Partida Rol por web

Algunas personas creen en el destino, la fortuna, la suerte, Abel o en otro tipo de poderes superiores. Pero, sea lo que sea en lo que creas, la cuestión es que tus pasos te han traído al pequeño pueblo de Berke. 

Apenas cuenta con una docena de casas, de las cuales la mitad parecen tabernas o posadas. Por lo que sabes, no te extraña: se encuentra en un camino bastante transitado, por lo que no le deben faltar viajeros que vayan a un punto o a otro.

Mientras avanzas por lo que se podría llamar calle, ves que los edificios que no parecen tabernas o posadas, tienen un pequeño puesto como si fueran tiendas en las que puedes encontrar desde comida, herramientas, armas o ropa. Hay poca gente en la calle, ya que todos se encuentran detrás de alguna de esas pequeñas tiendas; todos sonrientes cuando te ven aparecer, a la espera de que compres algún producto.

De todas las casas destaca la que se encuentra en medio de todo, al ser la más grande de todas. Apostarías lo poco que llevas encima a que debe ser una posada. Por desgracia, un vistazo rápido a tu bolsa te deja ver que no te queda ni una sola moneda encima. No podrás consumir nada o pedir una habitación, pero seguro que allí puedes encontrar algún trabajo fácil que te haga ganar un par de monedas.

Mientras caminas por el pueblo, en la distancia, a lo lejos, por encima del bosque cercano, ves volar en círculos una gran bandada de cuervos.

Mientras caminas por el pueblo, en la distancia, a lo lejos, por encima del bosque cercano, ves volar en círculos una gran bandada de cuervos.

Mientras caminas por el pueblo, en la distancia, a lo lejos, por encima del bosque cercano, ves volar en círculos una gran bandada de cuervos.

Es su camino por el pueblo una bandada de cuervos en un bosque llama su atención, se detiene por unos instantes, en su mente pasan imágenes muy vividas de una vida muy anterior, recordando los bosques oscuros de Moth, se deja llevar por la nostalgia, pero de un momento a otro sacude su cabeza tratando de sacar esos pensamientos.

Decide continuar el camino hasta dar con el enorme edificio del centro, lo contempla con admiración, luego instintivamente mete sus manos en sus bolcillos, solo para comprobar lo que ya sabía, están vacíos, se disponía a dar media vuelta, pero decidió que sería mejor entrar, no había dinero para pagar la estancia, pero podría haber algún trabajo que pudiera llenar un poco sus bolsas.

Con paso decidido, camino al edificio tratando de llamar la atención lo menos posible, siempre era mejor que le ignoraran, de esa forma habrán menos problemas.

Qué raro, nunca había visto tantos así en bandada, ¿es normal que se comporten de esa manera?
Bueno, a saber, no importa. Tengo hambre y frío, y esos bichos están muy lejos y no me van a ayudar a solucionar el problema. Estoy a punto de entrar en otra crisis de arrepentimiento y ponerme a pensar lo cómoda que estaría en casita en mi cama mullidita, ¡pero no! eso es aburrido, así que a aguantarse y buscar la manera de superar la dificultad.

Estos días he estado viviendo a puras bayas, y ya me llega la hora de conseguirme algo más suculento, pero soy muy inútil y nunca he trabajado en mi vida. ¿Qué podría hacer? ¿cazar tal vez? jamás le he disparado a nada vivo, me da escalofríos sólo considerarlo. Tal vez pueda servir de mesera... si me enseñan creo que aprendería rápido. Sí, eso, voy a intentar.

Y afortunadamente da la impresión de que doy con el lugar adecuado, podría dedicarme a limpiar las habitaciones de esta posada y servirle la comida a los viajeros.

Primero asomo la cabeza y contemplo el panorama, me meto dentro si veo que no llamo mucho la atención y el ambiente es agradable.

Valdemar, todopoderoso Adalá Natunapranta, estaba sentado en el Templo. El Templo que él mismo había levantado de cero. O, bueno, había creado, en resumen, que importa que eso antes fuese un almacén usado para guardar... lo que fuese que guardaban allí, ese lugar había sido elegido por los Dioses, y Valdemar lo había adecuado para ese uso, añadiendo unas detalladas ilustraciones de varios de sus Dioses.

Un día más, nadie se había acercado a escuchar el sermón. Bueno, será peor para ellos el día que llegue el Kifokikua, solo se puede salvar a quien quiere ser salvado. La gente de este pueblo... son testarudos, aferrados a Dioses absurdos, falsos, impíos. Están totalmente condenados, sus almas están condenadas, y todo por no aceptar la visión de Valdemar. Estúpidos. Y además, todos los fondos de los que disponía se estaban acabando; solo le quedaban sus escrituras (el Kompir), su Templo, y la espada forjada por el mismísimo Mbili. No le quedaba ni comida en el Templo para pasar el día. Estúpido pueblo... 

Una última oportunidad para Berke. Solo una más. 

Valdemar se dirigió directo a la posada. Tal vez pasaba algún viajero, tal vez finalmente conseguía convencer a algún pueblerino al fin, tal vez encontraba algo que le sirviera... y si no cuanto menos, podía pedirle al posadero que le invitase a algo para comer a cambio de una oración por su alma.

Aquel no era el mejor pueblo que habia visto, pequeño y rustico y nada comparado con las grandes ciudades que habian, de hecho, contemplaba desasociego la "calle" con los diversos puestos a la venta mientras los trataban como personas normales, un sueño hecho realidad para muchos integrantes de Samael...

Quería acercarme al puesto y ver mejor  las cosas pero eso acrecentaria mis ganas de comprar algo y ahora mismo mi bolsa de dinero estaba llena de aire podria crear de la nada monedas de oro para mi hermana y para mi y tener los mayores lujos pero eso no seria ético así que solo quedaba ir a ver la misión que nos habia comentado el gremio, cumplirla y volver para ingresar por fin como mercenarios.

Mientras caminaba hasta la posada contemplé aquel circulo de cuervos que se extendia cerca del bosque, estaba algo lejos pero mentalmente me apunté la ubicación, primero a ver sí conseguía información del trabajo y poder ganar algunas monedas  para algo de comer y dormir y ya luego pasarian por aquel sitio.

---Bueno Hermanita ¿vamos a ver el famoso trabajo? - le comento a la Jayan situada  a mi lado- Odiaria tener que vovler a dormir a la interperie otra vez...tengo todos los huesos molidos de la dura piedra.

Como siempre la previsión de su hermano con el dinero y provisiones había sido totalmente erronea, pues el muy cenutrio acostumbraba a comprar lo que según él eran antigüedades y exóticas obras de arte a modo de gangas que ella calificaba como basura inútil. Sumi era de la opinión que todo lo que no cumpliera un objetivo real era inútil, muy diferente a su compañero.

- Sí pasaras la mitad de tiempo del que pasas absorto en tus libros ejercitando tu cuerpo, dormir al raso no te supondría un problema. - Dijo con un marcado mal humor fruto del hambre y el cansancio. - Mírame a mí, es el suelo quien amanece dolorido por haberme dormido sobre él. 

La fidelidad que profesaba por el dragoniano azul se veía truncada en momentos como éste y se arrepentía de no haber aceptado un puesto en gremios de guerreros porque no le podía acompañar, pues no aceptaban gente no luchadora. Así que aquí estaban, alejados de lo que conocían y vistos en la obligación de mendigar el sustento para finalmente cumplir la misión que les permitiría formar parte de algo más que el dúo cómico que eran ahora. 

- Vayamos a aquella casa, que parece ser una posada, a ver si consigo unas monedas a cambio de un abrigo azul de piel de reptil. - Le ostigó a su compañero para que se moviera hacia la casa central. - El trabajo tendrá que esperar hasta que hayamos comido y descansado, o seremos comida de buitres para por la mañana. 

El cuerpo de la jayán era fuerte y podía sobrevivir con el mismo alimento que su hermano pese a la diferencia de tamaño, pero todo tenía un límite y estaba muy cerca de alcanzarlo, tanto que a veces miraba al reptil azul y lo imaginaba asandose sobre una hoguera. Aquel sentimiento le hacía salibar así que caminaba delante de Jormun con la esperanza de no sucumbir a sus más primitivos instintos. 

Al ver aquella bandada de cuervos, revisas tu memoria para buscar respuestas.

Por lo que sabes, los cuervos son aves carroñeras que se sienten atraídas por objetos brillantes. Puede que hubiera algún cadáver, como algún ciervo muerto... O algo que no sea un  ciervo; también podría haber algún tesoro... O el reflejo de la luz contra algo metálico...

También existía otra opción.

De tus clases de magia, recuerdas que algunos hechizos permitían comunicarse o controlar diferentes criaturas, y entre ellas se encontraban los cuervos. Muchos magos lo usaban como acompañantes, para entregar mensajes, de guardianes o con otro tipo de propósitos.

Tus pasos te conducen al edificio central.

Como imaginabas, se trata de una posada. Puedes ver varios carteles con los precios de las habitaciones, la comida y las bebidas. Como es evidente, no tienes dinero para ninguna de ellas. 

Al apartar la vista ves a un hombre entrado en años detrás de la barra y varios comensales en las mesas. Algunos de ellos parecen aldeanos tomando algo y charlando, otros parecen algunos guerreros, mercenarios o viajeros que han parado a descansar. Las mesas de estos últimos están llenas de jarras y platos vacíos y, la gran mayoría, están algo... Perjudicados...

Unos segundos antes y después de entrar, también lo hacen otros individuos que llaman tu atención.

Un hombre mayor, con pelo y barba canosa. Tiene la túnica y las manos manchadas de tinta y, de su mochila sobresalen algunos pergaminos y libros. También puedes ver algunos símbolos que parecen religiosos, aunque no reconoces ninguno de ellos.

Otro hombre con el cuerpo cubierto de vendas. De arriba abajo. Caminaba con lentitud, despacio, como si el tiempo no fuera importante. 

También ves una elfa, alta, guapa, de orejas puntiaguda y pelo claro. Su belleza ilumina la estancia y es casi inevitable mirarla durante unos segundos. Va ataviada con ropas cómodas y con un arco y carcaj a la espalda.

Los últimos en entrar son una pareja peculiar: un hombre medio dragón con grandes alas y una Jayán que tiene que inclinarse para poder entrar en la puerta. El reptil no parece llevar armas, mientras que ella porta una gran hacha a dos manos. 

GENTE NUEVA! Este podía ser el día de suerte de Valdemar, podía salvar a alguien. ¿Quién tenía más opciones de aceptar que los Dioses que siempre ha conocido son falsos? ¿El loco de las vendas, la elfa, o el lagarto y la gigantona? Por el Tano, en que se había convertido el mundo en los últimos tiempos, que grupo tan peculiar había coincidido. Menos mal que estaba él para dar algo de cordura.

Valdemar se acerca al dragón y a la Jayán, y empieza a hablarles:

- ¿Sois nuevos por aquí? No pasa tanta gente como me gustaría. Mi nombre es Valdemar, el Adalá Natunapranta. ¿Cuáles son vuestros nombres? Y, por supuesto, mucho más importante, ¿estáis dispuestos a salvar vuestras almas abrazando el Natunaprantismo?

Bien, es de verdad una posada, espero que el dueño esté necesitando alguna mano extra.
—Señor, disculpe —¿será el dueño el viejo detrás de la barra?— estoy buscando trabajo y me gustaría saber si tiene algún puesto disponible —¿habré sido muy directa? ni siquiera me he presentado— em... quiero decir, llevo días sin poder comer bien y... bueno... Mi nombre es Kaithel.
Sonrío, aunque no tengo ni idea de lo que estoy diciendo, pero las sonrisas se entienden, ¿no? De todas formas ha sido más una risa floja que otra cosa.
—Por favor, haré lo que usted me pida. No tengo experiencia, pero aprendo rápido, ¡de verdad! —creo que estoy hablando demasiado, son los nervios.
—Una vez hice un huevo frito y me quedó exquisito, en serio, y puedo limpiar sin romper nada y...

Entretanto paseé un poquito la mirada por alrededor y reparé en el estado de aquellos viajeros, ¿qué les habrá pasado? Espero que no hayan tenido ningún encuentro violento, cosa que me recuerda a lo que vi hace un rato y me entra la preocupación.
—¿Esa gente se encuentra bien? —los señalo.

Menos mal que la casa a la que se habían dirigido era una posada pues Sumi temía que de no serlo, acabara comiéndose la madera de las paredes. Así bien seguían sin tener dinero pero, dada la cantidad de gente que había, seguro que alguno quería apostar una comida caliente con ella a cambio de una competencia de fuerza o algo así, pues conocía de sobra la ingenuidad valiente que mostraban los parroquianos cuando iban bebidos.

Cuando se iba a acercar a ellos, un nombre anciano les asalto para contarles tonterías sobre lo que parecía ser un culto o una religión. Quizás en otro momento se hubiera disculpado con educación para escapar de aquello pero su humor no era bueno cuando tenía hambre así que pasó de largo ignorando sus palabras.

Sin embargo, una loca idea surgió en su mente y se giró hacia el sectario con brillo en los ojos. 

- Hola, mi nombre es Sumirea y estoy muy interesada en eso que has dicho sobre el... - Ya había olvidado el nombre que había pronunciado pero intuía que como cualquier charlatán lo repetiría incesantemente. - Cuéntanos más mientras nos invitas a una comida caliente. 

Ni corta ni perezosa, la jayán estaba dispuesta a escuchar su discurso si venía acompañado de comida. 

Al entrar echa un buen vistazo al lugar y rápidamente nota a la mujer del arco como habla con él posadero, simplemente perfecta, decide caminar cerca de ella, con la esperanza que ella atraiga todas las miradas y pasar desapercibido, con el plus de que está preguntando por aquello que él quiere saber, pero no puede evitar ver algo de desespero en su solicitud “tal vez es el mejor ejemplar para usar como cobertura, pero no el mejor para obtener información gratis” piensa mientras acaricia su propia barbilla con sus dedos (si es siquiera posible darles ese nombre, pues más parecen garras), viendo a la pobre chica no puede evitar susurrarle -Pequeña, debes tener más seguridad cuando solicites un trabajo- intentando mantener su tono de voz en lo mínimo y evitando en todo momento el contacto visual.

Oh, al fin, bendita sea Moja, la gran Sumirea está dispuesta a escuchar sobre los dioses. Que gran mujer. Fuerte, poderosa, increíble.

- El natunaprantismo, mi buena amiga Sumirea. Dame un momento, tengo que hablar con el posadero.

Val se acerca al posadero, que está rodeado por dos de los otros desconocidos. Este puede ser mi día de suerte.

- Buenos días, amigos. Mi nombre es Valdemar, todopoderoso adalá natunaprantista. ¿Estáis preparados para aceptar a los verdaderos dioses? POSADERO, ya sé que tú estás demasiado aferrado a tus viejos dioses, lo siento por ti buen hombre, estás condenado, pero puedes ayudarme a salvar unas cuantas almas hoy igualmente. Me he dejado el dinero en la iglesia... ¿puedes ponernos algo para comer a mi y a mis dos amigos de la mesa del fondo? - Vuelvo a mirar a las dos enormes criaturas sentadas a la mesa - Mejor, trae comida como si fuese para 5, esos dos tienen pinta de comer como dragones... aunque, bueno, uno de los dos lo es. No le negarás una comida a un viejo amigo en un día tan importante como hoy, ¿no? Tienes dos almas justo en tus manos...

---Meh, cuando pueda crear una mansión  y armas bonitas  acorde a tu tamaño seguro que apreciarás mis estudios, además no estoy tan mal, las ropas podrian estar mejor, claro  pero ¿como sabia yo que no habia que mezclar esos dos minerales? La explosión no fue culpa mia, tendria que poner un cartel en el pusiera " cuidado, no mezclar estas dos cosas, explotan"-digo a modo  de excusa mientras caminábamos por la calle rumbo al lugar que indicaba Sumirea aunque el comentario que hace acerca de la piel me hace estremecerme un poco- Recuerda- digo mientras entraba  en la posada- Que los cuernos de Jayan y el tercer ojo se vende a unos precios exorbitados, así que no  me des ideas ¿eh?- bromeo.

Iba a continuar hablando cuando un anciano se acerca para predicar su religión y no pude evitar levantar la ceja y mirar a mi hermana que habia aceptado enseguida el ofrecimiento miré al anciano desconocido y asentí con la cabeza confirmando las palabras de mi hermana.

---Coincido con mi hermana, seguramente sea una charla larga e interesante que se pueda tener a lo largo de una mesa con una comida caliente- digo al adalá- Nosotros no tenemos muchos recursos  así que sí nos vas a invitar seria genial ¿correcto? , yo soy Jormungander -digo sonriendo.

El posadero sonrió al ver a cinco personas entrar. Gente significaba dinero.

Su sonrisa empezó a duda entre sus labios cuando la elfa se acercó a él a pedir trabajo. Mantuvo la cortesía en todo momento mientras ella hablaba, incluso cuando el de las vendas se acercó a decirla algo, y fue a contestar cuando el hombre de la barba interrumpió aquella conversación. Su sonrisa desapareció del todo y se ensombreció mas cuando el hombre, tras admitir que no tenía dinero, pidió comida para la pareja que había entrado.

El posadero alzó las manos para pedir cierto orden y se giró primero hacia la elfa. De nuevo abrió la boca y, de nuevo, alguien le interrumpió: la puerta de la posada se abrió de un golpe. 

Una joven entró a la carrera. Respiraba con dificultad y corrió hacia el posadero sin importarle que este estuviese ocupado con algunos clientes.

-¡Henry! ¡Henry! ¡Tienes que ayudarme! ¡Unos maleantes han secuestrado a Timmy! Y los soldados aún no han vuelto de patrullar para poder pedirles ayuda. -En aquel momento un destello de esperanza cruzó su rostro-. ¿Ya han vuelto los mercenarios que llevaban por aquí un par de días?

Pero antes de que el posadero pudiese contestar, la chica se giró y miró, con preocupación, al grupo de personas borrachas que dormían sobre las mesa.

-Serán desgraciados... Están borrachos como cubas... 

Por suerte, tanto el arco de la elfa como el hacha a dos manos de la Jayán llamaron su atención.

-¡Ustedes! ¡Ustedes parecen guerreras! Por favor, ¡ayúdenme! Un grupo de bandidos han secuestrado a uno de los niños del pueblo y se lo han llevado al bosque. El pobre es huérfano y vive conmigo en la pequeña escuela del pueblo. Si descubren que no tienen padres, seguro que le matan. ¡Por favor! ¡Ayúdenme! -La joven analizó el rostro de ambas y metió la mano en uno de los bolsillos del cinturón-. Tengo dinero, ¡puedo pagarles! ¡Pero por favor, ayúdenme! 

La chica parecía desvalida y desesperada, incluso ves algunas lágrimas anegar sus ojos y recorrer sus mejillas. 

Miras a aquella chica... Y hay algo que no te convence...

Aquel discurso, que derretiría casi cualquier corazón, te pareció demasiado... Bueno. Demasiado bien preparado. 

El representante de la religión que le era desconocida tampoco tenía dinero y eso hizo que Sumirea se deprimiera al ver que puede que acabaran durmiendo al raso otra vez, a juzgar por la reacción del posadero.

Por suerte, un rayo de esperanza atravesó la puerta del recinto y tras un discurso enternecedor, ofreció dinero a cambio de rescatar a un niño de unos bandidos, aunque aquello parecía demasiado conveniente para los pobres que allí se habían reunido.

- Un momento niñita, si son bandidos querrán dinero, así que harías bien en intentar usar esas monedas para rescatar al niño. - Le dijo haciendo gala de su físico desproporcionado en contraposición a la recién llegada. - ¿Qué diferencia hay entre pagarnos a nosotros o a ellos? 

Sumirea sabía que los bandidos volverían una y otra vez si conseguían suficiente botín pero confiaba en poder ver dudas en el rostro de la mujer porque, al menos ella, no se fiaba de aquel hecho tan oportuno.