Partida Rol por web

- Velvet, mañana deberíamos hablar. Este chico está elegido por los dioses. Deberíais conocerlos.

Cojo las monedas de oro que me ofrece y sigo andando. Debería sacar un rato para escribir en mi libro, no entiendo porque los dioses queman su propio libro mágico cada vez que nombro su poder. Supongo que será para que no me olvide de ellos, pero ¿como podría hacer eso?

En el camino de vuelta cuando el pequeño Timmy pregunto el porqué de las vendas.

Una vez fuera del bosque encontraron a la Seño y ella decide pagarles una estancia en la posada, antes de ir a descansar Henry le dice: -Esto no ha terminado, el secuestro parece que no fue con el fin de cobrar dinero, alguien quiere al chico y seguramente intentara volver por él- luego de la advertencia se despide de Timmy y toma camino a la posada.

—Debimos habernos quedado a investigar, que sólo uno de nosotros trajera al niño aquí para luego regresar lo más rápido posible —murmuro cabizbaja, todabía pensando en el asesinato que acabo de cometer.

—Dejen de pensar en el dinero —agrego ya viendo la cara que me pondrán algunos— Puede que estemos metidos en un problema más grave que nos afecte a todos.

Pero tras decir eso bajo los hombros. Oh, da igual. Tras recibir las monedas me las guardo en mi saquito que hasta ahora estaba vacío.
—Voy a volver al lugar, —me giro en dirección a por donde venimos— el que me quiera seguir que me siga.

La tarea había acabado y el pago, mucho más que generoso, había sido recibido, así que Sumirea dió todo aquello por finalizado, ignorando los designios del barbudo y las inquietudes de la mujer elfa. Con el dinero recibido, se alimento hasta sacarse y pagó un buen lugar en el que poder dormir, deseando que el día siguiente fuera algo más tranquilo y deseosa de saber cuál era el motivo de su visita a aquel pueblo. Intentó alejarse de los guerreros con los que había luchando, confiando en que Valdemar se olvidase de introducirla al Natunaprantismo y agradeciendo su cooperación para cumplir la misión, ignorando la creencia de que ella se hubiera bastado para reducir a todos los bandidos y rescatar al niño.

- Buena suerte Kaithel, que tu camino sea próspero y no encuentres dificultades. - Se despidió de la elfa para luego repetir aquella cordialidad con los otros dos. - Ya nos veremos por ahí. 

Cuando a la vuelta encontré a los homúnculos les miré esperando que me diesen alguna información que hubiera pasado por alto, tras esto, con un gesto los hice desaparecer  puesto que ya no eran útiles y continuamos caminando hasta el linde del bosque donde la cuidadora del niño  nos recompensó con dos monedas de oro las cuales me guardé  en el bolsillo.

---Bueno, agradecemos el alojamiento, así podré recuperarme un poco, aunque primero quiero bañarme- digo mientras al igual de Sumirea me alejaba del grupo aunque me paré lo suficiente para hablar con Kaithel- La misión era ir a por el niño y traerlo, así de simple,  sí quieres investigar la zona,adelante, solo ve con cuidado, estaremos en la posada- digo mientras continuo el camino hacia la posada con Sumirea tras despedirme de los demas. 

La mujer mira a Valdemar y le sonríe.

-¿Elegido por los Dioses? -pregunta, adoptando una expresión llena de dudas-. Creo que el rescate le ha debido agotar. ¿Por qué no descansa y recupera fuerzas? 

La mujer habla con el tabernero para acordar que ella correrá con todos los gastos del grupo. Tras esto, con una gran sonrisa, coge a Timmy de la mano y ambos salen de la posada. Os dejan allí y, como bien ha dicho, el tabernero os pregunta lo que deseáis. Prepara comida, bebida y baños para los que lo deseen. 

La elfa, intranquila, anuncia que decidirá ir al bosque para seguir investigando.

Los demás disfrutáis de una buena comida, de una refrescante bebida y os metéis en la cama con la satisfacción de haber realizado un gran trabajo.

A pesar de la oscuridad que cae sobre vosotros, hay un malestar en tu estómago. Tienes la sensación de que se os pasó algo por alto, por lo que quieres regresar al campamento.

Coges una antorcha y te encaminas hacia el bosque. 

Dadas las sombras y los sonidos, te sientes intranquila. Sientes ojos en todos lados que te observan. Ruidos y sonidos que no logras identificar... Un ligero atisbo de miedo despierta en tu interior mientras avanzas. Por suerte, con precaución y sin percances, llegas al campamento.

La luz de la antorcha no es la ideal, pero la suficiente para poder registrar el lugar. 

Ojos vacíos te observan desde el suelo. Sientes en especial una sensación desagradable en la nuca cuando ves a las dos personas a las que robaste la vida con tus flechas. A pesar de darles la espalda, sientes su mirada sobre ti, juzgándote por haberles matado.

Una arcada sube por tu estómago y terminas vomitando. Un ardor profundo sube por tus tripas y sacas lo poco que había en tu estómago, dejándote un regusto a bilis entre los labios.

A ellos dos no les podrás registrar, pero al resto sí. Los demás son los pecados de tus compañeros, no los tuyos. 

En los subordinados no encuentras nada, pero en el del mandoble, oculto entre sus ropajes, encuentras un pergamino:

Berke es una aldea encantadora.

En ella vive un niño llamado Timmy.

Es pequeño y de pelo negro. 

Os podría hacer una visita por el bosque.

Es importante que no sufra el menor tropiezo o rasguño.

Disfrutar de la naturaleza el tiempo que sea necesario.

Me pondré en contacto contigo para que me comuniques las maravillas del paseo.

Un saludo de tu viejo amigo.

En la carta no hay nada más. O eso te parece, ya que cuando la ves a contraluz, descubres una particular mancha en la parte inferior derecha de la misma.

Parece un pegote de tinta, con una forma concreta... Coges la carta y la guardas entre tus pertenencias.

Una vez has revisado todo, sin encontrar mucho más, decides regresar a la posada.

Poco a poco, cada paso del camino te cuesta más y sientes como tus ojos se van cerrando... Poco a poco... Y así, durante lo que te parece una eternidad, vas saliendo del bosque hasta que llegas al pueblo. Agotada. 

Caes en la cama y, no has tocado el colchón, cuando ya te has dormido. 

La cama es suave y cómoda. Huele a limpio y las sábanas no parecen tener demasiados agujeros.

El sueño te abraza como una madre a su hijo y caes entre sus redes sin problema.

Pero, en mitad de la noche, algo te despierta.

Abres los ojos, confuso. Por la ventana ves un resplandor rojizo pero aún estás demasiado cansado... ¿Ya ha amanecido? 

Tu cabeza tarda unos segundos en despertar y descubrir que la luz no parece proceder del horizonte sino del cielo. Y mientras intentas buscar algún sentido, la luz se va intensificando, devolviendo un resplandor rojizo que, en pocos segundos, ilumina toda tu habitación.

La explosión te pilla desprevenido.

Todo a tu alrededor salta por los aires. El suelo desaparece a tus pies y el techo sale despedido. Tu cuerpo es propulsado hacia atrás. Te chocas con varios objetos y, tras un inmenso golpe, pierdes el conocimiento.

La explosión te pilla desprevenido y no puedes defenderte de los golpes. Pero aquello no es lo peor...

Lo peor es la sensación de que te falta el aire... Sea lo que sea aquella luz, absorbe tu magia a una velocidad vertiginosa, vaciándote por completo.

FIN DEL PRÓLOGO

Fue un día bastante nostálgico para quien antaño fue un noble entre los suyos, la huerfanidad del niño al que le pidieron rescatar despertó en el muchos de los recuerdos que creía ya dormidos, en cualquier otro día hubiera aceptado el baño, pero ese día no, quería retirarse cuanto antes a la habitación y encerrarse en sus propios pensamientos, en cuanto a la comida, él no la necesitaba, su raza vivía de un sustento diferente y gracias al hombre del gran mandoble su sed había sido saciada, una vez en sus aposentos cerro las cortinas y tomo asiento en la cama, su mente divagaba producto de sus traumas y de su locura, en algún momento entre sus ensoñaciones se recostó sobre el lecho, no lo hizo de forma consiente, fue más como si fuera manejado como una marioneta, algo similar a lo ocurrido con el arquero aquel, y así lentamente su mente se entregó a Morfeo irremediablemente, pero de repente en lo que parecían solo segundos (a pesar de ya haber pasado algunas horas) algo lo saca de sus ensoñaciones y se dirige a la ventana, un brillo rojizo llama su atención como si de una polilla se tratara, pero su cerebro no está lo suficientemente despierto para intentar razonar lo que ve y es cuando la luz llena su entorno que todo explota, su ultimo pensamiento antes de caer inconsciente se dirige a su antiguo hogar.

Mientras disfruto el agua caliente en la tina de madera que amablemente me prepararon, me pongo a meditar las palabras de esa nota, notablemente preocupada. Más preocupada en realidad porque a ninguno de estos payasos se le antoja hacer algo, no puedo creer que no se les ocurra que esto puede venir de un mal mayor.

Y ahora ha quedado parcialmente demostrado, necesitaban al niño ileso y limpio, y eso no apunta nada nuevo. Era huérfano, así que no se trataba de pedir rescate.

No entiendo y tengo sueño.

Acabado el baño me seco y me visto para dormir, sabiendo que en un par de horas ya estaré fresca como una lechuga para continuar investigando, pero dado que seguirá siendo de noche, lo que haré es darme un paseo por el pueblito en vez de adentrarme en el bosque de nuevo, con suerte igual descubro algo importante.

Sabiendo que aquella mujer acarrearía con los gastos, Sumirea comió y bebió como si se dispusiera a hibernar y, habiendo acabado, miró orgullosa la cantidad de platos que había usado y se sintió un poco avergonzada de haber mostrado su lado más soez. Pese a que aún había una sombra de sospecha sobre la mujer aquella, había cumplido con el trato y como había exteriorizado, no era su problema el niño o los poderes que tuviera, así que se dirigió a un buen lugar de descanso para recuperar la fatiga, aseandose lo más pudiente antes de retirarse a dormir.

Aún estaba ansiosa de saber cuál era la prueba final del gremio al que querían unirse y deseaba hacerla lo antes y mejor posible, pues la incertidumbre de su futuro le corroía, pues su verdadero sueño, por nadie sabido, era convertirse en una buena esposa y madre cuando tuviese una fuente de ingresos fija, aunque ni siquiera había encontrado un buen hombre con quien casarse. 

La explosión me alcanza cuando estaba escribiendo en mi libro sagrado. Nunca se puede dejar que se agoten sus hojas, sería una afrenta a los Dioses que tanto nos cuidan. Estoy centrado, escribiendo, cuando por la ventana veo un resplandor rojizo en el cielo. Un mal augurio, desde luego.

De golpe todo explota. Mi cuerpo sale despedido hacia algún lugar indeterminado, magullado. Pero eso no es lo peor. Los dioses no están ahí. Parecen... parecen haberme separado de ellos, o alguien les ha robado su poder. ¿Ha llegado el kifokikua finalmente? ¿Tan pronto? No he tenido tiempo a salvarles... Sumirea, Jormungander, Timmy... no les he salvado a tiempo. Mis últimos pensamientos antes de perder la consciencia van para ellos, y, por supuesto, para mis dioses. Que Moja sea misericordiosa con ellos, pienso, abrazado al Kompir, el libro sagrado. Que su poder me proteja.