Partida Rol por web

- Cierto, el golpe... -dice mientras busca entre su vestimenta y, finalmente, extrae una extraña bolsita- ¿Como estás? -se dirige a Crixus- ¿Me dejas ver?

Veo como cae el árbol con gran estrépito, y como arde, me acerco a calentarme en su fuego, y hago un pequeño baile alrededor de el.

-¡Fuego, fuego, arde, arde!

Cuando ya arde menos, y un poco cansado por la perdida de los puntos mágicos, me giro hacia mis compañeros, y les digo:

-¿Registramos el pueblo, vamos hacia el templo, o terminamos de quemarlo todo?

Sin poder hacer mucho más que mirar, veo como mis valientes compañeros derriban a golpes el enorme árbol.

- No ha sido muy sutil, pero desde luego, a eficacia no os gana nadie- digo, sonriendo. 

Entonces veo a Crixus doliéndose y me acerco, pensando tal vez en echar una mano.

-No os preocupeis por mi, yo mismo puedo curarme.

Me pongo un vendaje y parece que la cosa mejora.

Justo cuando Kenvent se acerca a la puerta del templo, espada en mano, ésta se abre y detrás aparece un hombre algo mayor y con aspecto de guerrero retirado; Sus brazos aún son fuertes pero luce una buena barriga y su escaso cabello ha encanecido.

-Doy las gracias a Chalana Arroy y a todas las tormentas por tan pronta ayuda. Pensabamos que Draugh no lo conseguiría, pero habeis llegado mucho antes de lo esperado.Soy Stramm Lanzaveloz, caudillo de los Redes Plateadas.

El hombre acaba de abrir la puerta del templo y podeis ver a una docena de personas más en su interior, todo mujeres, niños y ancianos.

Swen mira a Crixus con cara de «bueno, el sabrá, es su pierna». Luego guarda su bolsa medicinal y dirige sus pasos hacia el templo.

No muestra sorpresa cuando las puertas se abren, más bien muestra un ligero alivio al comprobar que sus conjeturas eran ciertas: la gente se había protegido en el templo.

Aunque ante la presentación de Stramm Lanzaveloz no puede evitar dirigir una mirada al cadáver que acarrearon hasta el poblado, deja hacer a Kenvent mientras observa a los recién aparecidos tratando de comprobar si hay alguien herido.

Dejo escapar un suspiro. No será necesario explorar los alrededores del poblado, al menos no de momento. Le lanzo una mirada significativa a los orlanthis que nos acompañan y a Loranda, para que lleven la voz cantante. 

"No hay guerreros", pienso, "O están muertos, o han sido capturados". 

Envaino la espada y me dirijo al líder de los Redes de Plata:

-Saludos, Stramm Lanzaveloz. Soy Kenvent, noble del clan de los Cuervos Rojos, y estos son mis compañeros -digo estirando el brazo hacia mis amigos-. No hemos venido a vuestras tierras en respuesta a ningún mensajero. De hecho, encontramos un muerto en el camino con una flecha elfa clavada en la espalda y sospecho que puede tratarse de ese tal Draugh que dices. Lo hemos traído hasta aquí para que podáis hacerle los ritos -digo señalando al cuerpo del muchacho-. Mi hermano Garnath nos envía con la misión de saber por qué no habéis asistido a la gran boda de mi sobrina Arrhya. Aunque tras llegar aquí ya empezamos a hacernos una idea... -dirijo la mirada al silencioso poblado y luego vuelvo a centrarme en el viejo líder, en espera de que nos dé alguna explicación.

Mirto al viejo que se ha asomado por la puerta, y pienso para mis adentros:

Ya podría haber salido a ayudar, es su pueblo el que está en peligro, o como mínimo avisarnos cuando llegamos. Mas que redes de plata, deberían llamarse conejos marrones, escondidos esperando a que les saquen las castañas del fuego.

Levanto un brazo, y le digo:

-¡Hola!

Asiento ante las palabras de Kenvent, echando miradas nerviosas a la espesura que se yergue más allá del poblado. Toda la vida metido en el bosque y ahora no puedo evitar contemplarlo con aprensión.

- ¿Fueron los elfos? ¿No queda... nadie más? -pregunto, intentando aparentar serenidad, aunque la voz me sale un tono más aguda de lo normal.

No me gusta enfrentarme con quien es mejor que yo en mi propio terreno.

Kenvent es quien decide hablar con los redes de plata y mantengo silencio mientras lo hace. Como cuervo rojo me parece el mas apropiado para hacerlo. Tras escuchar la conversacion sigo callada esperando que la gente del templo nos diga algo mas acerca de lo que ha ocurrido en el pueblo. 

El líder del pueblo mira con tristeza el cuerpo del jóven que encontrasteis en el camino y sacude la cabeza.

-Asi que... no lo consiguió... -Se lamenta. pero inmediatamente recobra la compostura y os invita a entrar.

El interior del templo está oscuro y parece que el material para los oficios religiosos ha sido apartado para convertir el lugar en una especie de campamento donde las pocas personas del pueblo se apiñan. Todos os miran con expresión asustada.

-Esto es lo que sucedió: -Comienza a explicar Stramm. -Nuestro pueblo siempre ha convivido con los hijos de Aldrya (elfos), gracias a un antiguo pacto que se resume en "No te metas en mis asuntos y yo no me meto en los tuyos". Ellos en sus bosques mantienen a raya a posibles bestias e intrusos y nosotros nos encargamos de que nadie penetre en su zona. Pero por algún motivo, hace algunos dias el bosque comenzó a moverse; grandes árboles entraron en la aldea y atacaron a todo el mundo. Quienes luchaban morían y los que trataban de huir eran abatidos por las flechas aldryanis. Mientras caían los ultimos guerreros logramos refugiarnos aquí, donde esos árboles no podían alcanzarnos y mandamos al pobre Draugh a por ayuda... No sabemos qué ha enfurecido a los aldryani como para atacarnos con tanta rabia...

Cuando el caudillo aún no ha terminado de hablar, un chaval de no mas d e12 años estalla en llanto. Todas la smiradas se centran en él, que parece estar sufriendo un gran sofoco.

-Pero... ¿Pero qué e slo que has hecho insensato? ¿Sabes algo que nosotros ignoremos?-Brama Stramm.

-Yo... yo solo... hice una apuesta con mis amigos... -Comienza a decir el crio. -Me dijeron que no era capaz de entrar en el bosque y coger un fruto del gran tejo... Y lo hice.

-¿El gran tejo? Ese es el árbol sagrado de los aldryani. ¿Te das cuenta del daño que has causado con tus tonterías?- Stramm lanza una figura de madera del gran Orlanth que rebota sonoramente en la cabeza del niño que no deja de llorar. Stramm parece algo mas tranquilo y suspira. -Da igual, la prioridd es salir del pueblo y salvar a los supervivientes... después ya veremos. ¿Teneis algúna idea?

Doy un respingo al escuchar el relato del Jefe.

- ¿No hay manera de hablar con los elfos? Me cuesta creer que no haya alguna manera de resolver conflictos... deberíais poder comunicaros con ellos para evitar malentendidos como éste -digo, con incredulidad- ¿Qué clase de paz es ésa que un crío puede acabar con ella tan fácilmente?

Mi todavía civilizado cerebro no puede asimilar una matanza por una travesura infantil.

Me quedo un momento escuchando lo que nos dice el viejo, y acto seguido les digo a los compañeros del grupo:

-Muy bien, nuestra misión era saber por qué no han ido a la boda, y ahora mismo ya lo sabemos. Según nuestro jefe, nuestra misión era para explorar, deberíamos volver al pueblo para avisar. En un principio, no deberíamos meternos en los asuntos entre los redes de plata y los elfos. Ya nos podemos ir.

Me quedo mirando a los demás, que posiblemente me miran con cara de incrédulos y les digo ante lo que yo estoy diciendo.

-Bueno, ¿y vosotros que opinais?

Swen comienza a hablar como si no hubiera oído a Kenvent aunque sus palabras son similares.

- Garnath pensaba que quizá los Cuervos Rojos hubieran ofendido a los Redes de Plata. Cierto es que no es así. Pero también quería que se solventara el problema, aunque pensara que el problema era otro. Hay que solucionar dos cosas: el bienestar de los que sobrevivieron y la relación con los elfos. Para lo primero pienso que Garnath aceptaría de buen grado acoger a los supervivientes, afianzar los lazos entre ambos clanes y, cuando los Redes de Plata estuvieran listos, podrían volver a fundar un nuevo poblado. Para lo segundo...

Le lanzo una mirada furibunda al niño y luego me vuelvo con el ceño fruncido hacia Swen, muy sorprendido por la repentina cordura de sus palabras.

-Estoy de acuerdo -le digo a Swen. Y luego me dirijo a todo el grupo-: Si dejamos esta gente aquí, correrá el peligro de sufrir otro ataque de los elfos, por lo que si nos los llevamos con nosotros de vuelta a nuestro clan, conseguiremos mantenerlos fuera de peligro y, a la vez, la boda de mi sobrina podrá seguir adelante con la presencia de miembros de todos los clanes orlanthis. Luego ya veremos qué hacemos con los elfos.

Aunque, claro -pienso para mis adentros-, Stramm ha comentado que los Redes de Plata que trataron de huir de la aldea fueron asesinados por las flechas de los elfos. Si tratamos de salir de la aldea con ellos, puede que nos ataquen desde escondites invisibles... Me quedo pensativo unos instantes mirando fijamente a Aldar y después entro en el templo. Recojo la figura de madera del gran Orlanth que Stramm ha arrojado contra el niño y con gran reverencia, la coloco en una hornacina cercana. Luego me dirijo al niño que tiene un chichón en la cabeza:

-Tú, comotellames. ¿Qué hiciste con el fruto del gran tejo después de cogerlo?