Partida Rol por web

Expreso a Greenfield

Escena de juego - El Expreso

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27/09/2018, 22:16
Revisor de entrada

Al abrir la puerta encontraste a todas las personas que habías visto un rato antes en el brunch. Debía ser ahora mediodía, pero todas estaban allí agolpadas intentando saber qué pasaba: las monjas, los hombres de negocios, el cura, ¡todos! En medio de todos ellos, y como autor de la llamada en la puerta del camarote, se encontraba el revisor con su característico uniforme y sombrero.

¡¡Santo Dios!! -dijo al ver los cuerpos del mozo y de Power yacientes en la cama y el suelo del compartimento-. Luego te miró a tí. ¡Usted! ¡Los ha matado! ¡¡Y ese monstruoooo!!! -¡¡decía al ver el cuerpo del reptiliano inerte!!

¡¡¡Aaaaaaahhhh!!! -los pasajeros del expreso comenzaron a gritar y a huir. Algunos se encerraban en sus camarotes y otros se marcharon al otro vagón. Todos creían que eras alguna especie de delincuente, un ladrón o un asesino, tal vez. El revisor se te quedó mirando.

¡No se mueva! -con la mano hacia delante, abierta-. He de avisar al maquinista. ¡No se mueva o le arreo un buen mamporro! -decía amenazándote-. Y es que él también creía que habías matado a aquellos dos. Acto seguido desapareció corriendo, y fue a cumplir lo que había dicho.

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29/09/2018, 14:21
Benjamín Dawson

Señor no. No soy ningún asesino...so...solo me estaba defendiento. Estos dos tipos...-intetaba contar lo ocurrido a aquel revisor pero estaba tan alterado que no escuchaba. Entonces se fue a avisar al maquinista. Benjamin sabía que jamás le creerían y no estaba por la labor de cargar con un crimen que no había cometido. Pues o mataba a esos dos (mozo y lagarto) o le mataban a él. Además tenía prueba suficientes de que se traían algo turbio entre manos, la desaparición de Williams, la piedra....Benjamin no iba a permitir que le cogieran. Entonces miró por la ventana y sin pensarlo se metió por ella. Con la piedra aún en su chaqueta y la pistola fue garrandose fuerte a los recobecos del tren, para guardar el equilibrio y así dar un salto hasta el suelo. La altura no era mucha, podía hacerlo, solo tenía que mantener la calma.

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29/09/2018, 21:22
Director

Notas de juego

Sí, has puesto "garrandose" (leído con acento en la sílaba "do").

Haz una tirada referente a saltar/guardar el equilibrio/caer bien en el suelo, etc. No puedes añadir dados, asique lanza 1d6 y que Dios nos coja confesaos.

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30/09/2018, 15:06
Benjamín Dawson
- Tiradas (1)

Notas de juego

jajaj vale, allá voy

Tirada para saltar

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30/09/2018, 20:21
Director

Benjamin Dawson estaba sujeto con sus manos en los hierros exteriores del expreso, sujetando con fuerza una barandilla sobre la ventanilla del camarote. Veía el paisaje pasar muy rápidamente, y el frío del exterior que sentía al golpearle el viento en el cuerpo era evidente. No podría aguantar mucho más tiempo en aquella situación.

Entonces oistes unas voces dentro del camarote. Era el revisor, que había regresado con dos tipos más (seguramente otros trabajadores del expreso). Los tres entraron en el camarote, vieron la cruenta escena, y uno de ellos se acercó a la ventanilla. No sabías si estaba tan loco como tú; tan loco como para salir de aquel transporte en marcha y, tal vez, lanzarse hacia abajo. Pero es lo que tu te proponías. Al menos no podrían atraparte, saber de tus verdaderas intenciones ni de tu misión de espía en la industria farmacéutica.

Cuando quisiste mirar hacia atrás, te diste cuenta que cruzábais una montaña, en una especie de cordillera o sierra llena de vegetación. Además, de manera inminente, la entrada de un túnel se hacía cada vez más y más grande, y el expresso se dirigía hacia él. Justo antes de atravesarlo, te arrimaste a los barrotes todo lo que pudiste, y la luz desapareció. Instantes después, saliste por el otro lado, volviendo a vislumbrar la sierra.

Cuando viste un claro que se acercaba (una especie de explanada sin muchos árboles junto a la vía), te soltaste hacia atrás, haciéndote caer de espaldas. Viste al tipo de la ventanilla del camarote ver tu caída...

Entonces comenzaste a rodar junto a la vía, en un pequeño desnivel que el terreno configuraba. Tu traje quedó hecho trizas, tu maleta de pega quedó en el tren y tu pistola voló a algún lugar de la montaña. La caída fue estrepitosa. Tras varios cortes en el rostro y las manos, tu cuerpo golpeó el suelo lleno de piedras y musgo. Al menos estabas vivo. Te costó levantarte un poco, y tras ver tu estado notaste que no te habías roto nada... ¡menuda suerte!

Eso sí, tras palparte el bolsillo interior de tu chaqueta... no encontraste la piedra-corazón. Se te debió haber caído al lanzarte del expresso abajo. Aun recordabas su latido, y aunque miraste en derredor por el terreno, no encontraste ni rastro de él. Finalmente, viste alejarse al expresso en la lejanía de la montaña, haciéndose cada vez más y más pequeño. Tú estabas en medio de la montaña y por suerte, viste un pequeño valle en el sur donde se divisaba una población. Habías salvado la vida y, al menos podrías retomar pronto tu viaje a Greenfield.

Notas de juego

Haz un último post con Benjamin como despedida. Se ha salvado de la caída sin un rasguño y has de hacer una última intervención.

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01/10/2018, 16:12
Benjamín Dawson

Benjamin miraba al pequeño pueblo con gesto tranquilo aunque dolorido por las heridas causadas al tirarse del tren. No llevaba nada consigo ni siquiera la piedra, ni tampoco su arma. Su única esperanza era que en el pueblo del valle alguien le ayudase, le dejará ropa limpia, pues la suya estaba totalmente destrozada por la caída, y algo de dinero para seguir su viaje hasta Greenville. Pero en eso ahora no pensaba demasiado. Estaba vivo, había salido de aquel tren vivo y había saltado con éxito desde la ventana...por fin podía respirar tranquilo, quizás los maquinistas dieran el aviso de que el asesino del expreso se ha escapado...o quizás no, tienen un lagarto muerto en el camarote, igual son los primeros interesados en que no se descubra nada. En esos momentos le daba igual, estaba tan aliviado. No utilizaría ya más su nombre de espía, al menos no en ese pueblito del valle, allí sería Edward Taylor...

Pero había una cosa que si le pertubaba la mente- Que era la piedra, y el lagarto...que ha pasado con Williams- Pensaba mientra caminaba hacia el pueblo de la montaña

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01/10/2018, 22:40
Director

A Benjamin Dawson, o mejor dicho Edward Taylor, le quedaba aún una jornada para llegar a aquel pueblo de montaña, en el que esperaba reponerse en todos los sentidos para terminar con éxito la misión encomendada. Nadie le hubiera dicho que la tapadera de la industria farmacéutica de la doctora Alice Brown iba a ser el menor de sus problemas...

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01/10/2018, 22:40
Director

Epílogo: El último testigo

En Septiembre de ese mismo año, los profesores de arqueología de la universidad de Massachussets, Owen McMurdoc y Henry O’Connors empezaron la exploración de las cuevas de Cheimsville, pueblecido en el condado de Lincolnshire, al norte de Londres. La excavación de los arqueólogos americanos había sido posible dado que la universidad de Massachusset había desembolsado al gobierno inglés un gran suma de dinero. El informe de petición al gobierno de Gran Bretaña describía la posibilidad de encontrar unos restos funerarios muy parecidos a los de Stonehenge, un conjunto de cromlechs similares con la diferencia de que, según el estudio oficial de los dos arqueólogos, podrían estar en unas extrañas y profundas cuevas del lugar. Sin embargo, las intenciones de la excavación era muy diferentes (y totalmente secretas). Por su parte, las gentes del Cheimsville estaban consternadas, pues mostraban oposición declarada por excavar en sus jardines y tierras. Sólo algunos de ellos, según el sondeo inicial de los estudiosos, murmuraban sobre viejas leyendas y supersticiones del subsuelo de aquella zona...

Acompañaba a la expedición americana el diletante de Carolina del Norte William Purcell. Él, al igual que McMurdoc y O'Connors, sabía toda la verdad: buscaban restos de hombres primitivos alejados de la cadena del Homo Sapiens; buscaban la colonia oculta, descrita en algunas leyendas amerindias, de los Hombres-Serpientes. Los Hombres-Serpientes florecieron en la Prehistoria, antes de los dinosaurios. Construyeron ciudades de basalto negro y libraron grandes batallas, todo ello en era Pérmica o antes aún. Se les tenía por grandes hechiceros y científicos que dedicaban gran energía a la convocatoria de grandes demonios, y a la elaboración de potentes venenos. Quien conocía su historia creyó que se extinguieron hace muchísimos años, pero las leyendas sobre los mismos aún perduran en muchos lugares del mundo.

Lo que ocurrió en las profundas grutas excavadas en Cheimsville fue un misterio para mucha gente. La pequeña expedición, tras muchos días de búsqueda, dieron con un pasadizo secreto y aparentemente inaccesible. Se trataba de una cámara por la que se accedía aun lugar aún mucho más grande, como a un hueco bajo la tierra tan grande que podía albergar una pequeña población: un poblado-colonia de Hombres serpiente. Tras ser despertados estos seres antropomórficos, toda la expedición murió a causa de su ira excepto dos hombres, los cuáles consiguieron escapar: el arqueólogo Henry O'Connor y el diletante William Purcell.

Este último, consiguió llevarse en secreto algo que encontró en aquel poblado del subsuelo, y era una extraña piedra de color rojizo del tamaño de un huevo de paloma, que arrancó de un turbador ídolo de piedra. (Una estatua de Yig, el padre de las Serpientes). Dicha piedra tenía, seguramente, propiedades mágicas. Al borde de la locura por la experiencia sufrida y totalmente paranoico, William sólo se preocupó en huir, alejarse lo más lejos posible del asunto. Sabiendo de la importancia de la piedra y de que los Hombres-Serpiente iban tras sus pasos, se refugió en Londres, lugar urbano donde podría ocultarse y pasar desapercibido durante un tiempo. Tras las constantes pesadillas nocturnas sufridas durante meses, encontró el paradero del otro superviviente, Henry O'Connors, y decidió escribirle y contarle acerca de la piedra que robó en aquella ciudad del subsuelo. Cuando tuvo la certeza de que alguien le seguía en Londres, tomó el primer expresso que pudo (hacia Greenville), pero dos Hombres-Serpientes dieron con su paradero. Convenientemente “disfrazados” de hombres, uno de ellos adoptó la personalidad del mozo del tren, y el otro la de Robert Power, un representante de paños.

Ambos seres, ocultos en pieles humanas, subieron al expreso y urdieron un plan aparentemente perfecto: mientras Robert Power distraía a Dawson, un espía "que pasaba por allí", el mozo del tren entró momentos antes del brunch en el camarote de Purcel, lanzando en el compartimento del blasfemo una serpiente sagrada de Yig, el dios Serpiente. Los gritos de William fueron ahogados por los aullidos del tren al pasar por un túnel. Una vez William acabó convertido "en fiambre", el mozo desapareció de la escena, justo después de arrojar su cuerpo por la ventana y registrar el compartimento en busca de la piedra sagrada. Sin embargo, Purcell la había escondido en un agujero hecho en las páginas centrales de un libro. El mozo-serpiente, para mantener una coartada, decidió preparar rápidamente la cama del investigador y llevarse las maletas al armario del camarote de Power, su compañero.