Partida Rol por web

La emboscada que temíamos que pudiese llegar a ocurrir se había convertido, durante la noche, en una realidad, y había llegado el momento de luchar.

Sobresaltada por el grito del joven trovador, me incorporo tan rápido como me es posible, y, tras desenvainar mi arma, me dispongo a vender cara mi vida.

- Venid aquí, perros - susurro, mientras afianzo los pies, y, adoptando una posición defensiva, me dispongo a esperar el ataque de los asaltantes.

Con ganas había cogido el lecho pues la noche anterior poco había dormido y la fatiga del camino hizo que mi estera pareciese un colchón relleno de plumas de oca. 

Más casi no tuve tiempo de disfrutarlo y, como era de esperar el enemigo atacó. El joven Munio gritó con fuerza para dar el aviso del ataque. De un salto incorpóreme y antes de saber por dónde venía el enemigo ya tenía la espada en mi mano dispuesta a cortar o ensartar a cualquiera que osara medirse a mí.

- ¡Bellacos hijos de mil cerdos! ¡Despertarnos a media noche! ¡Qué atrevimiento! - gritó Munio a la vez que desenvainaba y se ponía a la defensiva para contar bien a los atacantes. 

Los bandidos se echan sobre vosotros, pero el grito de aviso de Munio os ha dado tiempo a reaccionar y desenvainar las armas. Cada uno de vosotros tiene encima a dos asaltantes. Martín se deshace del primero con un tajo de su bracamante en el estómago del primer bandido. El compañero del caido contraataca con furia, pero su primer ataque va demasiado alto y falla, y el segundo es parado por Martín con facilidad.

Los dos asaltantes que estában con Munio le atacan, el primero falla, el segundo acierta en el brazo de Munio pero la loriga amortigua la mayor parte del golpe, pero Munio al sentir el dolor a soltado la espada, el otro asaltante intenta aprovechar la oportunidad pero falla miserablemente.

El ataque contra Serena es inútil por parte del primero de los bandidos pues la pirata esquiva los golpes con facilidad, el segundo lanza dos puñaladas precisas, y aunque la primera la para Serena, la segunda le impacta en el pecho, por suerte lleva el gambesón reforzado que amortigua bastante el daño.

El asalto a Erón es más sangriento, impactan los dos asaltantesw, y Erón solo logra parar al primero. Recibiendo una fuerte cuchillada en pleno pecho, insuficiente para tumbar al cazador, pero sí bastante dolorosa

Los asaltantes que se echan sobre Alonso parecen los mejores guerreros, el primer ataque falla, el segundo impacta pero lo para el caballero. El tercero es un buenísimo ataque pero Alonso logra pararlo aunque pierde la espada en el intento, Y el último ataque entra directo a la cabeza, amortiguado por la celada, pero sumamente doloroso.

El moro sonrió al ver caer a uno de sus enemigos. Los desgraciados habían perdido su ventaja.

-¡Aguanten!- Gritó buscando animar a sus compañeros a los que apenas percibía por el rabillo de sus ojos. Cualquier distracción podía ser fatal, únicamente quedaba confiar en sus compañeros y en su visión periférica. Rápidamente se revolvió contra el siguiente enarbolando el bracamante.

Erón se llevó la mano al pecho ensangrentado y seguidamente la deslizó hasta la empuñadura del hacha, para agarrarla fuertemente con ambas. 

-Si voy al inferno, pels meus muertos que os vendréis conmigo-murmuró con rabia.

Tan pronto terminó de pronunciar estas palabras descargó el arma contra sendos oponentes.

- ¡Redios! - grita Munio al recibir el golpe - ¡Ya has ganado mi atención! ¡Ni se te pase por la cabeza volver a tocarme!

Rápidamente se lanza a recoger su espada para atacar a quien le hirió a continuación, 

El ataque de uno de los desharrapados había conseguido alcanzarme, aunque sólo había conseguido hacerme un pequeño rasguño. Ahora había llegado el momento de contraatacar.

Asiendo firmemente mi arma, lanzo sendas estocadas a mis enemigos.

Intenté defenderme como pude de los dos hideputas que se abalanzaron sobre mí, mas uno de ellos logró golpear con fuerza mi espada y arrebarla de mi mano. El otro golpe me dió en la testa y dejome un tanto atolondrado.

Con presteza aclaré las mias ideas de la cabeza y recogí del suelo mi espada. Una vez que la tuve en la mano lancé un ataque sobre el malnacido que tenía más cerca.

Martín lanza dos estocadas contra su único oponente pero no logra alcanzar más que el aire.

Munio se lanza a por su espada y con ella en la mano suelta un mandoble a la pierna de su enemigo, este renqueante sigue en pie y dispuesto para atacarle.

Serena falla el primer ataque contra el desharrapado que tiene enfrente, pero al que la intenta flanquear le suelta un tajo que le arranca la cabeza.

Erón está hecho una furia y lanza dos hachazos a sendos oponentes, el primero acierta en el pecho dejando a su adversario con las costillas rotas e inconsciente. El segundo golpe de hacha cae en la pierna izquierda de su asaltante dejándole tocado.

Alonso recupera su espada y lanza una estocada al pecho de su oponente, pero falla y su espada se queda clavada en uno de los carros.

Los desharrapados lanzan su ataque, Martín se libra por los pelos, Munio se lleva dos cuchilladas en el pecho y en el vientre, pero la loriga de mallas para la mayor parte del ataque. A Serena no logran impactarla, la pirata es demasiado rápida para ellos. Erón sufre peor suerte y es alcanzado en la pierna izquierda. A Alonso le clavan tres cuchilladas, todas repelidas por la loriga de mallas, menos una que le hace un poco de daño, pero nada que el guerrero no sea capaz de soportar.

Véis que algunos desharrapados se dedican a llevarse a los caidos, los otros están dando cuenta de los mercaderes que luchan como pueden para salvar sus vidas. Los animales de las carretas han huido espantados por la lucha.

-¡Pardiez hideputas!- Insistió en sus insultos al tiempo que volvía  a cargar contra su oponente. La ausencia de armadura le daba una ligereza que le permitía avanzar y retroceder más rápido con puñaladas. El bracamante suplicaba más sangre.

Erón soltó una carcajada con una mueca de rabia. Al hacerlo, de su boca salieron disparados perdigones de saliva y sangre. Aunque estaba tan metido en el combate que casi parecía ignorar la nueva herida en la pierna, esto no pasaba desapercibido para su cuerpo, que ya comenzaba a resentirse. No obstante, el cazador estaba decidido a seguir dando buena cuenta de los asaltantes.

El primero de mis adversarios había ya caido tras un certero impacto de mi arma. Era el momento de abatir al segundo, para así poder quedar libre de la amenaza que aquellos hombres representaban.

Avanzando ligeramente, lanzo dos ataques directos contra el desharrapado, esperando acabar rápidamente con su miserable vida.

- ¡Yeeeeee! - gritó Munio al recibir el golpe en el vientre - ¿Así pinchas? ¿Qué eres? ¿Carnicero? ¿De manteca será no? - se burlaba de su atacante al tiempo que le intentaba devolver los golpes con más ventura.