Partida Rol por web

Los dos hombres empezaron a seguir las instrucciones que el Capitán les había dado para llegar a la taberna.

Al salir del laboratorio de la tal Morrigan, se encontraron en lo que parecía ser un claustro del castillo, o lo que fuera Skyhold. El sol lucía aún tímido, debía ser por la mañana temprano.

En el centro del claustro de piedra, que era bastante grande, había parterres y macetas con plantas y flores, muy cuidado y frondoso. El aire soplaba ligero, y hacía moverse a las hojas y pétalos inundando el ambiente de un suave y delicado aroma. Se respiraba paz, y no parecía que hubiera allí fuera mucha gente.

Sólo algunos sirvientes que se afanaban en sus tareas matutinas, y que no les prestaron atención.

Al poco, sin embargo, una chica elfa llegó hasta ellos cargada de ropa y enseres, indicándoles que les estaba buscando. Les mostró un lugar para cambiarse de ropa, y les aseguró que llevaría sus cosas al ala de invitados, a sus respectivas alcobas.

Siguieron adelante, ya con una apariencia que les hacía pasar desapercibidos entre los demás ocupantes del lugar, y tras salir al exterior del edificio en el que se encontraban entraron en lo que, según indicaba un cartel en la puerta, era el "Herald's Rest". A su lado, una banderola mostraba una imagen que, en una taberna, resultaba... perturbadora.

Sólo una puerta de pesada madera les separaba de ese trago de whisky. Y de la gente.

Pues vaya que tenía razón, había más elfos aquí, una de ellas nos ofreció ropa para poder pasar por el lugar de manera más desapercibida, lo cual era algo bastante agradable, me agradaba resaltar pero puede que esta no fuera la mejor ocasión para ello, al llegar a lo que era la taberna encontrabamos una imagen un poco extraña para lo que era, sin embargo habíamos seguido las indicaciones correctamente según yo, y realmente no me importaba, solo quería hecharme al gañote ese trago de Wyshky que buena falta que hacía -después de ti compañero- le espeté amablemente mientras le daba una palmada en la espalda

El lugar era agradable, olía a madera y a vino, a carne asada, a pan tierno. Había mesas y sillas robustas, dispuestas a lo largo de un par de pisos, con el techo a doble altura. Una chimenea calentaba el ambiente, y una bardo, junto a ella, afinaba un instrumento de cuerda con el mismo cariño con el que habría acariciado la piel de su amante.

Un mostrador al fondo, ante lo que se veía era una pequeña cocina o despensa, con el tabernero que amontonaba jarras a medida que las iba limpiando.

A parte de ellos dos, no parecía haber demasiada parroquia en la casa. Pero después de todo, era de mañana temprano, y a menos de que, como era su caso, algo hubiera obligado a acallar la tensión metiéndose entre pecho y espalda un buen trago, pocos acudían a beber a esa hora.

Sin embargo, casi desbordando de la silla en la que estaba sentado, un enorme y extraño ¿...hombre...? sí tenía una jarra en la mano. Jarra que levantó en cuando entraron, en un brindis hacia ellos, cordial a pesar de su aspecto imponente.

aquel ser extraño de aspecto humanoide saludó como si fuera lo más normal del mundo, posiblemente lo fuera, sin embargo no pude evitar el gesto de asombro que surcó mi rostro por un momento antes de responder el saludo de la misma manera, sin embargo parecía que se encontraba en el lugar por la misma razón que nosotros, tal vez fuera buena idea ir e interactuar por lo que tras pedir mi bebida decidí acercarme -hey camarada, puedo sentarme?- pregunté mientras halaba la silla

-Claro, adelante. Hay mucho sitio, apenas acaba de empezar el día, y sólo estamos los habituales. No creo que tarde en llegar Sera, y quizá hasta Dorian se pase por aquí. O Varric, aunque es temprano para él. ¿Qué vais a tomar?

Hizo un gesto hacia la barra, y el posadero se acercó en seguida.

-Por cierto, soy The Iron Bull. Aunque ya lo habréis supuesto, por poco que llevéis aquí, ¡Jajaja!. Procuro que mi fama no me delate, pero lo hacen mis cuernos, ¿no...?

Markus observa la taberna con detenimiento según entra, mira a todos aquellos con rasgos que los distinguían de la raza humana, como orejas puntiagudas, pequeña estatura o ¿cuernos?, sí, cuernos, quizá eran normales pero aquel rasgo fue el que más sorprendió a Markus. Piel grisácea y una complexión... Digamos que ganaría una pelea a una persona media, aunque quizá no con la fuerza, sino del susto.

Mientras observa, escucha la forma de hablar de los nativos. Como él pensaba, utilizaban un vocabulario y formas de hablar similares a las de los primeros nativos que conocieron. Aún sin ser muy distinto, habían ciertos matices que diferían en la forma de hablar común en Detroit, y eran aquellos matices los que darían credibilidad a su discurso.

Markus entonces se sienta junto a Jacob y Iron Bull sin decir palabra y se limita a levantar la mano mientras le pide una jarra de Whisky al que atendía la barra. Después escucha con atención al hombre con cuernos y, tras meditar unos segundos, decide hablar. 

-Iron Bull. Debo hacerte una pregunta, somos extranjeros, vengo de una tierra lejana, donde sólo habitan hombres, hombres despiadados, que crearon armas que atravesaban la carne como espadas pero volaban como flechas. Sin embargo eran pequeñas, más aún que el corcho de una botella.

Ahora bien, me encantaría saber de dónde vienes, y qué eres exactamente.- Bebe de la jarra de Whisky. -Si no es molestia claro. Llevamos meses viajando sin apenas comida y ya que hemos podido conseguir refugio, me gustaría hacer alguna amistad. Éste es mi camarada Jacob, viene de un lugar cercano al mío, sin embargo nos conocimos cerca del final de nuestro viaje.- Dice finalmente mientras le toca el hombro. Se muerde ligeramente el labio, esperando haber acertado con su selección de palabras.

El tipo tenía un vozarrón acorde con su tamaño, y hablaba en un tono grave, potente. Sin embargo, era amistoso, cordial. Un parche metálico tapaba un ojo sin poder cubrir todas las cicatrices, cicatrices que, por otro lado, surcaban también su torso casi desnudo. Y junto a eso, intrincados tatuajes ornaban sus enormes espaldas.

-Se os ve a la legua que sois extranjeros, no te preocupes. Pero ni sois los primeros, ni, por lo que ayer ocurrió en el Templo, vais a ser los últimos. Tu tierra, sin embargo, debe estar muy lejana, porque supongo que esas armas de las que hablas no son otra cosa que magia, y de esa tenemos aquí tanta como quieras. No es mi estilo, ya lo ves... - dijo señalando una enorme hacha a dos manos que descansaba junto a él.- ...pero hay mucho mago aquí, ya lo veréis. Dorian, sin ir más lejos, un mortalitasi, un mago de la muerte. No creo que tarde en aparecer por la taberna, en busca de su botella diaria. O Viv, aunque a ella no la vais a ver aquí, jajajaja!, nunca. NUNCA!!

Se rió como si hubiese dicho algo tremendamente gracioso, y apuró un trago de su jarra, asintiendo al mismo tiempo.

-¿Qué soy, dices? Soy... un mercenario, un Tal-Vashoth, líder de una compañía en nómina de la Inquisición, los Batalladores. -Dudó bastante antes de responder. Como si supusiera un problema definir su situación personal.- Del círculo próximo a la Inquisidora, el pequeño grupito de compañeros de aventuras, eso ya es un grado de escalafón por sí mismo, jajaja, ya me entiendes... -le clavó un amistoso codazo a Markus en las costillas que casi le dejó sin aliento. Luego se puso serio, bajó algo la cabeza y bebió de nuevo antes de añadir:- Pero bien, sí, antes fui un Qunari. Lo admito.

Podía entender lo que nos decía el grandote de los cuernos, pero no comprendía realmente una sola palabra de lo que quería comunicar, pese a que compartíamos el idioma ingles era como si me estuvieran hablando en chino, sin embargo decidí no preguntar de forma abierta en ese momento, después hablaría con Solas o Morrigan, con suerte alguno de ellos podría explicarme con más detalle lo que no lograba comprender, aunque claro, a su debido tiempo.

Cuando la bebida llegó apuré un trago de la misma, el sabor familiar me refrescó la garganta y me alivió un poco la tensión de todo lo que había ocurrido tan recientemente, en realidad este lugar no era tan desagradable, o eso me parecía a mi, aunque debo admitir que ya comenzaba a extrañar los celulares, ordenadores, el internet y demás cosas, podía sobrevivir sin ellas... esperaba...

Markus asiente aún confundido, pero reacio a preguntar más para no levantar alguna sospecha. Sin embargo busca un lugar por donde meter su curiosa mente y encuentra algo por lo que preguntar sin que resulte extraño. Carraspea. -Nosotros hemos llegado hoy, que ocurrió ayer en el templo?- Markus quería saber todo lo posible del lugar en el que se encontraba, si no lo hacía, le sería bastante difícil buscarse la vida en aquel nuevo mundo.

Markus dudaba al hablar, sin embargo en su tono de voz era algo imperceptible. -Sería mejor hablar con los que me resucitaron más tarde?- Pensaba. -Creo que mostrarme cercano será lo mejor.- Decidió finalmente.

-Este castillo pertenece a la Inquisición?- Pregunta con menos curiosidad de la que aparentaba. -Nosotros fuimos rescatados, y todavía no he tenido la posibilidad de dar las gracias por nuestras vidas a nadie.- Dice finalmente.

Siguieron adelante, él ya con una apariencia que le hacía pasar desapercibido entre los demás ocupantes del lugar, y tras salir al exterior del edificio principal en el que se encontraban entraron en otro y en lo que, según indicaba un cartel en la puerta, era el "Herald's Rest". A su lado, una banderola mostraba una imagen que, en una taberna, resultaba... perturbadora.

Sólo una puerta de pesada madera les separaba de ese desayuno. Y de la gente.

El lugar era agradable, olía a madera y a vino, a carne asada, a pan tierno. Había mesas y sillas robustas, dispuestas a lo largo de un par de pisos, con el techo a doble altura. Una chimenea calentaba el ambiente, y una bardo, junto a ella, afinaba un instrumento de cuerda con el mismo cariño con el que habría acariciado la piel de su amante.

Un mostrador al fondo, ante lo que se veía era una pequeña cocina o despensa, con el tabernero que amontonaba jarras a medida que las iba limpiando.

A parte de ellos dos, no parecía haber demasiada parroquia en la casa. Pero después de todo, era de mañana temprano, y a menos de los que, como era su caso, acudían a desayunar, sólo había allí aquellos a los que algo hubiera obligado a acallar la tensión metiéndose entre pecho y espalda un buen trago, pero pocos solían a beber a esa hora.

Sin embargo, en una mesa algo apartada, vio a dos de sus compañeros de viaje, el tal Jacob y el "resucitado" Markus, con sendas jarras en la mano. A su lado, casi desbordando de la silla en la que estaba sentado, un enorme y extraño ¿...hombre...?, bebía con ellos, cordial a pesar de su aspecto imponente.

En ése preciso instante Markus carraspeó, y preguntó: "Nosotros hemos llegado hoy, ¿que ocurrió ayer en el templo?... ¿Este castillo pertenece a la Inquisición?"

Y luego, antes de que el enorme hombretón, o lo que fuera, pudiera responderle, añadió:

"Nosotros fuimos rescatados, y todavía no he tenido la posibilidad de dar las gracias por nuestras vidas a nadie."

Mientras Markus hablaba, y antes de que Iron Bull reaccionara y respondiera, algo que sin duda sería digno de oír puesto que por poco se atraganta al escuchar las preguntas, la puerta del Herald's Rest se abrió y apareció Ricky.

Iba ataviado con ropas del lugar, como también Jacob y Markus, y le acompañaba un extraño muchacho de largos mechones de pelo amarillento que casi le ocultaban los ojos, a su vez casi ocultos por un enorme y feo sombrero.

El muchacho se quedó mirando a Markus, con una expresión difícil de definir.

Levanté mi bebida a modo de saludo cuando entró Ricky en el lugar, aunque me tomó por sorpresa la reacción de Iron Bull, sin embargo decidí preguntar, maldita curiosidad me traicionaba muy a menudo -Hola Ricky, algo temprano para venir a tomar algo, pero cada quien tendrá sus razones, y disculpa mi descortesía, pero, quien es tu amigo? mucho gusto, Jacob Wilde- me presenté al chico del sombrero de la manera más amable que pude mientras apuraba mi bebida de un trago

Hizo un saludo cordial a sus compañeros y a su extraño acompañante. 

- Ey, ¿qué pasa? Estabais aquí. Si bueno... tenía hambre y me he pasado. ¿Bebiendo tan temprano? Él es Cole - dijo refiriéndose a su acompañante. Seguidamente tendió una mano formalmente al hombre extraño - Soy Ricky, un placer. ¿Usted es...?

Al parecer las preguntas y afirmaciones de Markus habían atragantado al enorme Iron Bull. Aún estaba intentando recuperarse cuando Ricky se presentó con Cole, por eso no respondió ni a uno ni a otro en un primer momento. Pero cuando Ricky le tendió la mano directamente, la asió y sacudió riéndose. La sorpresa había pasado.

-The Iron Bull. Bueno, amigos, por lo que tu compañero acaba de preguntar, entiendo que no sólo sois extranjeros, sino que por alguna extraña razón que se me escapa debéis haber estado durmiendo estos últimos días. ¡Jajajaja! Sí - se dirigió a Markus.- estamos en la Fortaleza Insignia de la Inquisición. Skyhold. Es muy antigua, llevaba abandonada un tiempo inmemorial. Pero ahora Dawn la ha recuperado y la están reconstruyendo, es nuestra sede. -Asintió con un cabezazo. -En cuanto al Templo, ayer...

Se giró hacia Cole, y se rascó la cabeza, entre los cuernos. Se mostraba perplejo, y era evidente que no acababa de saber si le estaban tomando el pelo, o qué.

-Sois seres raros. Hombres, hombres raros. Ayer Coripheus fue derrotado, eso es lo que ocurrió en el Templo de las Cenizas Sagradas. En lo que quedaba de él, después de la Brecha. No lo sabíais.- No era una pregunta, era una afirmación.- Sois viajeros del error, y os ha dejado aquí desnudos. Como recién nacidos.

Se encogió de hombros, era un muchacho de aspecto triste, y algo etéreo llamaba la atención en él.

-Os ayudaré. Os ayudaremos. No es vuestra culpa...

Se giró hacia Ricky.

-Aprenderéis, ya lo has visto. -Y luego a Jacob, y por último a Markus.- Encontraréis vuestro don, y luego el camino.

Markus se giró hacia los recién llegados y al oír las palabras de Cole su expresión se tornó más seria. Aquel chico sabía algo, sabía que ellos no debían estar aquí. Markus se gira para coger su jarra de nuevo. Estaba casi intacta.

Entonces Markus se da cuenta de que quiere saber más. Markus se da cuenta de que aquello era un lugar tan distinto que sus acontecimientos escapaban totalmente a su entendimiento. Y quería saber más.

Su expresión se mantuvo seria y sus ojos miraron a Cole con curiosidad. ¿Qué era ese chico? Y aún con dudas y miedo, supo que él debía ser la clave, la forma de conseguir información en aquel lugar. Aprovechó los momentos de silencio para pensar con claridad.

Si Cole, The Iron Bull o incluso Solas o Morrigan podían darles respuestas, aún faltaba encontrar las preguntas. Y para ello debía sumergirse aún más en aquel mundo. Fusionarse, ser uno más.

Fue entonces cuando reparó en el demasiado presente silencio y se decidió a romperlo con una sonrisa, que se correspondía más a su posible y recién adquirida fuente de conocimiento que a lo que iba a decir. -Quién quiere otra ronda?- Y acto seguido bebe toda la jarra de Whisky de un trago.

-Llevo demasiado tiempo sobrio. Creo que estoy pensando demasiado.- Se dijo a sí mismo.

Bebida de buena mañana, como en la vida desordenada que llevaba en su ¿mundo? ¿Porqué no? Al fin y al cabo cambiar de lugar no era razón suficiente para él de cambiar también de hábitos. 

- Yo me apunto a la primera ronda.

Se sentó en el primer taburete de madera que consiguió y se añadió a la mesa con sus compañeros terráqueos y... bueno, de Thedas o como se llamara el sitio este. Muchos nombre extraños le habían dicho en el lugar de los espejos y no sabía siquiera si Thedas era el nombre del lugar. No recordaba si era ese u otro de los que habían dicho pero no le importaba. Al menos intentaría recordar donde estaban ahora, Skyhold. 

-¡Pues venga esa ronda! -La voz de Iron Bull era gruesa y grave como una tormenta, y cuando gritaba o reía, resonaba entre las paredes de piedra.- ¡Tabernero! Llena nuestras jarras, amigo, y tráenos también algo que llene nuestros estómagos antes de que nuestras cabezas ya no puedan pedírtelo. ¡Jajaja! Pan, queso, y algo de fruta...

El tabernero asintió, riéndose también, y se metió en la parte de detrás de la barra, donde debían estar las provisiones pedidas.

Mientras, quizá alertada por el vozarrón del qunari, una muchacha bajó por las escaleras que llevaban al piso de arriba, riéndose, y con cara de curiosidad...