agua limpia que habían preparado. Necesitaba pensar y un buen baño le ayudaría. Sumergido en el agua fría, pensó en la facilidad de los yomas para mimetizarse con el lugar en el que estaban, con el puesto que habían usurpado en el mundo. Pensó en Bambú y en todo el daño que hizo, en el miedo que se respiraba en Pueblo de Mu, en aquellas mujeres asesinadas. Y su vista se detuvo en su espada, que había colocado cuidadosamente sobre la cama al llegar a la habitación. Salió de la bañera, se secó y se acercó a ella. Una espada recta, recta como sus intenciones, como su voluntad. La limpió con cuidado, la sopesó, pensando en que muy probablemente quedaba poco tiempo para que se tiñese de sangre negra de yoma. Y mirando como resplandecía en ella el rayo de sol que entraba por la ventana, supo que se disponía a infringir una importante norma de cortesía y educación, realmente ya lo había hecho al no dejar a su espada en la puerta y entrar con ella a aquella casa, pero tenía muy claro que cerca había yomas y que su espada era parte de él, su arma para luchar contra aquellas criaturas. Lo que pensaran aquellos simples humanos de su comportamiento quedaba lejos de afectarle.

Cuando salió de su habitación y se encontró con una de las sirvientas y con Garra de Halcón, no le pasaron desapercibidas las miradas acusadoras de ambos, ni los comentarios de la sirvienta para que desistiera de llevar su espada. Pero Emisario le ordenó que los llevara hasta el Alcalde, zanjando el tema e ignorando a ambos.

La sirvienta los condujo hasta la sala en la que ya se encontraban las autoridades y el resto de sus acompañantes. Emisario, antes de que nadie hablase, dejó bien clara sus intenciones con su espada, pero ni siquiera la amenaza de los yomas, el terror que se respiraba en el pueblo, hizo que se entendiese aquello como lo que realmente era, un gesto de protección para con todos ellos. El Alcalde, el Alguacil, hasta Héroe Mu Teselas, se escandalizaron por sus intenciones hasta el punto de que las palabras del Alcalde resonaron en la sala.

"Por cada hora que el honorable y digno Emisario-sama porte su espada en esta morada, recibiréis mañana al alba diez latigazos."

El destinatario de aquel castigo, Héroe Mu Teselas, bajó su mirada y aceptó el castigo y Emisario del Dragón arrugó levemente su ceño, pensativo y escudriñando a todos los presentes uno por uno, de forma deliberada y atenta. En su mente se conjugaban probabilidades y suposiciones, evidencias y actuaciones, pasado, presente y futuro. ¿Aquellos simples humanos eran incapaces de entender el peligro que corrían sus vidas ante la presencia de unos yomas en las cercanías? ¿Tan ciegos estaban que incluso a él, un Vástago del Dragón, no lo consideraban digno de portar su espada en aquella casucha, incluso habiendo viajado hasta allí para eliminar la amenaza que flotaba sobre sus cabezas? ¿O era todo tan simple como que ellos eran la amenaza?

Si, ¿por qué no? Pero no lo iban a pillar desprevenido, de eso estaba seguro Emisario que, finalmente, dejó su espada en manos de una sirvienta que se la llevó y se sentó junto al resto de invitados, procediendo a dar comienzo la ceremonia del té.

Nada más tomar un par de sorbos, la miliciana Lia Hong hizo su aparición en la sala. Una muchacha joven que, no le pasó desapercibido a Emisario, le dedicó más atención de la considerada educada a Garra de Halcón antes de tomar asiento junto a ellos.

A la ceremonia del té le siguieron platos de comida. Todos a su alrededor siguieron la conversación pero Emisario sabía que de allí no podría sacar más información.... pero necesitaba saber más, la sospecha cubría cuanto escuchaba y veía, no podía confiar en las palabras y las actitudes de quienes le rodeaban.

Por ello, refugiándose en una profunda meditación, levantó el velo del mundo espiritual. Supo que sus ojos revelarían ante los demás su poder, pero le resultó indiferente. Se sumergió en aquella nueva realidad, viendo huir a un pequeño espíritu doméstico, aterrorizado. Miró a Garra, y un halcón inició su picado para atacarle si bien tan pronto separó la mirada de él, desapareció. Se fijó entonces en los otros. En los hombres y en la mujer que le acompañaban. Los terratenientes no eran más que una sombra gris. Pero dos rostros destacaban entre los demás. Ella, la miliciana, avejentada prematuramente y cargando un extraño peso. Y él, con sus cuencas hundidas. ¿Serían Yomas? Imposible saberlo, pero Emisario tomó buena nota de aquello y, conocedor de que nada más obtendría de aquel paseo espiritual, regresó al mundo de los mortales.

Durante todo ese tiempo la conversación parecía haber derivado entre lo sucedido en Pueblo de Mu y lo sucedido en las tierras de los terratenientes, los cuales le pidieron igualmente su ayuda, casi exigiendo la inmediata marcha de Emisario a su poblado, ofendiendo así a su anfitrión. Emisario se negó. Consciente del trabajo que debía llevar a cabo primeramente en Mu, los primeros que habían requerido su presencia y ayuda. No era cuestión de dejar cabos sueltos, amén de que pronto Mazo y Dulce Loto habrían de encontrarse con Garra y él. Al igual que Riqueza Efímera o así lo esperaba Emisario.

Una vez obtenido de él la promesa de ir a sus tierras a limpiarlas de yomas, los terratenientes abandonaron la sala y Garra pidió comenzar la búsqueda de pistas que los llevaran ante los responsables de las muertes en ese mismo momento.

Pocos minutos más tarde la audiencia había finalizado y Emisario aguardó junto a Mu-Teselas a que Garra le alcanzara. Había mucho en lo que pensar y más que hacer aún. Cuando por fin su impuesto compañero de viaje llegó, lo hizo acompañado de la miliciana Lia Hong.

-Mu Teselas-sama, Garra-sensei quiere ver el lugar donde han aparecido las tres víctimas de hoy. Con vuestro permiso le acompañaré.

Era la oportunidad buscada y Emisario se aferró a ella.

-Si, necesitamos ver esa zona, puede que descubramos algo
–respondió.

El pequeño grupo se disolvió ante sus palabras, con el héroe de Mu dispuesto a interrogar a las gentes del pueblo con el fin de intentar obtener algo de información, por un lado, y con la miliciana como guía de ambos, por otro. Dos frentes con un mismo objetivo. La lucha contra los Yoma. La caminata fue breve y pronto alcanzaron la calle principal, bordeada de casas y pequeños negocios, pero no era aquel su destino. Lia Hong se desvió en el último momento hacia un pequeño callejón lateral.

Pronto Emisario pudo comprobar que aquel era el lugar en el que se habían cometido los últimos asesinatos. Así lo decían las rojas manchas de sangre que pintaban con el color del óxido el suelo en el que estuvieron tendidos los cuerpos. Su mirada voló de un punto a otro mientras escuchaba distraído las palabras de sus dos acompañantes.

-Imagino que buscasteis huellas en la tierra...- la voz de Garra mostraba un leve deje de impaciencia.

-Estas también fueron destripadas.

-¿Y no encontrasteis nada en el suelo?

-Sí, pero no he encontrado nada significativo.

No solo era un callejón lateral. También parecía un callejón sin salida. Era hora de concentrar la energía en lo verdaderamente necesario, olvidar lo meramente aparente, descubrir lo que paredes y suelo parecían gritar en silencio y hallar la verdad más allá de las palabras de aquella mujer. Emisario dio unos pocos pasos y sus ojos se entrecerraron en un gesto adusto cuando creyó descubrir algo. Sí, había manchas de sangre en el suelo alejadas del lugar donde supuestamente habían caído las víctimas. Corrió hacia allí, seguido de Garra que también parecía haber visto lo mismo que él. Arrodillándose en el suelo, su mano recorrió el perfil de la sangre sin tocarla. Sus ojos escrutaron buscando. Y halló. Huellas. Huellas no humanas, de algo capaz de andar sobre dos piernas y armadas de garras.

Yoma, gritó la mente de Emisario.

Emisario se puso en pie. Silencioso observó la dirección de las reveladoras huellas. Eran pasos hacia el callejón, hacia el punto en el que ahora le quedaba claro habían depositado los cuerpos. No, no habían sido asesinados allí. Al contrario. Pero habían preferido trasladar los cuerpos, pero ¿con qué fin? ¿Con qué razón?

Emisario miró más allá, en la dirección de la que procedían las huellas pero tan solo vio el inmenso arrozal inundado, salpicado con unas pocas casas. Fuera de donde fuera que vinieron, el rastro sería imposible de seguir. Miró al cielo. El sol comenzaba a declinar. La tarde avanzaba y el tiempo corría en su contra.

Cuando se volvió hacia Garra, Emisario vio a este empeñado en mostrar a la miliciana los rastros hallados. Ella no obstante parecía confusa. No parecía ver lo que ellos veían. Con una ligera impaciencia, Emisario regresó sobre sus pasos y señaló con un dedo la clara huella que se abría a sus ojos. Pero Lia Hong seguía ciega a la evidencia. Pero su ceguera despertó la sospecha de Emisario. ¿No la veía o no quería verla? ¿Pretendía acaso confundirlos? Sin embargo, su rostro parecía sincero.

-Los Yoma pueden adoptar muchas formas...- la voz de Garra de Halcón dio cuerpo a lo que asomaba tenazmente en su subconsciente y que pugnaba por salir. Sí, cualquiera podía ser un Yoma. Lo habían visto con Bambú. Y entonces, la mano de Emisario se aferró por un instante al viejo talismán que pendía de su cuello y pudo ver en la mirada de ella el reflejo de unos ojos amarillos. No fue miedo, no fue sorpresa, pero durante un instante dejó de respirar. Casi no fue consciente del impresionante salto que Garra efectuó, lanzándose al tejado de la casa más próxima. Su pulso se aceleró y su mano se aferró al pomo de su espada.

-Pero... ¡Cómo ha hecho eso vuestro sirviente!

La pregunta de la miliciana tuvo una única respuesta. Él sabía lo que había visto, los ojos de una criatura demoníaca poseyendo el cuerpo de aquella joven. Ya no había marcha atrás. El filo de la espada refulgió con un brillo acerado y frío, cortando el aire con la velocidad del vuelo de un dragón, buscando el cuerpo, la casa, la cárcel del demonio Yoma. La primera sangre fue vertida, pero no la última. La larga lanza de la mujer acarició la garganta de Emisario en un giro desesperado, tratando de hallar una ventaja que Emisario le negaba. Los gritos de la miliciana rompieron el contenido silencio de la pelea. Era necesario acabar con ello cuanto antes. La espada volvió a restallar, una serpiente de fuego que envolvió la lanza, resbaló por ella, y cercenó el brazo de Lia Hong. Su grito de dolor y frustración se impuso sobre cualquier otro sonido, atrayendo la atención de quienes paseando por la calle principal se desviaron de su recorrido para ver lo que ocurría en aquel callejón. Sordo a todo, Emisario tenía un único pensamiento.

Transfórmate, maldito demonio.

Mas sus deseos fueron vanos. Su espada se alzó implacable, con la fuerza de la verdad y la justicia, con el poder del dragón, empalando a la mujer.

-¡Es un Yoma, el monje es un Yoma!

Solo entonces Emisario oyó y la sombra de la duda se dibujó en su rostro al tiempo que veía a la gente huir aterrada ante su figura cubierta de sangre.

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28/11/2011, 01:06
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Caminé con la cabeza gacha hacia el lugar que habían dispuesto en ella para Emisario y para mí. Al llegar a él saludé al Alcalde juntando ambas manos frente a mi pecho e inclinando mi cabeza. Luego me arrodillé frente a él para no estar en ningún momento por encima suya.

Meneé la cabeza cuando Emisario empezó presentándose dando excusas por lo que era una clarísima falta de respeto. Como era de esperar sus baratas excusas no sirvieron y por ello tendría que pagar el Alguacil que no tenía culpa de nada. Por suerte al final pareció entrar en razón y entregó su espada para que se la llevaran.

Entonces el alcalde se giró hacia mí y cualquier rastro de acritud desapareció desvelando a un hombre amable. No comprendí la razón de tanta familiaridad en sus gestos y palabras hasta que supe por él que había conocido a mi padre al que dedicó uno de los mayores halagos posibles, llamarle hombre de honor.

- Sois muy amable- respondí cuando extendió el halago a mí diciendo que había seguido sus pasos-, pero me temo que aun me queda mucho camino para alcanzarle.

Me hizo saber también que su hermano había estudiado en mi Escuela hacía años. Habló de ella con gratitud ensalzando las virtudes de nuestras enseñanzas. Yo tan solo pude agradecérselo con la mirada y con una leve sonrisa llena de amargura, recordando el renombre que había tenido en el pasado, cuando todavía los monjes del Templo de los Cinco Dragones no se lo habían arrebatado.

Con una palmada el Alcalde hizo pasar a una sirvienta que comenzó la ceremonia del té. La espiritualidad de aquel momento, la armonía y serenidad que debía invadir los corazones de los que la presenciábamos con tan hermosos y precisos movimientos no llegó por culpa, una vez más, de Emisario. El extranjero aún seguía en pie, desafiante, el elemento discordante, el que quería destacar, el diferente, el que era superior y lo quería demostrar…

Todos lo veían pero nadie sabía demasiado bien cómo reaccionar. La tensión por su comportamiento al final consiguió decrecer cuando finalmente tomó asiento.

Di un par de sorbos al té que me acababan de servir a tiempo de escuchar un par de golpes en la puerta. No me correspondía a mí girarme, así que permanecí en mi sitio. Instantes después se develó quién era la que llamaba, la miliciana Lia Hong, que entró en la sala de rodillas. Saludó a todos los presentes, con mayor o menor reverencia en función de su posición. Para mí reservó el saludo más escueto, pero acompañado de una sonrisa coqueta. Era la segunda vez que me sonreía de aquella manera, y al verla tan solo se me ocurrió inclinar levemente la cabeza para devolverla el saludo.

Con la miliciana en el salón se comenzó a hablar sobre el asunto para el que habíamos sido llamados y supimos de la terrible noticia de que ahora había tres víctimas más. A ello se sumaron los truculentos detalles que desvelaron en sus relatos sobre los crímenes que se habían cometido. Ya no había dudas, solo se me ocurría un tipo de bestia lo suficientemente cruel como ser responsable de aquello: los Yoma.

Al echar un vistazo a mi alrededor comprobé que los testimonios nos habían impresionado por igual a todos aunque las reacciones fueron muy diferentes. Ya fueran repulsión, miedo, compasión o ira, nadie quedó indiferente. Yo con rabia contenida guardé silencio orando por las almas de los pobres desdichados que habían sido asesinados, un silencio al que todos se sumaron.

Un par de golpes rompieron el silencio cuando más sirvientes entraron a la sala trayendo la comida que el Alcalde había solicitado. Aun así, con todo servido nadie se atrevió a probar bocado hasta que el Alcalde nos pidió que lo hiciéramos, y aunque todos podíamos tener el estómago revuelto después de lo que habíamos escuchado tenía razón al decirnos que debíamos comer bien para poder enfrentarnos a la situación con la que nos habíamos encontrado.

Levanté la cabeza tan solo para posar mi mirada en el bol. Cogí los palillos y los cargué con una pequeña cantidad de arroz que me llevé a la boca. Mastiqué con lentitud mientras Emisario interrogaba a la miliciana. Varias veces más con gesto taciturno utilicé los palillos para coger algún kuo-tie o más arroz, siempre con frugalidad.

En algún momento de la cena Emisario hizo algo extraño, una brujería que había oído que eran capaces de realizar los Vástagos del Dragón. Un aura extraña le rodeaba, algo irreal, y entonces abrió los ojos. Lo miré sorprendido a tiempo de percatarme de que por un momento sus pupilas parecieron arder. Me miró, y yo le miré. No tenía intención de apartar la mirada, no quería mostrarle señal de debilidad alguna, y parecí ganar pues tras el instante en el que nuestras miradas se cruzaron Emisario apartó violentamente la suya, algo que no hizo con el resto.

Las conversaciones prosiguieron y los nobles que habían venido hicieron su movimiento. Querían que Emisario dejase en aquel mimo momento Pueblo Mu para correr al Arrozal Número Quince. Un gesto descortés que disgustó a nuestro anfitrión, y a que a mí también me molesto cuando con desdén pidieron que yo, el supuesto ayudante de Emisario, me quedase mientras él se marchaba con ellos.

- No soy el ayudante de nadie- espeté a los nobles. Estaba muy cansado de la forma en la que se dirigían a mí.

Pero no tarde en olvidarme de aquello cuando escuché la defensa que Emisario hizo de mí ante ellos. Lo miré con incredulidad mientras se refería a mí como un compañero y no dudaba en hacérselo saber a los tres nobles que me habían despreciado. Yo bajé la vista, no sabiendo muy bien se agradecérselo, o si tenía que hacerlo, porque sabía que debía ser muy dado a las lisonjas según le conviniera si era tan buen dignatario del Templo.

Poco después se dio la audiencia por concluida. Los nobles se marcharon primero, a los que tras las despedidas oportunas y los buenos deseos les siguieron el Alguacil y Lia Hong. Tras ellos salimos Emisario y yo.

Notas de juego

M2.

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28/11/2011, 03:03
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Nada más salir me acerqué a Lia Hong mientras Emisario se alejaba con el Alguacil.

- ¿Podrías llevarme al sitio en el que se encontraron las últimas tres víctimas?- le pregunté tan pronto obtuve su atención.

Tras su respuesta afirmativa ella y yo salimos de la Alcaldía donde volvimos a reunirnos con mi “compañero”. Tras confirmarnos que él también venía seguimos a la miliciana hasta un callejón que se abría en uno de los laterales de  la calle principal.

La sangre de las víctimas seguía allí, mudo testigo de lo que había ocurrido. Pero ese rastro, el que todo el mundo había visto no era el que me importaba. No, había pedido ser llevado allí por una razón muy distinta, por una idea que había tenido recordando al ser que había poseído al hermano de la pobre Dulce Loto.

- Imagino que buscasteis huellas en la tierra...- inquirí.

- “Estas también fueron destripadas”- respondió.

- ¿Y no encontrasteis nada en el suelo?- pregunté.

- "Sí, pero no he encontrado nada significativo."

Miré hacia delante y hacia atrás, a la izquierda y a la derecha, y finalmente hacia los tejados.

- ¿Y si no huyó, o huyeron, corriendo?- No era una pregunta real, tan solo un pensamiento que había verbalizado.

Paseé por el callejón seguido de cerca por Emisario, ambos buscando una pista que al resto se les podía haber pasado. Conseguimos encontrarla en un rincón, más manchas de sangre y unas huellas de un ser que en vez de pies tenía garras. Recordando el encuentro con Bambú llevé la mano a mi pecho donde las ponzoñosas garras del Yoma me habían herido. No había duda, era la confirmación que a la vez había esperado y temido.

Después de observarlas durante un rato quedaba claro que las víctimas no habían sido asesinadas donde los cuerpos se habían encontrado. Mientras el Sol continuando su inexorable descenso por el firmamento recorrí varias veces el rastro que había encontrado, creyendo encontrar una huella que indicaba que los cuerpos habían sido traídos desde fuera del pueblo. Pero nada había más allá que los arrozales de los que gente obtenía sus sustento.

- "¿Habéis descubierto algo?"- preguntó la miliciana rompiendo el reflexivo silencio.

- Sí, esto- le respondí señalando las huellas que habíamos encontrado.

- "¿Qué huellas?"

Lia Hong miraba hacia el lugar que le había señalado como si no pudiese encontrar nada. La miré extrañado y me agaché esperando que mostrándoselas desde más cerca se percatara del rastro. Al fin y al cabo no las había visto durante su investigación.

- “Si vos los decís…”- fue lo único que dijo después de agacharse y mirar fijamente el suelo, tras lo que se levantó y nos miró interrogante.

- ¿Cómo que si lo digo? Están aquí- repliqué señalando una a una las huellas que componían el rastro. Estaba empezando a perder la paciencia-. Los Yoma pueden adoptar muchas formas...- musité en un tono demasiado alto. Miré a la chica de forma inquisitiva, una mirada que se tornó cada vez más y más severa.- No me gusta que me tomen el pelo-. Estaba mintiendo, lo sabía, aunque no sabía el porqué.

- “Vos no tenéis pelo, Maestro."- fue si pueril respuesta-. "¡Qué tarde más bonita que hace hoy!"

La miré molesto, cercano ya al enojo por un comportamiento tan frívolo, pero conseguí calmarme al pensar en que quizá no había sido malintencionado. Eso sí, era muy extraño…

- No es lugar ni momento para hablar de esas cosas- la regañé.

- "¡Sumimasen! Tenéis razón. No puedo quitarme de la cabeza la visión de esas pobres chicas. Eran prostitutas, pero nadie se merece eso..."

Pretendía olvidarme de su extraño comportamiento, olvidar lo ocurrido para continuar con lo que verdaderamente importaba: nuestro trabajo. Así que miré al techo del edificio que estaba más cerca de donde desaparecían las huellas y salté. Varias tejas se quebraron bajo el peso de mis pies y cayeron al suelo. Había sido descuidado, pero si los Yomas habían hecho lo que yo acababa de hacer seguramente encontraría más tejas rotas.

Me encontraba enfrascado en la tarea de buscar más pistas cuando a mi espalda escuche nítido el sonido del acero deslizándose por la vaina. Era el trueno que antecedía a la tormenta, la señal que daba fin a la calma, el sonido que daba inicio a cualquier batalla.

Corrí hacia el borde del tejado para ver qué era lo que pasaba y al llegar lo vi, la vi a ella a punto de cercenar el cuello de Emisario con su lanza. Entonces ella gritó pidiendo auxilio cuando el monje alzó su espada dispuesto a matarla. Consiguió cortarla la mano cuando ella inútilmente intentó para el golpe.

Vi la herida en el cuello de Emisario. Sabía que la chica había mentido aunque no había querido creer que ella era el Yoma. ¿Había sido aquello una muestra de mi propia debilidad? Recordaba muy bien que eso no me había ocurrido con Bambú. En cambio con ella había preferido creer que estaba bajo algún tipo de hechizo. Pero es que lo primero que había escuchado había sido la espada de Emisario y poco después los gritos de la miliciana pidiendo ayuda. Además cuando Riqueza hirió a Bambú este se transformó, pero ella seguía igual, sollozante, aterrada, agarrando dolorida el muñón sangrante.

No entendía qué estaba ocurriendo, no podía entenderlo.

- ¿Qué haces?- pregunté. Una pregunta que se me escapó sin fuerza, como en un susurro.

En su distorsionada visión de la realidad Emisario si parecía saber lo que hacía pues sin dudarlo se dispuso a rematarla mientras ella huía.

- ¡¡¡QUÉ HACES!!!- grité deseperado con toda la fuerza que me permitía el aire en mis pulmones. Pero el Vástago del Dragón estaba sordo a cuanto se le decía cegado por la sed de sangre.

Con precisión la espada atravesó la espalda de la pobre miliciana hasta que asomó entre sus pechos. Su sangré salpicó el suelo de aquel callejón maldito de nuevo, y con un último suspiro su cuerpo cayó al suelo.

Los aldeanos corrían y vociferaban asustados, alzando hacia el cielo un grito que destacaba por encima del resto: "¡Es un Yoma, el monje es un Yoma!"

Notas de juego

M3.

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28/11/2011, 03:40
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Con el coro de gritos de los aldeanos como sonido de fondo salté a la calle desesperado. Cuando toqué el suelo corrí, corrí tan rápido como pude sabiendo que ya era demasiado tarde. Al llegar junto a su cadáver me acuclillé y lo cogí entre mis brazos, dándole la vuelta para observar la expresión en su rostro ensangrentado. No sabía bien si aquellos ojos inexpresivos, vacíos de toda vida, me miraba o al asesino que se encontraba a mi espalda.

- ¡¡Mírala, mírala asesino!!- me moría por decirle agarrándole del cuello para obligarle a mirar los ojos de su víctima. Aun así callé y cerré sus ojos.

Cargando el cuerpo de Lia Hong me puse en pie ignorando por completo a Emisario. Desde que nos conocíamos muchas veces le había mirado con un infinito desprecio, pero ni una mirada como aquella podía reflejar lo que sentía por lo que había hecho.

- Qué has hecho…- dije con voz ronca. Pero no esperaba respuesta pues no era una pregunta lo que había hecho, simplemente una afirmación con la que esperaba que el monje que se jactaba de no derramar sangre inútilmente reflexionara.  

Con gesto sombrío, tenso, dispuesto a saltar ante cualquier cosa que pudiera decirme caminé hacia la calle principal cargando a la pobre miliciana. Mi intención era llevar el cuerpo al Alguacil por respeto a ella, a quien había sido en vida y sobre todo a la justicia. Allí esperaba tratar el crimen cometido por Emisario.

Notas de juego

M4. Y continuamos con el roleo por web. :)

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29/11/2011, 08:48
NOCHE Y DIA.

ESTA OSCURECIENDO.

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29/11/2011, 08:49
Aldeano.

La mayoría de la población está en sus casas a estas horas, pero unos pocos aldeanos han acudido al sonido de la lucha entre Emisario del Dragón y la Miliciana Lia Hong, a tiempo de ver lo que a todas luces parece un asesinato a sangre fría.

Los aldeanos salen corriendo, gritando asustados, y la voz se corre como el fuego de primavera entre todas las personas que están en las calles.

- "¡El monje es un Yoma! ¡El monje es un Yoma!" -

- "¡Han matado a Lia Hong!" -

- "¡Estamos perdidos! ¡El pueblo está condenado!" -

- "¡Llamad a la milicia! ¡Que los prendan! ¡El Héroe Mu Teselas nos salvará!" -

En escasos minutos es probable que aparezca la milicia con Mu Teselas a la cabeza...

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29/11/2011, 22:43
[RIP] Emisario del Dragón.

-¿Que qué he hecho, Garra? Deberías de plantearte por qué he arrebatado la vida a Lia Hong. No he venido aquí a matar inocentes, sino yomas -le dijo tranquilamente, sin un ápice de remordimiento por lo que había realizado.

En ese momento los gritos a su espalda le hicieron volverse y ver a los aldeanos mirando la escena, anonadados, muertos de miedo y sospecha. Emisario entrecerró los ojos cuando escuchó los gritos que proferían.

-Igual que ellos, ciegos todos. Nos reclaman para ayudarles y ahora proclaman a los cuatro vientos que yo soy el yoma... -Emisario suspiró, tal vez aburrido, tal vez simplemente reconociendo que los simples humanos siempre reaccionaban igual ante lo que ellos desconocían. Miró a Garra, que caminaba por la calle en la dirección en la que habían venido, tal vez dispuesto a llevar el cadaver de Lia Hong hasta el Alcalde y negó con la cabeza.

Ni siquiera se ha planteado por qué. Y depués dice llamarse maestro... No ve más allá de lo que quiere ver. ¿Cuando abrirá los ojos?

Miró en derredor sabiendo que sería inútil continuar la búsqueda de pistas ahora, es más, los milicianos iban a borrar las posibles pistas que aún existieran en aquel lugar. Los aldeanos estaban realmente asustados y Emisario sabía que podían llegar a intentar algo contra él si de verdad lo creían un yoma. Así que, intentando evitar una confrontación con ellos, en la que habría un claro vencedor, caminó tras Garra, negando a la vez con la cabeza. Se tocó levemente el cuello y sintió el rastro de sangre seca que había dejado el roce del arma de Lia Hong en el.

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29/11/2011, 23:00
¿De verdad pasó así?

- Garra de Halcón ha descendido al callejón con un poderoso salto casi imposible para un mortal, por muy ágil y fuerte que sea.

- Coge en brazos el cuerpo de la miliciana Lia Hong (dejando en el suelo la lanza, aún sujeta por una mano amputada) y se encamina a la calle principal.

- Los aldeanos corren alejándose en cuanto sale a la calle principal, iluminada por farolillos.

- Por el Norte, procedentes de la Casa del Alguacil, ve llegar a los primeros milicianos a caballo. Son tres, tal vez una patrulla, y no parecen amistosos.

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30/11/2011, 14:01
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

No escuché a Emisario, no quería escucharlo, y aun así sus palabras llegaron. Yo también había dudado de la chica por un momento, me había mentido con lo de las huella pero había preferido buscar otra razón. Había dudado, tanto para ayudar a Emisario como a la miliciana que había preferido creer inocente. Aún dudaba sobre lo que debía haber hecho.

- Con Bambú no dudé…- me decía mientras cargaba con el cuerpo cada vez más frío de Lia Hong-. Pero ella no se ha transformado en nada- me justificaba.

¿Y si todo era un truco, una treta? Esas eran las insidias propias de los Yomas.

- Cállate y agacha tu arrogante cabeza- le espeté cargado de rencor cuando a lo lejos vi cabalgar a los milicianos. Quizá esta vez más enojado conmigo mismo que con él-. Envaina tu espada, esos tres tan solo vienen a hacer su trabajo. Ya tendrás tiempo para explicarte.

Dejé el cuerpo en el suelo y me quedé quieto frente a él, pero aunque con la cabeza gacha mis ojos estaban fijos en las tres figuras que se acercaban. Tal y como cabalgaban no tenía intención de perderlos de vista, muy posiblemente estuviesen dispuestos a golpear antes y preguntar después.

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30/11/2011, 22:00
Jinete.

El jinete que llega en cabeza detiene su caballo a menos de seis metros de Garra de Halcón.

- "¡Alto! ¿Quién ha matado a Lia Hong? ¿Has sido tú, Halcón? ¡Responde!" -

Los milicianos llevan armadura ligera, escudo y lanza.

Desde cierta distancia se ven llegar otros tres milicianos portando farolillos y lanzas.

El Héroe Mu Teselas aún no ha llegado.

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01/12/2011, 00:55
[RIP] Maestro Garra de Halcón.

Al golpeteo de los cascos del caballo que cesó su carrera a metros de mí no tardó en seguirle apremiante la más lógica de las preguntas en esas circunstancias. Alcé la vista del cuerpo de la miliciana para poder mirar al hombre a los ojos dispuesto a darle la única respuesta posible, tan sencilla como sincera e inequívoca:

- No. No he sido yo.

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01/12/2011, 22:38
Jinete.

El jinete se queda mirando fijamente a Garra de Halcón en silencio.

Los otros dos ven a Emisario del Dragón salir del callejón y maniobran con sus caballos, apuntándole con sus lanzas...

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01/12/2011, 22:42
[RIP] Emisario del Dragón.

Emisario salió andando tranquilamente del callejón y miró seriamente a los jinetes, a sus lanzas apuntándole directamente.

-Bajad vuestras armas, os aseguro que no hay peligro ninguno. Por lo menos aquí y ahora -les dijo haciendoles un gesto con la mano, indicándoles que bajaran sus lanzas- Solamente he detectado la presencia de un yoma y, ahora, ya no supone peligro ninguno para este pueblo -dijo deteniéndose junto a Garra y señalando el cuerpo de Lia Hong- Pero no os confieis, que solo haya visto a uno no quiere decir que tengamos más rondando cerca. Aún tenemos que investigar más. ¿Donde puede llevar Garra al cuerpo de la muchacha?

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01/12/2011, 23:18
Director

EMISARIO DEL DRAGÓN:

- Tirada de Carisma + Presencia.

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04/12/2011, 14:30
[RIP] Emisario del Dragón.
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Motivo: Carisma + Presencia +1FV

Tirada: 6d10

Dificultad: 7+

Resultado: 9, 5, 2, 4, 1, 4

Exitos: 1

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04/12/2011, 16:32
Jinete.

- "¡De qué estás hablando...! Eh... ¿Eminencia? ¡Lia Hong no era ninguna Yoma! ¡Y vos la habéis asesinado! ¡Soltad las armas, quedáis arrestado por asesinato!" - Dice uno de los dos que amenazan a Emisario con sus lanzas, sin bajarlas en ningún momento.

Otro de los milicianos mira a Garra de Halcón:

- "Puedes llevar sus restos a la Casa del Alguacil... La cuarta víctima de los Yoma en menos de dos días..." - Dice con pasmo.

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04/12/2011, 17:45
[RIP] Emisario del Dragón.

Emisario entrecerró los ojos mientras escuchaba las palabras del jinete, conteniéndose.

-No voy a discutir contigo. Conocías a Lia Hong y te costará creer lo que realmente era, muchacho. Pero recuerda que los yomas tienen muchas armas para hacer daño y el apoderarse de cuerpos es una de ellas. Si no, ¿como crees que se cometieron los asesinatos sin que nada se escuchase, sin que un solo grito se escuchase? Tu no puedes ver más allá de lo que tus ojos ven, o de lo que los yomas quieren que veas, jinete. Eres un simple mortal. ¿Estoy detenido? -dijo asintiendo levemente con su cabeza- De acuerdo, llévame ante la máxima autoridad, es con él con quien tengo que hablar, no contigo.

Emisario comenzó a caminar hacia los jinetes, adelantando a Garra y dejándolo atrás. Había hablado sin ningún miedo en su voz, seguro de que lo que había hecho era lo correcto.