Partida Rol por web

Erón pensó en qué tipo de criatura dejaría un rastro como ese. Lo que sí tenía claro es que, fuera lo que fuese, si babeaba seguramente también sangraría. Tensó el arco y lo mantuvo preparado mientras seguía el rastro de babas en el suelo.

Avanzáis hasta la sala principal, sigue el silencio imperante en todo el pueblo y en el castillo. El olor dulzón parece incrementarse. La sala no contiene nada, pero al fondo se ve una inquietante oscuridad que empieza a hablaros-Vaya, de modo que habéis venido a cenar...ponéos cómodos.-La voz retumba por toda la sala, se oye resonar el eco y las palabras de la voz se repiten una y otra vez hasta que por fín vuelve el silencio.

Tengo RR 70, ¿quiere decir que tengo que sacar con 1d100 55 o menos? Si usase suerte entiendo que tengo que avisarlo antes de tirar. ¿Se gasta un punto por cada punto que quieras restar al resultado?

La voz sorprendió a Erón de tal modo que casi disparó la flecha de su arco. Buscó entre la oscuridad, primero con inquietud, luego con curiosidad y poco a poco con una extraña sensación de deseo... Una lucha se debatía en su interior. Por un lado era consciente de que aquellas palabras las había pronunciado algún mal del que habría que alejarse, pero por otro sentía una necesidad de acudir a su llamada.

Sin poder identificar la baba, atravesaron la puerta para llegar a una sala vacía con un olor cada vez más intenso. 

Vaya, de modo que habéis venido a cenar...ponéos cómodos

¿Qué? ¿Cómo? 

La voz tenía algo diferente. Algo atractivo que tiraba de él de una manera bastante primaria. No fue capaz de reconocerla como masculina o femenina. Munio se sentía como una mosca que olía un frasco de miel, queria hacerle caso y acercarse pero sabía que si lo hacía acabaría hundiéndose en ella. 

- ¿Quién sois? - gritó dando un paso atrás. 

Aquella voz era enternecedora, casi dulce... Nada que ver con el de María. ¿Sería también así su rostro, sus gestos, su movimiento...? ¿Grácil y dulce? Sus piernas estaban entumecidas, su arma empezaba a deslizarse entre sus dedos hasta que un golpe en el hombro con la pared de piedra le sacó de su ensueño.

-¿Pardiez qué puñetas es eso?- Maldijo olvidando el recuerdo de aquella voz mesmerizante.

Escucho como la voz proveniente de la oscuridad que hay frente a mí me insta a caminar hacia ella, como si de un canto de sirena se tratase. Por suerte, mi mente consigue mantenerse firme, permitiéndome ignorar sus palabras.

Yo soy Ferrán Fáñez, señor de estas tierras. Y vosotros sois ...LA CENA. Dice la voz respondiendo a Munio.

Una cosa babosa surge de las sombras, lo suficientemente grande para llenar toda la habitación. Es todo boca, ojos y tentáculos, en la vida habéis visto algo como esto. Y el pobre Alonso camina derecho hacia esta criatura como hipnotizado.

Erón notó cómo le castañeaban sus escasos dientes y los ojos se le abrían como platos ante la terrible inmensidad que había hecho acto de presencia. El cazador no podía creer lo que veía ante sí, pero era evidente que allí estaba, e ignorarlo no iba a acabar con él. Había que actuar, y rápido.

Entonces, se percató de que don Alonso se dirigía inalterado hacia la criatura, como si estuviera poseído. Erón se debatió entre tratar de rescatarlo o atacar al ser demoníaco...

-Madre mía... ¿Qué es esto?- Preguntó un Martín absolutamente petrificado por lo que estaba viendo, en cuanto la criatura gruñó y habló de alguna manera el hechizo se esfumó y echó a correr. Corrió como si no hubiese un mañana, desandando todo cuanto había recorrido antes, no temía a la muerte pero aquello no era propio de ese mundo... Temía a lo desconocido, al dolor y al sufrimiento.

- Yo soy Ferrán Fáñez, señor de estas tierras...

- Pues a usted le veníamos buscando caballero - contestó Munio a la voz que aún procedía de la penumbra.

...Y vosotros sois ...LA CENA.

Y ciertamente no era eso lo que esperaba escuchar el trovador - ¿Cómo que la cena? ¿Es un caníbal? - El final de la frase le había dejado completamente descolocado. Se fijó como Alonso se despojaba de todas sus protecciones y caminaba hacia la voz, hacia el final de la habitación - ¿Qué está pasando aquí? - Pensó justo antes que la poca luz de la sala comenzase a iluminar a una bestia gelatinosa con formas completamente irreales. 

- Tú.... tu... ¿tú eres Ferran Fáñez? ¿Ti... tienes apellido?  - Munio, aterrorizado, se dio cuenta de que estaba intentando racionalizar algo que no se veía capaz de comprender y decidió salir por patas para pensar mejor qué hacer no sin antes pegar un grito a obnubilado Alonso. 

- ¡Alonso copón! ¡Espabila! ¡Ven pafuera!

Observo como Martín y Munio salen corriendo cuando aquel que hace llamarse Ferrán Fáñez desvela su verdadera forma, y, por unos instantes, pienso en hacer lo mismo.

- No - me ordeno, en voz baja, mientras desenvaino mi arma - Si huyo ahora, le estaré dando la razón a todos aquellos que piensan que, por ser una mujer, no debería estar aquí. Pelearé con esa cosa hasta que uno de los dos caiga -

Erón se lanzó sobre Alonso y lo salvó de una muerte cierta. Mientras desenvainaba Serena que había logrado mantener el temple mientras Munio y Martín habían salido corriendo. La bestia sacó tres tentáculos y se dispuso a atacaros, pero falló los tres ataques. Alonso recobraba el sentido, pero todavía quedaba por ver si se quedaría con vosotros o si saldría por pies.

Salísteis corriendo del castillo, ya en la salida os parásteis a coger aliento y os disteis cuenta de que los demás no os seguían. No teníais rehaños para volver allí adentro. Quedaba por ver que hacíais. En el pueblo seguía sin asomar un alma.