Partida Rol por web

-Vaya, vaya, vaya –expreso mi asombro y disconformidad, dejando que Picahielos y Juárez terminen de subir con Spundie, y me convierto en espectador desde el umbral. Descubro a Morton buceando en un ropero. Como no quiero asustar innecesariamente a la cría, empuño el arma por debajo del chaleco. Embarazado de un revólver, le susurro de medio perfil a nuestro anfitrión:

-Esto nos lo había ocultado, Uder. Si, a causa de un sobresalto, se hubiese producido un desdichado accidente… Usted habría sido el culpable, Uder.

Meneo la cabeza con reprobación y, abruptamente, les señalo a los dos presidiarios que continúen pasillo adelante para exigir:

-Indíqueles dónde podemos dejar al poli.

Ahora, mis aplausos resuenan sofocados con la prenda entre medias y exclamo con sordina:

-Bravo. Qué muñequita.

Esta vez sí consigues ver algo, aunque es algo que te desconcierta un poco...

Morton no parece hacer daño a la "gente buena", sin embargo sigues viendo en él un asesino en potencia, parece sentirse morbosamente fascinado por la muerte. Se siente menospreciado por los demás, apenas habla y cuando lo hace lo pasa mal. A pesar de todo, sigues viendo en él un pequeño atisbo de esperanza....

El hecho de que todo el mundo subiera la pilló de sorpresa, pero enseguida centró su atención en el policia malherido. -Puedo ayudarles, no entiendo mucho de primeros auxilios, pero Ella ha sacado antiinflamatorios, analgesicos y algunas vendas, tal vez podamos hacer algo...- la voz de Donna suena algo temblorosa mientras se presta a ayudar

Morton había revuelto completamente el armario cuando los demás entraron en la habitación. Todavía arrodillado sacó la cabeza de detrás de la puerta del armario para observar la visita.

Se incorporó y salió de detrás del armario encogiéndose de hombros. El semblante cambió de bando tras la aparición de Updike. Le miró fijamente y dejó atrás el armario.

Le dedicó una nueva mirada a la niña y miró al viejo Uder sorprendido.

—Es usted un hombre habilidoso, viejo —pensó pero, una vez más otorgó el silencio a los presentes.

Dejó atrás la muñeca hasta cruzar la mirada con Updike, ahora más cerca.

—Este sitio está limpio... y tranquilo, sólo es un juguete —acabó diciendo mientras señalaba con un gesto a la niña violinista.

Buscó a Ella.

—Vamos, todavía tiene que enseñarme el resto de la casa —esta vez había sido tajante y seco, casi intimidatorio.

Con un movimiento de cabeza indicó la salida de la habitación invitando a la propietaria a acompañarle a la próxima habitación.

¡Arggg! Exclamó el policia cuando lo trasladaban de un lado a otro. Por favor, ponerme de espaldas sobre una cama... este dolor me va a matar. Dioses... Suplicó al final.

¿Suplicando? ¿Jack Spundie suplicando? Nunca lo hubiera imaginado.

El dolor era tal que casi no podía hablar y además, para más inri, tener las manos atadas a la espalda desde tanto tiempo hacia que sus hombros le dolieran también, junto con la espalda, acentuando más la situación.

Tal vez uno de los riñones haya dejado de funcionar... tal vez la sangre se esté acumulando en el interior de su espalda y al final termine matándolo... pero no puede morir...

Si muero, se quedarán sin rehen y pueden hacerle cualquier cosa a esta gente. Debo resistir, aunque me maten después.

Se me ha puesto cara de besugo. Odio cuando esto me ocurre, cuando la situación me pilla con la bragueta abierta. Estoy tratando de digerir la información, la literalidad impensada, y aquella mujer con sus ofrecimientos y los gemidos del poli me están aturdiendo.

-Vaya, vaya con ellos, ayúdeles –le respondo con impaciencia a Donna, justo antes de retener a Morton por el brazo y preguntarle: -¿Qué has dicho, Morton, que es un juguete? ¿Eso es lo que has dicho?

Pero enseguida lo suelto y me lanzo yo mismo al interior de la habitación a comprobarlo, con reverencia, con temor incluso, murmurando:

-Es imposible…

La niña continúa tocando a pesar de que te acerces demasiado a ella. No parece inmutarse ante ti, continua tocando su obra a la perfección. Así más de cerca, puedes apreciar que tanto su rostro, como su pelo, como las manos con las que toca el violin, parecen excesivamente reales, incluso parece que su pecho se mueve ligeramente como si se hinchara y deshinchara al respirar.

La niña continúa tocando, aunque Updike se ha acercado a ella y no deja de mirarla. La jovencita no parece inmutarse, sigue dedicada a su obra, interpretando la pieza con una naturalidad y perfección impresionante.

Alcanza a tocar las últimas notas de la obra y una vez termina, baja su arco y su violín, dejando sus brazos uno a cada lado de su cuerpo. Cuando Updike se acerca y la mira la niña pronuncia unas palabras:

¿Quieres que toque para ti?

Mi espina dorsal es convulsionada por un escalofrío; justo estaba a punto de tocarle en un bracito, frotándome la palma izquierda contra los pantalones del pijama estaba, encorvado, y fascinado. Trago saliva y retrocedo involuntariamente un par de pasos, el puño se me disuelve en sudor en torno a la empuñadura del arma. “Esto da miedo, Steve”, me digo, pero sólo antes de caer en la cuenta, claro, antes de caer en la cuenta de que este puñetero de Morton ha querido dármela con queso.

-Oh, bonita –respondo, venciendo la oclusión de la garganta –, no tengo mucha idea de ese tipo de música, pero, ¿qué te parece la “Chirimía del marinero”? –Se la tarareo brevemente. -Esa nos gustará a todos. Venga, tócala y quédate aquí, que voy a seguir hablando con tus papás, ¿ok?

Me cuesta un poco darle la espalda, para qué voy a engañarme, pero finalmente me dirijo hacia Ella y Uder y hacia fuera de la habitación, mudada la sonrisa sardónica en rictus sombrío.

-Morton, eres un cabrón. Deja de tratarme como un maldito asesino –increpo al fugado, que intenta escaparse por el pasillo. –No quiero hacerle daño a esta buena gente, ¿ok? Sólo quiero que… que entiendan que la situación es… delicada y que deben de obedecer. Todos estaremos bien, ¿no es así? Ustedes y su hija, nosotros, el poli, esa mujer del coche. Everything gonna be all right –termino canturreando. –Y ahora, venga, vamos a ver qué podemos hacer por el bueno de Spundie. ¡Vamos!

La niña comienza a tocar la canción que Updike tararea, de nuevo cierra los ojos y se balancea al ritmo de la música. No dice ni hace nada más, tan solo... toca.

Morton se detuvo sin mirar a la cara a Updike. Se encogió de hombros y valoró los movimientos de Updike.

—Eso he dicho, un juguete —se reafirmó cuando la niña empezó a tocar la canción.

—Parece que aquí el único que no entiendes eres tú. Los abuelos han sido corteses y obedecen en todo lo que les pides. No les jodas más —dijo con un dedo amenazador señalando a Updike.

Había sido la frase más larga desde que llegara a la casa y esta vez si que parecía el presidiario que había sido. El tono era seco, rudo, incluso irritado.

—Y tranquilo, si intentan jodernos... —un sonoro gesto con la garganta y el dedo gordo asemejando un puñal sobre su garganta dejaban claras las intenciones—, pero eso no va a ocurrir, ¿verdad? —pregunto mientras clavaba la mirada en Ella.

El rostro de Morton se había vuelto cruel. La simple amenaza de muerte había despertado un malicioso brillo en sus ojos solamente comparable con el de un animal sediento de presa. Pero pronto volvió a cambiar; pronto volvió a ser ese gesto tranquilo tan habitual en él.

Un nuevo gesto con la mano invito a la mujer a salir de la habitación con destino a la siguiente.

—¿Vamos?

Picahielos empezaba a estar un tanto exasperado por las quejas del guardia.
-¡Cállese o lo callamos nosotros!- Dice llevándolo a pequeños empujones por el pasillo. Lo tiende en la primera cama que ve y le pide a la mujer de la casa que le de las medicinas que tenga, estén caducadas o no.

Sin dejar de vigilarlo le dice le dice a Juarez. -Creo que este tipo tiene mucho más cuento que dolor. No le quitaría el ojo de encima. A lo mejor se cree Bruce Willis en la Jungla de Cristal y se hace el héroe...-

-Tranquilo, tranquilo...- Donna se acerca a la cama aún revisando los medicamentos- Me temo que todos estan pasados de fecha, pero no tenemos nada mejor- una mueca de preocupación se dibuja en su cara mientras toma un oar de analgesicos que ella entiende como fuertes. -Necesitamos un vaso de agua para que pueda tragarse esto... Debería bajar a la cocina por uno- dice con voz trémula

Con una mirada que trasluce desconfianza dice:
-Ya iré yo, os dejó con nuestro amigo Juarez. No parece muy hablador pero en el fondo es un chistoso.- Dice forzando una sonrisa nada agradable. -No tardaré mucho.-

Y se encamina hacía abajo con paso rápido.

Argg... maldito... Murmuró cuando caía de bruces en la cama.

El policia sintió un pinchazo en la espalda como si lo hubieran atravezado con un hierro incandecente, pero aún así, intentó mantener la calma y la compostura.

Gracias. Le dijo a la mujer cuando le tendió las medicinas. No pasa nada que estén caducadas, es eso o seguir retorciéndome del dolor.