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Fábula de Umbris

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16/03/2021, 10:56
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Sólo para el director

y al instante, con timidez y temor, Ángel e Inés le revelan la jugarreta, a lo que el hombre, Don Pedro, fuera de sí, arremete con furia contra el mozo.

- ¡Por Dios se lo pido! ¡Por Dios se lo pido! - Ruega Ángel, anteponiendo sus manos como barrera defensiva. - No me tome por mala gente.

- ¡Padre! - Grita Inés. - ¡Pare, padre!

Hasta el Diablo sabe que una hija es una hija, y tanto puede acelerar como detener el corazón de cualquier hombre. Así es como Don Pedro logra calmar su ira, y escuchar lo que su Inés tiene que decirle.

- ¡Es el hombre que amo! - Dice ella, ya incapaz de esconder lo que no se puede esconder. - Padre, si no accede de buen grado, le entregaré mi virgo, y ya veremos entonces quién me acepta como mujer, rota como estaré.

Don Pedro no sabe cómo reaccionar. En su interior, donde ya no ha lugar a enfermedad ninguna, por lo que Fidela se queda sin enfermo, luchan las emociones. Las riñas, dimes y diretes se calman todavía más cuando Don Pedro, saliendo del camastro, ve que no tiene elección, y que Ángel, buen mozo, ha llevado las cuentas del negocio sin tomar nada para sí. Tomando aquello como bendición, la pareja respira tranquila.

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23/03/2021, 09:59
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Sólo para el director

Dispuestos a ir a la torre indicada para que el negocio no quede cojo, puesto que la mitad queda por hacer. Ya tienen los viajeros la fuente de de la que manaba la historia de fantasmas, pero los rústicos, de natural desconfiados, quieren hechos que avalen las palabras. Si pasan la noche al raso, el día siguiente amanecerá con risas de los de Bullas por sus tontas supersticiones, maese Manuel podrá contratar sus jornaleros, y la bolsa de dineros que se llevarán de buen gusto los nuestros viajeros.

Los viajeros llegan a las ruinas de la torre a media tarde. Tiempo más que suficiente para aposentarse buscándose buen acomodo. Aún quedan algunos techos que no se han venido abajo, y la mayoría de ellos en peores sitios se han visto.