Partida Rol por web

Toda gran aventura comienza con un pequeño paso.

Te encuentras en tus aposentos, inmerso en la meditacion. Meditas sobre el Tao de Shinsei, sobre las Fortunas, sobre todos tus asuntos, meditando en general. Siguiendo una enseñanza de tu sensei: "dedica unos miutos a pensar cada dia y habras pensado mas que la mayoria de la gente en toda su vida."

Sin embargo, tu meditacion se ve interrumpido por la brusca entrada de un soldado de la guardia personal del daimyo. Sin molestarse en guardar silencio, el repiqueteo de sus armas hace imposible concentrase, por lo que te ves obligado a escuchar su mensaje. Señor, el daimyo del clan del Dragon requiere vuestra presencia de inmediato. Transmitido el mensaje, se marcha tan ruidosamente como vino.

Arreglo mis ropas rápidamente, repaso mi aspecto solo un instante, recojo mi wakizaki y salgo fuera, respiro profundamente, el propio Togashi me llama ante su presencia, pienso mientras avanzo con paso decidido.

Atravieso pasillos y salas, hago las reverencias que correspondan pero mi mente está está centrada en cada movimiento que precederá a su presencia, arrodillarme, postrarme, callarme...

Por fin llegas a la sala de reuniones del daimyo. Las puertas correderas se hallan cerradas, con dos guardias a cada lado. ¡Alto! No se permite la entrada a..., ¡oh! sois vos, Kitsuki-sama. Disculpad mi insolencia. El daimyo Yokuni os esta esperando. Ambos guardias abren las puertas, dejando ver la sala donde se encuentra el daimyo. Es una sala poco iluminada, semi en penumbras. Un aroma a incienso inunda la habitacion. Por las paredes se pueden observar pergaminos con las enseñanzas del Tao de Shinsei: "El peor enemigo que existe es la ausencia de esperanza.", "Todo lo que eres se refleja en todo lo que haces." son unos pocos ejemplos de las escrituras que puedes observar.

Dos filas de guardias forman un corredor hacia el daimyo, el cual se encuentra en el otro extremo de la sala, sentado y con los ojos cerrados, sin emitir ningun sonido. Lleva la cabeza totalmente afeitada, tal y como Shinsei se mostro al primer emperador hace mas de mil años.

Repaso con rapidez la sala, nunca posando mi vista sobre el Daimyo, me adentro en la sala con pasos rápidos y decididos en dirección al daimyo, mi vista fija en el suelo hasta alcanzar la posición de mi señor. Pero no es mi señor quién me preocupa, avanzo con decisión, pero mi atención se centra en los guardias.

Avanzo sin quitarles ojos desde a la vista en el suelo.

-" Mi señor, acudo a su llamada, mi vida está a su servicio, vuestra voluntad es mi camino.".- Arrodillado con la frente pegada al suelo.

Un día perfecto para morir o conseguir la gloria...¿que me pedará mi señor?

En pie, Akeno-san. Tengo algo importante que comunicaros. El cuervo de la desdicha se cierne sobre vosotros. Los rumores de guerra son cada vez mas frecuentes. Y me temo que pronto dejen de ser simplemente rumores y se conviertan en hechos. Los clanes del Leon y del Unicornio han sufrido ataques serio de manos de atacantes desconocidos. No se sabe cuales fueron las intenciones de los atacantes, pero estoy seguro de que no fue un ataque fortuito. El emperador ha encargado a todos los clanes que envien a uno de sus miembros para formar una comision de investigacion que aclare todo este asunto, y asi evitar la guerra. Tu formaras parte de esa comision. Debes evitar que la guerra estalle, a toda costa.

-" Asi será mi señor, no habrá guerra, pués así lo ha dispuesto su excelencia o yo no viviré para ver mi vergüenza. ¿ Que debo saber para partir en mi viaje, mi señor?. El dragón no baja de la montaña sin conocer su destino.  ".- Contesto alzándome y menteniendo la mirada en el suelo.

Tokuni sonrie brevemente con tu contestacion, pero su sonrisa es tan fugaz que cualquiera dudaria de que hubiese sido real. Se te ha convocado en la capital, Otosan-Uchi, dentro de una semana. Tomaos el tiempo que necesiteis para preparar vuestra partida, y si hay algo que necesiteis, os lo proporcionare si esta en mi mano.

-" Muchas gracias mi señor, partiré en cuanto tenga los documentos de viaje, los pertrechos y vuestra bendición. Si fuera vuestra voluntad concederme permiso para usar los caminos imperiales que cruzan las tierras de Akodo podría alcanzar al galope la capital en poco tiempo.Me ofrezco como correo, podría hacer llegar alguna misiva del caln a nuestros hermanos en la capital. Si no me necesitais para nada más me retiraré a preparar el viaje mi señor.".- Contesta Akeno, mientras en su mente calcula rutas y días de viaje, carga y documentos..., el caballo es muy importante.

Se os concedera el permiso para utilizar los caminos imperiales. Podeis retiraros-dice mientras os despacha con un gesto de la mano. Y recuerda las enseñanzas del Tao de Shinsei: nunca interrumpas a tu enemigo mientras comete un error.

 Me retiro caminando de espaldas a mi señor, con una profunda reverencia. Una vez fuera de la sala me dirijo al administrador, mi listado no es especialmente grande, pero si indispensable. Una montura resistente, paquetes de viaje la menos para una buena parte del recorrido. Dinero para las travesías, hospedajes y comidas. Documentos de viaje y una armadura por si fuera necesario representar al clan en batalla. Esto último será opcional.

Con mis honorarios, buscaré un kimono de buena calidad, no se puede viajar a la Ciudad Imperial y deshonrar a tu señor vistiendo un kimono ajado por el largo viaje. Hablaré con el armero para que tenga mis armas dispuestas y con el shugenja para que bendiga mi viaje.

Una vez dispuestas estas tareas, partiré rápidamente descendiendo de la montaña en dirección a las tierras Akodo, atravesando las tierras del León hasta las tierras de la Grulla y de allí a la ciudad Imperial.

Era una noche clara, y las estrellas brillaban como cientos de velas. Las miraste mientras avanzabas hacia la ciudad, y alli observaste algo raro. Las estrellas se estaban... moviendo? Parecia imposible, pero asi era. Las estrellas formaron la forma de los animales que representaban a las Siete Grandes Casas, pero habia algo mas. Las formas brillaron intensamente durante un segundo, antes de converger todas en un mismo punto. El conjunto de estrellas formo un caos, donde nada era distinguible, y finalmente... desaparecieron.

 Akeno tomó nota de cuanto vio aquella noche. Todo debía quedar registrado, dos copias hizo a la luz de la hoguera mientras su mente escrutaba en su interior. Todo lo había aprendido de su familia, no podía defraudar.

Enviaría la primera copia a su señor. Su daimyo era un hombre sabio y los Agasha sabrían escrutar los designios que para Akeno le eran ajenos. Su destino se le había aparecido. Pronto, según su propia convicción los clanes chocarían, y solo habría caos. Esperaba que su destino solo fuera una posibilidad y no estuviera ante la dolorosa realidad. 

Desde esa noche preparó mente y cuerpo para el destino que se le había trazado en las estrellas. O al menos era como él lo interpretaba. Tiempos oscuros se cernían sobre el imperio.

Buscó el sueño, pero esa noche, no lo encontró, solo una mente agitada ante un futuro incierto.

Con mayor decisión despertó el dragón, dispuesto a enfrentarse a las vicisitudes del camino. Pero ahora no veía solo personas, veía personas muertas, dolor y muerte y al alcanzar el alto en un camino imaginó los pueblos en llamas, los ejércitos luchando y un manto de oscuridad que se cierne sobre el trono esmeralda.

Aferrando el pomo de espada juró en su interior luchar para evitar que el mensaje de las estrellas se cumpliera...

 Con una visión desapareciendo poco a poco de tu mente, proseguiste el camino, avanzando hacia la Ciudad del Camino, con un paso rápido pero manejable.

No tardaste demasiado en alcanzarla, el día anterior no te habías detenido hasta pasado el anochecer, y la ventaja que eso conllevaba no tardaste en entenderla.

Era una hora a la que la mayoría de campesinos aun estarían en casa, preparándose para el largo día de trabajo, cuando atravesaste las grandes puertas de la ciudad, y entraste en la misma. No había mucha gente en el camino principal, lo cual se agradecía bastante, ya que a determinadas horas, aquello era un hervidero de viajeros y comerciantes. Con gran tranquilidad, avanzaste un buen trecho, en el que te encontraste a pocas personas, hasta dar con el primer hostal. Pero ya era de día, y tenías una carta que enviar. ¿Qué hacer?