Partida Rol por web

—Es un gusto— dice Adam. Asiente cuando Jack le pregunta como proceder. —Necesito tres libros. Ars Goetia, Dai demoni della mente y... ese azul.— dice señalando en tres direcciones diferentes. La oferta del Acanthus no pasan desapercibido. —¿Qué tal está tu latín? ¿Italiano antiguo, de la época del renacimiento.? ¿Algo de Árabe? Tengo algunas copias en inglés y notas en Alta Lengua mezcladas con lo que pude traducir, pero son menos confiables, sin embargo...— pero antes de decir nada, la pregunta de Niamh le distrae por un instante.

—Llevo años compilando esta biblioteca. Muchos ejemplares son copias que yo mismo realicé, algunos originales que sus dueños anteriores no echan en falta, y otros son extractos de segunda y tercera mano, traducciones de varios idiomas. Menos confiables. Me he preparado por años en el arte de la Goetia. Todo, para nada.— dice apretando los puños y los dientes con fuerza. —No ha servido sino para poner en peligro a otros— menciona con rabia.

La intervención de Tyrrhenus hace que su expresión se expresión pase de furia a cierta seriedad meditabunda. —Justamente, que no se sepa nada puede significar lo peor. Que el ataque ha tenido éxito. Debe haber alguna manera de dar con ellos...— y luego abre los ojos y mira al Obrimos. —¿Hace un momento dijiste que rastreasteis los espíritus hasta aquí, verdad? ¿Así me habéis encontrado? Si han dejado rastros... quizás podáis usarlo para seguir a los dos faltantes si aisláis las resonancias de Ira y Pereza— y parece miraros expectantes. 

—¿Podéis intentarlo nuevamente?— Pregunta, esperanzado ante una posibilidad real de dar con los Vicios faltantes.

Ogma colgó el teléfono y regresó junto a los demás. Su cara lo decía todo, tampoco había novedades por parte de los Guardianes.

- Aun no saben nada... y nos toca a nosotros encargarnos. - Resumió. - Aunque me avisarán en cuanto se enteren de algo. - Desde luego la conversación no había ido para nada como él hubiera querido, pero siempre habría podido ser peor.

La idea de Adam de que rastrearan a los dos espíritus faltantes no era mala. Ogma no había intervenido en aquello salvo para acompañar a sus compañeros de cábala, pero suponía que podrían repetir las recetas. Y de nuevo, si daban con el rastro, ir los cinco juntos a hacer frente a esos dos espíritus fugitivos.

Miró a Morrigan y Tyrr, que habían sido los encargados del rastreo. Si alguien podía dar con esos espíritus, eran ellos dos.

Niamh sentía cierta envidia por el saber que Adam tenía a su disposición, y se preguntó si ella podría hacer algo parecido en su sanctum, cosechar una biblioteca para los despertados de la cábala. Y cuando Adam mentó los tres libros, el que más llamó su atención fue el último: llevaba toda la noche oyendo hablar de vicios y pecados y, la verdad, estaba bastante harta del tema. Tomó el libro azul entre sus manos, ojeó la portada y la contraportada y después, con una curiosidad rayana en lo peligroso y una familiaridad tal vez excesiva, lo abrió para examinar su contenido. 

—Sí —contestó, distraida, mientras se acercaba lentamente hacia el que era su huésped—. Creo que podríamos repetirlo. El hechizo fue cosa de Morrigan, pero yo también lo conozco. De hecho, el Arcano de Espíritu es mi especialidad. 

Jack fue negando con la cabeza a cada uno de los idiomas que le preguntaba Adam, hasta que mencionó el inglés y la Alta Lengua y ahí asintió, aunque fuese la peor de las opciones. 

Alcanzó los dos libros que había pedido, salvo el azul que había cogido Niamh, y se los tendió mientras le escuchaba. Al ver que se mosqueaba consigo mismo, el acanthus se encogió de hombros.

—Ya, tío. La vida te lleva donde quiere, no donde quieres tú. Estabas en una encrucijada y escogiste mal.

Se planteó la idea de sacar la moneda y ver si ellos tenían más suerte, pero tras valorarla un instante, decidió esperar. Si alguno de los otros era capaz de rastrear a esos espíritus, él podría dedicarse a mantener el escudo de Suerte sobre todos ellos. 

Su mirada se paseó por los demás, especialmente en Tyrr, porque Morrigan seguía liada al teléfono, pero al final sus ojos terminaron en Niamh. 

—Hazlo tú entonces ya —pidió—. Cuanto más tardemos más se alejarán.

Niamh cerró el libro, se lo entregó a Adam y asintió a las palabras de Jack. Pensó en decirle algo, pero al final calló. No era el momento ni el lugar, y el tiempo corría en su contra. Desde el Concilio habían dicho que eso era cosa suya, su responsabilidad, y el estatus de la cábala dependía de ello. 

—Adam, cariño, siéntate porque voy a tener que cancelar el hechizo. 

Cerró los ojos y dejó de esforzarse por mantener la barrera temporal que había detenido. Sintió cierto alivio, por no tener que sostener por más tiempo aquel efecto, y después conto hasta cinco. Ese era todo el descanso que necesitaba. Valiéndose de la concha y una serie de gestos estereotipados, empezó a conjurar su imago. 

Tenía sentimientos divididos sobre Adam. Al principio me había caído igual de bien que una patada en los huevos, pero conforme pasábamos rato con él empezaba a preguntarme si no habría podido acabar yo así de no haber encontrado a los chicos. En parte era una posibilidad, aunque no me veía haciendo algunas de las cosas que nos había contado. En cualquier caso asentí cuando dijo lo de rastrearlos y di un par de pasos atrás, dejando que fueran ellos los que se encargasen de coger los libros.

No me alejé demasiado, y cuando Jack apremió a Niamh levanté una ceja. Pero preferí no decir nada, ni señalar que no sólo Morrigan los había seguido antes. Simplemente comencé mi mudra tomando en la mano una vez más el crucifijo de oro de mi cuello. Igual que antes me dediqué a dos recetas consecutivas, por si acaso, y una vez que terminé miré alrededor.

—Adam —lo llamé—. ¿Desde dónde se fueron exactamente?

Te concentras y puedes percibir las resonancias residuales espirituales que son tan prominentes en aquella casa. Tu vista incluso te lleva hasta la otra puerta, en donde puedes percibir los remanentes de lo que asumes fue el espíritu del Vicio. Y luego, 7 rastros, débiles, difíciles de diferenciar, muy cercanos los unos entre los otros.

Sin embargo, es allí en donde comienza lo extraño. Al seguir aquellos hilos conductores y dirigirte hacia fuera de la casa, ves como... se cortan. Al principio temes que tu hechizo haya fallado de alguna manera, o que no hayas visto algún detalle importante, pero en realidad es algo más. Es como si los rastros hubiesen sido borrados de alguna forma, dejando sólo un cordón sin dirección. Si creías a Morrigan y a Tyrr, justamente ese no debía ser el aspecto de este rastro.

Durante varios minutos revisas, das algunas vueltas, pero nada. No hay ni siquiera ligeras vibraciones, nada de resonancia, un sospechoso vacío que cortaba el camino que sabías habían recorrido los dichosos Espíritus. No estabas segura de si te faltaba algo, o de si no estabas completamente concentrada esta madrugada, pero ciertamente no había ningún hilo del que tirar.

Te concentras y puedes percibir las resonancias supernas de estos entes. Puedes percibir la resonancia dinámica y sobrecogedora de Ira, al lado de la lenta y flemática de pereza. Ambas se mezclan con las de las otras entidades y tienen como origen el cuarto que mencionó Adam. Tras aislas los 7 rastros, débiles, difíciles de diferenciar, muy cercanos los unos entre los otros, comienzas a seguirlos hacia el exterior.

Sin embargo, es allí en donde comienza lo extraño. Al seguir aquellos hilos conductores y dirigirte al antejardín, ves como... se cortan. Al principio temes que tu hechizo haya fallado de alguna manera, o que no hayas visto algún detalle importante, pero en realidad es algo más. No es así como se veían hace varios minutos. Pareciese que hubiesen sido deliberadamente cortados o borrados de alguna manera que no logras percibir del todo con tu magia. No hay rastros de hechizos, no hay resonancias Espirituales, sólo un sospechoso vacío en donde antes había un camino más definido.

Durante varios minutos revisas, das algunas vueltas, pero nada. No hay ni siquiera ligeras vibraciones ni marcas, sólo quedna las que apenas si salen de la casa, y allí es donde acaban, como si hubieran sido arrancadas por la fuerza.

Adam señala una carpeta con varias hojas, para que Jack la tome. —Una de las primeras traducciones que hice. El original está en la biblioteca de un Shaman en Dakota del Sur. Me dio exactamente 24 horas para copiarlo, pero creo que logré conservar la idea.— explica. —Lo hice un poco de prisa, así que puede que mi letra sea difícil de descifrar— se excusa.

Niamh le explica y Adam asiente. —Mejor así. Podré recuperarme yo mismo con algo de tiempo— sonríe. Se ve de mejor talante ahora mismo, aunque luego se vuelve a sumergir en el libro de forma adusta.

—Es buena idea. Entre más fresco esté el rastro más fácil os será encontrar el paradero de los dos espíritus— explica y Niamh sale de la habitación, concentrada en lo que puede ver a través de su hechizo activo.

—Desde la puerta frente a la biblioteca. Es allí en donde realizamos...— y una punzada de culpa nubló su rostro. —...el ritual— dijo en voz baja.

Sabía que había corrido un riesgo con toda la preparación para seguir aquellos rastros. No quería aplicarme a mí mismo la lección que el mundo había enseñado a Niamh un rato atrás, y me había puesto al alcance de cosas que sabía que era mejor no tocar. Y luego me preguntaba si podría pasarme lo que a Adam... En fin.

Al menos sirvió para algo. Salí de la biblioteca con paso decidido, y seguí aquel rastro lo mejor que pude. Al llegar a la puerta de la calle, antes de salir, decidí avisar a los demás. Por si acaso.

—¡Salimos! —exclamé, dando por hecho que Niamh había seguido el mismo recorrido.

Sin embargo no anduve mucho más al llegar al jardín. Miré a un lado y a otro, y luego por los alrededores, pero... Nada.

—¿Estás igual que yo, no? —le pregunté a Niamh, confundido.

Morrigan llegó a la biblioteca mientras guardaba el teléfono: parecía molesta tras la llamada.

—Me dicen que me peine — resumió con hastío, para añadir, mirando a Adam — Ah, y que te entregue al Concilium. No se creen que lo hicieras por error: se nota que no te conocen.

Como si lo dicho no pudiera parecer una amenaza, siguió hablando.

—Así que nos dejan solos con el problema. Tendremos que rastrear a esos dos, e ir a por ellos: si nos atacaron una vez, volverán a hacerlo, y parece que nadie nos va a ayudar; así que no podemos permitirnos quedarnos de brazos cruzados.

Se acercó hasta la altura de Tyr, y sonrió.

—¿A por ellos?

Ogma estuvo escuchando a todos, incluso se fijó en los libros que recogían sus compañeros para ayudar a Adam.

Pero no perdió el tiempo  y salió siguiendo a los que estaban realizando el hechizo rastreador. Niamh y Tyrr les guiarían hasta esos espíritus. Y entre todos, de nuevo, les zurrarían el trasero. No iba a ser sencillo, pero esta vez estaban preparados.

Los pasos de Tyrr les habían llevado hasta el jardín, y una vez en el exterior Ogma miró confundido al Obrimos, para luego pasar su mirada a Niamh.

- Atentos... Si habéis captado un rastro pero aquí se pierde... es posible que todavía estén cerca. Que hayan esperado para emboscarnos como incautos. - Dijo a modo de advertencia mientras se preparaba para un ataque y miraba los alrededores tratando de distinguir la presencia de alguno de esos espíritus. O más bien alguna cosa que le pareciera fuera de lugar.

Esperaba que no fuera así, y que Niamh si diera con un rastro que se alejaba de la casa. Aunque no fuera lo mejor para el grupo, Ogma prefería seguir un rastro, dar caza y atacar ellos, a que fueran los espíritus quienes les emboscaran nada más salir de la casa. Cuestión de prioridades.

Niamh salió persiguiendo un rastro, que le llevó fuera, pero enseguida lo perdió. Tercer jarro de agua fría de la noche. Por suerte, Tyrr sí que había dado con algo. Se abrazo a sí misma y, aunque su primer impulso fue el de mentir y decir que seguía el mismo rastro que él, lo que dijo Ogma la obligó a darle la razón al Mastigos. 

—Es como dice Ogma —contestó, sin muchas ganas, como si ni siquiera la urgencia pudiera vencer ya a la frustración. Solo quería que esa noche acabara de una vez. Negó con la cabeza, cansada—. Tampoco podemos quedarnos aquí, esperando. Si los encontramos nosotros o nos encuentran ellos... da igual. 

Y salió, andando en dirección hacia el coche. 

—¿Conduzco yo? —le preguntó a Cece. 

Morrigan sacó las llaves del bolsillo, y, con un tintineo, se las entregó a Niamh.

—Todo tuyo — concedió sonriente y, dirigiéndose a Tyr, preguntó — ¿Sabemos dónde vamos?

Yo aún seguía mirando alrededor, con el ceño fruncido, cuando escuché a Morrigan hablar. Llevé los ojos hacia Niamh, en espera de su respuesta. Era evidente que había algo que me extrañaba en el ambiente. Al oír cómo Ogma opinaba y el curso de los acontecimientos parecía precipitarse, hice un gesto llamando a la calma.

—Esperad —les dije, aún confundido. Volví a mirar alrededor.

—No tengo el rastro. Pero no es como si el rastro se perdiese, o como si hiciera demasiado que se han ido —explico—. Alguien ha borrado o cortado el rastro los rastros, es más... —Miré otra vez alrededor—. Alguien ha borrado los rastros mágicos de la zona. Ni siquiera veo los nuestros. No significa que ese alguien... O ese algo... Esté por aquí. Podría estar o no estar. Pero al menos yo no tengo ni idea de adónde podríamos ir a buscarlos.

Jack cogió la carpeta que le tendía Adam y empezó a ojear su contenido. Levantó la mirada de las páginas cuando Tyrr y Niamh anunciaron que salían, pero no los siguió. 

—No creo que sea buena idea que te quedes solo —le dijo a Adam—. Los espíritus podrían volver al origen. Hacen esas cosas, ¿no? No sé mucho de espíritus, demonios, fantasmas o lo que sean.

Eso y que no se terminaba de fiar del mago que había despertado aquel ente. Tal vez era por haber visto lo que había hecho tras sus párpados cerrados, pero no le hacía demasiada gracia dejar a Adam solo. 

—Bueno, y así te ayudo a buscar en los libros. 

Sacó el teléfono y envió un mensaje por el grupo de telegram de la cábala:

Tíos, me quedo vigilando al fulano este por si acaso. Que no me fío. Avisadme si encontráis algo.

Lo guardó en el bolsillo y se puso a leer de nuevo los papeles que le había dado.

- Los espíritus no borran rastros mágicos*. - Argumentó Ogma. - Lo que significa que están recibiendo ayuda. O quizá ya han poseído a algún mago para que les haga el trabajo. - No estaba seguro de si un mago sería capaz de lanzar sus recetas estando poseído, porque no tenía muy claro cómo funcionaba ese tipo de posesión.

Miró a Niamh y a Tyrr. Si ellos no sabían por dónde seguir no tenía sentido ir dando palos de ciego o simplemente circular en coche por las cercanías. ¿O sí? Se le ocurrió una idea.

- Si Jack se queda investigando... - comenzó mientras lanzaba un vistazo hacia atrás, hacia la casa. Al menos Jack se aseguraría de que Adam no se la estuviera jugando a la Cábala. - Aunque no tengamos un rastro que parte de aquí podemos dar una vuelta en coche por las cercanías. Mantened vuestros hechizos de rastreo. Si han actuado esos espíritus, si han intentado atacar a alguien, el rastro volverá a aparecer aunque hayan borrado su origen desde aquí. Y podremos dar con ellos. No perdemos nada por intentarlo hasta que tengamos más pistas. - Sugirió.

Iban a ser como la policía del barrio. Un grupo de vecinos dando vueltas en coche buscando cualquier signo de alguien o algo sospechoso. Solo que en este caso iba a ser de índole sobrenatural.

Morrigan miró el teléfono, frunció el ceño y asintió en dirección a Jack.

—Vale. Somos cinco: podemos formar dos parejas, y ver qué encontramos.

Se hubiera puesto a dar saltitos y palmadas como una niña pequeña... ¡Iban a patrullar! ¡Como en las series de televisión!  Estuvo a punto de exclamar: "¡Me pido ir con Tyr!", pero consiguió contener la emoción lo suficiente como para no perder su fachada de seriedad habitual. Podrían pedir café y donuts para llevar, aunque a Morrigan no le gustaban los donuts.

—Seguro que Adam tiene coche: Tyr y yo se lo requisaremos temporalmente; Niamh y Ogma pueden ir en el mío.

Tenía sentido organizarse así, ya que sólo Niamh y Morrigan parecían capaces de percibir espíritus.

Niamh se sintió algo mejor al ver que Tyrr perdía el rastro, igual que ella. Suspiró muy, muy hondo, cerró los ojos y estiró el cuello. «Ponte las pilas, Lira». No le gustaba que Jack se quedara solo allí, pero tampoco podían dejar a Adam con el cadáver de su amigo. Por su parte, Ogma apuntó una vez más a la posibilidad de que los espíritus fueran más mañosos de lo que pensaban, y ella prefirió no escucharle. A veces se pasaba de cauteloso y empezaba a ser paranoico. 

—Yo cogeré el coche de Adam —contestó, sin entrar en explicaciones—. Tú ve con Ogma.