Partida Rol por web

185 DA - Verano

Mucho más allá de los Gemelos, en la tierra de los lobos, el Camino del Rey se encuentra entre la espada y la pared: Montespino se alza imponente sobre el Último Río. Un bastión de afilada roca y nieve cuya cumbre se pierde en la oscuridad del atardecer. Subiendo por su ladera hasta llegar a un llano, la roca primigenia se encuentra iluminada por la anaranjada luz de las antorchas que delimitan el campamento de una peculiar caravana. Los estandartes con el zorro dorado rampante sobre el campo púrpura anuncian a la casa Norwood, una casa nueva, próspera y en continuo crecimiento.

En el campamento los olores de los diferentes marmitas se mezclan creando un ambiente agradable y hogareño a pesar del frío y de la dureza del suelo. Las voces, la risa y la música también acompañan la cena de algunos hombres y mujeres incluidos los mismísimos lores.

Lord Amos Norwood y Lady Gloriana Norwood se sentaban al fondo de una enorme tienda, en unas hermosas sillas de madera labrada, entretenidos por los cánticos y la música de Idir el bardo. En la misma mesa, su única hija se sentaba frente a una bandeja de perdices asadas de las que Symon Arena, el bastardo del hermano de Lord Amos, parecía estar dando buena cuenta. Lady Mormont se sentaba al otro lado de Symon.

Las espadas juramentadas se sentaban en otra mesa a pocos pasos de ahí, acompañadas por Gaia Frey, que no había encontrado sitio junto a sus señores.

Alys estaba intentando despedazar una perdiz para comérsela más cómodamente. Sin embargo, su manejo del cuchillo era más bien torpe y parecía más preocupada por no mancharse que por terminar el trabajo, por lo que avanzaba muy lentamente. Levantó la mirada y sonrió tímidamente a Symon y a Joelle, como disculpándose por su torpeza. Al final abandonó y dejó al pobre pájaro medio despedazado en la mesa.

-Ah, es inútil -suspiró. Se relamió los dedos y pinchó la perdiz con el cuchillo como si comprobara  si estaba muerto de verdad-. Tendré que morirme de hambre.

-Permíteme, prima -dijo Symon devolviéndole la sonrisa. Tomó la perdiz con dedos delicados (para no faltar a la buena educación en la mesa tanto como para no quemarse) y procedió a separar las alas y los muslos con su cuchillo, realizando un corte a lo largo quebrando las costillas del ave y separando las pechugas. Del interior rezumó la salsa y la grasa, lo más delicioso de todo-. Ya está.

Sin dejar de sonreírle se chupó los dedos y volvió a atacar la tercera de sus perdices. Aunque prefería la comida dorniense por ser mucho más fuerte, se había acostumbrado a los platos norteños y apreciaba los sabores por sí mismos. Ayudaba, desde luego, que los Norwood tuviesen sus raíces en el sur. No obstante, ninguno se atrevería a comer serpiente con salsa de guindillas y una gota de veneno. Eso era para los sureños más osados.

Gaia tenía entre manos un trozo de venado que iba comiendo poco a poco. Eso implicaba que apenas le daba un bocado a la carne cada cierto rato entre que se las apañaba para parecer toda una dama, puesto que la presencia de las espadas juramentadas solo conseguía que quisiera asegurarse de parecer todo lo digna que pudiera.

Tras conseguir clavarle el tenedor a otro trozo e ingerirlo con calma, llevó sus pupilas hasta Stormbringer, dedicándole una sonrisa y mirándole con cauta curiosidad.

- ¿Está disfrutando de la comida, Ser Zane? - preguntó manteniéndose recta en la silla

Joelle se había terminado una perdiz y media antes de apartar el plato, y ahora se dedicaba a mirar hacia el bardo fijamente con gesto huraño. Desde pequeña había sido más alta que sus hermanas y había gozado de un apetito que había hecho a su madre decir en más de una ocasión que tenía cinco hijas pero daba de comer a seis, pero nunca podía comer tranquila en aquel sitio. Los bardos maullando mientras ella intentaba digerir la comida le destrozaban el apetito, así que cada vez que tenían a uno terminaba de comer pronto y después se dedicaba a mirarlos con aire hostil. Algunos habían desafinado ligeramente al encontrarse con su mirada, normalmente los más jóvenes, lo que la divertía y casi le compensaba la falta de apetito.

-No te mueras de hambre -dijo arrebujándose en sus pieles con aire satisfecho tras conseguir que el bardo apartase la mirada de la suya de forma huidiza-, o ese burro enano se va a quedar sin nadie que le ponga lazos.

-¿Mmm? -Ser Zane se volvió hacia Gaia y sonrió achinando sus ojos azules. El caballero conservaba todas sus piezas en su sitio blancas y perfectas, signo de buena salud-. Si, está delicioso. La verdad es que me esperaba que la calidad de la comida bajase estando de campamento, pero Lord Amos no escatima en nada.

El caballero comía como si fuera un porquero, lo que chocaba con su atractivo y galantería.

-¿Y vos? ¿Habéis probado la perdiz?

-¿Y vos? ¿Habéis probado la perdiz? -se burló "la Urraca". Los ojos de Gaia se encontraron con los negros ojos del mercenario, que la miraba con una sonrisa burlona mientras masticaba con la boca abierta-. ¿Y a mi no me vais a preguntar si me gusta la comida? Me voy a poner celoso...

-Gracias, primo -dijo, arrastrando la última palabra como si la mención de su parentesco le hiciese cosquillas en la lengua. Se llevó un pedazo de perdiz a la boca, por lo que fue incapaz de responder a Joelle de inmediato. En su lugar la miró con el ceño fruncido y se tapó la boca con la mano mientras se daba prisa en masticar-. No es un burro enano, es un bebé burro. Y los lazos son adorables. Tú también deberías usarlos alguna vez, Joelle. Cuando no te vistes como un hombre estás muy guapa.

Echó un vistazo desaprobador hacia la mesa de los caballeros, pero no dijo nada.

Joelle carraspeó por lo bajo, irguiéndose sin darse cuenta y mirando de soslayo hacia las espadas juramentadas. Sabía que comentarios como aquel le costaban respeto durante los entrenamientos, pero a la vez le complacían. Finalmente se inclinó un poco sobre la mesa:

-Gracias -dijo con una sonrisa sincera-. Pero vestirme de dama no sería muy apropiado con la espada, me temo. Ni muy cómodo. Arruinaría varios vestidos a la semana.

Symon rompió a reír a carcajadas con el intercambio entre Alys y Joelle. Tragó lo que estaba masticando con ayuda de un sorbo de vino e intercedió por la Mormont.

-Lo cierto es que creo que te vendría bien que Joelle te enseñase un par de cosas -le dijo a Alys-. Siempre es útil saber defenderse, aunque espero que no intentes hacerlo con un vestido y un corpiño...

Tras tragar el trozo de carne y escuchar las palabras de Zane, Gaia se vió interrumpida por la Urraca. Le miró con una sosegada sonrisa ante esa mirada tan atrevida que siempre cargaba el mercenario. - De todos es bien sabido [B]que sus gustos están muy bien escogidos, Howler. - [/B]dijo Gaia haciendo un gesto con la cabeza a modo de respeto pese que la Urraca fuese el ser menos respetable de toda aquella mesa - Confío en que está disfrutando de ella como el que más. Y espero que usted también esté disfrutando de esto, Ser Robin, no ha dicho tampoco nada al respecto. -

Buscó un trozo de perdiz y la llevó a su plato, mirándola con curiosidad. - Vaya. ¿Por dónde empiezo a cortar ésto? -

-Pero yo no soy una Mormont, ni dorniense. Sería escandaloso que cogiese una espada y me lanzase a la batalla. No, yo soy una dama, y las damas no se defienden. Encuentran un caballero que las defienda. -Se volvió hacia su padre, adoptando el mismo tono y la misma pose que siempre utilizaba con él, para recordarle que era la niña de sus ojos quien le hablaba-. Papá, ¿qué te parecería que me pusiese pantalones y aprendiera a manejar la espada?

-Estupendo, hija mía -contestó Lord Amos sin apartar la vista del bardo, que había empezado a tocar otra canción-. ¡Perfecta melodía, Idir! -exclamó y volvió el rostro hacia Alys, aunque su vista seguía fija en el anciano-. ¿Por qué no le dices a Ser Keirstraider que te de unas clases? Gaia te puede coser algún pantalón.

"¡Ja!", dijo Leofrick, mientras que Robin se limitó a mirarla un momento y a seguir comiendo. Por su parte Ser Zane se dispuso a trinchar la perdiz de Gaia muy servicial.

-Mira, primero hacéis esto... y luego. Hum... Espera.

-¡Parece que tengo permiso de mi señor padre! Dentro de nada estaré yendo a las cacerías y arrastrando pieles de oso de vuelta a casa. Puedes quedarte con todos mis vestidos, Joelle, ya no los voy a necesitar.

-Por los dioses, idiota, estás desgraciando a ese pobre pájaro -se pronunció Ser Robin por primera vez desde que habían empezado a cenar. El caballero cogió los cubiertos que estaba usando Zane y despiezó el animal con inusitada facilidad y precisión, dejando la carne perfectamente ordenada en cachitos antes de devolvérselos y regresar a su plato-. Ahí tienes.

-No tan rápido. Tendréis que pasar sobre mi cadaver primero, tú y tu padre -dijo Lady Gloriana. La señora había estado dormitando desde hacía varios minutos, pero era como un gato, siempre durmiendo con un ojo abierto-. Bastante tengo ya con los bardos y las mujeres barbudas...

Alys hizo un puchero, aunque no parecía sentirse especialmente decepcionada.

-Es una lástima. Tendré que seguir buscando a ese caballero.

Gaia sonrió ampliamente y aplaudió al ver la perdiz cortada de forma tan magistral, lista para disfrutar de lo bueno de la comida: el sabor. - Muchas gracias, Ser Robin, es usted todo un caballero. Pensé que no podría disfrutar de la perdiz como se merecía. - comentó la doncella mientras pinchaba uno de los trozos y se lo llevaba a la boca, distinguiendo el sabor tranquilamente y una expresión de tranquilidad. Adoraba la buena comida y estar con los Norwood casi siempre era sinónimo de buen comer.

Dejó pasar la torpeza cortando perdices de Ser Zane y se giró a escuchar a Idir. Una de las posibles razones por las que Lord Amos había decidido quedarse con Gaia podría ser por el gusto que ambos compartían por los bardos. Sonrió y siguió el ritmo de la canción con los dedos sobre la mesa mientras paraba en algun momento a llevarse algún trozo más de perdiz o venado a la boca.

-Lord Karlyle tiene fama de ser todo un caballero -dijo Symon con la copa pegada a los labios.