Partida Rol por web

14 de mayo, 2018

Estaba siendo otro entrenamiento de piernas duro. Mientras tanto, había aprovechado la ocasión para, desde lo alto de las cuerdas del ring, dar la charla apropiada a su alumna.

-Podrías ir, presentarte, decir que quieres el trabajo, indagar en los archivos y averiguar que ocurrió con tu abuelo. La burocracia es así, y nadie te echará en cara que hagas estas cosas por interés, pero quizá encuentres un buen trabajo en las minas, unos meses cargando peso te vendrían bien para fortalecer los brazos. Aprovecha que puedes.-El maestro alzo su brazo izquierdo, y el ruido mecánico de ese brazo robótico que desde que le había conocido lo acompañaba, se manifestó.- Yo no puedo hacer más.

La mirada del hombre se perdió a las cristaleras del dojo, como a él le gustaba llamarlo. La luz de la luna se filtraba por las ventanas, palideciendo en comparación con los focos sobre el área de entrenamiento. Era tarde, quizá pasada la medianoche, pero cuando el maestro aparecía era momento de dejar todo a un lado y seguir sus instrucciones. A veces parecía que todo lo hacía por putear a su alumna, por verla en posición imposibles, e incluso sugerentes. Pero hoy no era uno de esos días, hoy la preparaba para algo.

-Kiwa. Quiero que recuerdes que todo lo que te he enseñado no es un arma, solo un método de defensa; pero quiero que sepas que también debes hacer daño a otros, para que esos otros no puedan hacer daño a unos muchos.-El hombre bajó de su habitual sitio de contemplación con un salto.

-Aguanta dos horas con esos pesos en las piernas y túrnalas para levantarlas, algún día, patearas la cara de alguien más alto que tú y agradecerás esto.

Y se largó por la puerta, como solía hacer cuando tenía uno de esos días en los que pensaba sobre el pasado. Sobre el Dragón Negro y sus aprendices, sobre el día en que su mayor rival le dio una paliza y mandó a sus secuaces cortarle una pierna y un brazo a machetazos. El Maestro había sido un jefe en lo suyo, había recorrido el mundo en torneos con otros compañeros, y por lo que sabía Kiwa, a veces, esos torneos eran una excusa para impartir justicia junto a otros artistas marciales como él. Las redes de prostitución de Taiwan, los cárteles de la droga de Brasil…Había fotos en blanco y negro en el dojo, fotos con gente que Kiwa había podido googlear y reconocía a duras penas, todos ellos habían sido campeones menores, pero si las historias del Maestro eran ciertas, las medallas eran opcionales si podían salvar las vidas de inocentes en los peores rincones del mundo. Bueno, también tenía una foto con el Chuache.

15 de mayo, 2018

5AM

Se había quedado dormida en la cama en uno de los rincones del dojo. Al menos hasta que alguien llamo a la puerta con urgencia. Y dio algunas voces. Sin obtener respuesta, la sombra de alguien se movió, recortada por la luz de las farolas en la calle.

-Kiwa…

-¡Kiwa-Chan!

La voz era familiar. Goodman se presentaría en el tercer ventanal a la de …1,2 y 3.

Mientras tanto daba tiempo a pensar en que andaría Goodman esta vez. ¿Estaria cuidando de los enfermos de la calle Windsor? ¿Habia venido a asistir un parto en algún barrio marginal? ¿A operar la pierna de un niño puertorriqueño que no podía pagarse una operación así?. Había un héroe en las calles de Silver City, y era un hombre que lo había dejado todo para llevar la medicina a los más necesitados. Ese era Goodman.

Efectivamente la silueta del vagabundo más característico de Silver City se recortó contra el ventanal, sus dedos apretaron un poco aquí y allí y desencajaron uno de los cristales, lo justo para hacerse oír en el pabellón interior.

-¡Kiwa-Chan!, rápido, tienes que irte. Los Dragones Negros están viniendo hacia aquí. Pulgas los ha escuchado hablar de ti y de tu maestro, y de que no deberían dejar que termines tu entrenamiento.-La voz del hombre sonaba con verdadera preocupación, y sus ojos casi se podían ver saltones a través de la capucha que llevaba casi siempre puesta.

Corría el viento por la calle, y unos metros más allá unos mendigos alzaban la voz mientras hablaban al fuego de un barril en el que habían tirado un palé troceado. Seguramente alguno había empinado el codo para mantenerse caliente en la noche y no media su tono de voz en absoluto.

Kiwa abrió los ojos de repente, incorporándose en el camastro aturdida por el brusco despertar, y aun tardo varios segundos en encajarlo todo en su sitio. Para cuando su cerebro procesó toda la información y comprendió lo que el doctor estaba diciéndole se puso en pie de un salto mientras buscaba ropa que ponerse.

El pantaloncito mas que corto y la fina camiseta de tirantes no era lo mas apropiado, ni para recibir a Goodman, ni para correr en mitad de la noche, ni por supuesto para enfrentarse a un grupo de Dragones Negros. Pero ¿tenia sentido huir? si no estaba allí le destrozarían el dojo y hasta es posible que lo quemaran.

Molesta por la situación, tras ponerse ropa deportiva a toda prisa se acerco hasta la ventana para daré las gracias al medico.

- Gracias - dice en voz baja -, ahora sera mejor que te alejes antes de que lleguen y te vean.

Por el momento vigilaría por la ventana y según el numero de personas que viniera decidiría como actuar.

Goodman no tardó en alejarse tras asentir, y usó su gran poder. El de mimetizarse entre la escoria de la sociedad; se descolgó algunos fardos y los dejo a sus pies y como un vagabundo más se hizo hueco entre los otros tres que se calentaban las manos en torno a un barril, no muy lejos del dojo.

Ahora se podía escuchar claramente, el ruido de motor de un coche había parado justo delante del dojo y por el ventanal se veía a tres tipejos bajarse del coche. Tenía una ventanilla apañada con cinta americana, y no era el mejor carro, pero funcionaba, y eso en Silver City era un carro de los buenos. Los tres iban vestidos muy parecido, eran pandilleros, pero Kiwa sabía que de entre todos ellos, algunos, a veces, eran entrenados en algún arte milenaria.

-¿Es aquí?

-Si tio, es aquí.

-Pues vaya mierda de sitio, ¿no?

Habia un par con gorra y pañuelo negro tapándoles casi toda la cara, y uno mas bajo y moreno de piel que probó el manillar de la puerta. Obviamente cerrado. Se escuchaban sonidos de estar intentando forzarla con algo.

Kiwa se concentró en su respiración, dejando que su Chi se centrara, alejándose del sobresalto que le había provocado el brusco despertar. Necesitaba tener la mente lucida y equilibrada si quería tener alguna oportunidad contra esos tres pandilleros. Aparentemente no tenían armas, lo cual siempre era tranquilizador, pero tampoco podía fiarse.

Se situó cerca de la puerta, en silencio, inmóvil y expectante. En cuanto apareciera el primero de ellos le recibiría con una contundente bienvenida. Tal vez no fuese la maniobra mas justa, pero aquello no era precisamente un campeonato, y los tres asaltantes no estaban allí para ganar ningún concurso de juego limpio.

Había llegado a barajar la opción de razonar con ellos, de pedirles que se marchasen, pero no era tan ingenua como para pensar que aquello serviría de algo.

-Voy al coche a por el bate, si no puedes abrir nos colamos por una ventana.-Dijo uno de ellos.

Durante un tenso minuto hubo un silencio, donde se pudo escuchar el maletero abrirse y cerrarse, y la mano del pandillero de turno palmear la madera del bate.

-Ya está…-Dijo uno de ellos. Algo hizo clack en la puerta de entrada, y el manillar de esta se movió lentamente. La puerta se abría y asomaba una cabeza, después otro de los pandilleros terminaba de abrir la puerta. Dos habían entrado, el del bate aún quedaba fuera. Era el momento de Kiwa de actuar.

Kiwa se encontraba detrás de un brazo de sillón clavado en la pared junto a la puerta, que hacia las veces de perchero y del cual colgaban un par de abrigos. Aguardó a que los dos primeros entraron en la estancia y ya totalmente centrada se dejo llevar.

Llego hasta ellos con un salto, propinándole una tremenda patada contra su hombro izquierdo, y antes de que pudiera reaccionar lo tomo del brazo contrario para intentar derribarlo con una llave. Por ultimo, lanzo su pierna hacia el segundo de ellos impactándole en el muslo izquierdo, esperando derribarlo también.

El cuerpo de la joven se movía en silencio, fluía como si hubiera nacido para aquello y no le supusiera ningún esfuerzo.

El arte de Kiwa, eso de repartir patadas, puñetazos y hacer llaves, se hizo notar. ¡Flash pin pam!, los pandilleros ni se lo esperaban, al primero se le salió la gorra volando antes de aterrizar de bruces en el suelo, y el segundo se quedó casi de rodillas con semejante patadón en el muslo. Ya casi los tenía a todos por los suelos, solo faltaba el del bate que tardó nada y menos en entrar, casi tropezar con uno de sus compis, y tratar de escalabrar a la figura que se movía aquí y allí. El swing que hizo solo acarició el aire por encima de la experta luchadora mientras los otros dos tipos hacían lo posible por levantarse del suelo y rodearla.

-¡Mirad quien está aquí…! Si es la zorrita del maestro.- Dijo el que había acabado por los suelos, limpiándose la comisura ensangrentada del labio con el revés de la mano. Mientras se levantaba Kiwa vio algo muy importante. En la parte trasera del pantalón llevaba una pipa, y el muy cabrón estaba a nada de echarle mano.

Kiwa vio de reojo al matón que la insultaba cuando llevaba la mano a la espalda y agarraba algo que parecía una pistola. Intentando mantener la concentración para evitar que sus palabras la alteraran alzó la pierna por encima de su propia cabeza y con la potencia que le daba su trabajado cuerpo y los días de entrenamiento la dejo caer con precisión en su estomago para evitar que pudiera dispararle.

En seguida se dio cuenta de tenia que trabajar mas en su concentración, pues la furia con la que había golpeado al pandillero la había sorprendido incluso a ella misma. A continuación lanzo un puñetazo también al estomago que falló, pero le siguió un segundo que si golpeó con fuerza.

La mujer se lió a repartir aquí y allí antes de que ellos tuvieran tiempo a reaccionar, el matón de la pistola cayó seco al suelo tras la patada, razón por la cual el puñetazo de Kiwa falló.

El que había caído de rodillas se llevó un puñetazo en el estómago, de esos que casi hacen que se le salgan a uno los ojos de la órbita, y parece que la somanta de palos que estaban recibiendo les hizo llegar a la conclusión de que no ganarían esta pelea.

El del bate relajo el gesto y se puso delante de su compañero que aun se dolia del puñetazo en la tripa.

-¡Vale tia, nos largamos, no hace falta que nos partas la cabeza a todos! Venga, joder…Miralos, están sangrando.

Ciertamente el de la patada en el estómago había boqueado un par de veces, escupido sangre en el suelo, y acto seguido caído en seco al suelo. No tenia buena pinta.

Kiwa apenas si tenía la respiración acelerada pero no bajo la guardia aunque si los puños para encararse con el del bate.

- Ya le veo - dice sin que aparentemente le importase demasiado aunque esperaba no haberle causado un daño irreparable -. Estoy segura de que veníais con la intención de deteneos en cuanto empezara a sangrar yo. podréis marcharos en cuanto me digas quien os envía y para que, puedes considerar eso como que has entregado el mensaje. o si lo prefieres... podemos seguir.

No tenia ninguna intención de seguir vapuleandoles pero quería saber a que venia todo ese circo.

-Mira tía, nos ha mandado el propio Dragón Negro, ha dicho que si…bueno que si entregábamos un mensaje que nos entrenaría en persona. Es una gilipollez tía, íbamos a pintar las paredes y el ring con spray. Un mensaje para tu maestro, para que se vaya de la ciudad, nada más.

El que estaba por los suelos se levantó, aun dolorido, y hecho un vistazo al que había caído a plomo al suelo, lo giró y le dio golpecitos en la cara, mirando su colega con urgencia.-Tio, lo ha destruido…

-Déjanos llevarle a que lo miren.-Casi suplicaba el del bate.

Kiwa estaba a punto de reprocharles que no se venía a hacer pintadas con un bate de béisbol y una pistola, pero sabía que aquello no conducía a ninguna parte, y el tipo del suelo parecía realmente grave.

- Llevaoslo y no volváis nunca mas por aquí - dice señalandoles la puerta.

Era consciente de haberle dado realmente con fuerza, pero no imaginaba que pudiera haberle causado tanto daño, esperaba que no le hubiera causado nada irreparable. Aguardó a que se hubieran ido para cerrar la puerta y echar el cerrojo, y luego estuvo asegurándose por la ventana que realmente se marchaban de allí.

La próxima vez que viera a su maestro tendría que contarle lo ocurrido, tal vez podría hablarle un poco mas de ese Dragón Negro.

El maestro siempre había sido una tumba respecto al Dragón Negro. Bueno, en general solo abría la boca para dar direcciones, entrenar a sus pocos alumnos, y quedarse meditando en el más absoluto silencio las siguientes horas, si es que no se largaba cuando nadie estaba ya mirando.

Kiwa pudo escuchar y ver el coche arrancar, los tíos metieron al compañero en el coche a toda prisa y se largaron haciendo ruedas de allí. Kiwa probablemente le había reventado el bazo o alguna cosa así a aquel tipo. Goodman se giró para cotillear y guardó algo en un bolsillo antes de recoger sus cosas y despedirse del grupo de mendigos, que ahora se repartia un kit-kat entre ellos. Goodman siempre llevaba kit-kats encima, le servían para calmar a los niños, para hacer amigos y para tener un cojón de caries en la boca.

-Kiwa-Chan-Dijo desde el otro lado del cristal.- Se han ido ya…No creo que vuelvan.-El hombre se rasco la barba y echo mano al cazo de metal que llevaba siempre al cinturón, lo limpió un poco con la manga y destapó una botella ya empezada de whisky, vaciando el contenido dentro.- Ya casi pensaba que tenía que entrar a ayudarte.- El hombre parecía bastante calmado, esperando fuera. Ofrecería el cazo de whisky a Kiwa si esta decidía salir. Asi era Goodman.

Kiwa salió al exterior junto a Goodman, con gesto preocupado, negando con un gesto ante el ofrecimiento de la bebida.

- Gracias. De no haber sido por ti me habrían pillado durmiendo y tal vez no habrían salido tan bien las cosas. Oye, ¿que me puedes decir de ese tal Dragón negro? ¿porque le importa tanto lo que haga mi maestro?

El tipo llevaba tanto tiempo en las calles que era posible que habitualmente sabia un poco de todo lo que suceda, así que no era ningún tiro a ciegas preguntarle. Ademas, al avisarla del ataque había sabido en todo momento quienes eran los que venían.

Goodman le dio un trago al güisqui.

Y luego otro.

-Es un asunto de rivalidad entre viejos maestros supongo, tendrás que preguntarle a uno de los dos, yo no sé mucho pero esto ha sido siempre así, por eso tu maestro no tiene muchos estudiantes y el Dragón Negro los pierde continuamente. A parte de que muchos Dragones Negros terminan en la cárcel por la DEA. La agencia antidrogas. Está ciudad será una mierda pero cuando la DEA viene hace una buena limpia…A veces me joden a mi. No todo el mundo vende químicos para drogas.-Añadió aquello ultimo para aclarar.

El hombre se quedó un rato mirando la cintura de Kiwa mientras una uña repiqueteaba contra el metal de su cazo del whisky. Y luego desvió la mirada a la calle.

-Debería irme. Y tú deberías abrigarte o cogerás un resfriado con el sudor.-Goodman siendo Goodman hasta en las despedidas.

Kiwa asintió pensativa. Como había imaginado no sacaría demasiado hasta hablar con su maestro. Aun le daba vueltas al asunto cuando descubrió la mirada de Goodman hacia su vientre. No había tenido demasiado tiempo para vestirse, y la camiseta sin mangas no cubría el estomago, por lo que el ombligo, la delgada cintura y el plano vientre quedaban a la vista sin problemas. No dejaba de ser gracioso pensar que un tipo tan mayor como Goodman se sintiera atraído por ella, aunque a lo mejor estaba confundiéndose y lo que veía era una mirada de reproche.

Se sonrojó ligeramente cuando le dijo que se abrigase, pero hizo un gesto de suficiencia para disimularlo.

- La verdad es que ni siquiera me han hecho sudar. Pero bueno, volveré dentro. Si te apetece un té o comer algo, ya sabes que no tienes mas que llamar.

El hombre se rasco el pescuezo, sonriendo apurado y colgándose el cazo ahora vacío de whiskey del cinturón.

-Kiwa-Chan…

Por un momento parecía que iba a decir algo importante.

-¿Puedo pasar dentro? Me gustaría echar un sueñecito…Con una colchoneta me conformo. Y algo caliente para comer.-Aunque la última frase no se la dijo precisamente al rostro de la mujer.

Kiwa se quedó un momento desconcertada ante el silencio del hombre, pero al ver lo que le pedía, sonrió con amabilidad y le hizo un gesto con la cabeza para que entrase.

- Claro que si - dice abriéndole la puerta para que entrara al algo mas cálido y acogedor espacio que la calle -. Ya sabes que no es ningún palacio, pero puedes quedarte.

Kiwa se fue a la pequeña cocina que había instalada en una de las paredes y empezó a preparar un buen plato de espaguetis con salchichas troceadas, tomate frito y algo de carne picada que tenia en el frigorífico.

- Cuando acabe esto cogeré un par de las colchonetas de entrenamiento, te aseguro que son de lo mas cómodas.