Partida Rol por web

Uno menos con nosotros. Quedan tres.

Si pudiera hacer algo para quitarme un par de encima.

Debo mantener la calma, soy el que debe mantener la calma. No puedo dejar que los nervios me dominen... pero eso no sucederá si nadie resulta herido.

Tengo dos problemas entre manos. El primero Updike, el segundo Leyner. Son los más peligrosos y con los que más cuidado hay que tener.

Sólo necesito una oportunidad para estar a solas con alguno de ellos. Si pudiera arrebatarle la pistola a Updike, sería algo tremendamente acertado... pero por ahora, dejemos que se confíen.

Sólo un momento.

Miraba a Updike nerviosa. Mientras que el resto de presidiarios parecían querer mantener aquello en una huida, Updike daba la sensación de querer montar una carnicería a la mínima de cambio. Tal vez no era la única en percibir aquello, tal vez los demás también lo notasen. El miedo le atenazó el estómago y retiró la mirada. Sólo dos de ellos estaban armados, al menos a la vista... Volvió a levantar la mirada y se fijó en Updike, no le gustaba nada ese hombre.

Se concentró y trató de ver el aura que lo rodeaba, quizá sus impresiones fueran equivocadas...

Los nervios parecen pasarte factura, por más que intentas concentrarte en el aura de Updike no consigues ver nada. En situaciones normales esto no te hubiera pasado, aún no lo dominabas a la perfección pero solías conseguirlo. Quizás lo mejor sea tratar de tranquilizarse un poco, ver cómo "respira" la gente y un poco más adelante, algo más estabilizados, volver a intentarlo de nuevo.

Mis riñones me duelen a rabiar...

El dolor casi es insoportable, espero no tener nada roto dentro...

Seguramente cuando vaya al baño orinaré sangre...

Hum...

Oportunidad.

Le daré algunas vueltas al asunto antes de decidirme.

Tristán irrumpe en el salón, acercándose a Uder y colocándose a su lado mientras comienza a ladrar. Es un perro beagle, no demasiado grande, blanco con manchas marrones, algunas más oscuras en la parte cental de su lomo. Os mira a unos y a otros inquieto sin dejar de ladrar. Se le ve nervioso y asustado pero aún así no se mueve de su posición, fiel, al lado de su dueño.

Cierro los ojos con fuerza cuando el dolor de riñones vuelve a aparecer.

Malditos. Han hecho un buen trabajo con mi espalda... creo que tengo algo en ella... una contusión renal o algo más grave. Tan sólo espero no tener ganas de mear, por que eso significaría que mis riñones están sangrando por dentro y mi orina será completamente roja.

El dolor es bastante fuerte, pero aún así, lo soporto sin rechistar. Puedo aguantar más. No les voy a dar el gusto de verme caer por unas patadas en la espalda... y si es necesario, me mearé encima.

Pero tengo que aguantar.

¿Qué demonios es eso? Pienso cuando veo al perro entrar contento al salón.

Uder no deja de mirar el frio cañón de Updike, ni siquiera cuando Tristan se pone a su lado, como el fiel guardián que debería ser. Una mueca de preocupación divide su cara entre el asombro de sus ojos y el desaprobador gesto de sus labios fruncidos. Aun parece querer recordar y ha abierto el armario muy despacio para sacar unas cuantas toallas. Cuando Ella desapareció de su vista acompañada de ese al que llamaban Picahielos hizo un leve ademán  para moverse, que se cortó en seco cuando el hipnótico cañón del arma le apuntó directamente a su viejo corazón.

Con un matiz de nerviosismo en la voz, el anciano alienta a su perro sin mirarle.

-Tristán, buen chicho, ve a la cocina, a ver si mamá necesita algo. ¿Quieres?

Luego vuelve a dirigirse a los demás.

-Si alguien quiere una toalla para secarse, aquí hay de sobra. -Duda antes de hacer la pregunta- ¿Alguno de ustedes está herido?

Tristán deja de ladrar con las palabras de Uder. El perro mira a su amo, después a los desconocidos, y por última vez a su amo, como dudando por unos instantes. Finalmente se limita a obedecer a su amo dirigiéndose a la cocina.

Morton sonrió tras la aparición de Tristan, pero pronto el animal fue despedido de la habitación.

Seguía mirando a Updike con esa mirada de desaprobación que venía manteniendo. Finalmente se levantó del sillón y se puso frente a Updike.

—Estás un poco nervioso, ¿no crees? —le dijo titubeando entre palabras.

Le costaba mucho expresarse y se notaba en cada una de sus frases. Hacía pausas muy largas entre cada una de sus palabras, pensando la siguiente para acabar componiendo una frase sencilla.

—La vas a cagar —le recriminó finalmente antes de caminar hacia la cocina.

Dicho eso, Morton sale del salón y se dirige a la cocina.

En silencio, sentada en el sofá, Donna, observaba cada detalle. El perro casi transmitía cierta seguridad con su comportamiento y el anciano demostraba un atocontrol digno de elogio. Por un momento se pregunto como era posible que mantuviera semejante calma es aquella situación...

Se fijó en él y se pregunto si está vez podría concentrarse lo suficiente para poder atisbar los colores que tan sencillamante aparecían otras veces.

Sin duda los nervios la estaban jugando una mala pasada...

No consigues apreciar nada el anciano, tan solo lo que cualquier otro podría ver: una calma asombrosa dadas las circunstancias. Una calma que tú no pareces conseguir, a pesar de intentarlo. Tus intentos por averiguar algo de cada uno de ellos mediante sus auras, de momento son en vano.

Al ver que nadie hace caso a sus ofrecimientos de mantas y ropa seca, Uder regresa al sofá con paso lento y cansado. Se sienta junto al hombre uniformado y la mujer secuestrada. Les mira con simpatía:

-Seguro que tras un café se sienten mejor. Mi nombre es Uder Krazmersky, y mi mujer se llama Ella. Están... están ustedes en su casa. -El viejo maldice inmediatamente después de decir esa frase hecha, que en estas circunstancias resulta como poco macabra. Luego mira a Updike, quien aun les apunta con la pistola, y a la silenciosa mole hispana que aún no ha abierto la boca. Al menos Tristan está con Ella. Y el tal Morton: ése hombre le da cierta confianza.

El dolor seguía siendo casi insoportable, pero Jack mantuvo el tipo, hasta que de repente, sintió que no podía más. Llevó sus manos a la espalda y no pudo contener ni un minuto mas la mueca de dolor.

Su cuerpo se curvó hacia delante, y comenzó a toser con fuerza.

Cada vez que tosía, sentía como una puñalada en la espalda, a la altura de los riñones.

Igualmente, se intentó volver a poner como estaba antes, pero ya no tenía esa cara de tranquilidad. Ahora estaba muy dolorido, y no podía hacer nada por evitarlo.

Instintivamente Donna se movió hacia al funcionario atormentado por el dolor y trató de sujetarlo para darle apoyo. Su acto reflejo tuvo poca importancia, ya que el hombr pudo volver a sentarse sin ayuda.

-Este hombre no está bien. Necesita un médico- aunque trató de que su voz sonase lo más firme posible, sabía que el miedo se reflejaba en su tono mientras volvía a mirar a Updike.

Tal vez, si Updike reaccionaba de alguna forma su aura fuera más visible...

Esta vez tratas de concentrarte en Updike, que parece ser el que está al mando de la situación. Esta vez lo consigues, primero comienzas a ver un suave color rojizo al rededor de Updike, un rojizo que poco a poco se va oscureciendo, haciéndose cada vez más intenso, intenso hasta llegar a un rojo oscuro casi negruzo. También puedes apreciar un ligero color secundario al rededor del rojo, como un tono verde, quizás un tono algo sucio...