Partida Rol por web

Expedición a la Tierra Hueca

AMBIENTACIÓN

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23/05/2021, 12:22
Director

EL MUNDO EN ESOS AÑOS

Para los hombres y las mujeres de 1936, la década de los 30 no es historia, es el presente, un presente lleno de esperanza y temor, oportunidades y obligaciones, así como una gran incertidumbre respecto al mañana. Podemos echar la vista atrás y contemplar el transcurso entre su época y la nuestra, pero ellos no sabían lo que estaba por venir, no tenían ninguna certeza sobre el rumbo que debían tomar los acontecimientos. Cuando miraban a su alrededor, esto es lo que veían.

En 1935 el mundo cambia a pasos agigantados. La Prohibición había terminado en Estados Unidos, una suerte similar a la que aquejaba al Partido Republicano. El Demócrata Franklyn D. Roosevelt llegó al poder por primera vez en las elecciones de 1932, prometiendo cambios que liberarían a los estadounidenses del miedo y la miseria. Los conservadores y las clases altas tenían una excusa para decir (y eso hicieron) que era casi tan malo como los comunistas, pero para la mayoría de sus compatriotas, los programas del New Deal que Roosevelt había puesto en marcha supusieron un cambio para mejor. El gobierno de coalición de MacDonald, por otra parte, se vino abajo y Stanley Baldwin recuperó el sillón de Primer Ministro, empleando la radio con la misma habilidad que Roosevelt en una respuesta mucho más contenida a los males de la época.

Hitler, canciller de Alemania, aparecía como un personaje ridículo para la opinión pública, pero usó la radio con la misma maestría para proyectar sus discursos, que preconizaban una forma distinta de salir de la depresión. Solo los más atentos observadores del escenario asiático se darían cuenta de la creciente influencia de un joven líder comunista chino llamado Mao Zedong, si bien la guerra que se extendía por China bien merecía un hueco en los titulares. Para muchos, el destino del mundo volvía a estar pendiente de un hilo, y la gente de 1936 aún comenta lo que pasó el año pasado y su significado.

Ahora nos encontramos en 1936, año en el que aún quedan muchas sorpresas para el mundo.

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23/05/2021, 12:27
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LA ECONOMÍA

Si bien el desempleo fluctuaba, se mantuvo aproximadamente en el 25% durante la mayor parte de los años 30. Por malo que sea el dato, no refleja lo mal que estaban las cosas a escala regional. Comunidades enteras del Medio Oeste desaparecieron por culpa del Dust Bowl, y cualquier población dependiente de una actividad económica concreta podía desaparecer si esta quebraba.

Había 53 millones de estadounidenses en el mercado de trabajo, 44 millones de los cuales eran trabajadores.

Diez millones aún lo hacían en la agricultura, aunque esa cifra menguaba cada año. Cuatro millones eran funcionarios, incluidos los adscritos a los programas del New Deal. Del resto, dos tercios trabajaban en las industrias de producción de bienes (manufacturas, minería y construcción) y el resto en otras, como las ventas. El apoyo a la restricción formal de las horas de trabajo estaba muy extendido, pero no cuajaría a escala nacional hasta dos años después (cuando la Ley de condiciones de trabajo justo estableció la semana laboral, primero en 44 horas y después 40, introduciendo un salario mínimo de 25 centavos por hora). En 1936, las semanas laborales de entre 50 y 60 horas eran habituales y el concepto de fin de semana aún no era moneda común: muchos empleados debían trabajar 6 y 7 días a la semana y su descanso no superaba la media jornada.

Antes del crack bursátil, los esfuerzos en materia de organización laboral habían tenido más éxito entre los trabajadores cualificados. La Federación Americana del Trabajo los representaba, y lo hacía bien, pero el problema era que la mayoría de los trabajadores no eran afiliados suyos. La afiliación sindical decayó en los años posteriores al crack, y todo indicaba que la tendencia seguiría así, salvo por la sorprendente legislación de la administración Roosevelt. La Ley nacional de recuperación de la industria de 1933 legalizaba explícitamente la negociación colectiva en todos los ámbitos laborales.

Anteriormente se habían producido numerosos debates (de buena y mala fe) sobre impedir los sindicatos y la acción colectiva de los trabajadores en algunos sectores de la economía. La Ley nacional de relaciones laborales de 1935 exigía a las empresas negociar con cualquier sindicato apoyado por la mayoría de sus trabajadores. Los sindicatos locales y sectoriales florecieron en respuesta a este nuevo entorno propicio y sus respectivos líderes pronto empezaron a hablar entre sí. El Congreso de Organizaciones Industriales se escindió de la Federación Americana del Trabajo y se dedicó a apoyar a los sindicatos del sector manufacturero.

En 1936, sus filas aumentaban a pasos agigantados, y las tensiones entre los simpatizantes sindicales y sus oponentes aumentaron en la misma medida.

Algo similar ocurrió en el resto del mundo industrializado. Las naciones con gobiernos relativamente conservadores intervinieron en los asuntos sociales sin un plan global. Las naciones con gobiernos más liberales llevaron a cabo intervenciones más sistemáticas, solo para encontrarse un camino cada vez más complejo y, a menudo, la oposición organizada de movimientos conservadores que pretendían desbaratar estas iniciativas. Los regímenes totalitarios, como se decía, eran capaces de que las cosas funcionasen; la clásica defensa de Hitler era: «al menos consigue que los trenes salgan a su hora». De hecho, ni él ni Mussolini, Stalin o muchos de los demás tiranos de la época podían hacerlo. Como dijo un economista que huyó de la Alemania nazi: «lo que hacía era disparar a los que decían que el tren llegaba tarde».

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23/05/2021, 12:30
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VESTIMENTA

Como muchos otros aspectos de la vida, había ropa como se ve en las películas, los periódicos y las revistas, y, como otras cosas, había que pagarla para ponérsela. La depresión mermó considerablemente la adquisición de ropa. La gente estiraba más lo que ya tenía y solía remendarse las prendas o llevarlas a sastres que lo hicieran por ellos, y, con la salvedad de las familias más adineradas, la confección propia predominó más que en la década de los 20. Las aristocracias del mundo lo llevaron más o menos bien, claro, pero ese es uno de los privilegios de tener riqueza y estatus.

La mujer ideal para los diseñadores de moda de los años 20 era angulosa y con cierto estilo masculino. Las mujeres más curvilíneas se embutían en corsés y otras prendas restrictivas con sus formas. A mediados de los años 30, los diseñadores se interesaron en un ideal diferente: la mujer con llamativas caderas y hombros curvos.

Ahora tocaba a las exflappers disimular y cambiar. El estándar para el bajo del vestido cayó a principios de los 30 hasta el tobillo, y ahí se quedó el resto de la década. Las hombreras cuadriculadas eran muy comunes, así como los escotes bajos, lo suficiente para insinuar el canalillo sin llegar al mal gusto. La mayoría de los vestidos se presentaban con algún tipo de sujeción en la cintura, y la parte alta y baja de las faldas recibieron más atención que en los años 20: diseños elaborados, volantes por abajo y canesús decorativos por arriba.

Los sombreros seguían gozando de una presencia importante, siendo de estilo casquete el más extendido entre el público general y la boina para los más atrevidos. Los sombreros de ala iban y venían, viendo cómo las alas se tornaban más y más elaboradas conforme avanzaba la década.

Los zapatos de salón y las bailarinas solían presentar puntas redondeadas y tacones anchos. Los zapatos sin cordones se popularizaron en los 30, aunque hebillas y cordones seguían denotando más clase que los acabados cosidos de pega. Algunos de estos cambios obedecían a la necesidad práctica, la reducción de costes de mantenimiento de los fondos de armario, eliminando gastos innecesarios como la cordonería. Los diseños bicolores surgieron en los años 30 y se popularizaron notablemente en 1936.

La moda masculina pasó por, al menos, los mismos cambios de detalle y estilo que la femenina, y esto era una novedad. Durante los años 20, los diseñadores no se habían fijado demasiado en el fondo de armario masculino. Pero a finales de la década, empezaron a darse cuenta que había muchos hombres dispuestos a seguir las tendencias de la moda si se les ofrecía la posibilidad. Como suele ocurrir con la moda, las ocurrencias más caprichosas podían dar lugar a grandes tendencias. Es un hecho que las ventas de camisetas interiores decayeron un poco en los años 30. Por lo visto, legiones de hombres desecharon estas prendas cuando Clark Gable decidió hacerlo en la pantalla para mostrar un pecho más masculino debajo de la camisa. En la práctica, la mayoría de los hombres seguía utilizando camisetas interiores porque la realidad del sudor no había cambiado nada, aunque muchos se esforzaban por presentar el mismo aspecto masculino de Gable en cuanto tenían la oportunidad.

 

El estándar de principios y mediados de los 30 consistía en una chaqueta simple de un solo botón sobre una camisa de color sólido o cuadros anchos. Algunos diseñadores tiraban hacia la chaqueta cruzada en 1936, pero no tuvieron el mismo éxito que tendrían en los años posteriores. Durante esta década, los detalles cambiaron mucho, facilitando excusas para vender nuevas prendas para aquellos que pudieran permitírselas.

La ropa formal para ambos géneros iba a la zaga de las tendencias marcadas por el cine. Hombres y mujeres adquirían lo mismo que se ponían sus estrellas favoritas o buscaban diseños similares. La mayoría de la gente compraba menos ropa de lujo que antes del crack y ponía más empeño en preservar lo que ya tenían, aunque un cambio de imagen de una estrella de cine podía aumentar significativamente las ventas.

En 1936, se estaba produciendo una genuina revolución de las tendencias. Hasta los años 30, los fabricantes de tejidos sintéticos y los diseñadores que los empleaban habían explorado a fondo la imitación de tejidos naturales. El objetivo original era proporcionar una imitación de calidad de los tejidos más caros a un precio mucho menor. En 1935, la compañía DuPont introdujo el nailon, que no aspiraba a parecerse más que a sí mismo, y cuajó bien entre los consumidores porque era duradero y fácil de lavar. Las versiones en nailon de prendas pensadas para usarse en cualquier entorno potencialmente sucio se vendían muy bien, al igual que otras, como las medias. La ropa interior femenina estaba a punto de aligerarse y simplificarse mucho, aunque 1936 solo era el principio y se confinaba a las pocas personas dispuestas a experimentar con cambios significativos en sus prácticas habituales.

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23/05/2021, 12:35
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ENTRETENIMIENTO

Radio
El medio de entretenimiento (y de información) más extendido era la radio. Las radios se producían en masa, los fabricantes conocían y dominaban de sobra su tecnología y se beneficiaba de una amplia economía de escala que no requería una inversión demasiado elevada por parte del consumidor. En Estados Unidos, dos de cada tres hogares contaban con, al menos, una radio, pero su popularidad era igualmente elevada en el resto del mundo industrializado. En las colonias y los países menos desarrollados, las radios podían compartirse en el seno familiar, el clan o el pueblo entero, y podían encontrarse mucho más lejos de la civilización de lo que los occidentales podían imaginar. Algunos viajeros relataban que se habían encontrado con radioyentes en lo más profundo de las junglas y en las cumbres montañosas. Es más, la radio gozaba de una aceptación popular envidiada por los periódicos; los publicistas descubrieron que los oyentes se tomaban la radio como una fuente de información más seria.

El público escuchaba una amplia variedad de programas: noticiarios, comedias, dramas, sermones y debates, eventos deportivos y cuasi cualquier acontecimiento al que pudiera acercarse un micrófono. La radio permitió que la gente escuchara a sus líderes en directo, a diferencia de los periódicos. Los políticos que aprendían a utilizar la radio con eficacia, triunfaban.

Cine
La industria cinematográfica se hallaba sumida en una serie de cambios radicales en 1936, al tiempo que el negocio resultaba de lo más rentable. Los largometrajes sonoros se hicieron comunes a lo largo de los 20 y principios de los 30, y para 1936 el cine mudo había dejado de producirse en los grandes estudios. Los directores y equipos técnicos siguieron explorando las posibilidades que ofrecía el cine sonoro, aprendiendo mediante la prueba y el error las mejores formas de grabar y producir.

La siguiente revolución fue el color. Las primeras piezas de dibujos animados a todo color empezaron a verse a principios de los 30. La primera película grabada en Technicolor (que no tenía la misma riqueza que el color auténtico, pero se le acercaba bastante) fue La feria de la vanidad, de 1935, un drama histórico ambientado en la época de Napoleón, basado en las novelas de William Makepeace Thackeray. En 1936, el drama El camino del pino solitario y el musical El bailarín pirata se rodaron a todo color, deleitando al público con una riqueza y una profundidad nunca vistas antes.

Todo lo que rodeaba al cine estaba impregnado de una fuerte competencia: estudios, fabricantes de cámaras, empresas cinematográficas y distribuidores sumidos en acuerdos y maquinaciones en busca de aventajar a sus rivales. Existía un auténtico espionaje industrial, con ladrones a sueldo encargados de robar información y material a los rivales, sobornos a cambio de información, adquisición de lealtades entre los periodistas especializados, etc. Una parte de todo esto estaba financiada por el crimen organizado, cuyos jefes pensaban que podían sacar importantes beneficios del sector, mientras que la gran mayoría se reducía al resultado natural de la rivalidad entre personajes más o menos ambiciosos con apuestas muy altas. El público casi nunca estaba al corriente de estos tejemanejes, más aficionado a seguir las noticias de sus famosos favoritos.

La prensa del corazón vivía su propio momento dulce. Periódicos y revistas cubrían los logros de las estrellas. La columna del corazón que hoy conocemos se fraguó durante los años 20 y 30, dando lugar a convenciones como las sugerencias veladas y una exposición despiadada de los sujetos retratados que sigue formando parte de esta práctica periodística (si bien limitada por el posterior desarrollo de leyes de calumnias y difamación). Los estudios pugnaban por la cobertura de sus favoritos. Algunos actores lo soportaban, incluso procurando aprovecharse de ello. Los derechos de cobertura de historias relevantes a menudo se pagaban muy caros y los acuerdos secretos eran moneda común.

El ascenso de Hitler al poder tuvo sus consecuencias en Hollywood. Algunos de los mejores talentos de Alemania y Austria habían emigrado a Estados Unidos durante los años 20, pero muchos más fueron los que lo hicieron después de 1933.

Trajeron consigo experiencia, conocimientos técnicos y perspectivas personales muy distintas a las autóctonas, y la fusión y síntesis de ideas dio lugar a dramas y comedias de perdurable éxito. Al mismo tiempo, la creciente desaprobación desde sectores conservadores de la exacerbación inmoral en el cine, dio lugar a la exigencia de mayores acciones en virtud del Código de producción cinematográfica Will Hays, por el cual los estudios cedieron toda autoridad con vistas a aplicar los estándares de la decencia. Algunas de las convenciones más extremas relativas al sexo y la violencia presentes en las películas de los años 20 desaparecieron, pero los cineastas no lo aceptaron de buen grado y siempre hubo un pulso para definir los nuevos límites de lo moralmente aceptable.

Discos
La industria discográfica casi desapareció tras la Gran Depresión. La venta de discos cayó un 95% entre 1928 y 1932 y la recuperación fue muy lenta. La radio ofrecía una variedad musical más que suficiente para muchos oyentes y no requería de sucesivas compras. Las compañías siguieron grabando nuevos discos en busca de nuevos géneros y artistas con la esperanza de hallar la clave para aumentar las ventas, pero la industria no pudo sanearse hasta el fin de la depresión.

Deportes
Los deportes y la política se unieron de forma dramática en 1936. El Comité Olímpico Internacional había asignado las ciudades anfitrionas de las Olimpiadas con antelación, y cuando Berlín fue escogida, pocos habían oído hablar aún de Hitler o los nazis. En el ínterin, no obstante, Hitler había ascendido al poder decidido a emplear las Olimpiadas como escenario de la supremacía nazi. Las instalaciones atléticas eran ciertamente impresionantes, gracias a la rienda suelta que había dado el arquitecto Albert Speer a su estilo monumental. Los resultados también fueron abrumadores, pero no del modo que Hitler hubiera deseado.

El corredor afroamericano Jesse Owens alcanzó la fama mundial por sus cuatro medallas de oro. La demostración práctica de que el Régimen nazi no era garante de seres humanos superiores contribuyó significativamente a la moral de sus adversarios durante los malos momentos de la guerra que estaba por venir.

El gran avance deportivo mundial durante los años 30 fue la tendencia a formar organizaciones profesionales. Los equipos crearon ligas, y las ligas y asociaciones profesionales acogieron torneos y competiciones anuales. Los años 30 vieron el primer Mundial de Fútbol (1930), el primer campeonato de la Liga Nacional de Fútbol Americano (1933) y el primer Masters de golf (1934).

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23/05/2021, 12:40
Director

VIAJES

En Europa y Estados Unidos el automóvil cobró vigencia después de la Gran Guerra. Gentes de todas las clases sociales conducían sus coches por las ciudades y en viajes más largos. En otros lugares, seguían siendo artículos de lujo para los más ricos o herramientas para actividades industriales o comerciales (sobre todo una creciente variedad de camiones lo bastante resistentes para funcionar en climas hostiles). El ferrocarril seguía siendo el medio de transporte por excelencia para mercancías y viajeros en trayectos largos, pero el tráfico de las autovías no cesaba de aumentar. En el estallido de la Gran Guerra, los ferrocarriles estadounidenses transportaban esencialmente todo el tráfico que se trasladase a más de una docena de kilómetros, pero durante la Gran Depresión, los coches y los camiones ya transportaban un cuarto de las mercancías y un tercio de los viajeros a escala nacional. La automoción no dejó de aumentar a pesar de la persistencia de la depresión económica.

El viaje por mar implicaba el uso de barcos. Los días de los mayores y más lujosos palacios flotantes habían pasado, pero aún quedaba mucho lujo para quien pudiera permitírselo, en convivencia con opciones mucho menos glamurosas para quienes necesitaban desplazar objetos y personas sin mayor fanfarria. Ya había vuelos intercontinentales, pero aún no era lo más común. Los aviones anfibios, como el China Clipper, tan bien representado en En busca del arca perdida, y sus primos con ruedas cruzaban el Atlántico y el Pacífico en varias etapas. Para el Atlántico, no alejándose demasiado de una costa para realizar un corto vuelo oceánico en dirección norte antes de saltar a la otra costa de nuevo hacia el sur. Para el Pacífico, empleando diversos puntos de repostaje convenientemente situados en diversas islas. Los pioneros de la aviación seguían expandiendo los límites del vuelo sostenido, pero aún faltaba bastante tiempo para los vuelos transoceánicos ininterrumpidos. La mayoría de la gente prefería cruzar las aguas en barco.

Automóviles
En 1936, los automóviles eran un elemento habitual de la vida cotidiana. Los días de atrevidos experimentos se habían acabado; el motor frontal y la carrocería cerrada se habían estandarizado y la mayoría de los modelos habían situado los controles principales en el mismo sitio. Inventos como la tracción a las cuatro ruedas surgieron en múltiples ocasiones, a veces merced a la copia, pero más a menudo gracias a descubrimientos independientes, pero aún no habían cuajado en las líneas de producción. Los días de proliferación de fabricantes también habían llegado a su fin. La consolidación comenzó en los años 20, a medida que la eficiencia de la economía de escala permitía a las grandes empresas adquirir otras más pequeñas, y se aceleró tras el crack de 1929, cuando las empresas que consiguieron mantenerse a flote devoraron los restos de rivales menos afortunados.

La penuria económica implicaba que mucha gente no pudiera permitirse comprarse un coche nuevo tan a menudo como le gustaría, por lo que los modelos más fiables de los años 20 (como el Ford A y el Austin Seven) seguían de plena vigencia. Los vehículos nuevos eran un lujo confeccionado para aquellos que habían podido preservar su riqueza o que habían conseguido acrecentarla desde el crack. Empresas como Cadillac y Bugatti centraron su atención en este reducido, pero aún viable, mercado, y la jugada les salió muy bien.

El cine y la televisión modernos muestran generalmente una variedad limitada de coches y camiones por la sencilla razón de que no se conservan vehículos bien preservados de la época, ni tampoco hay reproducciones tan buenas. Las carreteras de 1936 no contaban con la diversidad de vehículos que pueden encontrarse en la mayoría de las ciudades del siglo XXI, pero aun así no eran pocos: brillantes sedanes y deportivos compitiendo por el espacio con vehículos usados, pero bien mantenidos, diez o más años más viejos y reliquias de los años 20 o antes. Algunos camiones de 1936 tenían un aspecto bastante moderno, con una potencia tan justa que hacía que la aerodinámica adquiriese su importancia, mientras que otros eran poco más que cajas angulares que medio cubrían un motor potente, pero simple.

Fuera del mundo industrializado, la mezcolanza de automóviles resultaba aún más ecléctica. Los coches de lujo proliferan allí donde los dirigentes de naciones y colonias subdesarrolladas se reúnen, a pesar de circular por carreteras escasa o nulamente asfaltadas, dañando las suspensiones hasta el punto de convertir dichos vehículos en reliquias inmóviles. Los coches pasados, tanto nuevos como usados, de moda en los mercados estadounidense y europeo aún pueden encontrar su sitio en otra parte, dado que los diseños más simples implican un mantenimiento más sencillo.

Un coche nuevo puede costar entre varios centenares de dólares (por ejemplo, el típico modelo A o un sedán similar) y 5.000 dólares o más para los modelos de lujo. La gasolina costaba entre 15 y 17 centavos el galón, algo menos de 4 litros) durante prácticamente toda la década de los 30.

Trenes
En 1936, casi todas las ciudades importantes del mundo industrializado, y muchas ajenas a él, así como otros núcleos, como ciudades pequeñas o pueblos, proporcionaban cierta combinación de metro y tranvía. Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo un notable incremento de la construcción de autopistas, muchas de las cuales seguían los mismos trazados de los viejos tranvías, que habían llegado primero, a menudo con décadas de diferencia, y muchos vecindarios habían surgido y se habían desarrollado alrededor de sus líneas. Los patrones de desarrollo urbano que muchos ciudadanos del siglo XXI asumen que se dieron en función de las autopistas realmente se habían establecido antes. Las autopistas permitían a las personas seguir las mismas rutas, pero a mayor velocidad, y menos tenían que ver con el diseño de las zonas metropolitanas, como el infame caso de Los Ángeles, de lo que muchos creen.

La mayoría de los tranvías eran eléctricos, obteniendo la energía mediante catenarias superiores o bajo el asfalto. En algunos sitios funcionaban con gasolina u otro tipo de combustible que transportaban a bordo, pero lo cierto es que los días dorados de los tranvías autónomos se extinguieron a principios del siglo XX. Las redes de tranvía de los años 30 cubrían áreas más amplias que las actuales, extendiéndose hasta los suburbios y las poblaciones más periféricas, y con una frecuencia mayor que la mayoría de los autobuses actuales. Las principales líneas contaban con un tranvía cada pocos minutos durante prácticamente todas las horas del día.

Los trayectos costaban 10 centavos en la mayoría de las ciudades. Algunas redes de transporte público trataron de mantener la política de precios de los años 20 con 5 centavos, mientras que otras pasaron de 1 a 15 o 20. Con todo, la media más extendida son los 10 centavos.

Aviación
La edad de oro de los dirigibles fue breve, y en 1936 ya era prácticamente historia. Siempre hubo cierta preocupación por la seguridad de aquellas enormes naves llenas de hidrógeno, y a pesar de que aún quedaba un año para el desastre del Hindenburg, los que abogaban por vehículos aéreos más pesados que el aire hicieron buen uso propagandístico de cualquier traspié de los dirigibles. El helio era un sustitutivo mucho más seguro, pero la política se interpuso en su adopción definitiva. Estados Unidos era el mayor productor mundial de helio, y la administración Roosevelt no veía con buenos ojos venderlo en grandes cantidades a la empresa Zeppelin, afincada en la Alemania nazi.

Mientras, la apuesta por sistemas de vuelo más pesados que el aire iba adquiriendo preponderancia. Los pioneros más serios seguían batiendo marcas de velocidad y distancia. Hacia 1936, Howard Hughes había logrado dar la vuelta al mundo en apenas tres días. Mientras, los pilotos más atrevidos y temerarios nutrían los espectáculos y las carreras aéreas de muchos países. Los requisitos básicos para un avión no eran tan caros como para que un dedicado aspirante a piloto con medios humildes no pudiera construirse uno con tiempo, toda vez que se comercializaban modelos cada vez más sofisticados para uso recreativo y comercial. El servicio regular conectaba algunas ciudades en Norteamérica y Europa, y cada vez se abrían más rutas. Los billetes de esos vuelos costaban cientos de dólares para trayectos largos, y quedaban en gran medida circunscritos al viaje de lujo, si bien el creciente volumen de tráfico no hizo sino bajar los precios. Un viaje que costase mil dólares en 1930, apenas ascendía a cien o doscientos en el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Barcos
Los años 30 fueron una buena época para el transporte oceánico, al menos como producto de lujo. Los ricos seguían viajando incluso en plena depresión. Toda vez que los mayores aviones transoceánicos podían albergar un par de docenas de pasajeros, los transatlánticos tenían capacidad para cientos, y con mucha más comodidad. Los grandes buques del momento cruzaban el Atlántico en cuatro o cinco días, y lo hacían con regularidad. El desastre del Titanic ya era historia, y las lecciones de seguridad aprendidas de sus errores se habían convertido en uso común.

Los viajeros menos adinerados también dependían de los barcos. Inmigrantes, refugiados y hombres de negocios utilizaban barcos para transportar tanto productos como personas; los días de los aviones capaces de transportar grandes cargamentos y volúmenes de pasajeros aún estaban lejos.

Los cargamentos mayores y menos vinculados a las personas también dependían de los barcos, si bien aún no se habían inventado los enormes cargueros de contenedores que hoy conocemos. Algunas empresas británicas experimentaron con contenedores estándar en los años 30, pero no se quedaron muy impresionados por los resultados, sobre todo por los costes de construir una línea inédita de contenedores a tal propósito. Los cargueros no alcanzaron su cénit hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, cuando la demanda militar logró lo que no había conseguido la civil, dando lugar a un mercado

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23/05/2021, 12:50
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LA SITUACIÓN MUNDIAL

El mundo de 1936 vive tiempos tumultuosos. Han pasado cosas malas, y todo indica que aún habrá más problemas. Los hombres y las mujeres más reflexivos se preocupan por qué pueden hacer para cambiar la tendencia, mientras que sus vecinos más despreocupados se limitan seguir tirando.

La Gran Guerra terminó hace menos de veinte años, y prácticamente cada adulto de Occidente conoce a alguien que ha sufrido sus consecuencias. Comenzó como tantas otras guerras y luego se convirtió en un monstruo que se puso a devorar naciones. Finalizó con un bando claramente vencedor y otro que se vino abajo muy rápidamente. Al final, los pueblos de ambos bandos solo deseaban que no se produjese una tragedia similar nunca más. Los líderes de las potencias Aliadas cabalgaron la ola de la esperanza y el miedo durante las conferencias de paz de 1919 y… no funcionó. Las condiciones del tratado consistían en un batiburrillo de especulaciones idealistas, acuerdos marginales y una arrogante incomprensión de las distantes condiciones del otro. La Liga de Naciones, que había sido creada para unir al mundo como una eficaz fuerza de paz, nació lisiada y casi se desangra debido a las sucesivas heridas que le infligieron.

El problema subyacente era sencillo: es mucho más fácil afirmar que una guerra, ya sea la última o la que esté por venir, es culpa del otro que admitir que las elecciones de la propia nación tengan nada que ver con ella. El viejo orden internacional, con unos gobiernos relativamente pequeños poco activos en la vida de sus ciudadanos, ha saltado por los aires. Muy pocos arquitectos del nuevo orden, con Regímenes mucho mayores y más activos, se adelantaron a las necesidades. Fue más bien el fruto de dar respuesta a las sucesivas crisis.

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23/05/2021, 12:52
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LA COLISIÓN DE LOS "ISMOS"

En 1936, casi todo el mundo estaba de acuerdo en que el mundo tenía problemas. Las cosas habían ido mal, y no parecía que fuesen a mejorar a corto plazo. En lo que no había consenso era en definir qué había ido mal, o quiénes eran los responsables.

Capitalismo
El capitalismo, principio convencional del momento, sostenía que los Estados limitados y la economía de libre mercado eran las mejores opciones y que, si bien la depresión había sido algo malo, los esfuerzos por imponer soluciones desde fuera del mercado acabarían haciendo más daño que los intentos de enmendar desde dentro. Las opiniones sobre el nivel de intervención de los gobiernos en los asuntos sociales variaban entre los dos extremos posibles, un debate intenso y polarizado incluso sin la presión de otras ideologías.

Socialismo
En los países de tendencia liberal, especialmente en Europa y Estados Unidos, el socialismo adoptó la postura de que, cuando capitalismo y democracia chocan, la democracia ha de prevalecer. El Estado debe desempeñar un papel más activo en la sociedad, ya sea gestionando directamente las industrias y demás organizaciones estratégicas o sencillamente dictando las medidas a las organizaciones existentes. Los capitalistas conservadores solían ver al socialismo como el inevitable destino del capitalismo liberal, mientras que los liberales a menudo se veían a sí mismos como el punto de equilibrio entre los excesos socialistas y conservadores.

Comunismo
Versión práctica de la teoría marxista, el comunismo ostenta la idea de que el Estado, en su papel de campeón del pueblo, debe dirigir directamente el conjunto de la sociedad. Stalin había sucedido a Lenin tanto como líder de la Unión Soviética como paladín de la transformación del mundo en un orden comunista global, lo que daría paso a la utopía. En la práctica, los rusos y otros sometidos al dominio soviético demostraron ser difíciles de transformar, y el Régimen de Stalin se hizo cada vez más brutal en la represión del disenso. Pero también contaba con uno de los aparatos de propaganda más eficaces del mundo, de modo que las ingentes cifras de muertos y el inmenso sufrimiento apenas llegaron a conocerse en otras partes. Hasta que Stalin arruinó buena parte de su imagen aliándose con Hitler para repartirse Polonia, muchas personas desesperadas habían considerado el comunismo como un faro de esperanza en medio de la oscuridad de la Gran Depresión.

Fascismo
El fascismo también abogaba por la unificación de todos los aspectos de la sociedad bajo el mando estatal, pero con un guión bien distinto. El comunismo aseguraba ser científico y apuntar hacia el futuro, mientras que el fascismo apuntaba a liberar al auténtico pueblo de cada nación de los problemas que les aquejan, recurriendo a un glorioso pasado mítico. El entusiasmo fascista por la industria y las ciencias aplicadas lo volvió atractivo para muchos trabajadores desplazados y necesitados, que veían en él la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida toda vez que siguiesen siendo súbditos leales. Los programas militaristas alemán e italiano hicieron que pareciese que se recuperaban de la Gran Depresión de manera mucho más eficaz que la mayoría de los países capitalistas.

Además, había una serie de alternativas fugaces y menos conocidas, desde la tecnocracia hasta los esfuerzos para establecer nuevos Regímenes religiosos. La primera reacción de los estudiantes modernos al respecto es un: «Venga ya, me estás tomando el pelo». Las historias de la vida y el pensamiento popular durante la depresión darán lugar a muchas ideologías mucho más extrañas de las que los jugadores serían capaces de inventarse.

Los «ismos» en guerra: la Guerra Civil española
En julio de 1936, los contendientes por la autoridad postliberal entraron directamente en guerra. En 1931, el rey de España abdicó y se ratificó una nueva constitución como base de la Segunda República española. Una coalición de partidos, desde el republicanismo centrista hasta el socialismo, gobernó durante los siguientes cinco años. El general Francisco Franco dirigió un golpe de Estado militar después del fracaso de varias insurgencias de derechas y así la Guerra Civil española se convirtió en el banco de pruebas de diversas teorías rivales. La Alemania de Hitler proporcionó armamento y formación a las tropas Nacionales de Franco, al igual que otros simpatizantes de Europa y América. Franco contaba con el apoyo de un sector radical de la Iglesia católica debido a su oposición al secularismo y su apoyo a los privilegios del clero; toda una objeción a la implicación del catolicismo en la política para quienes veían a Franco como parte del problema y no de la solución. Con el apoyo de la Luftwaffe, la superioridad aérea desempeñó un papel mucho más importante que en cualquier conflicto previo, adelantando algunos de los elementos distintivos de la estrategia blitzkrieg que estaba por llegar.

La Unión Soviética de Stalin prestó su apoyo a las fuerzas de la República, junto con una variopinta alianza de anarquistas, revolucionarios románticos, cruzados anticlericales, liberales y socialistas de diverso pelo. Las Brigadas Abraham Lincoln reunieron defensores estadounidenses de la República y trataron de facilitarles al menos los rudimentos de un entrenamiento. Durante los tres años siguientes, las fuerzas soviéticas menoscabarían y traicionarían sistemáticamente a sus pretendidos aliados, pero casi nadie sospechaba tal cosa en 1936. Al final, la insistencia soviética en monopolizar la autoridad, y la eficacia nazi en cuestiones de mando y producción, dieron la puntilla a la República, en cuyo lugar Franco instauró un gobierno nacionalista que duraría décadas.