Partida Rol por web

El frio conseguía que Ardeth se sintiese totalmente fuera de lugar. Le costaba reaccionar. Y aquellas monstruosidades blasfemas. No eran como las monstruosidades blasfemas a las que estaba acostumbrado. Eran tan... tan...
... exóticas. Mientras pisaba la nieve para afianzar su pie y ayudar a la dama en apuros a saltar el último tramo y no accidentarse, se descubrió echando de menos las arenas del Desierto, los ecos en los valles de Am-al-Azthur, el chillido del halcón mientras oteaba presas a la vera del Nilo.

Pero bueno, se había enfrentado a un ejército de muertos vivientes que parecían réplicas del mismo Anubis y salido victorioso. Aunque claro, tambien había encabezado un ejército de Medjays.

Asintió con un cabeceo a la joven cuando indicó si los enviaba su padre.

- Algo parecido, señorita Hartman.-para después negar ante su sugerencia-No será el primer demonio inmortal al que derrotamos.-se separó de ella con un reverencia, blandiendo su amenazadora hoja, situándose junto a Rick y el Caballero Nomdedeu.

No había nada como tocar tierra, sobre todo cuando eso significaba estar lejos del peligro. Una vez abajo, miré nervioso a mi alrededor y después, me aparté para que fuesen bajando los demás.

Cuando la chica llegó abajo, la miré como embelesado, porque la verdad es que no podía decir que no fuese atractiva. Y su voz, dulce como la miel, parecía capaz de hacerme olvidar hasta que había arriesgado mi vida.

-Bueno, no creo que deba preocuparse, señorita -le dije, mostrándome seguro y aproximándome a ella como pensé que podría hacerlo Rick -. Está más segura con nosotros que con nadie de este mundo o de cualquier otro y pobre del Duque si se atrever a acercarse. Recibirá su merecido antes de que pueda darse cuenta de lo ingenuo que ha sido.

Entonces unos lobos aullaron en la distancia y la joven me miró, asustada. Rápidamente la envolví entre mis brazos, protectoramente.

-Esos lobos no le harán nada mientras esté con nosotros, no se preocupe -le dije, fingiendo una voz más gutural y segura de mí mismo.

Cuando Eve apareció, me separé de la joven, carraspeando.

-Ejem. Parece que... hay unos cuantos lobos por allí. Habrá que irse deprisa.

Rick parecía querer quedarse para hacerse el valiente y matar al vampiro, haciéndome temer porque pagásemos las consecuencias. Menos mal que tuvo la inteligencia de decirme que me llevase a la chica.

-Y eso es precisamente lo que iba a sugerir. Sé que lo detendréis el tiempo suficiente como para que la ponga a salvo y vaya en busca de ayuda -dije, en tono aguerrido. 

A continuación, me volví hacia Jenny.

-No se preocupe. Ellos saben protegerse. Venga, vayamos a por los caballos -le dije a la chica, tendiendo mi mano y procurando no mostrarme demasiado nervioso por el tiempo que estábamos perdiendo allí, quietos.

 Al escuchar a Jonathan, puse los ojos en blanco, preguntándome quien se creería sus cuentos, mientras preparaba la escopeta y me disponía a unirme a los otros dos guerreros a la contienda, para cubrir a las tres damiselas en su huida. Mientras íbamos a por los lobos, les pregunté, con mi habitual sonrisa, con la que me burlaba de la muerte:

 - Bueno, ¿Creéis que si les lanzamos algún palo, irán detrás de él y nos dejarán en paz?. - Al ver la mirada incrédula de los otros dos hombre, agregué. - No, ya me lo imaginaba.

 Aunque si ese palo era uno de mis cartuchos de dinamita, lanzado en el momento justo, ya verías como nos dejaban en paz... Para siempre y en cachitos.

Cada vez estaba poniéndose cada vez más oscuro, tanto como el alma podrida de algunos resucitados o las ojeras que tengo cuando paso la noche en vela por el niño.

- Lady Hartman no debéis preocuparos, es como mi hermano ha dicho. Mi marido y nuestros amigos saben qué hacer, el Duque debería temernos a nosotros - sonrió y miro a Rick, con esa mirada de más te vale que vuelvas de una pieza y vivo. Momias, zombis, vampiros, hombres lobo, ¿qué nos falta en el repertorio? - Ardeth, Drac más vale que os cuidéis también.

Le guiño un ojo a Rick antes de darle una palmada cariñosa en su trasero, para marcharme tras mi hermano y nuestra rescatada. Sujetando el arma que tenía y comprobando que al menos tenía una estaca lo suficiente afilada. Tenía que haber cogido unas cabezas de ajo, tal vez unas hostias consagradas. Para la próxima vez, que seguro habrá una próxima. ¿Estará consagrado el suelo del cementerio? No, porque hay algunos zombis y tengo entendido que si lo estuviera no se levantarían. Aunque las reglas veo que se tuercen demasiado.

El grupo se separa, veis como se alejan Rick, Ardeth y Drac. La dama mira al bosque que rodea el castillo y os pregunta:

- ¿Hacia donde nos dirigimos? Solo veo bosque espeso y esos aullidos no me han gustado nada...

A ver cómo le explicáis que los caballos quedan cerca del cementerio, ese cementerio en el que los muertos resucitaron y os atacaron. Al menos en cuanto lleguéis podréis escapar fácilmente montados en los mismos, y la luz del día tarde o temprano llegará y eso os dará algo más de ventaja.

Habéis comprobado que las armas están listas y en perfecto estado. Ahora solo queda encontrar al vampiro, aunque no creéis que eso sea un gran problema. Dentro del castillo están los mordavos que fueron a la mazmorras a liberar a los suyos, si los logran liberar puede que tengan más manos para luchar aunque no sabéis en qué estado están los que estaban en las mazmorras.

Otros se quedaron a defender la entrada al mausoleo contra una horda de muertos vivientes. Esos seguramente lo estén pasando peor, pero tenían la salida del camposanto cerca y es hacia donde se dirige Evelyn, Jonathan y la dama inglesa. Si logran llegar a los caballos les será fácil escapar. 

La pregunta que ahora os hacéis es cómo hacer todo eso y salir con vida. Pero tendréis tiempo de pensarlo mientras os alejáis del otro grupo que parecen dirigirse hacia el cementerio aunque por fuera del mismo (para evitar los zombis). 

Mientras Rick, Drac y Ardeth se hacían los valientes, lo cual estaba muy bien porque nos permitía a los demás aprovecharnos y salir huyendo de allí, mi hermanita y yo echamos a correr hacia el bosque, en busca de los caballos. No había tiempo que perder si queríamos sobrevivir a aquella locura.

Esos malditos moldavos lo habían hecho todo perfectamente, dejándonos a nosotros entrar en el castillo y ahora buscarnos la vida solos, mientras ellos se encerraban en sus casas cómodamente. ¡Habrase visto la poca vergüenza! Pero no había tiempo de nada. Mis piernas se habían puesto en movimiento y tiraba de la chica que habíamos rescatado para salir de allí lo antes posible.

Cuando preguntó hacia dónde nos dirigíamos, me volví hacia ella unos momentos.

-A buscar los caballos para salir al trote de aquí, y cuanto antes lo hagamos, antes podremos volver a casa. En cuanto a los aullidos... creo que es mejor no pensar en ellos.

Se lo dije a ella, pero también podía haber valido para mí mismo. Mis pernas ya parecían ser de gelatina y lo único que me faltaba era saber que había más lobos de aquellos que eran imposibles de matar.

Pero había que ser fuerte. Los Carnahan no podían ser recordados como pusilánimes y yo era uno de ellos... por más que me pesara.

-Venga, hermanita. Corre más deprisa -le dije a Eve, reanudando la marcha a toda velocidad.

-Bien, chicos. Es la hora de las tortas, ¿no os parece?  Hay que cargarse al nosferatu ese. Vamos a ayudar a los moldavos.

Si es que queda algo de ellos.

-Si lo han logrado, con su gente podremos acabar con esta maldición. Le metemos un palo en el corazón o por el trasero a ese engendro. 

Alcé y mostré mis dos revólveres, mientras sonreía con malicia traviesa en mi mirada. ¿Planes? Estos son mis planes. 

Vuestro grupo parece moverse con bastante agilidad, en relativamente poco tiempo lográis rodear el castillo y podéis ver dese vuestra posición el cementerio, y sabéis que tras salvar el cementerio estarán los ansiados caballos.

Desde donde estáis no se ve al Duque sobrevolaros, seguís escuchando los aullidos aunque al ver tan cerca las monturas os hacen sentir que los lobos quedarán lejos dentro de poco. No escucháis disparos de momento, lo que indica que el grupo de Rick no ha entrado todavía en combate. Lo cual también es bueno, pero no todo van a ser buenas noticias...

Escucháis un chasquido de una rama que se rompe porque alguien la ha pisado, es un chasquido fuerte y no parece fruto de un animal que casualmente pasaba por allí. Entre la maleza podéis divisar que algo se mueve, aunque no es posible precisar si es amigo o enemigo...

El grupo parece que no entró en calor tras separarse de Evelyn, Jonathan y la dama rescatada. Pero parece que en breve ibais a entrar todos en "calor". Los aullidos de los lobos se escuchan más cerca de vosotros, y con la distancia reduciéndose podéis notar que son extraños. No son aullidos de lobo europeo normal, es un aullido más gutural, como si el lobo no estuviera vivo ya y su voz viniese del más allá...

Un par de ojos rojizos se ven entre los árboles que rodean el castillo, al poco tiempo una docena más se suman. No es normal que unos ojos emitan luz. Una ráfaga de viento os envuelve, es gélida y podéis escuchar las palabras que trae esa ráfaga claramente en vuestros oídos:

- Muerte...

Los lobos parecían estar delante pero el vampiro y sus amiguetes que teníamos por detrás me preocupaban en esos momentos bastante más, así que procuré que mis piernas se moviesen bien y no se detuviesen por nada. Cogí de la mano a quien quisiera dármela, no sabía si para tirar de ella o para sentirme más seguro (quizás más bien esto último, porque en el fondo temblaba como una hoja) y corrí como el viento.

-No sé por qué pero en estos momentos me pregunto para qué habré venido hasta aquí, con lo cómodo y seguro que estaba en mi castillo -comenté, sin dejar de volar.

No tardamos mucho en ver el cementerio, lo que me traía recuerdos igual de malos que el resto de aquel lugar. Me estaba dando la sensación de que allí había más muertos que vivos y nosotros podíamos tener nuestras horas contadas si no acelerábamos el paso.

-Vale, creo que ya estamos. Solo espero que los muertos hayan vuelto a la tierra de donde salieron o que se hayan ido de paseo por ahí en busca de cerebros o lo que les guste más -dije, mientras llegábamos.

Y estábamos a punto de conseguirlo cuando de pronto oímos algo, una rama que se rompía debajo del pie de alguien o entre los dedos de algún gracioso, aunque a mí me valía lo mismo. Hizo que me detuviese en seco a escuchar y mirar. Para nuestra desgracia, algo parecía estar acercándose.

Así que elevé mi arma, temblando como una hoja, y apunté.

-¡Alto ahí! ¡Sea quien sea le advierto que puedo volarle la cabeza de un solo disparo y con los ojos cerrados y que mi nombre es ampliamente temido en el mundo entero por ser el más temible de los enemigos.! ¡Así que ya está saliendo de su escondite antes de que harte!

En cuanto hube terminado, miré de reojo a Eve, que obviamente sabía que no era capaz de acertarle a una botella ni aunque se quedase quieta encima de la mesa a dos dedos de distancia de mí. Yo le devolví la mirada y me encogí de hombros, mientras rezaba para que quien fuese se rindiese y no me hiciese quedar mal al salir corriendo en dirección contraria.

Ardeth se prepara el ataque de los lobos espectrales. Comprueba que su arma está cargada y apunta a los enemigos que os acechan.

- Creo que lo mejor es mantenernos en un sitio elevado, y si es posible tener algo entre ellos y nosotros... -

Echa un vistazo a vuestro alrededor y os señala un saliente más alto que podéis divisar rodeando el castillo. Hay una especie de cerca de madera que os permitirá tener a raya a los lobos, y el muro del castillo os protejerá las espaldas.

- Aquella zona es buena para defendernos de ellos... - mira a sus compañeros y añade - Podremos usar dinamita contra ellos ¿no creéis?

-Me parece bien, Ardeth. -La sonrisa se hizo muy torva, los ojos dos puntas de alfiler. Guardó un revólver. Encendió la antorcha, en la otra mano, el revólver.

Sintió un escalofrío recorrerle la espalda y el cuello.- Lobos. De mirada infernal. De nuevo el Más Allá nos quiere arrastrar hasta el lodo del infierno.- Siempre le gustaba ser dramático.

-¿Dinamita? Sí, ya lo creo. ¿Quién lleva los cartuchos de dinamita?*

Todo va muy deprisa, no conocemos el terreno y tener a un no vivo persiguiéndonos. Espero que todo acabe pronto y que pueda tener unas vacaciones sencillas con Rick, lejos de cosas no explicables.

Miro hacia el ruido, con el rabillo del ojo. Como se nos cruce algo delante me da que a mi hermano le da un ataque al corazón.

-Jonathan cállate y no te pares - murmuro mientras aprieto con más fuerza el arma que descansa en mi mano. La próxima vez fundo la cubertería de plata, por si acaso, un par de libros de agua bendita yhostias consagradas. Una copia del Libro de los Muertos, tampoco estaría mal.

 - Pues yo, claro. - Respondí a Rick, mientras preparaba la escopeta y seguía a los otro dos. Miré a ambos sorprendidos. - ¿Vosotros dos no tenéis?.

 ¿Qué clase de aventurero no tiene algo de dinamita para reventar enemigos o obstáculos?. Prácticamente sirve para todo tipo de situaciones.

Justo al mismo tiempo Eve y Jonathan logran ver que entre la maleza aparecen dos viejos conocidos. Los hermanos mordavos se muestran mientras le piden a Jonathan que no dispare.

- No malgastes la munición con nosotrros. Estamos herridos, los muerrrtos nos atacarron pero logrramos escaparr, por purrrra suerrrte. Intentamos entrrar en el pasadizo pero alguien lo voló por los airres...

Vardak tiene heridas en cara, torso y ambos brazos. Se apoya como puede en su hermano Grisha, que parece más entero aunque cuando se acerca a vosotros podéis ver que tiene una herida en la espalda bastante grande.

- ¿Tenéis vendas o algo para lavarr las herridas?

Las heridas fueran provocadas por muertos resucitados, seguramente llenos de suciedad y muchas enfermedades. Es necesario limpiarlas y darles antibióticos en cuanto sea posible.

Grisha mira a Jonathan y le pregunta por Rick y compañía:

- ¿El rresto como está?

Luego visualiza a la dama inglesa y la saluda cortésmente.

- Veo que habéis logrrado sacarrla del castillo. Buen trrabajo. Bienvenida señorrita.

Subís hasta esa loma y os parapetáis, Drac lleva dinamita suficiente para volar el Bing Ben por lo que no es problema para vosotros disponer de ella.

Los lobos se aproximan a vosotros con cierta cautela, saben que estáis armados y se mueven intentando no ser un blanco fácil, el líder se queda en segunda mano y parece dirigirlos con gruñidos. Sin el líder puede que sea más fácil acabar con ellos.

Ardeth parece detectar eso y os lo comenta:

- Debemos acabar con su líder, si logramos acabar con ellos puede que se desbanden...

Ardeth se coloca en primera fila, con su cimitarra en una mano y una recortada en la otra.

- Si atacan los rechazaré, vosotros preparad la dinamita y lanzádsela.

Tenéis la suficiente cobertura para preparar el ataque mientras Ardeth os da ese tiempo para que podáis acertar con la dinamita en el lobo jefe que es el que menos se acerca. El resto de la manada se acerca poco a poco hacia vosotros, moviéndose con sigilo mientras os acechan. Algunos de ellos auillan mientras se acercan, os miran con sus ojos rojos y podéis ver como muestran sus negros dientes. Parece que sonríen mientras se acercan...

Afortunadamente para todos, no eran vampiros, lobos, hombres lobo, ogros o cualquier otra clase de monstruo que mi mente pudiera imaginar, sino simplemente los dos mordavos, que ni siquiera recordaba que habían venido con nosotros.

-Vale, vale. Menos mal, porque ya estaba a punto de.... -dije, simulando una fortaleza que evidentemente, no tenía -. Me alegra ver que estáis a salvo. 

Ambos tenían unas pocas heridas bastante feas, pero estaban bien. Claro que daba asco mirarles, así que entrecerré los ojos.

-Pues... no. Un poco de tierra, quizás. O saliva; los animales se lavan continuamente con saliva y dicen que es la mejor medicina de todas -les comenté. manteniendo las distancias.

La verdad era que prefería no acercarme mucho, fuese contagioso o algo así, o se volviesen de repente para morderme, que había visto lo que les ocurría a los perros que tenían la rabia.

-No sé. Bien, suponemos. Se quedaron atrás para darnos tiempo a salir con ella -les expliqué, señalando a nuestra rescatada mujer, y mostrándome bien orgulloso de ello -. En realidad ha sido coser y cantar. Hubiera podido acabar con ese monstruo de no haber estado más preocupado por ella y por mi hermanita, que ya se sabe que las mujeres son siempre más delicadas en estos asuntos.

Sabía que a mi hermanita no le iba  a hacer gracia el comentario... pero es que no podía decirles otra cosa. Había que quedar bien como fuera.