Siguiendo a mis compañeros digo -Como no tienen tiempo los dioses para pensar en los mortales-
El grupo empieza ha dirigirse hacia el camino oeste del pueblo, cuando notáis más movimiento a vuestro alrededor.
Los aldeanos empiezan a surgir de entre las casas destrozadas. O, al menos, lo que en su día eran aldeanos.
En aquel momento, mientras sus cuerpos salen a la superficie, veis que todos tienen heridas en el cuerpo incompatibles con la vida humana... Y aún así se mueven y reaccionan...
De un rápido vistazo podéis contar una veintena de ellos.
Por el momento sus movimientos se concentran en salir. Esto quiere decir que, si corréis, podríais alejaros de allí sin entrar en un enfrentamiento. Pero eso les dejaría "con vida" y podrían atacar a cualquiera que pasara por allí o, incluso, moverse por los alrededores.
¿Qué haría el grupo? ¿Huir? ¿O luchar?
Viendo lo que podría ser, sin duda, la escena más espeluznante que había visto Sumirea en su vida, tomó el hacha en su mano pero rápidamente recordó que los usuarios mágicos estaban mermados para plantar batalla.
Intentando evaluar la fuerza de sus enemigos, veinte parecían un gran número para enfrentar en aquellas condiciones más aún si eran capaces de seguir moviéndose cuando debieran morir, es posible que nunca pudieran acabar con ellos.
- Escapemos mientras podamos. - Solicitó al grupo tragandose su orgullo de luchadora, más por asegurar la supervivencia de los demás que por la suya propia. - Vive hoy para luchar mañana.
Las últimas palabras las recitó como un mantra para convencerse de que aquella era la mejor opción, consciente de que dejar aquellas criaturas allí supondrían problemas para la zona y cualquier persona despreocupada que se acercase.
Cerrando la marcha mirando hacia atrás, esperaba ver que proponían sus compañeros para moverse, atenta de que algún engendro corriera hacia ellos.
Me giro hacia atrás con los ojos como platos, totalmente descolocado ante lo que está ocurriendo - Pero... ¿qué es esto? Ni los propios Dioses son capaces de hacer algo así... no es posible que yo... no puede ser - Miró hacia Sumirea después de que ésta hable, mi cara una máscara de auténtico pánico - Vámonos, no podemos hacer nada, son docenas, y estamos muy débiles.
Lo sabía. Lo sabía y mucho, pero ahora no puedo hacer ya nada.
—Es obvio que hay un brujo detrás de todo esto —explico a los demás, muy seguramente ya lo sepan—. No nos quedemos a pelear, si lo encontramos y acabamos con él creo que la magia se disipará y los cadáveres volverán a estar intertes. Probablemente.
No estoy segura de lo que digo, pero es más para dejarme tranquila a mí misma, puesto que ni de broma estamos como para darles una paliza, a saber cuantos son, pero me preocupa el dejarlos libres pululando por ahí.
—Vamos, es como dice Valdemar. —Continúo corriendo—. No nos detengamos o nos rodearán y de ahí sí que no salimos.
Siempre le dijeron que era mejor alejarse de estas criaturas, no servían ni como sustento, así que decidió seguir corriendo -Es mejor alejarnos en nuestras condiciones, mis habilidades de poco sirven contra seres sin pensamiento y como dice Kaithel lo mejor será intentar acabar con el responsable, aunque no sea seguro que la magia en estos seres desaparezca, al menos con el muerto no podrá crear más criaturas de estas-
---Huir es la mejor opción, sí fueran otras circustancias no habria ningun problema pero ahora mismo es un suicidio y los cementerios estan llenos de valientes locos- digo mientras apresuraba el paso con la ayuda de mi hermana- Sí son reanimaciones por medio la magia ten por seguro que acabando con la fuente los neutralizará en cierta manera, la nigromancia, cosa que tiene pinta ser esto es la más impia y desagradable de las magias que existen...
Con una muestra de gran valor, el equipo empezó a correr hacia la salida oeste del pueblo, huyendo de la pequeña horda de renacidos que había surgido.
No sabrían si estos irían tras ellos, se quedarían en la aldea para recibir a los pobres desdichado que llegasen o si empezarían a expandirse por los alrededores; lo que les importaba era salir huyendo de allí lo antes posible.
El camino de tierra tenía aquella extraña marca de quemadura, la cual iba desapareciendo a medida que se alejaba de la casa central de la que nacía.
Vale equipo, os encontráis en la salida oeste del pueblo.
No sé si alguno quiere tirar Historia (o inteligencia) para saber lo que hay a vuestro alrededor. Hacedlas ocultas por favor (no es obligatoria que las hagáis todos, porque tiradas bajas pueden suponer información cuestionable).
Después de salir corriendo y llegar a la salida del pueblo trato de reubicarme. ¿Qué era eso? No puede ser que los Dioses me hayan traicionado, simplemente, no es posible. Debemos seguir, pero... ¿hacia donde? Estoy totalmente confuso con lo que está ocurriendo y... tengo miedo. Esto no parece natural. No parece mi hogar.
Tirada oculta
Motivo: Historia
Tirada: 1d100
Resultado: 52(+30)=82 [52]
Como soy del pueblo no sé si tengo alguna ventaja extra en la tirada.
Apretando los dientes seguí al grupo hasta los lindes del bosque, apenas llegabamos a los límites se podia apreciar que el ratio de explosión cubría solamente el ratio del pueblo...
---Al parecer la explosión parecia premeditada cuidadosamente...- murmuro para mi más que para los otro mientras seguiamos saliendo.
Tirada oculta
Motivo: Int
Tirada: 1d10
Resultado: 5(+10)=15 [5]
Yo no tengo nada, así que tiro por inteligencia
—Nos estamos acercando, atentos, por favor —exclamo preocupada—. Cualquier distracción a partir de aquí podría resultar fatal, más si ni siquiera sabemos a qué nos estaremos enfrentando.
Habiendose alejado del pueblo un poco, Sumirea se serenó y siguió avanzando hasta que encontraran algo que llamase su atención.
Jurarías haber leído algún libro sobre aquella zona...
Tus recuerdos no son muy claros, ya que era un lugar poco interesante en tu opinión, pero sí recuerdas que no había gran cosa alrededor. Además de la aldea, hacia el oeste tenías el castillo de Odessa, a un par de días de camino; mientras que al este estaba la ciudad de Bendeck, ha cuatro días de camino.
De manera que, aquel rastro que se dirigía al oeste... Si no se desviaba, llegaría a Odessa.
No recuerdas que hubiera otras aldeas o zonas en esos dos días de viaje.
Jurarías haber leído algún libro sobre aquella zona...
Tus recuerdos no son muy claros, ya que era un lugar poco interesante en tu opinión, pero sí recuerdas que no había gran cosa alrededor. Además de la aldea, hacia el oeste tenías el castillo de Odessa, a un par de días de camino; mientras que al este estaba la ciudad de Bendeck, ha cuatro días de camino.
De manera que, aquel rastro que se dirigía al oeste... Si no se desviaba, llegaría a Odessa.
No recuerdas que hubiera otras aldeas o zonas en esos dos días de viaje.
- Conozco vagamente estas tierras. Este camino lleva al Castillo de Odessa, y por el otro lado llegaríamos a la ciudad de Bendeck, aunque está a varios días más de trayecto, y creo que ahora mismo deberíamos concentrarnos en encontrar un sitio seguro. No sé si los dioses solo han castigado este pueblo o si habrá afectado a más sitios, pero no deberíamos perder tiempo en descubrirlo. - Tras decir esto, alzo la vista al cielo y cierro los ojos mientras susurro una súplica a Moja para que perdone al resto de la gente que está conmigo, al fin y al cabo, no se han negado a aceptar a los dioses.
De esta forma, dejando atrás a la pequeña horda de muertos, el pequeño grupo empezó a avanzar por el camino oeste.
Un camino de tierra, ancho, para que dos carros pudieran cruzarse con cierta comodidad, rodeado de hierva y algún que otro árbol solitario. Pero nada más. No había más aldeas en aquel camino, ni granjas, ni riachuelos, ni nada que pudiera ofrecer cierto cobijo a los aventureros.
Esto no habría sido un problema en una situación normal, ya que se suelen llevar alguna que otra ración de comida. Pero, el grupo, no tenía nada de aquello. Gracias a la recompensa, podrían haber comprado algo en la aldea... Hasta que esta saltó por los aires por aquel extraño fenómeno. Y tampoco quiso detenerse a reponer sus mochilas dado que, los aldeanos, habían sido renacidos. Por eso, con el paso de las horas y de los días, las necesidades físicas fueron apareciendo, debilitando los músculos y la mente de los caminantes.
Si esto no era suficiente, pudieron encontrar a un par de aldeanos del pueblo. O, lo que en su día fueron aldeanos.
Cuatro en total. Con heridas de quemaduras por todo el cuerpo pero que, sin embargo, también mostraban heridas cortantes en el cuello, cabeza y torso. Como si, además de las quemaduras, algo o alguien les hubiera cortado... Por suerte, al pasar a su lado, no parecieron tener intención de alzarse de nuevo.
Y así, el viaje prosiguió.
No fue hasta el final del segundo día, cuando vieron dos figuras en el camino. Se encontrarían a unos quinientos metros. Uno parecía tener un aspecto humanoide, de metro ochenta y algo tal vez... Mientras que la otra figura apenas llegaría al metro y medio.
Quien tenga eliminación de necesidades se encontrará débil pero poco más.
Quien no tenga eliminación de necesidades, tiene un -40 por hambre y sed hasta que coma o beba.
El viaje era dura, sin provisiones para alimentarse ni magia para usar, me sentía debil y vulnerable, así que no era de extrañar de que por las noches o al levantarme m dedicase a recuperar los hechizos perdidos, eso tenia el problema que agotaba el poco Zeón acumulado pero al menos ante un ataque estaria protegido aunque no fuera efectivo en un combate.
Pese a ello, la magia no podía ayudarme en la comida y bebida, no se podía convocar de la nada alimentos así que conforme pasaban los dias el hambre atenazaba mis tripas hasta el punto que me daban ganas de hincarle el diente a alguno de nuestros acompañantes solo para paliar la sensación, afortunadamente no fue el caso.
Los cuatro cuerpos eran sin duda preocupantes, eso significaba que algo más había tomado nuestra misma dirección lo cual era preocupante pero apenas dijo nada, no fue cuando vio a las personas que me se acercaban, dada lo que habiamos cruzado preferí mantenerme detras del grupo hasta ver como se desarollaba la cosa.
Viendo como el cansancio y el hambre de los miembros del improvisado grupo, Sumirea decidió bajar el ritmo de la marcha para adaptarse a los menos dotados atléticamente. Si por ella hubiera dependido, les habría dejado atrás, pero lo cierto es que el extraño suceso había llamado la atención y quería averiguar más, pero careciendo de habilidades mágicas, quería sentirse acompañada por hechiceros.
Cuando después de un tiempo vieron figuras humanoides, se preguntó si Jormun sería capaz de comérselos, pero entendía que el resto de los integrantes no lo harían así que, con una actitud tranquila, siguió en la cabeza del grupo para encarar a los desconocidos que tal vez pudiesen ayudarles, sin mostrar un ápice de intención asesina e intentando ocultar la debilidad que ahora se achacaba al grupo.
Perdón por el retraso.
Cansado, hambriento y rezando a los dioses por una gota de agua, al fin veo gente en el camino. Viva, de verdad, no como esas aberraciones que habíamos visto antes.
- Compañeros... gente. De verdad. Deberíamos ir a pedirles de donde han llegado... - Digo, con la voz rasposa por la sed, e intento erguirme para mostrarme más digno - ¿Vamos a hablar con ellos?
A medida que os acercáis, la figura de los dos desconocidos se van definiendo a cada paso.
La persona más alta se trataba de un hombre de cabellos plateados recogidos en una tensa coleta.
Se mostraba de espaldas a vosotros, con el semblante serio y concentrado más adelante, donde podéis distinguir las almenas de lo que parecía una fortaleza o castillo.
A su lado, mucho más pequeña, veis a una pequeña niña de ojos blanco y que, a pesar de ellos, parece miraros.
Ella no parece portar armas, aunque os llama la atención la larguísima bufanda que lleva.
Mientras que él, aunque de espaldas, sois capaces de ver que lleva lo que parece un bastón sobre el que apoya su peso.