Partida Rol por web

-Gracias por tu apoyo, Reluë- Aunque su voz sonó irónica, incluso molesta, a pesar del potente conjuro que había lanzado el mago. Sin duda, algo había pendiente entre ambos.

Los seis lobos, lejos de amilanarse y huir, se encararon con los héroes y echaron a correr hacia las ruinas.

Ely miró al cielo como si quisiera adivinar si iba a llover, o quizás recriminarle algo a sus dioses porque murmuró: -¿Es obra de strhad, u os gusta presumir de vuestro poder?-

¡Walt, espera! ¡Sigues herido! No les encares en campo abierto. ¡En los escombros!

-Haz caso a las chicas- Jadeó corriendo detrás de ellos tan rápido como le permitía su armadura.

Si muero... decidle a mi hermano que le quiero.

-…Mejor no hagas caso a las chicas.-Se retractó - ¡Aquí no va a morir nadie!...No os lo vais a creer, pero en realidad, ¡odio la muerte!. - Aseguró con su media sonrisa.- Prefiero jugar en el bando contrario- Por que decir que estaba en el bando de la vida, habría sido una mentira demasiado obscena, incluso para la Elyzabeth. La clériga alzó su voz cargada de ironía, tan fuerte, que hasta los muertos y los que aún estaban en las cuevas, podrían haberla oído: -…NO PASA NADA, ESTAMOS BIEN, SON SOLO SEIS LOBOS CONTRA TRES MEDO MUERTOS Y UN MAGO...PERO PODÉIS SEGUIR JUGANDO A BESO O VERDAD- La clériga dejó la ironía y contempló como la daga que había invocado, seguía atacando al mismo objetivo, aunque sin acierto. -Así me gusta, discreción. - Murmuró de forma críptica.

 Liberada de dirigir su anterior conjuro, pudo lanzarse al combate y asestar un buen golpe desde la retaguardia. Ely pronunció unas palabras ininteligibles con una voz ronca, casi demoníaca, y su lanza empaló al lobo con tanta fuerza, que se escucharon los huesos quebrarse bajo el pellejo del animal.

-Buen sitio- Felicitó a Irina. –Aquí no podrán rodearnos-

Don Urik miró a Ida mientras ésta soltaba la lengua. Él no se sentía culpable, si eso es lo que aquella mujer pretendía, pero mantuvo el rostro serio e inescrutable para no darle pistas. Sus siguientes palabras fueron de mayor interés, pero obviamente no podía creerla al ciento por ciento. Dentro de las probabilidades estaba que mintiera, que dijera la verdad, o que malmetiera para enfrentarlo a sus compañeros. 

Sin haber obtenido información concluyente del todo, aunque alguna pista dejó caer la mujer, Don Urik desenvainó la espada mientras escuchaba los gritos de Elyzabeth desde afuera. - Bien, comienza el camino de tu redención, ya hablaremos de tu nueva devoción. Usa tus poderes para curarme. - y le acercó el brazo del escudo a la mujer, dispuesto a recibir curación. 

El día -que pensaba que iba a ser un aburrido trámite en espera de la noche en la que tenemos que obtener el poder del Santuario- está comenzando movidito.

Me pregunto si el ataque de esta manada es un hecho natural, una partida de caza que se ha sentido atraída por la presa espectral invocada por Ely, o si es un ataque dirigido por Strahd para no ponernos las cosas fáciles.

Y, mientras me lo pregunto, lanzo una esfera de fuego contra uno de los lobos. Me alegra ver que la avispa se ha decidido a salir de su recién construida morada y que, por su parte, también se avalanza contra uno de ellos.
 

En el interior del barracón, Ida levantó las muñecas para mostrar las ataduras.

Sabes perfectamente que esto no funciona así. Tú y yo somos meros conductores de fuerzas que están muy por encima de nosotros. Ambos necesitamos rezar a diario para renovar nuestros votos. Ni yo pude rezar anoche estando atada, ni tú dispondrás de mis sanaciones hasta que esta medianoche disponga de tiempo y libertad.

Urik quedó contrariado. La respuesta le cogió a contrapie. No era el horizonte de sucesos que le habría hecho salir al combate. El paladín siguió en el interior del barracón ante la novicia. Ambos se miraban fijamente. Y mientras, en el exterior, los demás seguían luchando...

El lobo alfa se notaba que era el alfa porque era duro de pelar. El virote disparado por Ashlyn se rompió contra el lomo de la bestia como si su pelaje fuese de acero. También esquivó el filo mágico de Elyzabeth, y el orbe de fuego que lanzó Reluë, pero las llamas quedaron flotando en el aire a la espera de volver a ser movidas con la mente. Walt e Irina atacaban con precaución (y la consiguiente falta de puntería), buscando ser un muro que parapetase el ataque más que la fuerza ofensiva que se les presuponía. Por desgracia, la espada de la hija del Burgomaestre se le escapó de las manos y cayó al suelo. Elyzabeth sí logró herir al lobo alfa con su lanza, pero notó resistencia... su pica no se clavaba demasiado bien en los lobos. Aquella situación ya la había vivido antes, ¿pero dónde?

La avispa se decidió a atacar. Bajó suavemente y su aguijón fue tapado por el pelaje espeso de su víctima, así que era difícil saber si el insecto había logrado su objetivo. Entonces los lobos se encabritaron sobre sus patas traseras para morderla. Tres de ellos lo consiguieron, pero su peso no fue suficiente para tumbar a una avispa de ese tamaño. Poco a poco, las fauces resbalaron por el caparazón quitinoso y los lobos terminaron sobre sus cuatro extremidades de nuevo.

Entonces llegó Zack, sacando tres cartas. Se notaba que estaba hecho un tahúr porque los dorsales de las cartas pertenecían a tres barajas diferentes: rojo, amarillo y verde. Lanzó las tres cartas, que ganaron altura para pasar por encima del hombro de Ashlyn para luego volver a bajar hasta pasar por debajo del kilt de Walt Wallace. Al llegar hasta el lobo alfa, los tres naipes explosionaron. El lobo alfa se desplomó en el suelo, inerte, pero hizo algo más que eso: el lobo empezó a transformarse; perdió pelaje y su hocico se acható; se encogió su cola hasta fundirse con su trasero. Cuando la metamorfosis terminó, el lobo se había vuelto elfo. Entonces recordaron su combate en el camino con los elfos licántropos, ese en el que Zack casi incendió el bosque que conformaba el hogar de estas criaturas. El rostro de Zack se arrugó.

 ¡Vienen a por mí! ¡Quieren mi pellejo! ¡Han venido a vengarse de mí!

A pesar de que normalmente Zack era una persona imperturbable, tanto que a veces se pasaba callado horas, la situación le superó. El Oscuro se separó de Reluë para entrar en el barracón. Miró a Urik, a Ida y a Lugdana, y justo después sus ojos cayeron desesperados en la trampilla del suelo y la oportunidad que le brindaba para poder seguir huyendo.

Don Urik se sintió contrariado e impotente, pero las cosas venían como venían y el sagrado cuervo proveería. - Ten fe. - se dijo a si mismo, o quizá alguna voz interior se lo dijo. 

Señaló con la espada el suelo. - Siéntate y no te muevas. - no hizo falta mirar a Lugdana para pedirle que la vigilara. - Si hace algún movimiento extraño, avisadme y vendré a acabar con ella. - aquello dejaba claro que Don Urik no se fiaba de aquella mujer, y que dependía por completo de su comportamiento el seguir con vida o no. 

Sus ojos se fijaron en Zack, que entró con prisas y asustado. - Tranquilo, ya voy. Cúbrenos desde la puerta, no les dejaré entrar. - le dijo, impertérrito.

Tras eso, sacó la poción que estaba guardando y se la tomó, saliendo después al exterior, dispuesto a ayudar a sus compañeros.

La espada de la hija del Burgomaestre se le escapó de las manos y cayó al suelo

-¿Irina, necesitas un arma?-

Cuando el lobo se transformó en elfo, Ely comprendió porqué resultaban tan duros de matar.

-No hay sueños imposibles, ni crimen invisible - Rezó mirando al lanzador de cartas. Ely aprestó su lanza para un nuevo ataque, pero entonces el tahúr se batió en retirada. La joven no salía de su asombro: -¡Será…!- La rabia…y cinco licántropos enfurecidos, le impidieron terminar la frase.

Irina y Walt no tenían muchas oportunidades de herir a aquellos seres con sus armas, y Ashlyn se quedarían sin proyectiles alquímicos mucho antes de causar serios daños. La clériga se apresuró lanzar un conjuro inscrito en uno de sus preciados pergaminos y ordenó a su arma espiritual que continuase el combate contra el siguiente lobo.

Sus ojos se cruzaron con los de Reluë. La ironía y el reproche habían desaparecido de su mirada ambarina. –Cuidado- Alcanzó a decir al semielfo, consciente de que la balanza se tornaba peligrosamente en su contra una vez más.

-¡Maldito seas Zack, si muere uno de los nuestros por tu culpa, no te lo perdonaré!- Bufó apretando los dientes y enfrentándose a los lobos.

Ya con la espada es el momento de vengar la muerte de las monturas. Del ciervo, de la araña, de todos esos seres que se hayan visto atrapados en este plano.

Me lanzo al combate, dispuesta a acabar con nuestros enemigos.

- Pe-pero... ¡Zack! -me quedo atónito y desconcertado al verle huir depavorido, preguntándome si, siendo tan pocos efectivos, no sería mejor hacer como ha hecho el mago de la chistera y buscar ponernos a cubierto. Por cierto, hablando de pocos efectivos... - ¿Se puede saber qué estará haciendo el Caballero del Cuervo? -pregunto al cruzar mi mirada con la de Ely; me alivia ver que en sus ojos parece haber desaparecido el resquemor.

Aún con la duda de si es realmente sensato quedarse aquí en pie a resistir la acometida, empuño la varita y suelto una ráfaga mientras veo a la avispa vacilar en sus ataques; como consuelo, espero que al menos sirva de distracción a los elfos licántropos y que la esfera de fuego pille esta vez desprevenido a alguno de ellos.

Tranquila, Elyzabeth. No tengo mi espada, pero tengo mi escudo. ¡YEEAAAH!

Irina dió un poderoso golpe con su escudo a uno de los lobos, pero al no ser un arma de plata no consiguió herir al licántropo en otra cosa que no fuese su orgullo. Y hablando de escudos... Cuando Elyzabeth se pone a buscar un pergamino de escudo en su portapergaminos, no lo da encontrado.

La daga espiritual de Elyzabeth y la varita de Reluë logran derribar a un nuevo enemigo cada una. Esta vez los lobos no se transforman en elfos, bien porque sean lobos normales, bien porque no han perdido suficiente sangre como para morir. El orbe de fuego del semielfo es una vez más esquivado.

La espada de Ashlyn no logra clavarse en su pelaje, y la de Walterly no logra acertar. La avispa tampoco puede hacer nada por superar la regeneración de los licántropos, pero recibe dos nuevos mordiscos.

Entonces salió al patio, al fin, Urik. El héroe. Su capa se agitaba al viento, pero su melena se mantenía fija por el poder de su determinación. Estaba más sano que la última vez que lo vieron, no sabían si porque la brujita Ida le había curado o porque el paladín había gastado sus propios recursos.

Quedaban tres lobos...

- ¿Se puede saber qué estará haciendo el Caballero del Cuervo? –

Ely tenía las manos ocupadas para hacer el gesto que tenía en mente, pero su sonrisa traviesa fue muy explícita.

Al ver salir al paladín tan espléndido, no pudo evitar lanzar un dardo al tímido semielfo: –Al menos alguien aprovechó su oportunidad-

-…Ya ajustaremos cuentas con Zack- Bufó con un humor bien distinto. Por suerte su estocada y la varita de Reluë dejaron a dos de los lobos moribundos y recuperó el optimismo.

La daga espiritual continuó apuñalando sin piedad a uno de los feroces licántropos mientras su lanza acosaba a la otra. La escuálida muchacha hizo gala de una fuerza sobrehumana, destrozando uno de los licántropos y salpicando todo de sangre.

-Como dijo un sabio: …Vuelve a haber carne en el menú- Bromeó con una sonrisa sádica manchada de sangre. Su expresión resultaba escalofriante, incluso para los estándares de la joven.

-Siento que mi diosa está conmigo- Susurró como en éxtasis.

Sigo peleando contra los lobos, en este caso encarando al que no ataca ely. Tenemos que acabar con ellis, tengo que acabar con ellos.

Lanzo dos estocadas, pero el lobo se mueve ágilmente esquivando el segundo golpe.

Comprendo la insinuación que hace Ely acerca de los motivos que han retenido al paladín dentro del barracón, pero no puedo creer que sea así; más bien sospecho que la causa de su retraso haya sido otra. También entiendo la indirecta que aprovecha para lanzarme y, ante eso, no puedo por más que tragar saliva, hacer ver que no me doy por enterado, y pensar para mis adentros que, en el fondo, tiene toda la razón.

La pelea con los lobos no se detiene así que continuo centrado en ella, intentando que mi esfera flamígera y mis disparos ayuden a acabarlos de rematar. La avispa, por su parte, sigue recibiendo el acoso de las fieras, sin ser capaz hasta el momento de aguijonear a ninguna de ellas.

El paladín del cuervo salió al exterior mientras una ráfaga de viento levantaba su capa e, inconscientemente, ponía pose de héroe rescatador de cuentos y leyendas. Pásandose una mano por el flequillo miró al campo de batalla, y éste le devolvió la mirada con ardor.

Ignorando tal mirada y centrándose en lo que sucedía en él, pues todo el mundo sabe que si miras a un campo de batalla, éste te puede devolver la mirada y no te va a gustar lo que vas a ver, se fijó que los elfos-licántropos-lobos estaban atacando a sus compañeros, aunque no sabía exactamente la razón, pero daba igual.

Nadie atacaba a sus compañeros en su presencia. Puede que mientras él no estuviera, eso sí, pero cuando él estaba, ya no eran ataques a sus compañeros, eran técnicas dilatatorias de combate para evitar el cuerpo a cuerpo con Don Urik.

Avanzando a grandes pasos, desenvainó su espada mágica de plata, especial para éstos casos, y en los últimos metros cargó contra uno de los lobos, buscando ayudar a Ashlyn y al Señor W.
 

La hoja fantasmal conjurada por Elyzabeth se hundió en uno de los lobos, haciendo que se desplomase sobre un charco de su propia sangre. Otro de los lobos cayó por los proyectiles de Reluë (con un poco de ayuda de la poderosa lanza de Elyzabeth). Pero el tercer lobo era el más pertinaz. Esquivó el aguijón del avispón, la esfera flamígera del semielfo, la espada de Urik... Y aunque Ashlyn logró hundir su arma en la bestia, al retirar su filo de acero las heridas se cerraron como arte de magia.

El lobo abrió sus fauces una vez más...

Su última víctima no fue la maltrecha avispa, sino que dió un requiebro fiero y se revolvió para morder la mano de Irina Kolyana. La noble quedó en estado de shock. Todos lo hicieron. Según las leyendas, la licantropía solo necesitaba de un mordisco para ser contagiada a otro humanoide.

¡NOOOOOOOO! ¡ASHLYN!

Walt no era capaz de distinguir a las tres pelirrojas desde que dos de ellas se tiñeron para ocultar a la verdadera. Se tomó las heridas de Irina como si acabase de perder a su querida Ashlyn. El tepestaní saltó con la espada en alto y la hundió en la cruz del último monstruo que quedaba en pie. Y al contrario que la espada de Ashlyn, la de Walt sí era de plata...

Quedó entre los cascotes de las ruinas el cadáver del elfo, más cinco lobos moribundos que se desangrarían pronto y que no revelarían su auténtica forma hasta que la muerte les alcanzase. La avispa gigante tomó uno de esos lobos entre sus patas y alzó un corto vuelo hasta el orificio de su nido. Introdujo al lobo en el interior y se metió tras él para saborear a la presa que con tanto esmero había intentado cazar. Tras esa imagen, los lobos que acompañaban al elfo muerto eran cuatro. Si nadie lo remediaba, morirían también.

Pero todas las miradas seguían puestas en Irina y la marca de dientes en el dorso de su mano...

Por las barbas de Belenus, te pondrás bien. Solo ha sido un rasguño. No voy a perderte. Eres una luchadora, no sucumbirás a la licantropía. Yo... no es justo. Tú no. No es justo...

Walt cogió la mano de Irina aún pensando que se trataba de Ashlyn. Irina seguía sin reaccionar, abrumada por la posibilidad de convertirse en un malvado y peludo lobo pelirrojo que perdiese la razón.

Todos, salvo el de Tepest, se quedaron mudos cuando el licántropo hirió a Irina.

Ely se enjuagó la sangre de la cara y se apartó el pelo para poder ver la herida. Su silencio no auguraba nada bueno. Tras un momento de duda, reaccionó con rapidez, tomando el cinturón que llevaba colgando a un lado de la cadera y se lo tendió a Reluë*. –Rápido, déjame tu cinturón. Aunque no le queden cargas, aún puede ayudarme a averiguar a qué nos enfrentamos- Le apresuró.

La clériga examinó la herida de Irina con el ceño fruncido, acercó la nariz y finalmente, con mucha cautela, la tocó con la punta de la lengua. Los métodos de Ely eran cuanto menos… perturbadores, pero antes de que nadie manifestara sus objeciones, la joven miró al cielo:

-¿Cuánto diríais que falta para la próxima luna llena?- Preguntó como si fuera la pregunta más normal del mundo.

La joven acarició el cabello pelirrojo de la auténtica Irina y sonrió: -Tu no te agobies, esta noche prepararé todos los conjuros que fueran necesarios- A Ely no le resultaba tan fácil cerrar heridas como antes, pero no había perdido mano con las maldiciones.

-¿Qué tal con Ida?- Preguntó a Don Urik mientras vendaba la mano de Irina. Ely conocía la respuesta, pero quería oírla de boca del paladín y enfilar así los siguientes retos.

-Eso es todo por hoy- Dijo al terminar el vendaje. -Ahora vamos a preparar el mañana – Sonrió de esa forma que inquietaba a todos. La muchacha señaló el cinturón que le había ofrecido a Reluë –Yo lo quemaría esta noche como ofrenda para el segundo ritual. Mañana pasaríamos por el pueblo a pertrecharnos y buscar una cura para Irina, si es que muestra síntomas y yo no soy capaz de curarla con mi conjuro. Después podríamos continuar hacia el tercer santuario- Después se volvió hacia los lobos abatidos poniendo los brazos en jarras y guardó silencio. No es que no supiese lo que hacer con ellos, sino como decirlo, así que se abalanzó sin más sobre el más cercano y haciendo gala de una extraña fuerza, lo arrastró hacia la parte trasera de la ruinosa cocina del monasterio. –Nada de manzanas. Hoy tocan chuletas- Sonrió.

La joven lanzó una mirada desafiante al nido de la avispa, como si el insecto le hubiera robado un tesoro. -Bien pensado, me los bajaré a la cueva- Se dispuso a trasegar uno a uno al resto de los lobos y al elfo como una hormiguita preparándose para el frío invierno.

Ni mi espada hace nada a los lobos, está claro que son licántropos. No hay otra explicación.

El lobo, el único que queda que no agoniza, se gura y ataca a Irina. Observo con horror el mordisco en su mano, sin apenas poder reaccionar.

Quien sí reacciona es Walt, que acaba fácilmente con el lobo que queda, aunque parece pensar que este me ha herido a mi.

Me coloco detrás de él y carraspeo un poco. Eh... Walt... Ashlyn soy yo, a la que hirió el licántropo fue a Irina.

Entonces observo con horror lo que se propone hacer Ely. ¡¡Pero qué se supone que estás haciendo!! grito, horrorizada. Esos son licántropos, elfos, si aún no se han transformado es porque no están totalmente muertos. ¡¿Quieres comer elfo?!

Su golpe falló y aunque los lobos fueron reducidos con rapidez, no pudieron evitar que Irina fuera mordida por uno de aquellos licántropos.

Se mordió el labio por dentro, maldiciéndose por no haber sido lo suficientemente rápido para acabar con aquellas alimañas e impedir aquella desgracia.

- ¿Será lo suficientemente fuerte como para superar la maldición de la que hablan? - pensó el caballero, sin llegar a envainar la espada. Él tenía de su parte su fe y el poder que el Sagrado Cuervo le otorgaba, pero otros no tenían ésa templanza y fuerza de carácter para haber entrado en servicio de un poder que les protegiera con sus dones y tenían que lidiar solos contra todo. En cierta forma, Don Urik sentía cierta empatía por aquella mujer que había pasado tantas vicisitudes en solitario, siendo acosada por las noches en su alcoba por un no-muerto poderoso y señor de unas tierras, con múltiples poderes a su disposición. Si existieran asociaciones pro-feministas, Stradh sería un pira humeante...por suerte para él, no existían.

¿Cuánto diríais que falta para la próxima luna llena?

- Lo desconozco, Beth. - fue la lacónica respuesta del caballero. Decidió ignorar su siguiente pregunta pues aún no sabía como encarar aquello. Necesitaba unos momentos más para ordenar sus pensamientos. - Pero espero que no contraiga esa maldición. - añadió a modo de solidarizarse con Irina.

Se acercó a los lobos y se puso a rezar por sus almas, pretendiendo darles la paz del cuervo atravesándolos con la espada de plata que llevaba, cuando Elyzabeth se puso a arrastrarlos sin aparente esfuerzo hacia la casa. Don Urik alzó las cejas sorprendido y poco a poco cada vez más indignado.

Ashlyn estalló con rapidez, expresando en voz alta algunas de las preguntas que rondaban por la cabeza del Paladín y Caballero. Don Urik cruzó una mirada de entendimiento con Ashlyn, mientras hacía un gesto hacia la clériga.*

- Beth, tenemos que hablar, deja eso, por favor. - le dijo a la extravagante mujer. - ¿Cómo crees tú que me ha ido con Ida? ¿Qué crees que me ha dicho, y qué debería haberme dicho? - mientras le preguntaba aquello, se acercó a los cuerpos caídos, que estaban al lado de la clériga.

El Paladín mantuvo la espada de plata en sus manos, dispuesto a atravesar con ella los cuerpos de los lobos moribundos.**

La fortuna era como una mujer, estaba claro. Era la mismísima Wee-Jas, sonriendo a Elyzabeth. El resultado del exámen médico a Irina fue provechoso. Estaba bastante segura de que Irina no había sido infectada, pero eso lo demás no tendrían porqué saberlo, ¿verdad?

En la mente de Elyzabeth empezó a vislumbrarse lo provechoso de hacer creer a los demás que Irina sí iba a convertirse en loba. Podría elevarse como salvadora homeopática capaz de curar a la noble... Podría frustrar los planes de Strahd por hacerse con Irina, aconsejando que la muchacha tomase una dosis letal de belladona (planta capaz de curar la licantropía y/o matar al paciente en la misma toma)... Podría jugar con los tiempos para ganar influencia, y lo único que tenía que hacer era no salvar a Irina de la maldición hasta el día justo anterior a la luna llena...