Partida Rol por web

Todo estaba hecho un desastre, pero afortunadamente no había sufrido grandes daños. Lo más importante de mis cosas era mi preciado libro, que llevaba atado en el muslamen con un liguero. Así nunca estaría separado de él. Él y yo, yo y él. Mi libro precioso. Al ver a Colton que se dirigía al salón, fue también para allí, aunque me iba a sentir incómodo tanto con la presencia del fantasma como de la pareja melosa.

Llegué al saló detrás del fantasmón y saludé nuevamente a Marion y a su novio Harry.

-"Ya eztoy de vuelta. Le dejé el hielo al teniente. Parrrece que la Mayorrr ze rrrepondrrrá prrronto." Les dije a la pareja.

Rezaba para que no se despelotaran allí mismo y empezaran a fornicar como conejos, así que me acerqué a una de las ventanas, donde estaba Colton, y observé la oscuridad del exterior con atención. Les di la espalda, ya que no quería ver qué hacían en la penumbra de la estancia.

-"¿Dónde crrree que eztamoz, zeñorrr fantazma Colton, el Aparrrecido?" Le pregunté en tono de broma.

Quizás hablando un poco me tranquilizara y pasara el rato más ameno, sin pensar que puede que nos estrelláramos en cualquier momento. Los demás estaban desperdigados por la nave, haciendo quién sabe qué. Bueno la Mayor y el teniente me lo imaginaba y el capitán Bennet, lo mismo estaba dándole a la zambomba antes de estrellarnos, quién sabía...

La voz del ruso me sobresaltó. De no ser un fantasma, hasta podría haberme asustado, aunque más bien debía ser justo lo contrario, ¿no?

-Oiga, ¿usted no estaba haciendo otra cosa? -le pregunté. Al ver, obviamente, que no, no tuve más remedio que responderle -. Pues la verdad es que yendo hacia la Tierra Hueca. No creo que estemos yendo en la dirección equivocada sino precisamente en la que debemos. Verá, si estábamos en el polo y de repente no, será porque viajamos por algún lugar inesperado. Y esa corriente que ha estado a punto de partirnos en dos tiene que ser precisamente lo que nos esté llevando a ella.

Aplicaba solo mi propia lógica porque si esperaba que ese ruso aplicase la suya, iba listo.

-Yo supongo que no tardaremos mucho... o sí, la verdad es que no lo sé y ya no puedo consultar el diario para comprobar los tiempos. Pero usted si podría. ¿Por qué no nos lo lee y así sabemos cuánto tiempo nos queda? Se lo preguntaría a Astrid pero... creo que está en lo suyo y parecía enojada.

Yo no me enfadaba antes pero ahora, mucho menos.

No me molestaba que me lo pidiese. No me molestaba en absoluto. De hecho, prefería la honestidad, por dolorosa que fuese, a la falsedad y la hipocresía, y tal y como le dije, si había que hacer concesiones no sería yo quien se negaría a ello. Pero eso no tenía forzosamente que implicarme a mí más allá de lo que era capaz de hacer.

Hacer y tolerar eran dos cosas muy diferentes.

-No te preocupes. Lo prefiero así, con la verdad absoluta entre los dos, pase lo que pase, y que siempre será que continuaré amándote. Por eso te repito que no debes sentirte mal por decirme la verdad, por confesar cómo te sientes y sobre todo, intentar lo que creas conveniente para seguir juntos. Haz lo que debas, mientras sea para que podamos tener una vida juntos, en cuanto nos sea posible, más allá de lo que ahora tenemos.

No podía decirle nada más que aquello, que le daba permiso, aun cuando no era nadie para hacerlo; que no la perdonaba, porque no había nada que perdonar; y que mi amor por ella perduraría, a pesar de lo que sucediese. Ocurría así en casos en los que un hombre o una mujer se aprovechaba de los sentimientos de otro, por lo que para nosotros todo era mucho más sencillo.

Aquel abrazo que me dio fue como si se agarrase a mí para que yo no saliese corriendo. Pero no lo iba a hacer. Al igual que tampoco iba a golpear a Bennet de nuevo.

-Creo que sabré contenerme, Sarah. Ahora veo las cosas de otra manera y sé también como soy. No me lanzaré a por él y creo que podré soportar sus bromas, al menos hasta cierto punto, por supuesto. Tampoco soy de piedra -le aseguré.

De lo que no estaba tan seguro era de que algo así no volviese a suceder. Sabía que la posibilidad de hallar otro Coverley no sería muy alta, pero era inevitable pensar que aquella debilidad podía volver a aflorar. Sin embargo, no me permití caer en aquel hoyo del cual difícilmente lograría escapar. Tenía que ser fuerte y pensar con optimismo, pues solo con eso podría superar aquella situación y ser el punto de apoyo que Sarah necesitaba. Volvía a ser, de nuevo, el bastón para ella, pero en aquella ocasión también lo era porque nuestro amor era claro y manifiesto.

Su mirada estaba llena de tristeza, sentimiento de culpa, amor... y un sinfín de emociones que solo ella conocía realmente. Yo todavía andaba preocupado por el golpe que había recibido, pero deseaba ofrecerme sin contemplaciones y ser paciente, pues era la única arma que podía permitirme lograr el objetivo, que no era otro que vivir feliz junto a ella.

Su beso me llegó en una especie de ataque improvisado, y lo devolví con fuerza y pasión, y sobre todo con la convicción de alguien que había estado quince años esperándola.

-Por supuesto que soy único, Sarah McDuncan. No creas que podría merecerte si fuese de otra manera. Pero sabes muy bien como compensarme. Basta con que... me sigas queriendo y que me asegures que lo que sientes por mí no es un espejismo. Eso sería lo único que no podría superar. Y ahora, hazme el favor de tumbarte, cerrar los ojos y descansar un poco. El mundo no se desmoronará mientras lo haces, ni siquiera el nuestro. Juntos somos lo suficientemente fuertes para soportar lo que sea, incluso esto.

Ay como deseaba que eso fuese cierto. Algo en mi interior me decía que iba a ser muy difícil, pero mi corazón no dejaba de suspirar por Sarah y luchaba por retenerla a mi lado, costase lo que costase, incluso dejando que mi orgullo fuese pisoteado y un hombre indigno pudiese yacer con ella. Pero debía respetar su decisión, porque solo así sería digno de amarla como la amaba. No era un castigo; si acaso, una prueba.

Me acosté entonces a su lado, pasé una mano por debajo de su camisa y la dejé sobre su vientre, sintiendo su respiración irregular y su piel cálida y suave.

-Vas a tenerme muchos años más a tu lado, Sarah, así que no te preocupes. Solo... descansa. Te necesito de una pieza para cuando lleguemos -le dije, moviendo mi mano para acariciarla y besando dulcemente su mejilla. La amaba, la necesitaba, y echaba de menos cada momento que estaba lejos de mí, porque solo entonces parecía que no hubiese nada más en el mundo, ni Bennet, ni la Tierra Hueca, ni nada que pudiera alejarnos al uno del otro.

-Cuando tengamos hijos, tendremos muchas historias que contarles, eso seguro. Bueno, no la de Bennet, por supuesto, pero sí como su madre estuvo a punto de abrirse la cabeza o su padre se duchó con el uniforme puesto. Ejem, creo que eso tampoco se lo contaremos, al menos hasta que tengan edad suficiente para entenderlo -le dije, riéndome un poco.

Sí, habría muchas cosas que contar, pero lo importante era que estaba seguro de que tendríamos hijos con los que hablar.

- Pues si quieres honestidad, la verdad es que me hubiese gustado que al menos hubiésemos estado una vez juntos los tres, porque si solo uno me lleva al Cielo, los dos... pero lo entiendo, ya te dije que sé lo que es y bastante estás haciendo. No tocaré el tema de Bennet más, si estoy con él o no, es algo que no correré a contarte, pero no necesitarás mucho para saberlo. De todas maneras... mientras lo hablamos... cada vez lo dudo más... pero sé que cuando le vea... por eso no quiero prometerte lo que no sé si podré cumplir. - Le dije con sinceridad, tratando de acabar con aquella conversación que nos dolía a ambos.

- Por eso yo estaré de tú lado siempre, pase lo que pase, que vea que es él quien pierde con esas bromas, no tú. Quizás es lo que realmente necesite para alejarme de él en ese sentido. Pero por otro, creo que tiene más valor del que parece y ya te hablo de persona. Creo que nos podría sorprender, Rick. - Al menos conmigo lo había logrado, cuando cedió y me tapó con la manta, a pesar de aquella erección que yo misma deseaba ver y tocar con mis manos, se contuvo y se comportó como un hombre, como un amigo, como si le importase un poquito al menos.

Y entonces me pidió con aquellas palabras que descansase. Mi cabeza lo necesitaba, la verdad, pero no quería dejar cabos sueltos. - Pase lo que pase con Bennet, te voy a necesitar a mi lado siempre, no solo para crear una familia ni demostrarte mi amor, sino para construir ese muro que nadie más pueda cruzar. Jamás pensé que estaría contigo y por esa parte mis defensas estaban demasiado bajas... e incluso estando a tu lado, sigo sin creérmelo... después de tantos años, después de tanto llanto y sufrimiento, tantas risas y confidencias, después de tanto amor que pensé que jamás sería correspondio, me encuentro con todo esto y... se me va de las manos. Rick, desde hace quince años, empecé a construir mi vida en torno a ti... si me faltases, ya no tendría vida... ahora debo pensar que lo nuestro es real y no permitir que nadie vuelva a entorpecernos jamás. Y más problemático que Bennet, sabes que será John... Aloyssius desaparecerá, John... no.

Y cuando se acostó a mi lado y metió la mano bajo mi ropa, sentí una oleada de placer que me hizo sonreírle. - Si no me doliese la cabeza. - Le repetí de nuevo, antes de acomodarme a su lado, pegarme a él y cerrar los ojos para descansar. Que me dijese que me necesitaba de una pieza me hizo sentirme feliz de estar a su lado. Eso no me lo diría nadie más en aquella nave. Solo él. Siempre él.

- Tranquilo, Bennet no será más que algo del pasado... - Salvo que, esperaba que no, nuestro primer hijo fuese de Aloyssius. Maldito sueño... - Nuestros hijos no tendrán porqué saber ni su nombre. Simplemente era el capitán soso de un zeppeling que nos llevó a una tierra oculta y desconocida. No hay que darle más importancia en nuestras vidas. - Y reí con su broma sobre la ducha vestido y un pinchazo me recordó que nada de risas. - Vale, creo que mi cabeza dice que hasta aquí. - Suspiré resignada.

- Te amo, Rick. - Le dije antes de volver a acoplarme a él y cerrar los ojos, esperando que su abrazo y su olor me hiciesen alejar de mi mente a Bennet y el deseo que sentía por él.

El tiempo pareció transcurrir de manera extraña en el interior de la Aurora, con sus ocupantes desperdigados por su interior, algunos en sus camarotes y otros en el salón, mientras el capitán Aloyssius Bennet y su Primero, los únicos miembros de la tripulación que aún permanecían a bordo, intentaban discernir lo que ocurría y en dónde os encontrabais.

Y entonces, sin previo aviso, la oscuridad dejó paso a una extraña luminosidad que comenzó a aparecer en el horizonte, despejando la negrura y abriendo un atisbo de esperanza para todos. En el puente, Bennet y Murray consultaron sus instrumentos y se miraron, confundidos. También estaba empezando a hacer calor, mucho calor, como si de pronto hubieseis dejado de lado el polo y estuvieseis en el corazón del continente africano. Pero no era África, sino un océano lo que apareció debajo de vosotros.

Bennet llamó entonces por los altavoces para convocar a todo el mundo en el salón.

-Atención, aquí el capitán. Reunión en el salón. Ahora.

Cuando llegó al salón, esperó a que estuvieseis todos presentes, antes de hablar.

-Bueno, señoras y señores, como han podido comprobar, no sé cómo ni por qué, pero estamos en alguna parte del mundo, solo con un océano debajo y hace mucho calor. La brújula vuelve a funcionar pero no tengo ni idea de en qué punto nos encontramos -explicó, sacando una pequeña brújula de bolsillo que señalaba hacia el norte, justo delante de vosotros -. La radio, en cambio, está más muerta que mi pobre abuela que en paz descanse; ah, y el timón apenas responde, como si el aire que nos rodease fuese más denso. ¡Hey, pero seguimos volando, eso es un punto a favor en la escala Bennet, uno de los grandes!

El océano parecía extenderse de manera infinita delante de todos, aumentando la sensación general de soledad y quizás desesperación, pues en aquellos instantes estabais completamente perdidos. Pero había algo extraño en todo aquello, algo que... no terminaba de cuadrar exactamente.

Tras asegurar el equipaje me dirigí al camarote de la señorita Strindberg, golpeé la puerta y entré cuando me dieron permiso. No tenia ni idea de que había pasado hacia un momento, pero prefería asegurarme de tener toda la información antes de hacer ninguna conjetura.

—Espero no molestarla. Pero… ¿de verdad ha apuntado a Bennet con una pistola? A ver, que es un soplapollas, de eso no hay duda, pero ¿Qué ha pasado exactamente?

Finalmente la luz pareció rodear al dirigible nuevamente y Bennet nos volvió a llamar por la megafonía, muy a mi pesar, la explicación más lógica en aquellos momentos era que lo escrito en el diario era cierto.

Acabábamos de violar a la física y geología clásicas, así que no teníamos ni idea de que podría depararnos aquel lugar, pero sin duda mi curiosidad científica estaba más despierta que nunca.

El fantasma de Colton pareció sorprendido ante mi repentina aparición; y de aparición a aparición, le contesté:

-"Zí, perrro ya terrrminé. Y ahorrra eztoy aquí."

Escuché la teoría del fantasma y asentía de vez en cuando a su disertación.

-"Clarrro, yo también crrreo que vamoz en buena dirrrección, hacia Tierrrra Hueca. Perrro ezo no quita que podamoz eztrrrellarrrnoz contrrra las rrrocaz o cuando terrrmine nueztrrro dezcenzo."

A lo de Astrid, me quedé pensativo.

-"Zí, podrrría echarrrle un ojo. ¿Perrro porrr qué dice que la zenorrrita Aztrrrid eztá enojada y a lo zuyo? ¿A qué ze rrrefierrre?"

En ese momento, una luz me cegó, haciendo que entornara los ojos, habíamos salido de la oscuridad y ahora se veía una luminosidad extraña en el horizonte.

El audio chasqueó y la voz rasposa del capitán resonó por los altavoces. Me quedé escuchando lo que tenía que decirnos.

-"Vaya..."

Al cabo de un rato, todo el mundo empezó a aparecer por allí, y cuando llegó el capitán soltó su discurso. Lo importante era que nos manteníamos en el aire, estuviéramos donde estuviéramos. Todo era muy raro, pero estábamos vivos. Pude relajarme un poco, pero solo un poquito. No dejaba de mirar por la ventana, contemplando ese vasto mar que se extendía a nuestros pies.

-Sí, lo hice -respondí a Jenkins. Había sido el único en molestarse en escuchar mi versión, y se lo agradecía-. Y volvería a hacerlo en la misma situación.

Bennett es algo mucho peor que un "soplapollas". Cuando estaba a punto de dejarle solo con la mayor herida, como me ordenó, vi que le estaba manoseando un pecho desnudo. Y por los comentarios que soltó, supe lo que iba a hacer en cuanto saliera yo por la puerta. 

No podía permitirlo. 

Y por otro lado, estábamos sin luz, volando a oscuras por vaya usted saber qué clase de túnel o agujero sin timonel. Su lugar como capitán y piloto era a los mandos del Aurora, no abusando de mujeres inconscientes. Su perversión nos estaba poniendo en peligro a todos. 

Solté un suspiro de fastidio. 

-Pero Bennett me desarmó y la mayor, no sé si por la conmoción o por su... particular forma de ser... se puso de parte del hombre que la iba a violar. Me apuntó con su arma y me amenazó con ejecutarme por "amenazar a un militar". No sé qué les habrá contado a ustedes, Jenkins, pero eso es exactamente lo que pasó. No sé qué pasará ahora conmigo, pero sé que hice lo que debía.

Antes de que Jenkins pudiera responderme, sin embargo, la luz regresó. Y en unos momentos la voz de Bennett nos llamaba por megafonía. 

Me había quedado con las ganas de conocer la reacción de Jenkins a lo sucedido, pero eso debería esperar. Salí junto a él del camarote y le seguí hasta el salón, le pesara a quien le pesara. 

Marion y yo estábamos a gusto en el salón hasta que empezamos a ser interrumpidos. Primero por Colton y luego por el ruso. Simplemente estábamos abrazados el uno al otro a la espera de lo que ocurriese. No es que me molestase la presencia de ambos, era que habían roto el silencio que reinaba en el lugar y la armonía del mismo con sus palabras.

Llegué a pensar seriamente cambiar de salón o incluso irnos al camarote, puesto que Astrid y el maletín no llegaban y según las palabras de Colton, parecía que algo había pasado y no llegarían nunca. Pero con tal de no moverme, ahora que casi no me dolía, preferí quedarme allí, abrazado a la mujer más maravillosa del mundo y procurar olvidarme de lo demás.

Y lo conseguí, hasta que por megafonía oí la voz del capitán.

Minutos más tarde, todos estaban allí y Bennet no tardó en soltarnos su charla. Él no sabía donde estábamos, pero según el diario debíamos estar en la Tierra Hueca, solo que no recordaba que hablase de nada sobre cruzar un túnel y creí que la corriente de aire que nos guiaría estaba en la parte externa de la Tierra, no en su interior. No entendía nada... quizás el diario no fue bien traducido en esa parte, pero la única que podía arrojar algo de luz era Astrid a aquello.

Mis conocimientos sobre el lugar y como llegar se limitaban a su traducción y solo sabía que ese lugar existía de verdad.

No sé cuanto tiempo dormí, pero fue la voz de Bennet la que me despertó por la megafonía. Mi cuerpo estaba sobre el de Rick, abrazada a él. No llevaba la camisa puesta al igual que mi torso estaba desnudo. No sabía cuando había pasado eso, pero sí noté que hacía demasiado calor. De hecho no llevaba ni los pantalones puestos.

Mi dolor de cabeza se había esfumado y lo último que recordé fue decirle que le amaba mientras sentía como su mano acariciaba mi vientre. También recordaba la conversación, pero no quería tenerla ahora en la cabeza. Mi mano acarició con suavidad la piel de Rick mientras me terminaba de despertar o me volvía a dormir, no estaba segura de lo que iba a pasar. Solo sabía que no quería moverme de allí. Estaba a gusto, estaba feliz. No quería ver a nadie.

Miré a Rick, se estaba despertando también y le besé con ternura. - ¿Crees que se darán cuenta si no vamos? - Le pregunté como si nuestra presencia allí no fuese importante. Como si Bennet no fuese a llamarnos o al menos llamarme si no me veía allí. De todas maneras. ¿Qué importaba si íbamos o no? Ya tendría al resto y ya nos contarían que estaba pasando. Si había dejado el puente de mando era que todo iba bien... al menos no nos habíamos estrellado y yo me sentía juguetona.

- ¿O sí llegamos los últimos? - Le sonreí con picardía a Rick y le volví a besar, al tiempo que mi mano se perdía bajo su ropa en busca de su miembro, el cual no tardé en localizar y masajear. - No, déjame a mí sola... no quiero tardar demasiado. - Le dije cuando sentí que buscaba mi sexo con su mano y le volví a besar, sintiendo como su miembro respondía a mis masajes.

En cuanto tuve ocasión, descendí hacia su entrepierna y lo saqué al aire, para introducirlo en mi boca. Era mío y yo suya y como tal, aquel derecho solo le pertenecía a él. Había sido el primero en recibir así mis atenciones, a pesar de mi vegüenza y miedo por lo que me pudiese recriminar por aquel acto y sin duda sería el único. Era algo que debía y quería tener claro en mi mente.

Mi boca y mi lengua siguieron jugando con él siguiendo sus gemidos, buscando darle todo el placer de las diferentes maneras que se me ocurrían, pues hasta que dominase eso, pasaría mucho tiempo. Pero le gustaba, lo sabía porque cada vez sentía más endurecido su miembro, más caliente y a él más excitado. Tanto que cuando me apartó la cabeza con la mano, supe lo que iba a pasar y la dejé tumbada sobre su muslo al tiempo que mi mano acababa el trabajo.

Era una suerte tener lavabo en la habitación.

Tras su orgasmo, me le quedé mirando desde allí abajo y no subí a sus labios hasta que me lo pidió. - No te quejarás por el despertar. - Le dije antes de besarle. Yo estaba excitada por todo aquello, pero se me pasaría y no lo iba a notar nadie y él sin duda había gozado un poco. - Vamos, lavémonos y vayamos a ver que quiere contarnos el capitán. Por una vez tenemos excusa para llegar los últimos... tenías que ponerme la nueva dosis con tú jeringuilla. - Bromeé, le besé y me puse en pie para buscar mi uniforme y vestirme tras lavarme las manos y asearme un poco.

Nunca me había gustado llegar la última, siempre había querido llegar la primera, pero esta vez, solo me importaba quien estaba a mi lado y rapiñar todo el tiempo posible con él, más aún cuando el que hacía el llamado era Bennet. Quería demostrarle que mi prioridad era él, siempre él, no aquel capitán que despertaba aquel deseo, aquellos bajos y salvajes instintos en mí, con solo una mirada si se lo proponía.

Con el calor que hacía, opté por ponerme la falda del uniforme. No me hacía gracia usarla en exteriores, pero allí era una ventaja ahora mismo, pues al menos tenía las piernas al aire. Más bien parte de ellas. Por la hora, aún no necesitaba medicación alguna y entonces recordé a Harry y miré el maletín. El pobre debía estar pasándolo fatal. Así que lo cogí para poder hacerle las curas necesarias cuando acabase la reunión, quizás poder beber algo fresco y... olvidarme de todo lo demás.

Seguramente me encontrase con miradas recriminatorias en la reunión, con caras largas y a alguno tratando de cabrearme de nuevo. Nada nuevo bajo el sol. Si no fueron capaces de respetar el dolor de cabeza por el golpe, ¿qué iba a esperar de ellos?

Llegué al salón con Rick de la mano. Ya era ridículo ocultar nada entre ambos y busqué un rincón donde pasar desapercibidos. Mi mirada buscó a Harry, a quien ví abrazado a Marion y sonreí al verle así. Se le veía a la legua que le gustaba aquella mujer y siempre era bonito ver que alguien que te caía bien conseguía lo que quería, aunque fuese con alguien como ella. Dejé el maletín en el suelo, a un lado y esperé a ver que quería el capitán ahora.

Cuando estuvimos todos en el salón, Bennet hizo su entrada. Yo estaba abrazada a Rick, ambos apoyados en la pared y con mi cabeza sobre su hombro. Observé al capitán en silencio, cada palabra, cada gesto, era analizado por mi cabeza. Y para cuando terminó de hablar, mi mirada se había quedado perdida en el inmenso mar que eran sus ojos azules.

- Y tanto que uno grande, Bennet. - Pensé para mí sin dejar de mirarle a aquellos ojos que me habían dejado embobada de golpe*.

Evidentemente eso me hizo guardar silencio, pues mi cabeza había viajado a otro lugar dentro de aquello ojos que en ese momento deseaba que me mirasen. No había nada más en mi cabeza que eso. Y cuando Bennet cruzase su mirada conmigo, sabría lo que tendría en mi cabeza, al igual que lo sabría Rick según me viese: deseo.

Entro justo cuando Bennet se está vanagloriando de que sigamos volando. Parece que estamos en un sitio cálido, a pesar de que hace un momento estábamos en el polo Norte. Echo un vistazo por las cristaleras y diviso el gran océano que tenemos debajo. 

Sin duda debemos estar debajo de de donde estábamos...no tiene otra explicación.

Sigo observando mientras aguardo en silencio a que alguien más inteligente que yo, la mayoría, comente algo. 

Para cuando llegué al salón, siguiendo a Jenkins, ya me había quitado el abrigo. El calor repentino lo hacía insoportable. Entré en la estancia sin ojos para nada ni nadie que no fuera la vista que se extendía ante nosotros. Me acerqué al cristal, completamente absorta de cuanto me rodeaba. 

Aquel era el momento que tanto tiempo había esperado. La prueba de que todo cuanto aparecía en el diario de Fraenkel era verdad. Estábamos en la Tierra Hueca. 

Lo he conseguido, papá. Lo he conseguido.

Aquella debía ser la masa de agua de la que Fraenkel escribía, la que sobrevolaron tras cruzar una zona de transición entre la superficie y aquel nuevo y extraño mundo en las entrañas de la tierra. Aquella zona de oscuridad por la que habíamos pasado nosotros también. 

Mis ojos recorrieron el horizonte, intentando captar el efecto visual del que hablaba Fraenkel, aquella curvatura que según él hacía que el mar pareciera ladearse. 

-Hemos llegado -dije, ignorando por completo a Bennett-. Bienvenidos a la Tierra Hueca.

Algo me despertó, pero ignoraba exactamente de qué se trataba, hasta que entendí que era la voz de Bennet a través de la megafonía. Ese hombre estaba presente en mi vida de una manera u otra y lo último que necesitaba era que fuese también mi despertador personal, pero no había manera.

Estaba abrazado a Sarah, que únicamente llevaba sus bragas, lo que hizo que una erección mañanera despertase antes de que pudiera abrir bien los ojos.

-Buenos días, mi princesa -le dije, besando con dulzura a Sarah, olvidándome del resto del mundo -. Ah, supongo que sí. Me gustaría quedarme aquí durante todo el día pero dudo que nos dejaran.

Sabía que en cuanto saliésemos del camarote, el día solo podría empeorar pero, ¿acaso teníamos opción?

Y entonces sentí su mano introduciéndose bajo mis pantalones, localizando mi miembro que estaba plenamente erecto y empezando a moverla, haciendo soltar un gemido involuntario.

-Yo... no creo... que tardes... mucho.... -conseguí decir, mientras intentaba concentrarme lo suficiente como para acariciarla a ella, aunque tenía que reconocer que estaba completamente distraído con sus movimientos.

Ella se había despertado con ganas de jugar y yo siempre tenía ánimo para ella, por lo que en cuanto descendió, lo sacó de su lugar y lo introdujo en su boca, no pude más que dejarme arrastrar. Su boca me transportó automáticamente al séptimo cielo y lo único que podía hacer era reconocerme vencido y completamente hundido a sus atenciones, mientras trabajaba con su lengua y su boca y sentía como la quemazón hacía su aparición a pasos agigantados.

No tuve que hacer mucho ni tampoco esperar demasiado. Sus frenéticos movimientos se transformaron en los míos y cuando sentí que estaba cerca, retiré su cabeza con dulzura y la dejé acabar con la mano. Fue un orgasmo casi silencioso, pero sentí el caliente líquido cayendo sobre mis piernas mientras su mano continuaba trabajando en mi miembro, hasta que este dejó de moverse y los músculos de mis muslos se relajaron.

-No, no me quejo. Es un sueño, porque tú eres quien lo ha hecho -le dije, tirando de ella con suavidad hacia arriba y besándola con pasión.

No tardamos mucho en lavarnos, pues yo era rápido haciéndolo y ella no había tenido que limpiarse demasiado. Anoté mentalmente que ahora era yo quien le debía uno, y bien grande, a ella, así que antes de salir de la cabina, la detuve para besarla y mirar sus ojos de nuevo.

-En primer lugar, eres preciosa. Siempre lo fuiste y siempre lo serás para mí. Y en segundo lugar, te debo un desayuno, no creas que se me olvida. O quizás te lo pague a modo de postre, ya me lo pensaré -le dije, obviando que Bennet podía estar entre los dos de alguna de las maneras, y pensando únicamente en que éramos los dos y nadie más.

Cuando llegamos al salón, ya estaban todos allí, pero sobre todo, lo que me sorprendió fue la vista que había fuera de la nave, en donde un sol parecía nacer de un horizonte lleno de agua, habiendo sustituido a la oscuridad reinante durante tanto tiempo. 

Cuando Bennet llegó, empezó a decir poco más o menos que estábamos perdidos pero no del todo, o algo por el estilo. Vamos, que no sabía en donde nos encontrábamos pero que al menos seguíamos volando.

Fui a decir algo cuando entonces me di cuenta de que Sarah estaba mirando fijamente a Bennet y que este parecía devolverle la mirada. Decidí ignorarlo, pues en eso habíamos quedado y era lo único que podía hacer. Además, ahora teníamos otras preocupaciones.

-¿Esto es la Tierra Hueca? Perdóneme, señorita Strindberg, ¿y en dónde está la tierra exactamente, porque ahí fuera solo hay agua y nada más que agua?

Solté entonces a Sarah y me acerqué a la ventana a mirar. No parecía que hubiese nada más y si habíamos llegado, sonaba todo demasiado extraño como para aceptarlo sin protestar. ¿Cómo lo habíamos hecho exactamente?

-Dígame, ¿qué podemos esperar ahora? ¿Qué vamos a encontrarnos? Porque según el diario, tiene que haber alguna clase de continente o algo así. Lo mismo nos hemos equivocado de dirección.

Estaba mirando a través de la ventana cuando de pronto apareció aquel amanecer extraño y súbito que obligó a todos a apartar la vista; bueno, a todos menos a mí puesto que no tenía retina. El sol estaba saliendo y de repente sobrevolábamos un océano que antes no estaba allí.

-Bueno, bueno, bueno. Parece que hemos llegado a alguna parte. La verdad es que ya estaba cansado de tanto hielo. ¿Ustedes no?

La voz de Bennet a través de la megafonía había dejado claro que en pocos minutos estaríamos todos reunidos de nuevo, por lo que no tardaron en unírsenos a Marion, Harry y el ruso, el resto de componentes del grupo.

-Buenos días. ¿Qué opinan? Parece que hemos llegado a alguna parte... y no, al mismo tiempo -bromeé, puesto que estábamos en mitad de un océano... en alguna parte desconocida -. Capitán, lo importante aquí es si sabe en donde demonios estamos. Usted puede que pilote muy bien pero de orientación me da que sabe tanto como yo de la biblia.

El teniente parecía compartir inquietudes similares a las mías, así que ahora necesitábamos respuestas y la verdad es que no sabía en donde las íbamos a encontrar. Por allí todos estábamos pegadísimos de viajes a la Tierra Hueca, por mucho diario que tuviésemos.

Bennet no tenía ganas de aguantar tonterías, pero al aparecer Sarah, se dio cuenta de lo mucho que la deseaba y la rabia que le daba no poder estar más tiempo y más veces con ella. Sintió además la mirada de deseo que la mayor le estaba lanzando y una sonrisa involuntaria apareció en su rostro.

Eso, así me gusta, que pienses en mí y nos imagines juntos, follando como conejos, dijo para sí.

Entonces empezaron a llover más preguntas y más tonterías, para las cuales tenía pocas o ninguna respuesta.

-Oiganme. Mi obligación era traerles hasta aquí, no hacer de niñera. Si ahora tienen problemas ahórrenmelos. Bastante tengo yo con tener que estar a su lado cuando podría estar haciendo cosas mucho mejores -dijo, mirando de reojo a Sarah y aprovechando que Rick se separaba de ella para hacer un recorrido visual de abajo a arriba -. Sí, definitivamente mucho mejores.

Al verla tan solita, se acercó a ella, lentamente.

-Se encuentra bien. Tiene cara de haber descansado pero quizás debiera sentarse, Mayor, vaya a ser que se desmaye. Sé que suelo tener ese efecto en las mujeres pero mire a la pelirroja, ella aguanta lo que le echan. Cualquiera diría hasta que le gustan las mujeres en lugar de los hombres. Ahora que lo pienso, quizás sea eso por lo que le no se fija en mí.

Bennet seguía actuando como si todo fuese una broma continua y Astrid no hubiese sido testigo de nada más que de un exceso de imaginación.

Pero después, volvió a ponerse serio un instante.

-A ver, tampoco creo que deban preocuparse. Si su querido diario decía la verdad, hemos hecho lo que teníamos que hacer y que yo sepa, esto es un océano desconocido. Estoy seguro de que hemos llegado. Ya aparecerá algún continente antes o después.