Partida Rol por web

Recientemente, al aparecer las primeras señas de la plaga en sus manos y tez, recurrieron a esas pocas personas en las que confían en busca de apoyo. Y ellos hicieron lo que cualquier otro hubiera echo en esa situación: entregaros a las autoridades para que los envíe al destierro junto a los otros exiliados por la plaga.

Ustedes están durmiendo en celdas húmedas de piedra, sin cama, silla ni ningún objeto que pudiera aportar algo de confort.

De repente y sin previo aviso, las puertas se abren y los capturan con un lazo por el cuello y otro por las manos. Con una carretilla los guardias vuelcan paja y brea en las celdas que ocupaban hasta hace sólo un segundo, y las prenden fuego. Es lo último que ven antes de que les cubran la cabeza con una bolsa de tela.

Ya en la calle se escucha a la turba enardecida que, guardando una distancia prudencial por miedo al contagio, arrojan cosas e insultan a los portadores de la plaga.

Ya han visto esta escena antes, y quizá alguno de ustedes haya participado de la turba que agrede a los exiliados, sin nunca imaginar que serían ustedes mismos los protagonistas de espectáculo.

Saben, por haberlo visto en otros, que pronto los subirán al carromato que los conducirá a su destino de exilio. Y saben también que en el camino recibirán los innecesarios latigazos de los guardias.

—¡Cerdos desagradecidos! ¡Malnacidos!— Margrave gritaba a los guardias que lo azotaban, no podía ver quiénes eran, pero lo imaginaba.

—Quitenme esta capucha y mirenme a los ojos si se atreven. Se mearían de miedo de sólo sostenerme la mirada. ¡Si yo fui quien puso la primer arma en las manos de cada uno de ustedes!

»Desagradecidos. Hasta hace una semana me buscaban llorando para que los ayudara a poner orden con los de la plaga, y hoy me echan a los golpes como a un perro sarnoso, sin siquiera mirarme a la cara. ¡Cerdos!

Se sacudía como si intentara golpearlos, aunque sabía que con las sogas lo mantendrían alejado. Él mismo les había enseñado a ejecutar esa maniobra sin correr riesgo.

De repente el griterío se silenció. El único sonido que se oía era el de unos pasos y el de una armadura que se acercaban hacia el lugar donde estaban los prisioneros.

El capitán Gallien quitó la capucha de la cabeza de Malgreave y le desató el cuello, pero no las manos.

—Tienes razón. En honor a tus servicios te mereces marchar al exilio como un hombre. Lamento no poder hacer más que eso por tí.

El resto del camino hacia el carromato los exiliados lo harán rodeados por silencio y sin sufrir más agresiones

Temeroso, orando a su Dios y preguntándose por qué le sucedía eso a él que era un siervo bueno de Dios, caminaba recibiendo golpes, gritos y dolor.

A oscuras, sujetado por cuerdas como un animal, entre gritos e insultos, recordando como sus hermanos religiosos lo habían entregado a las autoridades sin ninguna contemplación después de su servicio a los enfermeros y más necesitados. Caminaba llorando y orando en la oscuridad de aquel saco de tela sin comprender el por qué de aquello que le sucedía. Lloraba. Y caminaba.

Nada decía.

Robert ya había visto esto hace unas semanas, claro que desde el otro lado. Sabía que no ganaba nada gritando o peleándose, pues solo iba a empeorar su situación. 

Se mantenía callado y cabeza en alta hasta que llegaron los latigazos. PUM uno, luego PUM otro. El dolor era indescriptible, las únicas palabras que salieron de su boca fueron.

- Maldito, te maldigo y juro vengarme por esto que me has hecho.- 

Cómo esperaban, uno a uno fueron subidos a un carromato. Al subir les quitaban las ataduras pero no las capuchas. Uno de los guardias, al pasar Robert aprovechó que este no podía verlo para decirle "te espero cuando te atrevas a venir, perro cobarde" y se alejó antes de que Robert pudiera quitarse la capucha para verlo.

Ya cuando el carro se puso en movimiento algunos se quedaron parados, otros se sentaron entre la mugre que habían dejado pasajeros anteriores del mismo viaje.

Fuera de la ciudad los únicos ruidos que oían era el traqueteo de las ruedas, los cascos de los caballos y la conversación del guardia con el conductor.

—Siempre lloran. Míralo al gordo ese. Deberían haberlo pensado antes de acercarse a los plagas.

El ex-soldado se sentó en una esquina del carro acomodándose lo mejor que pudo. Intentó mirar las heridas de su espalda, no veía bien, pero no parecían tan graves, aunque sí dolían bastante. Desde esa posición dedicó unos segundos a mirar a sus compañeros. La mayoría seguía depie y con la capucha puesta. ¿El choque del exilio habría sido más fuerte para los otros que para él? Fuera lo que fuera, este era el grupo con el que le tocaba convivir los próximos días, y se dispuso a encararlos con los mismos modos con los siempre recibía a las nuevas tandas de reclutas.

—Buenas, compañeros. Aunque no nos hayamos elegido nos toca enfrentar esto juntos.

»Mi Nombre es cabo Clifton. Bueno, cabo ya no. Supongo que pueden decirme señor Clifton. O Malgreave. Antes de caer aquí yo era el que entrenaba a esos energúmenos que nos ardieron la espalda a latigazos.

»¿Y Ustedes? ¿Cuál es su historia? ¿Cómo se pescaron la plaga?

»En mi caso, sería cómico si no diera ganas de llorar. Me la agarré de tanto ir a buscar a los apestados que no querían entregarse voluntariamente. Alguno de ellos me la habrá pasado durante los forcejeos para capturarlos.

Bajó la vista una fracción de segundo, mirando sus pies, pero enseguida la alzó y se quedó mirando a sus compañeros de viaje. ¿Alguno de ellos sería útil para sobrevivir allí donde los dejaran?

- Hola, yo soy Robert, a secas, ya no puedo usar mi apellido por ahora, hasta que regrese a mi casa y a mis tierras - me oyen murmura, luego que se ha quitado la capucha y se ha acostumbrado a la luz nuevamente. 

- En mi caso, no estaba contagiado, hasta que me pusieron en los calabozos con los demás, fui engañado por un vecino para que perdiera mi tierra y el pudiera comprarla. - Digo molesto - He prometido vengarme por lo que voy a regresar como sea. 

Ya sin la capucha, aún llorando miro a su alrededor. Y observó a sus compañeros de viaje.

Se veía un hombre sensible y piadoso.

-¿Por qué a mí? ¿Para que Señor? ¿Cuál es tu Santo propósito?-

Definitivamente su propósito sería ayudar a los demás y colaborar en todo lo que pueda para asibrevivir al exilio.

-Sera duro el exilio, pero más duro será solos combatiendo enfermedad, animales salvajes y bandidos.-

-Podemos ayudarnos mutuamente si permanecemos unidos.-

-Mi nombre es Anselmo, soy un religioso, bueno, ya no, pero si en mi corazón para mí Dios.-

Miró brevemente a Robert.

-Robert, está es tu oportunidad para volverte al Señor con corazón constricto y humillado, acéptalo en tu corazón y el hará maravillas con tu vida.-

-Evidentemente el Señor me puso aquí para llegar a gente a la que nunca uniera llegado en la comodidad de mi casa y mi iglesia, gracias Señor, mi vida es tuya, Gloria a Dios.-

Si, hablaba todo en voz alta, todo el tiempo.

El guardia del carromato se había volteado en su banco junto al conductor, y con su ballesta descansando sobre sus rodillas comía una manzana y observaba a los exiliados. Parecía que la imagen le resultaba entretenida.

—Ja, ja. Míralos. Creen que van de excursión— rió codeando al conductor. —Eh, tú, niño. Vamos, a ti te hablo— arrojó el corazón de la manzana que golpeó el hombro de Racktar y luego cayó entre los pies del resto, —Deberías haberle hecho caso a tu padre y no salir de casa siendo tan pequeñajo.

»"sobrevivir juntos" dices? Suenas como esos chupacirios de la iglesia. Y tú, guardaste la venganza para cuando encuentres a los que te denunciaron en el infierno, que de allí donde vais nadie regresa.

Permanecería en silencio en todo el viaje, en una esquina del carruaje mientras con los ojos cerrados escucha la conversación de estas personas a su lado. El humillante viaje y los latigazos en su cuerpo habían sido algo que no iba a olvidar, Esta enfermedad era una plaga pero aunque pareciese el fin debe haber en algún lugar una solución viable para esto.

- Tsk... Un noble, un soldado y un monje... las tres clases de personas que llenan más a menudo la lista, sin embargo si algo tiene claro es que están sin armas, sin comida y sin refugio no podrían sobrevivir cada uno por su parte.

- Samath... en un "viaje"

Abriría los ojos y miraría todo el carro para fijar sus ojos en Margrave y hacerle señas con la mano de que se acercara.

Margrave ve al joven con pinta de delincuente que lo llama como si le quisiera hablar en secreto, y sin apenas dudarlo se arrastra sentado como estaba hasta quedar junto a él.

Había lidiado con personajes así en su trabajo, pero también había visto jóvenes de mala vida que con buen entrenamiento se habían convertido en buenos soldados. Si nunca se había puesto selectivo con sus reclutas no iba a empezar a hacerlo ahora.

—Dime— murmuró ya al lado de Samath —qué tienes para ofrecer.

Al ver al hombre acercarse lo miraría unos segundos después de que termina sus palabras. Lo había llamado ya que por lo que parece es el único que sabe usar un arma de ellos tres y por sus años tal vez sepa algún truco útil.

Mira hacia la ventanilla del carrete y luego hacia el suelo para susurrar y evitar que el cochero y el tipo de la ballesta le escuchasen. 

- Quitarles las armas. Susurro simplemente eso mientras señaló con un dedo la ventanilla.

- Usa las vendas, ahorcarlos contra las rejas... Susurro.

—Samath— dijo mientras se levantaba usando su hombro como apoyo, —tu izquierda, yo derecha, espera que yo golpeo primero— terminó en voz baja y luego resopló fuerte como si le costará respirar mientras se acercaba al guardia por la derecha.

—Hola, Nunca te había visto por el cuartel, ¿dónde te han entrenado? Porque este es un trabajo difícil, a pesar de que tus prisioneros están tras la reja nunca debes distraerte, siempre debes estar atento a sus ojos, porque allí podrás descubrir sus intensiones, las manos pueden engañarte, pero los ojos no, y ellos siempre te dirán lo que los retos están por hacer, escucha las enseñanzas de este viejo guardia que tengo muchos secretos para enseñarte, siempre debes estar atento a ...— Mientras hablaba y se acercaba iba haciendo su voz cada vez más grave y baja, hasta terminar casi en un susurro. Su intensión era que el guardia, por intentar escucharlo, se acercara lo suficiente para atacarlo por sorpresa.

Al ver que dos de ellos empiezan a conversar sonrío, tienen un plan, esta bien a ver si eso nos ayuda, aunque yo también.

Me pongo a examinar el lugar en el que estamos para ver que cosas hay tiradas en el suelo, si algo aprendí como aldeano libre es que todo se puede usar para otra cosa. 

Ok, si quiero salir de aquí y vengarme primero tendré que sobrevivir y luego curarme de alguna manera, pienso mientras sigo revisando las cosas del suelo. 

Agua, es lo principal, espero que haya una fuente de agua cerca, desde ahí todo es as fácil, el agua atrae animales, eso es comida, por ahí vamos a empezar. 

Ante las palabras de Margrave, el guardia se acercó torpemente a la ventana para oír mejor lo que decía y sin prestar atención a otros movimientos dentro del carro.

La ballesta seguía descansando sobre sus rodillas.

Luego de revolver un rato entre la mugre, con el mayor disimulo que las circunstancias le permitian, Robert dio con algo que podría llegar a ser útil: una cuerda de aproximadamente un metro y medio de largo, sucia y con las puntas algo deshilachadas, pero sana. Quizá hubiera servido de cinturón a un pasajero anterior, quien sabe por qué motivo la abandonó allí el desdichado.

Cuando el guardia se le aproximó imprudentemente, el guerrero aprovechó para asirlo de la oreja con una mano y sacar la otra lo más posible a través de la reja para rodearle la cabeza y tomarlo del pelo.

—Ahora es cuándo! Samath! Y los otros. Ayúdenme a desarmarlo.