Partida Rol por web

María Fernanda Caballero solo asiente en silencio bajando la mirada mientras se entrelaza las manos al frente, la danza de su sombra se vuelve más frenética y electrizante en tono de aceptación ante aquel objetivo de partida de Guerra.

El discurso es contagioso y hasta yo misma tengo cierto problema para parecer impasible y no perder mi habitual cara de póker, pero la llama de la emoción mengua cuando se nos ofrece el tercer puesto, trato de desechar la idea pues quizá poco o nada tenga que ver con el privilegio y si con nuestras capacidades. 

Ser la primera manada en lograr el objetivo si que daría reconocimiento.

Asiento una vez mas y exclamo con orgullo y los colmillos expuestos -El fin de nuestros enemigos se acerca.-

El caos comienza a menguar no así la inmensa hoguera al centro de aquella explanada en medio de lo que fueran los antiguos talleres del ferrocarril de Regina, algunos alaridos de cainitas satisfechos se alzan esporádicamente en distintos lugares, la cuadrilla de cainitas enfundados en trajes tácticos y lanzallamas han desaparecido, algunos cuerpos mutilados quedan dispersos por el lugar iluminados por las llamas de aquella hoguera que comienza a carbonizar piel y pelar los huesos y cráneos de aquel infeliz ganado.

Varios ghouls comienzan a sepultar cuerpos con grandes abolladuras en el cráneo preparándolos para que en breve esos neonatos se abran paso entre la tierra que los cubre por sí mismos desde lo mas profundo de su tumba para regresar como cabezapala o soldados de la Yihad no muertos, furiosos y hambrientos.

En un determinado sector de aquel lugar varios cainitas han rodeado a un reducido número de prisioneros jóvenes que permanecen hincados, algunos sollozando, otros desconcertados y uno que otro ingenuo rezando porque todo aquello fuera un pesadilla. 

Muy cerca del escenario se alcanza a vislumbrar las siluetas de una fila especial de cuatro cainitas, son los ductis quiénes están recibiendo algún tipo de indicaciones, sobresale la imponente figura del Obispo Vicente Moliere quién de vez en cuando levanta los brazos en señal de victoria enfundado en rudas vestimentas de cuero y pinchos.

El Priscus Minos Astari también participa con un pergamino desenrollado el cuál se nota que les dicta algún escrito a los líderes de las manadas convocadas.

De pronto el horizonte se tiñe de un purpura mas rojizo  y una inmensa línea de fuego parece correr a o largo de los límites de las últimas luces de la ciudad, la dantesca escena pareciera sacada de los escritos del apocalipsis, nubarrones de humo producto del incendio en el bosque ocultan las estrellas en el firmamento.

La figura del Priscus Minos Astari se abre paso en lo que queda de cainitas saciándose de sangre en aquel festín previo al inicio de una guerra.

El Priscus Minos Astari se coloca al frente de la hoguera  alzando los brazos para llamar la atención de todos los cainitas presentes.

-¡SACERDOTES!, ¡VENID A MÍ!... ¡INICIAD CON LA DANZA! ¡LLAMAD A SUS MANADAS! ¡RESPALDAD A SUS DUCTUS! ¡ELEVEN EL ESPÍRITU GUERRERO MÁS ALTO QUE LAS LLAMAS! ¡INICIAD CON LA DANZA DE FUEGO!.-

Algunos cainitas levantan los brazos aullando de satisfacción, otros se apresuran a terminar de beber del envase incluso destrozando piel y órganos para atender el llamado.

Los ghouls ya están por terminan de sepultar a casi una centena de posibles cabezapalas alrededor de la inmensa hoguera que arde en su más alto nivel.

Mientras que el ganado cercado por unos cuantos cainitas guardianes lloran y gimen a sus captores pidiéndoles que los liberen, estos en respuesta de vez en cuando molestan con burlas y algunos golpes o mordiscos a sus prisioneros aguardando impacientes a que dé inicio el ritae de fuego.

De entre la multitud un puño se levanta al cielo mientras que un cainita con pinta de Heraldo de las Calaveras comienza a aullar en un singular grito de guerra, otro puño se levanta y dos más incluyendo a Lance el ductus de Las Cenizas de Baal. Cuando se reúne la manada el sacerdote hurga entre sus bolsillos sacando una pequeña bolsa con cenizas, se muerde la lengua y un chorro de sangre le brota abundante que pareciera vomitar vitae arrojándola dentro de aquel recipiente para mezclarlo, una vez hecha aquella pastosa sustancia mete una mano y en medio de canticos les pinta el rostro a cada uno de los integrantes de la manada de Lance, este último recibe la unción con una rodilla en el suelo.

Al terminar todos los integrantes de Las cenizas de Baal levantan el puño y continúan con su extraño grito de guerra en espera de que les indiquen poder iniciar con la Danza de Fuego.

Una imponente y alta figura femenina se abre paso entre varios cainitas, al colocarse frente a la hoguera aquella mujer extiende sus brazos y abre la boca dislocando su mandíbula para dar paso a una enorme y afilada lengua que sisea mientras aquella sacerdote agita sus manos.

Luego exclama: -La Cruz de espinas se hace presente.- Una a una van acercándose mujeres que rodean a la ductus Lasombra la cuál se coloca al lado de su sacerdote Tzimice, la ductus eleva sus sombra por encima de su espalda proyectado unas hermosas y amplias alas negras producto de su avanzada Obtenebración.

La manada queda a la expectativa esperando la indicación para realizar las Danza de Fuego.

El sonido de una motosierra se escucha muy cerca de donde está el ganado vivo cercado y atrapado, algunos integrantes de los Cuervos del Infierno se acercan a negociar ante los guardianes quienes parecen negarse a lo que les piden, comienzan a empujarse en tono de pelea, el Cuervo de la motosierra levanta sobre su cabeza la letal herramienta y sin previo aviso se lanza sobre el primer infortunado y cautivo chico a quién toma desprevenido la hoja serrada atravesándole el pecho haciendo un salpicadero de sangre, la motosierra se traba en su hoja y cadena con la ropa, sangre, huesos y vísceras del joven que aún grita de dolor brevemente, el sacerdote empuja y jala para tratar de destrabar el artefacto del desmadejado cadáver, un alarido y un fuerte jalón hacia atrás destraban la motosierra activándola de nuevo y en un rápido movimiento le cercena la cabeza que rueda hacia un lado, salpicado en sangre el cainita Tremere arroja la motosierra a un lado y recoge por los cabellos aquella cabeza levantándola en vilo.

Toma la cabeza cercenada con las dos manos y coloca frente a él aquel rostro con los ojos abiertos bañado en sangre, le revienta los ojos con los dedos pulgares mientras recita una invocación, la sangre y humor vítreo baña sus manos. La sangre se coagula ante las palabras en voz baja y sus manos comienzan a brillar en un extraño tono dorado que parecieran arder en llamas al rojo vivo. Uno a uno los cuervos del infierno se colocan en fila y empezando por el ductus Jericco, el sacerdote le coloca una mano encendida en el pecho el cuál pareciera prenderse y mostrar una especie de corazón en llamas el cuál hace que la manada entera encendida comience a entrar en frenesí preparados incluso para atravesar la hoguera por en medio aún a costa de su no vida.

Cuando todo el caos y la muerte previos a la ceremonia estaban llegando a su fin, me fijé en un hombre joven acurrucado, intentando pasar desapercibido, pero no lo consiguió. Tras dejarlo inconsciente lo arrastré agarrándolo por un brazo hasta donde estaba Aurora y mientras el resto de manadas hacían sus ritos de camaraderia, yo empecé a preparar el nuestro.

Soldé sus huesos de hombros y codos para que quedasen abiertos en cruz, le saqué la columna por la parte más baja y la estiré hasta poder clavarla en la arena para que el tipo quedase perpendicular al suelo, simulando una especie de crucifixión o algún espantapájaros macabro. El hombre se despertó mientras abría su caja torácica con cuidado de no dañar nada para que no muriese y sus gritos histéricos despertaron las risas de parte del público, cuando todos sus órganos estaban expuestos acaricié con sumo cuidado el corazón y lo saque del pecho, mientras con la otra mano estiraba las arterias para que este siguiese conectado. En esas condiciones no duraría mucho, pero tampoco hacía falta.

Sujeté la más preciada posesión de aquel hombre con ambas manos y estirándolas mientras hacía una reverencia le ofrecí a mi ductus aquella fuente de vida.  —Aurora, ductus de los Hellblazers, toma esta ofrenda de sangre y compartámosla como manada, porque en la batalla que se avecina nuestros lazos serán más fuertes que nunca.

Éramos los últimos en ese juego de presentaciones con los gritos y las súplicas de los mortales de fondo y siento una gran presión sobre mis hombros. Tuve poco tiempo para pensar en que hacer, lo que tardó Cutter en hacerse con un mortal y traerlo a rastras hasta mi para acto seguido hacer un alarde de las posibilidades de la vicisitud, el límite de ese poder solo está en la imaginación.

Esbozo una sonrisa autoritaria pues ya se que hacer, acepté el corazón palpitante en mi mano izquierda y lo que permitió el largo del conjunto de venas y arterias aun conectados fue alzado para que todos lo vieran . 

-¡Danzaremos si, y pero antes... fuego camina conmigo! 

Clavé mis colmillos en el corazón y sentí como nunca el bombeo de la vitae que entraba directa a mi garganta, sensación única pues el aliño es a puro terror.

Alcé ahora mi mano derecha en un puño cerrado durante unos segundos creando expectativa para luego simplemente emitir un chasquido. No tuvo que pasar mucho antes de que el fuego de la gran pira hiciese movimientos antinaturales y los objetos que se consumían para avivar las llamas se desplazaron, como si algo se moviese en su interior. 

A una orden mental mía algo bastante grande saltó hacia lo mas alto disparado desde el centro de la pira para terminar agarrándose al techo, un gran lagarto hecho de puro fuego con una longitud de casi siete metros. Sin previo aviso comenzó a caminar a gran velocidad por el techo dejando un estela negruzca hasta que se descolgó dejándose caer justo detrás de nuestro grupo, dio varias vueltas a nuestro alrededor y terminó con un "rugido" amenazante a todos los presentes mientras que yo terminaba de dejar seco esa bolsa de zumo y tiraba al suelo el órgano. 

A otro chasquido mío, la salamandra se fue extinguiendo lentamente hasta no quedar nada y terminé con una reverencia hacia Vicente Moliere .

La enorme y aterradora aparición de una bestia de fuego es más que suficiente para que varios cainitas huyan chillando de pavor entrando en frenesí mientras que otros tienen que utilizar su más profunda templanza cuando aquel ser de fuego deja una estela de cenizas a su paso, incluso algunos miembros de las Cenizas de Baal retroceden ante tan atroz espectáculo para un vástago antiguo.

El Obispo Vicente Moliere dibuja una breve línea en su boca en señal de complacencia mientras cruzado de brazos se regodea ante aquel ritae y las llamas se reflejan en sus pupilas muertas bailoteando furiosas tratando de devorar todo lo que caiga en sus dominios.

Ante aquella demostración de poder y dominio sobre el elemento fatuo, una vez que aquel monstruo desaparece Jericco el ductus de los Cuervos del Infierno con el hechizo de corazón de fuego encendido en su pecho, aprieta los puños se quita las gafas de sol y se arroja de lleno por encima de aquella colosal pira, las lenguas de fuego lo lamen al momento de volar por encima de la hoguera cayendo del otro extremo humeante y rodando para apagar cualquier rastro de fuego en sus ropas, enseguida se lanza el sacerdote y luego su abad y así toda su manada para después el resto de la multitud comience a aullar, gritar o incluso algunos cainitas entrar en una especie de trance contorsionando su cuerpos alrededor del fuego.

Chad simplemente y como acto reflejo enseña sus colmillos en un gesto de horror, haciendo su cuerpo hacia adelante y sus brazos atrás mientras que sus músculos del cuello se tensan como si de un desesperado grito de terror lanzara desde lo más profundo de su garganta, lo único que sale es una especie de siseo gatuno empuñando las manos a su espalda cierra los ojos y cae de rodillas en trance llevándo al máximo su poder de concentración para no huir hacia las sombras de aquel agradable lugar para el Malkavian.

Cuando aquel monstruo de fuego desaparece se lleva sus manos al rostro fingiendo que solloza para luego mostrar su cara triste con un gesto exagerado, después se lleva una mano a la frente aún postrado sobre sus rodillas y la baja lentamente hasta que pasa la barbilla apareciendo ahora un gesto de furia.

Se deshace de la parte de arriba del overol naranja de prisionero para dejar ver su escuálido cuerpo con muscúlatura y huesos bien definidos, su piel atiborrada de tatuajes y cicatrices son un lienzo usado y casi sin espacios en blanco.

Lentamente se incorpora y comienza a bufar como si de un toro de lidia se tratara con las manos cerradas en puño y la vista entornada en la amenazante pira se concentra y arranca sin ningún aviso hacia el fuego, saltando sobre la enorme hoguera como si de un flaco y apaleado felino se tratara, las llamas lo abrazan y parte de su traje de convicto se prende chamuscando la tela y haciendo que el aterrizaje se demore más al rodar un par de veces para apagar cualquier llama que se hubiera adherido a su ser.

Se vuelve a incorporar y comienza a contornearse como si un poseído se tratara uniéndose a otros danzantes que se mueven al compás del vaivén de aquella pila de cadáveres encendida en medio de la nada. En medio de lo que pareciera ser una puerta a lo más profundo del abismo.

El Priscus Minos Astari después de convocar a la Danza del Fuego y de que aquel Ritae continúe su camino, manda llamar discretamente  a una de los cainitas que pareciera permanecer a la expectativa aguardando en cuclillas desde un lugar relativamente alejado y en penumbras pero sin perder de vista al Priscus.

Ante el gesto de Astari esta se acerca y le comenta al oído que busque a Zack y a Carlos, los nuevos prospectos que la cúpula Sabbat hubiera enviado desde CDMX para reforzar a la espada en aquel bastión central.

Después de un rato buscando entre la multitud Evelyn encuentra a Zack y lo aborda directamente saludándolo con el mentón.

-¿Zack?... el Priscus te busca, sígueme.- Evelyn da media vuelta y comienza a caminar esquivando cainitas frenéticos danzando al compás de aquella hoguera que pareciera marcarles el ritmo desde su inmensa llamarada. Al poco tiempo encuentran a Carlos más adelante.

Después de un rato buscando entre la multitud y luego de encontrar a Zack, Evelyn localiza a Carlos y lo aborda directamente saludándolo con el mentón.

-¿Carlos?... el Priscus te busca, sígueme.- Evelyn da media vuelta y comienza a caminar esquivando cainitas frenéticos danzando al compás de aquella hoguera que pareciera marcarles el ritmo desde su inmensa llamarada. Detrás de ella observas a Zack siguiéndolos de cerca.

Luego de que la templaria llevara ante el Priscus a los dos cainitas prospectos, esta hace una breve reverencia y se retira del lugar sin decir ni una palabra.

Minos devuelve el breve saludo a Evelyn y enseguida lse dirige a Carlos y Zack con un breve asentir de mentón en señal de bienvenida.

-Como deben saber se nos ha encomendado la difícil tarea de recuperar el último bastión del Sabbat en América, Regina, el cuál será un reto incluso más complejo para la Espada que otros territorios reclamados, como guerreros dispuestos a dar su no-vida por la causa serán asignados a la manada insigne de este dominus.- Minos Astari levanta la barbilla orgulloso y oculta sus manos entre las amplias mangas de su habito.

-Los Hellblazer han sido minados en su membresía más no en su espíritu de combate, espero sean recibidos como lo que representan para el alto círculo del Sabbat en CDMX...- Una breve mirada a cada uno de aquellos cainitas les indica que hay mucha expectativa en su elección y que la responsabilidad puede ser una carga mortal si no se tiene en que sostenerse.

Chad fue el primero de nosotros en saltar, tampoco era de extrañar por su impulsividad, pero viendo como reacciono la última vez ante las llamas me hizo sentir orgullosa como sacerdote. Metí la mano en el cuerpo que había preparado como ritual para Aurora y saque su hígado, había bebido bastante aquella noche pero aun no había comido nada sólido, así que tras darle dos grandes mordiscos me dirigí hacia la hoguera y sin apenas impulso salte con mucha más facilidad de la que yo misma esperaba.

Al llegar al otro lado palmee en la espalda a Chad para felicitarle y me gire hacia la hoguera esperando al resto.

Zack permanecía observando todo, los ritos ya estaban empezando. Justo había tenido tiempo de llegar a la ciudad y comunicarse con el Priscus para informar su llegada, en su oscura ropa aún lucia el polvo de la carretera.

Cuando la mujer se acercó a él y le dio la noticia contesto con un asentimiento y comenzó a seguirla. Aquella mujer de pocas palabras lo presento ante un hombre que cumplía con la descripción del Priscus Minos.

- Su eminencia.

Saludo Zack con respeto incando una rodilla en el suelo, para luego permanecer en silencio escuchando.

- Es para mí un orgullo servir a la espada de Caín su eminencia y me encuentro agradecido de haber sido recomendado a su servicio. Soy el arma al servicio de nuestro padre oscuro, soy la espada que pende sobre las cabezas de nuestros enemigos. Soy Sabbat y mi no vida está al servicio de la espada de Cain

Zack era un fanático, pero estaba criado en la doctrina más formal del Sabbat, no era del grupo de los desadaptados liberalista, el sabía que era un soldado y cumpliría un fin en la venidera guerra.

Mientras disfrutaba del espectáculo una voz mencionó mi nombre, más por instinto que por cualquier otra cosa mi mano fue a dar a la empuñadura de mi espada, una espada finamente labrada en la que se podía apreciar el emblema de mi clan.

Según mi sire, la espada había pertenecido al propio Brujah, lo cual me parecía una exageración, pues, pese a que la espada era una verdadera obra de arte, sin lugar a dudas era de manufactura moderna, tenía un filo capaz de cortar huesos como si de simple madera se tratase, pero por lo demás era completamente ordinaria.

Tan pronto mis ojos se cruzan con los de la templaria, mi mano se aleja del arma y asiento con la cabeza, la mujer era bella, bella y peligrosa, pues irradiaba un aura bastante peculiar, tras escuchar las palabras de mi interlocutora, echo a andar detrás de ella apartando a un par de cainitas que estaban demasiado extasiados con la danza como para percibir el peligro que yo representaba para sus no vidas.

Aquella templaria me condujo hacia el Priscus en compañía de otro miembro del Sabbat, quien respondía al nombre de Zack. El Priscus era un hombre no muy imponente, al menos en lo físico, pero había algo en su mirada que irradiaba poder, un poder bestial al cual era mejor no desafiar al menos de momento.

Al llegar ante el priscus, Zack procedió a hincar su rodilla en señal de respeto, acción que no tarde en imitar. - Estoy aquí para servirle su eminencia, sólo indíqueme la dirección, y yo, con gusto, me encargaré de tomar las cabezas de nuestros enemigos en su nombre. - digo mientras agacho la cabeza en señal de respeto.

Soy el arma al servicio de nuestro padre oscuro, soy la espada que pende sobre las cabezas de nuestros enemigos. Soy Sabbat y mi no vida está al servicio de la espada de Cain. - añadí haciendo eco de las palabras de Zack, pues al igual que él, yo también era un soldado y un ejecutor, desde mi abrazo hasta la fecha me había convertido en un combatiente altamente versado en el arte de la guerra.

Lo mío no eran las sutilezas de la política, sino el frenesí de la batalla y la gloria de la victoria.