Partida Rol por web

- ¡El Chispas! - dijo la Lore con toda la ilusión del mundo. - ¡Sí! Vamos a por él, pobrecico mío, que menudo día lleva entre peleas y araos y ahora perdío. Y luego nos pasamos a tomar un vinico, quel calor ya arrecia y apetece.

Y tras nombrar de nuevo el buen vinico que pensaba que se iba a pimplar, la Lore iba tan contenta que se había olvidao de los Orkos, de la Puri, y de tos los Santos.

- ¡FIIIIIUUUUUUUUUUFIUUFIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIÍ!

Gollum, el perro del Éuhlogio, se frenó en seco al oir el chuflido de su amo. Miró a diestro y siniestro pa ver ande coño debía estar el rebaño que, por otra parte, no recordaba que estuviese por allí, dispuesto a recogerlo bien recogido como siempre que el pastor se lo ordenaba mediante ese sistema de comunicación.

Pero no, no había ningún rebaño. Y es que el chuflido del ovejero no era pa eso, era porque había visto pasar corriendo a los que estaba bucando, y no quería que se le escapasen.

- ¡Eh, vusotros! -gritó- ¡El Sinpán y el Chato! ¡Que tengo que hablaros de una cosa de la Japuta!

Y, una vez que había captao su atención y había lograo que se detuviesen, aligeró el paso -todo lo que se puede aligerar con una cordera cargada al cuello- hasta acercarse ande estaban ellos.

La Lore siguió al Chato y el Chato siguió al Sinpán, que iba mu enfilao por la calle a velocidad de enano tajao. Estaban recurriendo el camino inverso por el que habían ido al Poni Pisaor, cuando de pronto, un chiflío los llamó como se llama a las cabras en el campo. Pa llamar al orden. ¡Era el Éuhlogio! ¡El pastor que se había llevao un buen zurriagazo esa mañana!

Parecía mu reponío del susto, porque en Bree somos tos mu hombres y mu machos, no como en la ciudad. Con vino, orujo, tabaco negro y cuatro o cinco platos de buen condumio se te quitan toas las tonterías. ¡Y volver al trabajo que la viña no hace sola! Así es.

El Ovejero llevaba encima a Blanquita, la cordera esa que tenía a modo de bufanda aunque hacía calorina de urimë que era pa cagarse en tos sus muertos (o pa lo que fuera, que la gente es mu de malas lenguas) y a su perrete Gollum, que después de paralizase porque no sabía dónde estaban las ovejas que tenía que acojonar salió pitando a los tres ascensores de la Japuta, investigadores extra de los monteros del norte. Sobre to el Gromenauer tenía ahora muncha cara de montero sieso cabreao. Le faltaba el tricornio.

El Gollum olisqueó a las nuevas reses, dijo «ñaf» pasando de todo, se sentó sobre su culo, se abrió de patas y se puso a lamerse el pijo.

El Éuhlogio llegó ande se habían quedao paraos el Gromenauer y el Herculano, deteníos por su chuflido. También se había incorporao al grupo la Lore, que iba un poco más rezagada.

El Ovejero miró las caras de enano borrachuzo y de humano borrachuzo que tenían los dos ayudantes de la Salustiana, y antes de que lograsen ser capaces de articular la pregunta sobre qué era esa cosa de la Japuta que tenía que diciles, la contestó él, sin más rodeos.

- Hemos encontrao a la Japuta tirá nel suelo, en el callejón de Esgaroth. No sabemos si está moría ya, o si le falta poco, pero saca mu mala pinta. Ha llegao el capitán, Paco el Sieso, y me ha pedío que sus viniese a buscar, pa’ daros la noticia. Unos de los del pueblo han ido a buscar al practicante, a ver si todavía se pué hacer algo por ella.

El ovejero hizo una pausa dramática p’hacerse el interesante con to lo que sabía. Aprovechó esa pausa pa mirar con invidia las placas de monteros que lucían los tres que tenía delante y preguntarse cómo habrían hecho esos gañanes pa que les eligiesen pa esa labor. Al Ovejero eso de apatrullar por los montes siempre le había llamado la atención.

- Yo he observao que la Japuta tié los deos y la lengua manchaus de algo oscuro. Al Gollum se le ha ocurrío chuparle las manos, y casi la espicha él también. -añadió, continuando su labor de hacerse el interesante, mientras el perrillo ponía cara de no haber roto un plato- Yo creo que la han envenenau… -remató.

En esos momento hizo otra pausa pa ver cómo encajaban la noticia los ayudantes de la vieja montera,y pa ver qué decidían hacer. Pero la interrumpió él mismo enseguida, mirando extrañao al enano.

- Y tú… ¿ánde vas con esa silla en la mano, Sinpán? -le preguntó, con curiosidad.

-Los muu joputas han matao a la Japuta, ¡Joputaaaaaaaaaaaas!- Herculano estaba coster coter const...jodio, estaba jodio...¿¡Se habian cargao a la Japuta!?

- Esto ya pasa de castaño claro, ostiaputaya...vcomo enganche a quien haya sio...cagondios...- A herculano hasta se le cayo el vaso de vino, ¡¡El vaso de vino!! Que no se llenaba de agua ni en la ducha...

-¡A por ellos!-

—¿Q'han aviao a la Japuta? ¡Si ese no se puede, si esa mujer nos va a enterrar a tos! —dijo el enano restando importancia a lo sucedido, todavía visiblemente enfadado, sin soltar la pata de la silla.

Al ver que el pastor preguntaba que aonde pollas vamos, Gromenauer contestó—. Amos a buscar a mi gorrino, que se ha quedao solo y a saber lo que le ha pasao. ¡Pero como esos orkos negros le hayan hecho algo, los voy a aviar pero bien aviaos!

Y es que para Gromenauer todo era obivo. Si la Japuta había muerto por una cosa negra, era porque los orcos eran negros, osea que habían sido ellos seguro. ¡Y si no, pos tamién, que pa eso son orcos, copón!

Tras esto, el enano continuó en busca de su gorrino. ¡Más valía que estuviese bien!

- Pero a ver, Gromenauer, no me seas tonto.

La Lore se encaró con el nano a defender a sus ídolos, y una cosa rara pasó, que al tener al nano endelante de forma disafiante se creció, se puso mu tiesa, y paricía derripente que era una elfa de verdá, no aguá, con su halo de magia y misterio enderredor y todo, y con voz muy melódica y atirciopelada dijo: 

- Piensa bien, nano Arrecio, como tus antipasaos lo hacían. Sigue los consejos del Rey Candemore Tedakuin, nano Pecador de la Pradera, Fistro Diodenal*. Los orcos son de coger garrota y aplastar melones, no de gastar dinero o elaborar pociones venenosas pa dárselas a viejas.

La respuesta del enano no le aclaró lo que realmente le picaba la curiosidá, que era el por qué iba corriendo con una silla en la mano. Pero se dio por sastifecho y pensó que ya lo averiguaría, tarde o temprano.

Porque, realmente, la labor de correveidile del Éuhlogio ya había terminao encontrándolos y dándoles la noticia, pero a él, ahora que se había embarcao en el asunto y se sentía como un detestive privao -anque aún no se habiesen inventao los detestives- no lo sacaban de ahí ni con una grua. Asín que, decidío a engancharse al grupo como una lapa, asintió con la cabeza a las sabias palabras de la elfa -que paricía que había medrao un palmo de lo tiesa que se había puesto- y, haciéndose el longuis, esperó a que los ayudantes de la Japuta se pusiesen en marcha pa seguirlos ande fuera que fuesen.

Pos asín que se fueron pallá. Tener a la Japuta tiesa parecía un poblema menor comparao con encontrar al Chispas, el excampeón de los pesos pesaos del cerdosebo. Y bien mirao tinía su lógica, porque a las malas un cerdo del tamaño del Chispas da pa matanza de dos años, de mientras que las Japuta estaba rejeca y tiesa como un sarmiento, que no servía ni pa darle sabor a un caldo. Y si se lo daba no era por sus carne, sino por la tastanilla y los misterios que guardaba entre los pliegues de sus pellejos.

Entonces el Gromenauer tiró de vuelta pa la urbanización, y detrás le fueron los demás. También el Éuhlogio el pastor con su perrete Gollum y su bufanda-cordera Blanquita, que en esas había encontrao algo mejor cacer que rumiar apoyao contra un muro a tomar el sol o zascandilear sin beneficio. Que eso de hacer de detitive era mu goloso, que le pica a uno la naris más que al Gollum (el oténtico, no el perrete) cuando le preguntó al señor Bilbo lo que tinía en el bolsillo. ¡Que tinía el Anillo Único el mu pájaro! ¡Pájaro! Que espabilao quera el señor Bilbo, cago en tó.

En esas que ca uno iba pensando en lo suyo hasta que llegaron a Mellyrn Verdes y ya desde lejos sentieron tumulto. Al acercarse a la finca del Bwalden, el Cojo, el padre de la Puri, la Retrasá, la Reina de las Fiestas desaparecía, vieron a algunos de los morenos del Cojo, armaos con garrotes y tomizas gordos pa atar al gocho. Se estaban cagando en toa su estirpe, porque ahí estaba el Chispas, corriendo al tole tole por la finca como si a un meara gordo y borracho le hubieran dao un tabanazo, arramblando con to.

—¡Ñiiiiiiii! —chillaba el Chispas, burlándose de tos.

Al acercase más, el grupo podía de ver el estropicio que había liado el marrano: to las flores pisoteás, los matorrales arrancos, la tierra llena de bujeros, un carromato volcao, la estatua derribá y chorracos de mierda de puerco por tos laos, tamién por en de encima de algunos de los que lo perseguían. ¡Hasta en la fachá del primer piso de la mansión del Cojo había manchurroneos de purines! El Chispas, cuando caga, es que caga de verdad, y con mala leche, pa hacer daño y quemar la tierra. De esa mierda salía hasta humo tósico.

El Bwalden gritaba y maldicía desde la puerta, con un garrote en la mano, amenazando al puerco y mandando a sus gentes pa pillalo y hacer la matanza del año con el Chispas.

—¡Kagonelcoño tu´mare! ¡R´halo tó! ¡T´vi hakál mondongontero jioputa!

La güena relación mánajer-artista que habían de tenío el Bwalden y el Chispas estaba mu tibia mu tibia.

—¡ME CAGO EN ERU, EN LOS VALAR Y EN TOS LOS ISTARIS DE LA CORTE CELESTIAL! —gritó el enano al llegar y ver cómo estaban persiguiendo al Chispas pa darle caza—. ¡COMO NO DEJÉIS DE PERSEGUIRLO OS AVÍO YO A TOS, QUE EL GORRINO ES MÍO Y NO LO TOCA NAIDE!

Y sin dar posibilidad a réplica, el enano se acercó al primer moreno del cojo que estaba allí, y le rebentó la silla en to'l lomo, pa que viesen que el enano iba en serio.

- ¡¡¡Chispas, Chispas!!! ¡Mi Chispas! - Gritaba la Lore al ver que querían aviar al gorrino, al que al final había cogío cariño. - ¡Ven pa'ca, bonito, que si tien cojones te pegan estando en mis brazos.

Y la Lore estaba to de acuerdo con el nano y tambén estaba dispuesta a liarse a hostias con to el que quisiera gresca, porque le tinía cariño al gorrino, y al Chispas tambén, como ya dijimos antes.

La Lore echaba en falta la bandeja de la taberna que más de uno conocía bien porque se la había comío después de intentar (y conseguir) tocarla el culo mientras se agachaba (más bien a posta) a recoger los trapos y las cosas que se la caían (que cuando quería, La Lore era así como mu torpe, sobre todo delante de zagales guapos, pero que se llevaban el bandejazo igual), y entonces fue cuando se le ocurrió la amenaza ferpecta.

- ¡¡¡A que llamo a mi mae!!!

Porque si tos temían a la Lore con bandeja, más temían a su mae con el amasapán.

El Éuhlogio siguió a los ayudantes de la Japuta alucinao y maravillao por su frialdá y su profesionalidá. Ni siquiera el saber que su mentora estaba en peligro de muerte les había hecho apartarse de sus invistigaciones y de su misión, la cual -el ovejero no acababa de ver el por qué- les llevaba en pos del tocino hasta la finca de Mellyrn Verdes.

Al llegar no pudo evitar de echarse una risa cuando vio el percal que tenían allí montao con el jodío cabrón del Chispas, que traía de cabeza a tó un regimiento que iba de culo intentando pillarlo en vano.

- Tú quieto aquí parao, que te doy con la gancha. -le advirtió al Gollum, por si tenía ganas de unirse a la fiesta. El perrete se quedó junto a su amo, los dos quietos sin intervenir, admirando el desaguisao que estaba montando el gorrino él solico, que no parecía estar apurao, ni que necesitase ayuda ni ná.

Lo que si le quedó claro, después de ver actuar al Sinpán, era pa qué quería la silla el enano.

-Mardito gorrino hijo de...¡¡Pitiflus!! ¡¡Ostias!! Echa una maneja coño, que los dos sois animales, ¡Y a cual más tontaco!- Herculano no estaba muy claro si la saliva que le salia de la boca era por culpa de lo que estaba gritando, o más bien al contrario, que de tanto escupir le salían palabras.

¡¡Cagonlostiaputa!!

No lo parecia, pero Herculano taba preocupao. Na más empezar la misionceja esta, va y muere la Japuta. Algo tinian que hacer...algo...

El Sinpán no iba a permitir que le tocaran al gorrino y fue direto a endiñale un sillazo al primer gañán que hubiera a mano de lo que servían al Cojo. La tollina parecía fácil, y lo era, pero el otro taba alerta que lo vio llegar con el rabillo´lojo por el lao y, ¡zasca! esquivó el sillazo con toas en contra y tó. ¡Menúo gañan!

Tos se quedaron paraos al ver llegar al grupo y sobre de tó las itenciones del Sinpán. Pero no estaban contentos, que el gorrino labía liao bien liá y no estaban pa mierdas. Que si tinían que enseñale modales al noble hijo de los naugrim a base de jarabe de palo, so lo iban a dar, que tenían los cojones mu hinchaos ya.

Entonces, la Lore pegó el berrío y, sobre tó, su amenaza. ¿Llamar a la Mûmaka? ¿A doña Mûmaka, la de la taberna del Olifante? ¿La Mûmaka la que te endiña un bandejazo en la cara que te la deja más plana que tó? ¿La que tié brazacos como jamones que si te pilla tajoga con la panceta?

Esa señora, la mama´la Lore. Ahí ya tos se quedaron paraos, dubedosos. Que una cosa era darle un corretivo a un enano y otra decile a la Mûmaka que te fiara un vino. O que la Lore tenía de qué quejarse. Que la niña de la Mûmaka bien que sabía cuando de pedir y cuando callarse chitón.

El Chispas tamién escuchó la voz de la Pellegrina y se quedó quieto parao, con pose de escudo de armas, media paletilla en el aire y hozico parriba oteando parriba, pues pa él la Lore era como un moniato pa un elfo: dulce placer que te llega mu dentro.

—¡Oink!—llamó, y salió escopetao pa onde estaba la Lore. Que el enano le sudaba tó al Chispas.

El Bwalden se adelantó, to encabronao.

—¡Se´gacho´s mío! ¡Cohe´lo que lo raho!

El Éuhlogio y su perro se siguieron quedando allí quietos paraos, sin meterse en el follón. El Chispas ya venía corriendo a to correr acudiendo a la llamada de su musa, y ahora el desenlace dependería en gran medida de las delicadas dotes diplomáticas del enano.
Asín que, a falta de algo mejor que hacer, recargó la pipa con algo de picadura de hierba de los medianos, le dio fuego y se puso a atender cómo evolucionaban las negociaciones sobre la pertenencia del tocino resabiao.

La Lore cogió al chispas como el que coge un gatico barrigón, panza p'arriba, y ya se lo llevaba cuando escucha al Baldwen decir tontás por la boca.

- ¿Pero qué dices de robau? Al "Chipas" lo ganó el nano en los juegos. No sa robau ná. Está tol pueblo de testigo.

El enano, al ver que era el Cojo el que se le arrimaba, y que no había conseguío partir la silla en el lomo de uno de sus criaos, levantó ésta para interponerla entre el Bwalden y él, y en tono amenazante, decirle—. El gorrino es tuyo por mis cojones. Al gorrino me lo he ganao yo antes, y al que se le ocurra tocarle un pelo le voy a meter una panaera que no va a saber ni por donde le viene el aire.

—Así que vamos a llevarnos bien o aquí va a haber hondonadas de hostias. Que ahora semos riprisintantes de la ley, y al que se le ocurra tocarnos un pelo le cuelgo por los huevos y cuando se tire ahí más meses que un jamón, me lo llevo al cuartelillo y me le pongo más papeles malos que estampitas tiene la Virgen de Lothorien.

Y por si eso fuese poco, el enano puso más cara de loco, y enarboló más la silla y terminó diciendo—. ¡Venga, valiente, si quieres aviar al cochino, atrévete primero conmigo, de hombre a enano! ¡A ver si tienes lo cojones que hay que tener! ¿O es que no tienes huevos?

Herculano no sabia que cojones taba pasando, solo veia al enano mosquearse y eso...eso...era suficiente.

- ¡¡Cagonlostia!! Venirsus tos paca que vi a repartir hostias que las tengo d'oferta, ¡veras tu! ¡Asin que chiton o reparto mejor que las cartas del mus!-

Parisia que ya habian recuperao al cerdaco, y el enano estaba bien, pero por si acaso...

- ¿Ta quedao claro campeon?- Y en ese momento sacó la placa, menuo era Herculano.

El Cojo y sus hombres se plantaron ahí delante de los ascensores de la Japuta, mientras el Chispas pasaba de tó, dejándose de querer por la Lore. Se peyó de gustico, tan enamorao que sonó en sindarín. ¡La cabía liao y lo poco que le echaba cuenta! El Chispas era un gorrino muy jodío por culo, mu atravesao, y había tenío la oportunidad de llevar a la finca del Bwalden la del Orodruin.

El Cojo tinía los pulgares metíos en la faja y miraba de abajo a más abajo al Sinpán. El Sinpán estaba echando cojones y los tenía más gordos que la maza del Señor de los Nazgûl, y amenazaba con muy seriamente. Y to el mundo sabía las que liaba el enano en las tascas cuando le venía el vajío de pelease. ¡Y venía armao con una silla! El Cojo arrugó la naris y luego ¡pichís!, escupió al suelo un salibajo mu largo por un lao de la boca.

—Váinse d´hajki goramehmo. Yahblaré conel mierdas. ¡Jus! ¡Jus! ¡Juera!

Y sus gañanes se apartaron una poca.